Capítulo beteado por Yani y Flor. Infinitas gracias por su ayuda, chicas.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 3

Bella

El tiempo estaba transcurriendo, y después de un mes parecíamos acoplarnos con facilidad a nuestra nueva vida. Todos, excepto Ariel.

Hice una mueca al ver la habitación desordenada y ella acostada en medio de la cama sin despegar los ojos del celular que tenía en sus manos.

—¿Qué esperas para ponerte a limpiar?

Me ignoró. Siguió moviendo sus pies cubiertos por calcetines morados.

Solté un resoplido o dos y me acerqué a su cama comprobando que tenía los audífonos puestos.

»Ariel —pronuncié su nombre más fuerte y capté su atención, ella se quitó los audífonos poniendo los ojos en blanco—. Necesito que me ayudes y ordenes tu habitación —pedí de buena manera y mordiendo la parte interior de mi mejilla para no gritarle—. Te pedí que limpiaras cada superficie y te pusieras a lavar. Es domingo y es el día designado para hacer limpieza.

Sus ojos azules me fulminaron amenazantes.

—Mi mamá dijo que no soy tu sirvienta —rezongó—, y que no tengo por qué hacer nada cuando en mi casa no lo hago.

Resoplé. Estaba cansada de estos berrinches y de sus respuestas majaderas. No creía soportar más con ella, con un mes era suficiente para mí.

Sin embargo, en mi mente resonaban los consejos de mamá: Ganatela. Trata de ganarte su respeto y el cariño vendrá por sí solo.

Negué con la cabeza para despejar mis pensamientos.

—Hablemos. —Fue lo más sensato que logré decir, me estaba tragando el coraje que sentía—. Intentemos llevarnos bien, no me riñas porque no quiero hacer tu vida más difícil de lo que es.

Estrechó sus bonitos ojos sentándose en medio de la cama.

—Nunca serás mi mamá —refunfuñó.

Lentamente me senté en el extremo de la cama pasando la punta de mis dedos por el grueso edredón color rosa.

—No pretendo ser como tu madre, no pienses así, simplemente quiero ser una amiga. ¿No crees que si nos llevamos bien puedes sentirte mejor en esta casa?

Frunció los labios.

—Estaré mejor cuando no vivas con mi papá.

Me molesté, admito que sentí rabia y tomé su celular sin previo aviso.

—El celular se queda conmigo hasta que aprendas a hacer tus deberes —acoté.

Ella se incorporó dispuesta a enfrentarme, pero en vez de eso su reacción fue diferente:

—¡Papá! —gritó angustiada—. ¡Papá, ven!

Edward no tardó en aparecer por la puerta aún en pijama y con el pelo revuelto.

—¿Qué pasa? —Escondió un bostezo con su antebrazo.

Ariel se abrazó a su torso, escudándose en él. Edward conmovido respondió el abrazo, mirándome confundido.

Exhalé.

—Le quité el celular porque no ha hecho los deberes que le corresponden —dije—. No es justo que todos ayudemos y ella no lo haga, pusimos reglas a los dos y debemos hacerlos cumplir.

Edward asintió. Noté en su semblante un deje de molestia pues su mandíbula se tensó y su mirada se volvió aprensiva.

—Ariel —habló él sosteniendo el mentón de la niña para que lo mirase—, necesitas acoplarte en casa.

Decidí salir, concederles su espacio, y me quedé escuchando detrás de la puerta.

No quería tener el primer enfrentamiento con mi esposo a causa de la niña.

—Tu esposa no me quiere. —Fue lo primero que articuló Arial al quedarse solos—. Solo estaba escuchando música ni siquiera estaba molestando a nadie y ella entró haciendo reclamos.

—Cariño. —El tono de Edward fue conciliador—. En la casa hay reglas y una de ellas es mantener las habitaciones limpias, si entre semana no se puede por cuestión de tareas, Tu deber es hacerlo el fin de semana, es lo único que se te pide.

—¿Por qué tenías que casarte? —Su voz se rompió y automáticamente sentí un nudo en la garganta—. No me gusta que tengas una esposa que no sea mi mamá.

—Hemos hablado este tema infinidad de veces. Lo mío con tu madre era insostenible, quizá no lo recuerdes porque eras muy pequeña —le explicó—, y tampoco está bien que lo diga, pero vivíamos a base de gritos y no es saludable para nadie, mucho menos para ti.

—Pensé que algún día volverían, mantuve la esperanza cuando salíamos juntos a cenar.

El pinchazo de celos me aguijoneó el pecho. Sabía que Edward compartía cada último de mes una cena en compañía de su hija y su ex por el bien de la niña, momento que se estropeó cuando empezamos a salir y decidió dejar de compartir ese tiempo con Chelsea, aunque con Ariel seguía manteniendo el bonito pasatiempo.

—Por favor, cariño. Dale una oportunidad a Bella, conócela y descubre lo extraordinaria que es. Ella es encantadora en toda la extensión de la palabra.

Sonreí.

Las palabras de Edward me daban confianza y me hacían pensar que pronto todo se resolverá con su hija.

Quizá necesitaba poner más de mi parte, tratar de ganarme su confianza y no solo conformarme con los monosílabos que solía darme.

—¿Qué haces, mami?

Matt llegó detrás de mí y me abrazó.

—Hola, mi astronauta. —Despeiné su pelo castaño con mis dedos—. Estoy lavando, ¿cómo va tu habitación, has terminado?

—Sí. Mami, mañana empiezan los entrenamientos —me recordó—. ¿Irás a verme junto al señor E?

—Claro.

Recorrimos el pasillo bajando lentamente las escaleras cuando Matt tomó mi mano y empezó a saltar escalón por escalón. Todo fue cuestión de segundos y el celular de Ariel cayó de mi mano estrellándose en el piso.

Mi pequeño hijo me vio mortificado sabiendo que había sido el causante de que el aparato resbalara de mis manos.

—Lo siento, mami —se disculpó agachándose a recoger el aparato, la pantalla estaba estrellada cuando lo puso en mi mano y sus ojitos estaban llenos de temor.

—Matthew —lo reprendí, mi corazón de madre pudo más y lo abracé fuertemente, mi hijo estaba asustado—. Está bien, no te preocupes, fue un accidente.

—Dame el celular de Ariel —exigió Edward desde la primera planta, su voz para nada era pacífica sino alterada. Al no responder, bajó a zancadas los escalones y llegó hasta nosotros.

—¿Estás enojado? —inquirí.

Matt seguía abrazado a mí con su rostro escondido en mi estómago.

—No tenías por qué quitarle el celular a mi hija —me acusó—. Pudiste hablar conmigo antes de hacerla sentir mal.

Mis ojos picaron. Estaba a punto de llorar; un mes tratando de evitar una discusión con Edward y justo estábamos peleando por un celular.

—Matt, ve a tu habitación —murmuré dejando un beso en su frente.

Mi hijo salió corriendo escaleras arriba, dejándonos solos.

Edward estaba enojado, su semblante lo decía todo.

—Hemos hablado de poner reglas, Edward. Hice lo que siempre platicamos, yo…

—La hiciste sentir mal —me interrumpió—, ahora dame el celular, Bella.

Incrédula por su reacción, le tendí el celular estrellado.

—Se me cayó —dije—, discúlpame, pienso repararlo.

Soltó un bufido.

—Cómo sé que no lo hiciste a propósito.

—¿Disculpa? Me crees capaz de estropear un aparato por pura satisfacción, ¿en serio, Edward?

Él sacudió la cabeza y empezó a caminar.

—Estoy poniendo todo de mi parte para que esto funcione —articulé, mientras él siguió subiendo los escalones y dándome la espalda. Restregué mis lágrimas por primera vez—. También me canso de fingir que no pasa nada.

Dio media vuelta.

—Lo que me enfada es que te metas con mi hija —reclamó—. No debiste actuar por impulso, lo ideal era hablarlo conmigo antes de reprenderla. Yo soy quien debe encargarse de llamarle la atención y no tú.

—Bien, Edward. Tú, te haces cargo de tu hija y yo de mi niño, todos felices, ¿no? —sonreí irónica.

Hundí mis hombros cuando siguió su camino.

Esa fue nuestra primera discusión después de nuestra boda, esa noche dormimos dándonos la espalda y cuando Edward intentó reconciliarse simplemente me hice la dormida y no respondí.

.

—¡Qué cara! —dijo Jake al verme entrar a la cafetería a la mañana siguiente—. Apuesto que ocurrió la primera pelea.

Hice una mueca al mismo tiempo que me ponía el delantal que usaba.

Harry, mi jefe, me observó con ese gesto de enfado que permanentemente persistía en él, se acercó al colgar el teléfono.

—Necesito que te quedes tres horas más —ordenó malhumorado—. Bree tiene un compromiso y llegará tarde.

—No puedo. Matt tiene su primer entrenamiento hoy y debo asistir.

—No hay nadie que cubra el turno de Bree —se quejó—, serán un par de horas, Isabella.

El olor a cigarro estaba muy cerca, me volví y me di cuenta que Harry estaba detrás de mí, fumando.

Harry era un hombre viejo, cascarrabias y de estilo andrajoso, que desde que enviudó se volvió más amargado que de costumbre.

—Rose tal vez puede quedarse —propuse alzando mis hombros.

—Esa rubia… —chasqueó los dientes—, ni siquiera se presentó hoy.

Miré hacia todos los rincones del vacío restaurante y no, Rose no estaba por ningún lado.

—Solo puedo quedarme una hora más —acepté.

—¡Maldita sea con ustedes! —gruñó yéndose a su oficina mientras continuaba despotricando—. Cuando pido su apoyo no cooperan.

Volteé hacía Jake. Él empezaba a engrasar la plancha donde cocinaba, me dio una breve mirada y con un ligero encogimiento de hombros siguió en lo suyo.

.

Edward

—¿Por qué no la buscas? —propuso papá palmeando mi hombro mientras nos dirigíamos de vuelta al estacionamiento—. No debes dejar que un malentendido siga creando fricciones entre ustedes, hijo.

—Está muy enojada. Ayer no me dirigió la palabra y menos lo hizo hoy por la mañana, ni siquiera me pidió ayuda para ir por Matt a la escuela, eso significa que está demasiado enfadada conmigo.

—La has hecho a un lado, Edward. ¿Cómo quieres que se sienta? Bella es joven y su temperamento es fuerte, recuerda lo que ha sufrido al ser madre soltera.

Sintiéndome peor que la mierda, di un ligero asentimiento. Carlisle tenía razón en todo lo que decía, me porté como un idiota con mi esposa y estaba desesperado por su perdón.

—Te invito el almuerzo, papá.

Él rio.

—Me usarás de carnada, ¿cierto?

—Papá, necesito de tu ayuda.

Tenía una buena relación con papá. No siempre fue así, quizá todo mejoró después del divorcio con mamá. Aún éramos unos críos adolescentes cuando papá decidió poner fin a su matrimonio, fue un tiempo complicado, por supuesto. Aunque también fue un respiro de tranquilidad para nosotros.

.

Llegamos al restaurante diez minutos después.

Forks era un pueblo pequeño, lo que facilitaba todo, y la gran mayoría nos conocíamos.

Bella levantó su mentón al vernos, le sonrió a papá y a mí ni siquiera me miró. Nos sentamos en la barra, frente a ella.

—Hola, hija. —Papá la abrazó—. ¿Cómo estás, Bella?

—Bien, Carlisle. Un café cargado, ¿verdad?

Alargué mi mano y acaricié sus delgados dedos, esperando ganarme un gesto o una palabra. No funcionó y Bella terminó moviendo su mano lejos de mi toque.

—Mi amor… —susurré—, hablemos. Perdóname, fui un imbécil.

Bella siguió hacia donde estaban las cafeteras, fue el momento que aproveché para seguirla.

—No es el momento, Edward —murmuró sin mirarme.

La maldita barra nos separaba y no podía acercarme.

—No quiero que estemos enojados. —Intenté mantener mi voz baja porque Harry no despegaba sus ojos de nosotros—. No dormí bien, nena. Me hiciste falta anoche, quería abrazarte.

Volteó hacia mí y su mirada coincidió con la mía. Tenía círculos oscuros alrededor de sus ojos, su semblante estaba triste y sabía bien que yo era el causante.

—Oh, lo olvidaba —mencionó buscando en su delantal y dejando efectivo sobre la encimera de madera—. Es el dinero del celular de Ariel, si falta no dudes en decirme.

—Bella, no te estoy cobrando nada. —Me sentí molesto también—. Del celular me haré cargo yo.

Me miró fijamente, irritada.

—Prefiero que no haya problemas, así que quédate con el efectivo antes de que termine por gastarlo. —Dio media vuelta llevando una taza humeante de café para Carlisle.

Bufé. Guardando el efectivo, se lo regresaría en cualquier oportunidad.

—Es orgullosa como ella sola —dijo Harry acercándose con su hedor a cigarro impregnado en su ropa, sonrió con sus dientes amarillos y dejó una palmada en mi espalda—. Verás que se le pasa pronto el coraje, las mujeres son así de voluntariosas, si lo sabré yo que mi mujer me chantajeó siempre —rezongó nostálgico.

—Mi esposa no es voluntariosa.

—¿No? Le pedí que se quedara un par de horas y me respondió que solo podía quedarse una hora, bah. Isabella hace lo que quiere, aquí todos hacen lo que quieren y mis órdenes no se respetan.

Siguió despotricando mientras se encerraba de nuevo en la pequeña cabina de cristal donde se la pasaba observando cada movimiento en el restaurante.

—¿Quieres que vaya por Matt? —Intenté de nuevo hacerle conversación.

Bella negó.

—Le pedí a mamá que vaya por él. —Mordisqueó su labio inferior mientras fijaba sus ojos en mí—. De hecho, hoy llegaré tarde porque Matt tiene entrenamiento y quiero verlo jugar. —Su voz fue distante.

—No sabía que empezaría sus partidos de entrenamiento hoy —dije descolocado.

—Sí.

Papá me dedicó una mirada de soslayo cuando Bella se adentró en la pequeña cocina.

—Está dolida, hijo. Sé persistente y no permitas que su distanciamiento continúe.

—Pensé que sería más fácil.

Papá volteó, su pelo cano y las arrugas en sus ojos estaban marcadas en su piel.

—Ningún matrimonio es fácil —murmuró—, deberías saberlo, hijo.

—¿Ese fue el motivo por el que no volviste a casarte?

Bebió un sorbo de café quedándose pensativo.

—Estoy hecho a la antigua, ya me casé una vez con tu madre, no hizo falta casarme de nuevo cuando mi prioridad siempre han sido tu hermano y tú. Por cierto, ¿dónde se metió Emmett? Me preocupa que cada vez anda más extraño.

Alcé débilmente los hombros. Tampoco sabía en qué andaba metido mi hermano menor.

El resto de la hora Bella se ocupó sirviendo mesas y tomando órdenes, así que nos fue imposible volver a cruzar palabra.

.

—¿Y Emmett? —le pregunté a Seth.

Teníamos un trabajo de remodelación en un vecindario cerca de la casa de Esme.

—Solo me dejó instrucciones del trabajo de hoy —comentó Seth siguiendo en lo suyo. Que era quitar una cocina por completo, solo quedaban los estantes de las paredes.

Mi móvil particular sonó. Era un número desconocido.

—Diga.

¿Señor Cullen?

—A sus órdenes.

Habla la directora de Forks Elementary. No hemos podido localizar a la señora Cullen —me explicó—. Le informo que Matthew Swan está en la enfermería, él sufrió un accidente y no tenemos autorización para trasladarlo a un hospital.

—Dios. ¿Qué le pasó? —Llevé una mano a mi pelo y tiré ligeramente.

Es urgente que vengan, señor.

—Voy ahora mismo hacia allá.

Salí sin perder tiempo y me subí a la camioneta, solo rogaba porque Matt estuviera bien.


Buenas noches, antes que nada me disculpo por la demora. Como ya leyeron los problemas empezaron antes de lo previsto, ¿qué opinan?

En cuanto me sea posible dejaré sus nombres por aquí.

Gracias totales por leer 💍