N/A: ¡Hey, Gracias por el apoyo y por la lectura! Estoy disfrutando mucho al escribir esto e intento ir mejorando algunas cosillas :). El título de este capítulo está inspirado en una rima de Bécquer, la número VII.
Sólo dejadme añadir que el significado de "Du bist schön…" es "eres bello [you are beautiful]". Erik lo usaba en el capítulo anterior y va usarlo de nuevo en éste, jeje. Porque voy a aprovechar un poco que tenemos a estos dos chicos juntos en estos capítulos… jiji.
Ah! Empiezo con referencias a 'Magneto – Testament' (2009), que es uno de los pocos cómics enteros que he leído y que me tiene el corazón roto. Como siempre, todo lo que no reconozcáis es mío, lo demás de Marvel, Fox y sus gentes :).
¿Nos vemos en los reviews?
Capítulo 5. In the dark corner of the hall (Del salón en el ángulo oscuro).
"Sometimes you get a moment when everything lines up, when anything is possible. When suddenly you can make things happen. God help us if we take that moment. And God forgive us if we don't". – Jakob Eisenhardt en 'Magneto – Testament' (Vol.3). Marvel Comics. /
/ "A veces hay un momento en que todo sale bien, en que todo es posible. Cuando de repente puedes hacer que las cosas sucedan. Dios nos ayude si tomamos ese momento. Y Dios nos perdone si no lo hacemos" [Traducción].
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– Ellos no van a parar a nunca…
– ¿Y entonces qué se supone que tenemos que hacer? ¿Huir?
La voz de Jakob Eisenhardt se alza por encima de la de su hermano esa mañana en Düsseldorf. Es simplemente impensable que el mismo país por el que luchó tanto tiempo atrás le esté dando la espalda de esa manera. Edie, su esposa, lo mira en silencio mientras los dos niños – en realidad sólo Max sigue siendo un crio – están simplemente sentados en la mesa del comedor.
Ruth es la mayor y al final mira a su padre, y se debate contra la propia inquietud al hablar.
– Quizás… quizás el tío tenga razón, poppa. La mujer de la floristería… ella piensa que soy alemana…
– Ruthie, tu eres alemana querida.
– Bueno… sabes qué quiero decir – La chica insiste con esa determinación que muchas veces sólo da la primera juventud, con la incomodidad de haber visto alejarse a más amigas de las que en realidad tenía. Mientras su hermana habla, Max juega tímidamente a su lado. 'Extrañamente concentrado en uno de los pequeños metales con los que Jakob le enseñó a hacer brazaletes, una tarde de no hace tanto'. El niño que un día será Erik Lehnsherr aún no hace mucho más que doblar alguna pequeña cuchara y ser extraordinariamente bueno al lanzar la jabalina de la escuela en gimnasia, pero en sus manos ésta siempre va un poco más lejos que cuando la lanzan los demás…
Ruth continua: – La mujer que abre la floristería de abajo por las mañanas, a veces me llama Greta. No sé de dónde lo ha sacado y es probable que me confunda con alguien más, porque siempre me pregunta qué vamos a hacer por Navidad. Pero… yo la dejo papá… Es… más fácil de esa manera.
Hay tristeza en los ojos de Jakob cuando asiente.
– ¿Qué crees entonces Edie, Schatz? ¿Ya no hay lugar para nosotros en la tierra de Goethe, Mendelssohn y Beethoven?
No mucho tiempo después los Eisenhardt intentaran ser los Lehnsherr en Polonia y acabaran sin proponérselo en el gueto de Varsovia.
El último intento de quedarse en Alemania habrá quedado en nada cuando Jakob se dé cuenta que su viejo amigo, ese hombre del que cuenta que salvó la vida hace veinte años, el mayor Scharf, puede que ahora trabaje para el gobierno… pero nunca va a tener manera de ayudarle.
No cuando las leyes de Nuremberg no les han dejado opción. 'La ciudadanía alemana de muchos como ellos es ya sólo un recuerdo'.
– ¿Sabes una cosa, hijo? Diga lo que diga tu tío, hubiera sido mejor que fuera el mayor Scharf quien me salvara la vida esa vez y no al revés. La gente que te ayuda una vez, puede que vuelva a querer ayudarte después; porque eso confirma su buen juicio inicial…
Incluso en Varsovia, Jakob no guarda rencor e insiste a su familia que todo va a salir bien. Que alguien va a poner pronto final a toda esa locura.
Pero Ruth enferma y el aspecto de Edie cambia tan deprisa que parece haber envejecido décadas en unos pocos meses.
En junio de 1941, las cartillas de racionamiento a penas permiten 184 calorías al día por cada judío y mueren 2.000 personas al mes en el gueto de Varsovia.
Lejos quedan esos mediodías del sabbat en los que, durante la sobremesa, Jakob solía preguntarle por los compañeros de la escuela y, una vez, sólo una vez, por esa niña con la que antes le había hecho la puñeta Ruth.
– ¿Así… dime… esa muchacha a la que le regalaste el brazalete es judía? –. Esa pregunta, acompañada de una sonrisa, ni siquiera es más que eso, la manera de sonsacar a un niño… Con curiosidad y una sonrisa suave.
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Erik no recuerda si nunca llegó a responderle.
Erik no ha pensado, en realidad, en Jakob en mucho mucho tiempo. 'Puede que haya cosas más fáciles de llevar a cabo si no piensa en su padre…'.
Parpadea un instante, al darse cuenta que ni siquiera se ha fijado en el último movimiento del juego de Charles. Pero, de hecho, cuando lo busca con la mirada a través de la habitación; el joven telépata ni siquiera sigue sentado en la butaca de enfrente.
Se miran un instante: Charles está levantado, con un vaso en la mano izquierda. Pasa distraído un dedo por la parte baja de la gran estantería del estudio, en un gesto pensativo.
Está bastante claro que ha ido hasta allí a por los vasos en el momento en que saca el segundo de ellos de un armario lateral. Erik se pregunta cuánto hace, en realidad, que no estaba prestándole la suficiente atención. 'Sorprendentemente Charles ha dejado ya el Scotch encima de la mesita auxiliar de la sala sin que él se diera cuenta, cerca del tablero de ajedrez'.
Erik puede haber estado del todo distraído esta vez… pero también se da cuenta enseguida que hay algo mal en Charles Xavier, lo ha habido todos estos días y aún no ha dado el paso de preguntárselo. 'Lo que sea, pesa hoy más en su mirada'. Es julio, un martes por la noche, y Charles ha estado toda la mañana entrenando a Alex en ese – hasta cierto punto estrafalario, al menos para la época en que se construyo – refugio nuclear de su padrastro…
Kurt Marko.
Algo de eso no gusta nada a Erik al pensarlo:
Ni siquiera ha sido Charles quien se ha molestado en ponerle un nombre al tipo al mencionarlo. Y Raven, que es quien les ha dado el nombre y un par de datos sobre su paranoia nuclear y las fiestas llenas de inacabables convenciones sociales, ha resultado ser sólo ligeramente algo más abierta al respecto...
Erik Lehnsherr mira un instante al hombre con el que pasa la mayor parte de sus noches y se inquieta con la pregunta en los labios. 'Charles le ha mirado desde el principio como si no quedara ninguna pesadilla por descubrir en él, en más de una manera Erik se ha sentido desnudo frente al hombre más joven, pero éste nunca ha hablado mucho de sí mismo en realidad…'.
Lucha ahora con las palabras para hacer esa pregunta. Y al final no abre la boca, pero da igual; porque Charles suspira, baja la mirada y acaba contestándole igualmente en poco más que un murmuro incómodo.
Charles es, de hecho, cada vez menos reticente a reconocer que hay determinados pensamientos que simplemente no sabe no oír. Hay también menos muros entre los dos en ese momento.
– Esta casa no me ayuda a pensar con mucha claridad. Alex… le dije que… – se para un momento y balancea solo un poco su equilibrio con uno de sus pies – ¡Dios! Creí que podía hacerlo y después le dije que…que en batalla podría haber matado a uno de sus compañeros… ¡a Alex…! ¿En qué estaba pensando?
Charles ni siquiera quiso decir eso, claro; no después de la muerte de Darwin. Erik le ve dejar los vasos en la mesita y pasarse una mano por el cabello.
Creía que podría manejarlo mejor, pero es evidente que algo le sigue persiguiendo en ese sitio. Respira. Al final tiene a Erik para sincerarse… ¿Pero cómo?, se pregunta.
Éste le observa aún en silencio, con una repentina sombra ondeando en la mirada…
Puede que no sepa qué hacer con ello.
– Dale tiempo – Erik se inquieta incluso al escuchar su propia voz. 'Tiempo… Él ni siquiera cree que debería pensar en disponer de más tiempo'. Han pasado meses desde esa noche en Florida…. ¿Por qué motivo debería tener que esperar mucho más para cazar a Schmidt? ¿En qué momento ha empezado a esperar de verdad que los chicos estén lo suficientemente preparados para ello?
'Sí, le dijo a Charles en Richmond que ellos también necesitaban un ejército… pero no acaba de reconocerse en ello'. Charles prefiere el término aliados (o amigos), de todos modos.
– Charles…
Le ve vacilar.
"Alex va a estar bien, tienes razón…". El telépata no habla en voz alta esta vez… aunque le mira y en sus ojos tampoco hay rastro que haya escuchado nada más que palabras reconfortantes en la cabeza del hombre que tiene delante.
Nuevamente desvía la mirada hacia la estantería. Erik, que ya no está en la butaca, se fija entonces en lo que mira.
– ¿Física nuclear? – Hay un montón de libros de esa temática en ese renglón. Charles puede ser genetista y un genio pero no parece el tipo de lectura que acorde con él.
– Eran de mi padre – Hay otra cosa en la mirada de Charles ahora. – Cuando murió, cuando se mató, no estoy muy seguro que ya tuviese mis poderes… aunque a veces creo que sí, que en realidad nunca lo vi en su despacho el día que… que era en mi cabeza donde estaba… Era científico nuclear y trabajó con Kurt, mi padrastro, hasta casi el final.
Erik no sabe exactamente qué decir. No a eso.
– Charles…
Erik ve a su compañero perderse un momento más en sus pensamientos con la palma de la mano en el lomo de uno de los libros.
– Marko persuadió rápidamente a mi madre que esta casa necesitaba un hombre que se hiciera cargo de ella… – Se ríe un poco sin humor a continuación – Él buscaba, bueno, riqueza y una posición… esta casa y otras fincas que después quien sabe cómo se arregló para vender. Solía humillarla. – Calla sólo un segundo más: – Más por suerte que por otra cosa, parte de la fortuna quedó a nombre de mi madre… ni siquiera me explico cómo ella se las arregló para hacer testamento entre botella de Bourbon y botella de Bourbon…
Una sonrisa amarga cruza el rostro del mutante más joven, algo de humor falso en el gesto de su boca.
– Escucha… – La voz de Erik es mullida ahora, forrada de algo profundo. Quiere decirle que en realidad no tiene por qué seguir explicándole algo así.
Nadie más que Erik sabe que hay cosas que pueden ser demasiado difíciles de compartir. Y al fin y al cabo, quiere que Charles esté bien no que responda ninguna estúpida pregunta… 'Porque Charles Xavier debe ser ligereza y ese maldito optimismo que ahora menos que nunca no entiende de dónde ha sacado…'.
– No era para nada aburrido vivir aquí…– Hay dolor en los ojos pese a la risa que intenta construir. Una humedad allí aunque sin lágrimas: – Las mentes de Kurt y su hijo no eran agradables… pero no tiene importancia, Erik. Hace mucho tiempo –. Charles hace un ademán inseguro con la mano y después se obliga, de hecho, a apartar lo absurdo del recuerdo.
Kurt murió y Caín, que era más grande y tenía más fuerza, se fue hace mucho tiempo. No menciona esa cicatriz en el tobillo de uno de los golpes de rabia de su hermanastro ni la constante sensación de no haber sido suficiente para evitar al menos una de cada muchas borracheras de Sharon.
Se siente ridículo de facto al estar siquiera considerando quejarse de su infancia delante de Erik.
Erik, que está buscándolo un segundo después…
– Discúlpame…
Charles Xavier quiere seguir disculpándose pero se queda atrapado en la mirada del hombre que, de pronto, tiene una de sus manos en la parte baja de su espalda. La otra en su pelvis. El instante queda congelado, a medida que los ojos de Erik recorren su cara.
Hay tanta esperanza e incertidumbre en todo eso que están viviendo… Charles sabe que el final de la misión, el momento en que al final encuentren a Shaw, está allí en la mente de Erik. Pero los dos están de acuerdo en lo mucho que podrían ayudar a otros, ¿no?
Erik es extraordinariamente bueno empujando a los chicos. Llevándolos a alcanzar más potencial.
'Hay un segundo en que Charles piensa que está muy muy orgulloso de él…'. Pero después las manos de Erik se mueven y van de la espalda a los brazos. No es ni remotamente la primera vez, pero en esta ocasión el corazón podría ser capaz de detenérsele cuando Erik Lehnsherr lo besa. Es distinto de otras veces, principalmente porque es inesperadamente suave, como si Erik quisiera aplacar cualquier desasosiego de Charles con su aliento. Deslizando la lengua ligeramente a lo largo del labio inferior de su amante antes de volver a mirarlo.
– Du bist schön… – Dice. Y esta vez Charles Xavier tiene la mente lo suficientemente abierta para dejarse acariciar por el significado que sus sentidos le dan a la frase, por el anhelo en ella. Sus rodillas sosteniéndole únicamente porque Erik sigue manteniendo el agarre en sus brazos. El siguiente beso llevando a distancia cualquier rastro de sus fantasmas.
Sus labios contra los de Erik ahora de forma más desordenada. En parte torpe porque Charles está de pronto mucho más ocupado sonriendo a ello…
– No, mi amigo – Consigue entonces responderle en voz baja, algo ronca; apoyado definitivamente en el peso en él. Y con una mano en la solidez del pecho de Erik – Tú lo eres, eres bello, amor.
Charles Xavier le pasa la otra mano por el cabello corto y castaño, con los ojos cerrados en realidad; y no deja escapar la sensación táctil de ello hasta que llega a tocar la piel de la nuca, jugando con las puntas de su pelo.
De alguna manera el momento se eterniza y el telépata puede escuchar su propio latido en la cerrazón nublada de sus orejas. – Erik, yo…
Erik esta vez vacila y acaba por tirarle atrás, profundizando el contacto al chocar ligeramente contra el mueble lleno de libros. Repitiendo en esta ocasión sí, viejos patrones de otras noches. No es lo que Charles quiere ahora mismo y usa, efectivamente, la suavidad tomada del mismo beso de Erik para revolverse contra ello. Acaricia la cara y la garganta al doblador de metal y después conduce sus brazos hasta levantarlos para quitarle la camiseta de cuello alto, entreteniéndose en el pecho descubierto.
Las yemas de sus dedos juegan un momento con la calidez tibia de la piel del otro hombre.
"Sht. Quiero que hagamos esto así, Erik", le dice. Le guía hacia el sofá pasando el dedo pulgar por sus labios, entreteniéndose a besarlo con más pericia que un momento antes pero aún entre sonrisas de absurda tranquilidad.
Erik no protesta.
Van a hacer el amor sin prisas encima del sofá porque es lo que Charles necesita, porque es lo que le da a entender incluso antes de situarse en su falda. 'En busca de suficientes caricias y besos para olvidar; y no sólo por unas horas, cualquiera de los fantasmas que le acechan en esa casa…'.
Le ayuda a desnudarse, deja que Erik le quite el pantalón y le abra la camisa y le tumba en ese canapé de piel de los años treinta. Dispuesto a montarle con lentitud hasta el punto del olvido. – Por favor…
Cuando los dos están ya enredados en el otro, Erik puede sentir la erección de Charles contra su estómago mientras lentamente se mece contra él. Las piernas de Charles firmemente fijadas a lado y lado de su pelvis y los brazos cerrados alrededor de sus hombros sólo por un momento antes de volver a alzarse en él. Se besan… y puede que Erik sea quien se encuentre dentro suyo pero es definitivamente Charles quien esa noche tiene el control.
No es para nada una novedad que Charles Xavier sepa como enloquecerle… pero todo ello tiene un ritmo distinto en esta ocasión. Hay una extraña paz en el estudio, una quietud lograda de repente mientras se entregan al instante. Solamente el débil sonido del roce con la superficie del sofá y su piel en movimiento rompiendo con constancia el silencio en la habitación.
Palabras no dichas en sus respiraciones.
"No tienes ni idea, Charles. No podrías entenderlo…", piensa Erik. No hay manera que Charles pueda comprender en lo más mínimo lo increíble que es sentirse dentro de él. O lo inaudito que le resulta su constante presencia en general.
Erik Lehnsherr deja que toda la calidez de esa realización le oprima el pecho en el pensamiento.
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Por la mañana Charles vuelve en si en su habitación, con la otra parte de la cama vacía como cada día, pero esta vez hay un ruido en la puerta y el otro mutante está allí de pie antes que pueda darse cuenta. 'Erik…'.
– Sean y Raven han hecho gofres.
El telépata parpadea un instante a esa declaración, aún intentando descifrar el significado pleno de la frase. Despertándose… 'Pero entonces una bandeja llena de comida flota al lado de Erik y llega a él incluso antes que pueda decir nada'.
Charles intenta situarse y aún adormilado acoge el pequeño gesto con una sonrisa. Mordiéndose el labio a continuación, al buscar la hora en el viejo reloj de la mesita de noche. – Es… ¿Qué hora es?
– Más de las once… los chicos están haciendo ejercicio fuera.
– Oh.
– Le dije a Moira que probablemente habías estado leyendo hasta tarde…
Erik sonríe de lado, en el fondo irritantemente presumido por ello. Y aunque quiere quejarse, Charles se encuentra por el contrario riéndose con él.
De alguna manera la convivencia con los chicos le está haciendo bien.
– No estoy muy seguro que Moira no sea ya consciente de… – Charles Xavier mueve la mano de forma vaga entre sí mismo y Erik que aún se encuentra en la puerta –… esto.
Erik, sin embargo, frunce algo el gesto. El momento se ensombrece un poco. 'No le importa lo que esa mujer o cualquier otro ser del planeta tenga que decir sobre ellos dos… pero eso no va a borrar el hecho que Moira sigue perteneciendo a la CIA'. Ella probablemente no lo entendería, ni lo aprobaría. A esas alturas Charles le ha hablado de la posibilidad de una escuela, de un lugar para proteger a otros mutantes. 'Es suficientemente malo que, por mucho que él no lo vea, esa gente siempre vaya a menospreciar a Charles por su mutación'. A estas alturas ya no se trata de un policía o un camarero al que burlar en algún lugar… y, por un momento, Erik topa con una sensación que no le es exactamente nueva: La necesidad de proteger de alguna manera aquello que le rodea, aquello que le importa.
– Sigue trabajando para ellos, Charles. Aunque creas que…
– Lo sé, lo sé – Éste sigue sonriendo, aunque por el gesto Erik cree que ha leído más allá: – Pero hablando en general deberías darle una oportunidad a Moira, mi amigo. Ella también forma parte del grupo. Vive aquí… – Charles querría continuar con una frase al respecto de ese hecho, busca las palabras porque ese momento es tan malo o bueno como otro para hablar de todo y nada, pero se da cuenta que en realidad lo que sigue es un "por el momento". Porque todos ellos viven allí ahora… pero no hay nada establecido después. ¿Van a seguir ayudando a la CIA? ¿Va a ser suficiente para demostrarles que pueden confiar en sus habilidades y pueda que sea una buena idea abrir ese lugar en el que piensa, después? ¿Qué va a pasar con ellos dos?. Intenta no preguntarse eso y, en cambio, opta por seguir simplemente el tren de pensamientos de Erik: – Y en realidad puede que no le importase si lo supiera… Moira es una buena chica y una buena amiga, profesional y abierta a ayudarnos con los chicos no sólo por el bien de la agencia.
Erik lucha también consigo mismo, en su caso para no alargar la discusión sobre Moira y la CIA, al menos no esta vez. Charles ni siquiera se ha vestido aún y decide que prefiere burlarse un poco de él… para bien. Espanta la inquietud a distancia.
Lo mira.
Los dos se miran.
– Más bien puede que no le importara ser ella quien acaba cada noche en tu cama, liebe… – Dice al final.
– ¡Erik! – Y Charles le riñe pero, tal y como Erik esperaba, no evita cierto rubor al hacerlo. – No es verdad… Ella no quiere… Oh – calla cuando se da cuenta que el otro en realidad se está burlando. – ¡Erik! Te agradecería que no intentaras tomarme el pelo…
Hay algo de posesivo, de hecho, en la manera como Erik se acerca a él después. Con un dedo le roza el ligero rastro de vello rojizo de la mandíbula, que demanda ya un afeitado, y le besa en los labios.
– Es demasiado divertido y además… no me falta razón – la bandeja que flotaba cae encima de la cama cuando Erik se pierde en el siguiente beso.
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Están sentados en una sala con televisión y un viejo billar, Sean hace girar una vieja peonza de colores que ha encontrado en su habitación, la absurdamente grande habitación de dos camas, que comparte con Alex y mira a Hank que está sentado en el sofá con un montón de papeles con los que últimamente va a todas partes cuando sale del laboratorio que le ha prestado Charles.
Raven está en algún sitio en el exterior y Moira se ha quedado en la cocina haciendo un café.
– Así – Sean pregunta – ¿Creéis que vamos a estar preparados cuando volvamos a encontrarnos con ese tipo?
Es evidente, por su mirada, que Hank duda. Alex, sin embargo, que se ha pasado en silencio la mayor parte de los últimos días; lo mira.
– Sí. Tendremos que estarlo – Dice. 'Se lo debemos a Darwin' es lo que calla y Sean asiente porque sabe que Alex es el que más se culpa por lo que ha pasado. El que menos perdona a Angel por su elección.
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En agosto, las estrellas recién nacidas de primera hora de la noche son gruesas y claras, como si el cielo de Salem estuviera más cerca que nunca. Y el jardín huele a árboles y césped recién cortado. Charles observa el paisaje y casi no reconoce ese lugar que una vez fue oscuro y demasiado grande para el niño que él era.
Ahora tiene planes… los tienen, todos ellos. Quiere que los chicos sigan allí cuando esto acabe, quiere construir una escuela a la que ayudar a otros… ambiciona a Erik a su lado.
No hablan mucho del futuro más allá de Shaw. Hank va a instalar a Cerebro en la mansión, tiene sus apuntes, salvó algunas cosas de Richmond… está seguro que puede hacerlo y es lo poco del futuro que llega a hablar con Erik estos días.
Exceptuando su visión sobre las minorías, la justicia social y los derechos mutantes, claro. Erik ha leído con avidez parte de los apuntes que Charles logró traer a Estados Unidos sobre su tesis, sus ideas sobre la evolución y alguna u otra frase que ahora no construiría exactamente así. Erik está absolutamente de acuerdo con él, con los papeles más bien… aunque insiste en que tarde o temprano la CIA va a girarles la espalda, va enfrontarse a ellos.
Moira se reúne con jefes los jueves y los lunes. Aún no tienen noticias de Sebastian Shaw pero siguen interesados en su ayuda, con algunas reticencias. Charles Xavier cree que pueden mostrarles que no hay nada que temer… que pueden demostrarles el valor de estar del mismo lado, lo mucho que en realidad los mutantes pueden ayudar al país.
Han discutido sobre ello pero el desencuentro de opiniones nunca es demasiado grave. Los dos son cabezotas y a los dos se les haría de día sólo esgrimiendo argumentos para que el otro admitiera que no tiene razón. 'En estos momentos al menos encuentran otras maneras de callarse mutuamente'.
Son recuerdos felices cuando empieza el día. Y son recuerdos que ahora pertenecen a esa casa.
Es última hora de la tarde pero Charles aún viste pantalones de pinzas y lleva la camisa con los puños subidos. Le llega música a los oídos, alta y dispersándose en mil ecos rotos por el jardín lleno de silencios. Es el tocadiscos de la habitación de Raven. Recuerda habérselo regalado en Oxford pero no tenía ni idea que había conseguido empacarlo. 'La aparición de Moira allí, cuando podría haber empezado una aburrida vida de profesor, no les dejó mucho tiempo al respecto en realidad'.
– No te he sido del todo sincero, guapa… una de las cosas espectaculares que puedo hacer es leer el pensamiento. – Parece haber pasado toda una vida desde esa frase, desde cualquiera que hubiera dicho en Oxford, para ser más sincero consigo mismo.
La mutación, lo que ya hace tanto entendió que eran él y Raven, le ha importado durante mucho tiempo, tanto que ahora aparenta haber sido siempre: Valía la pena dejarlo todo parado para ayudar a Moira. 'Y ahora, con Erik, está convencido que pueden hacer grandes cosas…'.
Puede que si Raven estuviera aquí en el jardín, le dijera que es todo cosa de su ego. 'O quizás no…'. Raven está tan entregada como los demás para hacer que esto funcione.
Sigue siendo su hermana pequeña: No tiene otra.
La música cambia.
Escucha a Alex y Sean gritar desde la misma habitación.
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– ¿Estás seguro de qué funcionará? – Un día después Sean intenta volar desde la ventana de una de las salas.
En realidad no funciona pero el ambiente es jovial y familiar el resto del día. Ve a Erik bromear y a Alex reír. Raven saca una vieja cámara, una de enorme incluso para 1960, que Charles ni siquiera está seguro de que funcione y la ve entretenerse con la mirilla marrón de detrás, que le indica rudimentariamente que ya hay un carrete, y con distintas piezas hasta que consigue convencer a Sean y a Hank de posar para la foto.
Toma varias durante el día.
Erik se queda en el ventanal noble un buen rato. Las rígidas líneas de la mandíbula y los pómulos en su habitual concentración. Los ojos de verde pálido por culpa de la luz de ese momento del día. Erik, le dedica una mueca a medio camino entre la mofa y el encanto cuando le encuentra observándole.
Pero no es aspereza lo que descubre cuando surfea con cuidado al límite de sus pensamientos más externos. "Supongo que no piensas poner orden…".
"Están pasándolo bien… no intentes negar que tu también".
Otra imagen impide a Charles continuar con el intercambio de impresiones.
"Dios… Erik".
"No enrojezcas, liebe. Un telépata como tu debería disimular un poco mejor cuando ve simplemente lo que planean hacerle en su propia cama… faltan horas para ello".
Charles intenta normalizar la respiración a tiempo para escuchar a Hank preguntarle si se encuentra bien y si encuentra que es buena idea que vayan a correr por el jardín esa tarde.
Erik, en ese momento, ya está dándole un par de pequeños golpes en la espalda de Alex y preguntándole si puede ver lo que ha conseguido los últimos días en el subterráneo. 'Es increíble lo cerca de los chicos que ha conseguido estar… y lo mucho que puede desquiciarlo para todo el día con un solo pensamiento inapropiado'.
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Erik ya no es el niño de piernas largas y espalda encorvada, quizás no suficientemente cómodo con su altura, de su preadolescencia. Ese muchacho asustado ha quedado en sus pesadillas y sus peores recuerdos, que en realidad son a veces los únicos que tiene de todo ello.
Pero pese a ello, incluso ahora, aun en este momento en que Charles ríe a su lado y miran orgullosos a Sean Cassidy mientras éste al fin consigue volar… [– Sabes que estabas pensando lo mismo – le sonríe]. Incluso ahora, el nombre de Klaus Schmidt sigue allí en ese lugar de su mente que le repite que esto no puede ser para siempre, que la CIA debería tener ya pistas de ese maldito hombre… que él debería no olvidar que la última vez que pensó que podría postergar la caza de Schmidt, todo acabó desmoronándose de todas maneras.
Los humanos, ahora puede llamarlos así, se encargaron de ello.
Y no quiere pensar en ninguno de estos chicos, por supuesto no en Charles, en las manos de seres capaces de mirar a una familia a los ojos antes de separarlos de sus hijos en un lugar como esos campos… antes de…
No puede pensar en eso otro tampoco… no cuando allí ya no hay más ira o venganza a la que agarrarse. No existe un Klaus Schmidt que pueda pagar por lo de Anya…
Él mismo se encargó en ese momento.
"Sean no va acercarse a ti en un par de semanas…".
"¿Pero ha funcionado, no?".
Los chicos son tan buenos como Charles creyó que serían en Richmond una vez. Y aún hay música y algún anochecer de alboroto en sus habitaciones pero no importa en realidad.
Ninguno de ellos debería tener que esconder lo que es fuera de esa casa segura y enorme, ese lugar que pertenece a Charles pero que el telépata asegura que es de todos.
Hubo un tiempo, justo antes de la guerra, en que la consigna de algunos amigos y vecinos de sus padres fue la de evitar destacar, evitar parecer o incluso evitar una segunda mirada de camino a casa porque al final todo tenía que mejorar… y todo fue a un lugar que no estaba siquiera en las peores pesadillas de los más pesimistas o combativos.
Erik puede que piense más en Jakob Eisenhardt y en su al final vana esperanza en tiempos mejores de lo que ni siquiera ha sido consciente en mucho tiempo.
– Si empleas la mitad de tu concentración en parecer normal, sólo prestas atención a medias a las demás cosas que haces… – Se encuentra aconsejando a Raven. No debería esconder quien es, le dice. – Quieres que la sociedad te acepte cuando no te aceptas tu misma – Porque si todos ellos son un pueblo, una especie, Raven es quizás el ejemplo que más vivamente queda en la retina de esa identidad colectiva de la que deben estar orgullosos y no en cambio avergonzados.
Los días de agosto pasan y el aire inconstante de septiembre les hace encender la chimenea del comedor, y la del estudio, algunas noches. Con la rutina de ese verano aún constante en sus vidas, de hecho, la mayoría de los días podrían parecer corrientes para un observador casual… Las mañanas y las tardes comienzan y terminan como si no tuvieran que afectar el curso de sus vidas pero, en ese ambiente de entrenamientos y discusiones políticas vespertinas, ningún momento es exactamente igual que el anterior para alguien que ha pasado solo, a la caza de fantasmas del pasado, al menos la última década.
No lo es tampoco a la vista de una conexión que es capaz de mantenerle despierto hasta horas intempestivas… ni siquiera siempre con el propósito de algo estrictamente físico.
Encantando y fascinado por, y a la vez por mucho más que, el potencial y la extraordinariedad de Charles Xavier.
Aún en Westchester, 22 de octubre de 1962.
Charles le apunta con la pistola.
Erik le sujeta las manos insistiéndole para que dispare. Puede desviar la bala. Cree que puede hacerlo. Pero Charles Xavier no va a dispararle y entonces está el satélite y el primer pensamiento sobre la imposibilidad de convocar toda su ira en ese instante y…
… la memoria, la memoria sobre su madre que ya no recordaba…
La calidez de la mente de Charles contra la suya al navegar cuidadosamente en su mente de esa manera en que nunca antes ha estado allí.
– Hay mucho más en ti de lo que crees. No solo dolor e ira. También está el bien en ti lo he visto –. Charles con su fe y su convicción, el increíble uso de sus poderes y el recuerdo que recupera de Edie, lo empuja a ello, lo sacude por dentro: – Y cuando puedas acceder a él poseerás un poder que no tendrá rival, ni siquiera el mío.
Y Erik lo consigue, lo hace y es una emoción cruda y abierta, es la evocación del amor de su madre y las lagrimas en los ojos de los dos... 'Podría quedarse allí para siempre, podría besar a Charles a continuación, pero al fin y al cabo el instante se desvanece'. Y se encuentra esperando un momento, recuperándose antes de entrar, cuando Moira los avisa desde uno de los salones de la primera planta.
"Si se trata de magnetismo, podría ser mucho más que doblar y controlar algunos objetos. El planeta tiene campos magnéticos. Las posibilidades de algo así…". Recuerda a Charles, dos copas de vino por el medio, teorizando sobre ello hace muchas noches. Es difícil pensar seriamente en algo así aún… pero esto (el satélite) es real, lo es.
Ha movido el satélite como intentó mover el submarino de Shaw una vez hace meses… pero esta vez ha sido distinto. Se encuentra avaluando la reflexión de Charles sobre el llegar a su potencial en ese punto entre la rabia y la serenidad.
No les queda mucho tiempo en ese punto: por fin saben dónde van a encontrar a Shaw.
Difícilmente puede haber pasado desapercibida para Charles la manera en que Erik ha estrechado una mano contra la pistola con la que antes pretendía entrenar.
… Con la que se ha negado a dispararle.
– La ira casi ha acabado contigo varias veces – Le ha reprochado Charles antes de ayudarlo hace unos minutos. 'No es como si nadie le hubiera echado en falta hace unos meses…'.
Pero es difícil controlar el instinto y la ira, la adrenalina de estar a punto de obtener su venganza, cuando de pronto tiene a Klaus Schmidt (a Sebastian Shaw) tan cerca. Cuando puede pensar plenamente en cómo va a acabar con él y no en cuándo…
Es un extraño contraste con todas las sensaciones anteriores de ese día. Con el recuerdo feliz de su madre, con la emoción compartida y la huella cálida de algo que nunca antes se ha parecido tanto a la paz.
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Después del discurso de Kennedy los chicos están nerviosos, Moira se marcha unas horas para hablar con sus superiores… el momento se acerca y a los chicos les golpea la evidencia fría de ello entre la preocupación evidente de Moira y la determinación de Erik, porque Shaw quiere una guerra y es seguro que va a estar allí entre dos potencias que amenazan de empezarla.
Es por eso que Sean está extrañamente callado las siguientes horas y que Alex prácticamente consigue desesperar a cualquiera con el golpeteo nervioso de esa maldita cosa de madera que en otras circunstancias Cassidy arrastra siempre con él en los descansos. Charles habla tendidamente con Hank y después parece decidir que, si bien es mejor que esta noche descansen para estar en plena forma, puede que los chicos también necesiten el consejo y la presencia tranquilizadora de ellos dos durante el día.
– Creo que de momento es mejor que comamos algo – A media tarde Charles prepara te, sándwiches para todos y se instala con un par de libros en el sofá de esa misma sala. Intenta no hacer visible el nudo que él mismo tiene en el estómago. 'Los jóvenes mutantes que han estado entrenando deben poder confiar cualquier duda a los adultos responsables al cargo de esa situación'.
Aunque Erik va y viene un rato y después desaparece de allí en silencio.
Charles Xavier resiste tanto como le es posible la tentación de seguirle.
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Esos días de octubre son fríos pero no hay ni una gota de lluvia ni una nube que en realidad parezca predecir que en horas pueda estallar una nueva guerra.
Para Erik Lehnsherr esa es la tarde más larga que en realidad ha vivido en mucho tiempo. Durante años ha ido detrás de todos esos nazis y ha podido esperar el momento justo y el lugar adecuado… durante meses ha aguardado éste momento, dejándose mecer por la idea de los mutantes, de estar preparado y flanqueado de aquellos que son como él, de tener aliados como los tiene Shaw. Pero a la hora de la verdad es Schmidt y ha sido todo lo que le ha empujado en el pasado.
Sale al jardín en busca de aire.
Camina por la grava hacia la barandilla de piedra y los ojos se le van al satélite. 'Düsseldorf, su casa, él mismo de niño, el amor de Edie y el menorah…'. Vuelve a pensar en su madre y efectivamente es capaz de recordar, ahora sí, ese instante de ese diciembre en particular.
No creía que aún tendría ese recuerdo…
– ¿Estás bien? – La voz de Charles le interrumpe.
Hay un instante de silencio entre ellos.
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Los chicos están nerviosos y, aunque probablemente de diferente manera, ellos no son una excepción. Charles intenta apartar cualquier inquietud, el sentido de la responsabilidad que está a punto de empujarlo de nuevo a la mansión. 'Los otros los necesitan, aún no ha podido hablar con Raven desde que las noticias se han precipitado, y es posible que Hank no haya acabado de explicarle lo que ha estado haciendo estos días en el laboratorio…'.
Duda.
Pero al final conduce al otro por un camino que serpentea a través de la parte posterior del recinto, pensando en encontrar un poco más de privacidad. Nada parece que vaya a cambiar en el ambiente en las próximas horas y probablemente necesitan ese momento.
Ambos caminan un poco más juntos de lo que esperaría un espectador casual. Los hombros de los dos chocando ocasionalmente.
Si las cosas salen como espera, puede que precisen al menos de un poco de intimidad. 'Es probable que no tengan muchos más instantes solos antes de Cuba…'.
… Y no ha podido sacarse de la cabeza a Erik y su gesto desde que éste ha salido del salón.
Charles ensaya mentalmente lo que va a decir, debatiéndose entre la impulsividad de ser sincero: 'Te quiero', 'Ésta es tu casa', 'Podemos hacerlo juntos: una escuela, más mutantes', o el silencio. Charles Xavier necesita algunas respuestas pero ya ni siquiera está muy seguro de cuáles eran las preguntas.
Los últimos meses han sido brillantes y en este momento, pensándolo fríamente, nadie puede darles plenas garantías de lo que va a pasar mañana o pasado. En una guerra o a las puertas de ella nunca las hay. No al cien por cien. Charles, por supuesto, cree que van a tener éxito, que pueden detener a ese hombre y reafirmar su compromiso, empezar a tejer un futuro a cara descubierta para todos los mutantes. 'Pero, aunque no se enfrontasen a la posibilidad de un conflicto atómico, seguiría siendo peligroso y Erik ya ha estado dispuesto a morir antes para acabar con Shaw...'.
Avanzan por el jardín hasta que Charles toma una respiración profunda y suficiente valentía para volver a abrir la boca. La ahogante sensación que el tiempo se les agota no le abandona.
El mismo Erik, sin embargo, es quien le impide articular las palabras. Le pasa una mano por el cabello y le mira. El gris de sus ojos con la seriedad de una tormenta en pleno océano.
– Ich liebe dich – murmura.
Y Charles no puede estar seguro que lo haya escuchado o entendido bien. No de entrada. Se toma un momento para coger aire. Sonríe y vacila todo a la vez.
Se ve incapaz de reaccionar, atrapado en las palabras y con un pequeño temblor en las manos. Como si fuera, de hecho, alguien aturdido que de pronto ha quedado cegado por las luces de un automóvil acercándose a gran velocidad. 'Por un momento incluso tiene la sensación de haber chocado ya contra uno…'. Mil sensaciones en el pecho.
– Oh! – Se acerca, dejándose acunar por la mano que Erik mantiene en su cabello. Se detiene y se muerde los labios resecos de forma inconsciente. – Yo también te quiero, amor. Con todas mis… –. Se precipita contra él y lo besa antes de acabar la frase. 'Erik…'.
– Liebling…
El estómago de Charles se revuelve con todo lo contrario a la aprensión que le ha acompañado los últimos minutos. Aunque después algo le hace volver a ella.
Tiene que hablar de todas formas. 'Es ahora o…'. No, no. Eso no.
– Estas han sido una semanas fantásticas – Comienza. 'Y no estoy listo para que terminen', se dice mentalmente. El otro le mira.
Erik no dice nada esta vez pero hay algo mucho más real, algo mucho mejor en la calidez con la que por un segundo recibe el ligero toque de la telepatía de Charles. Ninguno de los dos está libre de pesadillas o miedos pero Charles Xavier cree, con esa volátil sensación como prueba irrefutable, que lo que Erik le acaba de decir lo significa todo. Y envuelve los brazos alrededor de él.
Mantiene el pecho presionado contra el suyo, sintiendo el golpeteo de sus latidos. No quedan ni mucho menos a la misma altura pero no hay tanta diferencia después de todo: Apoya la cabeza en su hombro y sonríe contra su nuez, esa que hoy no está tapada con ningún cuello alto porque vuelve a llevar el chándal gris de entrenamiento.
El recuerdo de la madre de Erik, de la celebración del Hannukah, aún ondea a su alrededor.
– No puedo dejarte volver a casa sin algún tipo de… – Duda en lo más profundo de los terrenos de Westchester, los árboles perennes con el color marrón y amarillo de octubre. Un estanque de aguas verdosas un poco más allá. En casa los chicos están nerviosos, van a cenar tarde y va a ser seguramente más tarde aún cuando puedan dormir. – … te quiero, Erik.
Probablemente deban pensar en descansar esta noche. Erik le besa.
– ¿Hay alguna oportunidad de llegar a la habitación sin pasar por la entrada principal? – Y se ríe, se ríe con todos los dientes del mundo y le sujeta con más fuerza. Pueden permitirse eso, al menos de momento.
– Hay un cobertizo detrás de esos robles…
La sensación que cuando Moira vuelva en unas horas y tengan que establecer definitivamente un plan – aunque Erik no crea que la necesiten para trazar uno – habrá otros asuntos ya impostergables que tratar.
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Charles desliza sus manos en el cabello de Erik, sujetándose contra él cuando Erik se inclina y murmura un pequeño eco de satisfacción. La boca de Erik contra la suya, cálida y firme punto de equilibrio. Charles siente realmente flaquear sus rodillas y, a la vez, el deseo a través de su columna vertebral.
Y entonces sin ser completamente capaz de explicarlo, su cinturón está desabrochado y la mano de Erik en su pantalón. Erik que le acaricia y después lleva su mano a sus nalgas, utilizando toda su astucia para besarle en el cuello y distraerle hasta llevar un dedo a través de él. Dos a continuación. Saliva y tiempo para no herirle pese a la falta de lubricante.
Su otra mano acariciándolo y Charles completamente entregado, dejando que se sitúe aún más cerca de él, encima de él; ambos tirados en el suelo en esa antigua caseta de servicio llena de polvo y viejas sábanas cubriendo parte de los muebles.
– Hay una cama en el fondo… ¡Por lo que más quieras, Erik! –.
Las piernas enrolladas en su cintura provocando que Erik de un traspié al alzarse e intentar carretearlo. Dejando al final a Charles en el suelo y consiguiendo llegar a la cama escaso minuto de risas más tarde.
Su amante apenas se habrá quitado el pantalón después, cuando Charles aprieta los dientes y gruñe en voz baja mientras se acaricia a sí mismo; curvando la espalda y presionándose contra Erik. Erik, que deja escapar un suspiro tratando de mantener alzadas las muñecas de Charles a la vez que desliza una mano por su camisa y la parte ausente del pantalón hasta llegar a sus muslos, empujando las piernas de Charles con más determinación contra él.
Ninguno de los dos se molesta a seguir desvistiéndose aunque Erik, que sabe que no va a durar mucho más, es cuidadoso cuando sigue su camino en él. Dejándose guiar por los instintos al ritmo de los quietos gemidos de su amante.
El sudor goteando en la barbilla en el momento en el que vuelve a arquear la espalda y Erik le ve llegar en unas pocas ráfagas temblorosas que salpican su propio vientre. Erik golpea un par de veces más ese punto en la próstata de Charles, sus músculos apretados en él, hasta que él mismo se derrumba entre escalofríos.
Restos de sí mismo y Charles sobre el vello húmedo, rizado de su entrepierna.
Charles lo abraza, un brazo con suavidad en la parte de atrás de su cabello, sus zapatos enredados en los pantalones al final de sus piernas y Erik abre los ojos varios minutos después.
– Mein Gott…
El beso posterior aún consigue agitarle aunque ambos están demasiado agotados para hacer nada más al respecto.
No es mucho más tarde cuando vuelven a vestirse, un clima cada vez más frio. Pero se encuentran envueltos en sí mismos y su sudor, entre la olor a cerrado y a humedad de esa parte del jardín. Charles se ríe cuando Erik se acerca desnudo a un grifo del antiguo lavabo de servicio con precaución y una mueca de frío en la cara. Después se le acerca por detrás para ayudarle a pasarse algo de agua antes de poder vestirse.
Erik extiende la mano para sostener su muñeca un instante.
– Ich liebe dich.
Charles a su vez acaricia el número marcado en Erik allí.
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Kiev (URSS), mientras la crisis diplomática empeora.
Nastasya se encuentra en cama. Hay una radio en la habitación en que hace horas que suenan todo tipo de himnos de la Unión Soviética y voces militares que hablan de una guerra.
Oleg, que en estos años aún lleva su barba de sacerdote y murmura enfadado con el mundo y preocupado por su salud, aparece para cerrar el aparato y pedirle que descanse. Si el mundo decide autodestruirse en los próximos días, al menos va a ahorrar a su mujer ese sórdido espectáculo radiofónico.
Pero Nastasya es buena, compasiva y la clase de persona que no puede dejar de preocuparse. De la misma manera que no puede olvidar al menos un rato a esa chiquilla malcriada por la que ha sacrificado ya la salud.
– ¿Dónde está? Debería estar en casa… –.
Oleg intenta no alarmarla más. – En el río… – Aunque el nacido moscovita nunca ha tenido mucha mano izquierda para eso: –… últimamente siempre está en la orilla del maldito río.
– No seas muy duro con ella…
Oleg calla. 'Si hay un fuego más en esa casa… uno de pequeño… él mismo va a dar una lección a esa criatura endiablada…'.
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Westchester (Estado de Nueva York, EUA) – lunes, 22 de oct de 1962. 8.40 p.m. EST
– Podríamos…
Charles piensa en comer algo, proponiéndole pasar por la cocina al llegar a casa, pero la mente de Erik está ya terriblemente alejada de ese instante de domesticidad.
El satélite sigue en el fondo, en la dirección errónea que le han dado antes.
– Podrías… podrías volver a… – Hay algo en sus recuerdos, algo del bello recuerdo de su madre que de pronto obceca a Erik. Da un vistazo más allá – Quisiera… no me acuerdo muy bien de su voz o…
La mirada azul de Charles lo mira en confusión. Caminan hacia adelante con las manos entrelazadas, pasada una especie de fuente ya iluminada y de nuevo hacía la grava de la entrada, lejos de la profundidad de los jardines.
– No quiero, no quiero pensar que ella no está allí, Charles… – Erik busca la mirada tranquilizadora del hombre a su lado de camino a la casa: – ¿Qué clase de ser soy si ella no está allí?
Y hay un momento de duda, sorpresa genuina, como si el telépata no comprendiera de dónde viene eso, como si no se lo esperara. Pero la mente de Erik, que es ordenada y compleja de una manera que Charles Xavier no ha experimentado antes en nadie, se centra de pronto en ello casi completamente. Charles Xavier lo comprende al instante. Sus ojos abriéndose mientras busca las palabras.
– Erik…
'Oh, Erik…'. Charles sabe lo que el hombre al que ama quiere decir. No se ha atrevido a ir allí, hay demasiado dolor… pero puede que haya esperado por ello.
– Dijiste que era el rincón más brillante de mi memoria pero…
– Estoy seguro que ella está allí, Erik. – Asegura: – Sólo que eras un niño en ese otro recuerdo… no había ninguna sombra. Pero podemos volver a hacerlo. Ven – Le sujeta y le lleva ahora un trozo más allá – Ven. Vamos a intentarlo.
Ésta vez aún aferrado a sus manos cuando entra en su memoria.
El recuerdo de Anya es mucho más triste, de una manera más real parece menos extraño al Erik actual, más factible como parte del hombre que Erik Lehnsherr es ahora. Su vida no ha sido feliz, Charles siente como éste acoge el valor del recuerdo de su madre, su calidez y lo impulsa en el realismo de éste otro recuerdo. ¿Realmente cayó antes en la cuenta de los bucles al final de los cabellos de Anya o del detalle de su risa? El amor a ella, a esa niña, está allí pero lo está a través de las sombras de todo un pasado que lo atormenta cuando la mira.
Vuelven a haber lágrimas en los ojos de los dos cuando Erik se ve acunándola una noche de nieve y viento. Abrigándola con mantas a falta de calefacción entre murmullos alborozados de infante.
La voz de una mujer joven tarareando una canción a su lado.
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N/A. Ich liebe dich creo que la mayoría en este fandom ya lo sabe, hehe, pero es "te quiero" y Mein Gott es "Dios mío".
