Importante: Phineas y Ferb y La Ley de Milo Murphy no son de mi propiedad. Ambas series pertenecen a sus creadores Dan Povenmire, Jeff "Swampy" Marsh y a DTVA.


Capítulo II

—Déjame entender —dijo Doofenshmirtz—, tú ya habías planeado estar con tu pareja todo el verano, pero un problema familiar se atravesó. Tu mamá, Lindana Flynn, que curiosamente tuve cita con ella cuando yo era joven…

—¡Espera, espera! ¿Tú y mi mamá salieron? —interrumpió Candace, cuando estaba colgada boca abajo y atada con una soga por el pie derecho.

—Fue una noche y después de eso no supe nada de ella hasta ahora, además, no creo que ella me recuerde. —respondió Heinz—. Cómo sea, ¿en dónde estaba? Ah, sí: tú habías discutido con ella. Entonces, tus hermanos malinterpretaron que estabas enojada con ellos. Y tú te sentiste culpable por eso y vienes a pedirme ayuda para que regreses al pasado con el repetidor-inador, que casi destruye la realidad cómo la conocemos, para que evites todo lo mencionado recientemente. Así que, en resumen, lo que me tratas de decir es que tú no eres…

—No soy lo que usted piensa. ¡Me puede bajar, por favor! ¡Me estoy mareando!

—Ah, hubieras dicho eso desde el principio —dijo, y a lado suyo, oprimió un botón que estaba en la mesa.

Candace se liberó de la soga y cayó al suelo.

—¿Candace, estás bien? —dijo Vanessa.

—Sí, muy bien, mírame. Me caí de muy alto y me duele mucho la espalda, pero estoy bien… gracias por notarlo.

—Eso fue sarcasmo, ¿cierto?

—No, cómo crees… para nada. —dijo la pelirroja—. ¡Puedes ayudarme a levantarme!

—Lo siento —expresó la gótica, y tomó a Candace del brazo para levantarla.


Mientras tanto, en el patio trasero de la casa Flynn-Fletcher.

Isabella le había dicho a Phineas que Candace había ido con Doofenshmirtz. Miró a Phineas que estaba pensativo. El pelirrojo tenía su mano acariciando su mentón y estaba caminando de un lado a otro.

—Phineas, ¿qué estás haciendo? —Se preocupó Isabella.

Phineas salió de sus pensamientos, divisó a su amiga y le dijo:

—Ah, hola, Isabella. Estaba pensando muchas cosas y… Bueno, me inquieta mucho el extraño comportamiento de Candace. Y como dijiste: ella no estaba molesta con nosotros, si no que se sentía triste por la discusión que tuvo con mamá, pero sospecho que algo más está pasando —pausó por un momento y prosiguió—: Conozco bien a Candace. Ella reconocería sus errores y se disculparía por lo que hizo. También haría algo para enmendar sus errores, pero no en la forma como lo hará. Quizás quiere viajar al pasado porque algo grave la impactó emocionalmente y quiere tratar de no complicar más las cosas…o no sé. Si logra viajar al pasado, espero que ella logre quitarse ese peso emocional y sentirse mejor… Eso pienso.

—Lo siento, no quería alterarte —respondió—. Solo estaba preocupada.

—No te preocupes, Isabella. Todos estamos preocupados por ella —dijo Phineas—. Y si en caso que Candace regrese, espero que nos cuente a Ferb y a mí lo que tiene. Podemos ayudarla.

Isabella apoyó la mano en el hombro izquierdo de Phineas. El pelirrojo giró y miró que su amiga le devolvía la mirada con una leve sonrisa.

—Bien, aún tienes muchas cosas qué arreglar, ¿no? La cita de Candace y Jeremy quedó arruinada por la culpa de Buford —decía la morocha

—Tienes razón, Isabella —decía el triangular—. ¡El día aún es joven! Como Buford arruinó la cita y se terminó todo del menú, vamos a hacer algo más grande para Candace y Jeremy que una simple cita en un restaurante. Ambos pasarán el mejor último verano juntos antes de que Jeremy se vaya a la universidad. Así que tenemos que apresurarnos.


Doof salió de la puerta del balcón y se dirigió al laboratorio mientras sostenía en sus manos algunos papeles y planos viejos.

—En vez de crear un repetidor-inador que podría causar saltos temporales, mejor traje algunos planos viejos para hacer otros inadores que puedan arreglar tu problema —expresó Heinz.

—¿Y es necesario hacer todo esto, Candace? —preguntó Vanessa.

—¿Y por qué no? Hay que ayudarla. Incluso esto me ayudaría a mí en concentrarme en hacer el bien para no recaer en el mal hasta convertirme en el Profesor Tiempo —respondió su papá.

—Pero, papá, Candace puede hablar con la Sra. Flynn y disculparse.

Candace se molestó con el comentario de Vanessa y respondió agresivamente:

—Lo hice, pero entre eso hay un asunto personal muy complicado y mamá me necesitaba para apoyarla en ese momento, pero estaba muy centrada en mi cita con Jeremy... ¡Bah! No creo que entiendas la situación que estoy pasando.

—Pongámoslo así, no sé los problemas por los que estás pasando ahora, pero sí sé que esto no es la solución a tus problemas —decía Vanessa—. Piénsalo: ¿realmente la respuesta es volver de hoja y borrar lo que hiciste?

—No. Creo que no —La joven Flynn se entristeció—. Al darme cuenta de que mis hermanos estaban preocupados por mí, mientras me comportaba de manera egoísta con ellos, me dolió. También ver a mi mamá triste porque no pudo contar conmigo, me partí por dentro. Solo quería cambiar todo porque ellos no merecen lo que les hice. Aunque… tal vez tienes razón. Tal vez esto no es una solución a mis problemas.

—Sí. Prosigue.

—¿Y si me concentro en el presente? Y-yo… —Candace interrumpió sus palabras.

Candace se dio cuenta de que su amiga usó sus habilidades psicológicas otra vez. Vanessa se estaba entrometiendo en su asunto, sin embargo, la pelirroja aún se mantenía en su postura. Estaba haciendo lo correcto para su familia y nadie tenía que venir a contradecir su decisión. Tampoco era una niña de quince años. Se convirtió en una joven adulta capaz de tomar sus decisiones, ¿no? Incluso su madre le recalcó que no estaría para siempre con ella para señalar las malas decisiones que siempre tomaría.

—¡Un minuto! ¿De nuevo estás usando unas de tus tácticas conmigo? —la pelirroja se enfureció—. ¡Estoy cien por ciento segura de lo que estoy haciendo, Vanessa!

—Sí. Así es. Pero lo hago porque quiero ayudarte y… —respondió la gótica.

—¿Sabes qué? ¡No quiero tu ayuda, Vanessa! Al fin encontré la manera de solucionar lo que hice y tú solo quieres evitarlo —dijo Candace—. Eres una mala amiga.

—Solo trataba de ayudarte, pero si estás segura de lo que estás haciendo, adelante. Toma tu decisión —dijo la castaña—. Y que quede claro que no soy una mala amiga, solo quería animarte a hacer las cosas bien —enfatizó—. Cómo sea, ayudemos a Candy con su problema.

—Eh, ¿bien…? —dijo el doctor, algo incómodo por lo acontecido—. Ustedes dos me van a ayudar a construir el inador, así que hacemos un cambio de escenario.

Doof, Candace y Vanessa terminaron de construir el artefacto. Todo quedó listo para que el aparato funcionase.

—Admiren: ¡El reescritor-inador dimensional! —Doofenshmirtz señaló el aparato—. Hace lo que dice su nombre: reescribe, y aquí lo importante, en nuestra dimensión.

—¿Y eso cómo va a funcionar? ¿Me llevará en algún punto del tiempo? —preguntó la pelirroja.

—Verás, este portátil podrá calcular y buscar sucesos como el tuyo en tus alter egos en otras dimensiones, y en una de ellas encontrará una dimensión dónde nunca discutiste con tu madre. Y con todo lo anterior, el reescritor-inador lanzará un rayo directamente a la corriente del tiempo para adaptar ese suceso a nuestra línea temporal. ¡Y así la realidad será reescrita y tu conflicto personal nunca sucederá! —explicó Heinz.

—Solo entendí que reescribirás algo y me perdí en lo demás —Candace se rascó la cabeza.

—¿Es en serio? Como mencioné, usaremos otros universos como referencia para alterar el pasado.

—Espera, ¿cómo que otros universos? Pensé que ibas a construir una máquina del tiempo —dijo la joven Flynn.

—¡Qué no! La máquina del tiempo usa el jugo del tiempo y me llevará algunos años descubrirlo —replicó el doctor—. Y con este inador se puede alterar la línea del tiempo sin viajar en el tiempo, pero más limitado porque no se puede usar más de una vez, ya que los circuitos del inador no soportará una carga masiva de electricidad.

—¿Y dónde piensas sacar toda esa energía eléctrica, papá? —inquirió su hija.

—De toda el Área Limítrofe —Doofenshmirtz encendió la máquina.

—¿¡Qué!? ¡Eso va a hacer una locura! —decía Vanessa.

—Sí. Así será. Y esta es la única alternativa que hallé para ayudar a tu amiga —dijo Heinz—. Muy bien, amiga de Vanessa; ya que estás muy segura de lo que vas a hacer, voy a disparar el inador.

—Bien… —dijo Candace nerviosa.

El inador disparó un rayo de luz directo a la atmósfera celeste, después, los presentes escucharon un gran crujido, como si un piso de concreto se abriera en dos.

Afuera del edificio, en la calle, la gente observaba hacia arriba con temor una enorme grieta, profunda y oscura que se iba abriendo en el cielo.

—¿¡Qué es eso!? —exclamó la pelirroja.

—Contempla cómo se abre el tejido de nuestra realidad a otras dimensiones para manipular la continuidad cronológica de tu pasado —explicó el científico.

De pronto, el aparato comenzó a causar cortocircuitos y soltar humo.

–¡Oh, no! ¡Eso no es bueno! –decía Doofenshmirtz atemorizado.

Doof corrió hacia el inador, la destapó por la parte de arriba y checó la parte interna del aparato para encontrar el problema. Y después de unos minutos, logró ver que había un hueco entre todos los cables que estaban enredados. Faltó algo por incorporar al inador, y para Heinz no fue tan difícil intuir lo que faltaba. Y luego dijo:

–¡Amiga de Vanessa, no instalaste el tubo para la refrigeración como te indiqué!

–No sabía cuál era —Candace encogió los hombros

—¿No pudiste preguntar? –dijo el científico, y notó que la chica sostenía una objeto metálico—. ¡Espera un minuto! ¡Todo este tiempo lo llevabas en la mano!

—Ah, era esta cosa —respondió la pelirroja—. Yo pensaba que era para el soporte de ese aparato.

Doof y Vanessa fruncieron el ceño.

—¿Qué? No me miren así —dijo Candace–. De por si no entiendo a mis hermanos cuando construyen sus locos inventos, mucho menos ahora si a mí me toca construir.

El científico observó una vez más el interior del artefacto y encontró otro detalle.

—Como no instalaste el tubo para la refrigeración, conecté todo al botón de autodestrucción como de costumbre. Y si mis cálculos no me fallan, el inador va explo-...

Doof no terminó su frase, porque de pronto, el artefacto explotó, cuya onda expansiva arrojó a los presentes hacia atrás. Eventualmente, la grieta se extendió aún más.

Vanessa estaba aturdida, pero logró reaccionar tan pronto al ver a su amiga herida. Se levantó del piso y corrió hacia Candace para ayudarla. Finalmente, la gótica ayudó a la joven Flynn a ponerse de pie y tomó suavemente el brazo izquierdo de Candace para descansarlo sobre su hombro.

—¡Candace, déjame llamar a urgencias! —exclamó Vanessa.

Candace estaba aturdida y le dolía la cabeza. Tampoco alcanzaba escuchar algo, solo un molesto zumbido dentro de su oído. Y empezó a sentir un dolor insoportable en su antebrazo izquierdo. Cuando los segundos avanzaban, el dolor en su antebrazo le dolía más y eso provocó que la pelirroja soltara una lágrima.

—Bueno, fue culpa de los dos, aunque pensándolo bien, tuvo más la culpa esa chica de cuello largo —comentó Doofenshmirtz a nadie en particular—. Ah, y amiga de Vanessa, también se me olvidó mencionarte si tenías seguro, porque yo no me hago cargo de los gastos médicos.

—¡Papá! ¡Al menos puedes llamar a emergencias! ¡Candace está herida! —dijo Vanessa.

El científico se levantó y se sacudió el polvo de las rodillas y los brazos con las manos.

—Ya voy. Además, espero que esto no active otra vez la alerta de inadores —El científico se inquietó.

—¿Cómo no? Era evidente que algunos de tus inadores ridículos fallarían, papá.

—Te he dicho muchas veces que no son ridículos mis inadores —dijo—. Solo es una mala planeación. Aparte, he mejorado bastante.

—Uy, sí, has mejorado hasta el punto de ponernos en peligro —respondió la gótica.

—Eso fue sarcasmo, ¿cierto? —inquirió Heinz.

Doof no recibió respuesta de su hija.

El científico sacó su teléfono y marcó a urgencias, mientras Vanessa atendía a Candace, que aún se quejaba del dolor en su antebrazo.

—Descuida, ya vienen los paramédicos —decía la castaña.

Candace recuperó un poco de su audición.

—Bueno, eso no lo vi venir —dijo Candace—. ¿Cómo es posible que todas tus heridas no te duelan?

—Créeme, sí me duele, pero ya estoy acostumbrada a esto. Es rutina —respondió la gótica—. Lo bueno es que este año voy a la universidad y espero dejar este lugar lo antes posible.

—¡Maldición! ¡Me duele mucho! —Se quejó la pelirroja—. ¡No puedo creerlo! He caído de lugares muy altos; he recibido golpes mucho más fuertes que esto; me he roto los huesos, y se supone que en este mundo de caricatura, el dolor pasa demasiado rápido y, después de un rato, desaparece. Pero hoy, irónicamente, el universo quiere que sufra —dijo—. Si mamá se entera de que estoy herida…

—¡Candace, concéntrate! —dijo Vanessa—. Hay que avisarles a tus hermanos que vas directo a urgencias y hay que tratar de evitar que tu mamá no se entere de esto, ¿de acuerdo?

—No tengo servicio en mi teléfono —interrumpió Doofenshmirtz y mostró la pantalla de su celular—. Incluso para llamar a emergencias no entran las llamadas.

Vanessa verificó el celular de Candace y el suyo, pero ninguno de los dos teléfonos mostró tener servicio telefónico.

—Esto es extraño —la gótica se frotaba la barbilla.

—Tengo malas noticias: Primero, por la culpa del inador, no tenemos energía eléctrica en toda el Área Limítrofe; segundo, no tenemos servicio telefónico porque no hay energía; y en tercero, la brecha quedó abierta y, bueno, ya saben, no hay energía para que un inador la cierre —explicó el científico—. En el peor escenario, esa brecha ya se hubiera hecho más grande, destruyendo toda nuestra realidad.

—¿¡Esto es en serio!? ¿¡Y hay alguna solución!? —preguntó Vanessa.

—Bueno, en un mejor escenario, si reconstruimos el inador para sellar la grieta antes del anochecer, sobreviviremos —dijo Doof—. La única cosa que falta es averiguar dónde podemos sacar la suficiente energía para el inador. Además, hay que hacerlo rápido porque también esa grieta causa más alteraciones, abriendo brechas en el tejido en cualquier parte del mundo y eso provoca que otros seres salten de otras dimensiones a la nuestra.

—Phineas y Ferb —mencionó Candace—. Vanessa, ellos dos pueden ayudarlos en algo. Es mejor que regresemos a mi casa para pedirles ayuda.

—¿Vas a estar bien?

—Estaré bien… —respondió la pelirroja, pero en ese momento el dolor se intensificó aún más—. Bueno, eso creo.

—De acuerdo, solo deja traer el botiquín de primeros auxilios para vendar tu brazo y nos vamos —dijo Vanessa.

—Y yo iré con Monograma para pedirle ayuda —decía Heinz.

Vanessa se dirigió a su habitación para buscar el botiquín y Doof ya había entrado por el elevador para dirigirse a la entrada del edificio. Candace se quedó sola. Ella pensaba y se arrepentía de lo que había hecho. No solo había cometido un error, sino que hizo las cosas más grandes.

—Bien hecho, Candace. Lo hiciste de nuevo. Metiendo la pata en vez de mejorar las cosas —dijo para sí misma—. Tendré que decirles la verdad a mis hermanos sobre mi abuelo…creo que será lo mejor para todos.

Continuará…