N/A: Bueno, después de tanto tiempo… la verdad es que yo misma tenía mis dudas sobre si iba a seguir esta historia. La vida, que a veces se complica... Y X-Men: Apocalypse no ayudó mucho a mi musa.

Quién me iba a decir cuando perdí toda esperanza en Cherik que X-Men: Dark Phoenix me la iba a devolver en la última escena. The show must go on.

Capítulo 14. Girl I once knew (La chica que una vez conocí)

"Sometimes when the light catches her face
In a very particular way
It reminds me so true
Of a girl that I once knew

And there's something in her voice
That has left me with no choice
And a memory's renewed
Of a girl that I once knew

And there's something when she smiles
Throwing lines around her eyes
As a keyhole I see through
To a girl that I once knew [...]".

Girl I once knew. Passenger.

Anya está enfadada. Perturbada por el silencio de Emma Frost.

Nueva Orleans es muchas cosas. Se necesitaría todo un libro para poder abarcarla. Según Remy es música, ritmo y cartas, en el más amplio sentido de la palabra. Es saborear una gastronomía que nada tiene que ver con la del resto de Estados Unidos o disfrutar de uno de los carnavales, los aquí llamados mardi gras. Una explosión cultural donde se mezclan influencias europeas, africanas, anglosajonas e indígenas americanas.

Algo muy diferente a la mansión decrepita dónde están.

Una mañana de mayo, un hombre vestido de traje y corbata llega a su puerta y Emma le recibe con una sonrisa y un vaso de whiskey caro.

Azazel cruza una mirada con ambos y desaparece.

Remy asiente en silencio no muy lejos de Anya, escuchando también en silencio el inicio de la conversación. Después es evidente que Emma ha extendido un velo que les separa de la charla, porque el repentino silencio que crea entre ellos y la sala principal se vuelve casi ensordecedor.

– No es verdad. Ninguno de esos titulares lo son, señorita Frost. Los experimentos de Trask quizás estén mal vistos en este momento… pero va a seguir llegando dinero al proyecto de Siniestro. Lo sabe tan bien como yo, sólo que ahora la documentación del proyecto va a estar… menos a la vista – La voz del hombre se vuelve a escuchar mucho después cuando Emma ya ha abierto la puerta de la sala y le acompaña a la entrada… para despedirle.

La telépata le sonríe.

– Por nuestra amistad común con Robert, azúcar, tengo que decirte que no hay nada que me cuentes que no haya imaginado ya. Vamos a estar muy pendientes… sin Trask incluso me anime, quizás, a haceros una visita… claro sin que puedan reconocerme.

– Sugeriría algo que conlleve menos peligro. Revolotear por las mentes de mis colegas… es poco práctico si necesita hacerse muy a menudo. Y créeme los que te digo no van a ser movimientos que haga cualquier tonto en la CIA.

– ¿No me quieres cerca, Henry? ¿Quieres que me fíe de tu sola mano allí dentro mientras espero noticias?

Henry Lounds la mira entonces un momento y desvía los ojos hacia la puerta donde acaba de aparecer Fred Dukes.

– No. Te sugiero que te mantengas lejos y dejes a mi mando uno de tus chicos – Suspira – Alguien que no necesite de una tapadera demasiado complicada. Va a haber códigos, cambio de órdenes, documentos que no conocemos, filtración de dinero sólo en momentos puntuales y quizás por personas que incluso desconocen cuál es el destino de esos miles de dólares perdidos del presupuesto de Defensa. Hagamos esto con calma… cómo te hubiera sugerido Bobby, ¿quieres?

Emma ni siquiera está segura.

Pero sabe que después del escándalo de Trask, no perder la pista de Siniestro – o mejor dicho del dinero que le llegue del gobierno – va a ser no menos que un trabajo de orfebrería.

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Está observando a Remy jugar al billar cuando Emma se lo propone.

– ¿Lo harías? ¿Espiarías por mí?

Hay un momento de silencio mientras Anya considera la pregunta, pero no pasa mucho tiempo antes de que estén de acuerdo en que de eso se ha tratado siempre el quedarse aquí en búsqueda de respuestas... No hay otra forma en que pueda terminar, y ella no se arrepiente de su elección. Ni siquiera un poco.

No se lo cuentan a nadie durante unos días mientras planifican su viaje, la misión en sí. Se reunirán en una estación de tren abandonada en la ciudad de Nueva York con Lounds y luego se dirigirán al este hacia Virginia. Las únicas personas que quedan con el agente de la CIA son ellos tres, pero hay una razón para reunirse así.

– ¿Qué te hace pensar que Anya podría sacar algo? – Remy pregunta después de haber finalizado los detalles.

– Oh, ella es buena, Gambit, más de lo que piensa de sí misma – dice Emma. Luego le da a Remy una sonrisa maliciosa y agrega: – No me importaría apostar por eso.

Remy se ríe pero no parece del todo sincero. Él sabe que tiene que cuidarla ahora; si algo sale mal, le habrá fallado.

Se promete a sí mismo que eso no va a pasar.

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Checoslovaquia, agosto de 1974.

Irene sonríe al pequeño Kurt que permanece a su lado, mientras la chica que tiene enfrente y su vieja amiga Ágata toman asiento.

– No sé si atreverme a preguntar cómo fue… todos estos meses aisladas de cualquier rastro de civilización – Les sirve una infusión mientras ella misma indica a Kurt que ocupe una butaca – ¿Te encuentras bien, Wanda, querida?

La chica se mueve incomoda en el asiento, sus manos juntas como si estuviera intentando evitar un movimiento brusco y es Ágata quien le habla:

– Si tienes curiosidad, le expliqué lo que es la magia del caos… – La mujer mayor mira ahora de reojo a la chica – Wanda tenía la impresión que nuestros poderes podían tener que ver con dones divinos. Lamentablemente, no es así. Es solo que a ella le toca controlar una enorme cantidad de poder al cual aún le cuesta acceder. Es peligroso todavía. Y contener demasiado ese poder podía traer consecuencias indeseadas para los que la rodean. Rupturas, cambios temporales, ráfagas repentinas de fuerza física… Lo que Wanda llama sus "maleficios" son mucho más peligrosos que eso.

– No voy a hacer nada de eso aquí – Asegura la chica compartiendo una sonrisa con un Kurt que la mira con curiosidad – Sé que asusta, señora Adler, pero yo…

Irene evita reírse porque entiende demasiado bien qué quiere decir la muchacha.

– Pero no hace falta que me digas esto, Wanda. Sois bienvenidas en mi casa, en Munich.

Ágata asiente. Aunque la joven Wanda, con los mismos zapatos rojos con los que un día hace meses conoció a Irene, una chaqueta tejana y una falta de rallas marrones hasta los pies, tiene otros planes.

– Lo cierto es que preferiría tomar mi camino. He empezado a controlar más mis pensamientos, puedo controlar mi poder… mi caos… a través de ellos, dirigirlo mejor. – Wanda evita con un ligero gesto la interrupción de Ágata – Voy a estar bien.

– Caos es quizás una metáfora poco elegante para tu naturaleza, Wanda. Aunque creo que podríamos aceptarlo en estos términos. ¿Me permites preguntarte donde vas a ir?

– A Varsovia, Polonia. Busco pistas de mi madre biológica y creo que debo empezar por allí.

El silencio posterior pesa como el plomo. E Irene no necesita pregunta el por qué.

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Washington D.C., 1974.

Vasyl vuelve a colaborar con la CIA. Nunca hubiera pensado que llegaría a hacerlo de tan primera mano. Hay muchas cosas de las que Vasyl se arrepiente, pero ver crecer a Anya, se dice, no puede ser una de ellas. Se repite que su sobrina tuvo un futuro mejor… lejos de ese monstruo del que ahora sabe tantas cosas que preferiría ignorar.

No espera tener que esconderse cuando un buen día descubre a la nueva secretaria de Henry Lounds.

Anya acepta el nuevo encargo de Emma porque sigue queriendo descubrir quién es.

Está siendo entrenada para espiar dentro de la CIA. Espías espiándose unos a otros. Pero no es así en absoluto; es solo una estudiante de Emma Frost que intenta una pasantía. ¿No?

Así es como a todas luces Henry Lounds parece verla.

El agente la escolta desde el automóvil y a través de dos puertas y le dice: – Bienvenida, Anya. Esperamos que disfrutes tu estancia aquí –.

Pronto empieza a entender que esto también va de la supervivencia de los que son como ella…

Lo que pasó en Washington solo fue el principio.

Ha visto suficientes documentos sobre las atrocidades de Trask y Siniestro hasta ahora.

Trabaja encubierta como secretaria de un oficial de la CIA que en realidad es también uno de los contactos de Emma Frost en Washington.

Ese día sale vestida de su nuevo piso en la capital con un abrigo amarillo pastel y botas altas. Se mira las manos antes de salir de ese callejón oscuro y ahora vacío donde ha recibido las últimas órdenes de Azazel. Le ha entregado copias de los últimos documentos que ha podido conseguir en la CIA y se incorpora caminando con normalidad a esa otra calle de la ciudad, esta principal. Lo hace aún temblando por el contenido de los archivos.

Fotos de mutantes siendo torturados, desmembrados en la última década.

Sigue con esto para arrancar información a Emma, pero cada vez que ve uno de esos archivos todo se vuelve más y más personal sin que haya conseguido ni una migaja de información sobre su origen.

Está viva… y hasta hace poco ha llevado una vida normal… ¡puede luchar por esto! Dadas las circunstancias parece un gran logro.

'¿En qué maldito mundo es buena idea investigar una masacre como la que ha venido ocurriendo en los laboratorios de esta gente?'. En ninguno claro. Especialmente si eres uno de los sujetos que podría haber sufrido esa carnicería. Pero por eso mismo, empieza a sentirse con una responsabilidad en las espaldas.

'Toda esa muerte y…'. No puede continuar con el pensamiento.

La sola imagen de esos cuerpos, de las vísceras, consigue enfermarla.

Se mira la punta de los dedos, sus uñas ligeramente pintadas con ese toque de purpurina naranja y recuerda la vieja sensación de poder ser inmensamente feliz si algún día tuviera el valor de arrancarse las manos. Hace mucho que no piensa así.

Nota el poder en sus dedos. 'Esa especie de magia que piensa que pudo matar a sus padres… por la que su madre adoptiva sacrificó la salud'.

La realidad es que ella no es única, ni siquiera especialmente poderosa...

Pero no sólo hay poder hecho de chispas benignas como un pequeño conjuro blanco que se cuela en el mundo. Entrelaza sus propias manos al reflexionar sobre ello.

También existe el descontrol, la psicopatía y lo monstruoso. Piensa en humanos enloquecidos como Trask y en mutantes como Nathaniel Essex. Le entran ganas de gritar.

Tiene que conseguir llegar a la estación de metro y coger uno que la lleva al Capitolio, donde hoy su jefe tiene una cita al mediodía. Hay un momento en que tiene la sensación que la siguen, pero no tiene miedo. Ahora nota esa especie de electricidad en sus manos.

Recuerda con detalle esa sensación que va más allá de su control.

Remy suele decirle que algún día va a tener que dejar de huir definitivamente de sí misma, y entonces va a descubrir que tiene mucho más poder de lo que imagina. Aunque no le guste reconocerlo, Anya sabe que con el tiempo ha conseguido focalizar y controlar mucha de esa energía que en pequeñas cantidades es más extraordinaria que peligrosa.

Ha pasado mucho… mucho tiempo... desde el momento en que entendió que podía crear fuego con sus manos. 'Ni siquiera si su etapa en la universidad fue bien… sabe que ella nunca fue normal del todo'. Ahora está con Emma Frost y lo extraordinario es que ha logrado una tarea con la que puede ayudar a la gente como ella. Al principio, pensó que Emma solo quería que se pudriera en esa casa en Nueva Orleans.

Con el posgrado habría acabado siendo profesora en la misma Sorbona o antropóloga, o quizás como inmigrante que era en Francia habría tenido que conformarse con algo menos cualificado.

El mundo ha evolucionado mucho las últimas décadas pero no puede olvidar que esto son los 70.

Todo lo que suene a soviético es visto con sospecha.

Le gusta estar aquí porque no piensa tan a menudo en su frustración con Emma. Aunque quizá haya menospreciado lo importante que es tener amigos en la oficina cuando trabajas con tipos tan estirados como los que hay en la CIA.

Con 25 años y sin haber acabado los estudios ha conseguido trabajar para este hombre poderoso de Washington y por una buena causa, pero su truco es pasar desapercibida.

'Lo haces muy bien', su jefe la felicita por su trabajo después de un mes. Lo malo es que se lo dice por transcribir unos papeles, no por llevar a cabo las tareas que realmente le encarga Emma y que él permite. Básicamente, pasar papeles de aquí para allá…

¿Mutantes considerados terroristas fiscalizando al gobierno? Lo vea Lounds o no, lo que hace es especialmente peligroso porque su apellido es soviético y han tenido que forjar otro.

Se hace llamar Da Costa.

Lo elige porque un día ve el nombre en una revista.

Es el apellido del benefactor de esa beca de Posgrado en Brasil que ya nunca recibirá.

'No dejes que te afecte', le dice Lounds cuando se queja de que uno de sus colegas es especialmente desagradable con las secretarias. 'Piensa que estás mejor aquí que estudiando tonterías y que podría ser mucho peor si hubieras crecido en América. Con tu cara de muñeca, tu apellido real y un grado en Historia, acabarías en una biblioteca de Arkansas lidiando de todas formas con idiotas como mis colegas... ¿pero en una universidad enseñando como proclama tu amigo Remy? No lo creo'.

Anya se permite pensar un segundo que si hiciera más evidente qué puede hacer chasqueando los dedos, Lounds la respetaría más.

Porque sabe que en el fondo Henry Lounds la ve como una niña y no se la toma todo lo en serio que lo hace con Emma o con Azazel.

¡Lounds odia que Azazel aparezca en absoluto!

En realidad, le tiene un miedo atroz.

Para él, ella solo es una enviada de Emma con cara de muñeca...

Estas últimas semanas ha descubierto que Lounds sólo está a favor de los mutantes por lealtad a la memoria de Bobby Kennedy.

Fue amante de Emma.

Y ha dejado a la mujer muy buenos contactos en Washington.

El jefe de Lounds y actual director de la CIA es mil veces peor que él. Es un maldito cretino, prepotente y arrogante. Reconocería a los de su clase a millas de distancia.

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Hay alguien importante de visita en Washington hoy y está directamente relacionado con los mutantes. Por eso, Lounds le ha pedido que le acompañe con la excusa de mecanografiar el acta de la reunión.

Se trata de Charles Xavier.

Estuvo en Washington el otoño pasado antes de abrir la escuela y vuelve esta vez para compartir con un comité de seguridad los programas educativos que va a desarrollar el próximo año.

Aunque la actuación de esa mutante azul llamada Mística cambió la idea de los mutantes para algunos, la desconfianza siempre gana.

Xavier ha decidido que la mejor manera de solventarlo es la transparencia.

Emma Frost menosprecia profundamente esa idea pero quiere tener una visión clara de lo que está sucediendo y Anya está llamada a contarle los pormenores de lo que pase a puerta cerrada.

Anya no sabe nada de Charles Xavier. Aparte de haberle visto en televisión cuando ese hombre dejó caer los restos del estadio.

Unas horas después.

Anya se mira cansadamente al espejo un par de veces antes de salir del cuarto de baño del Capitolio. Están esperando la llegada del tal Charles Xavier, mientras llevan a cabo otras reuniones con temas más insulsos de seguridad nacional.

Hace poco ha tenido que aguantar el último discurso de su jefe sobre por qué es importante para su trabajo encubierto que también tome notas del resto de reuniones.

Anya odia las confrontaciones y normalmente es una persona muy tranquila, pero está cansada de las miradas de desconfianza que ha recibido a lo largo de toda la mañana de los colegas de Lounds… no por mutante… ni por soviética... porque eso no lo saben… si no por mujer joven.

No es nada apasionante pasar por esto cada vez que Lounds la lleva a uno de sus reuniones con colegas y estos descubren que tiene una secretaria de 20 y pocos con cara aniñada.

Suspira.

Este va a ser un día muy muy largo.

Aunque se da cuenta de que no tenía ni idea de cuánto en el momento que sale hacia la entrada para encontrarse con Henry Lounds y se tropieza con ese hombre. No es tan mayor como lo había imaginado, tiene la sonrisa amable, ¿y está flirteando descaradamente con la recepcionista?

No, se dice, solo estaba intentando caer simpático.

– Tú debes ser Anya… – Le sonríe desde la silla de ruedas.

Es guapo. Increíblemente amable.

Hay un momento extraño, cuando inmediatamente después, una de las colegas de Lounds aparece junto con otros hombres del comité.

Se llama Moira MacTaggert.

Ambos actúan como desconocidos, pero a Anya le parece que hay algo de familiaridad en la sonrisa afectuosa de él y la mirada embobada que ella le dedica.

Apenas intercambian un saludo.

No conoce mucho a MacTaggert, pero está segura que no es del tipo de mujer que cae víctima de un flechazo.

Ella y el resto de hombres se alejan por un pasillo medio minuto más tarde.

Le han saludado pero aún no le han invitado a pasar.

Porque eso es tarea de su jefe.

Aparte de la mirada entre MacTaggert y él, podría decirse que el ambiente es de cuidada indiferencia hacia el mutante.

– Anya, entonces… – insiste curioso Charles Xavier después de un momento.

– Da Costa, sí. Y usted debe ser el señor Xavier – Es educada – Mi jefe es Henry Lounds. Le esperaba con su asistente… – mira las notas que lleva en la mano – Henry McCoy.

– Oh, está llegando aunque me las apaño bien solo – asegura con una sonrisa – Ya sabes cómo son estas reuniones, no hay mucho tiempo que perder según me han dicho.

Cuánto más rato la mira el profesor Xavier, Anya confirma con más y más seguridad que hay algo que encuentra tremendamente curioso y destacable en ella.

No está muy segura de querer saber que es.

McCoy llega poco después.

– Así han mandado a que nos reciba la secretaria – duda – La última vez fueron los oficiales del comité… veo que hemos caído de rango…

Anya intenta mantener la sonrisa educada, aunque sabe que su gesto puede haberse convertido fácilmente en una mueca en el proceso. Lo peor es que cree que sabe a lo que él se refiere.

Esos hombres de allí dentro no opinan que les deban la más mínima deferencia, no más allá de querer controlar los pasos que dan en la escuela de Xavier. Esos hombres odian a los mutantes.

– Ha sido casualidad – se explica – mi jefe debe estar al llegar. La agente MacTaggert y otros miembros del comité han pasado por aquí hace un segundo – mira a su alrededor – Les van a dejar pasar enseguida.

– Es un placer, señorita Da Costa – media Charles Xavier y sonríe – Mi asistente está siendo muy maleducado. Tendrá que perdonarnos – dice maniobrando su silla – ¿Trabaja para el agente Lounds entonces?

Su mirada ahora tiene un tono totalmente diferente. 'Es como si dijera Lounds… pero pensara en…'. ¡Oh!… Anya está segura que ha oído en algún lugar que este hombre puede leer las mentes de las personas. Se da cuenta de que en este momento ya sabe que trabaja para Emma Frost. ¿No va a delatarlos verdad?

Él sigue hablando cuando Lounds y otro agente aparecen en escena, pero en ese momento Anya ya ni siquiera escucha a los recién llegados. 'Algo aturdida por la amabilidad y las formas suaves de ese hombre, pero a la vez por el escalofriante convencimiento que puede entrar hasta el más mínimo rincón de su mente con sólo proponérselo'.

Es una idea perturbadora que puedan invadir tu espacio personal de esa manera… no sirve de nada que sea un hombre tan absolutamente agradable.

Suspira.

No… – musita una voz en su cabeza.

– ¿Cómo dice?

Al abrir la boca es cuando se da cuenta de que el hombre no ha hablado, simplemente se ha comunicado con ella ¡en su cabeza!

No voy a usar mis poderes sin tu permiso… sólo… perdóname… es que me parecía haberte visto en otro lugar… tenía curiosidad… pero debo estar equivocado. Sin embargo, dale recuerdos a Emma. Hace mucho que no sé de ella. Es bueno saber que sigue preocupada por los mutantes

Mierda, mierda.

Ahora ese hombre debe saber lo de las fotografías y los archivos que han estado sacando del cuartel de la CIA.

Anya se recompone sólo un poco, lo mínimo para intentar analizar si Emma va a pensar que ha metido la patada y se lo va a recriminar. Pero el hombre parece asumir esa información con bastante neutralidad.

Suena respetuoso y arrepentido… como si eso de que ha metido la nariz en sus pensamientos porque ella le era familiar fuera verdad...

Se pregunta si captar la mente de otros no será algo prácticamente equivalente a respirar para los telépatas.

Emma se presenta siempre tan lejana que no podría decirlo.

'Eso no es una justificación...'.

Charles Xavier la mira y se siente algo confuso sin motivo.

Tendría que haber evitado fisgonear en sus pensamientos… aunque en su defensa puede decir que solo lo ha hecho superficialmente. Por instinto. Encontrarse una mutante siendo la secretaria de Henry Lounds le ha parecido extraño.

Pero seguramente no tendría que haberle sorprendido.

Charles Xavier ha sabido durante años que Emma tiene contactos en Washington gracias a la buena relación que logró establecer con Bobby Kennedy: una relación interesada, pero por lo que ha podido saber con el tiempo, quizás mucho más honesta de lo que habría atribuido nunca a esa mujer.

No es que le guste que emplee a jóvenes mutantes como esta chica para sus fines.

Frost no está avergonzada de manipular a quien sea para salirse con la suya. No necesita tener un explícito control de sus mentes para ello.

Consigue ganárselos a menudo. Los jóvenes mutantes están asustados y son propensos a querer plantar cara… por eso muchos… aquellos que encuentran absurdo ir a una escuela después de todo lo que han vivido… siguen a Erik… o la visión aparentemente menos violenta pero igual de peligrosa de Emma…

Anya parece inteligente y dulce… tiene un toque de encanto, otro de determinación… se pregunta qué la habrá llevado a los brazos de Frost… pero se obliga a recordarse que la mejor estrategia para llegar a ganarse a alguien no es meterse en su cabeza…

Es una lección que Raven y Erik le han enseñado… con el tiempo…

La chica les sigue a la reunión, se siente en una mesita aparte y teclea a doscientos por hora en una máquina de escribir.

Es la encargada de transcribir lo que dice.

Los detalles que da de los programas que está implementando en la escuela, que todos esos hombres y Moira escuchan atentamente.

¡Cómo se arrepiente a veces de haberle borrado la memoria! ¡Cómo le gustaría disculparse con Moira!

Cuando acaba de hablar y todos esos agentes de gris le han mirado con toda la desaprobación del mundo como unas cien veces, Charles Xavier mira a Hank.

No intercambian pensamientos, pero en sus ojos está claro que su colega quiere irse lo más pronto posible de este lugar.

Hank… como Erik… como Emma Frost… por supuesto como Raven… dice no entender que entregue al gobierno información sobre sus métodos y lo haga voluntariamente.

Lo siguiente que van a querer saber, le advierte Hank, son datos sobre sus nuevos alumnos.

Posiblemente tenga razón. Todos la tengan. Pero Charles se dice a sí mismo que no puede dejar de intentarlo.

Se vuelve a acercar a Anya cuando todo acaba. Lo hace siempre que encuentra a un joven mutante al que puede convencer de unirse a su escuela.

Anya ya no está en edad escolar… pero algo de ella le dice que sería una excelente profesora… en su cabeza le ha parecido ver fugazmente que ha estudiado Historia en París.

– Discúlpame. Creo que antes hemos sido un poco descorteses – Le sonríe de nuevo y se permite la confianza de tutearla – Hank y yo vamos a comer algo, ¿por qué no nos acompañas? Estoy seguro de que encontrarías el proyecto de la escuela realmente interesante. Es un refugio para jóvenes mutantes… algunos tienen familia… otros nada. Estamos ciertamente faltados de personal – bromea.

Antes incluso de acabar, Anya da dos pasos atrás. '¿No le está tirando los trastos, verdad?'. No, lo ha visto con la recepcionista. Es simplemente su forma de ser amable… de conectar con otros humanos… mutantes o no. Sin embargo, automáticamente se esfuerza en borrar de su propio rostro cualquier sonrisa o gesto que le dé a entender que está dispuesta a dejar este trabajo o a considerarlo.

Tiene muy claro por qué está con Emma.

Aún no ha perdido la esperanza de conseguir algún día esa información sobre su familia que está convencida que ésta tiene. Por lo tanto, no quiere hacer nada que la disguste.

No deja de sentirse intrigada por la idea de otros mutantes...

– Tengo mucho trabajo. Así que me temo que no puedo unirme – Intenta contener el nerviosismo –… Aunque le agradezco su ofrecimiento. Espero verle en otra de estas reuniones.

– ¿No te apetece conocer más sobre otras personas como nosotros? – insiste curioso. – Quiero decir… Hay miles de nosotros. Los métodos de Emma… bueno… no voy a criticarlos… pero hay otras maneras…

– ¿Cómo cuáles? Quiero decir, es que...– le contesta sonando al principio más brusca de lo que pretende. Ella no es realmente de las que rebate a desconocidos, pero cuando abre la boca esta vez no puede frenarse –... creo que ya ha visto esas fotos de los laboratorios en mi cabeza...

Hay algo en esta chica que le recuerda a Erik. El pensamiento es extraño… está fuera de lugar… y se acentúa con su gesto de impotencia de tal manera que no puede dejar de darse cuenta...

Pasan por delante de una ventana entre las largas sombras del mobiliario de caoba centenaria del Capitolio. Hoy no hace mucho sol y la luz interior es de penumbra.

– Nos quedamos en la ciudad hasta mañana. Piénsatelo. – ofrece –… vamos a estar en el Four Seasons. Quizás puedas pasarte. Me gustaría que me hablases de tu camino… de cómo has llegado donde estás… la mayoría de historias de los nuestros son extraordinarios… hay verdaderos supervivientes entre nosotros.

Ella les mira tanto a él como a Hank y hace otro gesto muy familiar con los ojos, alzando las cejas y mordiéndose el labio.

Charles observa de soslayo a Hank.

Es evidente que su compañero está a punto de protestar, seguramente está planeando ya la vuelta a casa y no quiere retrasos innecesarios.

Pero Anya habla antes que su amigo:

– Sabe… quizás me pase… se lo dije a un amigo hace poco. He pasado años estudiando libros de Historia y aprobando exámenes… y en ninguno habla nunca de nosotros. – puntualiza. Se gira para irse, negando con la cabeza por algo que le incomoda: – Pero no puedo decir que sí de seguro porque he de hacer mi trabajo antes y éste… no viene a cuento a explicárselo aquí, pero es muy importante para mí.

'Aún no ha decidido si esos dos hombres son de confianza… aunque a estas alturas sabe que Charles Xavier tiene fama de genio'. Ha escuchado a Azazel hablar de él como si se tratara del líder magnánimo de una secta cuya religión le molesta profundamente.

– Si tienes algún amigo por la ciudad, puede acompañarte – ofrece Charles. – Quizás eso te ayude a sentirte en confianza…

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Antananarivo (Madagascar), dos semanas antes.

Es oscuro. Hay tormenta en la ciudad y Raven suspira sonoramente antes de cerrar las cortinas y sentarse en el sofá.

– Venirte a ver fue mala idea desde el principio – susurra.

Erik la mira sin decir nada, con la mirada oscurecida y el cabello húmedo. 'Su relación ha llegado hasta ese punto por su culpa y ni siquiera tiene clara una salida...'.

Podría no haber una… y quiere culparse por ello.

De repente una voz interrumpe su tren de pensamientos.

– Bueno. ¿A qué mierda estamos esperando…? – Dice alguien. Y hace un gesto evidente de impaciencia apoyado en la pared –… No me gustan tus métodos, Erik. Pero este hombre no es un humano… es mutante. ¡Por su culpa han muerto muchos hermanos y hermanas! Estoy con Raven… hemos de encontrarlo – coge aire – ¿Cuál es el plan? ¿Alguna propuesta de tu parte?

– No hay ningún plan.

– Bien – Erik nota la evidente crispación escondida entre ironía: – Entonces ¿Nos sentamos y esperamos a qué le dé por allí de nuevo y siga eliminando a mutantes por diversión? ¿Por qué creéis que lo hace? ¿Pretende ser el único mutante? ¿Estupidez? –.

Erik levanta las cejas cómo respuesta a sus preguntas, antes incluso que Mística bufe exageradamente en extenuación. Pero Alex no cede. – ¿Sabes? – le dice – Venir aquí ha sido una terrible idea.

Alguien tose desde la oscuridad de un rincón. Es Mortimer Toynbee, uno de los chicos mutantes que viven con Erik en este escondite.

No hace mucho que desertó a Emma y vino buscándolo.

– Sabes, guapa – le suelta a Raven muy grosero – No es que no me pongas tan rubia… pero eres más sexy azul…

– Supongo que al menos puedes echar de casa a este capullo. ¿Puedo darle una patada en los huevos? – rezonga Alex.

– Ya lo hago yo si vuelvo a oírle abrir la boca – repone Mística.

No es la misma Raven con la que se asoció después de Cuba. Alex tampoco es el mismo de entonces. Pero Erik ni siquiera puede culparles. Han pasado muchas cosas.

No pensaba que vendrían a verle tan pronto.

Aunque es consciente que no confían en él.

Solo están preocupados por la amenaza que pueda suponer ese hombre… Nathaniel Essex…

Fija sus ojos en Raven antes de hablar con calma: – Aún no entiendo por qué… pero creía que estabais en el equipo de santo Charles ahora.

Ella se ríe.

– Ya te lo he dicho. Mi notoriedad me impide hacer nada más que esconderme. Así que… quería visitarte para comprobar cómo iban las cosas… y hacerte saber lo que hemos descubierto de Essex. Tú y yo sabemos que Charles aplica ahora una política de total transparencia con las autoridades del gobierno de Washington. Lo que le quiero hacer a Essex… no creo que tuviera el beneplácito de todos esos hombres de gris.

'Perfecto…', piensa irónicamente para sí mismo antes de que ella acabe la frase. Él sigue tratándola en términos de si está de parte de Charles o de parte suya. Pero ella es su propio equipo ahora... Lo acepta con una sonrisa amarga. De su parte seguro que no va a volver a estar.

Ve a Mortimer mirarlo un instante, aunque la impaciencia del chico no le preocupa.

Sabe que vino porque quiere acción, hacer algo por la causa.

– No perdimos el vuelo de esta noche porque queramos alargar mucho nuestra visita… – murmura Raven. – Tengo un plan y suponía que podías echarnos una mano.

Un trueno parece retumbar de pronto en algún lugar cerca del jardín e inmediatamente después Nina, una joven mutante huérfana que también vive aquí, sale de la cocina sujetando una tetera y una taza roja.

Erik no puede evitar que a veces la chica le recuerde a su querida niña Anya.

Tiene la edad que ella tendría ahora.

Ella se ve tan similar. Incluso piensa que sus ojos se parecen a los de ella. Su color de pelo. Su corazón duele ante el pensamiento. Si no tuviera otras personas a las que cuidar ahora o sus fines fueran más nobles; como lo son los de Charles, aunque esté equivocado, definitivamente haría algo más por esta niña que enseñarle a huir, a esconderse.

Tal vez algún día pueda ofrecerle algo parecido a una familia.

Personas que la entiendan. Con quien no esté sola. Una figura paterna.

No tiene ni idea de cómo lo hará, pero primero debe darle una oportunidad para sobrevivir a este mundo.

Anya amaría a esta chica.

Nina es hermosa.

Y es amable.

Y es inteligente.

Y es fuerte.

Y es valiente.

Y es...

Es como sería su hija si hubiera vivido.

Erik niega con la cabeza.

No.

Esto no se trata de él en este momento. Todo esto es sobre Nina. Sobre esos mutantes desprotegidos como ella que necesitan aprender a luchar para tirar adelante.

A Nina le asustan las tormentas y está muy pálida por la de esta noche.

– Tía, pareces Gasparín, no he sido nunca muy fan de las casas del terror… – rebufa Mortimer.

– No le hables así – la defiende Mística.

Erik les mira… 'Después de toda esa distancia que se ha instalado entre ellos, vuelven como mínimo a estar de acuerdo en algo. Nina se merece mucho más respeto que el idiota de Toast'.

– No vamos a ganar nada discutiendo. Nina… – La chica cede la taza de té al hombre que los tiene acogidos en casa con una sonrisa prudente – Decidme… Mística… Alex… ¿qué es lo que sabemos de ese tal Essex? ¿Cómo llegamos a él?

Mística no tiene mucho que decir, no mucho más de lo que ya les ha relatado antes.

– Era el científico de todo lo que llevó a cabo Trask… – Observa a Erik – Sigue suelto en algún lugar. Ese es un buen dato. No quiero que siga suelto mucho tiempo más. ¿Me ayudarás a ello, Erik? ¿Contamos contigo y tus chicos?

Sus jóvenes protegidos parecen emocionados de tener algo que hacer. Incluso Nina.

Erik encuentra irónico que sea Raven de todas las personas la que lo saque de estos meses de calma.

Aunque sabe que es solo temporal… ella ya no trabaja bajo el mando de nadie.

.

Langley (Virginia), horas después de la reunión de Charles Xavier en el Capitolio

– Bien – Es tarde y Anya se queja internamente cuando se encuentra a Remy en la explanada – Esto va a ser muy rápido – le susurra – Tengo curiosidad por ese hombre. Gracias por venir.

– Bon soir… – Remy saluda – Tienes suerte que estaba en el estado cuando me has enviado el mensaje al busca. Recuérdame por qué quieres quedar con ellos, s'il vous plaît. ¿Se lo has contado a Emma? ¿Tienes la transcripción de la reunión de esta mañana para que se la pase?… –.

– Todo a su tiempo – le sonríe – ¿No tienes ni un poco de curiosidad sobre esa escuela?

Gambit chasquea la lengua.

– Para empezar nunca fui buen estudiante.

– Por cierto, ¿qué tal la comida del otro día con Azazel en ese sitio de Los Angeles? – le pregunta dándole un golpecito en el brazo – Me han contado que van a recordaros mucho tiempo en ese sitio.

– Le insultaron… ¿Puedes imaginártelo? Por su acento de todas las cosas, no por su color de piel... Puedes figurarte como se puso… lo demás es historia… voilà.

– Ni siquiera os imagino comiendo juntos voluntariamente – le dice.

– No fue por ganas. Era una misión, ma chère. Pero Emma no quiere que hable sobre ello...

Por la manera que le mira, Anya apostaría que últimamente Azazel y Remy comparten más misiones de las que le cuenta.

Emma sigue buscando a ese científico por tierra, mar y aire.

Imaginarlos trabajando codo con codo no deja de ser un poco divertido.

Tiene que bajar la cabeza y esconder la mirada afectuosa detrás de uno de sus mechones castaños, el único que se le ha escapado de la débil sujeción de su cabello al moverse, cuando el gesto de Remy le indica que están llegando a su moto.

Remy no es alguien que esté mucho rato callado.

– Tendré que pedirte que me des cuatro indicaciones sobre la ciudad… Nunca estoy en Washington… y tú hace meses que vives entre esto y aquello… quizás me anime a hacer algo de turismo.

– Estoy segura de que vas a odiarlo.

El enorme edificio que ha dejado atrás a esa hora ya empieza a vaciarse. Los susurros, los teléfonos, los agentes. Sin embargo al mirar atrás ahora ve a través de las verjas de seguridad que vuelve a haber luz en el despacho del jefazo y en el de MacTaggert… 'Qué raro'.

Observa a Lounds corriendo hacia ellos a través del párquing.

– Anya, Anya, no te puedes ir, te necesito en la oficina de inmediato – le anuncia sin aliento.

– ¿Por qué?

Nota a Remy tensarse a su lado.

Lounds parece inquieto.

– ¿Me estás escuchando? Ha habido un accidente de algún tipo... Hay mutantes involucrados.

– Sí – Anya se sorprende cuando le tiembla la voz. Ha pasado algo grave y en el momento que lo sabe le suben los nervios por la garganta – ¿Qué ha pasado?… perdóneme… quiero decir… Un accidente… ¿con mutantes?… – debe ser algo peor que un accidente si la CIA está en ello. – Le acompaño.

Vuelven a entrar en el edificio.

Tarda poco en conseguir una media explicación de Lounds, que está usando ahora una de esas computadoras que solo tienen aquí en la CIA.

Y se queda un momento parada, mirando cómo éste llama a la central de policía, hasta que una voz la distrae.

Remy les ha seguido hasta aquí.

Se pregunta cómo demonio le han dejado entrar hasta el despacho de su jefe.

– Debió ser de los malos, ¿eh? El accidente.

Ella no le contesta enseguida, pero cuando lo hace hay muchas preguntas en su cabeza: – Sí… Aquí siempre todo es lo bastante malo… – 'Y aparentemente cosa de los rusos o los mutantes'. No acaba la frase. En cuanto la mira, Anya se da cuenta que Lounds desaprueba su tono. Pero, ¿desde cuándo la CIA se involucraría en ello…? Piensa que puede haber sido un ataque terrorista de algún tipo. ¿Y si ese hombre del estadio ha vuelto a actuar…? Remy se limita a asentir.

– En realidad... – Lounds los contempla un segundo de más, probablemente preguntándose como ella por qué este chico está en su despacho – Ha sido una explosión en una funeraria. No parece que haya víctimas…

– Entonces no veo por qué tanto revuelo. ¿La CIA se molesta si los cadáveres ya estan muertos? – chasquea la lengua. Anya intenta no escandalizarse por su tono de broma. Aunque al instante Remy nota algo de recelo en su gesto.

– ¿Siempre eres así? – la duda de Anya flota un instante entre ellos.

Más real y menos irónica de lo que pretendía.

– Bueno… – Y de pronto la voz de él se ha vuelto extraña, casi parece serio por primera vez. – Me gusta ser así… ma chére.

Anya Kórsakova no siente que haya completa alegría ni siquiera regocijo en esa frase de Remy, y se pregunta qué tipo de persona parece siempre algo insatisfecho cuando a la vez actúa con todo ese torrente de pomposa arrogancia sureña.

Pero no deja que eso le preocupe más allá de ese pensamiento superficial.

Se gira de nuevo hacía su jefe, después de ver cómo éste apunta sorprendido el número de cadáveres (supuestamente ya muertos con anterioridad) que han encontrado en ese lugar. – Se va a encargar el FBI. Hay ya federales en el lugar. No sé cómo, pero voy a conseguir una autorización para entrar esta noche…

– Oh vamos – Se queja Remy – ¿Todo ese despliegue por un montón de cadáveres?

– Hay algo extraño allí. Creen que la mayoría de cadáveres eran de mutantes. Estoy seguro de que Emma querrá que me acompañes, Anya. ¿Vienes?

'Está claro que al final no va a pasar ni hoy ni mañana por el hotel de Charles Xavier'.

Los ojos de Anya brillan con esa determinación extraña con la que una vez aceptó unirse a Emma. Cuánto más útil le sea, quizás la mujer se decida a ser completamente sincera con ella.

Remy se la queda mirando extrañado, y después parece quedarse examinando un instante sus ojos como si quisiera asegurarse del color.

En el fondo siempre ha estado preocupado por la chica. Ella busca en Emma algo que no está seguro que la mutante vaya a darle nunca. Está siendo utilizada por ésta.

No sabe por qué se preocupaba tanto de ella.

– ¿Deberíamos avisar a Azazel?

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A la mañana siguiente…

La policía es insistente con su versión oficial y no quedan periodistas en la zona. Aunque sigue arriesgándose a llamar demasiado la atención si permanece mucho allí.

Hank está convencido que la explosión ha sido demasiado brutal e incontrolada para ser en verdad cosa de una bombona de butano en mal estado. Les dicen que los cadáveres de mutantes son de un antiguo laboratorio de Trask.

Estaban guardados en congeladores.

Como pruebas.

Sus contactos en Washington insisten: no hay nada siniestro en ello.

A esas alturas Charles está lo suficientemente confuso para dudar. 'Pero no escucha ese grito cruel en su interior que a veces se cuela a traición y le dice que Raven y Erik tienen razón… los humanos nunca van a cambiar'.

– Ellos están cazándonos. De nuevo – Arguye Hank sentado en ese lugar, jugando con sus gafas – ¿Ves las noticias? – Le pregunta – De vez en cuando aún se habla de la heroicidad de Raven… Y… en todos los gobiernos del mundo van surgiendo quienes se encargan oficialmente de los asuntos de los mutantes, en algunos países se trata de ministros con cartera propia, otros siguen llevando estos asuntos en la clandestinidad, algunos implementan acuerdos como el que intentas tener con este gobierno o leyes igualitarias. Las cosas han ido a mejor desde el incidente de París… y lo del estadio aquí en Washington. ¿Sin embargo… te has dado cuenta de que ha habido muchos accidentes últimamente? Explosiones de gas, edificios que se derrumban…

– ¿Ellos?

– Los humanos…

En ese momento Charles Xavier tiene ganas de reírse. – Esto es de lo que Erik habla siempre. Lo que cree Raven. Siempre van a olvidarse que estamos de su lado. Todo apunta a eso, quizás. No lo sé. Yo opino que hemos hecho pasos para convencerlos de lo contrario. ¿Qué hacemos? Tenemos que esperar.

– ¡Yo no voy a esperar, joder! – Hank está harto y convencido que no ha sido un accidente. – Volvamos a la escuela… ¿puedes contactar con Raven? – pregunta jugando con un encendedor – Quizás sepa qué está pasando. Me envió una carta, no hace mucho. Está con Alex.

En ese momento Charles ya no piensa en Emma Frost ni en la chica del Capitolio con el extraño gesto en los labios que le recordó a un joven Erik.

Pero sí lo hace en Erik… Ese hombre del que ha dudado tanto tiempo, ese hombre que siempre ha insistido que los humanos no tienen remedio.

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Casa de los Maximoff, 1974.

Marya ha estado más nerviosa que normalmente desde que Wanda se fue y la policía les vigila por el papel de Pietro en Washington.

– Se trata de tu padre – le dice un día a Peter cuando hace meses que no saben nada de su hermana. – Os he mentido sobre él. Lo… lo conocí… Django y yo fuimos vecinos de vuestros padres biológicos antes de… Está vivo. Sé que es él.

– ¿Por qué me cuentas esto ahora? ¿Quién es?

– Erik Lehnsherr.

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Lituania (URSS), enero de 1975.

Alex Summers para su moto en un claro de una estrecha carretera del noreste de Lituania. Hace frío y no lleva suficiente ropa de abrigo pero prefería no tener que parar aquí.

Le gusta la sensación del frío contra la piel, sin casco, y la velocidad absurda que lo hace evitar pensar en nada más que ese preciso momento. Vietnam fue una experiencia para olvidar y la rabia por lo que les hicieron, por lo que consiguieron hacer a otros mutantes, a amigos como Sean Cassidy… esa rabia va a acompañarle siempre.

Se entretiene un momento más con el paisaje, antes de volver a dar gas a la vieja motocicleta.

'Quizás este viaje no ha sido muy buena idea: un estadounidense en la URSS ... no cree que vaya a encontrarse muchas caras amigas por el camino ... y tampoco es como si no supiera que hay algo que todavía puede llegar a poner de acuerdo a americanos y comunistas.

'Oh, sí', se dice con amargura. 'Mi pasaporte es estadounidense, pero saber lo que soy les causaría la misma conmoción si fuera ruso'.

Unas palabras parecidas a esas en boca de alguien mucho tiempo atrás, son ahora mucho más ciertas de lo que nunca le hubiera gustado imaginar.

Incluso si Rav... Mística ha salido en los periódicos de todo el mundo este último par de años... porque salvó el presidente y ganó cierta paz entre humanos y mutantes. No será por mucho tiempo más. Alex Summers no cree ser lo suficientemente ingenuo para pensar lo contrario.

'Tiene que haber otra manera...'. Quizá vea las cosas diferentes cuando, por fin, vuelva a Westchester, a la escuela. Con el profesor y Hank. Quizás no tendría que haberse ido tan deprisa la última vez... quizás ahora es ya demasiado tarde.

El frío seco de su alrededor parece mejorar... pero incontables minutos de reflexión después, simplemente comienza a nevar. Con fuerza.

Con el hielo y la nieve la carretera pronto será intransitable. Pero no va a comprobarlo, de todos modos. Porque al intentar dar el contacto de la moto, el vehículo hace un ruido que le anuncia que la estúpida máquina acaba de dejarle tirado. '¡Genial!'.

Al menos tiene sus trucos para entrar en calor. Todavía puede utilizar sus poderes, si bien no es que sean de lo más delicados para encender un pequeño fuego.

Hace trece años que puede tocar cualquier objetivo con sus rayos... pero es posible que ésta sea una energía incluso demasiado intensa para un par de ramitas. Un minuto después sólo ha dejado un agujero donde antes había ramas.

Maldice sonoramente y se sorprende mucho en recibir de improviso una risa suave por respuesta.

Son dos chicos. Un chico y una chica.

Él es alto y va vestido de forma informal con gafas de sol.

La joven lleva botas altas, una falda oscura gruesa hasta las rodillas y un jersey gris lo bastante sucio como para dejarle saber que acaba de salir del bosque. '¿Haciendo qué?'. Mira confundido un momento antes de que ella se presente.

– ¿Necesitas ayuda? – Dice en un inglés perfecto, pero con algún tipo de acento, muy muy ligero. Posiblemente el acento pueda delatarla con más facilidad que el aspecto, piensa Alex Summers. 'Malditos estúpidos tópicos sobre los soviéticos'.

El chico que la acompaña se ríe y murmura algo que es necesariamente francés.

Los cabellos castaños ondulados en ríos hasta más allá de media espalda y los ojos grandes y verdes… o azules... 'Al menos no es mentira que las soviéticas son guapas'.

La chica sonríe esperando, sin duda, una respuesta.

Pero él ni siquiera sabe qué decir. Es ya bastante estúpido haber intentado encender un fuego allí, mientras la nieve aún cae a ráfagas... pero tampoco es como si el mal tiempo le molestara: el frío, el aire puro le entumece de una manera que no consigue ningún otro intento de apagar sus preocupaciones.

'No puede huir toda la vida... su hermano Scott todavía lo necesita', piensa.

Y sigue en silencio hasta que ella vuelve a hablar.

Mientras aún le sonríe como si no fuera totalmente estúpido haberse quedado callado.

– Anya... – extiende una mano - Anya Kórsakova. Encantada. No nos alojamos muy lejos de aquí. Y él es Remy… Le Beau. No es tan callado cuando no está de mal humor.

– Alex... Alex Summers ... Solía ... solía pensar que vivo en el estado de Nueva York.

– ¿Americano? – Alex se plantea si no es estúpido decirles la verdad. No los conoce… de absolutamente nada.

Pero, de todas formas, ella no parece disgustada por su nacionalidad. Más bien muestra curiosidad. O sorpresa. 'Seguramente se pregunta cómo un chico americano ha ido a parar allí'.

Y aun así se gira para hablar al otro joven y le hace un gesto con la mano… con una risa abierta. – Toma. Un poco de fuego decente.

De pronto acaba de encender unas llamas… con sólo unas ramas del suelo y sin nada más que un ligero movimiento. Sin nada más que un breve gesto en el aire con los dedos de la mano izquierda.

Alex los observa. Gambit la acompaña con una ligera risa. 'Sin duda ellos han visto su patético intento de hacer fuego'.

Ella es una mutante.

Y no es pura energía lo que ha salido de su gesto... sino más bien una llama suave que ya hace crepitar el aire a su alrededor.

Fuego... de alguna manera Anya ha creado aquella llama como si nada en el mundo pudiera ser más fácil.

Pero es Remy Le Beau quien le anuncia:

– Sabemos dónde está Scott.

Alguien que Alex conoce muy bien aparece justo después. Azazel está allí de pronto. Aunque, si Alex creyera en ello, podría ser su fantasma… Eso al menos explicaría el hecho que Mística y los demás lo den por muerto.

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