N/A. Aunque hay ya un aviso en la historia, creo que toca advertir que hay alguna escena en la que esto se pone algo bastante oscuro… gentileza de Nathaniel Essex y Bolívar Trask. Tampoco va a ser muy alegre para nuestros chicos.
Es tiempo de exámenes y el trabajo aprieta. Así que quizá me retrase algo más en la próxima actualización pero prometo estar aquí pronto. ¡Buena lectura!
Capítulo 7. Out here we mostly measure our distances in time (Aquí fuera medimos mayormente nuestras distancias en tiempo)
"This is a first class journey from the Gods to the son of man
You´re at the gates of human evolution don´t you understand
Why don´t you understand?
[…] We don´t have too much time here
And time it travels far too fast".
- Love Love. Take That, single of the movie X-Men: First Class.
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En 1946 Nathaniel Essex se involucró en el Proyecto Vientre Negro, iniciativa secreta llevada a cabo en Nuevo México, que experimentó en miles de bebes recién nacidos, la mayoría de ellos con el gen mutante. En las sombras, Essex copió con éxito el ADN de esos y otros mutantes, esperando el momento y el dinero necesario para participar en nuevas investigaciones.
A Essex nunca le ha importado el objetivo ni la causa de éstas, no en las ocasiones en que han sido patrocinadas por otros, si al final le han servido para mejorar sus habilidades y acercarse a sus propios fines.
Hay una chica siendo torturada en este momento en su laboratorio, una que tiene la valentía de no suplicar más y mirarle de forma desafiante aún en dolor. Tiene la piel de ébano y alas transparentes, más de insecto que de mariposa, aunque toda ella pueda sugerir otra cosa, piensa. Essex no tiene ningún escrúpulo ni se molesta, no por el momento, a calcular el alcance de las intenciones de ese pequeño hombre llamado Bolívar Trask.
Mucho menos a sentirse mal por ellas… Cualquier pequeño don es una oportunidad para investigar y ver cuánto provecho puede sacar, qué habilidades puede intentar asumir.
Es un camino largo y lleno de inconvenientes, no obstante. Su campo de estudio no es siempre una ciencia exacta… mucho menos en las fases en que es su propia fisiología la que pone privadamente a prueba. No puede someter su organismo a según qué en vano o con demasiada frecuencia.
Essex tiene la idea de modificar aún más su propio código genético y para eso ya hace tiempo que obliga a Remy LeBeau a ayudarle. 'Qué menos, cuando él le socorrió en la pubertad, cuando le socorrió en ese momento en que LeBeau no tenía ningún control sobre sus poderes…'.
Los cajún de Louisiana forman una comunidad importante al sud del estado. Pero Remy LeBeau está solo… acostumbrado a sobrevivir robando para otros. Antes de su primer encuentro, ni más ni menos, se dedicaba a hacer el ladronzuelo por las calles de la capital…
Essex sale del laboratorio para pedirle que no se entretenga esta vez. Tiene que subir al piso de arriba para darle las correctas instrucciones, ya que no le permite entrar allí en ninguna circunstancia. 'No le gusta que el chico vea demasiado…'.
Aunque está seguro que puede escuchar algunos gritos.
Hay sangre en el suelo que mira de no pisar antes de subir por las escaleras metálicas de su izquierda. – Vamos a ocuparnos de tu amigo rojo, a continuación. Esto se va a acabar pronto, preciosa.
En la pared permanece el calendario del año que acaban de dejar atrás, ese extraño 1963.
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Octubre, 1962.
Charles mantiene la mandíbula apretada cuando no es capaz de gritar, el frío en el pecho y en su garganta, una gruesa capa de sudor en su rostro.
Como en un sueño, el estruendo le parece ensordecedor.
Hay demasiada luz en esa playa y se olvida de respirar. La visión nublándosele cuando lucha por inhalar en esos largos segundos de ahogo.
Unas voces de fondo, atenuadas y en movimiento, las mentes de los chicos. Todo el esfuerzo en él centrado en recuperar por completo su respiración, un dolor punzante en algún lugar confuso de su cuerpo.
Sus brazos mil veces más pesados, su tórax en agonía, cuando alguien le mueve.
Charles Xavier habla con esfuerzo después de un momento de pura confusión aún sumergido en una explosión de dolor, la necesidad de decir algo en el momento en que consigue distinguir a Erik sosteniéndole… dispuesto a matar a Moira.
'No puede ser, no eso no…'.
El mundo parece haber estallado en mil pedazos, el suyo en particular. 'De alguna manera, desde el instante en que las dos flotas han tenido la intención de dispararles, Charles ha sabido que no habría vuelta atrás. Y aún así… por un segundo, algo en él incluso se ha permitido creer que Erik sólo estaba deteniendo los misiles, una tonta chispa de orgullo en su pecho…'.
El tris de algo que se ha hecho añicos.
Ha intentado detener a Erik aún después. Erik que ha extendido sus manos hacia el cielo con todo el esplendor de su magnífico poder. 'Todo ha pasado tan rápido…'.
La cabeza de Charles aún vagamente embotada con la cruda sensación de una moneda atravesándole el cerebro en ese instante, con el entumecimiento de haber sentido como propia la muerte de Sebastian Shaw. Sus manos dispuestas a quitarle ese casco horrible de la cabeza en el segundo en que ha comprendido que Erik no iba a parar allí, que iba a matar a toda esa gente.
Todo eso desdibujado ahora por el genuino dolor en su cuerpo.
Charles se siente impotente e incapaz de pensar con claridad, todos sus instintos más elementales gritando en su pecho.
'Por favor, no'.
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Allí dónde debería estar la extraordinaria mente de Erik sólo está el vacío, su pecho en suspenso por esa realización. 'Aún y con sus propias barreras para con la gente… si no puede sentir el zumbido leve pero constante de una mente, es como si esa persona no estuviera realmente allí… como si fuera sólo una cáscara vacía'.
Es como si Erik no fuera del todo real… y Charles Xavier odia por un momento esa maldita emoción desnuda porque sabe que él está allí, vivo, pero no puede llegar a él. No realmente.
Cientos de misiles suspendidos en el brillante cielo cubano hasta un instante antes.
Ha sentido la arena deslizarse a través de sus dedos y el puño de Erik cuando estaba luchando contra él. Un silbido agudo latiendo inestable en su propia mente.
Y de pronto Moira, apuntando a Erik, una pistola y el sonido de las balas.
No ha tenido tiempo de pensarlo al levantarse.
Es un haz de dolor lo que le devuelve al suelo. Casi se ahoga en la agonía. No puede pensar.
– Charles – El dolor palpitante le impide darse cuenta de lo que pasa hasta que al fin consigue discernir a Erik pronunciando su nombre, sus dedos fríos sujetándole por detrás de la cabeza, la otra mano cerca de su pecho un instante antes de dirigirla a Moira. – Charles…
De repente las mentes de los demás, la confusión, el susto, la preocupación, invaden del todo su cerebro pero sigue sin poder notar la mente de Erik, el dolor palpitante lo envuelve aunque consigue mantenerse consciente a través de él.
– Tú. Tú hiciste esto…
No puede sentir su ira pero Erik ha empezado a estrangular ya en ese momento a Moira con su collar. 'No, eso no se suponía que era lo que tenía que acabar pasando aquí'. Lucha contra el propio dolor para hablar. – Espera, por favor. Ella no lo hizo, Erik. Lo hiciste tú…
'Espera…'.
Charles quiere que esto acabe. El dolor, la luz cegadora, el maldito casco que le impide sentir la rabia de Erik. La ausencia absoluta de la mente del otro hombre, pese a que sus manos siguen sujetándole con un ligero temblor.
La mirada de Erik sobre él y el tono tenue pese a todo en su voz…
– Yo te quiero a mi lado… – Charles lucha también contra las lágrimas mientras Erik le habla. Todas las imágenes de ese día, también las de esa mañana en la mansión, repitiéndose en su retina y una profunda tristeza en medio de la desorientación –… Debemos estar todos juntos, protegiéndonos… Queremos lo mismo –.
Charles Xavier logra articular palabra sólo al final. La realización de lo que va a decir casi partiéndole en dos en medio del abrumador dolor.
– Mi amigo. Lo siento, pero no es así.
No está muy seguro de qué espera que pase a continuación.
Pero en el momento en que Erik lo mueve una última vez, en el momento en que la mirada de éste baja un momento y después vuelve a alzarse para indicar a Moira que puede acercarse, Charles Xavier deja de contener la respiración, de luchar contra sus sentidos; y su pecho, los costados y parte de su espalda duelen con ardor como si alguien lo estuviera despellejando. Su cuello adormecido y la sensación pegajosa de la arena en su boca pero… nada, absolutamente ninguna sensación, en sus piernas.
La incertidumbre de las mentes de los chicos aún rebotando en su cabeza sin poder ordenarlas… pero la certeza de qué es lo que de verdad piensa Raven cuando las palabras de Erik se hacen sentir en la playa, un sonido casi lejano para Charles en todo su entumecimiento.
Renuncia a pedir a su hermana que se quede.
Su consciencia tambaleándose cuando la voz de Erik cesa y los demás se acercan después de un instante.
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Dos horas después, el sol ha empezado a descender en el cielo y Moira está asustada y se siente frenética, la culpa corroyéndola pero también la incredulidad. '¿Han ni siquiera pensado en que no había ningún otro método de transporte aquí? O en que en realidad nada les aseguraba que no volvieran a atacarles… o…', Moira intenta imaginar además qué tipo de informe van a pedirle sus superiores cuando lleguen. Está claro que no querrán dejar ese incidente así.
'Maldita sea…'.
La radio aún no funciona correctamente, Hank está trabajando en ello pero no han obtenido ninguna respuesta… Gracias a Dios las flotas tampoco se han movido.
Charles Xavier sigue en la arena, ahora más adormecido que despierto, ni siquiera tratando ya de mantener la vista en su dirección, mordiéndose los labios extrañamente lívidos en claro sufrimiento. Cada vez más pálido si es que eso es posible.
– Vamos a sacarte de aquí…
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Erik advierte que se encuentran en un edificio no sólo abandonado sino absolutamente inservible. Las salas con ventanas de vidrio roto, prácticamente carecen de mobiliario u otro material utilizable, sólo tuberías que para ir bien deberían seguir haciendo su función.
La sangre le hierve en las venas cuando se da cuenta que apenas hay metal que pueda utilizar sin que el inmueble se venga abajo y siente el impulso de llamar idiota a Azazel. A los alrededores de esa propiedad desballestada sólo un absurdo mosaico de granjas y campos. La irritación le oprime el pecho.
Raven le mira esperando que diga algo y los hombres de Schmidt y esa chica, Angel, aguardan con expectación más tensa que altanera. Janos y Azazel se observan entre ellos un instante, pero Erik no tiene qué decirles. La frustración le tensa aún más un instante.
Aunque la sensación de vacuidad que le acecha no tiene nada que ver con la espaciosidad deteriorada o la inservibilidad de esa nave. Falta de oxigeno y arenisca en la garganta.
Rebasa la línea que forman todos ellos con un par de pasos y fija la vista en la grieta de una de las paredes. 'Cemento… hay poco metal aquí…', se esfuerza en pensar con más detalle en las condiciones del lugar pero el concentrarse en ese pensamiento como escape le parece de pronto totalmente ridículo.
'No van a quedarse aquí de todos modos… no van a instalarse en uno de los agujeros descartados de Sebastian Shaw', concluye para sí e insiste en no hacer caso del hueco formándose en su pecho. Algo terriblemente mal en esa sola posibilidad, algo peor en la idea de girarse y encontrarse con la mirada de Raven.
No puede pensar en lo que acaban de dejar atrás, no sin tener que recordarse como respirar correctamente. Después del rechazo de Charles, el mundo a su alrededor se ha vuelto más áspero… Está por su cuenta, una vez más. 'Un peso en su pecho. El momento latiendo con ferocidad bajo su piel, obligándose a no volverle a mirar después de dejarlo en brazos de Moira, antes de desaparecer gracias al don de Azazel'. Erik ni siquiera se siente físicamente capaz de seguir pensando en ello. Fuerza su mente a centrarse en la idea de dar el próximo paso. 'De no dejar tiempo a la humanidad de volver a escribir con sangre otra ignominia, esta vez sobre los restos de sus hermanas y hermanos mutantes…'.
Pero no tiene un plan. Se da cuenta que no sólo nunca pensó mucho en cuál sería su vida si sobrevivía a su venganza contra Shaw… sino que en todo este tiempo, en que la idea de proteger a los mutantes ha crecido y ha arraigado en su interior, nunca ha visualizado (no realmente) sus siguientes pasos. Los humanos nunca los aceptaran, lo sabe y trabaja en su cabeza con esa idea, con la idea de golpear primero, pero es difícil porque antes siempre ha tenido una ruta que seguir. 'Excepto por…', piensa en decenas de horas de discusiones nocturnas con Charles Xavier, en verbos tentándole a conjugarlos en futuro durante esas charlas. Su mente aún es turbulenta y su voz más ronca de lo que le gustaría cuando habla.
Se dirige a los otros aún sin mirarles… Evitando de repente cualquier rastro de otra emoción que no sea la dureza de la determinación.
– Necesitamos otro lugar. Ocúpate de eso – Dice y da un breve vistazo a Azazel. En la periferia de su visión sin embargo está Raven a quien corta antes que pueda hablar. – Acompáñale, Rav… Mística – La idea de los nombres que la chica misma propuso presente en su cabeza. Su vista se desvía inevitablemente hasta ella. – Iros ya.
Vuelve entonces a girarse con la vista fija en la pared como un autómata; antes que efectivamente el mutante teleportador y Raven desaparezcan con un simple pop y ese toque de azufre en el ambiente. 'Erik no quiere pensar el por qué lo prefiere así, razonar si Azazel podría hacerlo solo. Lo único que alcanza a discernir es que prefiere que ella no esté allí en este momento'. Sus puños tensos esconden un pequeño temblor.
La vaga idea de tener que concentrarse para llevar su mente mucho más allá de ese instante, de no transigir al impulso de desmoronarse, de no ceder ni un centímetro a otra cosa que no sean su inquina mientras observa a Janos y Angel.
No hay nada que discutir.
Por supuesto que sabe que necesita recuperar a Frost y un propósito más allá de las palabras. Van a tener que instalarse en el nuevo lugar que le ofrenda Azazel, establecer una intención tangible para ellos como grupo… actuar después. Pero no ahora. No en ese momento.
Se va de la habitación sin pronunciar palabra, Angel duda y Janos la detiene. Agradece que ese hombre tenga la deferencia de ahorrarle decir nada más en ese instante.
Por un momento le pasa por la cabeza la futilidad de debatir el futuro con ninguno de ellos. La ácida idea que nadie en esa sala va a disputarle de veras ninguna intención, una emoción insólita por ello. Algo en su estómago que se revuelve.
De repente vuelve a sentir la incomodidad en sus vísceras, la preocupación y el vértigo de esos últimos instantes en la playa.
La refulgencia y la rauda locuacidad de Charles Xavier en tantas noches pasadas… y después su rechazo final como un puñal en el intestino que en realidad Erik no tendría que haber sentido ni por un segundo así. Sobrecogido por la emoción y enseguida llevado por la rabia por permitirse sentir de ese modo.
Su propia incapacidad para esperar un momento más en ese sitio…
Intenta dejar ir todo el aire atrapado en sus pulmones.
La cólera y la aversión nacidas de su convicción sobre el hacer cíclico de los humanos – incluso cuando creía ser sólo el monstruo de Shaw – dejando paso a la fría realización. La percepción súbitamente clara que ni una sola vez uno convenció al otro en una discusión… Que siempre supo que Charles nunca se enfrontaría a ellos.
'Al final había una sola cosa que él no iba a darle…'. Charles nunca iba a apoyarle en un enfrentamiento abierto contra los humanos. Ni siquiera a través de la confirmación de sus peores pronósticos, ni siquiera porque es donde debería estar…
Erik siente rabia contra sí mismo un instante por haber dejado que sus deseos le expusieran de esa forma: ese segundo en que sabe que, mientras en esa playa le hablaba de un objetivo común, no había nada que deseara más que Charles Xavier entendiendo que esto era necesario… éste podía ser su lugar.
Nunca ha querido herirle para ello. Lucha contra el recuerdo abrumador del tener que sacar una de las balas de esa humana bajo la piel de Charles Xavier. "– Tú. Tú hiciste esto…".
Sus entrañas de nuevo algo revueltas con el recuerdo. Algo feroz oprimiéndole la garganta cuando se permite apoyarse en una pared.
'Sus acciones son necesarias, la única manera de proteger a sus hermanas y hermanos… a todos aquellos que pertenecen a su especie y que la humanidad nunca aceptará. Y sin embargo…'.
No hay vuelta atrás, se dice. El peso del casco de Shaw y un aleteo acallado de verdadera preocupación pesando más y más sin nombre en alguna parte de su cabeza. 'Frío en esa mente suya que ya no encuentra ninguna constante presencia en sus aledaños. Ese algo cálido pero respetuoso que nunca pareció estar tan arraigado allí…'.
Lucha por no sentir su falta.
Va a enterrar su cabeza en sus manos un instante cuando por un instante el casco le molesta casi insoportablemente. Se siente tentando de quitárselo… aunque sólo sea para lanzar algo contra el suelo. Pero no puede permitirse flaquear en ese lugar, no sin ni siquiera una puerta que lo separe de parte del grupo del que de ahora en adelante debe tomar las riendas…
Respira para serenarse e incluso esa palabra resulta hiriente por un instante. Relega en sí mismo cualquier emoción al respecto, mucho antes que Azazel y Raven reaparezcan.
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Ciudad de Nueva York, diciembre de 1962.
Lo último que recuerda de la playa es estar bebiendo el agua que Sean le ofrece, intentando ingerir el líquido con esfuerzo bajo la mirada preocupada de los demás y aún sujeto por Moira. La sensación pastosa de la arena y el dolor al tragar como si en realidad estuviera bebiendo pequeñas piedras ardientes. Las imágenes de esa tarde repitiéndose en su cabeza en un bucle confuso e imparable, parte de su cuerpo incapaz de obedecerle. Su visión yéndose a negro cuando el dolor al fin supera sus esfuerzos por mantenerse consciente, la respiración inconstante…
Ha estado en este otro sitio desde que despertó. Hay un agente vestido de paisano constantemente rondando la puerta de su habitación, aunque Moira haya dicho ya a la CIA por A y por B que no es necesario, que ninguno de ellos representa un peligro real en ese lugar. Ha insistido en ello con fiereza aunque no la han escuchado. El gobierno ha decidido mantener en bajo perfil los acontecimientos de ese día en la playa: la existencia de los mutantes no ha llegado al público en general pero es posible que eso no vaya a quedar así. 'Charles sabe que al final no tienen para nada la confianza de los humanos…'.
Intenta no pensarlo.
Y entiende además, por lo que ha podido leer en la mente de Moira MacTaggert, que hay mil teorías circulando ya sobre Cuba entre algunos agentes de la CIA que la agencia dejó ajenos a esa misión. Superiores preocupados, uno de los cuales ha exigido a Moira que lo interrogue otra vez de una vez por todas o va hacerlo él sin contemplaciones, da igual lo que digan los médicos. Moira ha repetido hasta la extenuación que no hay nada más que contar que no esté ya en sus múltiples informes, obviando Westchester una y otra vez.
Ella ni siquiera le mira directamente la mayoría de las veces pero nunca está muy lejos. Se siente culpable e intenta protegerlos tanto como le es posible. 'Moira sabe que no va a poder seguir usando la mayor parte de las excusas cuando él salga del hospital'.
Los nombres de Erik y Raven constantemente en las mentes de Hank, Sean y Alex.
Hay decepción en Hank y Sean, sobre todo para con Raven. Pero Alex Summers, en cambio, está mayormente muy enfadado.
Todos están dolidos a su manera.
A Sean Cassidy casi le cayó un vaso de agua al suelo cuando, en su primera semana allí, Charles mencionó que de pequeño siempre había sido un mal enfermo. 'Raven siempre tuvo más paciencia que yo atrapada en una cama', dijo. Se esforzó en sonreír a continuación aunque sus propias palabras le sorprendieron y tuvo que cerrar los ojos un segundo, las lágrimas amenazando de escapársele. 'Nada que ver con la consternación de los chicos, sin embargo…'.
Sean observando devastado a un Alex que no contuvo un golpe en la pared cuando salió de la habitación…
Charles Xavier cierra los ojos y hay veces que vuelve a sentirse como ese niño que descubrió a Raven en su cocina. 'Esperaba… ¿qué es lo que esperaba que pasara cuando le dijo a ella que se fuera con él?'.
Probablemente no que desaparecieran un segundo después. No que no fueran a volver… ni que lo dejaran sin medios en ese lugar. Mucho menos acabar aprisionado en este hospital.
Detesta este lugar. Esta situación en la cual la simpatía, que constantemente le muestran médicos y enfermeras, es demasiadas veces, simple pena en sus mentes. 'Está esa chica de Missouri que suele trabajar por las mañanas y que piensa con pesadumbre en lo joven y guapo que es su paciente… en que ella no cree que pudiera vivir así… Esa mujer de Phoenix que le da la medicación y que está tan apesadumbrada que a veces le habla como si volviera a tratarse de un niño… El par de médicos que le explican por qué tienen que volver a operarle mientras piensan en como de negativa puede ser según qué información prematura y en todo lo que probablemente no va a poder a volver hacer…'.
Ni siquiera necesitó su telepatía para escuchar una de las primeras discusiones que uno de ellos tuvo con Moira y Hank. 'Ese hombre convencido que demasiada información de golpe, sobretodo antes de un diagnostico definitivo, le iba a causar un abatimiento inútil…'.
Moira y Hank totalmente consternados por la imposibilidad de cualquier mascarada.
Charles Xavier va a pasarse el resto de su vida en una silla de ruedas. Van a venir a buscarle pronto esa mañana para una nueva cirugía, pero es sólo para evitarle aún más complicaciones en el futuro, controlar la compresión... 'Ésta va a ser la segunda operación de columna que le hagan en dos meses, la primera sirvió para fijar lo poco que se podía, estabilizar la lesión de urgencia; y, vanas palabras a parte, nadie ha creído desde entonces que vaya a volver a caminar…'. Puede que ni siquiera recupere algo de sensibilidad por debajo de ese punto en el cual acabó la bala.
La lista de cosas que podían haber ido aún peor por las horas pasadas en esa playa, es completamente aterradora. Si todo va medianamente bien el joven telépata probablemente tarde meses en controlar la capacidad de ir al baño por sí mismo y evidentemente incluso para sentarse va a necesitar un tiempo prudencial…
Charles Xavier pasa la mayor parte del día intentando hacerse a la idea y la otra pretendiendo ser fuerte delante los chicos, asegurándoles a ellos y a Moira que va a estar bien.
No sabe aún cómo va a conseguirlo.
Los centros hospitalarios son sitios horribles para un telépata, lugares que Charles ha preferido evitar desde pequeño: aquí la gente tiene miedo aunque calla, hay enfermedades y despedidas, terror a la propia muerte y más pavor aún a perder a los que uno quiere… también gente que lucha y consigue salir adelante, claro… no sin sufrimiento. 'Por eso intenta centrarse en las mentes con rincones más brillantes: en algún padre primerizo perdido en esa planta, buscando atribulado la sección de maternidad del ala este, en aquellos que reciben de repente el alta o buenas noticias, en quienes se sienten más acompañados que él pese a Moira y los chicos…'. Al final no lo consigue, éste es un lugar en el cual la gente fallece a menudo; en el que, los que viven, lloran constantemente a los que se van. Demasiada oscuridad, confusión y enfado para alguien que está lo suficientemente confundido y enfadado.
Raudales de negación e impotencia yendo y viniendo entre otros pacientes pero también en él.
Conoce bien ese sentimiento en particular. Creyó que las cosas iban a ser distintas. No querían lo mismo pero no pensó que irse quería decir hacerlo en ese momento de manera irrevocable, sin más; sin mirar atrás.
No pensó que iba a pasar así.
'Erik…'.
Erik se marchó con ella… ni siquiera le importó dejarlo en ese lugar de esa manera. Todas las palabras y todas esas noches que no fueron suficiente, se repiten en su mente. 'Quizás sería más fácil de aceptar si cada paso de su relación no se hubiera sentido tan real…'.
Charles Xavier ha tenido la sensación de abandono antes pero nunca de esa forma, nunca fue como si acabaran de arrancarle la piel. 'Antes al final siempre hubo su hermana'.
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Angel mira a Raven, que está sentada en una caja de cartón en el suelo de ese nuevo lugar, una nave industrial en algún lugar de Arizona. No dice nada, no realmente, y ésta tampoco le habla. Azazel y Janos son sorprendentemente los que más dialogan entre sí últimamente.
Seguramente es un síntoma del silencio que hay la mayor parte del día en ese enorme edificio abandonado… Erik… Magneto… él tampoco dice muchas cosas. Y sólo da órdenes en privado.
A Azazel, a Frost, a Janos…
Es como esperar la reacción de un animal encerrado en un lugar que detesta. La mayor parte del tiempo confinado en la sala que designó como su habitación; aunque por la constante fatiga en su rostro, Angel empieza a dudar que haya realmente una cama allí.
Ella ha intercambiado en todo este tiempo miradas y sólo alguna palabra con Mística – que insiste que ese es su nombre ahora – aunque realmente no mucho más. La ve moverse con incomodidad antes de volver a alzarse.
Hay incluso un momento de falta de contención en su mirada, de irritación. Sólo un segundo. Y es suficiente para adivinar que se siente mucho más frustrada que ella por la falta de cosas que hacer en este momento. Algo desafiante en la mirada amarilla de la mutante de piel azul.
Por lo que sabe Angel, han pasado semanas y aún no tienen un plan de acción lo suficientemente claro. Erik apenas comparte nada en grupo y Emma ha mencionado antiguas amistades en Boston un par de veces y nada más. 'Gente influyente de la que la telépata puede sacar información', cree haber entendido la una vez stripper. De hecho en ese instante Emma se pasea por la habitación, lanzando leves miradas a Erik un momento antes que éste se vaya, su cabeza vetada a la telepatía de Frost a causa del casco.
Angel escucha la voz del hombre por primera vez en horas.
– Riptide, sígueme.
La chica puede ver con exactitud la diferencia en su mirada y en la de Mística respecto el momento en que los conoció.
Mira a Emma, que ríe.
Frost no parece para nada molesta por la hostilidad de Magneto. Mueve la cabeza divertida en dirección a Janos que le sigue sin pronunciar palabra, y después las mira.
A ella y a Mística.
Nada bueno en su sonrisa.
– Magneto… ¿un hombre atractivo, hmm?
Raven da dos pasos más hacia adelante como si no la escuchara, pero Emma insiste en su sugerencia con un pequeño sonido encantado y Angel sólo da un bufido. Ni siquiera intenta contenerse. Emma no le gusta, aunque ésta es la primera vez que reúne suficiente valor para decir algo. Diversión que no lo es bailando un segundo de nada en sus labios.
– Suerte con eso…
Emma Frost se ríe en la expresión de hecho. Y es sólo Raven quien se mantiene algo extrañada en la reacción.
– Ni siquiera se me acudiría, azúcar.
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Se queda adormecido brevemente y se levanta sudado, incapaz de moverse pese al dolor por encima de su lesión en la columna vertebral. Sed y calor pese a que el raciocinio le dice que debe ser fiebre… no puede hacer tanto calor en esa habitación cuando apenas es febrero.
Hace un par de horas la calefacción de su planta ni siquiera parecía ir más que lo mínimo para no congelar a ningún paciente. Se atreve a pensar en Westchester ahora que sabe que va a volver allí en un par de días… demasiadas cosas por hacer.
Hank le ha dicho que han instalado un ascensor. Un esfuerzo inútil puesto que duda que pueda usar la silla de ruedas aún.
Hay un vaso roto en su sueño cuando al fin se deja llevar de nuevo por el agotamiento, un vaso como el que estuvo a punto de caerle a Sean hace meses. Un pasillo con el suelo de madera que no parece tener un fin y una pared que se curva hacia él aunque está clavado en ese sitio – irónicamente derecho en el sueño sí – pero sin poder avanzar… La voz de Erik en algún lugar.
La risa de Raven.
Les llama pero no puede llegar a ellos.
Después, cuando está despierto, no se atreve a pensar en nada, su mente vagando por las otras mentes de esa planta.
Haber tomado un camino que no le llevara a Erik nunca es una posibilidad. 'Haber logrado que le escuchara… que viera que hay otra manera', es lo que se le ocurre al principio una y otra vez antes de empezar a dejarse llevar por el resentimiento de sentir que ha sido dejado atrás como si no importara.
También por Raven.
Prefiere no volver a eso.
Al fin y al cabo han pasado meses y no sabe nada de ellos. Ha visto en la mente de Alex que Azazel ha estado allí, una sola vez… justo después del año nuevo.
Alex lo vio en el fondo de un corredor y después desapareció. Ellos saben que está allí, probablemente el por qué… pero ninguno de los dos regresa. Y eso puede que duela más.
No querría que volvieran por pena o compasión, no al menos la mayoría de la veces. Aunque, cuando el dolor lleva a las enfermeras a darle morfina, a veces piensa que podría conformarse con su lástima. Puede que al menos significara que alguna vez les ha importado.
Es consciente de no estar siendo lo suficientemente justo.
Moira sigue allí. Sean, Alex y Hank prácticamente no se han movido del hospital.
A veces incluso se pregunta si no debería hablar con Alex. La impresión que si Raven no se hubiera ido, si de alguna manera él no la hubiera empujado a ello, Alex puede que ya no estuviera allí. El chico cada vez está más y más enfadado con la vigilancia que la CIA mantiene aún en ellos, más frustrado con la figura de los agentes de paisano que no se van del hospital.
Alex Summers se ha planteado ya hasta qué punto tiene razón Erik… 'Aquello que siente que es su obligación, el resentimiento por toda esa situación y el rechazo a los hombres de Shaw, son las únicas cosas que lo mantienen en ese lugar…'.
Charles no está preparado para decir adiós a nadie más. Nadie va a poder significar lo que significaban Raven o Erik, pero eso no le impide eludir esa charla con Alex o retardar el paso que empieza a ser inevitable en el caso de Moira… incluso en el momento que todos ellos se trasladan de nuevo a Westchester.
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Lo primero que siente cuando Azazel habla ese día es shock.
Recuerda a Charles en todas sus noches de ajedrez y discusiones pero también los pequeños guiños diurnos en medio de los entrenamientos de los chicos y la convivencia.
Le recuerda quedándose un momento en silencio después de un comentario especialmente escéptico sobre Moira, mirando a Sean y Hank por la ventana, pero girándose rápidamente y acercándose a él, todo ese instante mal sentado en el reposabrazos del sofá. Erik recuerda al telépata dejándose caer a una silla y dándole un pequeño apretón al poner la mano en su pierna. Apoyándose en ese gesto para mirarlo.
Él mismo preguntándose qué estaba pensando el otro cuando en vez de argumentar simplemente le dedicó esa mirada, luchando para conseguir ordenar sus propios pensamientos. 'Siempre hubo un mundo entre sus maneras de pensar respecto los humanos'.
Siempre hubo demasiadas cosas en las que no estaban de acuerdo y nunca ningún plan concreto después. Charles tenía sus sueños sobre ayudar a otros, Erik sus pesadillas. ¿Pero fue sólo en ese momento, en la arena de la playa, cuando pensó seriamente en Charles permaneciendo a su lado?
¿Sólo fue por ese segundo que quiso todo eso desesperadamente?.
Ellos no quieren lo mismo. Paradójicamente fue Charles quien tuvo que recordárselo al final.
Da igual lo que quiera Erik ahora o lo que pasara por su cabeza en ese instante, de todas formas.
Ellos son más que ellos, Erik ha visto antes lo que en verdad están por afrontar los mutantes y no va a permitir que pase nuevamente.
Los misiles como prueba.
Deja que la culpabilidad solamente le golpee por dentro, luchando consigo mismo por no mostrar ningún sentimiento a Azazel. Escuchando por contra el sollozo de Mística.
Deja la incomodidad de su garganta tomar ventaja por un único instante más, intensificando la sensación constante y general de intranquilidad de todos estos días.
Ha sentido, por semanas ahora, la incapacidad para estar conectado con el grupo que se supone que debe dirigir. Sabe mejor que nadie que el mundo no va a darle tregua. 'No pueden permitirse más incerteza como grupo, no más silencios, incluso si siente ensombrecerse una parte suya que irónicamente parece luchar por permanecer'.
Puede revivir en su mente el segundo en que la bala tocó a Charles Xavier.
Pero por un momento odia la debilidad que muestra Mística. 'Eso no va a ayudarles a luchar por los mutantes que los necesitan'.
… Y sin embargo vuelve a pensar en él.
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Raven analiza esos meses una y otra vez la escena de la playa en su cabeza…
A veces se da cuenta que no había nada, nada que asegurase que americanos y rusos no volverían a intentar lanzar los misiles. Que en un momento Charles le sujetaba la mano y al otro estaban lejos de allí, a miles de quilómetros de esa bahía.
Erik empezó a darle órdenes de verdad pasadas las primeras semanas, sacaron a Emma de ese sitio más temprano que tarde, la amenaza tácita después si intentaba traicionarle… Por meses, sin embargo, todo se fue muy muy en calma: su supuesta futura acción contra los humanos bajo la pausa de semanas enteras de un Erik taciturno que desaparecía por horas de la vista de todos.
Un Erik que ella misma fue a buscar a su habitación una de esas noches.
Recientemente Janos ha acompañado a Emma a uno de sus viajes a Boston y Erik permanece sin duda esperando novedades en algún lugar privado del edificio. Raven se encuentra a Azazel al girar por la esquina de un corredor.
– Dios… ¿Ya estabas aquí?
– No exactamente – El ruso no ríe pero hay humor en su voz. – ¿Buscas al jefe?
Mística resopla. – Oh, sí. Seguro…
– Pensé que serías su mano derecha.
– Se suponía que iba a ser Emma…
– ¿… porqué iba a rellenar el hueco… hmm?
Raven se queda muy muy callada entonces.
De pronto tiene el agridulce pensamiento que no debe ser lo mismo poder leer la mente de las personas. Ella, de hecho, se siente incómoda al adivinar lo que esconden las palabras medio divertidas de Azazel, se pregunta por qué debería estar intentando provocarla si a penas han hablado en todo este tiempo.
Excepto en esa primera misión buscando un lugar adecuado, claro. Con él siempre tiene la sensación que hay mucho más en sus silencios que en sus frases.
Alguien que se mantiene alejado del grupo pero que no lo está tanto. Es evidente que hay respeto entre él y Janos. Incluso ha visto a Angel sonreírle a veces.
Se le ocurre hacerle esa pregunta ahora: – ¿Por qué estás aquí? Quiero decir…
– ¿Por qué creo en esto?
– Bueno, sí…
Esta vez el ruso sí deja ir una carcajada.
Un tono diferente en él.
– Si ha de haber una guerra, ¿Por qué no ahora? Quiero ser yo el que luche y que sean los que vengan después quienes vivan en paz... si pueden – Dice. – He visto actuar a hombres y a algún mutante que ha seguido sus peores métodos – Por el tono además queda claro a Mística que esa referencia es a Shaw... – Se trata de sobrevivir, puede que de todos modos sea inevitable. ¿A caso nosotros dos no lo sabemos mejor que otros?
Ella asiente, aún un recodo de duda en su remordimiento.
La sensación que esta ha sido una confesión que no va a sacar en muchas ocasiones de Azazel.
– Bien… Voy a ir a buscar a Magneto ahora – Y Raven piensa más tarde al volverle a mirar que definitivamente ha habido algo distinto en esa charla con el mutante rojo – Me niego a quedarme aquí dejándolo todo en manos de Emma.
– Avísame si hay algo nuevo…
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A finales de 1963 Emma descubre definitivamente un par de cosas interesantes gracias a contactos de sus contactos. Usando una identidad falsa de por medio. Una de las cosas que averigua es que altos cargos de la CIA que conocen ahora su existencia presionan al presidente para que tome o deje tomar cartas en el asunto… el otro es que John F. Kennedy difícilmente va a ceder a esas presiones y el por qué.
Después de su tozudez en mantener la calma hasta que el conflicto de Cuba pareció inevitable, hay pocas de las personas de confianza de JFK que no le aconsejen que apacigüe ahora los ánimos de aquellos más beligerantes con la idea de la existencia mutante. 'El presidente es mutante y Emma Frost tiene al fin en octubre algo de importancia por explicar en el seno de la Hermandad de Mutantes, grupo que sin embargo no parece para nada estar a punto de desatar ninguna guerra…'.
Grupo que, de hecho, en estos momentos no es mucho más que ella y Magneto.
Ni siquiera hay mucho que contar al respecto. Azazel y Angel no han vuelto de la última misión. Mística se fue poco después que ellos desaparecieran. Y a Janos lo cazaron antes.
Emma va y viene, de hecho. De algún modo de las arregla para tener información de primera mano, tanto que Erik sospecha que está cerca muy cerca de los hombres del presidente.
Frost, sin duda, tiene con él un trato muy diferente del que parecía tener con Shaw. 'Puede que haya aprendido una o dos cosas… o que sea porque, al final, a Erik le disgusta ella y a ella no le gusta nada el casco del que no se separa…'. De un modo u otro, ninguno ha esperado nunca mucho más de su colaboración. 'Da igual lo que él dijera una vez o fingiera más tarde…'.
La manera como ella habla. Erik no necesita telepatía para saber que siempre está escondiendo algo más… que siempre parece saber más. Aludiendo a sentidos ocultos en comentarios y miradas impertinentes, casi divertidas.
Ese tipo de mirada que Frost suele usar cuando, gratuitamente y con un velado "tu antiguo telépata", busca la manera de mencionar a Charles Xavier en su presencia.
Bueno… a veces, sin embargo, no tan gratuitamente: No hace ni dos días que hablaron de Moira, que según Emma Frost ha sido relegada en su posición.
– No recuerda nada.
'Charles…'. Charles le ha tenido que haber borrado la memoria. Le sorprende, casi. 'Ha hecho lo que tenía que hacer para proteger a los chicos… aunque no sea suficiente. Nunca lo es'.
Algo en la cabeza insiste en decirle a Erik que Charles debe estar lo suficientemente bien si ha dado ese paso. Evita pensar en las palabras de Azazel a principio de año.
La sensación que tuvo después de querer volver a por Moira y estrujarle el cuello de forma muy pensada esta vez. 'Aunque… Charles nunca la culpara a ella'.
– Lo hiciste tu – Resuena en la mente de Erik Lehnsherr y no es su voz.
Cierra una vez más los puños y trata de olvidar. Otra vez.
Desvía también la mirada de Emma en su recuerdo. Esa gente va a matar el presidente hoy, a uno de ellos.
Está aquí en Texas para evitarlo.
– Él planea dar un discurso en donde no va a ser sutil en pedir la aceptación de aquellos que son diferentes, dejando la cuestión de la existencia mutante no muy entrelineas. No van a permitírselo – le dijo la semana pasada Emma.
Es el tipo de discurso que daría Charles Xavier…
– Han extendido la idea que va a aceptar llevar más allá un proyecto llamado WideAwake, para investigar hasta qué punto hay mutantes en este país. Sinceramente creo que tienen a Azazel y a Angel aún en algún lugar, no te sabría decir si vivos… Toda esa historia del tiroteo es porquería. Hay quien parece no necesitar una firma presidencial para empezar su agenda… pero no aceptarían que John los detuviese – insistió ella.
– ¿John? – Por una vez y por la cara de ella, Erik es el que consigue sacarla de quicio. – ¿De verdad…?.
– No es de él de quien he sacado la información si es lo que te planteas. No necesito ir tan arriba…
Ya no importa.
Erik se irgue para salir a la calle. Han tenido noticias de casi una docena de muertes extrañas los últimos meses, incluso más allá de la desaparición de Azazel y Angel.
La mañana del 22 de noviembre de 1963 el cielo de Dallas ha disipado claramente la amenaza de lluvia, no hace calor pero es bastante agradable para la época del año. Y el presidente John Fitzgerald Kennedy saluda a la multitud aplegada en la plaza Dealey desde una limusina abierta.
Hay tres balas. Una falla, la segunda impacta en la espalda y cuello de JFK rebotando de manera extraña en el gobernador Connally y la tercera es fatal.
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Aún años después creará mórbida fascinación en la gente ver el súper 8 en color, movido y borroso, de Abraham Zapruder, en el que la cabeza del presidente salta hecha añicos por la segunda bala que teóricamente dispara Oswald. John F. Kennedy cae abatido, después, sobre la falda de una primera dama aterrada, vestida de rosa y salpicada de rojo.
Todavía, décadas después, cuando alguien revisa el vídeo en el que el periodista Walter Cronkite mira a la cámara detrás de sus gafas de pasta, con los ojos llenos de tristeza y anuncia en blanco y negro "Desde Dallas, Texas, flash aparentemente oficial, el presidente Kennedy ha muerto a la una del mediodía", es fácil entender por qué los que lo vivieron recuerdan qué estaban haciendo cuando les llegó la noticia del magnicidio como si fuera ayer.
Es especialmente fácil cuando el verdadero asesino es alguien a quien creías conocer y de quien has estado esperando, mientras pedías a nadie en particular que estuvieras equivocado, algo así durante meses.
Aunque si aquél al que acusan de asesino eres tú, probablemente no recordarás nada de aquello. Sino otro tipo de historia: El momento en que fallaste y la bala se tambaleó, y el siguiente instante en el que otra bala se fue a la cabeza del presidente, por ejemplo. El pensamiento absurdo mientras conseguían detenerte que esta vez los neandertales llevaban pistolas de plástico… y drogas.
Moira es la primera persona en la que piensa Erik en ese instante de confusión. Sus informes iniciales, al fin y al cabo, nunca esquivaron su nombre. Había también miles de hombres que vieron los misiles volverse en su contra. 'Emma consiguió una copia de esos expedientes. Ni una palabra de los otros mutantes', recuerda. La manera como Moira redactó esos papeles cuando aún se acordaba de lo que había pasado, si se siente personal es porque probablemente lo es.
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El juicio – en una sesión a puerta semicerrada al cual solo asisten responsables de la agencia central de inteligencia, políticos que se las dan de respetables con voz en el gobierno y aquellos que han conseguido un permiso de los primeros (o de los segundos) – se celebra tiempo después en un edificio que pretende tener paredes y suelos recubiertos de estúpida madera y cristal, mármol y piedra esculpida. Hay tuberías, siempre las hay. Campos magnéticos. Miles de elementos que podría utilizar pero que no toca.
Nadie le ofrece un abogado, no uno de verdad y tampoco lo quiere.
Decide plantarles cara, al fin y al cabo. Irse antes no le permitiría decirles lo que merecen oír. Se equivocan si creen que el próximo presidente tendrá éxito si decide enfrontarse a los mutantes.
Él no va a fallar otra vez, aunque no de la manera que piensan.
Y es cuando quieren llevárselo de allí que se propone causar más que el caos a su alrededor, no antes… pero de nuevo no sale como lo había planeado. Es sólo un momento de distracción… La sorpresa de ver allí a… 'Al final resulta que los homo sapiens incluso pueden hacerle frente, no a Erik Lehnsherr sino a Magneto', la ironía ni siquiera es divertida en su cabeza.
En algún momento posterior, cuando todo aún está borroso y lo que le ha pasado es confuso, hay ruido y varios policías golpeándole. 'Son buenos, sí, lo son cuando el otro no puede responder'. Erik es aún así vagamente consciente de la realidad por al menos medio día. Nota que lo sujetan con más fuerza y algo húmido en su cabeza, probablemente sangre, después de un golpe especialmente duro de su cabeza contra la pared.
Cuando consigue recuperar la conciencia, en un primer momento, se siente aturdido; cada uno de sus músculos, profundamente adoloridos.
Y es cuando descubre la celda en la que se encuentra que, en cambio, tiene un singular momento de claridad reveladora: Erik entiende, y no hay exactamente sorpresa en el descubrimiento, que puede que hayan estado construyendo ese sitio desde antes del primer informe de Moira.
Al principio espera que Mística reaparezca en cualquier momento…
Que lo haga Emma.
Pero no es hasta que un guardia se para en el vidrio superior, y le informa con sorna de la muerte de Angel y sus detalles, que no se pregunta dónde debe estar Charles en este instante.
La última vez que vio a Mística fue en su sesión particular de juicio. 'Por un momento… por un momento… su estomago da un vuelco: ella usó el aspecto de Charles Xavier'.
Era él… sólo que lo miró y sus ojos no lo eran.
Mística recurrió al aspecto de él para acceder a esa sala… 'Probablemente desconociendo que Charles ya no hacía tratos con la CIA, no sin Moira. Erik supone que no hay nada bueno en el hecho que igualmente le permitieran entrar con esa identidad…'.
Puede que esperaran seguirle la pista, quien sabe. La idea de borrar la memoria a Moira no eliminaba cosas que ya se habían dicho o hecho. 'Y por lo mismo habría sido estúpido que fuera el mismo Charles quien estuviera ese día en Washington, aunque aún así…'.
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Mística tiene un motivo para no intervenir. Uno por el cual miró a Erik a los ojos en ese juicio pero no intervino después.
Es un motivo pequeño y azul y se despide de él en Munich, en Alemania, una vez lejos de la hermandad de Magneto… grupo por otra parte ya desvencijado. 'Al principio se negaba a creer que Azazel había muerto… no podía quedarse allí'.
Viajó a Oxford cuando creyó que debía salir de Norteamérica, no quiere ni siquiera recordar por qué necesitaba ir a ese lugar en particular, y después se aventuró a la Europa continental sin dudarlo…
Es con una mujer llamada Irene que ha dejado al pequeño Kurt. Ella nunca escogió un nombre pero no se le escapa la ironía cuando recibe una postal meses después.
– Él va a entenderlo – Dice la última carta. Mística no está preparada para nada más pero se aferra igualmente a esas cuatro palabras.
Debe encontrar la manera de vengar a Azazel y los demás.
– Todo esto, no va a quedar aquí – Le advirtió Irene.
No ha sabido nada de su hermano en todo este tiempo. 'No niega que esperaba encontrarlo en ese juicio: la privacidad del mismo no tenía por qué significar que Moira no estuviera al tanto. Todos esos hombres del gobierno sí estaban en ese lugar… y Hank'.
Aunque después descubrió que Moira ya no seguía en Westchester.
Hank la miró al final, casi en la puerta de la calle, y no dijo mucho más que eso. Ella no se atrevió a preguntar por Charles, qué había pasado con su mutación puesto que volvía a no haber rastro de ella o cómo se las había arreglado para estar allí, porque ni siquiera a ella le había sido fácil… 'Había buscado a Moira pero ella ni le recordaba ni conservaba ya su cargo'.
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El interior de la celda es escaso y muy frío. 'Puede que sea por la distancia que le separa de la superficie pese a algún tipo de mínima calefacción…'. Allí dentro no tiene sentido del tiempo ni más contacto con los guardias del que tardan en dejarle la comida a través del vidrio. No hay tampoco ningún sonido del exterior.
Ninguna confirmación que en realidad el mundo sigue girando. Luz blanca fosforescente y una especie de cama en suelo. Erik es consciente que debe mantener su cabeza entretenida para no perderse a sí mismo cuando ha perdido la cuenta del tiempo que lleva allí. Sabe que si dejara que su ira le empujara del todo aquí o su rabia, tarde o temprano conseguirían romperlo.
Se mantiene entero a su manera.
Al principio se concentra en la manera de salir de allí, cualquier campo magnético o metal que podría no estar en su lugar… cierra los ojos y se pasa días enteros intentando tirar de ello. Charles dijo que incluso la tierra tenía campos magnéticos… pero está totalmente aislado y no puede llegar a nada en concreto.
No hay día o noche, invierno o verano y la comida de tener un adjetivo es desabrida, casi incomible. Usan guantes y le registran estúpidamente el cuerpo antes que pueda ducharse, cosa que nunca pasa en un periodo de tiempo mínimamente regular.
Durante un tiempo hay un guardia al que le gusta hablar en voz alta con otro, nunca lo suficientemente cerca del vidrio. – Este lugar te perjudica el cuerpo entero física y mentalmente. Es como si te enterraran vivo…
Erik simplemente lo ignora, no mostrando nunca ninguna emoción.
Es algo más difícil cuando a la lista de miembros de la hermandad y otros mutantes que los homo sapiens han eliminado en este tiempo – algunos nombres que Erik ni siquiera reconoce – los guardias suman también a Emma Frost… y a Sean Cassidy.
Piensa que cualquier día el nombre de Charles Xavier va a sumarse a la lista.
Es la única manera que haya dejado a Cassidy desprotegido…
Erik no está muy seguro que esa línea de pensamientos sea inteligente.
Puede que Charles Xavier ya esté trabajando para acabar con lo que parece ser una interminable lista de muertes mutantes. A su absurda pacífica manera, por supuesto. Muchas veces, desde que cedió a su instinto y envió a Azazel a informarse sobre lo que había pasado después de la playa, ha pensado que puede que las cosas tuvieran que ser así…
Nunca ha reconocido que ésta era la conclusión correcta hasta ahora.
'No así con Charles en una silla de ruedas, sin embargo… pero sí con ellos dos por diferentes caminos'. Seguramente hay chicos y chicas jóvenes que necesitan el camino de Charles, mientras él y su hermandad se enfrentan a la verdadera cara del mundo. No lo vio así en ese momento claro: De alguna manera aún cree que Charles está equivocado y que debería haber trabajado con él, que debería haberse dado cuenta que estaba equivocado, estar ahora reconociéndolo en algún lugar.
– Somos el principio de algo increíble, Erik.
En el silencio de la maldita celda es más fácil que las imágenes de su cabeza le traicionen. Se siente especialmente estúpido cuando se levanta de cualquier sueño convertido en pesadilla en el que en realidad le estaba haciendo el amor. 'Prefiere el horror puro cuando está dormido… lidiar con ello después se siente en sus venas mucho más natural'.
Deslizar la mano por su mejilla izquierda, moviendo después el dedo pulgar a lo largo de su labio inferior antes que Charles Xavier se ría de cualquier cosa sin importancia con el brillo de la luz de las mañanas en Westchester detrás; esa es la última de las imágenes que quiere tener al despertar de cualquier par de horas en las que apenas va a conseguir dormir en esa celda, una de las más recurrente cuando después del principio deja de pretender que tiene alguna idea del tiempo que lleva allí. 'La maldita luz blanca metiéndose en su cerebro… las comidas ni siquiera siempre a la misma hora'.
Están también las pesadillas de siempre, por supuesto. Las nuevas, siempre confusas. En última instancia logra la concentración necesaria para meditar, para intentar inútilmente llegar a algo más con su poder, por encima de todas ellas. Su ira se vuelve fría bajo su piel.
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Pese a todo Charles se acostumbra a la silla de ruedas y empieza de nuevo en Westchester.
En todos esos primeros días, se muere de ganas de gritar cuando no consigue que la silla de ruedas deje de trabarse o cuando sin querer golpea una puerta o una pared, pero en seguida tiene a los chicos encima, preocupados y, aunque quisiera gritar, su existencia se convierte rápidamente en algo así como una de esas pesadillas en las que no tienes voz. 'Al principio basta recordarse a sí mismo que no puede decepcionarlos'.
Por la noche, antes de ir a dormir, cuando el dolor es demasiado fuerte, o las voces en su cabeza resultan abrumadoras, se permite eso sí un vaso de Scotch… nada importante. No deja que los chicos le vean enfadado y por un tiempo consigue rellenar los papeles para la escuela y ésta se convierte en realidad.
Hank y Alex arreglan una desena de habitaciones para convertirlas en dobles, la casa toma un aire diferente, excepto por dos cuartos que nunca llega a tocar. 'Por el estudio del segundo piso que permanece como quedó esa última noche y que usa de refugio sólo a veces…'.
Casi llega a creer que podrá vivir con ello. 'El recuerdo de Raven acompañándolo a veces... Su propio corazón roto por la traición de Erik'.
Hasta que la guerra de Vietnam empeora sin cuartel.
Hank, que ha estado trabajando en la perfección de un suero todos estos años, cree al fin que ha encontrado la dosis correcta para hacerlo duradero. El chico le ofrece probarlo en una noche particularmente mala.
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París (Francia), enero de 1973.
Remy LeBeau camina por el aeropuerto de París-Charles de Gaulle algo aturdido por la cicatriz aún tierna de su cabeza, pero al menos vivo. 'Los últimos años ni siquiera pueden considerarse seguros o agradables, pero Emma Frost le ha tratado mucho mejor que cualquier otra de las personas con las que ha trabajado antes, mucho mejor que su antiguo jefe, por supuesto. Y además por lo menos está haciendo algo para compensar todo ese camino equivocado…'.
No es, de todas formas, como si hubiera tenido opción… Sigue siendo casi extraño que a Emma no le importe su antigua participación a las órdenes de Nathaniel Essex: no cuando eso incluye haber ayudado a encerrar a tantos y tantos mutantes en un laboratorio años atrás.
Que no supiera qué estaban haciendo con ellos, ni siquiera le exime en su propia cabeza.
En realidad Remy LeBeau supone que nunca quiso pensar realmente qué tipo de destino iban a darles allí… 'En 1968 cuando conoció a Emma, hacía años que oía a hablar del nombre de Bolívar Trask…'. Para él, como para la telépata y Azazel, todo sigue – sin embargo – siendo cosa de Nathaniel Essex: Trask nunca hubiera podido cazar a tantos sin él.
Remy no cree, en última instancia, que vaya a importar mucho quién tiene el plan más horrible: incluso si resulta que el plan de auto ego y auto afirmación de Essex no ha tenido en cuenta hasta ahora que el proyecto de Trask era jodidamente peligroso para todos.
Toma aire. Ha estado echando una mano a Emma con algunos de los cómplices de Essex. Pero esa maldita telépata sigue siendo demasiado lista… y tiene aún demasiadas partes ocultas cuando se trata de sus intenciones. Eso le intranquiliza.
Remy quiere la oportunidad de enfrentarse al hombre que durante mucho tiempo lo ha atemorizado… aunque también teme que Frost fracase, porque entonces su deuda con él seguiría vigente. 'Nunca va a ser una lucha justa si está solo'.
De momento se ha dado cuenta que Emma no da ni dos centavos por Bolívar Trask porque está convencida que tarde o temprano alguien más lo quitará de en medio.
A estas alturas Remy casi ha perdido literalmente la cabeza, intentando localizar a Essex en un ruinoso laboratorio escondido en Cisjordania. 'Estaban atentos a su llegada… porque efectivamente parece que alguien más ha intentado esa semana inmiscuirse en ese tipo de laboratorios escondidos en los lugares más insospechados…'.
– Maldita sea…
La herida le duele de verdad.
Y encima no ha conseguido más que documentos que probablemente no les lleven a ningún sitio… todo lo que quedaba allí de los mutantes con los que habían experimentado era un montón de cadáveres. LeBeau no puede evitar sentir cierta amargura ahora… 'Muchas de esas muertes… no allí… no en ese punto del mundo – se dice – pero sí en Texas… sí en Louisiana… han sido también su culpa'. Con Essex o sin él, alguien le hará pagar algún día por ello.
Quiere ser útil de momento… por lo menos.
… pero esta vez, lo que le ha pedido Frost: no llega a entenderlo y ya condenó a gente antes por obedecer sin tener idea a qué obedecía. Duda seriamente en esto y mira a la libreta, esa libreta en la qué hay un nombre y la dirección de un apartado de correos y no mucho más. 'Ni siquiera tiene muy claras cuáles son las instrucciones esta vez…'.
Antes de salir del aeropuerto, decide que probablemente necesite algo de dinero para llegar a la ciudad. Remy acaricia la baraja de cartas que lleva en el bolsillo derecho de su abrigo con las yemas de los dedos antes de actuar.
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– ¿Qué le sirvo? – La chica sonríe y espera. Golpeando distraídamente con los dedos de una mano la barra de bar mientras observa a lo lejos uno de sus clientes. Toma nota. Y antes de servir ese café, se decide a hablar con el hombre mayor del fondo que hace un rato la tiene algo preocupada…
– Usted no falta mucho por aquí, monsieur Dominic. Ayer le echamos de menos.
Él le devuelve la sonrisa.
– La edad, querida. La fuerza de la juventud no es para siempre.
– Usted siempre será joven.
Sirve el café pendiente en una mesa cercana. Se recoge el cabello largo y ondulado en una coleta y le vuelve a mirar a regañadientes con sí misma. 'Está segura de no haber visto nunca antes a monsieur Dominic entablando conversación con ningún otro cliente. Menos uno tan joven…'.
– No. Aunque ayuda que alguien escuche mis historias de viejo hablador… – El hombre le sonríe con amabilidad, como prácticamente cada día desde que trabaja en ese café. Es el chico que le está enseñando un truco con las cartas lo que la preocupa. Es la primera vez que lo ve allí.
– No admitimos apuestas en este local – Hay algo extraño en ese muchacho nuevo… a primera vista Anya no sabe exactamente qué. – Lo lamento…
– ¿Apuestas?
Es evidente que se está burlando. 'Oh, por favor. Debería estar en la biblioteca estudiando para los exámenes… y no batallando con clientes a estas alturas de enero…'.
– Sí… – Intenta no desesperarse y por alguna razón prefiere girarse para explicarse a su cliente habitual – Lo lamento de verdad, monsieur. No puedo dejarle que apuesten aquí… va contra las normas.
Por el aspecto del chico, o por su continuo gesto burlón… no está muy segura por qué… pero ni siquiera es difícil adivinar que esto es totalmente irregular. '¿Está de verdad un desconocido timando a sus clientes?'.
Suele pasar las mañanas en la universidad, estudiando… y trabaja por las tardes en ese pequeño café céntrico. 'No tiene clientes que jueguen al póquer aquí…'.
– Deberías irte.
– ¿Me estás echando? – El desconocido se ríe un segundo y después hace algo rápido y repentino con la mano que sujeta las cartas. – Toma.
– ¿El qué?
– Toma una carta… Elige una.
Es cuando se da cuenta que insistir no va a servir de nada.
– Será mejor que vuelva a la barra… – Frunce el ceño pero no insiste –… vaya con cuidado, monsieur Dominic, por favor.
– ¿No vas a echarme?
Definitivamente debería estar en la biblioteca o en casa.
… aunque quizás esa última seria una peor idea. Oleg parece estar únicamente más y más nervioso con los años. Piensa más veces en Ucrania.
Seguramente poco podrá hacer ya Vasyl si decide irse, no para convencerle de quedarse más tiempo en Francia.
Anya no tiene la más mínima intención de volver ahora a Ucrania… y, si no tiene clase como esa mañana, prefiere ir mil veces a trabajar que quedarse en casa con todo el mal humor de su padre y la resignación a él que muestra ya cansadamente su tío.
Las cosas no han cambiado tanto cuando tienen que ver con Oleg… pero probablemente Anya ya no se reconozca en la niña más bien introvertida y asustada que fue una vez. Intenta recordar que, al fin y al cabo – biológicamente o no –, el mayor de los Kórsakov es su padre: 'Debería agradecerle que al menos ahora la trate vagamente como si no estuviera esperando el mismísimo infierno a su alrededor en cualquier momento…'. Intenta evitar ese pensamiento y su relación siempre va del silencio a la ligera picazón.
El apoyo de Vasyl le permite al menos relativizar un poco ese trato.
Anya ha estudiado Historia, está graduada y hace ese curso de posgrado sobre historia de las civilizaciones antiguas, que cómo suele decir Vasyl – aunque él parece incluso estar orgulloso de ello, seguramente porque ahora su mayor afición es comentar libros con la chica – nunca va a darle directamente de comer. No a una mujer tan joven de evidente apellido soviético en la Francia de 1973, mucho menos con los huecos que hay en la historia de Vasyl hasta su llegada al país.
No lo tendrá fácil después de la universidad. Pero paralelamente le está devolviendo ya a su tío el dinero que avanzó, cuando Oleg parecía preferir dejarse cortar una mano que permitir a su hija ir a la universidad. Anya espera al menos que ambos tengan claro que no le importa trabajar de lo que sea todo el tiempo que haga falta.
Sus estudios le gustan realmente.
N/A: Y para llegar aquí, que fue mi primera idea, he escrito 7 capítulos antes, jeje. París nos va a dar caminos conocidos y otros de nuevos...
