Fic a
Reto 2021 Marzo Creativo
Historias de Albert y Candy
Presenta
Amor en Piedra
Por Mayra Exitosa
Capítulo 25
La tribu de Pete
El Mosh movía la cola y lamía a Aron y a Albert chico. Albert abrazaba a su hijo Alex, dentro de la laguna todos jugaban, mientras que Candy se daba cuenta que sus hijas en nadar no se les dificultaba, el rubio se iba hasta ella luego la tomaba en sus brazos, alzándola cual belleza esperada, olfateándola y lamiéndola como se merecía. Candy veía a todos los niños y le decía, -Tenemos muchos hijos. El asentía orgulloso, ella había traído a Albert chico, no le importaba que fuera de otra, lo había aceptado como suyo, ahora ver a esos niños de otras tribus como parte de su familia, era bueno, ella los aceptaba y sabía que no se los había hecho él a ninguna otra hembra, no se parecían en nada a los hijos de él y ella, pero aun así los trataba como si fueran nacidos de su vientre.
Más tarde Albert convivía con las jóvenes parejas, de la tribu del sol veían que en esa tribu había casas como las hacían ellos de piedra y melaza, que tenían techos de palma y madera, el rubio les hablaba bien su lengua y les explicaba que podían elegir lugar para acomodarse entre las casas que ya estaban puestas, porque no los quería muy lejos, ya que había manadas que estaban alrededor y no serían protegidos si ellos se alejaban. Así muchos comenzaban armando su choza cerca de la cima, Albert no se quejaba, algunos estaban cerca de los bosques que cubrían el mar, así quedaban más cerca para poder bajar cuando lo desearan.
El techado que le había hecho a los lobos era algo muy noble, tenía vista de toda la cima de la tribu, ningún animal podía llegar a ellos antes de pasar por todas las chozas, ellos estaban bien ubicados, desde ahí podían ver el mar, mucho más a lo lejos se podía visualizar la piedra de caza, que ahora estaba ocupada por una manada de leones de Alex.
La choza de Candy era limpia y tenía muchas pieles, podían tener cubierta toda la choza para el invierno, las camas colgantes llamaban la atención de sus hijos, deseando saber que se sentía dormir encima del ellas, así estaba entretejiendo camas colgantes más grandes para ellos, ella mostraba su casa orgullosa, a sus compañeras de viaje y estas querían que fuera así de amplia las chozas de ellas, eran pocos comparados con los que antes había en la tribu del sol, pero unidos con todas esas tribus, podían ser mucho más fácil de defenderse, los otros de la tribu pensaban que todos, hembras y machos de los rubios eran guerreros, pero no era así, eran nobles, y se cuidaban mucho a sí mismos, se peinaban con cardas elaboradas, sus largos cabellos tanto de ellas como de los machos, que cortaban a cierta altura para verse mejor y que no les estorbara a la hora de cazar, sus miradas de colores claros eran una gran ventaja para ver en la noche, más no salían tanto en la obscuridad. Sus hijos de inmediato se adaptaban a los demás niños, no había ninguno que hiciera menos a otro, por el contrario, se cuidaban y se protegían porque los hijos de Albert solían ser los que más sabían de todo un poco.
Algunas de las mujeres de la tribu del sol en los amaneceres se paraban a ver el mar, ahí abrazadas a sus parejas lloraban al recordar su lugar parecido a su tribu del sol, porque ese se había ido lejos, y ellos eran los que habían quedado de este lado. Sus familiares estarían allá y ellos ahora tenían una tribu nueva que los aceptaba y que para sobrevivir se mezclarían con ellos, como lo había hecho su líder, al ser hijo de un descendiente mezclado enorme, así lo veían y sabían porque Albert era tan fuerte y a la vez parecido a ellos.
Con una vara en mano el rubio señalaba para formar el lugar de cada casa, combinándolos entre los que tenían casa ya realizada, algo pasaba por su mente, es que las casas de las personas de su tribu no igualaban a la de él, y a los de la tribu del sol sabían hacerlas así, grandes y espaciosas, así que en sana convivencia pensaba que al poner entre ellos a los de la tribu del sol, se adaptarían más fácil por la variedad de la lengua. Y tal vez los otros mejorarían sus casas, para hacerlas más firmes y amplias como las de ellos.
Candy estaba orgullosa, miraba la gran choza que Albert había hecho y pensaba que después de lo que habían pasado y que los había separado, fue imaginar que caía la cueva encima, ahora entendía lo que Albert había pensado, si se caía esa casa, los techos no los aplastarían, solo serían su protección, y podrían lograr salir librados de ellos.
La rubia comentaba con su hijo Aron para que los demás comprendieran que ella había visto a personas de otras tribus allá a lo lejos, que eran como Kun, como Pete y Chalen. Ellos lo entendían, más Aron comentaba que si ellos venían, sus hermanos ya no se querrían ir, porque su padre y ellos eran felices en su nueva tribu. Chalen estaba feliz por escuchar eso de Aron y lo abrazaba de su cintura, Candy lo comprendía y le decía a Aron que ellos eran nuestros y que la gente de Chalen vivía escondiéndose bajo tierra, era el único que había visto tanto tiempo afuera. Pero que era de esta familia y no se adaptarían ninguno de ellos en las otras tribus, porque en esta es donde se sentían bien protegidos y habían aprendido del mejor.
Albert salía y el cambio de humor se notaba, se había cortado la barba, lucía parecido a los de la tribu del sol, estos se comenzaban a traer piedras y colocaban la cuneta para ir haciendo un cuadro de choza oficial, era como en los viejos tiempos en los que vivió en la tribu del sol, había familias y se adaptaban, no había peleas, cada uno con su cada cual. Al que no veía era a Arón que estaba cazando para sus lobos, eso pensaba el rubio. Pero muy a lo lejos el pequeño Aron observaba moverse sombras andantes y esperaba tranquilo, hasta que le hacía seña a su hermano Albert chico y este a su vez a Kun, quien le daba el aviso a su padre, que alguien muy lejos se acercaba a la tribu y que era grande y no venía solo.
Pete estaba en los caballos enseñándole a Chalen que el debía montarse con alguna habilidad para no depender de su loba o de ser empujado, pero por más que lo intentaba no lo lograba, solo sentones y caídas que hacían que las niñas que estaban mirándolo se rieran de él. Chalen se inventaba un par de piedras envueltas en piel y estas las ataba frente al caballo para sujetarse las piernas y no caerse cuando el caballo lo llevara, así salía a montar y Albert que lo veía salir y bajar se iba tras él, al saber que vendrían otros y no tardaban en llegar.
Pete veía a lo lejos y corría a su choza se escondía, llamando la atención de su madre y esta lo enfrentaba, a lo que le explicaba que el estaba feliz de ser su hijo, usaba señas con manos y eso a Candy le llamaba la atención, hacía lo mismo que los enormes y ahora entendía, el era uno de ellos y cuando Albert lo salvó se encariño con la tribu y con su pareja, por eso estaba ahí, pensando que ella no lo querría, salía con el y este le decía de nuevo poniéndole sus manos de ella en su pecho que ella era su madre y ella lo aceptaba.
La llegada de los enormes a la tribu no sorprendía a Albert. Así el que se iba con él era Nobuk que conocía a esos que habían llegado así se iba junto a su hijo, permaneciendo firme a su lado, algunos hombres los respaldaban y los que bajaban eran los recién llegados de la tribu del sol, para estar con Albert por si se salía de control, ya que esos solo sabían pelear, no hablaban.
Candy bajaba con Pete que la tomaba de su cintura temeroso y todos dirigieron a ella su mirada, fue entonces que Albert incomodo la tomaba, mostrando su enfado porque ellos estaban con su vista clavada en su mujer. El más grande, hacia señas y comentaba que venían por uno de su tribu, Nobuk le devolvía las señas y explicaba con sus palabras para que los de su tribu entendieran, que el padre de nobuk también era un enorme y nadie se lo había llevado a ningún lado a él. Tom, Tony y Albert giraban a verlo, ignoraban que su padre fuera uno de ellos, la tribu de los caballos tenía hombres brutales, ahora comprendía porque eran descendientes de los enormes.
El hombre enorme decía que ese niño no era de ellos, que debía ser de su tribu, a lo que Candy lo abrazaba y Pete respondía, asombrando a los que lo vieron, tomaba las manos de su madre y se las ponía en el pecho golpeándose con ellas y luego las de Albert en sus hombros y Nobuk respondía, que ya lo habían visto, que el niño sabía quien era su madre y su padre.
Continuará...
Gracias por sus comentarios, su confianza en que logremos culminar esta historia al igual que muchas que he dejado en espera
trataré de adelantar todo lo que pueda para concluir esta y otras historias que aun siguen esperando ser leídas y comentadas por ustedes.
Agradecida por continuar escribiendo Historias de Albert y Candy
Un Abrazo a la Distancia
Mayra Exitosa
