N/A: ¡Hola! Aquí estoy. Por cierto, aún algo en shock por el tráiler de la Comic Con de X-men: Apocalypse… así que esto que voy a decir ahora es spoiler… pero…
[Spoiler]… No me malentendáis, soy la primera que quería una referencia a Magda y Anya (Aunque puede que acaben por ser Suzanna Dane y Lorna), pero… si sucede en los ochenta, como parece… no sé qué pensar, la verdad. Puede que Singer nos sorprenda. Dedos cruzados.
Y a esto, en este fic… tenemos a Anya viva y crecidita. Aunque empezamos el capítulo con Erik, a ver qué pasa por su cabeza, antes de ir a ella. Erik en el fondo me rompe el corazón… y a Charles… [Fin del spoiler]
Avisos para este capítulo: Menciones del holocausto.
Capítulo 11. Abraham's sacrifice (El sacrificio de Abraham)
"This one's for the lonely, the one's that seek and find
Only to be let down time after time
This one's for the torn down, the experts at the fall
Come on friends get up now you're not alone at all
And this part was for her
And this part was for her
This part was for her
Does she remember?"
- Comes and goes (in waves). Greg Laswell
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Erik se alza antes de dejarse caer a su lado, besando su cuello y diciéndole en alemán que lo lamenta. Estudia a Charles, los contornos de su cara, cada línea, cada pelo revuelto.
Lamenta tener que matar a Mística. No sólo porque Charles Xavier nunca se lo va a perdonar; también porque ella es valiente y probablemente la única de ellos que ha luchado por su causa este tiempo, la única que ahora mismo entendería sus motivos. 'Ellos son más que ellos mismos, y que sus deseos y voluntades… especialmente ahora que el tipo del futuro ha confirmado sus peores temores'.
Van a venir a por ellos.
Van a cazarlos y al final va a quedar sólo una pequeña cantidad de sí mismos, luchando por la supervivencia y viendo morir a seres queridos, a hermanos y hermanos mutantes. Cada largo día del resto de en lo que parece haberse convertido su vida al final de sus días… 50 años de aquí en adelante.
Lo ha vivido en el pasado.
Esa noche antes de la conferencia de París, Erik abraza la forma tibia de Charles Xavier y se recrea en cada momento anterior en el que ha vuelto a tener su cuerpo… Sintiéndose algo entumecido en el momento. Se dice en última instancia que es porque ha pasado 10 años aislado.
'No es sólo que sea Charles Xavier', intenta focalizar su mente.
Sus ojos viajan un instante por la semioscuridad de la habitación, dejándose envolver falsamente por la comodidad del momento y del colchón, una sensación extraña la de notar el cuerpo de Charles contra el suyo y no su mente.
Esa madrugada, antes de caer rendido, Charles lleva una mano tentativamente hacia la cara de Erik, empujando el pelo sudoroso de su frente.
'Nunca va a poder ser lo mismo, no habrá otro momento de debilidad así para él… no cuando se convierta en el asesino de Mística'.
Charles nunca lo va a perdonar.
Ellos están juntos en ese futuro… pero es algo que no va a ocurrir aquí… no a partir del instante que él evite que detengan a Mística y experimenten con ella… En la agonía oscura de lo que no deben permitir que pase, esa muerte es la única opción. Una de los suyos para evitar ver perecer a miles.
El ambiente cálido de esa habitación de hotel, el olor a sudor y sexo, la luz de la noche parisina entrando a contraluz, le hace cerrar los ojos un momento… demasiado acostumbrado a la luz clara y cegadora y el frío de esa cela durante una década. Recupera su propia respiración, dejando el otro cuerpo acomodarse dormitante de espaldas contra su pecho.
Toda esa historia del futuro haciendo poso en su mente incluso cuando, unas pocas horas más tarde, decide levantase e irse a la habitación que se supone que comparte con ese tal Logan. Antes que Charles Xavier despierte.
A media luz, da un vistazo a la sobriedad de los muebles del dormitorio antes de buscar su camisa con las manos, de ponerse el pantalón, procurando no hacer ruido aún con la vista puesta en la cama.
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La culpa no le golpea con toda su crudeza hasta horas después, sin embargo. Al ver a Charles aproximarse a Mística. Sólo un segundo antes de apuntarles con el arma.
De dispararla.
– Estoy asegurando nuestro futuro…
El caos a continuación.
Porque es fácil entender que él mismo les ha dado el material genético de Raven… de Mística, cuando ve las imágenes por la tele en otro hostal más mugriento, más discreto que el que escogió Charles.
Es fácil darse cuenta de ello incluso antes: cuando todo se precipita a las puertas de ese hotel en el que iban a signar el maldito acuerdo. El fracaso de ese primer plan palpable como el golpe de su cabeza contra el suelo y ella escapándose al final.
La necesidad de enfrentarse a ello porque no pueden permitirse dar más ventaja a los humanos. Multitud de gente aún yendo y viniendo con intranquilidad por las calles de París, aún horas después.
… A apenas una boca de metro del escenario de esta mañana.
– Voy sin casco… no podría desobedecer aunque quisiera –. Las palabras que le dirigió a Charles en Washington de pronto en su mente; porque esa es otra cosa que debería solucionar lo más pronto posible.
Y la charla con ese tipo también presente:
– ¿De dónde has salido tu?
– No me lo vas a creer… pero tú me enviaste, tú y Charles desde el futuro.
El convencimiento que al final del día, y aún si Charles los ha abandonado todo este tiempo, éste va a recorrer a su poder si es necesario. Si las circunstancias le obligan. Es absurdo que, aún si esto va en su contra, Erik encuentre que hay algo vagamente reconfortante en esa idea.
… Incluso si sabe que no pueden permitirse que Charles Xavier se interponga.
Tiene que asegurar el futuro a cómo de pie.
A esas alturas los humanos ya tienen trazos genéticos de Mística. Las televisiones llevan horas hablando de ellos como el enemigo… aunque no sea una sorpresa.
– Son muchos años tratando de destruirte chaval.
– ¿Y qué tal se te ha dado?
– Tú eres como yo, un superviviente.
Lo es… un superviviente, como dijo Logan… y no está dispuesto a dudar al dar el siguiente paso. Por el bien de todos los mutantes, puesto que siempre ha sabido que vendrían a por ellos.
No va a dejar que ese sea su futuro. Y tampoco es exactamente una sorpresa que Mística acabe encontrándole.
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– Si veo moverse un solo tornillo te clavare esto en el cuello, Erik – Le amenaza ella con un pasador de pelo al instante. En el tono Erik intenta recuperar algo de ese trato de años atrás, de esos pocos meses de Hermandad cuando ella solía escucharle, para convencerla.
Puede que el hecho que tengan su ADN sea ahora su culpa, la sangre de Mística estaba ciertamente en el suelo por su culpa, pero ya no tienen opción. No está dispuesto a volver a vivir esa vieja historia, y ahora tienen la certeza que pasa en el futuro – y ha visto también los planos… los de esos robots, que estaban en esa especie de carrete de diapositiva que consigo después de intentar dispararla –. No va a ver morir a los suyos, ni a acabar de nuevo confinado en un laboratorio o en una maldita celda.
No necesita saber los detalles de las muertes de Angel o Sean para imaginárselos. Una vez quiso que Charles acabara dándose cuenta de lo que conllevaría la ignorancia humana. Mística, que ha estado por su cuenta todo este tiempo, tiene que poder comprenderlo.
– He visto sus planes, están construyendo una arma y ahora tienen lo que necesitan para perfeccionarla. Tenemos que atacarlos ya, mientras tengamos aún ventaja.
Erik está ahora seguro de ello. Pero la mutante se resiste a esa idea un instante, pese a todo.
– He visto morir a muchos amigos, Erik. No quiero una guerra, sólo al hombre que los asesinó. – Defiende.
Y Mística parece convencida de su posición cuando le dice que Trask es el enemigo. Al final Erik defiende con rabia que asesinar a un hombre no basta, ya no.
– A ti nunca te bastó.
'La guerra es inevitable… tarde o temprano, lo ha sido siempre'. Deben actuar ahora que están a tiempo, dar el primer golpe para ganar. 'Mística tendría que poder verlo, pero él puede hacerlo solo, de todas formas', acaba pensando Erik Lehnsherr mientras se pone en marcha.
Un frío helador de enero en la calle y el convencimiento que no puede quedarse allí.
Más temprano que tarde necesita volver a Washington. Recuperar el casco y actuar.
Las teles y los aparatos transistores de aquí y de allá repitiendo las imágenes, los sonidos, de esa mañana, hablando de misteriosos asaltantes, de histeria colectiva y de naturalezas desconocidas. En francés, en inglés… sin mucha diferencia matices entre unos u otros reportajes.
Al dejar la boca de metro, el sol se va ya entre el perfil de los edificios, y muere a los pies de las puertas de reja de las casas del fondo. La sobriedad de la ciudad vencida por la latente intranquilidad colectiva en pausa falsa.
Él más que nadie conoce de lo que van a ser capaces, cuando finalmente el miedo y desconfianza hacia los mutantes se esparza. 'La identificación… Hermanos y hermanas mutantes encerrados en laboratorios donde siempre hay un límite más que traspasar'.
Muerte y cuerpos desahuciados incluso antes de esa última frontera.
'No va a permitir que…', pero antes de acabar la frase se dice a sí mismo que ya ha sucedido. Ha estado pasando estos años en los que lo han mantenido encerrado, mientras Charles se consumía en esa casa con Hank. Erik no quiere que su mente vaya allí otra vez.
Y físicamente… cuando se revisa los puntos de sutura de su cabeza, cosidos por él mismo y que aún escuecen, para buscar después la forma de salir de París, Erik se da cuenta que probablemente ésta otra vaya a ser una mala cicatriz más.
No es que le importe pero probablemente acabe por no apreciar el recuerdo de todas formas.
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Se aleja del centro… porque tiene suficiente experiencia para pasar desapercibido, y en Porte de Vincennes acaba en la puerta de un local en el que tienen la televisión encendida. Allí la convicción que tiene que actuar pronto se hace más fuerte. El cómo un poco más claro.
Y también se permite su último instante de debilidad.
Porque no es hasta que su vista se mueve para irse y ve esa bandeja de pasteles triangulares, hamantaschen, tradicionalmente rellenos de semilla de amapola o ciruelas pasas… que no se da cuenta en qué tipo de establecimiento está. Las palabras 'Traiteur' y 'Specialites Yiddish' en el cristal de la puerta, que antes ha acompañado con una mano sin pestañear con la vista fija en la televisión… y el camarero con kippá – un hombre mayor que lo observa callado desde el principio –. El lugar no parece ni siquiera abierto al público esa noche.
Su vista vuelve a pararse en los reconocibles dulces con forma de triángulo.
Una parte de él quiere permitirse ser entonces el Erik que – a otra hora – hubiera intentado pensar en su madre aunque no pudiese recordar con claridad la imagen, la lejana silueta de Eddie preparando ese tipo de pastas ante la atenta mirada de Ruth.
Es otra imagen, pero, la que lo asalta… mucho más vívida. El recuerdo de Magda intentando darles forma sin saber muy bien cómo. Tiempo después que él le hablara por primera vez de éstas… sólo porque necesitaba que ella siguiera manteniéndose despierta y caminando.
– Háblame… Max. – La voz de Magda casi luchando por hacerse sentir ya fuera de ese lugar y aún así demasiado cerca – ¿Cuál es tu dulce favorito? Vuelve a contármelo…
– Hamantaschen. ¿Sabes lo que son? Te hubiera gustado como mamá las preparaba – Una pausa, él mismo algo mareado después de caminar kilómetros y kilómetros sin más rumbo que alejarse de donde habían escapado.
Nunca más sería capaz de decir con precisión cuanto tiempo habían estado escondidos antes de conseguirlo.
… Puede que mucho más de lo que llegaría a imaginar-se Schmidt… Shaw… al final. Sacando fuerzas para dar ese último antes de aferrarse a la idea de seguir caminando.
Para alejarse por medio del bosque más y más.
–… Pero no es Max. Nos tuvimos que cambiar el nombre, en Polonia –.
En ese entonces aún preguntándose si ella, Magda, se había dado cuenta de cómo el alambre se había doblado, por donde habían conseguido pasar, en un momento de caos.
'No', era la respuesta.
No aún.
Al menos estuvo en sus manos salvar a la chica romaní en esa noche de principio de agosto. …Schmidt había presumido no mucho antes de estar seguro que su padre y Ruth habrían muerto ya.
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Hasta llegar a salvar a Magda había estado escondido durante horas en un barracón, después de conseguir escurrirse de los vigías del Sonderkommando con los que esa vez le había mandado Schmidt. 'Dándose cuenta que aunque Ruth estuviera allí, entre las mujeres de esas literas, sin ni siquiera fuerzas de mirarlo con terror más allá del primer instante: no sería capaz de reconocerla'.
Trágico e irónico. Puesto que Erik recuerda que consiguió encontrar a la chica romaní – a la que había creído ver antes – no mucho después. Débil, enferma y cambiada… Pero no a ese punto… no en ese sitio en el que estuvo escondido en primer lugar. 'Aún intentando ayudar a otros aunque en realidad ninguno de ellos pudiera hacer nada'.
Ruido de motores, gritos y ladridos de perros.
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La luz de París no es azul en invierno, no cuando siempre está nublado y tarde o temprano te sorprende una fina lluvia persistente. Pero incluso ese fenómeno de los meses más fríos tiene su propia viveza en ciertos lugares de la ciudad. Al igual que una madrugada envuelta en luces y niebla en Champs Élysées, o un inmenso cielo en un día claro desde algún puente sobre el río Sena.
En ese instante apenas ha empezado a caer una suave llovizna sobre sus cabezas y se escuchan a lo lejos las sirenas de la policía mientras las calles del centro, incluso las más alejadas, parecen tomadas por la gendarmería.
De diferente manera que la última vez que recuerdan haber visto tanta protección en este lugar. La represión policial sobre enormes adoquines en el Barrio Latino – pero también en otros múltiples de sus rincones –, y las simples convicciones como arma, son cosa del pasado.
Esta vía en particular aún está al menos lo suficientemente vacía. Un coche policial que gira al final de la calle.
Anya camina unos metros en dirección al rio – aunque aún sin ver el final de l'Avenue d'Iéna – con la vista fija en Elsa, que parece sujetar con más fuerza el pañuelo de color crema contra su cuello, como si pretendiera asfixiarse.
Hay algo en ese gesto que la inquieta un instante hasta que su amigo Alain se para en su lugar. Dos pasos a su izquierda.
– Ya no estamos en ese sitio, puede que me expliquéis por qué tanta prisa… – Exige Alain en francés. Su mira hacia Gambit con desconfianza.
El muchacho que al final sólo los ha seguido porque Elsa ha insistido, casi por lo raro de esa misma petición y sin estar muy seguro de por qué, va aún cuadernillo y bolígrafo en mano. 'Quizás ligeramente en shock', piensa Anya.
Y aunque raramente la chica le ha visto esa actitud antes, su amigo se mueve para acercarse a su novia de forma algo errática. – ¿Estás bien? Debería buscar ya al director de mi periódico… ¿E… Elsa, me escuchas? –.
Anya ve incluso en ese instante a Alain pelear con las palabras, no sin cierta estupefacción… buscar su propia lógica profesional en el próximo paso a dar: – Puede que necesiten ayuda después de lo que sea que haya sido eso.
Pero hay un silencio en Remy, uno de patente cuando su amigo calla.
El mutante se aparta un cabello de la frente antes de observar la clara mezcla de emociones en todos ellos.
– Tienen un dispositivo que nos detecta – Dice de pronto mirándola a ella, e ignorando al resto.
– ¿A quiénes? – Anya se mueve pero no es ella quien tiene tiempo de hacer la pregunta. Tampoco esta vez.
Puede que sea por el extraño silencio de Elsa… o porqué de verdad piensa que debería buscar a su jefe en vez de estar allí: pero Alain es quien insiste y de pronto la chica se da cuenta que lo que arrastra en el tono desde el mismo momento que lo han encontrado en el hall de ese hotel, no es sólo preocupación.
Está asustado. Más que aturdido por lo que todos acaban de presenciar.
… Quizás incluso algo frenético por su propia vocación. El impulso de estar allí, donde acaba de suceder la noticia. 'Becario en prácticas o no'.
La situación es suficientemente extraña. Anya no podría reprochárselo.
– No a ti, garçon – Remy LeBeau cede al final y mira al otro chico, a la vez que Alain frunce el gesto y da un paso atrás.
Probablemente fijándose por primera vez en lo peculiar de los ojos del desconocido.
Una idea descabellada asalta a la sobrina de Vasyl Kórsakov entonces. Su mirada se encuentra de nuevo también con la de Remy LeBeau… pero no para observar el color de ésta, no en este momento.
– ¿A quiénes? – Anya toma así la iniciativa con cierta duda… aún pendiente del comportamiento silente de su amiga, de la mirada de Alain, y no muy segura de a dónde los lleva todo eso. Mesurando el tono, evitando dar más motivos a Elsa para parecer tan perdida.
– A nosotros tres.
– ¿Cómo?
No.
Hay confusión renovada en el segundo eterno que el grupo queda ahora sí parado del todo.
– ¿Qué?
Están lejos del Hotel Majestic, a unos metros del Sena y cerca de la boca de metro de esa calle en la que hay alguna que otra embajada y varios pequeños museos de arte.
De pronto la mirada de Elsa va a Anya, y al revés.
Tres.
La voz de Alain le hace trastabillar en el pensamiento… y después Anya siente congelarse en ella.
– Esto es estúpido. ¿Qué se supone qué estamos haciendo aquí con esa gente suelta? Ni siquiera sabemos si esto es más seguro que dos calles atrás… –.
No puede ser. Su amiga es… Pero ¿cómo?
La mente de Anya va a mil por hora, mientras Alain se resiste a la situación.
Hay un bufido allí donde se mantiene parado Remy LeBeau.
– ¿Esa gente? He visto ese dispositivo antes, sé para lo que sirve… – Gambit parece jugar con la idea de decir algo más. De elaborar la respuesta más allá de esa primera ironía: –… no es sólo esa gente quien te tendría que asustar.
Pero calla antes de continuar por ese camino. 'Essex no es mejor que Trask. Es jodidamente peor', maldice para sí mismo.
Sin ir más lejos él ha permitido que otros mutantes acabaran en los laboratorios de Nathaniel Essex. No haber tenido una opción, no es una excusa.
Al fin y al cabo está aquí porque desde que se fue… ha jurado hacer pagar sus crímenes a Essex. Pero no ha desobedecido tampoco realmente a Emma Frost, no más allá de esa estúpida petición de no acercarse a este lugar de París.
Elsa habla aún como en una ensoñación.
– Tú… Anya, tú puedes hacer… ¿el qué?
Hay algo de temor en esa cuestión, también reconocimiento hacia alguna vieja y descartada sospecha quizás…
Anya sabe que ninguna de las emociones de Elsa son, en este instante de confusión, necesariamente en su contra; pero no puede evitar ponerse a la defensiva. Prepararse para algo que diría Oleg. Cualquier cosa suficientemente hiriente para obligarla a apretar los labios y a mostrarse indiferente.
Hace más de cinco años que se conocen y nunca pensó que hubiera algo que no supiera de su amiga.
Nota la garganta seca, el significado de sus próximas palabras haciendo poso en algún lugar de su interior impidiéndole inhalar aire por un instante.
– No soy la única que tiene secretos parece. – Cada sílaba elegida con cuidado para evitar que se la trague la vorágine de un descubrimiento al que aún debe darle sentido – ¿Por qué nunca has dicho nada?
Rubia y pálida, bajo la mirada gris azulada llena de preguntas de su compañera de clase, Elsa de pronto está aún más lívida. 'Esa es la Anya que hay detrás de la primera fachada de suavidad', las mira Gambit.
Y hay pura estupefacción en Alain.
– Pensaba que eran cosas mías, que el único motivo por el que parecías diferente era… tu tío. Que era un espía ruso… no sé… Hasta pensé que por eso él te buscaba – Elsa acaba señalando a LeBeau mientras baja ligeramente la mano de su cuello y con el pañuelo siempre a cuestas, aunque ahora peor colocado, no necesariamente dejando a la vista nada fuera de lugar. – O quizás que sólo era porque tu padre era sacerdote y nada flexible… que parecía que había algo fuera de lo común en ti, Anya. Tus cicatrices son… parecen normales. ¿Cómo iba a imaginarlo?
El comentario sobre éstas parece incluso quemar en la boca de su estómago. ¿Pueden considerarse normales las cicatrices de algo que ni siquiera recuerdas si provocaste tú, pero te ha dejado huérfana a tan corta edad…?
Claro que fuiste tú, Anya. Se dice batallando contra esa vieja sensación infantil. La voz serena de Nastasya, meciendo sus pesadillas de niña, lo único a lo que agarrarse para batallar el pensamiento.
Su mano se va al viejo reloj estropeado sin querer.
– Fue un incendio – Dice después – Es lo que… lo que pasa cuando – Casi se le corta voz, pero es en ese segundo que Elsa se quita definitivamente el pañuelo, visiblemente agitada.
Remy sonríe al reconocer las marcas en su cuello talmente como si estuviera ahora confirmando sus sospechas sobre la mutación de la chica nacida en Francia… Elsa tiene lo que parecen aberturas branquiales en el cuello… la punta del iceberg de un extraño regalo de nacimiento que le permite sobrevivir y respirar por un período indefinido de tiempo en un ambiente acuático.
El único problema – añade – es que con los años… su cuerpo empieza a estar más acostumbrado al agua que a la tierra. Sus interminables duchas y forzadas clases de natación de pronto vistas bajo una nueva luz.
Hasta ahora Anya había creído que iba tanto a ellas para mantener la línea.
Ese es el mismo convencimiento que tenia Alain. El amor de Elsa por los pañuelos y su particular fobia. Empeñada en evitar que alguien le tocara el cuello más allá de esa tela colorida… todo ello ya no una manía estética o un problema de salud nunca contado.
El descubrimiento tendría que aliviar al chico… sobretodo porque ha sido extraordinariamente comprensivo con ello hasta ahora. 'Casi indulgente con los miedos y los límites que ha puesto Elsa en su relación todo este tiempo'.
… Pero el rostro de éste de pronto cambia la estupefacción por el terror.
Se ríe a continuación, aunque hay algo forzado en el intento.
– Esto ya no tiene gracia, Elsa… Anya… Ya los habéis visto… estamos en una situación delicada, quizás de seguridad nacional. Dejad las bromas para luego.
Un grupo de gente pasa por la acera contraria, mientras el tránsito de la ciudad parece de pronto recuperar poco a poco su curso en ese lugar, y el primer instinto de Elsa es volverse a cubrir el cuello. Definitivamente la broma – aunque aún no acabe de comprender que no lo es – ya no parece para nada ingeniosa a ojos de Alain.
– ¿Qué problema tenéis? – Frunce el gesto y murmura – Esos individuos… lo que sean… no son normales y menos para gastar una broma pesada. ¿No los habéis visto? ¡Esa cosa… Ella era azul!
– ¡Dieu! – La expresión de LeBeau aunque sin más palabras parece acabar de sacarle de sus casillas.
– Joder, ¡qué gilipollas es! – Suelta Alain al instante.
Y el empujón, a la vieja usanza, no se hace de esperar.
– ¡Alain!
El chico rehúsa la sujeción de Elsa un instante y después intenta volverle el golpe a Remy Lebeau. Aunque un instante de desorden más tarde, se encuentra en el suelo: una carta a su lado y la marca de ésta en su camisa.
Un desgarro desigual. Como si la tela hubiera cedido enfrente el pequeño fogonazo que ha dado el as de picas cuando le ha tocado y le ha empujado atrás con la fuerza de dos hombres.
Sin saber muy bien por qué Anya está enseguida convencida que Remy ha actuado con exagerada suavidad… incluso con desapego en el gesto. Pero el rostro de su amigo va de la confusión al pánico en menos de cinco segundos.
La chica reconoce igualmente entonces la vara en manos de Gambit… y es en ese momento que se da cuenta que es algo así como extensible.
– ¡Maldita sea! ¡Vámonos! – Intenta convencerlas Alain en el suelo. – Es uno de ellos. Uno de esos fenómenos. Es peligroso.
Algo de su frase hunde la expresión facial de Elsa Ames.
La mirada posterior de Elsa está ahora llena de horror hacia las palabras que acaba de pronunciar su novio y amigo. Algo en eso, de repente, acaba por afectar a Anya más que cualquier gesto anterior.
Oh.
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En ese flash de segundos en los que tarda en abandonar el local, Erik recuerda vagamente a Magda años después, preguntándole detalles de una receta difícil de encontrar en la Europa del Este de la posguerra.
Dispuesta a qué él pueda explicarle todas esas tradiciones a Anya algún día.
Aterrorizada, sin embargo, por su poder… cuando éste se convierte en el grito de rabia y desesperación que su voz no consigue formar al darse cuenta que ha perdido a su hija, que Anya ha dejado de gritar y parte de la estructura ha cedido casi al mismo tiempo. La aparición de más soldados, probablemente convocados como refuerzo cuando se ha resistido a ser detenido antes de salvar a su pequeña, quitándole el derecho incluso a enterrarla.
De rodillas ante los escombros.
Mein Angel
Antes de verse forzado a dejar el menudo cuerpo atrás.
Maldiciéndose por ello durante meses… noches de terribles pesadillas y el dolor que parece poder partirlo en dos, hasta conseguir centrar todas sus energías en la caza que un día, antes de volver a perderlo todo, ya juró acometer.
'En todo ese tiempo, ahora en su recuerdo, nunca llega a preocuparle qué habrá después… o incluso si llegará a sobrevivir'. Busca dar el mismo destino a Schmidt – asesino de su madre y creador del monstruo que es y que Magda ha podido reconocer – que a los hombres que mataron a Anya y con los que su poder acabó en Vínnytsia…
'… Aunque a veces piensa que si pudiera vengarse de ellos apropiadamente… esta vez no permitiría que fuera sólo en una explosión de rabia…'. No sería rápido ni permitiría que dejaran este mundo sin sufrir y ser conscientes de por qué.
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Anya descarta el metro porque nunca le ha gustado mucho en realidad. Pero también porque siente que ahora mismo podría ahogarse allí dentro, por mucho aire que haya.
Todo esto… sus amigos… lo que acaba de suceder… es como enfrontarse a un descarrilamiento de tren, cuando cinco minutos antes no sabías ni siquiera que hubiera vías. Elsa se ha ido corriendo. A Alain no ha sido capaz de mirarle antes de girarse ella e irse.
La ciudad en caos… pero unas calles más allá un músico callejero que no parece haberse dado por enterado. Suele estar allí en ese punto, una guitarra y canciones de estrellas como Neil Young, Rod Stewart, Jim Croce, Deep Purple, y en este caso Bob Dylan, resonando al lado del rio… algunas veces letras de Jean Ferrat y Claude François, buscando el favor de los transeúntes y los turistas con pequeñas frases provocadoras y un cigarro en los labios entre melodía y melodía. Las uñas sucias y melena.
Anya es perfectamente consciente que Remy LeBeau le sigue dos pasos por detrás cuando llega al borde del Sena.
"Come gather 'round people
Wherever you roam
And admit that the waters
Around you have grown
And accept it that soon
You'll be drenched to the bone.
If your time to you
Is worth savin'
Then you better start swimmin'
Or you'll sink like a stone
For the times they are a-changin".
– Hey… – Intenta alcanzarla aunque sin tocarle el brazo esta vez. No lo ha hecho de nuevo desde la última vez que Anya se opuso. Aún en los bajos de ese hotel.
– No tenías porque golpearle… – Es lo único que le dice al mirarle.
– Es un idiota. Y alguien tenía que volverlo en sí antes que siguiera demostrándolo.
– No es verdad. Él estaba… – Decir que estaba sorprendido, definitivamente asustado, le parece una pobre excusa. Pero Anya intenta, de hecho, defender al chico que ha sido su compañero de clase durante años… su amigo y el de Elsa antes que cualquier otra cosa. – … Alain es…
– Todo esto no tenía que ser así de todas formas.
– ¿Qué quieres decir? ¿Qué sabías tu que pasaría?
Anya espera un momento mientras éste encuentra la mejor manera de formular su respuesta. Sus ojos oscuros y el color rojizo en ellos más difícil de identificar mientras empieza a hablar.
Su aire casual sustituido por algo más serio, distinto a cualquier pose anterior, aunque la chica no sabe identificar qué.
– Se supone que habría discreción… – Empieza el cajún, su peculiar acento fuerte en él –… se saliera o no con la suya, esa mujer… no llegamos a verla. Emma estaba convencida que ella, Mística, estaría sola hoy. Si lograba su propósito o la detenían… en ninguna de las dos cosas circunstancias su presencia aquí tenía que acabar en las noticias, menos a estas alturas de las cosas y sin un plan suficiente contra el próximo paso de… peores noticias. – Remy parece recordar algo sin importarle que esté dando mucha información y Anya se pregunta por qué está contándole todo eso: – Mais ce n'est pas tout. Así es como la gente reacciona, ma chère. Esto puede que parezca alarmante, pero va a ir a peor… no deberíamos estar en los malditos noticiarios.
Ahora mismo si hay algo que Anya entiende es que el chico se refiere a ellos… por lo que les pasa, por distinto que sea… como parte de un colectivo, un extraño concepto si lo piensa con atención. Su atención se va a ese nombre 'Emma'. La mujer que lo ha mandado a buscarla. 'La que ella no consigue recordar… o situar correctamente en el esquema de las cosas que se supone que hasta ahora sabía'.
No entiende ni la mitad de lo que se supone que está diciendo Remy, no reconoce ningún nombre ni parece que nada de lo que sea que él esté contando tenga sentido. La mirada de Gambit se va efectivamente para la figura omnipresente a su derecha, al otro lado del Sena. Hay una expresión oscura en él que Anya no comprende.
– Puede que éste sea un mal lugar para estar después de todo, chérie.
La chica da un vistazo a la Torre Eiffel.
– ¿Perdón?
Pero Remy no le contesta y pronto, solo un gesto pensativo después, la pregunta es otra. – Y ahora… ¿qué vas a hacer?
Anya no lo entiende tampoco exactamente al principio. Y el chico insiste: – Con Elsa…
– Ah… – Eso puede que tenga que pensarlo un poco más.
Aún se siente rara al pensar que no conocía tan bien a su mejor amiga como creía, tampoco a su mejor amigo pero de modo distinto. 'Que las dos no hayan tenido la suficiente confianza en la otra para hablar de esto… todo este tiempo… es una jarra de agua fría en medio del caos de todo lo demás que no puede ordenar en su cabeza ahora mismo…'.
El poder de Anya es como unas cosquillas en sus dedos, siempre una sensación suave de forma inesperada y que de pronto empieza un fuego más allá… un fuego que crece rápidamente después. Se ve tentada a probarlo, a jugar con ello y notar la familiaridad de una llama en su mano, sólo para comprobar que eso sigue siendo real.
Nunca creyó que llegara a sentir la necesidad del fuego… pero tampoco pensó que este día llegaría. 'Que lo que es, de algún modo, tendría una explicación…'.
Todo esto tiene que tener algún sentido, se dice.
– Suave y mortal… tremendamente adecuado – Hace broma Remy al verla después de un puñado de segundos.
Anya realmente ni siquiera se había dado cuenta que había convocado la llama y ya está en su mano. No duele. Se le congela la sangre en el no-recuerdo que conlleva la vieja convicción sobre sus padres.
'Si pudiera recordar algo de ese antes…'. Hay cosas que no deberían poder olvidarse, incluso de cuando sólo eras un niño con dientes de leche. Especialmente de entonces.
La mirada de Gambit se posa en ella un segundo más.
– C'est assez incroyable.
– ¿Increíble? ¿El qué?
– Votre attitude envers… – Remy empieza en francés y luego continua, su mano derecha con casi sorprendente amabilidad da la impresión de irse a poner en su hombro, antes de finalmente retroceder. Un gesto de disculpa en los ojos: – Dime, Anya. Ésta… hoy… tu reacción no es la de alguien que no ha conocido nunca nadie de nuestra… de lo que somos. Petite, he visto antes muchos descubrir que no había más como nosotros. ¿A quién conociste antes tú?
Ella por un momento está convencida que a nadie.
Después se da cuenta. – Creí que no era real… que mi mente había jugado conmigo. Tenía 12 años… No podía ser realmente rojo.
Azazel.
LeBeau la observa. – Pero estás segura de no haber conocido antes a Frost…
Y a la vez que lo dice se da cuenta que no importa. Esa chica, perspicace mais calme Anya, no puede merecer lo que sea que Emma Frost pretenda. Él no puede volver a hacer eso a nadie.
La curiosidad sin embargo lo asalta. A través de ese tío – del que Elsa dice haber sospechado que era espía o algo parecido – o por su mutación… la idea de un escenario en que Emma se cruzara con la chica una vez y se acordará de ella tanto tiempo después, justo cuando tiene otros asuntos por los que procurar y sin una ventaja clara que tomar más que ¿qué? ¿Reclutarla?… sigue pareciendo extraña…
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Telequinesis, telepatía, capacidad para manipular energía… Mucho para no haber nacido mutante. Puede que Essex, siniestro más allá de su sobrenombre y obsesionado con la teoría de la evolución, sea más poderoso y tenga más recursos que ellos, pero Emma en este instante no puede creer lo cerca que están de enfrentarlo.
De todos los laboratorios que han rastreado… de todos los lugares del mundo, ¿quién les iba a decir que finalmente Azazel iba a encontrar algo interesante que les llevara hasta Omaha, Nebraska?
Están en un laboratorio en el sótano de un orfanato, esta vez fuera del circuito de instalaciones a las que Nathaniel Essex ha conseguido tener acceso… convenciendo a Trask que era irónicamente su mejor opción para encontrar mutantes e investigar con ellos. 'Un pequeño precio a pagar para Bolívar Trask, en lo que éste cree que es un fin honorable: la guerra para acabar con todas las guerras', se ríe desganada Emma para sí.
Al fin y al cabo Trask quiere algo que va a unir los humanos contra un enemigo común. 'Algo que a Emma no le ha preocupado hasta ahora porque su objetivo ha sido acabar con el que hizo posible que la encerraran en ese sitio…'.
Hace semanas que esperaba que Mística se deshiciera de él hoy de todos modos…
Bueno… Tienen definitivamente la pista que los va a llevar hasta Siniestro. Y para hacerlo con garantías necesitan algo más que Fred Dukes, mirándolos realmente asustado dos pasos por detrás.
Mortimer Toynbee Toad, recién llegado a ellos desde Vietnam y que aún tiene que probarles que les es útil, ni siquiera está allí. El mismo Dukes lo localizó recientemente en un mugriento bar de la ciudad de Jackson, Mississippi… pero Emma aún no se fía lo suficiente.
– Deberías hacerme un favor, querido – Le dice a Azazel – Vamos a necesitar a nuestro amigo Gambit… ¿Qué te parece si nos sacas de aquí y después te das una vuelta por París?
Emma se gira para recoger algo más y Azazel la mira.
– Magneto está fuera de esa prisión. Y Mística nos escucharía. ¿No crees que deberíamos…?
– No los quiero en esto. A tu querida Mística, no aún – Responde Frost después de un momento. – Y no planeo volver a estar a las órdenes de Erik, de todas formas.
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'No hay punto medio en Erik, ¿lo hay?'. No porque esté menos sorprendido de lo que debería, Charles Xavier está menos herido. Se siente aún más estúpido después de haberse permitido volver a creer en él durante al menos un instante.
Tendría que haber esperado lo peor.
'Dios, Erik ha intentado matar a Raven…'.
Erik sabe que él aún se siente responsable de Raven, pese al tiempo y a su marcha… 'Que ella es su hermana, la chica a la que crió, no importa lo que el mismo Erik diga…'. Y no hubiera dudado a acabar con su vida.
Puede que ya no haya un límite dónde Erik Lehnsherr no vaya a llegar por su autoproclamada causa. El sabor en la boca de Charles es amargo, muy amargo, al pensarlo.
'Aún le culpa de la decisión de Raven, porque aún cree que todo esto sólo puede acabar con ella volviendo a casa'. Sin embargo… Charles Xavier prometió hace mucho tiempo que la protegería y hasta ahora ha demostrado no ser capaz de cumplir con su palabra, no desde que ella se fue. Y por lo visto no en ese futuro que deben evitar.
Casi no habla con Logan o Hank en el avión de vuelta a casa.
Todo ha sido una horrible idea y ahora tienen que volver a empezar desde el principio. Si no encuentran la manera de localizar a Raven, de hacerla cambiar de opinión respecto a esto, el viaje al pasado del primero habrá sido en vano.
Necesita su dosis puesto que la noche anterior en París no tomó ninguna y prácticamente no puede soportar las voces que de repente van volviendo a él… pero Logan insiste: no pueden encontrar a su hermana sin sus poderes.
Las voces empiezan a volver. El dolor de otros en su cabeza y la punzada insoportable en su espalda.
Su cuerpo entero quema con la necesidad del suero pero también sabe que no tiene opción. 'Si Raven da el paso y mata a Trask, o finalmente la atrapan, no habrá vuelta atrás. No puede permitir que pase y para ello cree que debe convencerla para que vuelva a casa'.
Hank le ayuda a recuperar la silla de ruedas de su estudio pero eso no es todo ni es suficiente.
Para recuperar a Raven, tiene que enfrentarse a Cerebro primero.
No se siente ni lo suficientemente preparado ni física o psicológicamente capaz… pero eso no importa. No ahora. Incluso cuando la máquina lo supera.
Almas desesperadas que necesitan una ayuda que él hace mucho tiempo que no puede darles, no cuando se siente tan perdido como uno de esos alumnos de una escuela que no consiguió mantener abierta.
No cuando siente que su poder no sólo viene de su cabeza sino, puede que no metafóricamente, de un corazón que está mucho más que roto.
Ha sido estúpido ahora y lo fue hace 11 años. Por creer que podía hacer algo, igual que creyó que podía ayudar a todas esas voces por las que una vez tuvo esperanza… por permitir a Erik ocupar un lugar que nunca debería... se resiste siquiera a pensar en él ahora.
No cuando una vez más todo ha sido un maldito error.
Logan de pronto tiene la descabellada idea de dejarle entrar a su mente. No porque crea que él puede ayudarle sino porque el hombre parece estar convencido que llegados a ese momento sólo alguien más puede hacerlo.
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Casa de los Maximoff, ese mismo día.
La chica lleva zapatos rojos y el cabello oscuro y muy rizado trenzado hacia un lado. Un jersey amplio de ganchillo, ya que de día no le gusta encender el calefactor de su habitación.
Ella y su hermano Pietro van a cumplir 19 años ese 1973 y Marya parece haber envejecido años enteros desde la muerte de Django. Su madre aún es joven pero no la culpa. Las esporádicas visitas policiales se han convertido casi en una tradición para Pietro… y ella… Wanda ni siquiera comprende lo que le sucede aunque pasa recluida en su habitación muchas tardes, a veces incluso intentando descifrarlo, en total silencio o con la música alta… 'Lidiando con una capacidad que no entiende, que hace que los objetos de su alrededor desaparezcan o cambien de lugar o… ni siquiera está muy segura. Aunque no ha podido descifrarlo, hay cosas que incluso han llegado a entrar en combustión'.
Es algo que además la mantiene en un estado de ánimo cambiante, y que últimamente la hace discutir más con sus hermanos y rehuir a su madre… pese a que no esté orgullosa de ello.
Esa mañana sin embargo la chica se da cuenta que los agentes que preguntan por Peter Maximoff son distintos… Nada que ver con los policías grises y aburridos de sí mismos de la comisaria de Central Street. Marya parece también percatarse de ello cuando acude a la puerta.
– ¿Les podemos ayudar?
Los dos hombres son altos y no van de uniforme aunque no hay duda de lo que son. Tampoco parecen ajustarse a la descripción que hizo su madre de los hombres con los que Pietro se fue sin avisar unos días atrás.
– Hay unas preguntas que tenemos que hacerle a su hijo.
Wanda sólo les deja pasar cuando su madre le sonríe ligeramente para tomar ella el papel de anfitriona… y después es la misma Marya quién les guía hacía el comedor y manda a Ana a buscar a Pietro invitándoles a la vez a un café. Wanda la sigue sin perder de vista a los extraños a los que no puede evitar mirar con recelo, y al final se ofrece a sujetar la bandeja porque se da cuenta que su madre tiembla ligeramente al llegar a la cocina.
La mujer romaní usa el café americano que ya tenía hecho de la mañana y que acaba de calentar, y permite que su hija le eche una mano sólo porque está demasiado nerviosa para decir nada. Marya murmura y pone algo frenética un poco de azúcar en las tazas que acaba de llenar.
Cuando las dos vuelven al comedor, Pietro ya está sentado delante de la pareja de agentes de traje y corbata y éstos parecen insistir en una sola pregunta.
Quieren saber si ha estado en Washington capital últimamente… si por casualidad estaba allí hace dos días, si ha escuchado hablar antes de un hombre cuyo nombre Wanda no conoce pero que prácticamente drena el color del rostro de Mayra, y le preguntan hasta tres veces si ha visto las últimas noticias de París.
Por un largo segundo Wanda Maximoff incluso teme que vayan a intentar detener a Pietro aunque no parece que hayan venido a eso, no al menos en ese momento.
Cuando se van es Marya quién grita a su hijo casi hasta quedarse sin voz y Wanda juraría que nunca antes, no incluso en su niñez, la ha visto tan enfadada.
– Puedes estar contento… esta vez la has hecho llorar – Susurra a su hermano cuando su madre se va llevándose a Ana al piso de arriba.
Pietro no parece del todo despreocupado después de ello. 'Porque, lo hayan creído o no, ¿qué posibilidad hay que esos hombres se olviden de él a partir de ahora?'.
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Westchester, de nuevo.
Logan es consciente que todo en Charles exuda desesperación y desesperanza cuando le invita a mirar en su cabeza… pero no para ver sólo el futuro. Es algo a lo que no acaba de acostumbrarse. El pelo revuelto y el rostro atribulado de un Charles que lucha consigo mismo, muy distinto al profesor que lo mandó aquí, que lo ayudó una vez.
Charles Xavier tiene miedo y el miedo paraliza.
Comprende que todo este tiempo ha tratado de adormecer más que el dolor físico pero no pueden permitirse no contar con él… incluso si no tuviera que encontrar a Mística, si diera el futuro por perdido… hay gente aquí y ahora, a cincuenta años del fin, que le va a necesitar. Jean, Scott, Ororo y tantos otros.
Por eso es que cree que la única salida es confrontarle con el hombre que va a tener que ser un día.
Contiene la respiración mientras se produce el intercambio a través de él.
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– Ese es el mayor don que tenemos, soportar el dolor de otros sin derrumbarnos, y nace del dolor más humano que existe: la esperanza.
Conseguir sobreponerse a sí mismo le permite usar Cerebro pero no convencer a Raven.
Es después, cuando Hank le ayuda a llegar a la planta superior… cuando recorre con la silla su estudio, tan oscuro y polvoriento como lo dejó, que repite en su mente los dos intercambios: con el profesor que no es ahora y con su hermana.
– Así que ¿esto es lo que pasa con nosotros? Erik estaba en lo cierto. La humanidad nos hace esto.
– No si les mostramos un camino mejor.
– ¿No has perdido la fe?
– Sólo porque alguien tropiece y pierda el rumbo, eso no quiere decir que esté perdido para siempre. A veces, todos necesitamos un poco de ayuda.
Objetos aquí y allá en las estanterías y en el centro de la enorme mesa de escritorio de madera. A su alrededor, diccionarios, fotografías de color sepia y papeles varios… esparcidos sin ningún orden. Charles Xavier recuerda también vagamente esas mañanas de resaca en las que solía llegar a la cocina pero ya no para preparar un té o un café… si no para seguir bebiendo hasta creer sacar a flote todo su dolor. 'Esos días en los que fuera, tras los cristales, aún estaba oscuro… y acababa por sacar cosas de lugares recónditos de la casa en los que ya no volvía a guardar nada'.
Aún siente que la impotencia lo vence por no estar siendo capaz de salvar a Raven. Detenerla era su última baza. 'Y sin embargo ella…'. No ha podido hacer nada para convencerla que volvería a casa.
– Si matas a Trask estarás creando a muchos más como él –.
– Entonces los mataré también.
Charles se encuentra de nuevo esa noche con un viejo álbum de fotos en las manos… aunque esta vez está en su silla de ruedas y se mantiene sobrio.
– Esas no son tus palabras, son de Erik no tuyas. La chica con la que crecí era incapaz de matar, era buena, justa, llena de compasión.
– Tengo compasión, aunque no por Trask.
Pasando páginas entre instantáneas formales que le trasladan al mundo asfixiante de Kurt y Caín en esa casa. En algunas, sin embargo, él y la pequeña Raven. 'Sharon indicándoles cómo ponerse con corrección delante de una cámara, reclamándoles formalidad'.
La silueta de su madre cada vez en menos de esas imágenes de familia hasta desaparecer del todo. Una hoja ya en blanco después de las últimas fotos de él y Raven en el comedor antes de irse a Oxford.
Después de dejar el álbum, Charles sujeta en las manos un viejo carrete sin revelar que en ese momento ni siquiera recuerda que es de una tarde de 1962.
– No es su dolor lo que te asusta, es el tuyo, Charles. Pero aunque parezca aterrador, el dolor te hará más fuerte. Si consigues sentirlo como tuyo, aceptarlo, te hará más poderoso de lo que te puedas imaginar.
Está seguro de haber reconocido también al viejo Erik en ese lugar pero es en lo único en lo que no se puede permitir pensar demasiado ahora.
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Ya en Nueva Orleans Azazel se dispone a desaparecer de allí… cuando ve cambiar el rostro de Emma que desde que volvieron aquí ha estado mirando diferentes canales de televisiones que hablaban de París en su programación. Están anunciando una aparición pública del presidente Nixon y el secretario de Defensa, junto con Trask, para mañana y vuelven a pasar las imágenes en las que sale Mística.
La voz en off considera ya a Bolívar Trask "el consejero especial del presidente en la lucha contra los mutantes".
– Espera.
– Creía que querías lo antes posible a Gambit aquí.
– Sí… aunque – Emma deja el semblante serio y sonríe un instante con sarcasmo –… parece no haber tenido mucho interés en seguir la única orden que le di. Dime qué ves en esta imagen… – La mujer le envía telepáticamente un instante movido… medio segundo de algo que acaba de ver en la televisión.
No tiene que ver con Trask.
… Es Remy LeBeau el día del caos en París en un solo y confuso frame, casi imposible de distinguir de los otros parisinos si no lo esperas, con una chica con una gabardina azul oscuro desabotonada, vestida con tejanos y una blusa de algodón crudo… cuyo aspecto podría ser el de cualquier otra estudiante de veinte pocos en esa ciudad.
– ¿Ella es…?
– Asegúrate de comprobarlo.
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Es muy temprano cuando entra en la facultad de Historia buscando a Elsa – y éste es el tercer lugar al que recurre para ello, habiendo comprobado ya que no está en su piso ni en su lugar favorito de París – pero es el señor Bertrand quien la frena cuando cruza el hall y se dirige al lugar donde ahora está segura que su amiga ha pasado la última noche. 'Casi maldiciendo su propia suerte por haber llegado aquí después de la hora de apertura…'.
No hay clases previstas hoy pero las salas de estudio están abiertas porque en febrero va a haber exámenes en la mayoría de grados.
El hombre mira con prudencia a Remy, que se ha ofrecido a acompañarla una última vez… después que Anya dudara seriamente si debía seguir buscando a Elsa o darle tiempo.
Gambit aún está allí, porque al fin y al cabo aún tiene que acabar comprender qué cree Emma que hay en esta chica. 'Aunque no vaya a utilizarlo para lo que sea que Frost quiera…'.
No es que no pueda valorar esa especie de determinación serena en ella.
Los dos han entrado en el pasillo con prisas aprovechando que hay poca gente o más bien nada a estas horas… pero igualmente monsieur Bertrand ha parado a Anya para sonreírle con aire amable.
– Tenemos que hablar, mademoiselle Kórsakova. Ha habido un cambio en el calendario de nuestro practicum y creo que tengo buenas noticias – La chica no puede evitar sentirse algo perturbada por la necesidad de hablar con Elsa y tiene que hacer un esfuerzo para parar atención a las palabras del hombre mayor.
– Lo siento pero ahora…
– Nuestro benefactor en Brasil está interesado en empezar unas interesantísimas excavaciones este abril. Voy a abrir el plazo para que podáis presentaros a la beca antes que entreguéis la tesina, aunque voy a hacer una evaluación previa de las mismas y habrá una serie de exame…
Anya se sorprende consigo misma al comprender que ahora mismo le da igual.
Ahora mismo todo lo que tiene que hacer es hablar con Elsa… Ellas han mantenido este secreto la una con la otra… y además está el hecho que la televisión no para de hablar de ellos ('Oh, por favor, ¿ellos?') como si fueran a acabar con el mundo conocido mañana mismo… como si tuviera sentido que lo hicieran.
Como si ellos mismo pudieran saber de repente que pertenecen a un… ¿un colectivo, eso es lo que se suponen que son? ...a un algo que nunca nadie antes había mencionado delante suyo.
Es raro… Porque ¿qué tendría que tener ella en común con gente que no conoce y con la que ni siquiera comparte el mismo tipo de capacidad asustante e irreal?
Antes de venir aquí Remy LeBeau ha estado con ella en la singular librería Shakespeare and Co. del quinto distrito, situada en una antigua casa asimétrica justo enfrente de Notre Dame.
… Anya pensaba que quizás encontraría a Elsa aquí, el lugar favorito de su amiga para perderse en sus mañanas libres, aunque ayer era más bien tarde y no exactamente eso, y Remy ha acabado por enseñarle retazos de periódicos… sucesos que según él han tenido que ver con mutantes los últimos para años.
El lugar está dedicado mayormente a la literatura, el piso de arriba viejas novelas ajadas, algo en lo que sin duda Elsa ha estado más interesada que ella todos estos años. Es un sitio bohemio en el que el propietario permite que sus clientes de siempre se queden un rato más después de la hora de cierre. Incluso con compañía extraña.
Han paseado hasta ésta otra parte de la ciudad después de eso.
El dependiente, uno de los chicos que ayuda al dueño a cambio de un lugar donde quedarse, le ha hablado antes de un par de libros que pidió hace semanas pero que ahora no tendría corazón ni de abrir. Y probablemente, bueno, su desliz si quería mantener la seriedad en ese punto haya sido sacar del bolso la lista de asignaturas del próximo semestre con Remy Lebeau delante.
Al menos él ha pasado un buen rato con ello.
– Instituciones políticas en el mundo antiguo, Factores geográficos y económicos en la interpretación histórica, Relaciones internacionales y conflictos en la cuenca mediterránea en la antigüedad – Ha empezado a leer con sorna – Oh y… el Factor fenicio en la sociedad grecoromana. ¿Estudias una licenciatura o dos y media? ¿Qué es eso? ¿Antropología?
– Es un posgrado y sólo son asignaturas.
Materias del próximo semestre que hace un día ocupaban como estudiante parte o toda su mente y que ahora parecen libros que pretendía leer y asignaturas que pretendía aprobar otra Anya.
Broma a parte, Remy LeBeau ha insistido en qué esto es lo que le debe preocupar, aprovechar que nadie excepto Alain sabe que ellas son mutantes en ésta universidad. 'Oh… e irse un tiempo en cuanto pueda porque esa mujer… Frost… no es sinónimo de buenas noticias. Tenga algo que ver con su tío Vasyl o no'.
Pero aún así…
Ha escuchado esa segunda parte de su perorata con la misma sensación de irrealidad que a Bertrand en este momento. Preocupada por Elsa, enfadada con Alain… su cabeza intentando comprender por qué alguien tendría que buscarla a ella aquí. '¿Con qué motivo… si hay poderes mucho más golosos en ese mundo exterior que por primera vez se le presenta en formas realmente desconocidas?'.
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En otro lugar, Erik manipula los centinelas de Trask.
Preparado para golpear primero en nombre de toda la comunidad mutante.
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