Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 4
Bella
— ¿Qué estás diciendo, Bella? —Mamá me interrumpió—. Estás avisando que no pasarán fiestas decembrinas con nosotros por estar con ese tipo. ¿Qué pasa contigo? ¿Enloqueciste?
Exhalé y apoyé la espalda en el respaldo de la silla mientras sostenía el celular entre el hombro y mejilla. Traté de concentrar mi mente en los pendientes: en la pantalla de la computadora había reportes de conductas que debía tratar y conferencias pautadas con algunos padres que tenía previstas para el resto de la tarde.
»Isabella, respondeme —gruñó mamá por la bocina.
Sabía que sería difícil hacer razonar a Renée. Ella tenía cierta repulsión por Edward, nunca fue su hombre favorito desde que quedé embarazada.
Hubo muchas razones para que mi madre formara su propia opinión sobre el padre de mi hija.
Y todo sucedió después que se enteró de mi embarazo. Para mis padres resultó doloroso descubrir que Edward y yo estábamos lejos de ser una pareja. Bueno, aunque considerando que a los dieciséis años, un matrimonio por obligación hubiese sido un fracaso anunciado.
Sin embargo, aunque ellos no lo dijeran, sabía que mantuvieron la esperanza por años de que un día él y yo le diéramos una familia a Mel. No los culpaba, mis padres eran un matrimonio tradicional que habían sabido mantenerse como feliz pareja a lo largo de los años. Cuando mamá quedó embarazada a los dieciocho años, mi padre de inmediato se casó con ella, suponía que ellos estuvieron por años en la creencia que lo mismo sucedería conmigo. Pero no fue así.
Suspiré hondamente y salí de mis recuerdos.
— Lo que escuchaste, madre. Pasaré Navidad en casa, junto a mi hija. Mel invitó a Edward, supongo que cenaremos y ya.
— No trates de hacerlo parecer normal. Ahora resulta que ese tipo meterá a tu casa a su mujer y tú prepararás la cena para ambos, ¿de eso se trata? Qué estupidez es esa, Bella.
Cerré los párpados tan solo un segundo y luego volví a centrar mi vista frente al computador.
— No es nada de lo que estás imaginando —susurré entre dientes. Mi madre era buena, una gran amiga y apoyo incondicional, sin embargo, ella no se limitaba a guardar sus palabras cuando se trataba de Edward—. Te hablo mañana —murmuré— estoy llena de pendientes el resto del día, madre.
— Isabella, no me cambies el tema…
— También te amo, madre.
Suspiré cuando finalicé la llamada dejando el celular lejos de mi vista, lo oculté muy bien debajo de todo el desorden que había en la mesa de escritorio.
— ¿Problemas?
Levanté la vista. Angela estaba detenida en la puerta, tenía una sonrisa pacificadora jugando en sus labios, ella misma acomodó el armazón negro de sus anteojos antes de entrar hasta mi escritorio. Le lucía bien ese cambio de imagen: cabello muy corto y rubio, ella necesita cubrir sus canas con urgencia,
— Lo de siempre —dije—. Le acabo de contar a Renée que Edward pasará Navidad en casa.
Angela era la enfermera de la escuela. Una mujer tranquila que estaba entrando en la crisis de los cincuenta, así que aprovechaba cualquier tiempo libre para venir a la oficina y conversar conmigo. Éramos muy cercanas, ella tenía conocimiento de mi vida al derecho y al revés, así como yo de su matrimonio y su adoración por los gatos. Ella y Ben nunca pudieron tener hijos y me habían adoptado a mí como una hija de ambos.
— Hablando de tu ex —murmuró—, lo acabo de ver entrar al edificio.
Junté las cejas.
— ¿Edward? —inquirí, poniéndome de pie.
— ¿Cual otro hay?
No la escuché sino que salí de la oficina. Edward estaba con Mary, la chica de recepción. Me acerqué.
— ¿Ocurre algo, Edward? —Me mantuve serena, si hubiese pasado algo con mi hija me lo hubieran notificado primero a mí.
Él volteó hacia mí y me sonrió. Lo primero que noté fueron sus gafas de aumento, había vuelto a usar anteojos después de muchos años. ¿Por qué? Posiblemente estaba cansado de usar lentes de contacto.
Suspiré.
¿Por qué tenía que ser tan alto y guapo? Debí buscarme otro tipo de hombre para engendrar a mi hija…
Sacudí la cabeza y me centré en él.
— Hola, Bella. Creo que llegué demasiado temprano —dijo mientras suspiraba—. Mel me explicó que habría un evento de exposición donde ella participará.
Asentí recordando el festival gastronómico cultural que estaba programado para dentro de tres horas.
— ¿Ella te pidió que vinieras?
— Sí. Lleva toda la semana recordándome que no faltara.
Debía resignarme que ahora los eventos los quería compartir con su padre antes que conmigo.
Puse mi mejor cara. No podía creer que sintiera celos de Edward, pero no sabía calificar de otra manera a todos los sentimientos que últimamente tenía por sentirme desplazada.
No solo cada fin de semana eran para él, sino también los eventos escolares donde irónicamente trabajaba y mi hija prefería que estuviera su padre con ella. ¿En dónde quedaba yo?
— Faltan tres horas para que comience la exposición —le dije—. ¿No trabajaste hoy? —mordisquee mis labios al sentirme tan entrometida.
— Sí, solo que salí temprano de la oficina.
Asentí.
— Te ofrecería quedarte en la oficina, pero tengo conferencias con algunos padres —le expliqué.
— No te preocupes, puedo regresar más tarde —me miró fijamente—. Bella, me gustaría llevar a Mel a cenar después del evento, ¿hay algún problema o tienen planes por hacer juntas?
Negué. Ahí estaba de nuevo ese pinchazo de celos.
— Si Mel quiere ir es perfecto —aseguré.
Edward me sonrió a modo de respuesta. Pasamos unos segundos en silencio y cuando estábamos decididos a continuar nuestra conversación los padres de familia que esperaban para la conferencia conmigo llegaron a la escuela, ese fue el motivo por el cuál nos despedimos ese día.
.
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Era la última semana de noviembre.
Había cancelado la cena de acción de gracias en casa de mis padres. Simplemente no tenía ganas de responder a todas las preguntas de mi madre, estaba rehúsa a saciar su curiosidad.
Me sentía desmotivada en el gimnasio y aseguraba que la razón era que Irina había viajado a Florida para pasar la semana en casa de sus padres y demás familia.
Habíamos muy pocos en el gimnasio y eso le daba un ambiente desmotivante. Después de terminar mi clase de zumba seguía sentada en la máquina para hacer abdominales, sin mover un solo músculo.
— ¿Necesitas ayuda?
El chico fortachón de siempre, se acercó. Era más joven que yo, quizá tendría unos veintitrés años. Era incluso ridículo que me volteara a ver habiendo tantas mujeres hermosas en el lugar.
De pronto vino a mi mente el sobrenombre por el que Irina lo llamaba: Colágeno.
Apreté los dientes para no reír y responder:
— No, gracias. Simplemente estoy cansada.
— Mi nombre es Jacob, para los amigos Jake —extendió su mano. Acepté su saludo con una cálida sonrisa. En verdad el chico era agradable y muy alegre—. Hace tiempo que vienes aquí y siempre he querido acercarme. ¿Cómo te llamas?
Sabiendo hacia donde iba su conversación, exhalé.
— Dime Bella.
— Dime Bella —él repitió haciéndome sonreír—. ¿Te gustaría salir conmigo esta noche? —añadió mostrando sus dientes blancos—. Puede ser cualquier otra noche si no puedes hoy.
— Es que yo… —dudé. Era vergonzoso tener una cita con alguien tan joven.
Él se acercó mucho más, casi invadiendo mi espacio personal y yo me tensé de inmediato sintiéndome extraña.
Sus dedos empezaron a juguetear con mis dedos y su toque me hizo sentir aún más incómoda. Necesitaba que quitara sus dedos de mi piel; sin esperar a que lo hiciera, alejé mi mano de su toque.
— Deberías buscar a alguien más joven —terminé diciendo—. Una chica más acorde a tu edad, que le guste quizá todo lo de ahora y sobre todo, que no tenga una hija adolescente.
Jacob abrió la boca y la mantuvo por varios segundos abierta.
— ¿¡Tienes una hija adolescente!? —preguntó atónito—. ¿A qué edad la tuviste?
Sonreí. La desilusión en su rostro me dio ternura.
— Muy joven —murmuré sin ahondar el tema—. ¿Tú cuántos años tienes?
— Acabo de cumplir veinte el mes pasado. Hice una fiesta y tenía intención de invitarte, pero siempre te veo tan seria que pensé que no irías.
Veinte años. Dios, era un niño, ¿qué hacía mirándome?
— Lo siento, pero no estoy interesada en citas. Al menos, no con niños.
Por su semblante supe que había herido su ego.
— Puedo demostrarte que no soy un niño.
Resoplé. Era de mal gusto su comentario.
Tomé el bolso, la botella de agua y caminé lejos de él. Jacob no parecía entender palabras porque seguía caminando detrás de mí haciendo ruidos obscenos. No me detuve.
Tomé una respiración profunda al salir fuera.
— ¿Ese tipo te estaba molestando? —Edward preguntó caminando a mi lado.
— No. Supongo que no logra asimilar que tengo una hija adolescente. Siempre sucede.
— Ah, ya veo. Es que en realidad te ves muy joven, Bella. No aparentas tu edad.
Rodé los ojos. Era un mal hábito que había copiado de mi hija.
— Lo dices tú —me burlé haciendo alusión a lo joven que él también era.
— Reconozco que tampoco me creen que tenga una hija —admitió— es un poco divertido ver sus caras.
— Lo sé, me ha sucedido con frecuencia.
Seguimos caminando juntos por el estacionamiento entre la escasa luz y los coches aparcados. Nuestros pasos se volvieron cada vez más lentos, tal vez haciendo más largo nuestro recorrido. Posiblemente reteniendo el momento un poco más.
Suspiré tratando de que los recuerdos no viniesen a mi memoria.
Seguramente parecíamos dos amigos comunes compartiendo una breve charla, aunque nuestra realidad fuera distinta.
— Me despido —musitó haciéndome caer de la nube donde estaba—. Mañana tengo vuelo para Seattle, me reuniré con mis padres y hermanos. Que tengas una feliz semana con tu familia.
— No pasaré acción de gracias con mi familia —admití y traté de sonreír—. Feliz semana, Edward. Saludos a tus padres y hermanos.
Di media y caminé.
— Espera… —me dio alcance— ¿dónde pasarán acción de gracias? Mel y tú siempre la han pasado junto a tus padres y abuelos, ¿a dónde irán?
Fruncí los labios. Él sonaba… ¿alarmado?
— Estaremos en casa.
— ¿Solas? —Su voz era entre preocupado o histérico.
Enarqué las cejas.
— Sí.
— ¿Por qué? —Indagó.
— Porque quiero estar en casa. Mel y yo adornaremos nuestro hogar para la temporada navideña —encogí mis hombros— quizá invertiré tiempo en dormir.
Pasó una mano por su pelo y su ceño se frunció.
— ¿Por qué no me dijiste que pensabas quedarte? —Cuestionó—. Así no hubiera hecho planes de irme.
— No sabía que debía darte explicaciones de lo hago con mi vida, Edward.
— Pero debiste avisarme.
Apreté mis párpados un segundo. ¿A qué diablos venía esto?
— No tengo que avisarte nada. Siempre he respetado tu tiempo con Mel, así que no hay nada más qué hablar.
Intenté seguir caminando, pero sus brazos me impidieron avanzar.
Mi corazón golpeteó desbocado dentro de mi pecho, incluso todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se alteraron, era una revolución de sensaciones que estaba segura colapsaría. En cambio, por fuera seguía petrificada porque me sostenía fuertemente justo debajo de mis senos, en un contacto tan cercano e íntimo.
Un coche pasó a velocidad y lo comprendí en segundos. Había evitado que me atropellaran.
Pestañeé.
— Sigues siendo tan despistada —murmuró en mi oído logrando erizar los vellos de mi piel.
Apenas logré calmar mis emociones y salí huyendo lejos de él, de su tacto. Y de todo lo que me hizo sentir en escasos segundos que me tocó.
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— ¿Necesitas ayuda? —la mano de Edward recorrió lentamente mi abdomen.
Dejé escapar una exhalación pesada sin poder moverme de la máquina. Estaba tendida sobre el pesado aparato y Edward acababa de ponerse casi encima de mí.
— Quiero hacer abdominales —mordí mi labio.
— Conozco otra técnica —susurró antes de que sus labios cubrieran los míos.
Envolví su cuello con mis brazos y lo atraje fuertemente hacia mi.
Nuestras narices chocaban y nuestros labios no eran lo suficiente grandes para abarcar nuestras bocas en un beso ardiente.
Su mano acunó uno de mis senos y lo empezó a amasar.
Gemí.
Había pasado una vida para que me tocara. Para que un hombre pusiera las manos en mí.
Mi cuerpo involuntariamente reaccionó a sus caricias, me ondulé con necesidad de fricción. Y entonces sus dedos estaban…
Me desperté abruptamente. Mi laptop estaba sobre la cama mientras la música seguía reproduciéndose.
Me senté en medio de la cama y cubrí mi boca. Estaba excitada y mi respiración era agitada.
— Estaba soñando contigo —susurré sonriendo—, pero no volveré a hacerlo.
Edward
Me sentía extraño.
Llevaba una semana en Seattle y mi estadía no era precisamente la más descansada. La algarabía de la boda de Jasper había acaparado cada conversación en casa, cualquier tema siempre iba relacionado con mi hermano y cuñada.
Y no era que estuviera celoso. Solo que también necesitaba un poco de atención para hablar de lo que ocurría conmigo.
Mi oportunidad llegó cuando Emmett, mi hermano mayor y Jasper se quedaron en la sala de estar mientras Rosalie y Alice se ponían al día en sus redes sociales.
— Colleen y yo nos estamos dando un tiempo —dije casual.
Ambos me miraron de inmediato.
— ¿Estás saliendo con alguien más? —Indagó Jasper golpeando mi rodilla para salir a la terraza.
Afuera el clima era lluvioso y frío, una noche normal para finales de noviembre en Seattle. Emmett me ofreció un cigarro y lo acepté, empezando a fumar.
Siempre habíamos sido muy unidos. Emmett era el mayor y Jasper el hermano de en medio, fui el primero en ser padre y ellos me apoyaron cuando sucedió. Agradecí que nunca me juzgaran.
— ¿Qué pasó entre Colleen y tú? —Emmett preguntó—. Pensé que este año le propondrías matrimonio.
— Ella está esperando algo que aún no quiero. No estoy listo para ser padre de nuevo y quizá nunca lo esté —solté el humo lentamente por la boca y di otra calada al cigarro. Empezaba a sentir frío.
— Ser padre a temprana edad te marcó —expresó Emmett— es normal que tengas ese miedo porque temes repetir lo mismo que pasó con Mel.
Encogí mis hombros.
Por muchos años cargué en mi conciencia ser un padre ausente y sentí ser una mierda por estar lejos de mi niña. Es que era un conflicto vivir en diferentes ciudades a millas de distancia.
No negaba que muchas veces me maldije y me quise rendir. Sin embargo tuve que sacar valor y guardar mis emociones pensando que era el responsable de una niña. Tenía que resistir la distancia y esforzarme por terminar la universidad y seguir con el empleo donde apenas me alcanzaba para cubrir mis gastos y los de Mel. Fueron tiempos difíciles y cruciales, pero si no lo hubiera hecho, hoy no fuera el hombre que era y mi hija no tuviera la universidad asegurada.
— Pensé que celebraríamos doble boda —articuló Jasper quedándose pensativo. Tenía su vista perdida en la llovizna que caía mientras seguía fumando—. Hermano, ¿de casualidad toda esta confusión no se debe a tu cercanía con Bella? —sonrió y fue que sus ojos se posaron en mi rostro— nunca olvidaré que de los tres, tú eras quien tenía sexo cada noche. Recuerdo que eran demasiado ruidosos, ¿o no Emmett?
Sonreí ampliamente.
La función de Jasper en mi vida era lograr avergonzarme.
Emmett soltó una risita. Era extraño que se burlara, era el hermano mayor, el más centrado y de quien siempre obtenía un consejo.
— Tengo una duda —dijo de pronto y con mayor curiosidad—. Después del nacimiento de Mel, ¿Bella y tú no volvieron a estar juntos?
— No volvimos a tener sexo desde que nos enteramos del embarazo —les aclaré—. Teníamos tanto miedo que no volvimos siquiera a compartir un beso.
— Ahora entiendo porqué Bella no volvió a casa —recordó Emmett antes de llevar el cigarro a su boca—. ¿Nunca te ha dicho Mel por qué no se casó su mamá?
— Procuro no hablar de Bella —revelé ganando sus miradas incrédulas—. Es una regla impuesta por mí.
— ¿Por qué? —preguntó Jasper—. ¿A qué le tienes miedo?
— A nada. Simplemente no quise ser ese padre que indaga sobre su ex mujer. No meteré a Mel en nada de eso.
— ¿Tu ex mujer? —inquirió Emmett—. Es la primera vez que te escucho nombrarla así.
Jasper me estaba viendo divertido.
— Eso es lo que es, ¿no? —respondí—. Bella fue mi primera mujer en la vida.
— Hace muchísimo que no intercambiamos mensajes —dijo Jasper llamando mi atención—. Así que seguramente lo haré en cualquier momento y la invitaré a la boda.
— ¿Le has escrito a Bella? —Cuestioné—. ¿Y para qué? ¿Cuál era tu intención de escribirte con ella?
Mis hermanos intercambiaron miradas entre ellos.
— Es la madre de mi sobrina —argumentó Jasper—. Además conozco a Bella mucho antes que tú, compartimos tres años la clase de teatro. Fue mi amiga antes de que tú y ella se enrollaran y terminaran haciéndome tío cuando yo solo tenía diecisiete años.
De mala gana acepté que Jasper tuviera razón.
Ellos antes habían sido cercanos y hubo un tiempo dónde me pregunté si él gustaba de ella. Pues cada vez que la miraba su nerviosismo era evidente.
Entonces lo miré y mis palabras salieron:
— ¿Alguna vez sentiste algo por Bella?
— ¿En serio, Edward? —Jasper sacudió la cabeza mientras reía divertido—. ¿A qué vienen esos celos?
— No estoy celoso. Solo quiero saber —me defendí.
— Creo que antes de querer saber si Jasper tenía sentimientos por Bella, deberías averiguar si tú los tienes —comentó Emmett con tanta serenidad—. De verdad, hermano. Analiza bien qué te pasa con ella, posiblemente la respuesta sea todo las contrariedades en las que te sientes vivir.
Emmett puso una mano en mi hombro y me sonrió.
Yo no tenía sentimientos por Bella. Nunca los había tenido y no era posible que los sintiera justo ahora.
Lo nuestro solo había sido…
Exhalé. Necesitaba descansar.
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Era mi último día en Seattle.
Aproveché para reunirme con viejos amigos en nuestro lugar favorito: Kells Irish Pub.
Dimitri, Felix, Alex, Tanya, Kate y también Colleen. Estuvimos por horas bebiendo y pasando un rato agradable. Todos enmudecieron cuando les conté que Colleen y yo estábamos dándonos un tiempo.
Los siete nos conocimos en la universidad y habíamos tratado de mantener nuestra amistad a través de los años, quizá no nos mirábamos seguido, pero una llamada o un texto siempre existía.
Era medianoche cuando me despedí de cada uno y caminéa la salida.
— ¿Me llevarías a casa? —preguntó Colleen balanceándose de un lado a otro—. No soy capaz de conducir.
— Mi vuelo sale muy temprano —susurré sabiendo lo qué pasaría si la llevaba al apartamento.
Ella se acercó coqueta y deslizó sus dedos por los botones de mi camisa.
— Te extraño, Edward. La casa no es lo mismo sin ti, por favor, vuelve conmigo.
Colleen se había quedado viviendo en el apartamento que compartíamos. Tal vez con la esperanza de que yo volviera, pero en todos los meses que pasaron solo una vez pensé en buscarla.
Fue algo fugaz y más sexual que nada. No me arrepentía de no haberla buscado y de haber usado mi mano para mi propia satisfacción.
— Colleen… —sin ser grosero me alejé antes de que sus labios me besaran.
Hizo un puchero y recargó su cabeza en mi pecho.
La apreciaba y quizá guardaría siempre cariño hacia ella, pero en estos meses había descubierto que no había nada más entre nosotros.
Ya no estaba enamorado.
— Vamos a nuestra casa —susurró tirando de mi mano, me dejé llevar.
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Al llegar todo seguía igual, incluso nuestras fotos continuaban sobre la repisa y mesa de centro.
Era un lugar lleno de recuerdos donde había sido inmensamente feliz. Colleen llegó a mi vida para mejorarla, siempre fue un gran apoyo incondicional para mi profesión. Ambos crecimos, y dejamos de ser dos adolescentes para convertirnos en adultos.
Pero no podía quedarme en un lugar donde ya no existia esa felicidad, esa alegría que muchas veces sentí.
Sonreí al ver mi vieja colección de tazas de café en la cocina. Eran de Star Wars, fue el primer regalo de ella.
También estaba mi manta de cachemir sobre el sofá. Mis pantuflas de Chewbacca seguían bajo la cama y mi pijama favorita de Darth Vader estaba pulcramente doblada en la cajonera, en el armario seguía estando mi ropa.
Luego volteé hacía ella y le sonreí. Era una mujer hermosa y merecía un buen hombre que la hiciera feliz, pero no era yo.
Se acercó y sus labios estuvieron en los míos.
Cerré fuertemente los ojos y comprendí que ya no había nada más para nosotros. Le correspondi su beso y antes de que continuara, la alejé delicadamente.
Sus ojos azules me miraron con aprehensión. Estaba herida, lo sabía.
— No insistiré con un hijo, lo prometo.
— No es justo para ti.
— Es más injusto que estemos separados, Edward. Yo te amo.
— Lo siento —murmuré.
— No lo digas —sus dedos cubrieron mis labios—, por favor, Edward. No me hagas esto. Teníamos planes, ¿recuerdas?
— Los hiciste, tú. Fuiste siempre tú quién organizaba cada paso a seguir y no… no puedo.
— Por favor, Edward —me abrazó tan fuerte que me sofocó— no lo digas.
— Tenemos que terminar definitivamente, Colleen. Ya no te amo, y no quiero que estés esperando algo que no sucederá.
— No, no… —lloró, aferrándose a mi pecho—. No me dejes. Ya no insistiré con bebés, no diré nada de boda, lo juro.
Exhalé suavemente.
— Lo siento tanto. Para mí nuestra relación está terminada, Colleen.
Ella golpeó mi pecho con sus puños, empezó a maldecir y decirme que me odiaba. Dolía, no podía negarlo. Colleen una vez fue importante en mi vida y hubo un tiempo que pensé que era la mujer con la que podía compartir mis días. Sin embargo, algo pasó y comprendí que estaba muy lejos de suceder.
»En unos días vendré por mis cosas, Colleen.
No era el momento de llevarme nada, era medianoche y lo único que quería era volver a casa.
A Phoenix.
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Las semanas siguieron su curso y mi estadía en Phoenix fue mejorando con los días, me estaba acoplando al nuevo ambiente. Había hecho nuevas amistades en la ciudad mientras en la oficina todo marchaba como debía.
Mel y yo cada día pasábamos más tiempo juntos y seguíamos creando memorias. ¿Y con Bella? Ella y yo seguíamos coincidiendo cada día en el gimnasio, casualmente acostumbraba asistir a la misma hora que ella y compartíamos un saludo cada día. Sin embargo, ya no era suficiente.
Aunque no todo era perfecto. Colleen se negaba a dar lo nuestro por terminado, y se dedicó a molestarme, hacía llamadas cada día, terminé por bloquear su número y me concentré en cerrar ese capítulo.
Navidad había llegado rápido.
En la puerta de la casa toqué el timbre y sostuve al cachorro entre mis manos haciéndole algunos mimos.
Había elegido como regalo de Navidad un cachorro adoptado. Era mi manera de sorprender a mi hija.
— Hola, pa —saludó Mel al abrir la puerta y arrebató al cachorro de mis mano. Había dejado de existir para ella, podía presentirlo—. Pasa.
Apenas entré y me llamó la atención el enorme pino que adornaba la sala de estar. Bella y Mel habían hecho un estupendo trabajo de decoración. En toda la estancia se respiraba el ambiente navideño.
— Es para ti —encogí los hombros—, no sabía que regalarte.
— Oh, pa… ¡es tan hermoso! —me abrazó— es mi primera mascota.
— ¿La primera? —inquirí.
— Sí. Mamá nunca me dejó tener una porque decía que no lo cuidaría como merecía.
Bella apareció en la estancia y sonreí como estúpido al darme cuenta de lo hermosa que se veía en ese entallado vestido negro. Desde luego que no me miró a mí, sino que caminó directamente hacia el peludo.
— Es tan bonito —murmuró ella—. ¿Cómo se llama?
Si. Las dos me habían ignorado y solo podían estar emocionadas con el peludo. Nos pusimos a debatir el nombre en lo que cenábamos ya la hora de servir el postre sabíamos que se llamaría Kaiser.
Ese era el nuevo integrante de la familia.
Sonreí a mis adentros.
Y por primera vez me sentí emocionado ante la expectativa, yo también quería pertenecer a su familia. No podía negarlo más.
¡Hola! Díganme qué les pareció el capítulo, esa etapa de conquista empezará en el próximo capítulo. ¿Les gusta la idea?
Les agradezco el interés para la historia, sus favoritos, follows y sus reviews son realmente importante para mí y lo valoro con mi corazón.
Para quienes gustan conocer al verdadero Kaiser(que sí existe) su imagen está en mi grupo: link en el perfil.
Responderé una duda recurrente y es si narraré cómo era su relación antes de engendrar a Mel. Posiblemente haga un outtake para que puedan saber bien lo que pasó. También les aclaro que Bella no estuvo con nadie más después de Edward, ella muy pronto dirá el porqué.
Aquí los nombres de quienes amablemente comentaron el capítulo anterior, abrazos, chicas: Rosemarie28, Jane Bells, Diannita Robles, Jade HSos, Valeria Sinai Cullen, cocoa blizzard, ALBANIDIA, miop, Estefania Rivera, jupy, marisolpattinson, Adriana Molina, Adriu, Kasslpz, NarMaVeg, paupau1, Dulce Carolina, Andrea, Lore562, Cassandra Cantu, Maribel 1925, Torrespera172, Gabby352, Elizabeth Marie Cullen, mony17, twifanlight07, Cary, catableu, Alex, Adriana Ruiz, Lizdayanna, piligm, saraipineda44, Pepita GY, Patty, Noriitha, Lili Cullen-Swan, Lily, Peerla Salvatore Swan, PaolaValencia, rociolujan, Marianacs, mrs puff, Daniela Masen, Flor McCarty-Cullen, y comentarios Guest.
¡Gracias totales por leer! 💫
