Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 3
Edward
— ¿Cuéntame cómo está Mel? —Indagó mamá después de diez minutos de estar al teléfono.
Esme era bastante curiosa, así que sabía hacia dónde iban sus preguntas. Era increíble el poder qué tenía de transformar una conversación donde Jasper, mi hermano, era el protagonista por su futura boda, para cambiar todo y querer saber sobre la madre de Mel. Porque esa era su verdadera intención.
— Melody está perfecta, madre —respondí—. ¿Acaso no hablan cada tercer día? —la evidencié.
Mamá soltó una risita al verse descubierta. Podía imaginarla cubriéndose la boca mientras intentaba no soltar una carcajada.
— Es verdad. —Ella se aclaró la garganta—. ¿Has visto a Bella?
Sacudí la cabeza sin ocultar mi sonrisa. Ahí estaba su verdadera duda.
Mi madre tenía un cariño entrañable por Bella. No la culpaba, Bella era muy dulce, a sus dieciséis años y con una hermosa barriga se ganó la confianza y el cariño de mis padres y hermanos. Desde entonces ellos habían mantenido comunicación con ella y muchas veces les había tocado ser intermediarios entre nosotros dos.
No fue fácil criar a Mel. Sobre todo, cuando a los dieciocho decidí mudarme a Seattle para estudiar en la universidad de la ciudad. Alejarme de mi hija a sus dos años de edad fue lo más doloroso que hice y que trajo consigo, un sinfín de problemas entre Bella y yo.
Exhalé lentamente tratando de no ir a esos días.
— No —acerté en decir.
— Llevas un mes en Arizona, hijo. ¿Por qué no la has visto?
— Mel la pasa conmigo cada fin de semana, mamá. La espero afuera de su casa cada viernes por la noche y la regreso los domingos por la tarde. —Expliqué—. No hemos tenido tiempo de coincidir.
Mamá soltó un suspiro que se escuchó más a decepción.
No había nada extraño. Era nuestro modo de comportarnos desde que supimos que esperábamos un bebé. Digamos que ambos nunca nos esforzamos por entablar una amistad, tan solo hablábamos lo necesario de nuestra hija sin nunca cambiar de tema. Así fueron los primeros años, pero desde que Mel cumplió doce años le regalé un celular y prácticamente nuestro poco intercambio de palabras con Bella, desapareció.
Aunque siempre me había hecho cargo de la manutención de mi hija con cheques que enviaba directamente a Bella. Hoy en día y, con la tecnología a nuestro favor, Mel tenía una extensión de mi cuenta de banco, una tarjeta para que ella se encargara de sus gastos y necesidades.
Mi trato con Bella era casi inexistente, a menos, que fuera sobre el rendimiento académico de nuestra hija. Que en el caso siempre eran para extender sus felicitaciones y donde los maestros me contactaban vía correo electrónico.
En estas semanas no la había visto desde ese sábado por la mañana que entré a su casa y terminé bebiendo agua fría en vez de café.
— Bueno, si un día la ves dale mis recuerdos.
— Lo haré, mamá.
Me dejé caer en la cama cuando finalicé la llamada.
Era un aburrido lunes y después de la oficina no sabía qué hacer. En Seattle seguramente iría a visitar a mis padres o posiblemente cenaría en un restaurante de comida internacional junto a Colleen.
Con el celular en la mano deslicé la punta de mi dedo por su número de contacto. Dándome cuenta que la tenía agregada como Colleen, así a secas, sin ningún corazón ni un apodo cariño. Era muy poco romántico de mi parte, pero no tenía intención de cambiar su nombre.
Di vueltas en la cama.
Llevaba un mes sin ver a Collen y lejos de extrañarla me sentía bien y cómodo.
Me senté en la cama y suspiré. Estaba demasiado aburrido para seguir encerrado.
Tenía una mejor idea.
Bella
Bebí un poco de agua. Apenas humedeciendo mis labios después de finalizar la clase de zumba.
No podía creer llevara un mes metida en un gimnasio, especialmente en clases de zumba.
— Bella —se acercó Irina, mi compañera de clase— quédate conmigo, no quiero estar sola y que descubran que no sé usar las máquinas de ejercicio.
Suspiré.
Tenía relativamente poco de conocer a Irina, solamente un mes y había descubierto que ella estaba demasiado enfocada en perder peso. Con diez años de casada y dos hijos, ella al fin tenía tiempo para ella.
— Deberías pedir un instructor —le dije.
Irina frunció los labios desanimada. Me sentí realmente una mierda de persona, ella llevaba un mes enfocada en perder peso, necesitaba de ánimo. No tenía amigas y su familia vivía en otra ciudad, no trabajaba y estaba saliendo al mundo después de dedicarse a ser madre y esposa.
Sujeté su mano viendo su reacción de incredulidad cuando tiré de ella.
No la dejaría sola.
Mel era una chica adolescente que bien podría sobrevivir con comida congelada si yo no llegaba para preparar la cena.
Sin tener idea de cómo se usaba cada máquina le dije que se subiera a la escaladora. Y empecé a subir y bajar las piernas como si se tratara de un jodido maratón, seguramente me veía ridícula.
— ¿Crees que esto funcione? —preguntó dudosa luego de ganarnos algunas miradas.
Asentí sin aire.
— Todo cuenta.
Estuvimos ahí por diez minutos sintiendo que en cada minuto terminaría desmayada.
— ¿Necesitas ayuda? —se acercó un chico.
Era fornido, demasiado. Con unos músculos que bien podían competir con los de Arnold Schwarzenegger en sus mejores tiempos. Me sonrió sexy, conocía esas sonrisas así que solo fruncí los labios en respuesta.
— No sé usar esto —respondió Irina y el chico apenas se dio cuenta que mi compañera existía, giró la cabeza levemente hacia ella y encogió sus hombros.
Fue mi momento para desaparecer y tomar un poco de aire. Tomé mi mochila caminando deprisa para salir del lugar.
Apenas abrí la puerta: el aire seco y caliente de la ciudad azotó mi piel.
— Buenas noches, Bella.
Me paralicé y no quise girar al escuchar la voz de Edward. Tampoco fue necesario hacerlo cuando él se paró frente a mí, vestido con ropa de ejercicio y ligeramente transpirado del rostro y cuerpo, me sonrió.
— Hola —susurré.
No podía ser posible. Él no podía haberme visto hacer el ridículo con la máquina escaladora.
— Te vi haciendo ejercicio.
Sí. Me había visto. Genial.
— No sabía que te habías unido al gimnasio —dije lo primero que se me ocurrió aunque fuera estúpido.
— Hoy fue mi primer día —aseguró—. No tenía idea que te ejercitabas, nunca te gustó.
Miré sus ojos.
Me sorprendí que recordara cosas sobre mí, aunque fueran mínimas me hacía sentir extraña que tuviera buena memoria, sobre todo, porque eran extractos de pequeñas charlas que tuvimos antes de engendrar a Mel.
Posiblemente hubiéramos sido buenos amigos si no…
— No. No me gustaba —murmuré alzando ligeramente mis hombros—. Tengo un mes que empecé y ha sido la mejor decisión que pude tomar.
— El ejercicio ayuda en muchos sentidos. Te libera de estrés a parte que ayuda a tonificar el cuerpo, me alegro que hayas decidido ejercircitarte, aunque no lo necesites.
Retuve mi labio inferior entre mis dientes. Siendo imposible no sentirme nerviosa.
Siempre había pensado que estar cerca de Edward producía ese efecto, algo tenía él que lograba ponerme estúpida con solo mirarme. Por supuesto, que era un secreto que jamás en la vida revelaría a nadie.
— ¡Bella! —gritó Irina— ¿por qué me dejaste sola?
La vi correr hacia nosotros con su bolso de ejercicio cayendo del hombro.
»Oh… —ella murmuró nerviosa por haber interrumpido—. Buenas noches —dijo dirigiéndose a Edward, después de segundos me vio y sujetó mis manos— ese chico me hizo muchas preguntas sobre ti, no dije nada y tampoco le pase tu número.
Sonreí.
— Gracias —respondí—. Mira, él es Edward, el padre de mi hija —los presenté—. Ella es Irina.
Irina abrió la boca. Sus ojos se habían vuelto anchos y fue gracioso cuando pestañeó en exageración. Sabía que tenía miles de preguntas para mí.
— Mucho gusto —pronunció ella—. Bueno, me voy, no quiero interrumpir. Nos vemos mañana, Bella. A la misma hora, eh. Aquí puntualmente a las 7 pm para nuestra clase de zumba.
Exhalé.
Irina no necesitaba un parlante. Ella había gritado prácticamente mi rutina diaria.
— ¿Dónde está Mel? —preguntó. Había dejado de sonreír y lo agradecía.
— En casa, haciendo tarea —saqué las llaves de mi camioneta y lo miré—. Buenas noches, Edward.
Sonreí débilmente antes de continuar mi camino hacia el estacionamiento y dejarlo solo. Solo volteé hacía él para asentir cuando me gritó que su madre me enviaba saludos.
.
En casa. Mel estaba comiendo un sándwich de queso y había guardado uno para mí mientras balanceaba los pies en la silla alta.
— Cena conmigo —arrastró el plato por la encimera—. Hoy hablé con Nani Esme. Me dijo que tío Jasper se casará con Alice.
— ¿En serio? ¡Qué buena noticia!
— Cuando haya una fecha exacta me dirán —dijo—, parece que Alice quiere que sea parte de las damas de honor.
Me senté frente a ella totalmente cansada y sin ánimo de probar un bocado.
— ¿Te gustaría ser dama de Alice?
Mel rápidamente asintió. Migajas de pan estaban alrededor de su boca antes de que ella pasara una servilleta por sus labios.
— Quiero ser dama, ma.
— De acuerdo —di un pequeño mordisco al sándwich.
No conocía a Alice en persona, nos teníamos en Facebook y realmente se veía una chica linda y muy sociable. Tenía entendido que llevaba años con Jasper lo que me hizo pensar en que Edward sería el próximo en casarse.
Cerré fuertemente los ojos. Con la necesidad de espantar los demonios, esos pensamientos no venían al caso.
»Me daré una ducha —dije al salir de mi letargo—. Lavas los platos, eh.
Caminé hacia las escaleras.
— ¡Usé platos desechables!
Rodé los ojos. Con Mel siempre era lo mismo.
.
Era una madrugada silenciosa.
Me sentía inquieta. No sabía la razón, simplemente no podía conciliar el sueño y empecé dando vueltas en la cama.
Resoplé llevando una de mis manos a mi largo y pesado cabello.
Me deslicé fuera de las sábanas y en medio de la oscuridad caminé hacia el ventanal que tenía la cortina corrida hacia un lado.
La luz de la luna iluminó mi rostro.
Miré hacia el firmamento buscando algo sin saber qué. La oscuridad invadía por completo el cielo, no había estrellas ni nada especial en él.
Suspiré y me abracé a mí misma.
Había noches en las que la soledad pesaba tanto que el insomnio abrumaba, al grado de espantar el sueño.
Apoyé la cadera sobre el marco del ventanal y cerré los párpados recordando esa noche.
Las copas de vino seguían en la mesilla de centro, ninguno de los dos había bebido.
Sonreí nerviosa. Peter era un hombre maduro, interesante, inteligente, catador de vinos y trotamundos. Él amaba disfrutar una copa de vino en cualquier ciudad siempre y cuando la conversación fuera amena. No sabía exactamente qué, pero él me gustaba, tal vez eran los veinte años que me llevaba de más.
Lo conocí hace ocho años. Era conferencista y solía acudir a las escuelas secundarias del país. Cuando llegó a la ciudad, coincidimos y de inmediato iniciamos una amistad que nunca pasó a más cuando supe que tenía una familia, pero hoy estábamos aquí.
Él recién divorciado y yo, un alma solitaria.
Dos adultos en una habitación después de una cena y una maravillosa velada.
Sus dedos empezaron a acariciar mis nudillos haciéndome sonreír. Era su forma de tranquilizarme.
Peter conocía mi vida y estaba enterado que nunca existió nadie después de Edward.
— Si yo fuese otro, en estos momentos te tendría bajo las sábanas y desnuda —murmuró haciendo que mis mejillas se sobrecalentaran—. Sin embargo, por el cariño que siento por ti, me atrevo a decir que mereces mucho más que una simple noche.
Traté de mantener una sonrisa evitando que me viese herida.
Peter levantó mi mentón sutilmente con sus dedos y me di cuenta que había escondido mi mirada lejos de él.
»Llegará ese hombre que tú necesitas, cariño —continuó—. Será ese quien logré derribar el caparazón que usas para protegerte. Y te aseguro que será tan jodidamente mágico que no podrás arrepentirte.
— Pensé que podías ser tú —musité.
Peter sonrió y las suaves líneas de expresión en las orillas de sus ojos se profundizaron en la blancura de su piel.
— Ambos sabemos que no soy —aseguró—. Cuando el indicado llegue será diferente a todos los que se han acercado, cariño. Lo sabrás porque su mirada no será la que usan los demás, porque él intentará conocer primero tu alma antes que tu cuerpo.
Suspiré. Se escuchaba bonito y también tan trillado.
— Tengo treinta y dos años, y ese hombre no aparece por ningún lado.
— Llegará sin que te des cuenta, sin que lo busques, cariño.
Le sonreí derrotada.
Peter acababa de rechazarme y dolía.
»Mereces mucho más que un cabrón esté entre tus piernas y disfrute tu cuerpo, mereces un tipo que valore quien eres realmente. Que conozca a la gran mujer en que te convertiste.
— Perdí toda esperanza de que suceda.
Sujetó mi mano y me ayudó a incorporarme. Acercándose lentamente acunó mi rostro entre sus manos dejando un beso en mi frente.
— Nunca te conformes con menos, cariño.
Sonreí viendo el cielo oscuro. Había pasado un mes de haber cometido la peor estupidez.
— ¿Y si en verdad tienes razón? —murmuré en la soledad recordando a mi gran amigo Peter—. Quizá exista alguien especial para mí.
Froté mis antebrazos, reconfortando mi ánimo.
Edward
— Estoy embarazada —Bella confesó entre lágrimas.
El piso de la escuela dio vueltas. De hecho todo a mi alrededor giró y me sentí caer desde un precipicio. Estaba cayendo.
Me sobresalté despertando asustado en medio de la oscuridad. Me senté en la cama y restregué el rostro con mis palmas.
Llevaba noches soñando con ese día. Con una Bella con rostro de niña y con ortodoncia en los dientes.
Pateé las sábanas y fui hasta la ventana.
La ciudad estaba en total silencio. No era para menos siendo de madrugada.
Exhalé.
Me sentí abrumado y lo asocié por el cambio de ciudad, aun no lograba acostumbrarme. No obstante, ese sueño había vuelto, suponía que se debía por mi cercanía con Bella.
Intenté mirar más allá de los grandes pinos sabiendo que detrás de ese pequeño bosque estaba el hogar de mi hija y su madre. Quizá fue mala idea alquilar un apartamento justo a dos minutos de su residencia, no debí dejarme guiar por mis impulsos de estar cerca de Melody.
Simplemente me había sentido ansioso pensando en qué algo podían necesitar a mitad de la noche. Estaban solas, a expensas de cualquiera que quisiera aprovecharse, posiblemente podían entrar cuando dormían y hamagarlas.
Pasé las manos por mi pelo y tiré un poco.
Necesitaba saber que estaban bien.
Sin pensar conduje hacia la casa de Bella. Todo se veía oscuro y tranquilo, era la única casa que no tenía garaje, así que su camioneta estaba estacionada en la entrada de coches, no había ningún otro vehículo porque Mel no sabía conducir, aún.
Me quedé estacionado por veinte minutos observando hacia todos lados en la pacífica calle.
Esa fue la primera madrugada que comencé a cuidar de ellas sin que lo supieran.
Algo extraño me pasaba y no estaba tranquilo hasta que no merodeaba en su vecindario, justamente en el bloque de la casa. De ese modo pasaron los días.
.
.
Llevaba dos meses en la ciudad y mi nueva rutina empezaba a hacerme sentir extasiado. Los fines de semana eran para mi hija; desayunos los sábados por la mañana y domingos de centro comercial. Para el resto de la semana estaba la oficina y el gimnasio por las noches, y para las madrugadas tenía que serciorarme que estuvieran bien.
Todo parecia en orden hasta que regresé al apartamento y encontré a Colleen en la sala de estar con una somnolienta Mel acurrucada en el sofá.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendido. Eran las 2 am y ella no me había avisado que vendría.
— Quise darte una sorpresa, pero me doy cuenta que la sorprendida soy yo —mencionó Colleen—. Estuve tocando el timbre por media hora hasta que Melody abrió la puerta.
— Lo siento —se disculpó mi hija antes de dejar escapar un bostezo y cerrar sus párpados para seguir durmiendo en el sofá— no escuché el timbre.
— ¿En dónde estabas, Edward? —Colleen indagó.
— Salí.
Caminé hacia la cocina y busqué en el refrigerador nada, tan solo necesitaba hacer tiempo y pensar lo que había hecho.
Bebí una botella de agua bajo la intensa mirada de Colleen.
Era consciente que Mel estaba conmigo. La había traído anoche y aún así quise ir a casa de Bella y seguir vigilando su sueño.
¿Qué demonios pasaba conmigo?
Parecía que no me conformaba con verla de lejos cada noche en el gimnasio. Ella con sus mayas deportivas luciendo fresca sin tener idea de todas las miradas que ganaba en ese lugar. No. Realmente no me conformaba, necesitaba hablar con ella, quizá volver a tener una conversación o simplemente saludarnos, sin embargo, en estas semanas no volvió a suceder por mucho que lo deseara.
Bella era tan esquiva. Ella había marcado una línea entre nosotros y sabía que no debía cruzar, aunque por momentos deseaba derribar ese muro y poder actuar como dos adultos normales que tienen una hija en común.
— ¿A dónde pudiste ir a esta hora? —insistió Colleen captando mi atención.
— Tenía ganas de recorrer la ciudad.
— ¿En la madrugada? —inquirió ella—, ¿y vestido en pijama?
— ¿A qué se debe el interrogatorio? —Cuestioné—. Ya estoy aquí.
Mel se levantó del sofá y con los ojos casi cerrados siguió hasta su habitación dejándonos solos.
Restregué las manos en mi rostro y exhalé al sentirme culpable.
No era justo que Colleen estuviera aquí cuando debí haber sido yo quien la buscara. Ni siquiera veía justo un noviazgo a distancia cuando… mis sentimientos no eran los mismos por ella.
»Me exasperas cuando me interrogas por todo —murmuré haciendo que sus ojos se volvieran brillosos.
— Vine a pasar una semana contigo, Edward. Quise darte una sorpresa y decirte que hice una reservación de hotel para pasar Navidad en París. Tengo todo planeado para pasar unas hermosas vacaciones decembrinas juntos.
— Hice planes con Mel —revelé.
Ella levantó su mentón. No podía ocultar su furia, sus ojos me lo hacían saber.
— Nunca haces planes con tu hija —espetó—. Melody jamás ha pasado una Navidad contigo. Ni una sola.
— Baja la voz —pedí—. Mel está en la habitación contigua. Además, no puedo fallarle, mi hija está emocionada porque ella preparara una cena especial para mí.
— ¿En dónde?
— En su casa.
— Ah… —murmuró—, ¿en casa de Bella?
— Es la casa de mi hija también —corregí.
Colleen sacudió la cabeza logrando que su cabellera rubia se desordenara sobre sus hombros.
— ¿Te das cuenta que haces planes sin consultarme? —Cuestionó—. Nosotros siempre hemos pasado juntos fiestas decembrinas, sabes bien que es mi época favorita y que siempre hago planes para nosotros. ¿Lo recuerdas o lo has olvidado?
— Lo olvidé. Sin embargo no voy a cancelarle a mi hija.
Sus lágrimas fluyeron con mayor facilidad por sus pómulos.
— Eres tan cruel.
Exhalé.
— Algo está cambiando entre nosotros, Colleen. Es más que obvio que no vamos en la misma dirección. Tú quieres hijos y yo no estoy listo para volver a ser padre, quieres viajar y estoy cansado de lo mismo. Creo que lo mejor es darnos un tiempo y meditar si queremos seguir.
Desesperanzada se sentó en el sofá.
Me sentí peor que escoria al verla llorar, incluso pretendí acercarme y consolarla. No obstante, me mantuve firme y dejé que asimilara mi petición.
Necesitaba sentirme libre.
¿Opiniones que quieran compartir conmigo?
Agradezco infinitamente cada favorito, follows y reviews para la historia.
*Nos leemos el próximo jueves.
Voy a responder a un review Guest que afirma que Mel manipula a Edward suponiendo (según sus palabras) que es adulta y no necesita un padre. Antes que nada no sé por qué no escribiste tu nombre para poder dialogar nuestras opiniones sin sentir que hablo hacia la nada. Ahora bien, supones que una adolescente de 16 años no necesita un padre, ¿es broma? Discrepo totalmente de tu opinión y te diré el porqué: aquí no hay ninguna manipulación ni chantaje. Es simplemente querer compartir un poco de tiempo con su padre que no pudo disfrutar cuando fue niña. Él está de acuerdo con el pedido de su hija porque se encuentra en las mismas circunstancias, no pudo disfrutar de su infancia y de algún modo Edward intenta rescatar tiempo para ambos y guardar momentos para él antes que su hija tenga que abrir sus alas y volar del nido. También, el decir que denigro a una mujer tan solo porque el personaje principal tiene hijos, discúlpame pero no tienes idea del significado de la palabra misma. Así que si no te gusta la historia te puedes ir, el fandom es muy amplio y puedes encontrar lo que te plazca y que sea apto para tu sensibilidad.
Para adelantos de esta historia pueden unirse a mi grupo de Facebook: link en mi perfil.
Aquí los nombres de quienes amablemente comentaron el capítulo anterior, abrazos a cada una, chicas: terewee, Isis Janet, Diannita Robles, Flor McCarty-Cullen, marisolpattinson, paupau1, Lu40, Rosemarie28, NarMaVeg, Noriitha, catita1999, Andrea, Kaja0507, Daniela Masen, Adriu, cocoa blizzard, Jade HSos, Maribel 1925, Chiki Garcia, Adriana Molina, miop, Wenday14, Kasslpz, Jane Bells, Cary, rociolujan, Cassandra Cantu, Pepita GY, Laura Arvizu, Lidia Hernandez, claribel cabrera, Estefania Rivera, jupy, Flor Mcarty, mrs puff, Torrespera172, Peerla Salvatore Swan, Cinthyvillalobo, Dulce Carolina, Patty, Lizdayanna, PaolaValencia, piligm, Lili Cullen-Swan, saraipineda44, Lily, Antonella Masen, Gabby352 y comentarios Guest.
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