Capítulo 9. Tell me how one survives this winter, even without the wind (Explícame cómo alguien sobrevive a este invierno, aún sin el viento)
"If I could make days last forever
If words could make wishes come true
I'd save every day like a treasure and then,
Again, I would spend them with you".
- Time in a bottle. Jim Croce
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"Ahora, he elegido predicar sobre la guerra de Vietnam porque estoy de acuerdo con Dante en qué los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en un período de crisis moral mantuvieron su neutralidad. Llega un momento en que el silencio se convierte en traición". El profesor Bertrand aún suele repetir frases de Martin Luther King en francés al final de muchas de sus clases, aunque King fue asesinado años antes… de un tiro en Memphis, en abril de 1968.
A veces, Bertrand incluso deja ir una de esas frases lapidarias cuando ni siquiera es pertinente. En la clase de posgrado de Elsa, por ejemplo, no hay mucho de guerras y reivindicaciones modernas y sí un montón de lecturas sociopolíticas de viejas mitologías y procesos de construcción de identidad en las sociedades antiguas. Algo de lo que Alain, que ahora va para periodista ha huido como de la peste… quizás por eso el profesor, de modales clásicos pese a su discurso, sigue siendo su favorito.
Y quizás por eso mismo ese es el único día de la semana que acepta ir a buscarla al salir de clase… ya que aprovecha para entablar conversación con él.
– ¿Dónde está Anya? – Con él… y con Anya, que también suele estar allí, últimamente reacia a sus debates, pero siempre cayendo en ellos al final.
– Hoy se ha saltado la clase… Creo que quería avanzar con su tesina…
– ¿No estará haciendo horas de más en esa cafetería, verdad? Vuestra amiga tiene muchas posibilidades de optar a nuestra beca de verano, sería una pena que bajara el ritmo ahora.
El tono serio, pero con sospecha del profesor, hace que Alain le dedique un gesto de evidencia con las cejas, pero Elsa insiste en una evidente mueca de negación.
– Ella realmente va a bordar ese trabajo…
– Eso espero – Mientras la clase se vacía, el veterano catedrático recoge sus libros y sigue a medias con la conversación. 'Monsieur Bertrand es de los que apoyó, aunque fuera con una sonrisa de condescendencia, bajo esas viejas arrugas en los ojos de quien pertenece a otra generación, los nuevos aires que parecieran haber en la universidad en 1968'.
Sin duda ese es un motivo por el que Alain se siente cómodo entablando debate con él.
– Hemos quedado para cenar los tres así que nos va a tener que dar una buena excusa, no se preocupe – Hace algo de broma el chico, sujetando de pronto por la cintura a Elsa.
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– No estoy muy segura que quiera verla conseguir esas prácticas.
Un poco después, Alain se gira mientras sujeta una de las puertas de salida de la facultad…
– Oh, vamos… ¿Por qué? Tu también podrías optar a ellas si quisieras… no hay necesidad de…
– No, no no, no es eso. Es… Brasil está a más de 9.000 quilómetros… Si le dan esas prácticas, le van a dar la oportunidad de estudiar los rastros de la colonización fenicia en un lugar dónde se supone que no debería haber llegado nadie de esta parte del mundo hasta 2.000 años después. Ella es un coco para la historia… seguro que le va de fabula allí, acabaría el posgrado en mayúsculas… ¿De verdad, crees que íbamos a volver a verla?
– No veo por qué, no… Su padre y su tío viven aquí…
Hay un silencio incomodo después del que Alain tarda en darse cuenta.
– ¿Qué?
– Tu mismo lo dijiste, ese hombre es… sus circunstancias… Quizás deberíamos haberle preguntado directamente a ella si se trataba de…
– Si se trataba de un espía ruso… – El chico francés casi se ríe – Claro, eso tiene mucho sentido. Ya sé que yo mismo dije que era raro todo ese rollo que pudiera tener un piso y pagarle los estudios cuando nunca había trabajado de nada que pudiera saberse, ni él ni realmente su hermano, pero… ¡Vamos! Estaba siendo sólo un crío estúpido. Y no deberíamos estar hablando de ella a sus espaldas. Es nuestra amiga… Tu mejor amiga, Elsa. ¿A qué viene eso?
– Hay un tipo preguntando por ella…
– ¿Un tipo? ¿Qué quieres decir con un tipo…? – Alain de pronto la mira en alerta – ¿La has avisado?
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Ha jodido la vida de muchos más de los que puede contar… y aunque en verdad su oportunidad de vengarse de Essex descanse ahora mismo en Frost…
'Puede que no debiera estar aquí…'.
Y además… Remy LeBeau podría jurar que no ha recibido ninguna misión más extraña en todo el tiempo que lleva a las órdenes de la telépata, ninguna que parezca más absurdamente anodina… '¿Por qué es importante esa chica?'.
La observa salir de la cafetería dónde trabaja con una chaqueta beige y una gran bufanda de un violeta pálido envuelta al cuello, el cabello desordenado y la cara limpia de maquillaje después de toda una tarde sirviendo cafés, una bolsa marrón enorme. 'Ha tenido una interesantísima charla con su amiga Elsa esa misma tarde… y aún así…'.
– Di… ¿son verdes o azules?
Anya, que no se lo esperaba, casi da un brinco al escucharlo. Girándose rápidamente hacia la entrada del callejón dónde está parado Remy.
– No me lo puedo creer… – murmura y lo mira.
LeBeau sonríe.
– Ahora parecen azules…
Definitivamente ella frunce el ceño. – ¿Me estás siguiendo?
– Técnicamente no me he movido de aquí.
La muchacha, ahora sí, duda un segundo más.
Hay un instante de silencio.
– Eres sólo una cría… –. Suelta como hecho.
Ella lo mira. Y él vuelve a hablar. – Sin ánimos de faltar, eh?
– Oh ya, olvidaba que crees que tienes gracia. ¿Qué edad crees que tienes tú?
Al final Anya siempre se encara y LeBeau piensa que eso está bien. 'Tanta implacable paciencia bandeja en mano empezaba a sacarle de quicio…', sonríe abiertamente aún observándola.
A estas alturas no tiene ninguna pista de cuál es su mutación… si es que tiene una. 'Pero ¿qué haría que Emma se interesara en ella si no fuera por qué es uno de ellos?'. Ha llegado el momento de encontrar al menos alguna respuesta.
La ve fruncir el gesto en silencio.
Si Emma no le hubiera dado el nombre escrito en un papel, juraría que no puede haber nada fuera de lo común en esta chica… 'En efecto, de no ser por la charla con esa tal Elsa, casi podría estar dudando aún que ella sea la Anya Kórsakova que se supone que está buscando…'. Debe acabar de salir de dudas.
Pese a que… en fin: esa historia de su tío ruso del que ni su amiga conoce a que se dedica, la peculiaridad de que de su padre adoptivo haya sido sacerdote pero ahora estén allí hace años sin que la chica hable mucho de ellos...
Que Elsa contara lo tanto que tardó en explicárselo… a medias.
Se le ocurre a LeBeau, claro, que no es la primera mutante ni va a ser la última que no hable mucho de su familia. 'El detalle que sean su padre y su tío de adopción, ni siquiera suena casual: Remy ha conocido muchos otros mutantes antes que eran adoptados o no tenían padres. Él mismo'. Es fácil identificar ese detalle como una pista concluyente al respeto de que, en efecto, la chica debe tener alguna mutación…
… Aunque eso no explique porque Emma tiene tanto interés en ella.
Cuenta hasta tres.
Usa la vara que lleva siempre debajo del abrigo marrón y sopesa usar también las cartas... El objeto, dándole la energía justa, le ayuda a dar un tirón al bolso que Anya sujeta y, cuando la chica se sorprende, él acaba por retroceder con el bolso en una mano… más pesado de lo que no parecía un segundo antes.
Hay incerteza en Remy de pronto, y Anya también parece confundida por un momento: – Devuélveme eso.
'¿Qué demonios lleva allí dentro?'. Lo sopesa con curiosidad. – No deberías confiar en desconocidos, chérie… – Dice sin embargo.
– Devuélvemelo.
– Ven a buscarlo…
Gambit cree muy seriamente por un momento que Anya va a gritar. Porque ella mira a su alrededor, como si realmente se preguntase si alguien va a verlos. El cajún va casi ya a reírse de ella por eso, por lo estúpido de esa acción en una calle vacía y al atardecer… cuando lo que hace la chica es mover el brazo en su dirección: – Lo siento – La escucha susurrar. – Pero tengo casi todo mi trabajo en esa bolsa, llevo meses trabajando en él… es importante de verdad.
Remy podría reaccionar en ese instante si quisiera, por supuesto: Pero lo que busca es precisamente eso, algo más allá de toda esa disculpa y casi contenida reacción que Anya usa la mayor parte de las veces… que ella haga algo fuera de lo normal.
Por eso se queda quieto cuando no pasa nada. Cuando ella no hace nada.
Anya, de hecho, ha bajado ya el brazo y todo sigue igual en apariencia.
Hasta que Remy LeBeau se da cuenta del resplandor que viene del callejón a sus espalda. 'Algo se ha encendido allí detrás… y después ya no son sólo todas esas cajas de cartón que hace un momento estaban en ese lugar, sino buena parte de las bolsas de basura de más al fondo…'.
Fuego. De la nada.
Se ríe de pura incredulidad.
Eso no tiene tampoco ningún sentido… no parece ninguna mutación que, buscando un poco, Emma no pudiera haber localizado antes… 'La misma energía que él da puede… No tan sutilmente, pero. ¿ … qué hay más?'. – ¿Así… eso se supone que tiene que impresionarme o…?
Es evidente que ella esperaba que se asustara, no tener que hacer nada más. Parpadea insegura por un momento.
Remy la ve moverse en incomodidad, mueve la mano izquierda hacía él, retrocede también, le mira y mira a su bolsa balanceando ligeramente el brazo derecho al moverse. Deja caer los dos brazos a su lado a continuación, mordiéndose el labio, casi en rendición.
Está mortalmente seria de pronto.
– Podría avivarlo… tanto como quiera. Devuélveme eso. – El tono de ella parece más bien impostado. Como si aún estuviera intentando fingir que puede controlar esa situación inesperada. Esperando aún alguna reacción de él.
Al final, indecisa y mortificada consigo misma, mueve de nuevo una mano, pero esta vez el fuego se apaga. Remy se da cuenta que eso en realidad no ha visto hacerlo antes…
No es una energía que surja y ya, no una relativa a las moléculas de los objetos como la suya o el uso de una energía interior, solar (no hay sol ahora mismo), eléctrica o cinética que simplemente haga encender o explotar cosas potencialmente combustibles, no al menos sólo eso. Ella domina el elemento. Puede encender un incendio… como con otras mutaciones. Y apagarlo.
Probablemente darle forma a placer.
No es espectacular o puede que esté juzgándolo demasiado pronto… ¿pero no es acaso el fuego tan antiguo como la misma humanidad? Sin duda, tan peligroso o necesario para la misma supervivencia como el hombre ha querido, hasta que el hombre mismo ha inventado cosas más terrible aún.
No cree que Emma valore algo más que el avanzar sin cuartel en la guerra que planea contra Essex, de todas formas. Hay demasiada suavidad en esa chica.
¿Qué gana Emma?
'Tiene que haber otra cosa'. Mira el humo que queda como testiguo de lo que acaba de hacer y finge no darle ni una vuelta más, no tener algo de curiosidad.
– Hey, no hace falta que finjas que sabes qué haces, chérie. Me esperaba algo más.
– No quiero que haya nada más.
– ¿No quieres o no puedes?
La chica se gira para irse un segundo después de debatirse consigo misma. Cierra los puños y sabe que no está dispuesta a ir a más por un puñado de papeles… aunque sean todo lo que… Va a irse.
Y Remy sabe que es suficiente un par de movimientos y una carta de su baraja para detenerla…
Ella está ya de espaldas. Y hay un ruido apurado fruto de la energía con que él se mueve.
Preciso y decidido. La carta prácticamente le rompe un mechón del pelo y le roza la mejilla haciendo que vuelva a girarse por instinto.
Anya se para súbitamente y mira al chico asustada por un instante. 'Quizás no muy segura de lo que acaba de pasar, aún sobresaltada'. – ¿Qué…
La pregunta se queda en el aire. Porque el extraño se está riendo… de nuevo.
– Te pregunté si habías visto algo fuera de lo común y casi me hiciste dudar. ¿No es esto que acabas de hacer lo suficiente extraño, chérie?
Hay algo más en su mirada esta vez.
– No… yo… Ese trabajo es importante. Seas quien seas, tengo que irme ya. Y no… – Se toca el cabello y mira la carta ya tirada en el suelo, aún en shock. Pero interpreta mal la mirada de Remy –… Nadie te va a creer.
Él le lanza el bolso al suelo.
– Toma. No voy a estropearle el curso a una chica que hace eso que haces tú… – Juega con sus cartas restantes y la vara, mientras observa los restos del callejón – Y además, ¿a quién quieres que vaya? ¿A contar qué? ¿Qué se supone que piensas que acabo de hacer yo?
Anya no está muy segura.
Sólo sabe que tiene la oportunidad de irse, pero en cambio no se va…
Lo mira más seriamente aún. Y de pronto se da cuenta de sí misma que tiene un poco de sangre en el pómulo. 'Nadie puede tirar una carta así o esa otra cosa… como si les diera energía al moverlos…'.
– ¿Es dinero lo que quieres? ¿Robas en callejones cuando no lo consigues en los bares engañando a buenos hombres con las cartas? ¿Qué es lo que haces con… con eso? – Señala la vara –.
– Sabes... esa no es la pregunta qué deberías hacerle a alguien que te intenta asaltar al atardecer, y que no tienes ni idea qué acaba de hacer. Pero tranquila, no pensaba robarte a ti.
Hay sorna en Remy pero la muchacha aún parece pensativa mirando al callejón. 'Quizás por eso lo pilla desprevenido cuando vuelve a hablar en un simple susurro… un segundo antes de tomar la bolsa y sacar de ella un montón de papeles y un libro con alivio'.
Rastros de una mochila de cuero entre las cajas ennegrecidas por el fuego.
– ¿Eso era tuyo?
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Charles Xavier se repite en su camino hacia Washington que esto no es nada personal, no más allá de proteger a Raven y conseguir que ésta vuelva a casa. La historia de Logan no le deja muchas opciones, después de todo.
Ha pasado mucho tiempo, así que ¿por qué debería afectarlo tener delante al hombre que le abandonó hace once años en una playa? Erik es un monstruo.
Uno que, de alguna manera, le hizo creer que había mucho más en su relación. Que podían ser más. Los años han gravado con hielo en su mente esas tres palabras en alemán.
– Ich liebe dich.
Puede que ni siquiera significaran para Erik lo que en ese momento quiso creer con todo su ser.
Aunque un hombre como él…
Un monstruo. Un asesino.
Deja sus pensamientos de lado cuando ve la mirada del extraño del futuro clavado en su rostro.
– Ni siquiera llego a creerme que seáis la misma persona – Murmura.
– Aunque digas la verdad, esto es un error…
– ¿Y qué propones, Chuck? ¿Te devolvemos a esas cuatro paredes de la mansión y después qué?
A Hank, que es quién conduce, se le nota nervioso a leguas… aunque los mira en un inquieto silencio, sin interrumpir.
El otro chico, Peter, se limita a escuchar música en el asiento delantero, aparentemente ajeno a lo demás.
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Una hora y cuarto después hay un chico al otro lado del vidrio que ha encerrado a Erik todo este tiempo, y un temblor en el cristal.
Erik se pregunta un instante quién es ese chico… su garganta se siente seca y su voz extraña cuando después de un momento se dirige a él, a alguien después de tanto tiempo. – En tres segundos se abrirán esas puertas y habrá veinte guardias apuntándonos.
– Lo sé. Lo estaba esperando.
Por un segundo se pregunta por qué de pronto el chico está tan cerca.
– ¿Qué haces?
– Sujetarte para evitar el latigazo cervical.
– ¿Qué?
El chico se repite, más o menos, pero no es eso lo que en realidad Erik intentaba entender…
Y aún no puede notar el más mínimo rastro de metal y tiene casi ganas de vomitar cuando el muchacho lo sujeta y en menos de un segundo se da cuenta que están ya en el ascensor. Su mente a mil por ahora cuestionándose quién es ese mutante... si de algún modo es cosa de Mística...
Si ahora ya puede sentir el metal...
'Dejó de esperar que alguien le sacara de este agujero hace tiempo… aunque estaría faltando a la verdad si dijera que es capaz de calcular cuánto…'.
La razón de obstinarse en la meditación… puede que se dijera que era porque no le quedaba más remedio, si no quería enloquecer en ese lugar; pero en realidad sólo valía la pena porque había llegado a pensar que en algún momento conseguiría tirar de algún débil rastro de magnetismo a quilómetros de allí. 'No es que haya funcionado nunca hasta hoy'.
Perder la concentración solía significar, eso sí, enfrascarse en sus propios fantasmas. Pensar en sus propias decisiones.
– Sólo están siguiendo órdenes –.
Discutirlas con una voz imaginaria de un hombre del que no ha sabido nada en diez años.
– Dicen que no va a poder volver a caminar – Recordar ese instante y el lamento de Raven en el tono de voz de Azazel, otra víctima de los humanos en esta última década…
Es casi increíble que después de tanto tiempo Shaw y Magda sigan en esa parte de su cabeza también, recordándole no sólo que es el monstruo que Schmidt creó… pero también que hay cosas para las que no hay opción.
'Schmidt sacó provecho del miedo, del odio del que son capaces los humanos… lo más terrible de estos, esa historia que puede imaginar repitiéndose y que nunca tuvo pretensión de acabarse simplemente en el horror de la Alemania de la Segunda Guerra Mundial'. Es casi curioso que en toda esa soledad, mientras el rostro de su madre se ha vuelto a difuminar desde que Charles consiguió recuperar en él ese recuerdo de sí mismo; otras personas, otros recuerdos han parecido cobrar fuerza sin ni siquiera proponérselo.
Ruth, su padre, su tío Erik por el que adoptó ese nombre al final.
La risa de Anya… aunque su mismo rostro varíe según el recuerdo, aunque a veces ya no se parezca a ese recuerdo que recuperó Charles.
La voz llena de seguridad de Charles Xavier, aún cuando Erik sigue creyendo que estaba equivocado.
'Si las cosas pudieran haber ido de otra manera, si Charles no lo hubiera rechazado, si hubiera podido ignorar los hechos y su última mirada, y quedarse… quedarse al menos para explicarle una última vez porque esto era necesario… aunque eso no cambiara nada en absoluto al final'.
Los más absurdos detalles de esos meses con Charles Xavier, pero también de todo el tiempo anterior, llegan a su mente como si, de pronto, todo pudiera atosigarle con la misma fuerza que sus más antiguas pesadillas…
Caras de personas a las que nunca pensó que daría un segundo pensamiento.
Se le ocurre pensar en el relámpago de idea que pasó por su cabeza en ese despacho suizo de un banco de Ginebra. 'Ese retrato de la que supuso era la hija de ese hombre. Viva, no cómo…'. La idea… ideas cómo esas han pasado por su mente a lo largo de los años, pero nunca se permitió profundizar en ellas mientras buscaba a Shaw.
Ha tenido demasiado tiempo para recuperar cualquier tipo de imagen ahora.
… Y se siente avergonzado, de hecho, de cada una de las veces que en lo que no eran exactamente pesadillas ha hecho el amor a Charles Xavier mientras dormía.
Mentiría si dijera que él no sabía que no podría quedarse antes de ese día en la playa…
'Aunque quizás hubo veces que ni siquiera pensó que habría un mañana después de esa misión… nunca esperó mucho más que su venganza antes de conocer a Charles, de entender que había un ellos, chicos mutantes, que les necesitaban'.
Ha odiado esa maldita luz blanca cada segundo y no puede soportar un minuto más de esa comida pastosa de gusto asqueroso. Incluso tiene problemas para recordar si esa voz en su mente con la que finge discutir, se parece ya algo a la de Charles. O si la voz con la que blasfema brevemente cuando la comida le da asco se parece aún a la que sí mismo tenía todos esos años antes.
No se plantea culpar al hecho de estar jodidamente atrapado en esa habitación de vidrio y plástico por tanto tiempo que bien podría haber olvidado quién es y por qué va a salir de allí un día.
Detesta los guardias humanos y cualquier otra cosa de este lugar.
Aunque, ahora mismo, en el presente… en ese instante… aún recuperándose de la súbita llegada al ascensor, está mucho más centrado en no ponerse a vomitar.
– Debes de haber hecho algo muy grave ¿Qué liaste, tío? ¿Qué hiciste? ¿Por qué te tenían aquí?
Encima quien sea es mucho más que persistente... O quizás sólo algo repetitivo.
Deben llegar a otra planta y puede que allí al fin sienta el metal…
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– Todos tenemos que morir alguna vez.
Ha pensado en ello a lo largo de los años… aunque puede que sea demasiado cobarde hasta para una decisión así. 'Lo único que ha deseado es ahogarse en whiskey, en la sensación de irrealidad que le da el suero y olvidarse que una vez tenía planes para esa casa o un futuro'.
Se ha convertido en un alcohólico como su madre, en un adicto.
Salvar a Raven, recuperar a su hermana es lo único que le motiva a estar aquí. O es el mantra que lleva repitiéndose desde que en la mansión cambió la bata de estar por casa por algo que encuentra mínimamente decente.
Es lo que se dice para no volver a atrás cuando cruzan la puerta del pentágono.
Y es mentira ¿pero no es acaso ya un embuste todo lo que se ha dicho los últimos años, sobre el por qué no iba a moverse de la sala de estar o iba a tomar una dosis más? ¿No lo era cuando, en vez de hundirse en su miseria, se repetía que habían abierto la escuela; que las operaciones en su columna habían pasado y que todo estaría bien?
¿O cuando se dejó perder hace once años en la fantasía de los brazos de Erik?
En el fondo sabe que va a estar perdido en su propia miseria en el mismo momento que esa puerta se abra.
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– Ellos me han dicho que controlas el metal…
– ¿Ellos?
– ¿Sabes? Mi madre conocía un tío que también lo hacía.
Hay un momento en que absurdamente está a punto de preguntarle cómo; pero después… mucha gente insignificante se ha cruzado en su vida, especialmente durante todos esos años de búsqueda y caza a Shaw. Al final las palabras del chico no parecen tener mucho más sentido que el amor por parlotear de ese chaval y entonces…
El mundo se para por un instante.
Y aunque la letra le parecía la suya, aunque la expresión inglesa parecía propia de ese hombre… no se le ocurrió que… no que él mismo viniera aquí. 'Mística puede... pero Charles...'. Quizás al principio en más que algún absurdo pensamiento. 'Erik detestaría decir que se preguntó repetidamente si Charles Xavier vendría… pero no ahora después de tanto tiempo. ¿Por qué ahora?'. Ni siquiera sabe cuántos años puede haber pasado ya en este agujero.
El golpe lo atrapa antes que realmente pueda reaccionar…
La primera impresión viene después.
¿Qué demonios…?
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– ¿Charles? –.
Es Charles Xavier quien da el puñetazo pero es exactamente eso lo que siente en su propio estómago cuando sus miradas se cruzan, como si el golpe lo hubiera recibido antes él.
El instante es posiblemente tan doloroso como una herida física.
La voz de Erik le parece de pronto más ronca de lo que la recordaba, ni siquiera quiere pensar en ello en este momento. 'Se sujeta la mano que le duele del propio golpe, la ira es la emoción con la que se siente más seguro en ese instante y ni siquiera puede permitirse eso… porque deben salir de allí'.
Hay ironía enfurecedora en Erik después de un momento.
Aún está en el suelo cuando habla. '… Si Charles cree notar un ligero temblor en el sarcasmo del otro hombre, lo atribuye sólo a la imaginación'.
– A mí también me alegra verte amigo mío… y caminando.
– No gracias a ti…
Le dice que sí van a salir de allí va a ser a su manera pero no hay ni un momento en ese instante que logre apartar los ojos del hombre que le ha hecho añicos.
Todo parece irreal unos instantes.
– Voy sin casco… no podría desobedecer aunque quisiera.
Incluso la mirada de Erik.
Y hay esa tensión, ese sentimiento que bien podría hundirle aquí y ahora pero que a la vez cree odiar con todas sus fuerzas.
Once años después.
– No pienso volver a entrar en esa cabeza. Necesito tu palabra, Erik.
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Aún mareado, la mente de Erik sólo titubea un instante cuando la puerta se abre.
El par de segundos que tarda en reconocer a Charles. Y el sólo instante siguiente que el telépata tarda en darle ese puñetazo.
Su mente se va a blanco.
– A mí también me alegra verte amigo mío… – Y se refugia en la ironía casi sin proponérselo… como si fuera natural en esa situación, su única protección; aún buscando en el rostro del otro qué ha cambiado… y pese a haberle reconocido antes incluso de darse cuenta del cabello… y la barba y… –… y caminando.
El nombre de Charles Xavier en extraño eco en su cabeza.
Todo va muy deprisa, incluso después… la realización de la falta de poderes de Charles no llega hasta más tarde a su pleno entendimiento.
– No pienso volver a entrar en esa cabeza. Necesito tu palabra, Erik.
A penas acierta a asentir.
Está confundido pero no duda veinte segundos más tarde en usar su poder… extraño como se siente. Porque necesitan salir de allí.
No les debe nada, no a los humanos.
Llevó un morado en el rostro mucho tiempo. Después se cansaron porque siempre plantaba cara… 'Al fin y al cabo el aislamiento ha sido peor…'.
El paso que da Charles para pararle, la mano en su pecho, no se siente real… al igual que no lo parece ahora mismo la sensación del metal.
… Hank le mira más tarde y supone que debería preguntar cuánto tiempo exactamente se supone qué ha pasado… pero no lo hace, no aún.
Hasta llegar al coche lo único que hace es mirar de reojo a un hombre que probablemente hubiera reconocido de cualquier otra manera… pero que parece estar a las antípodas de la última vez que le vio, incluso si esa era Mística adoptando su forma… en su juicio.
La huella presente de metal en todas partes aquí fuera… y también el frio de enero increpando sus sentidos. Erik intenta combatir los efectos de haber estado atrapado en ese lugar durante 10 años, con sólo sus pensamientos de compañía y sin su poder.
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Hay un instante de silencio mientras se abre la puerta, y después el profesor da un puñetazo a Magneto y Logan puede leer mucho más en sus gestos, en su lenguaje corporal… pero lo evita porque este no es el momento.
Se pregunta para sí, sin embargo… por qué nunca lo vio antes que las cosas se complicaran… 'Cómo alguien podría no darse cuenta, aunque estuviera ciego'.
El momento se rompe y hay guardias… y Magneto se mueve un segundo hacía delante pero es Pietro quien lo resuelve. Después todo es muy rápido y no es que importe realmente, piensa Logan, porque antes que ninguno de ellos pueda volver a hablar, están fuera donde los espera Hank.
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Charles vive la salida del pentágono como si no estuviera en su cuerpo… cuando se gira para impedir que Erik acabe por matar a los guardias pero también después.
En el coche no le mira porque no podría ni siquiera mirarse a sí mismo en este momento… y al llegar al avión agradece que Erik entre detrás de Logan para cambiarse con la ropa que a regañadientes le ha conseguido Hank.
Se gira un instante más para hablar con Pietro.
– ¿Puedes hacerme un favor y devolverlo por mí? Y Peter… no corras…
Es sólo lo claustrofóbico de estar encerrado en el avión que le obliga a ser consciente al final que 'ese hombre' está allí… tanto tiempo después.
Erik.
Una vez tuvieron lo que parecía un magnífico punto de partida… o puede que ese Erik sólo estuviera en su cabeza. Es más fácil creer en eso… especialmente ahora.
No podría soportar pensar que lo que sentía fue mínimamente real… que se deterioró en algún momento de ese día lo suficiente para que el final fuera de esa manera en esa playa…
A veces ha estado lo suficientemente borracho para recordar que nunca hubo ninguna garantía, que fue una verdad que siempre pendió de un hilo. Erik no puede mirarlo y él no puede apartar los ojos de Erik.
Beber en este momento ni siquiera es suficiente.
– ¿Cómo los perdiste?
– El tratamiento para mi columna afecta mi ADN.
Es la primera vez que los ojos de Erik se posan en Charles en el avión.
– ¿Has sacrificado tus poderes para andar?
Puede que ni tan siquiera sea la pregunta lo que duela como una bofetada a Charles… sino el tono.
– Los he sacrificado para poder dormir. Qué sabrás tu, de eso.
– Yo también he sufrido…
– No me llores Erik, eso no justifica lo que has hecho.
A partir de aquí cada palabra duele más, los ojos le queman pero esta vez es gritar lo que quiere, gritarle a él. Y no puede contenerse más. Allí está… ese hombre… el hombre que lo abandonó. Que se llevó a Raven. Que mató a JFK. Y no parece haber pasado un solo día por él…
– Me arrebataste lo que más me importaba.
'Me mentiste, me traicionaste'.
"– … te quiero, Erik –". Se recuerda a sí mismo diciendo esas palabras a Erik, a ese Erik Lehnsherr que no puede haber existido y a la vez seguir siendo este hombre, riendo con todas sus dientes… sus piernas enredadas en un viejo cobertizo.
La fascinación que sintió desde el primer momento.
La emoción que parecía clara en los ojos del otro hombre, escondida con tanta complejidad como el resto de luces y sombras en su mente.
Todo una mentida. Una de autoinducida, para más señas.
Es difícil pensar sólo en el monstruo cuando aún recuerda cada tono de su voz.
Incluso este.
– Quizás no luchaste lo suficiente por ello.
Charles no es lo suficientemente estúpido para creer que su voz sea más amarga ahora, quizás ha cambiado algo su deje o quizá nunca hubo tanto veneno para con él… pero horrible como es el pensamiento, el telépata no se da la oportunidad de pensar qué podrían significar diez años de cárcel… de aislamiento… para cualquiera: Charles Xavier no cree que algo así pueda afectar para peor un hombre que ya ha matado a sangre fría.
'Ya lo había hecho antes…', y esa es una de aquellas ideas que le convence de haber estado terriblemente equivocado once años antes. 'Todos esos meses de 1962 en los que fue tan ingenuo como para creer que lo que había entre los dos no tenía por qué acabar'.
– … Me abandonaste, te la llevaste y me abandonaste!
No, Erik de pronto se dice a sí mismo que no es eso lo que pasó.
– Tu nos abandonaste a todos.
'Charles renunció a sus poderes… nunca, ni por una vez, se planteó qué estaría pasando con él en manos de los humanos, qué iba a pasar con los demás…'.
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Charles Xavier está horas enteras en la cabina con Hank… oscurece en el cielo y Erik no puede conciliar su última discusión con la revelación de Logan. 'Al final, tarde o temprano… los humanos iban a ir a por ellos como grupo igualmente… el odio, el miedo… él tenía razón'.
– Deberías estar orgulloso de ella, Charles. Está allí fuera luchando por nuestra causa.
– Tu causa. La chica que yo crié no sería capaz de asesinar.
Erik no ha visto a Raven desde el mismo día de su juicio… pero no quiere hablar de eso, no aunque acabe de explicar al hombre que tiene delante que estaba tratando de salvar a Kennedy. No le dice que en el juicio también estaba tratando de dejar claro su punto, de darles unas palabras que recordar, quizás sí con más que alguna amenaza por la que aprendieran a respetarlos.
– Tu no la criaste, os criasteis juntos. No podía ser siempre una niña, por eso se marchó.
– Se fue porque tú te metiste en su cabeza…
Tampoco va a explicarle ahora que Raven… Mística… no estuvo cerca suyo ni la mitad de lo que parecen indicar sus palabras. Ella se alejo antes de Dallas.
Se fue poco después que Azazel y Angel desaparecieran.
Él nunca se dio cuenta que pasaba algo entre Mística y Azazel hasta que una de las sonrisas socarronas de Emma dieron la historia por supuesta.
Nunca le importó… quizás no más allá de lo extraño que parecía que Azazel tuviera cualquier continuada interacción de ese tipo con nadie… que fuera precisamente con quien más perdida estaba… quien durante semanas peor disimuló el horror de saber lo que había pasado con Charles.
Aunque el mutante rojo ya lo había sorprendido antes. Después de todo nunca pensó que Schmidt… que Sebastian Shaw pudiera disgustar a Azazel lo mucho que indicó su gesto la única vez que a Angel se le escapó su nombre.
A veces Erik simplemente prefería no pensar que estaba dando órdenes a antiguos lacayos de Klaus Schmidt. '…pero esperaba obediencia a sí mismo, no ninguna teatralización del desagrado hacia el hombre del que se había vengado… y que nunca pagaría lo suficiente por lo que le había hecho'.
Le cuesta realmente tragar saliva cuando al fin habla.
– Lo siento, Charles. Siento todo lo que pasó, de verdad.
Los ojos le queman pero se dice a sí mismo que sólo está cansado… algo agotado después que se cuerpo vaya acostumbrándose poco a poco al cambio de luces, el movimiento… el metal.
Puede que Charles Xavier también esté cansado puesto que sólo se mueve incomodo en su butaca, inclinándose hacia el tablero.
– Hace mucho que no juego.
Al final es al revés. Erik que no puede apartar la mirada, Charles que no puede afrontarla.
'Charles ni siquiera puede entender que Mística ya no fuera una niña once años atrás… ¿Cómo esperar ahora a contarle que sólo pueden asegurar el futuro de una manera?'.
Erik se da cuenta antes de poder llegar a pensar cualquier otra cosa… que ellos nunca tuvieron la más mínima posibilidad.
No importa que esa vez hubiera sido diferente… que Charles no le hubiera rechazado, que él no hubiera sentido la necesidad física de irse de allí en ese momento…
Que le hubiera ido a sacar de esa celda antes o que él se hubiera estado allí dos, cinco, ocho años más… perdiendo lentamente el recuerdo de cómo era el estar fuera.
Siempre iban a entender cuál es el próximo paso de forma diferente…
– Te daré ventaja. Así estaremos más igualados…
El rostro del otro es mucho más familiar cuando lo mira con ligera ironía, aún y la expresión dolida, un momento después.
En efecto, Erik da vueltas a la decisión que urge tomar respecto a Mística. Una que no puede compartir con Charles Xavier.
– No podía ser siempre una niña, por eso se marchó.
Charles difícilmente va entender nada remotamente parecido a lo que cree que debe hacer.
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– Has llegado pronto – La voz de Emma suena entretenida desde uno de los ventanales de la casa en esa zona del extremo sur del río Mississippi. – No te esperaba hasta mañana, querido Azazel.
– Se trataba de unos médicos… no un ejército… ¿Por qué tendría que tardar tanto?
– ¿Tienes lo que te pedí?
Hay una pequeña sonrisa de suficiencia en el mutante.
– ¿Y me vas a contar por qué enviaste a LeBeau de vacaciones a París si no tienes intención de intervenir en el asunto de Trask? Me consta que dijiste que era mejor que Mística trabajara sola. No hacernos notar por ella.
– ¿Te sabe mal, querido…?
El tono le indica a Azazel que no van a llegar a ningún sitio por ese camino. Deja caer justo enfrente de su interlocutora las carpetas viejas que lleva en las manos y mira fijamente a Emma Frost un instante más.
– Sé que piensas que Essex va escapársete de las manos si sospecha que estamos cerca de él… y sé que para que Essex no te relacione con Mística, no íbamos a meternos en esto. Tú misma dijiste que era probable que se estuviera dirigiendo allí… – La voz de Azazel es peligrosa ahora – ¿No crees que puede ser contraproducente haber enviado precisamente a ese sitio al antiguo perrito faldero de Essex? Gambit está herido de orgullo y no sabes hasta qué punto o hasta cuándo va a obedecerte. Creí que dijiste que tus fuentes…
– LeBeau tiene órdenes expresas de no acercarse al lugar de la maldita conferencia… ha ido a París sólo a hacerme un informe… nada importante por ahora.
– ¿Un informe sobre qué?
'Puede que eso incluso sea peor', piensa el mutante teletransportador. Hay una risa extraña en Emma, que indica a Azazel que no está tomándoselo seriamente.
– Sobre la hija de un viejo conocido, querido. ¿Acabamos aquí nuestro interrogatorio?
– ¿Estamos perdiendo nuestro tiempo en reclutar niñas ahora?
La telépata deja de mirar por la ventana y mira por un instante a su cómplice.
– Bueno, tengo mis razones… y sólo aquellos que mueren a tiempo son niños para siempre, azúcar, no lo olvides. Relájate. – Para Frost está claro que el mundo es cruel, y también que puede que necesite que Azazel sepa exactamente lo que le pasa por la cabeza. Emma ve el gesto de su interlocutor, ligero, que pasa casi desapercibido en su manera de ser: – Y deja de culparme por nuestra manifiesta imposibilidad para ponernos en contacto con tu amante, querido. Podréis celebrarlo juntos cuando haya matado a Nathaniel Essex con mis propias manos. Habrá valido la pena. De mientras déjame decirte que por lo que me cuentan, tu autopsia al menos es convincente.
Hay un sonido de desagrado de Azazel. Y su voz amenazante que se alza.
Mueve una mano hacia donde Emma sabe que lleva siempre sus juguetes afilados… aunque Frost también sabe que no tiene verdadera intención de usarlos.
– Quiero saber quién es tu maldito chivato en el gobierno, Emma.
Ella se ríe.
– Y también quieres saber a quién ha ido a visitar LeBeau, claro…
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Charles Xavier está tan enfadado, frustrado, que podría romper ahora mismo el espejo del pequeño lavabo del avión.
Aunque el espejo no tenga la culpa de la imagen que hay en él.
Erik está allí. Un momento antes, el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose a su espalda…
– ¿Qué es lo que quieres?
– ¿Qué es lo que has hechos contigo mismo?
Charles quiere de verdad enviarlo a la mierda en ese instante, pero en vez de eso se queda paralizado a causa del siguiente gesto de Erik.
La mano derecha del otro hombre en su barbilla, sus dedos de pronto sobre el vello facial que no estaba allí hace once años, obligándole a girarse… o no realmente.
– Queda extraño en ti…
La voz de Erik – o lo que provoca en él – le hace cerrar los puños… apretar los dientes tan fuertemente que casi le duele la mandíbula. No quiere que le toque y aparta el rostro como si quemara. – Vete.
Hay algo que Erik murmura a continuación, algo que no alcanza a escuchar. 'Antes ni siquiera hubiera necesitado escucharle físicamente… rozar su mente hubiera bastado…'.
Pero esa es una ventaja que desde que toma el suero ya no tiene. Y de todas formas ellos ya no son los mismos, nada de lo que pueda decir o incluso pensar Erik Lehnsherr puede borrar su traición, todo lo que ha perdido después. Siente unas ganas inmensas y horribles de gritar.
– ¿Qué demonios quieres? – Pregunta de nuevo, pero no se atreve siquiera a mirarle esta vez.
En vez de ello fija su mirada en la puerta y se pregunta en qué momento él ha cerrado el pestillo.
Estúpido como suena siquiera, dudar de cómo puede haber cerrado el pestillo Erik, ¿no?… Aunque en realidad se da cuenta que no ha podido ser con su poder.
'Seguramente hubiera doblegado la puerta con él..'. Después de tanto tiempo sin ningún tipo de metal, el control seguramente no es el mismo. Lo ha demostrado antes.
La mano de Erik vuelve a su barbilla y le obliga a mirarle.
– Charles…
– Vete o…
–… o qué? ¿Cómo vas a hacerlo, Charles?
Hay algo en la sonrisa de Erik, ese tipo de sonrisa de ese momento en el pentágono, en el ascensor, que le dice a Charles que no es real, que no es diversión sincera.
Lo odia.
– No necesito mis poderes para echarte de aquí ¡Vete maldita sea! – Erik se sorprende de la fuerza con la que el otro hombre le da un empujón, aunque no hay suficiente espacio allí dentro cómo para no recobrar el equilibrio al instante, cuando su espalda choca contra la puerta: – ¡Vete! –.
Charles Xavier grita y Erik calla. Y los dos saben que es probable que Hank o Logan llamen a la puerta en cualquier momento… preguntando desde fuera si el profesor se encuentra bien.
– Ni yo mismo sé por qué no te saco a rastras de aquí –.
– Pues porque eres un idiota, ¿por qué más? –.
Hay rabia en Charles cuando lo provoca. Erik ve en esos ojos azules sin amabilidad alguna, que efectivamente estaría dispuesto a intentarlo. A darle otro puñetazo y empezar una pelea en esos malditos dos metros cuadrados.
Eso no le impide aproximarse.
Están tan cerca que poner sus manos sobre su pecho le es casi necesario para compartir ese espacio. Hay un ligero temblor involuntario en los dos. Erik puede ver que el otro hombre está al borde de las lágrimas.
Lo último que quiere es alejarse. Y después de eso, allí… en ese momento: abrirle un botón y hacerle saltar el resto mientras de pronto le besa, es sólo un movimiento.
… Sorprendiéndose con lo fríos que están en ese momento los labios de Charles Xavier, porque siempre antes ese fue un toque cálido.
Mein Gott, liebe.
Es un instante que casi duele. Que físicamente es insoportable, especialmente para Charles Xavier que no logra reunir el valor para apartarse.
Las manos de Erik están en su estómago y, de pronto, están en su cabello. Sujetándolo.
– ¿Cómo has podido hacerte esto, maldita sea?
– Cállate… ¿Cómo te atreves?
– Lo que pasó… lo siento de verdad, Charles.
La sola pretensión de suavidad en la voz de Erik lo enfurece más allá de la razón. Y no obstante Erik le ve ahora clavar sus ojos azules y acuosos en los suyos, con sorpresa.
– ¿Qué intentas decirme? – Erik deja que la maldita y horrible camisa le caiga por los brazos mientras lo mira– No intentes arreglar las cosas ahora. Es demasiado tarde, Erik –.
El hombre más alto no le deja continuar y vuelve a besarle de forma urgente, mordiéndole el labio inferior al separarse de él – No intento arreglar nada –.
Charles Xavier le devuelve la fuerza en el beso y pronto hay gusto de sangre en él.
Sigue doliendo.
Una de las manos del telépata continua en la puerta, la otra se ha apartado de su camisa después de empujarle y se cierra ahora en forma de puño. Un punto de sangre en sus labios.
– No voy a oponer resistencia, si eso es lo que quieres…
Erik le empuja ahora contra la pila del lavabo. Sus manos en el cinturón de Charles Xavier, uno de sus muslos contra el bulto de su sexo, su cuerpo aún vestido contra el del otro sin camisa. Sus manos en sus brazos, que han cambiado tanto como el impensable aspecto de su cabello. Charles no se mueve.
Y de repente el doblador de metal sólo siente ira. Se aparta de él enfurecido.
– No voy a manosear a un puto muñeco… – Escupe en un susurro.
Por un segundo Charles Xavier casi logra sorprenderse del brusco cambio de humor en el más alto, pero entonces sólo logra sentir más rabia…
– ¿Un muñeco? Tú no me has visto ser sólo un muñeco que no podía ni sentarse en la cama, Erik. Mucho menos… no lo has hecho, te lo aseguro – Murmura.
Hay un pesado silencio después, antes que el doblador de metal vuelva a besarlo, ésta vez de un modo completamente distinto. Casi como si volviera a pedirle perdón.
Los dos se estremecen en el instante.
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– ¿Estás seguro? – Susurra al fin contra sus labios y al soltar finalmente su cinturón.
– No, no lo estoy – Y Charles Xavier va a reír pero de pronto lo que tiene ganas de hacer es llorar. Lágrimas que evita a toda costa. – Sólo hazlo – Le pide forzando también la voz, su mano sobre la palma de Erik y al fin luchando él contra la ropa del otro.
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– No voy a detenerme –.
El alemán susurra antes de atraerlo por el cabello para besarlo. Deslizando después las manos por su cuerpo, hacia los brazos, para ascender de nuevo por la espalda hasta la nuca. Las manos de Charles intentan sin éxito desabrocharle el pantalón. – Quítatelo – Gime contra su cuello, mientras Erik sigue apretando los cabellos castaños entre sus dedos.
Los labios del mutante más espigado de pronto en su cuello.
– Ven aquí…
Acaba por hacerle subir a la pila.
El avión se mueve en un par de turbulencias en el peor momento. Puede que hasta sea su culpa.
Charles Xavier ha ganado la primera partida a su cinturón y sonríe sólo a medias. – Hank y Logan probablemente agradecerían que no hicieras eso…
Erik apoya uno de sus dedos contra sus labios, haciéndole callar. … Y el telépata tira su cabeza hacia atrás con un gemido porque su otra mano ha llegado al fin al lugar ansiado.
Los pantalones de Erik desabrochados, la mano fría de Charles, los cabellos sudados sobre su cara.
Los pantalones de Charles también hechos un ovillo a sus pies.
La palma de Erik está en su piel y después pasa a su muslo, subiendo por éste, acariciándolo hasta llegar de nuevo dónde estaba al principio. – Espera.
Charles Xavier tiene otra idea y se mueve nuevamente hacia Erik. Pasa la mano por su pene y después la aparta para deslizar la misma mano a través de la ingle. Hay poco preámbulo cuando primero uno y después dos de sus dedos rozan su entrada y buscan su próstata con brusquedad.
– Ah… Ch…
– ¿Te duele o me dejarías seguir? – El tono es casi vicioso, muy poco propio de Charles Xavier.
... Y pese al momento, incluso al tono, Erik juraría que hay un tinte de preocupación en los ojos azules que le miran un instante. – ¡Claro que me duele, ¿Es eso lo que quieres, Charles?! –. ¡Mein Gott! Quiere mostrarse molesto pero acaba siseando, sin apartar su propia mano del telépata.
– ¿Que te duela?
Hay casi una sonrisa ebria en Charles, y es por primera vez entonces que el doblador de metal recuerda que, en realidad, puede que el otro hombre esté seriamente borracho… ha puesto todo su esfuerzo en ello, whiskey en mano, allí fuera.
– Ya sabes que quiero decir…
El un día profesor logra reunir suficiente fuerza de voluntad entonces para apartar la mano de Erik de él… pero sólo el segundo que tarda en acariciarle él y guiarle de nuevo hacia la pared.
Los dos respirando con agitación.
– Te quiero en la pila… otra vez – Intenta decir el mutante alto entre respiraciones.
– No íbamos a durar tanto – El más bajo acaricia su pierna y llega a su miembro, siguiendo con lo que él mismo había dejado un momento atrás. La mano de Erik de nuevo en él.
Erik… que, por otra parte, sólo se deja hacer, apoyando el rostro de lado en la pared, con los labios entreabiertos.
Entre caricias, para Charles Xavier, es fácil percibir el temblor de su amante incluso en la mano que sigue en él. Formando un hueco placentero en su estómago, el vaivén alrededor de las carnes de los dos haciéndose más apremiante, enloquecedor.
Erik llegando antes, en unos pocos segundos que podrían haber sido varias eternidades; el líquido cálido resbalando por su piel y por su sorprendentemente temblorosa mano izquierda, que hace un momento ha cubierto con urgencia la de Charles.
Ha pasado demasiado tiempo.
– Liebe…
Se tiene que morder su propia lengua para no hablar.
En Charles el dolor en el pecho que hace que tenga que apretar su mandíbula antes de apartarse. Los ojos verdes en él.
– Tenemos que volver a cabina…
– Pero…
Buscando la ropa casi como si huyese.
– Hank y Logan… Vamos a llegar en menos de cuatro horas, Hank debe estar cansado. Debería reemplazarlo.
Dos horas antes, Erik hubiera puesto en duda que Charles estuviera lo suficientemente sobrio para ello…
… Ahora ni siquiera reúne suficiente voz para hablar.
– Tú no has…
La risa es casi dolida.
– Tranquilo, suele pasar.
– ¿Qué quieres d…
No acaba de entenderlo al principio pero después ya no importa porque ese hombre está golpeando la puerta. Al fin y al cabo no hay otro lavabo en esa maldita aeronave.
Cuando se visten y vuelven a sus asientos, Charles no vuelve a mirarle a los ojos.
… Y él no puede apartar la mirada porque lo sabe: cuando lleguen a París, Charles Xavier va a llegar a odiarle aún más. Aunque Hank insista que primero deben descansar como dios manda en un hotel, nada va a retardar mucho lo que va a tener que hacer a continuación…
El más joven nunca va a poder perdonárselo.
No aunque algún día pudieran borrar el actual rencor.
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– ¿Hay algo que no nos hayas dicho?
Anya está especialmente distraída en la cena y Elsa le llama la atención.
– No. ¿Por qué?
– No sé.
La chica mira al reloj y da un par de golpes nerviosos con los dedos de una mano en la mesa.
– ¿Qué te pasa? – Insiste Alain.
Anya se coloca bien o lo intenta el cabello ondulado, especialmente hecho un lío hoy por la humedad. No se la ve convencida.
– Nada, realmente.
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Un par de horas después, la chica camina riendo al lado de una verja en la que busca soporte por un segundo mientras Alain se queja y Elsa niega seriamente con la cabeza. 'El ambiente mucho más ligero entre ellos'.
– Elsa va a conseguir matarte algún día si insiste en prestarte esos zapatos imposibles, que lo mejor que podría hacer es quemar – Hace broma su amigo.
– Soy tan apta cómo cualquiera para llevar tacones. ¿Has visto tus zapatos, Alain?
– No es eso. Nos van a llamar la atención si consigues mover una de esas rejas de puesto a la próxima. ¡Y haces mucho ruido! La gente duerme a estas horas.
– Oh, claro. Los vecinos distinguidos de este barrio. ¡Lo siento!
Las chicas se ríen y el muchacho les pide de nuevo que bajen la voz.
– Elsa tampoco tiene ninguna necesidad de llevar zapatos así. Nunca he entendido cómo mi madre y sus amigas conseguían aguantar el equilibrio en esas cenas de caridad para aparentar… ¡pero vosotras! Se supone que pasabais de estas cosas estúpidas.
– Llevar zapatos no es estúpido.
– Ya sabes a lo que me refiero. Que lo lleven esas chicas que sólo piensan en empolvorarse y buscar marido pero… vosotras sois… diferentes… y además…
– ¡Oh, por dios! ¿Quién eres tú y qué le han hecho a Alain? – Anya ríe con incredulidad pero casi no puede creérselo. – Si fuera Elsa, hoy dormías en el sofá. Además ha sido tu novia quien ha insistido en invitarme a cenar… a cambio ya sabes… de venir a ver cómo supuestamente firman la paz y cambian el mundo y… bueno todo eso. ¡Me gustas estos zapatos y me gusta arreglarme para cenar con mis mejores amigos! ¿Qué problema tienes?
– Yo sólo digo que no hace falta… eso no va con vosotras.
Anya desvía la mirada hacia Elsa sólo para alzar las cejas y decidir tomárselo simplemente a broma. – ¡E íbamos a hacer la revolución y discutíamos de patriarcado con este hombre!
Alain aún intenta defenderse pero al final se rinde.
– Ya sabes que no quería decir eso.
Puede que no, que sólo parezca que desde que hace prácticas en el periódico, con todos esos hombres de más de cincuenta en la redacción, Alain tiene más y más prejuicios hacia todo en general. Con una blusa amplia y unos tejanos, la chica se mira los zapatos al menos un segundo, antes de dejarlo estar.
'Al fin y al cabo no quiere discutir con su mejor amigo y Elsa va a acabar por defenderle, así que…'.
Piensa un momento en mañana. Las cosas han cambiado mucho desde el primer año de universidad.
– Creo que me voy para casa, chicos…
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– ¿Hay alguna manera que esto salga bien?
Hank hace la pregunta cuando Charles y Erik aún están unos pasos por detrás. Logan se mantiene con los brazos en jarra en la acera.
Alguien pasa corriendo y se disculpa.
Logan se gira un momento.
'Probablemente en Washington le diera demasiadas vueltas a la posibilidad de complicar las cosas al pedir ayuda a Pietro: sobre todo si acababa interviniendo su hermana… que es una adolecente ahora mismo al fin y al cabo. Y una que difícilmente va a tener una doble en ese barrio de ricos al otro lado del mundo'. Es tarde y está cansado.
Puñetero avión del demonio.
Tienen suficiente con tener que parar a Mística mañana.
… y con ¡maldita sea! ¿Por qué nadie le preparó para aguantar a esos dos?
Todos esos años al escape de los centinelas. Todo ese tiempo… Magneto siempre un paso por detrás de la silla del profesor. Sabía que había eso entre ellos.
Pero comprobarlo en dos hombres jóvenes.
Odia su olfato hipersensible y todo su instinto al respecto ahora mismo. '¡Dios…! le da igual lo que diga McCoy, esta noche va a pasarla lo más lejos posible de cualquier habitación en la que se encuentre uno de los dos…'.
Al fin y al cabo algo le dice que quizás tendrían que hablar… en un sentido real.
Hank insiste, sin embargo, en no permitir que se queden solos.
.
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Cuando Anya deja la boca de metro y se dirige a la cafetería gasta una docena de segundos perjurando para sí.
– ¿Eso era tuyo? –.
– Felicidades, Anya. Te van a dar un premio después de esto… – Susurra a regañadientes mientras abre la puerta de la cafetería cerrada a cal y canto, esperando encontrar lo peor.
Resopla cuando se encuentra con lo que esperaba. Aunque no realmente. La cafetería hace horas que ha cerrado. Así que, bueno, ella tenía que pecar de estúpida... y al menos el local sigue en pie.
– Hey, chérie. Creí que no tenía que volver nadie hasta mañana… hasta de aquí unas horas, vaya – Le ve mirar ese reloj que probablemente perteneciera a algún parisino esa misma tarde – … hoy. Como sea… A las 6 de la mañana.
– Y yo creí que podías quedarte en el almacén… – Añade la chica, mirando la sonrisa de Remy, que no puede significar nada bueno.
– Estuve en el almacén. Y encontré eso – Señala una botella de algún licor. – Decidí dar un trago. ¿Mucho para un local respetable, ma petite?
– Voy a perder el trabajo por esto.
– Puedo volver al callejón. Estoy seguro que me las arreglaré para pagarme un buen hotel en esta ciudad – dice en sonsonete sirviendo otra copa – Por cierto, todo un detalle dejar la caja vacía. ¿Dónde llevas las propinas, hm?
La mirada que le da aún hace que se arrepienta más de su mala cabeza.
– Oh, mon Dieu… esto es peor que la última frase que usaste.
– De hecho, mon Dieu…
Es todo en broma pero Anya está demasiado preocupada para devolverle la sonrisa. Suspira y cierra la puerta antes que alguien vea la luz y decida llamar a la gendarmería o a la propietaria.
– No iba a dejarte aquí con la caja llena de dinero. Y dije que podías quedarte en el almacén, si ya sabes… evitabas robar más por aquí.
La mirada de Remy LeBeau es seria de pronto.
– ¿Puedo decirte que estoy casi orgulloso de ti, chérie? Realmente pensé que te había ablandado y me dejarías dormir en tu sofá.
La risa es tan descarada que Anya ni se molesta a enfadarse esta vez. – No iba a dejar que robarás a nadie más aquí. Pero el trato no incluía dejarnos sin… – Se fija a lo lejos en la botella – …chartreuse.
– Sólo estoy celebrando…
Da un extraño giro al vaso y por un instante a la chica le es imposible no sonreír. – Celebrando, ¿qué?
– He tomado una decisión – La mira un instante pero esta vez no de esa manera suya rimbombante: – Se ha acabado joder la vida a inocentes… y a culpables, qué más da.
– Vas a dejar de robar…
– Voy a dejar de… No, no de robar. Eso es lo que sé hacer – Intenta reírse. – No, simplemente puede que me haya cansado de seguir órdenes – Le da una copa mientras le guiña el ojo, de ese color que Anya juraría que es más rojo que marrón – Yo no he dicho nada más.
Dios, eso parece serio…
Y ella no sabe qué decir por un instante.
– ¿Órdenes?
Hay algo amargo en su acento esta vez.
– Me he pasado la vida siguiendo órdenes, Anya.
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– ¿Qué haces aquí?
– ¿Eso no tendría que preguntártelo a ti? Dónde está tu habilitador… ¿ehm?
Charles desvía la mirada esta vez en esa sala de estar vacía del hotel, paredes azules y cortinas celestes… es tarde de madrugada. Un verano pasó un fin de semana aquí… con Raven.
En sus últimos cursos en Oxford, ella siempre solía decir que debería tomarse unas vacaciones… y venir aquí otra vez.
– Deberíamos… Logan y Hank deberían estar aquí también para hablar de mañana… de aquí unas horas, vamos a encontrarla…
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