Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 2
Edward
Una semana lejos de Colleen no fue suficiente para que nuestra relación mejorará. Porque después de su recibimiento amoroso y decirme cuánto me había extrañado todo se fue al carajo cuando le revelé mi charla con Mel.
— ¡¿Qué estás diciendo?! —gritó Colleen. Para variar había tomado a mal los planes con mi hija—. Edward, dime que no es verdad. No puedes estar hablando en serio, no puedes.
Colleen empezó a caminar en círculos para después ir a nuestra habitación, ahí azotó la puerta provocando un ruido escandaloso que hizo eco en la estancia.
La seguí. Me quedé detenido en la puerta viendo que había empezado a llorar.
— Quiero pasar una temporada con Mel —le expliqué— mi hija es una adolescente y en dos años más se irá a la universidad, quizá se enamorara y mi tiempo con ella habrá acabado.
Era doloroso si quiera pensar en las probabilidades que mi hija tendría de enamorarse en la universidad. Hasta el momento estaba enterado que había cero pretendientes en su lista de enamorados, pues estaba centrada en sus clases y en mantener sus notas. Mel era una de las mejores de su generación, era una chica sumamente inteligente que pocas veces nos daba dolores de cabeza.
— Puedes ofrecerle vivir con nosotros. Sabes bien que no diré nada —Colleen mantuvo su rostro inclinado—. Melody tiene una habitación aquí, podemos recibirla con nuevos muebles si así lo quieres.
— No voy a alejarla de sus amigos, tampoco de Bella.
Volteó a mirarme. Sus orbes azules destilaban un tipo de brillo diferente, estaba completamente enojada, pero no solo eso, sino que estaba desilusionada y sabía bien que yo era la razón.
— Ya veo. Prefieres dejarme para que la madre no sufra. Eres muy generoso con la mujer que te arruinó la vida, ¿no?
La seguí cuando salió de nuestra alcoba hasta la cocina. Se sirvió un vaso con agua y lo dejó sobre la encimera sin dejar de observarme furiosa.
— Bella no arruinó nada —respondí—. Al contrario, me dio una hija que es mi vida entera. Mi razón de existir.
— ¿Es que no te das cuenta? Siempre la has priorizado, Edward. ¿Y yo? ¿Qué lugar ocupo en tu vida? Porque desde hace siete años siempre ha sido Melody y Bella.
— No te quieras comparar con mi hija porque ella siempre será primero.
Colleen restregó agresivamente el dorso en su pómulo izquierdo borrando sus lágrimas de un manotazo.
— Mi intención nunca será compararme con tu hija. Pero es obvio que en estos siete años Melody no me ha logrado querer, no soy de su agrado, ¿sabes por qué? Porque seguramente Bella habla mal de mi, ella le debe decir que me odie.
— No seas absurda.
— Por favor, Edward. ¿No te parece extraño que Melody no me tenga ni un poco de aprecio? Soy tu pareja, tu familia me acepta, ¿por qué ella no? Es obvio que la madre influye para que no me quiera. ¡Bella es una maldita bruja! —dejó un manotazo sobre la encimera. Había empezado a llorar de nuevo.
Inhalé profundamente al saber lo que venía.
— No entiendo tu obsesión con Bella. Ella y yo vivimos a millas de distancia, Colleen.
— ¡Está enamorada de ti! ¿No te das cuenta?
Sacudí la cabeza, negando.
— No empieces con lo mismo —la dejé hablando sola volviéndome al sofá, me senté observando las fotografías de nosotros dos sobre la mesita de centro.
Sonreí al sostener conmigo el portaretrato color plata: éramos nosotros en nuestro primer día viviendo juntos. Nos mirábamos tan felices y jóvenes.
Nos conocimos en la universidad, cuando ambos teníamos dieciocho años. En ese momento solo compartimos una amistad que con los años se transformó en cariño. Sucedió en su cumpleaños veinticinco, específicamente en su fiesta. Desde ese momento decidimos estar juntos y aunque vinieron días buenos y malos, seguíamos juntos a pesar de todo.
— Date cuenta, Edward. Es muy extraño que no tenga novio, que siempre esté sola. Al menos así se muestra sola en sus redes sociales.
Suspiré al escuchar de nuevo a Colleen. Me sentí exhausto y tan asqueado.
— Me iré a Arizona por un tiempo —articulé.
— ¡Pues no lo acepto!
Exhalé.
— Creo que será lo mejor para nosotros —dije—. Nos vendrá bien un tiempo lejos.
Ella dio media vuelta, yéndose a la habitación.
Esa noche dormí en el sofá.
Fue la primera de las demás noches que le siguieron. Después de tres semanas nuestra relación había empeorado, casi no hablábamos, tampoco nos veíamos o, probablemente procurábamos no coincidir.
Había pensado arreglar las cosas con Colleen cuando mi jefe me llamó una mañana a su oficina. Era para decirme que mi cambio estaba hecho, no supe cómo sentirme. Inicié muy joven y recién graduado de universidad, me capacité con una maestría y seguí esforzándome en mejorar.
Sonreí.
Será extraño no recorrer cada mañana el edificio, ni el mismo camino de casa hacia aquí. Pero Volturi Company no me estaba dejando libre, simplemente me estaba dando la oportunidad de seguir perteneciendo a su empresa solo que cerca de mi hija, en otra sucursal asociada y pequeña.
— Te ves muy feliz —Colleen se acercó al verme salir de la oficina.
— Sí —miré sus ojos— mi traslado fue aprobado.
Ella hizo una mueca.
— Entonces, ¿te vas?
— Será por un año.
Intentó sonreír, pero terminó frunciendo los labios.
— ¿Cuándo nos veremos? —preguntó pensativa.
— Primero déjame organizarme. Debo buscar dónde vivir y preparar la mudanza. Te avisaré en cuanto tenga todo resuelto.
— Nos visitaremos, ¿verdad?
Ella inquirió y asentí.
Se echó a mis brazos, aferrándose a mi cuello. Una muestra de cariño que muy pocas veces teníamos en nuestro lugar de trabajo, la abracé y nos quedamos simplemente viviendo ese momento.
Nuestra despedida.
Bella
Mel llevaba media hora sonriendo mientras mensajeaba en su celular.
Ahí, acuclillada detrás de la puerta de mi oficina estaba pacientemente esperando que terminara de organizar mis pendientes para volver a casa. Trabajar como consejera de una escuela secundaria era cansino y demasiado agobiante, digamos que la única recompensa era poder estar con mi hija, llegábamos juntas cada mañana y cada tarde volvíamos juntas a casa.
No siempre fue así. Por muchos años tuvimos que estar lidiando con mi falta de tiempo para ella. Trabajar en escuelas siempre ha sido invertir tiempo. Mel siempre detestó ser cuidada por niñeras, aunque con los años comprendió que era mi forma de ganarme la vida, era mi empleo.
Apagué la computadora y me incorporé tomando mi bolso y maletín de trabajo.
— Has estado muy risueña —le dije.
Mel se incorporó de un salto y caminó junto a mí saliendo de la oficina. Saludé con un gesto de mano a unas compañeras que estaban en recepción y seguimos fuera del edificio hasta el estacionamiento.
— ¡Papá vendrá a vivir a Arizona! —Exclamó. Poco le faltó para ponerse a dar de brincos sobre sus pies—. ¿Te das cuenta, ma? Tendremos tiempo juntos, solo nosotros dos.
Sonreí.
Mel amaba a Edward y siempre había anhelado pasar tiempo con él, solo ellos dos, padre e hija. Ella era demasiado educada para decir que la novia de su padre no era de su agrado. Mel jamás diría nada malo de ella, si algo bien había hecho fue educarla y ser respetuosa con sus semejantes.
Con el control quité los seguros de las puertas de la camioneta: una chevrolet Traverse color granada. Nunca entendí porque elegimos una camioneta siendo solo dos, quizá inconscientemente quería llenarla de niños.
Sacudí la cabeza. ¿De dónde diablos saqué esa locura?
Mel arrojó su mochila sobre los asientos traseros mientras yo dejaba mis cosas con mayor precaución y sutileza. Subimos a la camioneta saliendo de ahí para volver a casa, eran solo diez minutos de distancia.
— Me alegro por ti. Sé que siempre has querido estar más tiempo con tu papá.
— Lo invité a pasar Navidad con nosotras.
— ¿Hiciste qué…? —volteé a verla mientras me detenía ante una luz roja—. Estamos en agosto, Mel. No sabes qué compromisos tiene él y tampoco sabes si estaremos en casa.
— No quiero ir con mis bisabuelos —protestó—. Cada fiestas decembrinas son lo mismo: cenar en el comedor y conversar en la sala de estar con gente mayor que no he visto en un año. Por favor, ma. Quiero quedarme en casa y preparar una cena especial para papá.
Apreté los labios concentrándome en la carretera.
— Esperemos a ver que dispone el tiempo —susurré con la esperanza que ella olvidara esa dichosa cena—. ¿Cuándo llegará? —intenté tranquilizarme cambiando de tema.
— El fin de semana —reveló.
De reojo podía ver que estaba sonriendo. Ella realmente se veía feliz y emocionada por compartir con su padre.
— El fin de semana —articulé. Lo que significaba que el fin de semana lo pasaría con él y yo estaría sola.
.
El fin de semana llegó demasiado pronto.
Era la mañana del sábado, las ocho de la mañana para ser exactos cuando el timbre sonó.
Adormilada bajé las escaleras, ¿quién diablos podía ser? Debí ver por la mirilla antes de abrir la puerta, sin embargo fue fácil abrirla de par a par.
— Buenos días —Edward saludó luciendo tan fresco. Se acababa de duchar y su pelo húmedo lo delataba—. Quedé en venir por Mel para ir a desayunar, solo que no responde mis mensajes.
— Buenos días, Edward —llevé una mano a mi boca escondiendo un bostezo—. Mel detesta levantarse temprano.
— Como tú.
Me dejó sin palabras, ¿cómo sabía? Lo único que hice fue afianzar la bata de dormir que traía sobre mi camisón y crucé los brazos bajo mi pecho.
Él sonrió para romper lo tenso del momento y yo sonreí en respuesta.
— Pasa… —le invité haciéndome a un lado de la puerta—. Le iré a hablar a Mel.
Edward aceptó. Caminó lentamente apreciando cada detalle de la estancia con paredes blancas, seguramente viendo las fotos de Mel con diferentes años de edad. Todas las debería de tener él, pues cada año escolar procuraba enviarle las mismas fotos que yo compraba para mí.
Lo miré. Él seguía ensimismado viendo la foto de Mel con Santa Claus, ahí tenía dos años y estaba atacada en llanto sobre el regazo del gordo. En realidad era una mala toma; mi pequeña hija traía un amplio vestido vestido de cuadros rojos y negros, despeinada y con la boca abierta y ojos cerrados, se apreciaban las lágrimas en sus mejillas.
— Ahora entiendo porque nunca quiso una foto con Santa Claus —me dijo— ella no tenía los mejores recuerdos con él.
Volteó hacia mí, mirándome fijamente.
— ¿Quieres algo de beber? —ofrecí sintiéndome nerviosa y también recordando que debía ser educada.
— ¿Tendrás café?
Apreté los labios. No me gustaba el café y en casa nunca había nada para prepararlo.
— No tengo —me sinceré un poco avergonzada—. Pero tengo chocolate caliente y frío.
Su sonrisa fue amplia cuando caminó junto a mí hacia la cocina.
La última vez qué estuvo en casa Mel tenía doce años. Acabábamos de comprarla y mi hija estaba tan emocionada que sujetó su mano y le mostró cada rincón agregando que fue él quien compró los muebles para la habitación de ella.
El dinero no era suficiente, mi cuenta prácticamente había quedado en ceros cuando Mel supo que no podría instalar en casa un proveedor de televisión de paga.
Ella sintiéndose en confianza le pidió a su padre que le pagará el sistema de cable. Al siguiente día Dish estaba instalado, él se hacía cargo de esa cuenta y desde entonces lo hacía. Nunca jamás dejó de pagar el servicio que estaba a su nombre. Supuse que era por Mel aunque ahora ella nunca mirara televisión, yo me había acostumbrado a la programación.
— ¿Chocolate caliente? Con el calor que hace en la ciudad —se burló. Sacándome de mis pensamientos.
— El café también es caliente —respondí.
— También me gusta el café frío —reveló—. Así que tenlo en cuenta para la próxima vez.
¿La próxima vez? Quise reír, en nuestro vocabulario no existían próximas veces.
— Tengo agua fría —le serví un vaso con agua helada y él asintió—. Iré a despertar a Mel.
— Está bien, no hay prisa.
Lo miré. Quería hacerle tantas preguntas; ¿ya tenía lugar dónde vivir? ¿vendría Colleen con él? ¿Dónde estaba ella? ¿Cuándo se casarían?
Fue inútil no recordar el día que Mel llegó a casa hablando sobre la novia de su papá. Era una perfecta rubia de ojos azules. Una mujer alta y demasiado reservada. Melody había dicho que le hizo dos coletas y mi hija no quiso ser grosera revelando que no le gustaba llevar el cabello recogido, ella prefería traer su larga melena suelta y libre de todo accesorio para cabello.
Siete años y seguían juntos. Hacían bonita pareja, no podía negarlo. Ambos eran altos, delgados y… Bueno, les deseaba lo mejor.
— Mamá —Mel rezongó cubriendo la cara con las sábanas después de que intenté despertarla.
— No hagas esperar a tu padre. Él está en la sala de estar.
Mel descubrió su rostro adormilado, salió de la cama pateando las sábanas y dejándolas a media habitación antes de salir corriendo.
Inspiré.
Tendría un largo fin de semana para mi sola.
Genial. Algo debía hacer para pasar el tiempo.
Quizá ver televisión.
Edward
— ¿Por qué no pasamos cada fin de semana juntos?
Mel sonrió antes de levantar su pulgar. Ella amaba comer panqueques con miel de maple, era su desayuno favorito. Tragó y bebió un largo trago de chocolate frío.
— ¡Me encanta la idea, pa!
— Me gustaría que vayamos juntos a elegir algunas cosas para el apartamento. Lo elegí con dos habitaciones —le dije— una será para ti.
— Gracias, papá —me dio una sonrisa sincera que yo correspondí.
El resto del sábado recorrimos la mayoría de las mueblerías y algunas tiendas de decoración. No tenía idea de nada, pero era bueno tener una hija adolescente que se hiciera cargo de cada detalle, ella eligió los juegos de camas, de baños y lo necesario para la cocina.
Terminamos exhaustos sentados sobre el piso de lo que era la sala de estar, aún seguía sin muebles, llegarían el lunes por la tarde según el vendedor.
— Pensé que estarías triste —dijo de pronto—. En cambio, te veo muy normal, incluso más sonriente.
— No tengo porque estar triste cuando pasaré tiempo contigo. Es lo único que me importa.
Asintió sin dejar de mover los dedos en la pantalla del celular. Llevaba rato enviando mensajes.
— No le estás escribiendo a un chico, cierto —bromeé.
— Llevo rato enviándole mensajes a mamá y no me responde —frunció los labios—. Es extraño.
— ¿Por qué extraño? —indagué—. Quizá está con su novio o qué sé yo.
Mel levantó su mirada y sonrió. Había amado siempre sus ojos marrones, eran idénticos a los de Bella, inclusive tenía su misma mirada llena de nostalgia.
— Mamá no tiene novio, pa —reveló con una sonrisa.
— Supongo que debe tener pretendientes, ¿no? —encogí ligeramente mis hombros—. Tal vez un novio secreto.
No entendí mi necedad por estar averiguando la vida de la madre de mi hija. Nunca antes ocurrió.
— Para nada. Conozco a mamá, podrá tener mil pretendientes y tendrá miles de citas, pero terminará diciéndoles: "no es el momento".
— ¿Así que si tiene citas?
— Sí —su semblante se entristeció.
— ¿Qué sucede, Mel?
— Siempre me he sentido culpable de que esté sola —musitó—. Mamá nunca quiso meter un hombre a casa por cuidar de mí. Siempre fui yo antes que ella. Y ahora que estoy grande, veo todo diferente. Fue muy injusto que ella llevara la peor parte. Así que como en dos años me iré a la universidad le he insistido en que le dé una oportunidad a alguien, no quiero que esté más sola, pa. Quiero verla feliz en compañía de un buen hombre, sueño en que se case y me dé hermanos. Es lo que más deseo para ella.
Me aclaré la garganta.
La sinceridad en sus palabras me hizo sentir incómodo. Descubriendo con horror que no era la primera vez que me sentía de esta forma, antes había imaginado que Bella se casaría y que tendría hijos. Que un día llegaría a su casa a recoger a mi hija y un hombre desconocido y de gran panza me abriría la puerta, que Bella se asomaría también y me regalaría una sonrisa cálida al tiempo que frotaría su gran vientre.
Ella tendría un esposo quien cuidara de las dos y yo tendría que sonreír ante su felicidad.
Era lo justo y al mismo tiempo tan angustiante para digerir.
¿Qué me pasaba con Bella? No lograba comprender.
Wow... Definitivamente, no esperaba su recibimiento. Infinitas gracias por la oportunidad para la historia. No quiero agregar nada sobre la trama porque prefiero que ustedes vayan descubriendo, solo les recuerdo que serán cuanto mucho diez capítulos.
*Nos leemos el jueves.
Aquí los nombres de quienes amablemente comentaron el capítulo anterior, abrazos a cada una: Adriana Molina, Kasslpz, Lily, Chiki Garcia, Jade HSos, Lizdayanna, Jane Bells, PaolaValencia, Gigi, jupy, marisolpattinson, Pao, Leah De Call, tocayaloquis, Peerla Salvatore Swan, Lore562, Wenday14, Elizabeth Marie Cullen, robertsten-22, miop, diana0426a, Lidia Hernandez, ALBANIDIA, catita1999, NarMaVeg, Jennifer 317, Cary, quequeta2007, Gabby352, Poppy, Adriana Ruiz, Maryluna, Lili Cullen-Swan, anaiza18, Estefania Rivera, Adyel, Cassandra Cantu, KRISS95, Pepita GY, Dulce Carolina, mrs puff, Torrespera172, cocoa blizzard, rociolujan, saraipineda44, Antonella Masen, Cinthyvillalobo, piligm y comentarios Guest.
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