¡Buenassss!
Capítulo cortito, pero no quería tardar mucho más en actualizar.
Espero que os guste.
Capítulo 15: Encuentros
Después de la última visita de Shoto, Inasa se había dirigido hacia la habitación de Izuku y había llamado a la puerta. El chico de ojos verdes había entreabierto la puerta y le había mirado con recelo.
—¿Qué quieres? —le preguntó.
Inasa se llevó una mano a su cabeza rapada.
—Tengo un mensaje para ti de parte de tu amigo.
Izuku frunció el ceño, desconfiado.
—¿Qué mensaje?
—Quiere que sepas que tu madre no ha venido a verte porque él no se lo ha permitido. No se ha olvidado de ti.
Izuku ensanchó los ojos.
—Oh…
Inasa vio cómo sus pequeñas manos se aferraban a la puerta y en su rostro se formaba una sonrisa un poco triste. Inasa se aclaró la garganta y se dio la vuelta.
—Eso es todo —dijo.
—Espera —le pidió Izuku—. ¿Cómo te llamas?
—Soy Inasa Yoarashi.
—Gracias por hacerme llegar el mensaje, Yoarashi-kun. Yo soy Izuku Midoriya.
—Lo sé —suspiró este—. He escuchado tu nombre tantas veces en boca de ese idiota que es como si te conociera.
Izuku rio. Abrió la puerta un poco más e Inasa pudo ver sus pies descalzos llenos de pequeñas cicatrices de heridas ya curadas. Había oído la historia de ese chico. Había hecho verdaderas locuras por amor. Había abandonado su mundo, había renunciado a sus poderes y había hecho un pacto de vida o muerte con All for one para mantener a salvo a su amor. Para protegerlo, incluso se había lanzado por un precipicio sin dudar. Por supuesto, también sabía que todo había sido en vano. All for one nunca perdía un pacto. No le importaba hacer trampas para conseguirlo. Había escuchado que se había introducido en la mente de aquel humano para obligarlo a avanzar hacia el precipicio.
Miró a aquel joven de ojos sinceros. Pobre. No se merecía todo lo que había sufrido. Cuando había hecho el trato, ni siquiera había sido consciente de que no tenía ninguna posibilidad de ganar contra el dios maldito.
Inasa se dio la vuelta una vez más, dispuesto a marcharse.
—¿A dónde vas?
Inasa enarcó una ceja.
—A mi habitación.
—¿Por qué no te quedas un poco más? —le pidió—. Yoichi no está y… me aburro un poco —confesó.
No era una buena idea. Su mente le gritaba que no era una buena idea. El carácter de ese chico era demasiado dulce y bondadoso. Sabía que no le sería difícil trabar amistad con él si entablaban conversación, y conociendo su destino próximo, prefería no encariñarse de él.
—Estoy algo ocupado —soltó—. Creo que he visto por ahí a Toga. Estoy seguro de que estará encantada de pasar tiempo contigo.
De un momento otro, sus ojos verdes se llenaron de miedo y de repulsión.
—No, Toga no —dijo volviendo a introducirse en la habitación y empezando a cerrar la puerta—. No importa. Esperaré a que vuelva Yoichi.
Ya estaba hecho. Solo tenía que marcharse de allí y no regresar a su habitación hasta que todo hubiera pasado. Pero los remordimientos no le dejaron. Ese chico debía de sentirse solo y asustado apartado de a la fuerza de todos aquellos que lo amaban y que querían protegerle. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, puso la mano en la puerta.
—Creo que puedo quedarme unos minutos —dijo.
Pero no fueron unos minutos. Estuvieron hablando durante horas. Izuku sabía ver en el interior de las personas y estaba seguro de que aquel gigante escondía en su pecho un corazón igualmente enorme. Inasa, por su parte, agradeció tener alguien con quien hablar. Siempre estaba solo y apartado. Se había mudado a esa casa por Toya, pero este no le hacía el más mínimo caso, y los demás miembros de la casa no eran de su agrado. Alguna que otra vez se había acercado a los dioses que AFO retenía para quitarle sus poderes más tarde, pero cuando desaparecían, aquella insoportable sensación de soledad regresaba con más fuerza, por lo que finalmente había decidido mantenerse aislado.
Desde ese día, Inasa acudía a la habitación de Izuku cada día para conversar y comer con él. Yoichi pasaba mucho tiempo en aquel cuarto, pero solía bajar al comedor para compartir tiempo con su hermano durante el almuerzo, aunque fuera en contra de su voluntad.
Izuku se sentía más seguro cuando tenía a Yoichi o a Inasa a su lado. Cada vez que alguien llamaba a la puerta, su corazón saltaba. Al principio, tenía miedo de que Shigaraki, la mano derecha de AFO, se presentara un día para decirle que había llegado el momento; pero con el paso de los días, un nuevo miedo se instaló en su pecho. Y ese miedo tenía nombre de mujer.
Cuando apenas llevaba unos días en esa casa, alguien había llamado a la puerta cuando se encontraba solo. Ya había anochecido y los pasillos se encontraban oscuros, por lo que al principio no reconoció a aquella figura que lo esperaba recostado contra una de las paredes.
—¿Quién eres? —preguntó.
El chico se acercó a la puerta y la luz de la habitación iluminó su rostro. Izuku se llevó una mano a la boca para ahogar un gemido.
Otra vez no. Otra vez no, por favor.
Katsuki se encontraba frente a él. La misma altura, el mismo cabello rubio y puntiagudo, los mismos ojos rojos…, pero no era Katsuki. Izuku lo sabía. Ella ya había intentado engañarle una vez y no lo había conseguido. Aquella mirada llena de maldad no era propia de Kacchan. El verdadero jamás le miraría de aquella manera.
Retrocedió un par de pasos, asqueado, y el falso Katsuki aprovechó el espacio para acceder a la habitación y cerrar la puerta tras él.
—¿No te alegras de verme, Izuku-kun? —preguntó, con una voz felina y aterciopelada.
—Volviste a tomar su sangre —gruñó Izuku.
La impostora dio un paso hacia adelante e Izuku chocó contra la cama al intentar recular.
—Pensé que verle de nuevo te animaría —dijo con una sonrisa que a Izuku le resultó espeluznante en labios de Katsuki.
—¡Tú no eres él! —exclamó, lleno de rabia—. ¡Deja de usar su imagen, Toga!
Antes de que pudiera reaccionar, Toga se había lanzado hacia él y lo había derribado contra la cama. Sintió algo afilado contra su cuello y se dio cuenta de que aquella lunática había sacado un cuchillo que en ese momento apretaba contra su piel. Intentó quitársela de encima, pero usó los fuertes brazos de Katsuki para mantenerlo a su merced durante unos instantes.
—¿Por qué me tratas así, Izuku-kun? —le preguntó dulcemente en el oído—. Yo solo quería hacerte feliz. Había pensado que podíamos pasarlo bien los dos juntos. Estaba segura de que querrías hacer el amor con tu querido Katsuki una vez más antes de morir.
La rabia que sentía Izuku se intensificó con cada una de sus palabras. ¿Qué se creía esa chica, que amaba a Katsuki únicamente por su físico? ¿Que se conformaría con ser tocado y besado por alguien que no era él simplemente porque tenía su misma apariencia?
—Pero tienes razón, ¿sabes? —continuó, acariciando su mejilla—. Estoy cansada de convertirme en ese humano. Es muy guapo —reconoció, clavando levemente la hoja de la cuchilla en su cuello—, pero la persona que realmente me gusta, la persona en la que realmente quiero convertirme, eres tú.
Una gota de sangre resbaló por el cuello del chico y Toga, aún con el cuerpo de Katsuki, pasó la lengua por su piel para recogerla. Un escalofrío recorrió la columna de Izuku. No podía más.
Usó su látigo negro para alejar a Toga y retenerla contra la pared. Se limpió el cuello con el dorso de la mano y se levantó de la cama, enfurecido. Cuando volvió a mirar a la chica, su imagen había vuelto a cambiar. Ahora era él mismo quien le sonreía de manera divertida.
—¡Basta! —gritó—. ¡Basta ya, Toga! ¡Quiero que te marches y que me dejes en paz!
Yoichi entró en la habitación, alarmado por los gritos. Tan pronto como vio la situación, comprendió qué era lo que había ocurrido. Le pidió a Izuku que soltara a Toga y la agarró por la muñeca.
—Te dije que no quería que entraras a mi habitación —la regañó.
—Solo quería ver a Izuku.
—Y, ya de paso, torturarlo un rato, ¿no es así? Quítate ese disfraz y sal de aquí.
Toga recuperó su aspecto normal y salió de la habitación dando saltos, como si nada hubiera pasado. Antes de cerrar la puerta, se despidió de Izuku con la mano y una sonrisa que indicaba que no se había rendido del todo. Izuku se desplomó en su cama con las manos sobre la cara y lloró durante unos minutos.
Desde ese día, había estado temiendo abrir la puerta y volver a encontrar el rostro de Katsuki, el de Toga o el suyo propio.
—Debemos intentarlo —dijo Shoto.
—Es un buen plan —reconoció Star con el mechón rubio de Katsuki entre las manos—. Ese chico tiene cabeza. Me gusta.
All Might estaba de acuerdo.
—Por probar, no perdemos nada.
—¿Lo hacemos entonces? —dijo Star, alzando el mechón de pelo del humano con mirada decidida.
Estaba a punto de decir su nombre cuando unos golpes resonaron en la puerta de la residencia de All Might.
—Iré a abrir.
El soberano de los dioses se dirigió hasta la entrada de la casa dispuesto a echar de allí con buenas palabras a cualquiera que viniera a interrumpir el experimento que estaban por llevar a cabo. Lo que nunca esperó fue ver a aquella mujer tras la puerta. Su corazón dio un brinco al reconocerla después de tantos años. Había engordado un poco, pero por lo demás, seguía siendo la misma mujer de cabello verde y ojos brillantes de la que se había enamorado hacía años.
—¿Inko?
—Hola, Yagi.
—¿Qué haces aquí?
—He decidido actuar y dejar de mantenerme al margen de toda esta situación. Después de todo, es mi hijo el que está en peligro.
All Might se quedó mudo por unos instantes intentando conectar los puntos.
—¿El chico con el que All for one hizo aquel trato… es tu hijo? —preguntó.
Inko asintió en silencio.
All Might se quedó sin respiración. Sabía que Inko estaba casada y tenía un hijo, pero nunca se había interesado por la identidad de su esposo ni por el nombre de su hijo. Le dolía el pecho de solo pensar que aquella mujer a la que tanto había amado tenía una familia con otro dios.
Todavía recordaba la última vez que se habían visto. Él sabía que ella ya estaba casada por ese entonces, pero no había podido reprimirse cuando, una tarde como aquella, Inko había llamado a su puerta entre lágrimas y se había lanzado a sus brazos. Se maldijo a sí mismo por haberse marchado sin llevársela consigo.
Estuvieron horas haciendo en amor, besándose, acariciándose y susurrándose palabras de amor, pero a pesar de ello, se convencieron al uno al otro de que eso no podría volver a pasar. Aquel día, debían liberar todos sus deseos y sus anhelos y no volver a pensar más en ellos. Al caer la noche, Inko regresó a casa con su marido y Yagi no volvió a verla… hasta ese día.
—Ayuda a mi Izuku, por favor —murmuró Inko—. Sé que es injusto que aparezca aquí después de tantos años y te pida algo así, pero… Izuku es lo que más quiero en el mundo.
Yagi la tomó de la mano y, acariciando el dorso, la invitó a pasar.
—No tienes que sentirte mal. Sabes que haría cualquier cosa que me pidieras.
—Yagi…
All Might miró hacia afuera antes de cerrar la puerta.
—¿Dónde está el padre?
Inko jugó con sus dedos con nerviosismo mientras evitaba la mirada confusa del que había sido el amor de su vida. No era el momento de las confesiones. Izuku estaba en peligro y esa debía ser su prioridad. Además, no estaba segura de que fuera justo para Yagi aparecer diecisiete años más tarde en su vida para decirle que tenía un hijo adolescente.
—No va a venir… —dijo sin dar más explicaciones—. En esto, estoy sola.
—No estás sola —objetó All Might—. Me tienes a mí, y por supuesto, tienes a ese joven tan pertinaz que ha estado pendiente de tu hijo durante todos estos meses.
Inko sonrió.
—Sí, Shoto-kun es un buen chico. Todo hubiera sido mucho más fácil si Izuku se hubiera enamorado de él.
—El amor nunca es fácil —le recordó el soberano.
—Lo sé —suspiró—, pero es todo tan injusto… Shoto Todoroki es guapo, inteligente, amable, protector… ¿Por qué tenía que enamorarse de un humano?
—No escogemos de quién nos enamoramos, Inko. Ven conmigo. Has llegado en el momento justo. Estamos a punto de intentar algo que nunca antes nadie había intentado.
—¿Qué vais a hacer?
—Vamos a intentar convertir al humano del que tu hijo se ha enamorado en un dios.
Inko paró de golpe.
—¿Qué?
—Ha sido idea de ese humano —explicó All Might—. Vamos a comprobar si Star es capaz de hacer un milagro.
Inko tragó saliva. No estaba segura de que quisiera enfrentar al chico por el que Izuku había cometido tantas locuras. No sabría cómo mirarle a la cara sin reprocharle. Sabía que ese joven no tenía culpa de nada, pero no podía evitar sentir como se sentía. No estaba segura de cuál sería su reacción al encontrarse con él.
All Migth e Inko entrado en la sala. Todoroki se sorprendió de verla allí, pero no hizo preguntas. Inko por fin parecía dispuesta a actuar. La frustración que lo había abrumado durante los últimos meses por sentirse totalmente solo y desamparado en aquella misión empezaba a desvanecerse.
—Bien. ¿Procedemos? —preguntó Star, impaciente por comprobar si su poder podía ir más allá de los límites que su mundo le había marcado. Levantó la mano una vez más con el mechón rubio entre los dedos—. Katsuki Bakugo —pronunció—, en este momento dejarás atrás tu frágil cuerpo humano y obtendrás la divinidad y los poderes de los dioses.
El mechón de pelo brilló. Una luz inundó la habitación. Las ventanas se abrieron de golpe a causa de un fuerte viento y una figura borrosa empezó a hacerse presente frente a ellos. Aquella silueta fue haciéndose más y más nítida, tomando la forma de un joven alto y fuerte de cabello puntiagudo.
Katsuki se encontraba de rodillas, aferrándose al suelo mientras intentaba calmar el dolor que le recorría por el cuerpo. Levantó la mirada y mostró una sonrisa a Shoto.
—Parece que ha funcionado, mitad y mitad —masculló.
Shoto se acercó a él y yo ayudó a levantarse.
—Tranquilo. No es demasiado agradable, pero el dolor solo dura unos segundos —le aseguró.
Katsuki se limpió el sudor de la frente y respiró profundamente. Tal y como había dicho Shoto, el dolor se fue disipando hasta desaparecer. Se miró a sí mismo: no parecía diferente, pero definitivamente se sentía diferente. Su cuerpo parecía más ligero, más fuerte.
—Es extraordinario —comentó All Might, asombrado, dando unas palmadas a Star en la espalda—. Deberías replantearte la posibilidad de sucederme en el cargo, Cathleen.
La mujer rio y se acercó a Katsuki para presentarse y darle la enhorabuena por su brillante idea.
—Jamás se me habría ocurrido la posibilidad de traer a un humano a nuestro mundo —aseguró—. Y menos de esta forma.
All Migth también se acercó a Katsuki, pero el chico ya no escuchaba lo que decían. Sus ojos se encontraban clavados en aquella pequeña mujer que lo miraba de una forma extraña. Era idéntica a Izuku. El mismo color de pelo, los mismos ojos… No tenía que ser muy listo para saber de quién se trataba.
Se acercó a ella y la miró fijamente a los ojos sin titubear.
—Usted debe de ser la madre de Izuku —dijo.
—Así es. Soy Inko Midoriya —contestó ella con voz suave, pero con un deje de resentimiento.
—Soy Katsuki Bakugo —se presentó él, inclinándose hacia ella.
—Lo sé. Izuku me ha hablado mucho de ti.
Todavía podía recordar la emocionada voz de su hijo cada vez que le describía a aquel joven física y psicológicamente. Su sonrisa se agrandaba y sus ojos brillaban.
Katsuki tiene unos ojos preciosos, mamá. Son como rubíes. Y su cabello es muy puntiagudo. Estoy seguro de que debe de pinchar al tacto. Me pregunto si será natural o usará gel para mantenerlo así, le dijo una vez entre risas.
¿Sabes? Katsuki ha crecido muchísimo. ¡Cada vez es más alto! Tengo que ponerme de puntillas para verle los ojos.
A Katsuki le encanta jugar con Tizona, pero no se lo dice a nadie. Una vez, su madre lo pilló dándole besos en la barriga y se sonrojó tanto que pensé que explotaría.
He descubierto algo muy extraño de Katsuki: grita mucho, pero no le gusta el ruido. A veces se pone música de piano en los auriculares para relajarse, pero cuando le preguntan qué está escuchando, dice que es heavy metal. ¿No es raro?
Katsuki le echa picante a todas las comidas. No entiendo cómo no se hace daño en el estómago. Le estaba proponiendo a sus padres la posibilidad de hacer dulces picantes con polvo de chile. No creo que sea una buena idea, pero parecía muy entusiasmado. ¡Le encanta experimentar y crear nuevos dulces!
Hoy Katsuki estaba un poco melancólico. Creo que es por la lluvia. No le gusta demasiado cuando llueve. Creo que le hace sentir solo.
Katsuki… Katsuki… Katsuki…
A esas alturas, Inko podía describir perfectamente la personalidad de ese chico sin siquiera conocerlo. Su hijo, su solitario hijo, había encontrado alguien que le hacía sentir menos solo y había construido su felicidad en torno a ese joven que ahora la mirada con arrepentimiento, como si él fuera el culpable de todo aquello por lo que Izuku estaba pasando.
—Le prometo que le traeré de vuelta a su hijo, Midoriya-san —dijo con una voz solemne que descolocó a Inko—. Izuku no es el único dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias por amor. Ahora me toca devolverle todo lo que ha hecho por mí.
Inko tragó saliva. Los ojos se le había humedecido.
Mamá, Katsuki es el humano más bueno, noble y leal de todos. La gente cree es que violento y agresivo. Quizás de niño lo era un poco, pero ya no. Tiene un corazón tan grande que no le cabe en el pecho.
Una lágrima rodó por su mejilla. Tomó la mano de Katsuki y la apretó mientras se limpiaba con la otra la cara.
—Izuku confía en ti —sollozó.
—Lo sé.
Inko se rompió y lloró con más fuerza. Aquello era demasiado abrumador para ella. El chico por el que Izuku estaba en serios problemas se encontraba frente a ella con ojos suplicantes y a la vez decididos prometiéndole que le devolvería a su pequeño. ¿Cómo podía odiar a ese humano por amar a su hijo tanto como Izuku lo amaba a él?
Ninguno de ellos era culpable de lo que estaban pasado. Solo eran dos víctimas, dos jóvenes que se habían enamorado perdidamente el uno del otro a pesar de todo lo que había en contra de su amor. Izuku había cometido locuras por él, y ahora él estaba dispuesto a cometer locuras por Izuku.
—Si él confía, yo también lo haré, Katsuki-kun. Por favor, protege a mi niño.
Katsuki apretó con firmeza su mano. Era pequeña y blanca como la de Izuku.
—Lo haré.
Inasa e Izuku charlaban junto a la ventana de su habitación cuando a lo lejos vislumbraron un chico de cabello rojo y blanco. Inasa suspiró al ver cómo Shoto Todoroki avanzaba imparable hacia la mansión. Sabía que sería capaz de entrar si no lo detenía.
—Tu amigo ya está aquí otra vez —comentó, señalando con la cabeza hacia aquella figura que asomaba entre los árboles.
—No hay un solo día que no venga a verme —dijo Izuku con tono preocupado—. Será un duro golpe para él cuando ya no esté.
—He intentado disuadirle, pero nada de lo que le digo le detiene. Es un cabezota.
Izuku miró a Inasa y vio una pequeña sonrisa asomando en sus labios. Se fijó en la forma en la que miraba a Todoroki y se sintió repentinamente más animado.
—Yoarashi-kun, ¿acaso te gusta Shoto?
La cara de Inasa se volvió roja como un tomate.
—¡Por supuesto que no! —negó rotundamente—. No es más que un crío testarudo que no sabe cuándo rendirse.
—Nadie lo diría, por cómo le miras.
—Es solo que… nunca he visto a nadie amar a otra persona con tanta intensidad. Esa pasión me resulta digna de admirar.
—Ya veo —rio Izuku.
Inasa se puso en pie y se dirigió hacia la puerta.
—Será mejor que baje a impedir que entre en la casa. Ese niño sería capaz de hacer cualquier locura por llegar hasta ti.
—Inasa —lo llamó cuando ya tenía la mano en el pomo—, ¿cuidarás de Shoto cuando yo no esté? Es un buen chico.
Inasa no se volvió para mirarlo, pero su voz bajó a un tono serio y lúgubre.
—¿Por qué me pides eso precisamente a mí?
—Porque me pareces una buena persona. Y eres el único de esta casa que no está atado a AFO por un pacto. No tendrías problemas en salir y entrar de aquí si quisieras. Al fin y al cabo, no le debes nada al dios maldito.
—No creo que él quiera que le cuide —refunfuñó.
—Entonces no le dejes opción —insistió—. Yo le pedí que dejara de venir a buscarme, y aun así sigue viniendo. Me gustaría ser la persona que cuidara de él y de su bienestar, pero me temo que no me queda mucho tiempo. Por eso, te lo pido como favor personal. Shoto se lo merece.
Inasa asintió y salió de la habitación. Izuku permaneció unos minutos más junto a la ventana para ver la interacción de ambos. La expresión corporal de Shoto se había relajado desde hacía varios días, concretamente, desde que Inasa le había llevado el mensaje sobre su madre. Ya no venía con intención de atacar. Contemplaba a Izuku, intercambiaba unas palabras con Inasa y al poco tiempo se iba.
Izuku deseaba hablar con él, pero no podía pedirle a Inasa que lo dejara pasar. No quería meterlo en problemas con AFO o con cualquiera de sus aliados. De todas formas, lo mejor sería que dejaran de tener contacto, así su muerte sería menos dolorosa para Shoto.
Una vez que su amigo hubo desaparecido en el horizonte, salió de su habitación para ir al baño, asegurándose antes de que no hubiera nadie por el pasillo.
Cuando entró de nuevo en su cuarto y cerró la puerta tras sí, alguien lo agarró por la muñeca. Estuvo a punto de gritar cuando esa persona colocó la mano en su boca para acallarle.
—Tranquilo —le dijo la voz de Katsuki—. Tranquilo. Soy yo.
Izuku no podía creerlo. ¿Hasta cuándo iba Toga a seguir burlándose de su dolor? Se revolvió contra ella y la enfrentó con una expresión llena de furia. Allí estaba de nuevo: alto, rubio, ojos rojos, pero su mirada…
Los ojos de Izuku se ensancharon. Su mirada… Aquellos hermosos rubíes no estaban manchados con maldad como las últimas veces. Podía ver verdadero alivio en sus ojos. Alivio, preocupación… amor.
—Tranquilo. No grites —le dijo Katsuki, hablando en susurros mientras se acercaba a él.
No podía ser. O sus sentidos lo engañaban o Toga se había vuelto una actriz magistral. ¿Cómo iba a encontrarse Katsuki en el mundo de los dioses? Aquello no tenía sentido, y sin embargo…
—¿Kacchan? —preguntó con un hilo de voz.
Katsuki sonrió.
—Siento haber tardado tanto —le dijo.
Izuku corrió hacia él y enterró la cara en su pecho. Katsuki lo envolvió con sus brazos y lo apretó contra él, besando una y otra vez aquella cabecita cubierta de rizos. Izuku respiró profundamente, llenando los pulmones con su aroma. Era él. Realmente estaba allí. No pudo evitar que las lágrimas se le escaparan de felicidad.
—Lo siento —murmuró Katsuki—. Siento haberte dejado solo.
—¿Qué haces aquí? —sollozó Izuku. Estaba haciendo un gran esfuerzo por hablar en voz baja. Nadie se podía enterar de que Katsuki había entrado en la casa.
—¿Acaso creías que dejaría que algo tan absurdo como ser de mundos diferentes nos separara? Te juré que eso no pasaría.
—¿Cómo has…?
—Fue más o menos fácil. Solo tuve que amenazar a un par de dioses con aparecer en sus sueños hasta el día de mi muerte —bromeó.
—Estás loco —rio Izuku.
Katsuki besó suavemente los labios de Izuku y le acarició la nariz con la suya.
—¿Loco? —repitió—. No fui yo quien hizo un trato con un dios psicópata para mantener a salvo a alguien a quien ni siquiera conocía en persona.
—Ya nos conocíamos, Kacchan —le contradijo.
—Sí, en sueños.
—Suficiente para amarte.
Izuku se puso de puntillas y besó a Katsuki. El rubio paseó su mano derecha por la espalda de Izuku hasta llegar a su cabello y profundizó el beso. Sus corazones latieron como si fuera la primera vez que sus bocas se acariciaran. Después del tiempo que habían estado separados, cada beso, cada roce que se brindaban, parecía el primero.
Izuku sollozó de alivio. Había pensado que aquel beso de despedida que se habían dado hacía prácticamente dos semanas iba a ser el último para ellos. Volver a tocar a Katsuki era como un sueño.
—Lo siento —volvió a disculparse el rubio—. Debes haber estado muy asustado.
—Ahora que estás aquí todo está bien —susurró Izuku.
—Sí, todo estará bien.
Se disponía a volver a juntar sus labios cuando el sonido de un cristal estallando los alertó de la presencia de otra persona en la habitación.
Yoichi se encontraba en la puerta con el rostro desencajado. El vaso de agua que traía en las manos había caído al suelo.
—¿Ka-Katsuya? —preguntó.
