Capítulo 12. Like the motion of air across the wings of a butterfly – what will happen to us after that?

(Al igual que el aire a través de las alas de una mariposa – ¿Qué pasará con nosotros después?)

"After all that we've been through
I will make it up to you, I promise to
And after all that's been said and done
You're just the part of me I can't let go

Couldn't stand to be kept away
Just for the day from your body
Wouldn't wanna be swept away
Far away from the one that I love

Hold me now
It's hard for me to say I'm sorry
I just want you to know".

- Hard to say I'm Sorry. Chicago

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Montaña de Huashan (China), 2023. Futuro post-apocalíptico en el que los centinelas tomaron el mando.

Hace calor y humedad en el templo durante todas esas horas de incertidumbre. Algo que no les ayuda a quitarse esa terrible sensación de estar llegando al final.

Los cristales de colores reflejan luces en el interior del antiguo templo entre esas montañas del noroeste de China. Lucas Bishop se cruza de brazos y mira a sus compañeros mientras el profesor y Magneto toman la palabra. La idea es cambiar el futuro. Y ya que es fisiológicamente imposible que el profesor sea quien vaya al pasado, dejar que intervenga ese hombre, Lobezno. Van a detener a Mística para que Trask nunca tenga posibilidad ni excusa para hacer realidad esas máquinas a gran escala.

– E impediremos esta guerra antes de que comience – Es la frase exacta de Magneto.

Bishop de pronto da un vistazo a los demás. A Blink, Bobby Drake, Kitty Pride, Warpath, Piotr Rasputin y también a Roberto Da Costa, que le mira. Todos distintos, compañeros de lucha y supervivientes. La mirada de Lucas Bishop se cruza, de hecho, con Roberto y casi con seguridad comprende que han tenido el mismo tipo de pensamiento. Han perdido esta guerra, pero un cambio en el futuro no puede controlarse. Da Costa, moreno, de cabello rizado negro, le da una pequeña señal con la cabeza para que sea él quien lo exprese.

A Charles Xavier, situado sólo un poco por delante del mismísimo Magneto y Ororo, no se le escapa el intercambio incómodo entre los dos hombres. Tanto Bishop como Roberto no son los únicos que ven un riesgo allí.

– Muchos podríamos morir… otros, tal vez no llegar a nacer – Expone Lucas – No sabemos cómo cambiaremos las cosas.

Sus compañeros asienten más allá de un simple gesto. Blink cree que podrían seguir luchando. Da Costa decide que no puede callar después de todo, aunque guarda un silencio lacónico un segundo antes de hablar.

Acaba por ser el más beligerante con ello.

'A diferencia de Kitty, Piotr o Bobby, están aquellos que no creen deberle lealtad a Charles Xavier…'. O al menos no una lealtad ciega. Si todos están aquí a estas alturas es porque su lucha es la misma. Están juntos en esto pero son esa guerra y sus circunstancias las que los han traído hasta ese punto.

Hay seria determinación en sus palabras y su pregunta va dirigida a Xavier, aunque a estas alturas varios de los otros, incluidos Logan y Magneto, se han mostrado explícitamente a favor del plan. También los mira a ellos. Y a Tormenta.

Al final Roberto Da Costa sabe que van a tener que ceder igualmente.

– ¿Sugieres que sacrifiquemos nuestras vidas por un futuro del que quizás no formemos parte? –.

Han perdido a muchos y tampoco pueden aguantar mucho más.

No es simple miedo. Al igual que Lucas Bishop ve que hay esperanza en Xavier y Magneto al formular el plan… pero esa segunda oportunidad no será para ellos, no para las mismas personas que son ahora, de todos modos.

Charles Xavier es también consciente de lo mucho que les están pidiendo.

Sin embargo sólo se permite pensarlo horas después… mientras intercambia un gesto de aprobación con Ororo y el mismo Bishop que se dirigen a la entrada. De cerca, Da Costa siguiéndoles los pasos.

Ha visto en Logan y en si mismo que las cosas no han ido como esperaban, pero aún confía que sean capaces de reconducirlo. Que el futuro no esté realmente marcado.

Observa a Rogue que ha tomado el lugar de Kitty.

Intenta estar en las cabezas de todos ellos allí fuera mientras se enfrentan a los centinelas, y también, sobretodo, en la de Erik.

– Tantos años perdidos luchando entre nosotros, Charles... ojala pudiera recuperar sólo alguno de los más valiosos – Se toman de la mano al final de esa vida.

Charles Xavier siempre ha pensado que había partes de ellos mismos, ideas, que no podían reconciliar. Erik no iba a dejar de luchar… y para él nunca sería la mejor manera, al contrario...

Muchas veces – la mayoría – ha pensado en la lucha de Erik como una terrible forma de proceder, algo que muy lejos de posibilitar puentes entre ellos y la humanidad, iba a acabar excluyéndolos más. 'Sólo que su forma tampoco ha sido nunca suficiente. El mundo no ha dejado de mostrárselo'.

De distinta manera, los dos han tenido reproches que hacerse en el pasado. ¿Cómo podría importar al final?

No son los únicos con momentos perdidos que lamentar aunque no pueden evitar ser egoístas sólo por ese instante.

Lo siento tanto, Erik –.

Charles "ve" a esos valientes jóvenes morir por defender su lucha después de tanto tiempo. Esos muchachos que nunca han sido solamente guerreros o piezas de un plan. 'Absolutamente todos han dejado a alguien atrás estos años: padres, hermanos, amigos…'. ¿Qué derecho tienen ellos pues a lamentar haber renunciado al otro por lo que – ambos de distinta forma – han creído durante tanto tiempo que era la mejor manera de asegurarles un futuro?.

Ororo piensa levemente, por ejemplo, en lo absurda que fue la muerte de Jean hace tantos años. 'Si la hubieran tenido a ella… y a Scott… en esta guerra…'.

Roberto Da Costa lamenta haberse discutido con su madre la última vez. Haberle echado en cara que, en el proceso de alejarse de su padre Emmanuel, también lo dejara atrás a él… Siempre en ese suyo tira y afloja por el cual ella no estaba presente cuando de forma tardía mostró poderes por primera vez.

Sus padres sólo se parecen en que des del principio le han apoyado con su mutación. Cada cual a su manera y, después de su decisión de marcharse… y luchar contra la amenaza que venía, forzosamente en la distancia.

Aquí cada quien tiene su historia: Kitty dedica un último pensamiento a Bobby Drake y, cuando ya no hay nada más que hacer, Rogue – que hasta ahora ha intentando mantener la mente de Logan en el pasado – sujeta instintivamente al hombre que ha sido su mayor protector des del principio.

Es en ese último momento que Erik vuelve a pedir mentalmente perdón a Charles Xavier y a decirle "te quiero" y "lo siento" mientras la mente del telépata le corresponde.

Al fin y al cabo sobran más palabras.

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Iguazú (Brasil). En esos años de una línea de tiempo que al final se extingue.

– ¿Cree que un día esos robots van a venir a por nosotros, incluso aquí? – Están en una vieja excavación arqueología que en otros años más felices supuso para Anya consolidar su amor por el pasado también de éste continente.

Aquí, rodeados de selva, la humedad se mete en la ropa, en el cuerpo… ni siquiera pueden culpar al miedo o a la incertidumbre por esa sensación.

La mujer pone una mano en la cabeza del chico que tiene una mutación visible y la marca M en el rostro, símbolo de haber estado pero también escapado de esos horribles campos de prisioneros de los centinelas.

No hay nada interesante aquí donde creen protegerse, sólo un puñado de chavales a los que consiguió salvar en Brasilia hace meses. Anya lleva un pantalón claro sucio y camisa, el pelo recogido. Es mayor pero últimamente aún siente más el peso de todos esos días…

En las grandes ciudades, en desenas de países, esas maquinas han acabado con cualquier vida mutante. Los quilómetros de selva, de jungla, sólo les han permitido languidecer medianamente a salvo. Pero en este lugar nada tampoco es lo que era. 'Después de tanto tiempo creyendo que había hecho lo correcto quedándose en ese país, no explicando a nadie, absolutamente a nadie qué o quién era, aunque ni ella misma estaba muy segura los primeros años: la expansión de los centinelas, la búsqueda y captura, la ha dejado sin opción'.

… La ha obligado a tomar la decisión de proteger a estos críos, a tomar partido. Demasiado tarde después de toda su vida sumida en el silencio. 'Habiendo dejado antes muchas cosas atrás, muchas preguntas sin realizar ni contestar'.

Su vida ha sido el seguir una constante corriente hacia adelante, como si huyera sin saber que había algo de qué huir.

Una vez en un periódico extranjero vio la cara de ese hombre que conoció en París en 1973 durante unas pocas horas y en una escasa charla: Remy LeBeau. Hacía poco que marchas pacíficas de mutantes habían ocupado Wall Street para protestar contra una nueva vacuna llamada 'cura'. Sólo cinco años después que los laboratorios de la familia Worthington introdujeran una vacuna que ya pretendía erradicar el gen X y que acabó dando lugar a levantamientos violentos de facciones mutantes que finalizaron en la destrucción del Golden Gate en San Francisco. Nombres de hombres y mujeres mutantes de los que ella sólo pudo leer en la prensa pero por los que realmente sintió verdadera angustia.

'… Por los que por primera vez detestó su propia capacidad de haber vivido en el anonimato de una vida meridianamente común hasta entonces'.

Desde ese momento – piensa – los motivos, por los cuales ha despreciado la propia decisión tomada de esconder su don durante años, no han hecho más que crecer. Optando por quedarse en el que durante más de cuatro décadas ha sido su país, intentando proteger a estos chicos desconocidos… aquí. Porque alguien tiene que hacerlo al fin y al cabo.

La posibilidad de ir más allá y buscar sus propias respuestas… quedando definitivamente enterrada en esa chica que en los setenta aún estudiaba en París: En el adiós dado a LeBeau esa mañana en el portal del viejo edificio donde solía vivir.

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Washington, 1973. Línea cronológica presente.

Erik va a recuperar su casco. Ve la moneda, esa moneda, y desvía la mirada… porque regresar allí es algo que después de haberse permitido sus últimos instantes de debilidad en París, ya no se puede permitir. Nota algo vicioso en su garganta pero consigue centrarse antes de insistir en esa imagen: 'No por nada creía que era algo que había enterrado en esa playa, en Cuba, en 1962…'.

Pasa su vista por los demás objetos y reconoce claramente las majestuosas alas de Angel. En esa imagen de especial crudeza, incluso para él que ha visto tanto, puede sentir el frío y el resquemor que inunda a la vez sus vísceras y la voluntad de mantenerse sereno.

Va a dar una verdadera lección a los que creen poder desafiarles.

Erik quizás conozca ahora el futuro que anuncia ese hombre llamado Logan pero para él todo ello ni siquiera es una revelación. Son sus pronósticos cumplidos de la peor manera posible.

Ni siquiera se permite considerar que esto ha sido un nuevo adiós a Charles Xavier. No cuando desde la primera de las explicaciones, vio en esas palabras sus peores pesadillas hechas realidad.

Sus caminos, si es que alguna vez hubo la más ligera posibilidad de otra cosa, partieron en diferentes direcciones lo que en este momento le parece toda una vida atrás.

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Sorbona (París), ese día.

Anya abre la última puerta a través de los corredores de la universidad. Hay una piscina en la que entrena el equipo de natación sincronizada de la misma.

Nadie puede nadar aquí si no es del equipo, no en estas fechas, pero eso no lo piensa antes… e igualmente encuentran a Elsa en las gradas con la mirada fija en la nada, los ojos rojos de haber llorado.

Les mira y vuelve a fijar la vista en el agua.

Es evidente que no está bien, por eso Anya no le pregunta cómo se encuentra. Se acerca y le pasa simplemente un brazo por encima del hombro. – Vamos. Te acompañamos a casa – Dice con cuidado.

Todo esto no tiene porqué ser más que una anécdota. Allí de donde vengo no hay nada que debería interesarte ni nadie que realmente debería sentirse interesado por vosotras. Ese no es un lugar para alguien que tenga un futuro aquí – Le ha dicho Remy viniendo hacia la facultad.

Anya no sabe si está de acuerdo.

– Vamos a casa – Acompaña a Elsa por ahora.

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Años de desapariciones, de tener que callar o guardar un perfil bajo. Así es como Oleg Kórsakov recuerda Ucrania, Vinnitsa o Kiev, en los años cincuenta. Y así lo ha expresado siempre con desdén.

Fue una tierra de migración en la posguerra, de convivencia entre distintas etnias, incluso más allá de la propia gente del territorio y los rusófonos u otras personas desplazadas desde otros lugares de la Unión Soviética. Desde entonces, escasos pero reales porcentajes de romanís, judíos, polacos, griegos y tártaros han vivido y viven allí. Por eso Anya se ha preguntado muchas veces si realmente sus padres venían de Moscú… como lo hicieron Vasyl y Oleg en algún momento.

En el fondo, piensa, eso es lo que buscaba responderse cuando empezó a estudiar historia casi a escondidas, cuando se interesó por la historia de todas esas personas que poblaban ese lugar de la URSS en ese momento.

París hizo el resto por su interés en la materia.

Se mira en el espejo cuando intenta refrescarse la cara en el piso de Elsa, aún buscando una característica perdida que pueda haberle pasado desapercibida todo este tiempo y que le dé una respuesta, que le explique quién pudieron ser sus padres. No obstante… ahora tiene otras preguntas sin formular que no esperaba. 'No cuando ya se había convencido que nunca habría una respuesta para el poder causante de lo único que claramente le caracteriza: la cicatriz que siempre le ha acompañado en la espalda, el incendio de una vida que no recuerda…'.

En la salita - comedor de Elsa, Remy ha conseguido que su amiga se ría de él, y eso desvía su atención un instante. – Ya claro. No es así como se prepara el Old Fashioned.

Déjamelo demostrártelo.

– Ni siquiera le hagas caso – Les interrumpe ella dejándose caer verdaderamente agotada en el sofá. Sintiéndose de pronto como si no hubiera dormido en mucho mucho tiempo.

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De nuevo en Washington.

Erik consigue manipular los centinelas de Trask antes que Nixon los presente en Washington. En lo que – piensa el mutante – no quiere ser menos, por parte del gabinete presidencial, que una declaración gubernamental de guerra o de intenciones de guerra.

No va a temblarle el brazo al actuar porque esa es una guerra que el propio futuro les presenta como inevitable y no cree que la muerte o no de Trask pueda ser suficiente para evitarlo. Son miles de mentes… de homo sapiens capaces de lo peor ante el desconocimiento y el miedo de enfrontarse a algo distinto. Algo que van a temer y por lo tanto odiar.

… Y va a haber cosas esa mañana que saldrán exactamente como había visualizado: 'El estadio, la cobertura televisiva a través de la cual puede lanzar un aviso a los humanos y, al mismo tiempo, a los mutantes… la demostración palpable que no van a dejar ganar a los homo sapiens'. Pero habrá otras que no serán como pensaba.

Parte de ese acto de fuerza va a dejarle, de hecho, la cabeza embotada y el estómago removido. Como que Mística no dude en enfrentársele. O darse cuenta al final que Charles estaba allí atrapado… bajo los escombros del estadio.

Bajo el peso de su desafío a la humanidad.

Su propia determinación por encima de cuestiones más profundas: Cuando se le enfrentan (o incluso antes) no lo duda. Al mutante del futuro, a Hank… cree tener que plantarles cara a cualquier precio… traicionándose incluso a sí mismo.

No preguntándose siquiera dónde está él.

Porque todo ello pasa junto a aquellas decisiones que considera inevitables y que sin dudar volvería a tomar. Junto a un último gesto que, aunque suyo, no va a lograr entender incluso mucho después. Y es que Erik se sabrá más tarde sorprendido por sí mismo y su propio adiós a esa escena.

…Y es que al marcharse ese día va a dejar el casco que lo protege del poder de Charles Xavier… sin que en ese instante pueda decidir con claridad el por qué.

La ira contra la humanidad y sus intenciones respecto a ellos de pronto borboteando en su sangre contra la idea de lo que podría haber pasado si un solo resto del estadio hubiera caído más aquí o más allá con Charles atrapado entre la chatarra.

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Horas antes en París, Anya está definitivamente dormida en el sofá mientras Elsa, que es incapaz de coger el sueño, le pasa el azúcar y el café a Remy LeBeau y lo observa.

– Es extraño.

– ¿El qué?

– Todo esto – Da un gesto sin saber muy bien qué o cómo decirlo – Ella, yo, las noticias, tú… y Alain. Nunca se lo conté porqué pensé que se asustaría pero en el fondo siempre quise creer que… no sé… que reaccionaria de diferente manera. Aún creo que no va a ir contándolo por ahí… pero aún así…

La sonrisa de Remy vacila mientras da un sorbo. El cóctel que han intentado preparar al principio abandonado de hace rato a un lado.

No quiere ser cruel.

– Nunca se conoce lo suficientemente a nadie – Sentencia.

Y Elsa quiere rebatirle pero después no sabe cómo… 'Es aún más extraño estar hablando con este chico aquí… casi a solas'. Se disculpa para ir a buscar un poco más de leche para el café en la despensa, ya que en el pequeño refrigerador de su piso alquilado no hay más.

Anya ha caído completamente dormida, agotada, hace nada, aquí mismo en el sofá y Remy se la queda mirando. El chico de Nueva Orleans entiende de algún modo que éste es el momento en el que debe irse. 'Ni siquiera tendría que haber estado aquí para escuchar que Brasil es el lugar de la dichosa beca. Quizás aún esté a tiempo de batirse en retirada sin trastocar la vida de la chica… la vida aquí… en este microcosmos de su entorno… en general'.

– Mira – Le llama sin embargo la atención Elsa – Mira, que he encontrado.

Es un juego de cartas francés. – Puede que a esto no sepas jugar.

– Yo sé jugar a todo, chére.

Es una manera como cualquier otra de dejar descansar a Anya y acuerda consigo mismo que va a irse cuando ésta despierte. Elsa vuelve a la sala principal con rastros evidentes de haber llorado y Remy – se dice – sólo intenta aligerar el ambiente aunque a él mismo empiezan a cerrársele los ojos.

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Esa mañana Charles Xavier viaja a Washington con Hank, Logan y su silla de ruedas, sin el uso de su piernas.

Tiene tomada la resolución de impedir a Raven cometer un terrible error y está seguro que van a encontrarla allí. Se pregunta un par de veces qué plan tiene Erik, después que todo se desmoronara en París. 'Al fin y al cabo no sólo intentó matar a Raven. También la puso en el punto de mira del programa de Trask…'.

Charles ha llegado a varios acuerdos consigo mismo en estas últimas horas… uno de ellos es que hay eventos que sólo puede posponer pero no pretender borrar de un plumazo. La certeza que aún guarda, aún a su pesar, esperanza para Erik a estas alturas es una de esas determinaciones.

El amor a él le ha dolido muchas veces de muchas formas… pero egoístamente también le hizo tocar algo parecido al cielo una vez; cuando era más joven y creyó que encontraría la manera de conservar a Erik a su lado y también a los chicos.

Pese a su total incapacidad para lograrlo, Logan aún le ha pedido que después de esto busque a aquellos mutantes que puedan necesitarle. Que entre en contacto con esas vidas de jóvenes que aún puede cambiar. Logan le ha pedido que reúna a los X-Men y él se compromete a hacer lo que pueda. '…Quizás por primera vez alguien cree y le explicita que eso va a ser más que suficiente'.

Evita pensar en el fuego amigo… ese que aún es un riesgo ahora y aquí. Incluso y de nuevo para su propia integridad.

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Anya se encuentra enfrente de Remy Lebeau después de haber caído rendida a algo parecido a un momento de sueño difícilmente reparador, mientras éste y Elsa discutían sobre la historia del coctel del que ahora queda poco más que hielo y unas rodajas de naranja en sus vasos. La chica agradece haber estado demasiado dormida como para que él o Elsa la despertaran para invitarla a un trago o a café.

Puede que el alcohol o la cafeína – aunque fuera en poca cantidad – no sean la mejor idea del mundo cuando, pese a haber descansado, se siente como aquél que acaba de vivir un gran accidente de tren... O un choque especialmente malo en la carretera.

Demasiada confusión.

Y aunque Remy insista en lo contrario, Anya también tiene la sensación que esto ya le ha picado demasiado la curiosidad, ha ido demasiado allá para que esta simple despedida pueda marcar un verdadero punto final a sus crecientes preguntas al respecto.

Hace un momento ha llamado incluso a casa desde el teléfono de Elsa, esperando que su tío o su padre respondieran… para excusarse por no haber pasado por casa antes, preguntar si deberían conocer a una mujer llamada Emma Frost… 'Nadie ha cogido el teléfono, nadie en casa a unas horas en qué al menos Oleg debería estar'.

Adieu, Anya – La saca de sus pensamientos Remy en el momento que se despiden, rozando el pomo de la vieja puerta de madera lacada de verde y abriéndola después – Elsa…

Au revoir –.

La chica sabe en el momento que le ve marcharse que no debería dejarle irse sin que le aclarara más cosas sobre esa mujer de la que habla.

Y el gesto de Gambit se tuerce un poco a medio camino de una sonrisa y su rostro se tensa de diferente manera ahora… sabiendo que el adiós de Anya no parece lo suficientemente definitivo. 'Quizás dándose cuenta de cierta peligrosa determinación en sus palabras'. LeBeau sólo puede ceder e irse si piensa con todas sus fuerzas que, sea lo que sea lo que le pasa ahora a Anya Kórsakova por la cabeza, no va a ser suficiente para que algún día se decida a buscarle… a buscar a Emma Frost.

Por eso no ha mencionado a Azazel en voz alta. Pese a su propia curiosidad… por entender esta situación… no ha querido enmarañar más a Anya en esta historia. No le ha dicho que el hombre rojo de su infancia podría de facto ser uno de los principales socios de Emma… quizás también con la esperanza que en realidad no haya conexión real con Frost, no más allá de una lejana conexión con su tío o algo así.

Sería demasiado arriesgado para sí misma.

Por suerte Remy sigue sin creer también que esto sea lo bastante importante para Emma como para algún día, de algún modo, acabar lamentando aun más este viaje a París. No si sabe manejar el tiempo pero, sobre todo, no si tiene la suerte que Emma esté más preocupada en otros planes más grandes en este momento.

'…Aunque si hay algo que Remy LeBeau ha aprendido después de Essex es que, cuando no se trata puramente de jugar a cartas o de usar su poder en terreno conocido, el as bajo la manga de este tipo de partidas está siempre para vergüenza suya en otras manos… a menudo más crueles'.

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Después de ver desaparecer a Remy LeBeau por las escaleras, Anya se queda en el rellano de Elsa mientras su amiga se gira para volver al interior de su pequeño y antiguo piso y ducharse, la angustia de todas esas horas en la cara… Es por eso, que es también Anya quien recibe a un Alain alertado y devastado a partes iguales minutos después. El chico lleva la misma ropa de ayer… incipiente barba de no haberse afeitado en horas y el aspecto de haber descansado tan poco como ellas desde ayer.

Aunque vacila, no se permite ser menos dura al verle.

– ¿Qué quieres?

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– Alain.

Minutos después y en albornoz, Elsa dedica una mirada confusa a su amigo al otro lado de la puerta. Pide a Anya que lo deje pasar y ésta se aparta para permitírselo… aunque sinceramente no cree que al muchacho francés le quede mucho por decir. Alain, de hecho, las mira a las dos y después aparta la vista… sólo para volver a dirigirse a ella un segundo después. – He pensado en esas semanas de concentraciones y huelgas… – Se mueve, casi un leve balanceo, con algo de incerteza un momento antes de volver a hablar –… cuando creíamos saberlo todo… del mundo y de nosotros mismos.

Elsa parece incluso ablandar el gesto en sus ojos y en la fina línea de su boca, pero Anya no puede evitar pensar a donde les lleva esa charla. La ironía clara en su voz cuando rompe el silencio que los rodea sin ganas.

– Oh, vaya.

– No, escucha… escúchame Anya – Fuerza molesto la voz el chico, en este momento sólo aparentemente enfadado: – Sé que fuiste tú, ¿de acuerdo? La policía… cuando se incendio el contenedor… Sé que fuiste tú quien prendió ese fuego… y estaban a un paso de… – duda –… otros llevaron la piel marcada por semanas después de ese tipo de detenciones. Y ahora sé que me salvé por los pelos por ti… no por ningún tipo de accidente… tú nos permitiste esos minutos para despistarlos. Aunque sea aterrador pensar que alguien pueda hacer eso casi sin moverse… –.

Hay reconocimiento en la voz de su una vez compañero de estudios.

– Alain…

– Sé que suena a broma, pero no quería decir lo que dije, o si quería, no así… no a mis amigas.

– No se trata de si somos tus amigas… No hay diferencia – Empieza la joven Kórsakova. Pero después calla, calla y mira a Elsa que murmura un largo 'gracias' en francés. Lleno de un perdón que Anya no está segura de querer dar aún. Aunque siente que de pronto puede respirar mejor. Un peso menos en su pecho.

Alain, de todos modos, no ha acabado ni mucho menos de hablar.

– Tenéis que ver algo… – Entra en la casa con una significativa mirada para Elsa. Se dirige a la única sala de este pequeño piso en la que hay televisión para proceder a encenderla después. – Cuando venía hacia aquí… estaban dándolo por todas partes. Es en directo… en Washington…

Una vez más el mundo parece haberse propuesto estallar a su alrededor.

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Dentro de la pequeña pantalla de la salita de Elsa, en la imagen en blanco y negro, hay un hombre que en ese momento Anya ni siquiera reconoce como uno de los mismos que han ocupado minutos y minutos de televisión estos días, que han puesto París en el centro de atención de un mundo terriblemente asustado por la posibilidad de un poder que en realidad ninguno de ellos ha escogido.

Lleva una extraña armadura y un casco. Una elección suficientemente peculiar. Y aún así… hay algo que le pone los pelos de punta… o quizás es sólo el hecho que Elsa no pueda más y empiece a llorar, Alain a su lado. La idea que ese hombre está declarando la guerra a la humanidad también en su nombre.

–… La humanidad siempre ha temido lo que es diferente, pues yo vengo a decirle al mundo... Que hacen bien en temernos, ¡somos el futuro!, nosotros heredaremos está tierra... Y cualquiera de ustedes que interfiera, sufrirá el mismo destino que estos hombres que veis aquí. – Se oye sin dificultad a través del viejo televisor… y después éste habla de la devastación que pueden causar si se les confronta. Anya ni siquiera logra centrarse en sus palabras. – Que esto sirva de advertencia al mundo. Y a mis hermanas y hermanos mutantes allí fuera os digo esto: No os escondáis, no más sufrimiento…

No llega a oírle acabar ese discurso.

– ¿Esto significa que va a empezar una guerra? – Pregunta Elsa. Aún petrificada y dos pasos más allá de la puerta, Anya se da cuenta que Alain le ha sujetado la mano a su amiga y ésta, a diferencia de lo que siente que probablemente haría si misma, no ha rechazado el gesto.

Querría poder pensar con claridad al respecto de las palabras que Alain tenía o no tenía que haber dicho. Pero el sonido de lo que está pasando al otro lado del mundo, donde apenas es mediodía, sigue llegando a ellos sin darles ningún tipo de tregua en el sobrecogedor estrépito de su significado.

Se supone que estas máquinas iban a dar una demostración de su poder, en lugar de eso les doy una muestra de la devastación que mi raza puede desatar contra la suya… –.

Si hoy realmente sucediera algo que lo cambiara todo. Si hoy, mañana, estallara una guerra, habría preguntas que quizás lamentaría no haber hecho nunca. Anya sabe lo egoísta que es ese pensamiento pero ya no dedica otra mirada al televisor.

Porque su mente se encuentra pensando de pronto en Remy Lebeau, y en lo que en casa siempre ha sabido por instinto: Que si preguntara, Vasyl nunca respondería con total sinceridad a ninguna de sus cuestiones… mucho menos a las que hasta ahora no sabía que iba nunca a necesitar formular. Esa mujer, Emma, puede que tampoco tenga ninguna respuesta… Pero ¿a quién más podría preguntar si de pronto no hubiera suficiente tiempo para encontrar una verdad? Si la hubiera.

¿Hasta qué punto tendría que estar preocupada por lo que puede pasar en el mundo las próximas horas… o meses… si no está segura de qué lugar ocupa en él?

Esa idea incluso al pensarla le parece injusta… un poco absurda. 'Aunque… Remy no estará mañana si no lo remedia… puede que ya sea demasiado tarde ahora, para el caso. ¿Y qué sentido tiene escoger la autopreservación por delante del conocimiento sin matices en esas circunstancias, o incluso en otras, cuando parece probado que la vida – cualquier vida o seguridad conocida en ésta – puede saltar por los aires en cualquier momento?'.

'No necesariamente a través de un gran desastre retransmitido a todo el planeta por televisión… de todos modos'.

LeBeau incluso podría acompañarla a confrontar a su tío con el nombre de esa mujer… ver qué tiene que explicarle al respecto no dándole oportunidad para rehuirla.

Saber hasta qué punto su tío teniendo tratos con mutantes, si es que eso es cierto, y la extraña historia cambiante de su adopción… es de siempre una casualidad.

– Anya – La voz de Elsa, el televisor aún en marcha, le hace darse cuenta que no sólo se ha movido, sino que ha recogido la gabardina azul y está por alcanzar su bufanda.

– Anya… ¿Dónde vas?

Tiene que volver a encontrar a Remy LeBeau, no tiene claro mucho más. Elsa la mira horrorizada y después vuelve a girarse hacia la tele, para volver después a ella, buscando su atención. Está asustada y probablemente crea que Anya tendría que estarlo más. Principalmente porque ahora ese hombre está amenazando de matar al presidente de Estados Unidos en nombre de algo que un día atrás, unas horas en el pasado, no sabían que existía, no sabían que era lo que quizás más contundentemente iba a definirlas, que les definía sin saberlo ya des de la primera vez que su poder apareció. 'Mucho antes que la pubertad en el caso de Anya…'.

Alain les observa en silencio en ese momento. Anya querría quedarse aquí, poder estar tan asustada como sus amigos. Mirarles y decirle al chico que eso que dijo ya está olvidado, que lo que son no va a cambiar. Querría sentirse segura de ello.

En el fondo cree que lo está, pero ahora mismo eso no es lo que va a perseguirle meses después de hoy si no hace nada. Quiere conocer el por qué una mujer de la que no sabe nada cree que debería saber más sobre ella. Se mira las manos un instante y, aún a medio situarse la bufanda, sale corriendo a la calle. Puede que aún llegue al aeropuerto, puede que LeBeau aún no haya desaparecido – y con él toda posibilidad de realizar según qué preguntas para siempre –.

Aunque en la calle parece demasiado tarde para encontrar un taxi vacio, o quizás todo el mundo está demasiado atribulado, para que uno pare.

Anya se gira un momento confusa.

– Hey…

Alain lleva su anorak, está junto a Elsa y exhibe las llaves de su coche, un pequeño Renault azul lampante.

– ¿Te olvidas algo?

– Pero…

– Lo que sea, Anya. Siempre – Le asegura.

La chica asiente. Elsa sonríe, vestida a prisas y aún con los ojos brillantes.

El aeropuerto Charles De Gaulle está a 25 quilómetros de este punto de la ciudad. A algo menos de un cuarto de hora en coche. Y no es precisamente pequeño. Desconocen qué vuelo va a tomar Remy LeBeau, aunque Anya se imagina que ni siquiera tenía comprado el billete – ni tenía la intención de conseguir uno de la forma convencional – cuando se marchó.

En la radio dicen que Nixon ha apuntado el mutante con un arma, que ha habido más amenazas. Al cabo de unos instantes hay un silencio incomodo, la señal falla. Es una emisora francesa, aquí en París. En realidad, el locutor debe estar viendo lo que pasa a través de una televisión. El mundo puede que no esté seriamente condenado pero aún están pendientes de un final que ahora mismo parece imposible de discernir, que podría haber ya pasado pero del que no van a saber nada encerrados en este coche, con problemas en la radio.

Los hechos de París aún recientes en la retina de todos… pero el peso de algo que es mucho peor, flotando sobre todo ellos. No sólo por la realidad de lo que está pasando… también por el dónde. Una cosa así en el corazón político de Estados Unidos va a quedar escrita a fuego en la memoria de una muy buena parte del planeta durante muchos muchos años.

Todo el mundo parecía haber decidido que eran seres peligrosos ya de antemano. Mira a Alain de reojo… y a Elsa, y aunque eso le desmiente esa parte en que su cabeza conjuga 'todo el mundo', la sensación general sobre lo que está pasando no es mejor.

Sale disparada del coche, junto a Elsa, cuando llegan a la terminal internacional del aeropuerto. Alain se queda en el coche porque allí no puede aparcar.

En todo la planta, de suelos brillantes y distintas casetas de compañías y tiendas, llena de personas con maletas y prisas de los viajeros que van a tomar los vuelos de última hora de la tarde, hay al menos un par de televisiones sin sonido, casi todo el que puede parado a su alrededor. 'No hay nada que hacer aquí para frenar o cambiar lo que está pasando allí… en Washington, pero quizás – bien pensado o no – si esté a tiempo de hacer algo por si misma… o al menos de no quedarse con la duda de si esto era algo que verdaderamente hubiera querido afrontar…'.

'Emma Frost', intenta buscar en su cabeza algo que le diga si ha escuchado ese nombre antes. No se rinde al no encontrar nada familiar en su mente.

– ¿Cómo vas encontrarlo? – Pregunta Elsa entonces sacándola de su mente, quizás ya por si misma aún muy confusa.

– Me va a tener que encontrar él.

Con estudiado cuidado Anya prende fuego a un puñado de restos que hay en una papelera. 'Lo siento, de verdad', es lo único que piensa… y no es tan grave porque sólo va a servir para llamar la atención.

Respira.

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Remy LeBeau mira el dinero y el billete que ha conseguido al chocar con un par de empresarios que efectivamente hacían toda la pinta de ser americanos. Va a llegar a Estados Unidos mañana y después va a contactar con Emma. No se plantea hacerlo antes.

Juega con el papel impreso con destino a Atlanta con un ojo puesto en la televisión más cercana, sus gafas de sol casi manteniéndolo a oscuras en esa parte de la terminal. 'Sin duda ese no es el mejor momento para que sus ojos llamen la atención…'.

Un instante después sin embargo, escucha la voz profunda de Azazel. Dando explicación al suave 'puf' de un momento antes.

En ese sector nadie parece haberse fijado, demasiado distraídos con las noticias.

– No vas a necesitar esto – Azazel señala el billete extrañamente vestido, guantes y sombrero… y un abrigo elegante y negro hasta los pies – Mal momento, ¿eh? – Después éste mira también al televisor.

Y un segundo más tarde, de fondo, suena una alarma.

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En primer lugar, Remy tiene un muy mal presentimiento y entonces ya no se trata de eso, sino de la verdad delante de sus ojos.

Decisión, cabellos ondulados castaños, ojos entre el azul y el verde.

Anya.

Azazel se permite salir de las sombras un instante. De pronto hay movimiento al entorno del monitor de televisión. Y la mirada de Anya Kórsakova también descansa allí un segundo.

Hay confusión sobre lo que ha pasado al principio. Unos minutos después, están deteniendo a Bolívar Trask en una retransmisión los hechos para todo el mundo.

– ¿Así eso es todo? – Pregunta. Quizás esperando que Elsa que aún está a su lado diga algo.

– ¿Es lo que crees?

Al girarse su mirada pasa un instante por Remy pero se desvía hacia aquél que ha hecho la pregunta.

Después de todo no es exactamente una sorpresa.

Sabe qué es ese hombre… las características del cual una vez creyó haber imaginado. Desconoce en realidad quién es.

– Eres Anya ¿verdad?

Remy es consciente que la mirada de la chica es de reconocimiento. Y sea lo que sea, aunque ya supo que debía tratarse de Azazel cuando le habló de ese episodio de su infancia, sabe que la escena que tiene delante no es una buena noticia... No puede serlo de ninguna manera.

Es demasiado tarde para intervenir y maldice esa conocida sensación, sin saber qué pasará a continuación.

En la voz de Azazel hay una invitación. – ¿Has venido a acompañarnos? No es lo que buscaba Emma. Pero…

– Pero… – Remy mantiene su voz en un segundo plano.

No hay exactamente burla en Azazel.

– Sería de mala educación no preguntar.

Anya intenta hacer memoria pero ahora mismo todo lo que recuerda de ese día es algo más bien borroso. ¿Ese hombre se teletransportaba? ¿Eso es lo que hacía?.

Pese a la necesidad de salir de dudas, no se mueve.

– ¿Vas a venir?

– ¿Quieres decir ahora?

– Nosotros nos vamos ya…

'¿Era eso lo que pretendía o sólo quería retener a LeBeau para hacerle más preguntas… para ayudarla a hacer más preguntas?', Anya titubea.

Es tarde... pero es indudable que van a llamar la atención aquí, una vez que la gente a su alrededor empiece a recobrar la actividad y a apartar la vista del televisor. Ve a algunas personas que llevaban un retransmisor de radio, guardándolo entre sus posesiones. Los mostradores para embarcar maletas están más allá, pero este sector no está precisamente vacío en este momento. De lejos no se distinguen las facciones de Azazel… pero es así porque nadie está prestando verdadera atención.

– Anya…

La voz de Elsa la devuelve a esa extraña realidad.

– No así. Pero no nunca – Mira a Azazel que la observa. La sensación que es ahora o nunca aún sin borrarse de sus adentros, aún decidida a ir más allá. La realidad de las posibles consecuencias de su impulso asentándose en ese instante. – Tendría que hacer algo antes. Pero quiero saber qué busca de mí Emma Frost.

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La bala de Raven ha travesado por el cuello de Erik sin haber puesto en riesgo su vida y aún así espera que acabe infectándosele porque en estas condiciones no puede ir muy lejos ni llamar mucho la atención… porque es verdad lo que le dijo a Charles. Si llegan a detenerlo, esta vez va a estar muerto.

Al principio mal escondido en un antiguo garaje que una vez usó la Hermandad, Erik repasa los hechos de ese día y se permite por primera vez confrontar la idea que quizás algunos vayan a buscarlo después de su discurso televisado… que puede volver a formar una hermandad, unirse a hermanos y hermanas que comprendan la necesidad de seguir en pie cuando – digan lo que digan los periódicos mañana – la humanidad vuelva a considerarlos el peor enemigo que la evolución podría darles.

Sean quienes sean aquellos que vayan a venir ahora a él… Erik también sabe que Mística ya no se contará entre ellos, Azazel y Emma están muertos… y nunca querría reconocer que en este instante la idea de Charles Xavier dándole algún día la razón es más absurda que nunca lo ha sido antes. 'Charles quizás… no, con total seguridad… creerá que la paz de un día, el gesto de Mística, puede ser el fin de la desconfianza, del miedo…'.

Cuando los humanos piensen en ellos, Erik está seguro además que le recordaran a él, al estadio destruido, a Nixon. Sabrán al menos que si se interponen en su camino… no habrá compasión.

Debería sentir alguna mínima satisfacción con ello. Pero sólo puede maldecir el amplio dolor que siente a través de su piel en el cuello… y la profunda extenuación de todo ello.

Sabiéndose libre una vez que las circunstancias le permiten frenar su plan desesperado, la lucha contra un futuro oscuro y lleno de muerte que aún parece inevitable, y asentarse en la idea que ya no hay una celda que lo mantenga bajo tierra.

Si alguien le dijera ahora a Erik que en otro lugar Charles aún cree que un día van a estar todos juntos, pese a todo y sus heridas, éste no iba a creerlo.

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N/A: Mil perdones por el retraso. El próximo capítulo va a llegar mucho más rápido :)