Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Outtake
Bella
Era una mañana de noviembre.
Edward se quedó paralizado, no se movió y tampoco pestañeó. Tan solo veía la prueba de embarazo mientras yo restregaba mis manos, una contra la otra.
Tenía un nudo en el estómago y sentía que volvería a vomitar.
El mundo estaba cayendo sobre nosotros, podía sentir la pesadez sobre mis hombros. Era un bucle de emociones donde cada vez más me perdía en ellos y la negrura a lo desconocido me amenazaba con arrastrarme.
Quería llorar y salir corriendo. Pero sabía que no resolvería nada.
— ¿Cuántos meses tienes?
— Mi regla no ha venido desde hace dos meses —confesé.
— Bella, ¿qué vamos a hacer? Mis padres me matarán, no paran de hablarme sobre lo importante que es usar condón y yo…
Edward caminó de un lado a otro recorriendo el baño de la escuela, tiraba de su pelo con desesperación parecía que lo arrancaría en cualquier momento.
Llevábamos media hora encerrados y sabíamos que era tiempo de volver a clases antes de que nos mandaran sacar.
— Solo dime que no me dejarás —pedí.
Se detuvo. Me abrazó y pude sentir que su cuerpo temblaba, quise llorar. No obstante, una parte de mi cabeza me decía que no era momento.
— Estamos en esto —prometió.
Pasaron varias semanas y fue imposible ocultar mi barriga. La ropa holgada no resolvería lo que pasaba con mi cuerpo. Debía afrontar las consecuencias.
— Mamá… —mi voz fue baja. Ella estaba pegada a la pantalla del computador, apenas me dio una mirada bajo sus gafas de aumento y volvió a lo que estaba, de nuevo—. Debemos hablar.
— Si necesitas ropa o zapatos solo pidelos y ya. Estoy trabajando.
Qué fácil era hablar de indumentaria para ella, con un tronido de dedos podía darme lo que pidiera, ese había sido su lema. Mamá realmente se esforzó para tener la mejor estabilidad económica, lo hizo realmente, a cambio tuvo que regalarme su ausencia.
¿Qué sabía de mí? Si apenas articulada una palabra y solo mi voz le molestaba, parecía que nunca logró encariñarse conmigo. Me pregunto: ¿Por qué decidió traerme a vivir con ellos cuando cumplí cinco años? Hubiera sido preferible quedarme en casa de los abuelos y haber sido criada por ellos.
— ¿Me quieres? —Pensé en voz alta. Mis hombros se hundieron cuando de mala gana quitó las gafas y las dejó sobre el pequeño escritorio, su gesto de enojo estaba ahí, era evidente en su mirada—. A veces siento que te enfado.
— Nunca has asistido a una escuela de gobierno —dijo—, me esfuerzo porque tengas la mejor educación y que no tengas ninguna carencia.
Supuse que eso se traducía en cariño. Era su forma de quererme, aunque me hiciera sentir un estorbo en su vida, ella me quería.
— ¿Fue difícil para ti cuando saliste embarazada? Eres tan determinante que supongo fue un gran castigo saber que me esperabas.
— Tenía dieciocho años y con las cartas de aceptación de las mejores universidades esperando por mi respuesta. No tienes idea lo que se siente que te arruinen los planes, Isabella. Por lo que te has esforzado la mitad de tu vida y para que todo sea por un embarazo que yo no deseé.
Fue peor que recibir una bofetada. Era un latigazo a mi corazón herido; si bien sabía que no fui deseada, al menos ella podía disimular y no ser tan cruel, pero entonces no sería mi madre. Porque realmente Renée no era la mujer más amorosa, ella era directa y sin filtros.
— Me hubiesen dejado con los abuelos. Así nos hubiéramos evitado tantos problemas, de esa manera no hubiese sido necesario que molestaras a los vecinos para que cuidaran de mí y menos dejarme tanto tiempo sola —reclamé.
Ella sonrió como si mi reclamo no le causara nada.
— Mamá te estaba malcriando, Isabella.
— Me daba amor —corregí—, me ofrecía su tiempo.
— ¿Crees qué eso importa? Te aseguro que no obtendrás la mejor educación académica quedándote con los abuelos, ahora mismo estuvieras cuidando animales como ellos lo hacen. No quiero nada de mediocridades para ti, eres mi hija y tu futuro será mejor que el mío.
Mamá y yo hablábamos dos idiomas distintos. Era un hecho que nunca nos pondríamos de acuerdo en absolutamente nada, éramos opuestas en todo sentido. Como el día y la noche.
»Ahora déjame seguir trabajando, niña —puso de nuevo sus gafas y me dio la espalda volviendo a la computadora.
Respiré muy hondo mientras deslizaba mis dedos temblorosos por mi apenas visible vientre. Faltaban días para navidad, así que la noticia de mi embarazo probablemente sería un buen regalo, o eso esperaba.
— Estoy embarazada —musité.
Mamá tardó varios segundos o quizás minutos en reaccionar. Lo hizo de forma quieta, algo parecido a una cámara lenta. De pronto se levantó de golpe y la silla acojinable cayó al piso, su semblante se contrajo en una mueca de ira y sus ojos carecieron de todo brillo.
Se acercó tres pasos y me sujetó por los brazos antes de examinar mi cuerpo con su fiera mirada.
— ¿¡Qué estás diciendo!? —sus dedos apretaron mis brazos y empezó a zarandear mi cuerpo..
— Lo siento —logré pronunciar—, no fue mi intención.
Me soltó y corrió hasta el inicio de las escaleras, llamaba a papá a gritos. Charlie tardó algunos minutos en bajar, llevaba puesta su pijama de cuadros lo que era un hecho que estaba dormido.
— ¿Qué ocurre, mujer? —inquirió él mirando hacia todos lados.
Mamá tenía una mano en la cabeza al mismo tiempo que la sacudía de un lado a otro.
— Está embarazada —susurró ininteligible.
Papá frunció el ceño.
Di un paso hacia él y toqué mi pequeño vientre. Mis lágrimas caían sin detenerse cuando sus ojos captaron lo que trataba de decir con mis torpes movimientos.
Él tironeó de su corto pelo con desesperación cuando comprendió. Lo siguiente que recuerdo eran sus gritos y la forma en qué se culpaban uno y otro. Papá reclamaba que mamá tenía la culpa por nunca estar al pendiente de mí y mamá decía que era un hombre mediocre por no haber puesto el suficiente cuidado conmigo.
Sus reclamos en forma de gritos se prolongaron por varias horas, incluso semanas. No viajamos a casa de mis abuelos como cada fiestas decembrinas, tampoco festejamos en casa.
El ambiente había cambiado totalmente en lo que yo creí era mi hogar. Perdí el derecho a hablar delante de mamá y tampoco podía exigir nada. Me fui volviendo un bulto más en esa casa asfixiante y los días se fueron volviendo más deprimentes de lo que ya eran.
Los padres de Edward llegaron un día de enero, sin embargo mamá no los recibió. Los echó de la casa sin dejarlos hablar. Fue vergonzoso que ellos intentaran llegar a un acuerdo y que Renée cerrara la puerta en su cara, ni siquiera Charlie la hizo entrar en razón.
En la escuela no era mejor. Mi barriga se notaba y los cuchicheos estaban a la orden del día. Edward pasó de ser el chico que nadie miraba a volverse un héroe, tan solo porque era el padre de mi bebé.
Hablando de él. Debía admitir que estaba tratando de que mis días fueron menos deprimentes, no éramos amigos y cada vez hablábamos menos, pero agradecía el hecho que siempre me diera comida. Él se preocupaba porque me alimentara cada día, comprendí que quizá esa era su función en esto.
Estábamos a finales de abril y tenia siete meses de embarazo, no estaba preparada para llegar a casa y ver a los padres de Edward en la sala de estar. Él los acompañaba y quise creer que fue la razón por la que no había ido hoy a clases. Me quedé escondida en el cuarto de lavandería y con la puerta entreabierta.
— Nosotros podemos hacernos cargo —dijo Esme mientras su esposo sostenía su mano—. Si para ustedes es insostenible tenerla en casa, ella podría vivir con nosotros, la cuidaré como una hija.
Los ojos de Edward casi se desorbitaron y la nuez en su cuello se movió de arriba abajo. Se veía asustado.
— También nos haremos cargo del hospital —aseguró el padre de Edward—. Nuestro hijo ha conseguido un empleo y ayudará en todo a Bella. Ella y el bebé no estarán desamparados.
— Nosotros estamos corriendo con los gastos de las consultas prenatales —articuló papá—. Pensé que entre los dos podemos cubrir el hospital.
— ¡De ninguna manera! —espetó mamá con esa voz fría y carente de sentimientos—. Isabella no irá a vivir a ninguna parte, ella se quedará aquí, en su casa.
— Ella no es feliz aquí —se entrometió Edward—. Casi no come, todo el tiempo está triste y aunque no llora sé que no la pasa bien.
— ¿No es feliz? —Cuestionó mamá—. ¿Y quién podría ser feliz cargando un hijo que no quiere tener?
Toda la estancia se enmudeció. Y por primera vez en mucho tiempo mis lágrimas cayeron, rodaron por mis pómulos y una que otra se metió a mi boca, dejándome probar lo salado que eran.
Cubrí mi boca y callé un sollozo antes de salir de ahí. Caminé toda la acera sin saber a dónde ir. Ese ya no era mi hogar, ya no se sentía como tal, nunca lo había sido. Deambule por horas entre las calles hasta llegar a una tienda Walmart, me entretuve con cada artículo de bebé y miré emocionada la ropa de maternidad, yo seguía usando mi ropa aunque me quedara ajustada.
Finales de junio llegó demasiado rápido y con el fin de mes se aproximaba la fecha de parto. seguía asistiendo cada tarde a la tiendas para emocionarme con todo lo que veía. Era un escape tierno a mi realidad.
Ese día al llegar a casa. Papá estaba en la cocina, olía a salsa de tomate y supuse que cocinaba.
— Hola —dije.
Él volteó a verme y me sonrió.
— Esa barriga está grande —comentó sirviendo espaguetis en salsa de tomate— ¿qué crees que sea?
— Mi corazón dice que es una niña —acaricié mi barriga—. Papá, crees que pueda tener una fiesta para mi bebé, he escuchado que se hace una fiesta en su honor, ¿puedo tener una?
— ¿Te gustaría?
Sonreí ampliamente.
Había soñado tantas veces con usar un hermoso vestido que hiciera lucir mi vientre abultado y también quería un gran pastel de tres capas, diseñado en tono rosa y con un pequeño bebé en la parte de arriba. Era lo único que pedía.
— Me encantaría, papá.
— Entonces, hagamos una gran fiesta en honor a ese bebé, cariño. —Él me abrazó fuertemente y dejó un beso en mi cabello.
Dicen qué soñar no cuesta nada. Esa noche soñé con nuestra fiesta y en la mañana siguiente ese sueño se derrumbó junto con mis planes. La realidad era dolorosa.
— ¡Por supuesto que no vamos a premiarla con una fiesta, Charlie! —Exclamó mamá, podía oír los gritos hasta mi habitación porque llevaban horas discutiendo.
— ¿Por qué eres tan cruel, Renée? Es tu hija también, si bien no era el momento para convertirse en madre, ella está a punto de serlo. No podemos simplemente fingir que no nos interesa lo que le pase. Ella quiere una fiesta.
— Isabella perdió todo derecho siquiera a pedir una manzana en esta casa. Ella tendrá que dejarse de idioteces porque nadie festejará su fracaso.
— Le haré su fiesta.
— Si te atreves, ¡te largas de mi casa! Aquí no hay nada qué celebrar y es mi última palabra, Charlie.
Tragué el nudo en mi garganta.
Toqué mi pequeña barriga y la acaricié con ternura, estábamos solas. Tal vez no fue en el momento adecuado, ni en las mejores circunstancias que me convertiría en madre, sin embargo yo amaba a mi bebé y me dedicaría en cuerpo y alma para que jamás se sintiera despreciado. Nunca.
Con mi vida le demostraría día a día que fue lo más bonito que me pudo pasar.
Nota: nos queda un último outtake, lo traeré pronto. Promesa.
*Si se están preguntando si Bella tuvo su fiesta de Baby Shower les despejo la duda y es NO. Ella tuvo a su hija una semana después de la discusión de sus padres.
Bueno, con este outtake queda claro el porqué Bella decidió entregarse por completo a ser madre. Ella no tuvo el mejor ejemplo y por ello decidió amar a su hija para que nunca pasara lo mismo qué ella vivió. Me gustaría saber su sentir, ¿qué piensan?
Por cierto, si gustan ver la imagen de Bella embarazada pueden unirse a mi grupo de Facebook: link en el perfil.
Infinitamente agradecida por la oportunidad. A estas alturas estoy muy encariñada con cada una y aunque no crean ya las identifico. Les agradezco su apoyo, son las mejores.
Gracias totales por leer 💫
