Capítulo 10. Days of future past (Días del futuro pasado)

"The past: a new and uncertain world. A world of endless possibilities and infinite outcomes. Countless choices define our fate: each choice, each moment, a moment in the ripple of time. Enough ripple, and you change the tide... for the future is never truly set".

- Charles Xavier. Últimas líneas. X-Men: Días del Futuro Pasado.

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Charles le mira a través de la sala casi sin verle, pendiente del maldito silencio de la madrugada y del peso de palabras que no sabría cómo decir.

Hank va a aparecer de un momento al otro y, en definitiva, no hay mucho que añadir.

– Charles…

La voz de Erik le obliga a desviar la mirada, seguro que si habla ahora su voz va a temblar. Flexiona los dedos y mira al suelo, a sus piernas. – Vamos a encontrar a Raven, a llevarla a casa – Es lo único que dice al final.

Algo turbio en los ojos de Erik un instante.

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Anya se pasa la mano por el cabello castaño y guarda silencio un instante más. Va a decir lo que después cree que es una tontería, pero entonces el gesto de Remy cambia hasta hacérselo olvidar. La mueca del chico casi la hace reír en el momento que aparece el gato siamés de parsimonia fácil de Madame Valois.

– Entonces… según tú, ¿brindamos porque no vas a 'joder' la vida a quién sea que…? ¿Qué pretendes que la gente piense si te escucha decir eso? – Mueve el hielo de la copa preocupada – Suena casi como si lo hubieras hecho antes…

Gambit no le da oportunidad de seguir con esa charla.

– Brindemos. Y por tu beca, a vete a saber dónde, no me lo digas.

–… pero… – La chica duda – ¿… cómo ni siquiera sabes que…?

– Se le escapó a tu amiga.

– ¿Elsa?

– No importa ahora. Es guapa tu amiga, por cierto.

En este momento el gato de Madame Valois ya está lo suficientemente cerca de Remy cómo para que éste lo acaricie.

– Vaya, te gustan los gatos…

– No tanto como tu amiga, chérie. ¿Elsa, así, ehmm?

– Oh, por Dios…

Es evidente que está acostumbrado a dar esa sonrisa y quizás desviar el tema cómo le interesa. Anya frunce el gesto.

– ¿No te dijo que fui encantador?

– Ni siquiera te mencionó.

– Eso no es posible. Mi segunda mutación es ser encantador – Dice y ni se inmuta aunque es evidente que, de alguna manera, está convencido de ello.

– Un mujeriego.

– O un romántico…

Esta vez ella se ríe definitivamente, mientras se sienta en un taburete aún copa en mano. – A mí no necesitas tomarme el pelo.

– Es una pena que me vaya mañana, ¿sabes? Me hubiera gustado conocer mejor a tu amiga.

– Tiene novio.

– ¿Y?

Remy LeBeau se detiene un momento pensando en Emma y en lo que sea que quiere de esa chica que por ahora le mira interrogante.

– ¿Nada te detiene nunca, a ti?

– No cuando se trata de una mujer bonita como tu amiga, très jolie.

– Creo que te ha subido el chartreuse a la cabeza.

Con una sonrisa LeBeau está tentado de preguntarle si siempre es tan seria aunque en este momento ya se ha dado cuenta que aún no ha encontrado una etiqueta que la defina bien.

– ¿Qué es lo que estudias en realidad?

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– Charles.

Erik se levanta y se acerca, y Charles Xavier siente enchancharse el hueco de su estómago. Está sobrepasado por todo, la sensación de las huellas de Erik, de ellos dos en ese maldito lavabo aún pesando en su estómago.

Entre huir de aquí y discutir, Charles agradece que ahora mismo le funcionen las piernas. Se levanta y es sólo por un momento que trastabilla y lucha con su equilibrio.

Erik le sujeta de un brazo y se revuelve también contra eso. – Déjame.

– Dijiste que querías hablar de mañana.

Sus ojos se cruzan.

– Probablemente no importa tanto. Vamos a hacer que Raven vuelva a casa, impedir otra cosa.

– Charles… –. Erik ya ha elegido su plan, al fin y al cabo.

Ni siquiera importa discutir.

Charles no puede mirarlo y el hombre que le abandonó en esa playa acaba dejándole ir. Permitiéndole huir.

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Anya sentada ahora en una silla y con la tercera copa en la mano se mete con los modales del tal Remy, que sigue jugando distraído con el gato.

– Los de tu clase, sois los que antes acabáis bebiendo de vuestra propia medicina. Habrá alguien… algún día, podría apostártelo.

La mira.

–… Esa mujer que dices no ha nacido aún, chérie.

Anya se ríe y él se apoya con sorna en la barra de la cafetería.

– ¿Qué? – Se queja él al verla burlarse.

– Bueno, entonces sólo tendrás que esperar a que nazca.

– Hm… Hay tantas. ¿Por qué una? Puede haber alguien… cada noche. Si on n'aime pas trop, on n'aime pas assez.

– Creo que esa frase no se dijo en ese sentido…

Remy la repite entonces: – … Si no amamos demasiado, no lo hacemos lo suficiente. Yo creo que sí, fue en ese exacto sentido.

– Tienes mucha cara, ¿verdad? No dejaría que te acercaras a Elsa aunque insistieras.

Remy gira la mirada sólo un momento en ese segundo. Después se ríe y rellena su copa. – Así que tienes complejo de mamá gallina, Anya. Eres una caja de sorpresas. ¿Tienes hermanos, primos pequeños…?

– No.

Él recuerda la historia que le medio contó Elsa y la mira, otra vez pensando en Emma y su recado. – No, claro. – Remy da una nueva mirada a la botella de chartreuse y después al techo enmaderado de la cafetería. – Bonito antro para emborracharse de madrugada, n'est-ce pas?

El local es antiguo y céntrico, en una calle de París de poca importancia y clientela popular, mucho más transitada ahora que unos años atrás. Los adoquines de la misma causando un gran estruendo ahora mismo por el paso de un vehículo grande a horas intempestivas – Anya no mira el reloj pero quiere creer que será un camión de distribución que ha quedado rezagado a esa hora y no el primer autobús del día –.

Cree tener ahora más que una ligera idea de quién es Remy Lebeau, con fanfarronería y probablemente acostumbrado a que las mujeres se acurruquen a él como el gato de Madame Valois hace en ese momento a la tercera o cuarta vez que tiene la desfachatez de sonreír así. Pero… ¿qué más hay?

Se pone seria por un instante. – ¿Qué creías que ibas a encontrar aquí?

– ¿Cómo?

Una ceja alzada y no-tan genuina sorpresa.

– Dijiste que… – Lleva dando vueltas al comentario toda la noche –… que esperabas algo más. ¿El qué?

O mejor dicho, piensa Anya, ¿por qué?

Hay algo que la inquieta y él no responde.

– ¿Por qué hablaste de mí con Elsa? ¿Por qué esta cafetería? ¿Por qué yo?

El chico la mira un instante como si él también estuviera buscando la respuesta. 'Se supone que debe un informe de esa chica a Emma… pero ¿por qué? ¿para qué?'. Mutante o no, no parece haber nada más en ella que eso. Ha aprendido a lo largo de los años, qué significa entregar la vida de los demás en bandeja, sólo porque es lo que gente que tiene más poder que él le ha ordenado hacer. 'Persigue un objetivo que sólo puede conseguir a través de Emma… quizás sí. Pero es casi insultante ir a ciegas… sobre los planes de Frost, sobre por cual infierno y cuando va a pasar esa chica por su culpa… ¿Por qué, qué bueno podría hacer Emma Frost a alguien?'.

Especialmente a alguien que no necesitase para acabar con Essex. ¿Y cuál es el motivo por el cual necesitaría a Anya para ello?

– Vuelve a hacer eso…

– ¿El qué?

– Quemar algo.

– No.

–… S'il te plaît – Insiste, pero acaba dirigiendo al final la vista hacia el fondo del local.

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Ha sido extraño. Cada minuto de ese día. Casi parece lejano ahora, fijando su mirada entre las cortinas gruesas del hotel.

Erik ha estado tanto tiempo encerrado que todo lo que ha pasado después, en esas horas, es en ese momento de la madrugada un puzzle al que intenta darle forma. Sólo está seguro de una cosa… de que una vez más no importa lo que cualquiera de ellos quiera, sino lo que hay que hacer.

A mí también me alegra verte amigo mío… y caminando –.

Actuar como si no hiciera una vida de ese día en Cuba y al segundo siguiente no poder ni mirarle. El sarcasmo consigo mismo y con los guardias con los que casi no ha tenido trato y sus ejercicios de concentración han sido probablemente las dos únicas cosas que le han impedido perder el sentido de sí mismo en ese lugar.

Su mano derecha en la barbilla de Charles, sus dedos sobre el vello facial del hombre que no ha visto en once años

Queda extraño en ti…

Le hubiera hecho el amor en ese lavabo… sólo que…

Hay rabia en Charles cuando lo provoca. Erik ve en esos ojos azules sin amabilidad alguna, que efectivamente estaría dispuesto a intentarlo. A darle otro puñetazo y empezar una pelea en esos malditos dos metros cuadrados.

Eso no le impide aproximarse.

Están tan cerca que poner sus manos sobre su pecho le es casi necesario para compartir ese espacio. Hay un ligero temblor involuntario en los dos. Erik puede ver que el otro hombre está al borde de las lágrimas.

'¿Qué ha hecho Charles consigo mismo?'.

Pasa la mano por su pene y después la aparta para deslizar la misma mano a través de la ingle. Hay poco preámbulo cuando primero uno y después dos de sus dedos rozan su entrada y buscan su próstata con brusquedad.

Ah… Ch…

Erik tiene ahora esas imágenes del avión en su cabeza. Pero también la mirada rota en Charles, la sensación que hay una distancia entre ellos que no es real.

–… Me abandonaste, te la llevaste y me abandonaste!

¿Cuánto tiempo le consoló pensar que Charles estaba allí fuera protegiendo a su gente? Quizás no cómo a él le gustaría, pero al menos…

No es ese Charles que imaginó, ni por un momento.

Tú nos abandonaste a todos.

Erik sabe que no hay nada que pueda detenerle de hacer lo que debe mañana… de aquí a unas horas. Pero ahora, esa noche… No va a conformarse con ese último recuerdo de Charles Xavier.

Después no va a haber vuelta atrás al fin y al cabo.

Hay cierta ambigüedad torcida en las emociones de Erik, la conflictiva idea que lo que va hacer… Charles nunca lo entenderá, no importa qué.

Pero el futuro, ese futuro del que viene ese hombre sólo le da razón. 'Estará maldito si lo permite…'.

Deberías estar orgulloso de ella, Charles. Está allí fuera luchando por nuestra causa.

Tu causa. La chica que yo crié no sería capaz de asesinar.

Se dirige a las escaleras.

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Charles camina por el hall y sube hasta el primer piso del hotel, pero tiene que parar en el descansillo. Faltan horas para otra dosis y aún así… 'Puede que haya tomado demasiado de ello en los últimos tiempos…'.

Nota alguien subiendo las escaleras, pasos rápidos detrás suyo. Sabe que es Erik instintivamente. 'No es una sorpresa y pese a todo no tiene ánimos para enfrentarse a él una vez más'.

Siente la presión de sus brazos, a continuación. Su aliento en el cuello.

Sólo cierra los ojos un segundo. – Por favor… – El telépata no puede permitirse caer en ello y sin embargo se deja ir un momento. Le es imposible olvidar donde están después de todo.

'Ese hombre ha convertido a Raven en alguien dispuesto a matar mañana. ¿Por qué debería permitirle hacerle esto otra vez', piensa con rabia y frustración a partes iguales.

Charles se suelta de sus brazos y se gira enfadado consigo mismo… aunque no lo empuja. – Hank debe estar preocupado y no creo que haya nada más que tengamos que hablar.

Pero Erik no quiere hablar. 'No en este momento…'.

Todas las imágenes del día en su mente, cada fragmento de metal de ese edificio en sus sentidos. 'Incluso a esa hora de la madrugada, hay ruidos que hace 10 años que no escuchaba'.

Se centra en otra cosa, sin embargo.

Tú no has…

La risa es casi dolida.

Tranquilo, suele pasar.

¿Qué quieres d…

Puede que les queden un par de horas aún. El más alto le obliga a mirarle y después solo le besa. Ignora entonces el ardor constante en sus ojos mientras nota el cuerpo de Charles ceder ligeramente en su sujeción.

– Vete a la mierda…

'No antes de esto'.

Erik ha eliminado cualquier distancia física con la rapidez de una bocanada de aliento. Su boca sobre la suya de forma tan dolorosa como posesiva. Charles Xavier intenta, de hecho, jadear en protesta aunque el otro hombre solo se presiona contra él. Una mano en su cabello sujetando la parte posterior de su cráneo, la otra en su camisa.

Hay algo primario en la manera como el hombre más alto lo besa. Firme, no exactamente febril cuando sus bocas chocan, pero como si pretendiera absorber algo que Charles Xavier sabe que ya se llevó la última vez. 'Se odia en ese instante por siquiera permitirle tocarlo'.

Erik Lehnsherr lo guía hasta situarlo contra la pared contraria un instante después, de un impulso repentino contra el cual Charles a penas encuentra como revolverse. Los brazos de Erik se sitúan ahora alrededor de él con firmeza, y Charles sólo acierta a agarrarle bruscamente de la camisa enroscando los dedos de su mano diestra cerca del pecho del otro.

Erik se toma su tiempo en desabrochar la parte baja de la camisa de Charles Xavier, aflojando al final también el pantalón, mientras se sumerge con más fiereza en el beso, tratando de ignorar la rígida pausa de Charles cuando suelta el primer botón.

Su paciencia parece disolverse en llamas cuando finalmente consigue un sonido ahogado de la garganta de su amante, su mano ya en la ropa interior del otro.

Charles lucha para recuperar el aliento e intenta empujarle una vez más pero acaba aferrado a sus hombros, su cabeza inclinada cuando los labios de Erik dejan su boca y se sitúan en su nuez.

Hay brusquedad en el movimiento.

Y Charles Xavier de pronto siente todo el peso de once años de abandono y acidez en su pecho: La misma sensación que en el avión pero amplificada por haberse permitido incluso eso alentado por su propio enfado y debilidad.

– … especialmente a alguien a quien amó –. La charla con Logan en su casa, la idea venenosa que fueron ellos dos juntos los que lo enviaron aquí. Por primera vez se permite acariciar ese hecho, aún con cierta acritud en el propio pensamiento.

Aguanta el oxigeno.

– Las habitaciones… Hank y Logan…

Hay un ruido en una de las puertas de ese primer piso, el movimiento ligero de una cerradura. – Erik…

– Calla y ven.

El movimiento es áspero y la separación brusca. El otro hombre lo conduce a través de una de las puertas más cercanas manteniendo una mano enroscada en su bíceps izquierdo, la cerradura vencida por su poder en un ruido leve pero seco.

– ¿Cómo sabías que no había nadie?

– Puede que estuviera dispuesto a correr el riesgo. – No puede leerle el pensamiento pero Charles de pronto intuye que miente. Su voz ronca.

Puede que no. '… O puede que la falta de cualquier contacto con el metal durante tanto tiempo, sin tocar ningún campo magnético… la concentración buscando cualquier rastro de ello a quilómetros… haya abierto más los instintos a Erik, permitiéndole llegar más lejos en el uso de su poder: Incluso si aún no sabe cómo actuar con ello, cada persona tiene una pequeña cantidad de hierro en su sangre, hay patrones de energía eléctrica y magnética en cualquier entorno'.

No es que Charles Xavier quiera saberlo.

Erik Lehnsherr lo guía hacia la cama y se toma su tiempo.

El mutante más alto se permite concentrarse en el cuerpo entre sus brazos por una vez. Acaba de desvestir a su amante botón a botón, como unas horas antes pero con premeditada firmeza… siguiendo por el pantalón.

La suficiente premura para que Charles no pueda arrepentirse cuando lo separa de sus labios una enésima vez para tomar aire.

Ya está en la cama.

Erik se inclina efectivamente sobre el hombre más pequeño; con una mano en su pecho y mirándole a los ojos una vez que ya no tienen sus camisas. Erik también se ha quitado la suya y cada uno acaba de prescindir definitivamente de su pantalón.

Charles Xavier lucha contra el instinto que le empuja a buscar la rigidez de Erik cuando éste vuelve a dejar caer su peso sobre él.

… Y hay un instante de pausa pero no mucho más, antes que el profesor se encuentra arqueándose sobre el colchón, la cabeza hacia detrás mientras el hombre que ha luchado por aborrecer todos estos años remueve con detestable aptitud y los dedos fríos su ropa interior, y se posiciona en él.

Ignora el escalofrío consciente que traviesa su columna cuando están piel con piel.

A Charles le falta el aliento y no hablan en todo ese instante, aunque Xavier intenta decirse a sí mismo que lo que le obliga a cerrar los ojos no son más malditas lágrimas.

Hay una pausa y no mucho preliminar. El lubricante – un jabón en gel de dudoso olor y tapón metálico – llega a las manos de su amante. Erik no espera más y duele…

… al principio.

Charles lo nota bombear con fuerza después de un instante, el pene de Erik fondo y fuerte en él, con la mirada turbia, se desliza lejos de él un par de veces más, antes de volver la boca contra la piel de su cuello y empezar también a masturbarle, mordiendo un punto perdido en su oído…

La boca en una fina línea y sólo el sonido de sus cuerpos mientras chocan.

Charles Xavier no podría vivir consigo mismo en este momento si no se dijera que están haciendo el amor.

Pierde totalmente el hilo de su propio pensamiento al siguiente embate, y por un eterno puñado de segundos eso también le da igual.

El primer clímax en años de Charles llega entre gemidos propios y un gruñido ajeno y sordo, pocos minutos después. Luego Erik se mueve una vez más hasta enterrarse en él.

Erik no habla tampoco después.

'Y el ya no tan joven telépata aún se pregunta si esto ha pasado de verdad cuando el calor del rastro de su amante y la sensación de la liberación de su peso le obliga a contener el oxigeno un instante'.

… Lehnsherr se alza antes de dejarse caer a su lado, besando su cuello y añadiendo algo que Charles no alcanza a sentir ni entender en alemán y voz baja.

No es una frase de amor.

Es tut mir leid.

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Cuando Charles se despierta es de día y la cama está vacía.

Sin embargo, antes de incluso poder arrepentirse de cómo se siente exterior e interiormente, Charles escucha la voz ronca de Logan y el sonido del viejo ascensor que desciende desde la planta alta. La otra voz es de Erik.

La primera vez que la escucha nítidamente en horas.

Charles sujeta su mocador de cuello por instinto cuando lo ve a continuación, aún en la mesita. Ni siquiera recuerda habérselo quitado la noche anterior.

'Van a encontrar a Raven y a sacarla de allí… juntos'. Se esfuerza en creerse al menos eso.

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– Te acompaño a casa. Estás hecha un desastre, chérie.

Juega con las cartas que adquieren un brillo cuando recorre los dedos por ellas y dobla la baraja.

Anya Kórsakova aún no puede creer que se haya quedado dormida mientras le hablaba a Remy LeBeau sobre 'Les mots' de Jean-Paul Sartre.

– Haces la cara de alguien que no ha tenido tanta resaca en años, Anya.

La chica sólo le mira un instante. – Esa podría ser una descripción exacta de mi vida los últimos doce meses.

… sigue habiendo juego en el tono de Remy, de todos modos.

– ¿Quieres decir que no hay juergas universitarias en esta ciudad?

La chica frunce el ceño pero Remy no da tregua, agudo y sarcástico.

– Trabajar y estudiar no da para tanto. No he tenido mucho tiempo últimamente –.

– No me lo creo. Eres de las que haces toda la pinta de no necesitar más que un rato para aprobar.

Hace un gesto de sorna con las manos. Ella se ríe al final.

– No es verdad.

– Bueno, eso dice tu amiga – Lo reconsidera él: – No sé muy bien de qué haces pinta en realidad. Probablemente no de una de nosotros…

Esta vez la chica le mira pero no pregunta. 'En ese momento algo la frena aunque no sabe muy bien qué'.

Caminan en silencio. El esfuerzo arquitectónico de la ciudad por preservar su pasado histórico en contraste con construcciones de hace unas décadas, menos estandarizadas. Las callejuelas y vías estrechas del lado izquierdo del Sena y las zonas más amplias y burguesas, en contraste con edificios más modernos en esta parte de París.

Anya sabe que aún tiene muchas preguntas que hacer, pero queda poco camino hacia su casa. Ve a una vecina abrir la puerta de la escalera cuando llegan. Se trata de Mademoiselle Camille, soltera y setentona, medio sorda, que tiene una tienda de fruta en los bajos y que ha sobrevivido a dos guerras mundiales, como aquellos tantos otros que son de su generación. 'Los vecinos explican que perdió la función del oído derecho de joven, por la caída de una bomba en Reims, a 129 kilómetros al este de París, en 1917'.

Es ahora o nunca.

Una de nosotros… – Mira al chico, bajando la voz sólo ligeramente para evitar que la escuche su vecina, ni que sea vagamente. Aunque ésta sigue en la puerta poniendo orden a un par de bolsas, sin mirarlos más allá de un vago saludo: – Creo que empiezas a deberme una explicación. Insinúas que te han mandado a… ¿a qué? ¿Quiénes? ¿Y qué se supone que quieres decir con nosotros?

– Yo creo que ya lo sabes… Chaque fois que tu veux connaître le fond d'une chose, confie-la au temps.

Cada vez que quieras conocer a fondo alguna cosa, confíasela al tiempo… – Anya repite la frase con el ceño fruncido – Deja de evitar la respuesta. Si no quisieras contármelo, no estarías aquí.

Hay una pausa, él calla pero la chica continúa: – Puedes hacer eso con las cartas y la vara… ¿Pero cómo sabías que yo…? Nunca he… no con alguien delante.

Hay verdadera curiosidad en ella. 'Puede que sepan que su tío fue agente ruso una vez… y no sabe si eso la asusta…'.

Definitivamente tendría que asustarla…

'…Y eso tendría que hacer que se fuera ya… para avisar a Vasyl, claro'.

Anya está solo a unos pasos de poder tocar el timbre de la escalera, de hecho. Aunque no estuviera Mademoiselle Camille, podría incluso gritar. 'Y Oleg o su tío saldrían probablemente al balcón estrecho del ático donde viven…'.

'Si esto tiene algo que ver con el antiguo trabajo de Vasyl…'. Dios, Anya espera que no.

Se dice que es imposible.

Aunque es fácil saber que Vasyl ha esperado siempre que alguien de su pasado volviera a cobrarle cuentas alguna vez. Anya ha intuido eso en él muchas veces… por su negativa a ir más allá en sus recuerdos. Y aún así… ¿un chico que aparenta su edad con acento de Nueva Orleans?'.

No tiene sentido. ¿Pero por qué tendría que tenerlo si fuera el caso?

Anya ya no es una niña, y cree saber que si los Kórsakov han podido mantener sus nombres, sus vidas en este lugar: 'Bueno, es porque probablemente su tío no dejó pendiente más que un mal recuerdo en la Unión Soviética…'.

Balancea los pies tentada de irse ya y olvidar ese sin sentido, pero entonces es Remy LeBeau el que habla.

– Emma Frost…

– ¿Perdón?

– Es el nombre de quien me ha pedido que hiciera un informe sobre ti. ¿La conoces?

Intenta pensar… pero así a simple golpe de instinto.

– No…

– ¿Por qué tendría que estar interesada?

Sorprendentemente es el chico quien hace la pregunta. Eso casi logra cambiar las dudas por enfado.

– Dímelo tú… Eres quien – Piensa en las palabras porque decirlas en voz alta le parece ridículo – … quien asegura que tiene que hacer un informe sobre… no tiene sentido. Yo no hago… eso con las cartas, la mayor parte de las veces ni siquiera… Yo no soy… – se muestra incómoda –… Escucha, lamento lo que le pasó a tu bolsa, pero no es algo que haya ido haciendo muy a menudo. ¿Para qué querría que escribieras nada en un papel sobre mí?

– Eres una mutante, dilo por su nombre. Eso es lo que somos, chérie.

– Eso no…

– Pero tienes razón, ma petite, todo lo demás no tiene ningún sentido.

Empiezan a escucharse sirenas en el fondo.

– Mira. Da igual, en realidad – Él parece muy serio de pronto, dejando el tono de broma olvidado en la anterior frase. – Pide un intercambio, vete de aquí… antes que Emma Frost vuelva a enviar a alguien a París. Ni siquiera esperes a la beca, o solicita poder irte ya. Eres inteligente, habrá mil cosas de esas a las que presentarte… Tu amiga dijo que con tus notas, no tendrías problema para ello.

– ¿Qué…?

– Anya, no he conocido a muchos que tengan la oportunidad… Que parezcan tan… tan normales después de todo… aprovéchala.

Gambit no la conoce, piensa.

– No tienes ni idea.

'Pero después… bueno… aun puede notar la herida fina en su mejilla… y está segura que eso no es ni siquiera una muestra de lo que es en realidad. Se pregunta cuántos más hay como ellos…'.

Es absurdo como algo que la ha asustado tanto tiempo, pueda parecerle tan ridículo en este momento. Eso la hace sentir enfadada consigo misma. No debería ni siquiera estar escuchándolo. 'Puede que sólo sea un charlatán… es sólo un charlatán', se convence.

Remy LeBeau mira al reloj al final.

– Dame tu palabra que lo harás. Vete. Créeme, nunca es una buena noticia que Emma busque a alguien. Nunca es una buena noticia que alguien en el mundo busque a alguien de nosotros.

Al final con ella aún callada, él se permite aligerar el comentario:

– Busca una casa bonita con alarma de incendios, chérie. Muchos darían cualquier cosa por poder.

… Definitivamente él habla como si siempre hubiera podido elegir cuando una llama se prende a su alrededor… 'Y sí, puede que ahora crea que puede, pero nunca ha sido tan sencillo…'.

– Hablas como si fuera fácil –.

El comentario casi le remueve un sentimiento dentro que no sabía que tenía.

Ella no es un maldito mechero.

De pronto está segura de haber escuchado antes el comentario. 'Pero también… bien, es imposible que ese fuera uno de los desprecios llenos de miedo de Oleg, ¿no?'. Sea lo que sea… sus emociones, el sentimiento cuando tiene una llama entre los dedos o la deja ir, eso es real.

Vuelven a escucharse un puñado de sirenas de fondo y es evidente que eso distrae a Remy un instante.

Mademoiselle Camille sigue en el descansillo un segundo más. – ¿Vas a entrar, Anya?

Se gira, pero duda.

– Algo no va bien… – Escucha murmurar al muchacho situado unos metros por delante suyo.

– ¿Qué?

Remy de pronto parece volver en sí. – Nada en realidad, chérie. Sólo… si de verdad no conoces a Emma…

Va a insistir que consiga esa beca. 'En realidad puede que Frost esté semanas enteras… meses hasta que vuelva a poder preocuparse ni remotamente por algo a lo que Remy no puede darle mayor importancia ni sentido…'.

Ni siquiera sabe si va a estar en Nueva Orleans cuando él vuelva, no si Azazel ha conseguido mejores pistas que él en su último viaje.

Está seguro, de todas maneras, que va a tener que darle una mejor explicación a la chica para que le escuche. Y aún así… bueno, todas esas sirenas, el movimiento que hay ahora en la ciudad puede que sea normal en un día como éste, pero lo está distrayendo de verdad.

– Creo que voy a dar un vistazo…

– ¿Dónde? – Anya tiene la seguridad que lo entiende cuando todos los coches de policía de la ciudad parecen dirigirse en la misma dirección. Uno se salta el stop de esa misma calle. – ¿Por qué? –.

Anya, indudablemente más baja que él, ha dejado ya atrás la puerta y su vecina y lo mira desde los centímetros de diferencia que le separan. – ¿Por qué crees que podría estar pasando algo?

– Yo no creo que…

– Sí… sí lo… – Anya le mira pero esta vez se mueve hacia la calzada.

– ¿Qué vas a hacer?

– Coger un taxi… mis amigos están en ese lugar.

Bueno, ahora el cajún podría reírse de ella de verdad. – ¿Un taxi? ¿Lo dices en serio? Va, ven… Llegaremos antes con este trasto.

El mutante señala a otro lugar de la calle, donde hace un momento ha pasado el coche policial, y ella, confusa y durante un segundo, busca con la mirada el qué.

– ¿Vas a robar una moto?

– Vamos a tomarla prestada… ¿d'accord?

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El sonido de sirenas interrumpe a Vasyl leyendo el periódico. En la pequeña tele del comedor están hablando de la jornada de hoy… de Vietnam y el proceso de paz. Hay mucha gente alrededor del edificio clásico donde se firman los acuerdos de paz pero nada extraño aún en la calle.

El locutor sólo comenta por encima que parece haber más seguridad en la entrada de repente. Otro periodista sugiere que puede estar pasando algo dentro del edificio.

'Quizás la signatura ha ido más rápido de lo que esperaban y van a salir pronto a anunciarlo', piensa. No le da importancia y se asoma al balcón porque juraría que ha escuchado la voz de Anya hace escaso minuto.

– ¡Mademoiselle Camille! – Sube el tono de voz para preguntarle por la chica pero la mujer no se entera. Juraría que era su voz… y querría estar equivocado, pero diría que esta noche, Anya no ha estado en casa. 'Es la primera vez que no viene sin avisar antes'.

En la tele las imágenes se suceden.

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Anya mira el viejo reloj de pulsera de Nastasya que lleva consigo en ocasiones, especialmente si es una cena como la de anoche, y ve que es extraordinariamente temprano.

No tendría que estar aquí.

Iba a ir a trabajar a la cafetería y, después… puede que fuera a por Alain y Elsa después de comer, sí. 'Cuando hubieran acabado las conferencias de prensa y las aglomeraciones en este lugar'. Aún está segura que Elsa va a encontrar alguien de la universidad allí fuera y mientras Alain trabaja, de todas maneras.

Avanza por la rue la Pérouse convencida que en cualquier momento el chico de Nueva Orleans va a reírse de ella. Pero, en cambio, lo escucha quejarse para sí cuando casi volvía ya a dudar de su propio juicio:

– Ella dijo que no les interesaría armar revuelo si algo iba mal… –.

Busca algo qué decir y se da cuenta que hasta ahora no lo ha llamado por el nombre. 'Dios, aunque las sirenas fueran un mal señal… esto es surrealista'.

– ¿Ella? ¿R… Remy, qué quieres decir?

Se gira hacia él.

Para hacerle, claro, la enésima pregunta sin respuesta de los últimos diez minutos… cuando de pronto se vuelven a escuchar sirenas – más de lo normal – y ve a gente yendo y viniendo. Carrerillas aquí y allá.

Querría convencerse que no puede ser tan grave, pero después se preocupa: porque Elsa está allí sola, no tiene ni idea donde debe parar Alain… y el rostro de preocupación del chico desconocido no ayuda en nada. 'Podría ser un atentado como los del verano pasado en los juegos de Munich…'.

'… Uno relacionado esta vez con las partes de la firma de hoy tras una violenta escalada final de esa guerra de Vietnam'.

La idea le cruza por la mente y casi la congela en el lugar. 'Alain, que está en medio del mejunje diplomático, se va a reír cuando se lo cuente', se fuerza a pensar.

La gente empieza a correr en su dirección y de pronto empieza a escuchar gritos. El primer impulso es correr también… pero a buscar a Elsa.

Su reloj vibra de manera que casi trastabilla sin explicación.

–… ¡Espera! – Es la primera vez que Remy LeBeau le habla directamente desde que subieron a la moto. El chico ni siquiera ha cruzado media palabra con ella al mal aparcar, no más allá de un par de murmullos sin sentido y una maldición por casi haber chocado con otro automóvil.

Anya le mira con interrogante pero avanza igualmente después de un momento.

Todo está sumergido en el caos cuando llegan. Hay gente en todas direcciones y, por un momento, se tropieza con el mismo Remy que parece haber chocado expresamente contra dos hombres y una mujer de mediana edad que venían en dirección contraria a la suya. 'Tiene una pequeña idea de por qué… incluso ahora'.

Mon dieu.'Les ha quitado sus carteras, por supuesto'.

Va a quejarse amargamente cuando alza la vista de nuevo y de pronto le ve realmente serio. Es él mismo quien la detiene sujetándola del brazo al empezar la retahíla.

– Hey…

La multitud grita, hay un policía pidiendo a la gente que se mueva unos pasos más adelante, empujones entre cierta multitud y Anya se gira un instante antes de ver una forma azul atrapada con sujeciones en la fuente de la entrada.

– Joder – Pese a lo extraño de Remy LeBeau, éste parece por un momento tan sorprendido como los demás. La gente parece empezar de nuevo a correr por cuenta propia después. Sólo algunos cámaras se quedan donde están.

Otro hombre sale en ese mismo instante del agua y permanece plantado un momento delante de la multitud.

Busca a alguien.

Tiene el cabello castaño, una gabardina y hay sangre en la parte de atrás de su cabeza… ¡sangre! Y Anya se para un segundo más de lo necesario a mirarle, sin ningún tipo de propósito hasta que son un grupo de chicos jóvenes quienes la embisten, se gira y es ella quien prácticamente tiene que hacer retroceder a LeBeau cuando una valla de seguridad que podría haber jurado que no estaba allí, cae casi a sus pies.

– ¿Has visto eso? – Remy LeBeau casi suena como si acabara de reconocer algo… o a alguien. En otro momento casi le parecería gracioso que el chico – ese chico – le preguntara si ha visto todo lo que les rodea. 'Como si fuera posible de ignorar…'.

Aunque precisamente porque es él, intuye que debe referirse algo más que a lo evidente.

La voz de Elsa viene después.

– ¿Qué…

– Qu'est ce qui se passe?

La muchacha rubia está asustada y cómo otras veces no separa su mano del pañuelo que le tapa el cuello, dónde Anya siempre ha dado por supuesto que tiene algún tipo de cicatriz.

– Alain… él… – Elsa intenta decir y balbucea a la vez – … Alain está allí dentro, es de donde han salido ellos… – La chica francesa calla ahora intentando ordenar las palabras: – Tengo que ir. Esa mujer… – Anya no sabe exactamente de lo que habla –… ha saltado del primer piso. Hay coches destrozados en el perímetro. Tengo que saber que está bien.

– Vamos…

Remy LeBeau desaparece de su vista poco antes de que consigan entrar en el edificio.

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– ¡Logan! – Charles vuelve la mirada al hombre en el hall temiendo que lo que sea que le haya pasado antes, le haya vuelto a afectar otra vez – ¡Logan! – insiste.

El hombre del futuro, sin embargo, tiene la vista fija detrás de ellos, no a la puerta dónde ellos y muchos más se dirigen en medio de la confusión, sino a los sofás de la recepción. Hay una pareja que se abraza allí y una chica que sin duda se ha dado cuenta de la atención de unos extraños hacia ellos porque ahora también los mira.

Logan niega con la cabeza en el mismo momento que cruza la mirada con la chica. Casi se ríe. Como si fuera una estupidez lo que le acaba de pasar por la cabeza. – No es ella – Dice. Y Charles no está seguro si es alivio o sorpresa lo que expresa al repetir la misma frase con algo de sumada incredulidad – No es ella… No es Wanda –.

'Puede que sean las dos cosas a la vez'. Aunque es poco probable que vaya a tener tiempo después para preguntarle a Logan quién demonios creía que era.

Van en busca de Hank.

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– ¿Estás bien? – Alain la saca de su ensimismamiento en el momento que los dos extraños se giran hacia la puerta.

– Sí – Casi duda – Sí.

– ¿Los conoces?

– No. No tengo ni idea porque… – No sabe cómo explicarles que cree que son ellos quienes en verdad la miraban – No.

Mira un instante su reloj buscando algo que decir, aunque sea la hora, y se da cuenta que las manillas se han roto… aunque juraría que no le ha dado ningún golpe.

– ¿Qué pasa? – Insiste Elsa.

– …

Remy aparece antes que pueda añadir algo más.

– Es hora de movernos de aquí…

Alain está sorprendido, pero Elsa sólo parece estar prestando atención.

– ¿Qué dices? ¡Déjame! – Anya intenta librarse de su agarre cuando Remy la coge del brazo para tirarla hacia adelante y forcejea – ¿Qué demonios crees qué estás haciendo?!

– Creo que ya sé qué está pasando aquí y no es nada bueno. Tenemos que irnos.

La estupefacción es doble cuando Elsa les dice que cree que es mejor seguirle.

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Charles se viste sintiéndose avergonzado y aunque Erik sólo le mira una vez cuando llega a la recepción, es la mirada de Hank la que parece clavada en él todo el trayecto.

– Vinimos a buscarte Erik y yo... Juntos.

'Se permite creer en ello un instante'.

Durante todos estos años, cuando no podía dormir, a veces después del cuarto o quinto vaso de alcohol; Charles solía verse traicionado por sí mismo. Pensando en la manera como, en los tiempos felices, sus ojos se perdían en los de Erik por un momento demasiado largo antes de romper la mirada para – sólo en esa ensoñación – desaparecer entre una multitud de personas.

Reflexiona un instante sobre si en verdad pueden cambiar el futuro.

El futuro ese mundo oscuro y desolado del que habla Logan. 'Ese tiempo de guerra y perdidas, que llevara consigo las muertes de millones de mutantes y de los humanos que se atrevan a ayudarlos…'.

Piensa también en Erik intentando salvar a Kennedy porque éste era uno de ellos.

Erik siempre dijo que vendrían detrás suyo.

Y pese a todo… en ese futuro están juntos. No sabe exactamente cuál es, 50 años después, la naturaleza de su relación; aunque es difícil imaginar otra forma…

Incluso si en este instante no notara los pequeños moratones que Erik le ha dejado en la piel… ese peso invisible, casi embriagador pero a la vez vergonzante, en los lugares en los que ha estado.

Intenta aclarar su mente.

Al entrar en la habitación, Raven, su hermana, está allí. Cae abatida sobre la mesa cuando llegan y Charles se precipita hacia ella sin dudarlo.

Vinimos a buscarte Erik y yo... Juntos –, es lo que le dice él.

Pero también se disculpa: – Te prometí hace mucho tiempo que te protegería… sé que no lo he hecho, sé que no he cumplido algunas promesas – Acaricia el cabello a Raven justo un segundo antes que todo se derrumbe de nuevo.

Por un momento ni siquiera entiende por qué Erik los apunta con una arma.

Un segundo más tarde, se lanza contra él… no sólo con impotencia. '¿Por qué qué tan peligroso es jugar con ráfagas de viento salvaje cuando tu cuerpo está hecho de papel?'. Mantiene la respiración silenciosa pero con todo su cuerpo alterado cuando Erik al final sigue a Raven igualmente… para matarla.

Charles, equivocado o no, se aferra a la necesidad de salvarla… también de ella misma. Y pide a Hank que los siga, mientras intenta poner en control a Logan.

Ya sea por la fuerza o por elección… Charles insiste en no reparar en ese instante en los pedazos rotos de sí mismo que se hunden más en él cuando busca la manera de tranquilizarlo.

El recuerdo reacio de la noche anterior, acusándole calladamente de ser solamente un estúpido adicto al que los acontecimientos se le escapan de las manos.

Junto a su hermana… y a Erik.

En la calle, tras los cristales de la ventana, el caos alrededor de Mística y Magneto.

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N/A: Bueno, pues tenía claro qué iba a pasar en este capítulo... y después la cosa se ha complicado algo, mi musa se ha fugado, y he tardado 'un poco' en actualizar. Esto de la vida más allá del fandom se hace algo difícil a veces. ¿Qué os ha parecido?

Ah! "Es tut mir leid" significa "lo lamento".