Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 6

Edward

El sol estaba radiante y con toda su fuerza, no había ni una sola nube en el cielo azul.

Sentado bajo una gran sombrilla en frente de la piscina empezaba a transpirar y la tela de la camisa de algodón se adhería a mi cuerpo.

Miré el reloj nuevamente. 11:30 am.

Ella no vendrá. No tenía por qué seguirme engañando. Bella no llegaría.

Me sentí decepcionado y dolido por igual. Era evidente mi amargura porque incluso mis sobrinos trataban de hacerme reír mostrándome sus mejores gestos, supieron que no estaba funcionando después de contarme sus chistes y no provocar ni una mueca en mí. Ellos terminaron por salir corriendo hacia la piscina y agitaron sus manos, despidiéndose. Eran tres pequeños de doce, diez y ocho años. Hijos de Emmett y Rose.

— ¿Por qué estás tan pensativo?

Emmett se sentó en la silla frente a mí poniendo atención en sus tres hijos. Eran su vida entera, sin mencionar que era el padre más consentidor.

— Estaba esperando a una persona que obvio no vendrá —murmuré.

No pude evitar la amargura en mi voz. Había pensado llamar a Bella desde hace minutos y por cobarde no pude hacerlo.

— No será Bella, ¿verdad? —esa risita en su voz me molestó.

Resoplé. Qué más daba si decía la verdad.

— Sí. Es ella —confesé.

Mi hermano quitó sus gafas de sol y las puso sobre la mesa al tiempo que apoyaba sus brazos también. Me miró algo confundido estrechando sus ojos.

— Bella y Mel se fueron de aquí hace más de tres horas —contó.

— ¿¡Qué!? —quité las gafas de sol y lo miré—. Mel no se despidió de mí.

Mi hermano encogió sus hombros.

— Ellas parecía que tenían prisa —me explicó—. Nos despedimos porque las encontré en el restaurante donde fui a desayunar con mi familia. Pero antes de continuar, mejor explícame, ¿qué significa que tenias una cita con ella? —sonrío con picardía.

— Anoche… —sonreí—. No puedo seguir ocultando lo que siento. ella me gusta —reconocí— y creí que podía decírselo, solo que ella es tan… no sé, siempre me evita. Como si no quisiera verme.

— Así que te gusta —afirmó—. Era de esperarse, solo estaba esperando tu confirmación, eres bastante obvio, hermano. ¿Qué esperas para hacérselo saber?

— No sé cómo romper esa coraza con que se protege.

— Quiere decir que te rendirás sin intentarlo —aseveró Emmett—. Pensé que serías más inteligente y buscarías la forma de enamorarla, solo que veo está muy lejos de suceder.

— ¿Qué puedo hacer si ella no me quiere? —inquirí desesperado.

— Conquístala, Edward.

— Emmett, no tengo veinte años, hace tiempo dejé de usar esas técnicas de enamoramiento.

— ¿Qué es lo que realmente quieres con ella? —Cuestionó—. ¿Una noche o una relación seria?

— Quiero conocerla —respondí—. Disfrutar de su compañía y bueno… una cosa lleva a la otra, ¿no?

Emmett sacudió la cabeza en desapruebo.

— Si no pretendes nada serio con ella te diré que mejor te mantengas alejado. Hay mujeres que simplemente no son para un rato y algo me dice que Bella es de esas chicas.

— Es que me gusta —insistí.

— Tal vez solo estás encaprichado en tener lo que un día fue tuyo.

Sus palabras me dejaron pensativo.

¿Y si Emmett tenía razón? Fue mi primera mujer y sabía qué siempre sería especial por el resto de mis días, no solo por ser la madre de mi hija, sino por lo que tuvimos en nuestra adolescencia.

»Antes de acercarte de otra forma distinta a Bella primero pregúntate: ¿Qué tan serio es lo qué sientes por ella?

— Me está volviendo loco —confesé.

— Entonces lucha por Bella, conquista su corazón. Enamorala y hazla siempre reír, eso funciona bien. Se olvidará que eres feo —soltó una carcajada.

Reí.

— Voy a intentarlo, Emmett. De verdad quiero una oportunidad.

— Suerte, hermano.

Apoyé la espalda en el respaldo de la silla. Suerte es que la necesitaría y mucha para siquiera conseguir una cita.

.

.

La operación conquista dio marcha tres días después de haberme dejado plantado. Me esforcé por sorprenderla; le envié flores, chocolates y peluches sin remitente, pero dejando claro que era yo quien los enviaba.

También le empecé a enviar textos con cualquier pretexto. Una vez fue después de llegar de la oficina.

Edward: ¿Te gustaron los chocolates?

Bella: Todo lo que sea chocolate me encanta, son deliciosos. Gracias.

Edward: ¿Podemos vernos?

Bella: ¿Motivo?

Edward: Estoy hambriento y no quiero comer solo.

Fue el peor pretexto que se me pudo ocurrir. Incluso quise golpear mi cabeza con el celular, pero mi intención se fue al diablo cuando ella respondió a los segundos.

Bella: Le diré a Mel que vaya a verte. Bonita noche, Edward.

Oculté mi desilusión enviando un emoji de un ramo de flores. Ella no respondió más.

Cuando inició el mes de abril. Iba a su casa porque era el responsable de Kai y de sus citas con el veterinario. Bella no huía si el tema se reducía a hablar estrictamente del cachorro, sin embargo apenas escuchaba que hablaba de nosotros y ella se escabullía dentro de la cocina para no salir más.

En un pestañeo llegó mayo.

Estuve detrás de ella día con día sin aceptar una sola cita, ni siquiera una simple comida, ni un helado. No obstante había un tema importante por tratar, la universidad de Mel.

Era una conversación que involucraba a nuestra hija y no podíamos postergar por más tiempo el tema.

Llegó el mes de junio cuando ella al fin aceptó salir conmigo. Asi que cómo si fuese un adolescente a punto de tener su primera cita busqué la mejor opción de ropa mientras le hacía una llamada.

— Pasaré por ti a las 18 horas —le dije mientras me vestía: una camisa color negro con un pantalón del mismo color.

Prefiero llegar a tu apartamento —comentó—, te esperaré en el estacionamiento, así dejaré mi camioneta ahí.

— ¿Por qué? —pregunté frustrado. Temía qué me cancelara.

No quisiera que Mel se enterara que vamos a cenar juntos.

Pasé una mano por mi rostro y a regañadientes acepté.

— Te estaré esperando.

Antes de salir arremangue las mangas hasta los codos, sabía que a ella le gustaba que lo usara así. ¿Cómo lo sabía? Bella no sabía mentir y sus ojitos siempre miraban esa parte de mi atuendo.

Una última mirada frente al espejo: mi pelo no tenía remedio, estaba desordenado, sonreí.

Y salí a encontrarme con mi destino.


Bella

Eran las 6:32 pm. Cuando llegamos al restaurante Different Pointe Of View, me quedé maravillada con la espectacular vista, donde se podía observar la ciudad por completo.

Nos condujeron a una mesa al aire libre, la más alejada de los demás comensales, suponía que para tener mayor privacidad. Llevé mis manos sobre la mesa y traté de relajar mis nervios, mi estómago empezaba a sentirse revuelto.

— ¿Pasa algo con el presupuesto para la universidad de Mel? —Edward había prometido hacerse cargo, pero si él no podía hacerlo estábamos a tiempo de buscar una beca para Mel, lo cual no sería difícil lograrlo para ella.

Edward juntó sus cejas y sonrió divertido quitándome la preocupación al instante.

— No estamos aquí para hablar de nuestra hija, Isabella Marie —pronunció mi nombre completo dándole formalidad a nuestra conversación, mordí mi labio—. ¿Te das cuenta que estamos en una cita?

Mi corazón palpitó con fuerza. Me removí en la silla y traté de que mi cuerpo se relajara.

— Pensé que hablaríamos de la universidad o el cumpleaños diecisiete de Mel y habías decidido organizar una gran fiesta —intenté desviar la conversación—. Habías dicho que necesitábamos hablar —le recordé—, y siempre es sobre ella.

— Realmente necesitamos hablar…—se inclinó por sobre la mesa y alargó su mano sin tocar la mía— de nosotros. Sin interrupciones, sin cambiar de tema, sin huir.

Era completamente irreal siquiera tener una conversación sobre nosotros. ¿De qué hablaríamos? ¿De nuestro pasado? ¿De cómo lo enredé?

— No sé de qué podemos hablar —ahí estaba yo intentando alejarlo como todos estos meses. Deseando cerrar esa posibilidad que siempre creí no existía.

Me quedé meditando: ¿Quería seguir ignorando sus detalles?

Mi cabeza era un mar de confusión.

— Primero, cenemos —mencionó con una sonrisa—. ¿Risotto Caponata para ti?

Asentí.

Quise que el tiempo fuera solo un pestañeo. Necesitaba enredarme en mis sábanas y ver televisión hasta la madrugada o hasta que el sueño me abordara, mi infalible ritual de todos estos años.

¿En realidad lo quería? Quizá en un principio, sin embargo, conforme fueron pasando los minutos. La compañía de Edward, sus conversaciones triviales que sabía me buscaban distraer de su verdadero objetivo terminó por hacerme olvidar que necesitaba estar en casa.

Entonces, cuando los camareros sirvieron el postre, me había relajado lo suficiente, tal vez lo hice desde que degusté por completo la cena mientras Edward me hacía reír.

— Creo que nunca había reído tanto —mencionó él después de beber un sorbo de vino—. Me gusta tu compañía, haces que todo se olvide y se vuelva más divertido.

— Tú me hiciste reír a mí.

Él suspiró suavemente sin dejar de verme. El cambio total de ambiente fue notable, no sabía si por lo relajada que me sentía, el lugar, la cena o el postre, pero esos pequeños aleteos comenzaron a sentirse en mi estómago. La tensión se sintió entre nosotros y el nerviosismo fluyó de nuevo.

— Te llevaré a un lugar donde tienen los mejores postres —se incorporó y me ayudó a ponerme en pie rodeando mi cintura con su brazo.

— Pero, acabamos de comer postre —le dije con mi corazón latiendo en mis oídos cuando sentí su mano apoyada en mi cadera.

— No importa. Esta noche es nuestra —prometió guiándome hacia afuera con su mano descansando en la redondez de mi trasero.

Sabía poco sobre comportamiento masculino, pero podía darme cuenta que era una clara afirmación disimulada que entre nosotros había mucho más que una amistad. Era la forma que él lo hacía saber, me sentí de esa manera cuando algunos comensales nos miraron con demasiada atención al pasar por un lado de ellos. Edward trataba de demostrarles que le pertenecía y por primera vez me ilusioné con la idea de que fuera real.

Subimos al auto. Tardamos treinta y un minutos en llegar a Elevate Coffee Company. Un lugar pequeño, con música en vivo y donde nos sirvieron el mejor chocolate caliente que había probado alguna vez, sin importar los más de 100°F que existían en la misma noche.

Estábamos compartiendo una mesa para dos. Edward decidió estar lo más cerca de mí poniendo la silla al lado mío y no enfrente. Ambos comimos del mismo sándwich, no teníamos hambre, simplemente era un pretexto más para alargar el momento y mantener nuestra conversación lo más normal posible.

No quería que saliera huyendo, era obvio que él lo estaba logrando. Me sentía relajada, a gusto en su compañía.

— ¿Tuviste muchas citas? —preguntó casual.

— Sí.

Su mano se mantenía rodeando mis hombros desnudos y cada cuando resbalaba sus dedos en mi piel haciendo que mis vellos se erizaran. Era la primera vez que permitía ese acercamiento.

Entre todas mis citas que existieron nunca permití más que solo tomar mi mano y entrelazar mis dedos. En cambio a Edward le estaba concediendo mucho más que a cualquier otro.

— Me gustas, Bella. Lo sabes, ¿verdad?

No respondí, solo pude inclinar mi rostro.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y empezaron a picar. Quería salir corriendo, huir y hacer como si no hubiese escuchado nada.

Edward delicadamente sujetó mi mentón y me hizo mirarlo.

»Pareces asustada.

Lo estaba. En realidad tenía tanto miedo que descubriera lo vulnerable que me sentía y lo que una simple caricia suya estaba logrando en mí.

— ¿Por qué? —me escuché preguntarle—. ¿Por qué hasta ahora?

Sus ojos verdes estaban fijos en mí. De algún modo sentí que él estaba escudriñando mi interior a través de mis ojos.

— Hace meses que estoy intentando acercarme —dijo— te he pedido infinidad de citas y ninguna aceptaste. Decidí llenarte de regalos y no merecí ni siquiera una llamada de agradecimiento, nada. No sabía qué más hacer, así que te mentí y te pedí hablar de Mel, sé que no debí hacerlo, pero fue mi única opción.

— Eso no responde mi pregunta.

— ¿Crees que si no me gustarás hubiese hecho todo lo que estoy haciendo? Regularmente no soy de citas, Bella. Soy un adulto que sabe lo que quiere y voy directo a ello, sin embargo, contigo no.

— ¿Qué quieres? ¿Por qué me molestas si te he rechazado tanto?

— No es obvio. Me gustas y quiero una oportunidad.

Suspiré.

Dejé de verlo y me centré en el sándwich que seguía en la mesa junto a la taza de chocolate caliente.

— No te vas a rendir, verdad —susurré.

— No. No lo haré hasta lograr estar aquí —dejó un corto beso en mi sien que fue capaz de hacerme sentir una revolución de emociones dentro de mí, me estremecí—. O quizás… —besó mi hombro y mi respiración se disparó— muy cerca de tu corazón.

Su risa amortiguó la piel de mi hombro haciéndome sonreír.

No podía seguir resistiéndome a todo lo que me provocaba. Edward me gustaba mucho, tal vez me gustó siempre y nunca quise reconocerlo. Y era por eso que evité por años hablar de él, sacarlo al tema no fue nunca una opción, aunque estos últimos meses se había vuelto extremadamente difícil no nombrarlo.

Inhalé y exhalé lo más lento posible.

Era una adulta. Estaba disfrutando una velada con un viejo conocido, y no con cualquier viejo conocido sino con él. El mismísimo Edward Cullen, el padre de mi única hija.

¿Qué podría pasar?

Obligué a mi mente a desconectarse y solo disfrutar. Volteé a mirarlo y le sonreí.

— Ven… —me quitó la taza de chocolate que tenía en la mano—. Iremos a un bar.

Solté un gritó un poco alto cuando tiró fuertemente y me llevó con demasiado entusiasmo hacia la salida. No me dio tiempo de acomodar mi ropa y salí del lugar mostrando mis muslos bajo la corta falda del vestido veraniego.

Me llevó dos días elegir el vestido adecuado, algo sencillo para las altas temperaturas de la ciudad, un vestido ligero con un estampado discreto que dejara mis hombros descubiertos.

Reí al recordar a Mel.

¿Saldrás?

Asomé la cabeza por la puerta del closet y le sonreí. Ella se subió a la cama observando el desorden en mi habitación, traía el celular en sus manos y texteaba con alguien.

Mordisquee mi labio, ligeramente nerviosa.

Había quedado en llegar al apartamento de Edward y le pedí vernos en el estacionamiento, ahí dejaría mi camioneta y usaríamos su coche.

En mi mente todo estaba planeado para que mi hija no sospechara que me vería con su padre.

Mmm. Sí.

¿Es una cita?

Mmm. No.

Mel frunció las cejas y se quedó pensativa. Miré hacia la puerta; kai permanecía expectante, esperando mi aprobación para entrar a mi habitación.

Puedes entrar —dije. El cachorro de ocho meses entró moviendo la cola y empezó a oler cada prenda de ropa que había en el piso.

Pareces acalorada, como si fueras a una cita —Mel murmuró con una mueca.

¿Te molesta que salga? —Era la primera vez que se veía desanimada al saber que tendría una "reunión".

No. Para nada, ma. Simplemente le estoy enviando mensajes a papá, si puedo ir con él y dice que está por salir.

Ah.

Últimamente anda muy extraño —dijo—, creo que anda de enamorando.

Mi estómago dio un vuelco.

¿Cómo sabes? —pregunté.

Lo conozco tanto como a ti —mencionó sonriente—. Mejor usa el vestido estampado, así dejarás al tipo con la boca abierta.

¿Crees que este atuendo no es apropiado? —Había elegido un pantalón de vestir y un blazer negro, muy sobrio y discreto.

Mel bajó de la cama y me tendió el vestido estampado. No opté por él porque lo consideraba demasiado coqueto, al menos para una reunión con Edward.

Me gusta más este —insistió—, te verás más coqueta y tendrás a ese tipo a tus pies.

Si Melody supiera.

Perdí la noción al entrar al bar Smith.

Era mi primera vez en un lugar así; la música era exageradamente alta que retumbaba en todo mi cuerpo, había mucho humo y todos los olores combinados en un mismo lugar, prevalecía más el de cigarro y alcohol. La gente bailaba desaforada y saltaba en el mismo lugar mientras bebían cervezas o alguna otra bebida. Se veían felices, supuse.

Nos sentamos en esas incómodas sillas altas frente a la barra donde estaba el barman. Edward había pedido cervezas para ambos, quizá era mi segunda cerveza.

— Estoy mareada —dije lo más alto que mi garganta soportó.

Edward se incorporó y rodeó mi cintura acercándome a su cuerpo.

— ¿Quieres irte?

Asentí. No tenía sueño a pesar de que era pasada de la medianoche, solo necesitaba tomar un poco de aire o terminaría por ser llevada a rastras si Edward no me sacaba de una vez.

— No sé beber —admití—, y estoy sintiéndome mal.

Algo murmuró antes de entrelazar nuestros dedos y guiarme entre apretones donde la gente bailaba. Me sentí mejor cuando el aire caliente humedeció mi rostro, suspiré.

Nuestras manos no se soltaron en el regreso al estacionamiento y nuestras risas fueron casuales al hablar de mi nula experiencia con el alcohol.

— Me hubieses dicho que no bebías.

— No te preocupes —dije—, con una vez no pasa nada.

Guardé para mí la versión oficial. Trataba de no verme tan estúpida y mojigata al saber muy poco sobre el ambiente nocturno y bebidas embriagantes, me negaba a verme tonta a su lado. O lo que era peor, que fuese a darse cuenta lo aburrida que era.

Tal vez cuando él mismo descubra lo rara que era, saldrá huyendo.

— ¿Sigues estando mareada?

Reí. Me sentía extraña, aunque mi cuerpo estaba liviano y todo realmente parecía haber mejorado desde mi perspectiva.

— No. Estoy mejor —aseguré mientras seguíamos caminando.

— ¿Esos zapatos no te cansan? —se refirió a mis plataformas altas.

Lo miré interrogante y me reí. ¿A qué venía preguntar sobre unos zapatos a menos qué…?

— ¿Estás viendo mis piernas? —pregunté.

Fue su turno de reír. Una risa natural y despreocupada, podía darme cuenta de lo relajado que también se sentía.

— Sí. Son muy bonitas al igual que tú. De hecho eres bastante bonita, no entiendo por qué estás sola pudiendo tener a quién sea contigo. Estoy seguro que no faltan admiradores, ¿verdad?

Oh. Venían las preguntas no deseadas para mí. Edward estaba haciendo todo a su alcance para alargar el momento y obtener respuestas, porque en lugar de usar el elevador que nos llevaría al tercer piso donde el auto estaba estacionado, prefirió que usáramos las escaleras que estaban solitarias y en penumbra.

— Hay una larga fila de admiradores —admití al recordar quiénes eran.

— ¿Estás interesada en alguno de ellos?

— No lo sé. —Me negué a admitir. Él era uno de ellos y sí estaba interesada, demasiado.

— ¿Qué piensas de lo que te dije?

No sabía exactamente si las cervezas me ayudaron a sentirme cómoda, pero era gracioso que no quisiera salir corriendo.

— ¿Exactamente de qué hablas? —Me hice la tonta.

Pisé mal. En eso el zapato resbaló del escalón, me sujeté del brazo de Edward y él me rodeó de la cintura impidiendo que cayera. Nos quedamos ahí apoyados del barandal.

— Sigues mareada, cierto.

— Un poco —acepté con una sonrisa nerviosa.

— ¿Quieres qué te lleve en brazos?

— Si no usará vestido, diría que sí.

Edward se acercó fingiendo que me cargaría en sus brazos, grité. Lo hice cuando llevó su brazo debajo de mis rodillas dispuesto a cargarme. Él no se atrevería, ¿o sí?

»Me gusta estar aquí —comenté mientras mis dedos tocaban el botón de su camisa.

Él suspiró y me acercó, envolviendo mi cuerpo en sus brazos.

— Me gustas —susurró haciéndome cosquillas.

Reí.

Empezamos a tontear entre nosotros, jugando a darnos cosquillas. Tocando nuestros cuerpos de forma inconsciente haciéndome sentir cada vez más cómoda, pero sobre todo, especial.

A causa de mi prematura maternidad nunca pude tener una relación. No tuve un noviazgo y mucho menos me di el tiempo para vivir cosas comunes, cómo era disfrutar de una pareja.

Hoy después de una vida. Estaba por primera vez viviendo ese tipo de arrumacos y la sensación que sentía era totalmente cautivante a cómo lo soñé tantas veces.

Después de jugar por lo que fueron más de diez minutos retomamos nuestro camino y seguimos subiendo los escalones.

Al llegar al auto me volví hacia él. La magia estaba a punto de romperse, nuestra cita había terminado.

— Llegamos —dije.

— Se hace tarde —murmuró.

Miré su rostro. Él también me miró unos breves instantes, luego se inclinó abriéndome la puerta.

Estaba por subir y de pronto… su mano me sujetó haciéndome mirarlo.

— ¿Qué…? —mis labios fueron silenciados por los suyos.

En un beso robado que me dejó sin aliento.

Su boca se adueñó de la mía y fue imposible no llevar mis manos a sus anchos hombros, atrayéndolo con fuerza.

Me había rendido a él… solo a él.

Cómo hace años él lo había hecho conmigo.


Disculpen por haber removido el capítulo, lo hice con la intención de modificarlo y agregar un poco más, trataré de volver muy pronto con el capítulo 7.

Para imágenes alusivas tengo un grupo de Facebook: link en el perfil.

Agradecida con sus reviews: Pepita GY (gracias por tu ayuda), Moni, Vane, Kaja0507, Valeria Sinai Cullen, LittlePieceOfMyMind(bienvenida), Adriana Molina, mony17, Dess Cullen, Diannita Robles, Isis Janet, Gabby352, Cassandra Cantu, jupy, ALBANIDIA, Antonella Masen, Adriu, aliceforever85, marisolpattinson, Jane Bells, Flor McCarty-Cullen, Kasslpz, NarMaVeg, Dulce Carolina, catita1999, Rosemarie28, Daniela Masen, Noriitha, Elizabeth Marie Cullen, shuanime, cocoa blizzard, Torrespera172, Cary, Estefania Rivera, sandy56, tocayaloquis, Lizdayanna, diana0426a, Lizdayanna, Lily, Pepita GY, saraipineda44, Mapi13, PaolaValencia, Peerla Salvatore Swan, Lili Cullen-Swan, mrs puff, rociolujan y comentarios Guest

Gracias totales por leer 💫