La vida real me absorbe ahhhhh. Bueno ya, aquí otro capítulo para ustedes, gracias por su apoyo.
Capítulo 6: La importancia de un nombre
L-3000, decidió adelantarse a la central por su propio pie, quería evitar el espectáculo que representaba Belardo engullendo como un bárbaro los Hot Dogs de uno de los cientos de puestos antigravedad de Porky Charles Jr. Esa tiendecilla en específico se encontraba fuera de la Estación Nova 4, dónde transitaba la quinta parte de los residentes del Sector 42. «¡En la casa hay sopa de nopales con epazote!», fue el argumento de Larry antes de que el humano le ignorara colosalmente y corriera hacia el puesto. ¿Qué tenían esos embutidos genéricos que no tuviera él en sus sofisticados guisos? Como fuera, sólo quería meter su solicitud de vacaciones y regresar a la estación para seguir probando algunas recetas de su nuevo libro de cocina.
―Pues a ver si es chicle y pega (1)―comentó el robot a sabiendas que los altos mandos dejaban a cargo de examinar ese tipo de solicitudes a gente con poca o nula indulgencia, antes de analizarlas por ellos mismos.
Como era su costumbre optó por acortar camino atravesando el Parque Bob Ross, así tendría tiempo suficiente para ir a la estación de servicio para androides antes de que Brito le diera alcance. Quería hacerse un cambio completo de aceite en un lugar donde no tuviera que escuchar las peticiones absurdas de su compañero y verse obligado a atenderlas a media permuta.
La prisa que llevaba no le impidió prestarle atención al rumor de risas infantiles que parecían alejarse del parque después de pasar varias horas de juego. Se imaginó a sí mismo con Ojitos y Belardo, paseando en la Tierra actual. Podía construir mentalmente el rostro del pelirrojo irradiando fascinación por las maravillas del planeta. Todo lo que conocía Lino, se limitaba a la tecnología del satélite al que llamaban hogar, materiales de lectura y las anécdotas que Belardo y él le transmitían. La idea de obsequiarle la experiencia completa se clavó en su cerebro artificial con fuerza. Sabía que sería peligroso si sus superiores se enteraban de la adopción ilegal de un pequeño de otra época, pero aún con la amenaza de ser descubiertos, deseaba que Otto viera con sus propios ojos cuanto había avanzado el planeta. De manera extra oficial los habitantes de la unificada nación terrícola vivían en paz y armonía gracias a los conocimientos históricos de Lino y era justo que pudiera ver el fruto de su trabajo duro.
Mientras atravesaba el sendero principal construido con diversas formas simétricas de mármol, grava que servía de separador y ladrillos perfectamente distribuidos que delimitaban el camino en sí, el robot se dejó llevar por su amor a la cultura. A unos metros cerca de la arboleda se hallaba la muestra de arte mensual de los artistas locales. Recordó con amargura la vez que Belardo le humilló en su primera exposición, el oficial se comportó como un desgraciado insensible, pero al menos intentó resarcir las cosas; Larry lamentó que estuviera tan hastiado y dolido con todo el acumulado de ofensas anteriores, que ya no pudiera apreciar los esfuerzos de Brito por ser más considerado con los sentimientos ajenos.
«Fue una de cal por las que iban de arena (2)», dijo el robot para quitarse algo de culpa en ese fracaso por llevar una convivencia pacífica y amena.
Regresó su atención a las obras, todas eran esculturas, diversas entre sí, pero con un tema en común: la otredad en tiempos de paz. Entre todas llamó su atención una que había sido víctima del más vil vandalismo. Palabras como antinatural, pervertidos, degenerados y fenómenos, por mencionar las menos atroces estaban escritas con pintura de colores vibrantes como una burla a todos a quienes habían defendido la diversidad, la inclusividad, la esperanza y el anhelo durante miles de años.
Esculpidas en madera de cerezo dos extremidades que emulaban a dos dueños de distinta naturaleza. Una de metal y circuitos y otra de carne y hueso, ambas con las manos entrelazadas. Aquella unión generaba la sensación de un vínculo profundo y romántico más allá de las barreras del origen de cada parte. Incluso con todo el odio superficial ajeno a la escultura, fue imposible opacar la técnica impecable del artista. Larry se sentía conmovido, aquella pieza le recordó que existían más seres con el mismo deseo vehemente que él. La guinda que coronaba la pieza ante sus ópticos, era el contraste entre ambas partes. La extremidad robótica era delgada en el brazo y justo en el codo le protegía una carcasa que imitaba al brazal de una armadura del Medievo. La humana, por su parte estaba enfundada en un guante hasta la articulación del antebrazo, lo que imitaba látex no disimulaba en nada la tonificación de los músculos en su máximo esplendor.
«Sé que soy más de arte abstracto, pero esto es sublime», pensó el robot sonriendo y de la placa al pie de la escultura leyó―: «"Qué el amor unifique a ambos mundos - El Leñador de Hojalata (3), 100,000,001 AD"».
―Un segundo, ese apodo me suena ―habló el robot para si mismo.
Escuchó de nuevo risas, pero ya no eran de pequeñines. Más bien la de adultos en una plática amena. Adultos cuyo timbre de voz le sonó familiar. Su curiosidad le obligó a buscar hasta encontrar el origen de aquel sonido armónico y juguetón.
―Fue tu mejor trabajo. ¡Al diablo con lo que piensen esos obtusos de mente cerrada! Así que no te desanimes, mi fuerte y gallardo leñador de hojalata ―dijo la mujer tocando el punto dónde debería estar la nariz de su acompañante.
―Gracias, Portia, tus palabras me reconfortan ―contestó el robot que curiosamente portaba un uniforme como el de los humanos.
«¡Lo sabía, son ellos! ¡Hay pero que emoción! Debo pedirle su autógrafo al artista», pensó el robot emocionado.
Los oficiales descansaban sobre una banca de mármol de apariencia minimalista protegida bajo la sombra de un arce dónde se filtraban tenuemente los rayos del sol. Formaban una dupla excepcional, había interactuado con ellos en la central e incluso había recibido una invitación para asistir junto con Brito a su bien merecida condecoración por la captura de los clones de personajes históricos que habían sido enviados en sustitución temporal de quienes no querían arrepentirse de su comportamiento fuera de lo establecido como lo históricamente correcto, copias que resultaron ser el más grave error en la historia del Escuadrón del Tiempo.
Ella posó las yemas de sus dedos en las mejillas cromadas de su compañero con dulzura. Quizás fue por qué deseaba reconfortarle o tal vez un golpe de adrenalina que se despertó ante el peligro de ser descubiertos en un lugar público a menos de un kilómetro de la máxima autoridad en materia temporal. Por la razón que haya sido, se miraron con intensidad fogosa antes que ella fuese la primera en ceder ante la atracción mutua. Sus labios se posaron en los de él como si hubieran permanecido una infinidad de vidas separados. Las manos del androide bailaron sobre el contorno de la cintura y caderas de la fémina con necesidad imperiosa. En ningún momento existió vergüenza o el más mínimo esfuerzo por disimular lo mucho que se deseaban el uno al otro.
―¡Alto ahí, las manos dónde pueda verlas! ―exclamó un oficial con el logotipo de la Central de Anomalías Temporales.
Junto a él un oficial que vestía el mismo uniforme, con una expresión de desagrado, espetó:
―Cuando nos dijeron que encontraríamos a uno de los nuestros cometiendo faltas a la moral con una caja de circuitos, no podía creerlo. ¡Por dios! De entre todos los elementos, jamás creí que fuera usted, agente Charney (4).
―Por favor, no reporten a Portia, yo fui el culpable ―suplicó el robot parándose frente a la mujer que amaba.
El hombre lo miró sin ocultar el repudio que le despertaba.
―Tiene suerte de que su historial sea impecable, agente. En cuanto a su …. ―dijo el oficial y entrecomillando con los dedos―: «amigo», tendrá suerte si no deciden desmantelarlo y venderlo como refacciones. Aunque siendo sinceros un NDR-114 sólo podría ser útil en la planta de reciclaje.
―¡Su nombre es Andrew Martin (5)! Y no sé atreva a tocarlo! ―expresó la mujer enérgica.
―¡L-3000, aquí estás! Oye le compré un especial con triple tocino a Otto, así que antes de que te pongas de reclamón, déjame decirte que el chico tiene derecho a probar las delicias que ofrece la comida callejera futurista ―argumentó Belardo llegando al lugar con la boca machada de mostaza, no obstante, al no recibir ni siquiera una pizca de negatividad robótica, inquirió―: ¿Qué ocurre, amigo?
La falange metálica de Larry señaló la confrontación. Brito se mantuvo en silencio unos segundos, procesando la escena.
―Entonces era cierto. ¡Oh, demonios! Parece que le debo veinte al tipo de mantenimiento ―comentó Belardo para sorpresa de su compañero.
―¿Entonces tu sabías sobre su relación? ―preguntó el robot sujetándose el brazo izquierdo con tristeza.
―Mira, Larry, no empieces con los regaños, no te conté porque creí que sólo eran rumores entre los líderes de escuadrón y bueno, también el sujeto de mantenimiento ―explicó Belardo como si no fuera la gran cosa―. Además nunca pensé que esa mujer fuera una amante de robots, ni se le nota.
Lawrence se sintió irritado ante aquello, ahí estaba de nuevo ese bruto mostrando su falta de sensibilidad y tolerancia. Esa actitud le arremetía como un punzón al rojo vivo en su centro emocional como el humano no tenía idea. Quería gritarle que se callara, pero entonces el sonido de una alarma interrumpió su actuar. Miró el mensaje en su brazo, por suerte no era ninguna misión urgente, más bien el recordatorio que programó como aviso del horario de cierre de recepción de documentos.
―Bien, los salvó la campana ―dijo Belardo para su sorpresa―. Descuida, amigo, la gente de la Central se encargará del asunto y el par de raros recibirá su castigo.
Larry recibió un golpe fuerte y amistoso en la espalda antes que el humano retomara el camino hacia al corazón de la policía temporal. El robot lo vió detenerse un instante en la exposición, justo frente a la pieza impregnada con frases hirientes. El hombre lanzó una especie de bufido que hizo que el corazón de L se encogiera de aflicción. El robot miró a la pareja por última vez antes de seguir al de mayor rango. Abatido por lo que había presenciado, pero sobre todo por las palabras y actitud de Brito Belardo, expresó:
―Eso me temo.
El trino de las avecillas diurnas se adentró en la tienda del jefe del Clan del Mamut, pero no fue hasta que los rayos del sol arremetieron contra su cara que despertó. Estaba famélico, no había comido algo decente al tumbarse sobre su lecho, la fémina probablemente estaría en la misma situación que él, así que debía ponerle remedio a eso. Levantó el brazo con la intención de envolverlo alrededor del delgado cuerpo de la chica como una manera de darle los buenos días, pero para su desconcierto sólo abrazó el aire. Se incorporó con violencia. Observó con desesperación cada rincón de su hogar, revolviendo todo en el proceso. ¿Dónde estaba ella?
Salió con premura de la vivienda, su rostro encolerizado asustó a los que comenzaban a deambular en el valle para realizar sus actividades cotidianas. Apretó los puños en cuanto vió a los vigías nocturnos encaminándose a tomar un descanso. Pagarían muy caro por su descuido.
―¡Ustedes dos! ―dijo el hombretón, mientras sus nudillos resonaban con furia.
El par se mantuvo estático, a penas y un chillido salió de sus cuerdas vocales. El pequeño cuerpo de Mom se interpuso en su camino y el hombre no tuvo más remedio que frenar con fuerza.
―Qué linda sorpresa, no te esperaba tan temprano ―expresó ella con tranquilidad―. Pasa a mi tienda.
―Justo ahora estoy ocupado, Mom ―dijo el hombre sin apartar la vista de los vigías.
―En la tienda tengo algo que te calmará al instante ―insistió la anciana sonriendo.
―¿Calmarme? Yo lo que necesito es golpear a ese par de… ―expresó el líder señalando a los guardias nocturnos, quienes temblaron ante la amenaza de una golpiza―. Nada de lo que tenga en su tienda me va a relajar.
―Vamos, querido, ¿le negarás un gusto a una anciana? Hoy estoy, mañana quien sabe ―comentó ella con solemnidad.
El hombre aspiró y espiró lenta y prolongadamente. Mom siempre sabía cómo convencerle. Por más que pareciera un chantaje aquello era verdad. Nadie tenía la vida asegurada en los clanes y mucho menos cuando la senectud se hacía evidente.
―Bien, pero sólo un momento ―respondió Og.
Le siguió los pasos hasta la entrada. La anciana se detuvo y levantó una especie de puerta hecha con pedazos de cuero que ella misma había costurado. Y ahí estaba Larry durmiendo sobre una piel de bisonte con los brazos cruzados sobre su pecho.
―¿Qué hace ella aquí? ―preguntó el hombre sorprendido.
―Durmiendo, ¿no la ves? ―contestó Mom.
―Me refería a cómo es que acabó durmiendo aquí ―aclaró él.
―Bueno, Og, tu puedes responder mejor eso que yo. ¿Por qué está durmiendo aquí? ―inquirió ella.
―No va a hacer eso ―dijo el líder del clan con molestia.
―No tengo idea de lo que hablas ―comentó la mujer como si en verdad no tuviera una comprensión de lo que Og decía.
―Sólo dígame ¿se lastimó cuando intentó escapar? ―preguntó él.
―No tiene ni un sólo rasguño, querido ―expresó ella para tranquilidad del líder―. Og, sé que la paciencia, fuera de los asuntos de caza, es un tema complicado para ti, pero ¿al menos te presentaste con ella?
―Yo, eh… ―balbuceó el cromañón rascándose la cabeza.
―¿Siquiera sabes su nombre? ―cuestionó la anciana.
―¿Su nombre? ―dijo él.
―Sí, querido, ¿cómo se llama? ―insistió la mujer.
Era claro que el hombretón no sabía la respuesta. Se encogió de hombros mirando al robot durmiente. Le quedaba claro que su impulsividad le había asustado mucho más que el oso cavernario que los atacó la noche anterior.
―Un mal comienzo, es verdad, pero ya que no te atreviste a consumar su unión por la fuerza aún tienes oportunidad de remediarlo ―expresó la mujer con indulgencia―. Pero primero deberíamos hacer algo con el desastre que dejaste en tu tienda.
―¿Cómo lo sabe? Mejor, olvídelo ―dijo él sin comprender como es que la anciana parecía estar un paso delante de todo.
Larry abrió sus ópticos con suavidad, no entendía porque entre sus malos recuerdos el de la escultura en el parque, fue el que precisamente suplantó su sesión de sueño reparador. Se estiró imitando a un humano que deseaba deshacerse de su impulso de volver a las sábanas, percatándose mientras lo hacía de la presencia de la dulce anciana que le había refugiado en su morada.
―¡Buenos días, cabecita de algodón! ―dijo el robot cuando ella le tocó el antebrazo para saludarle―. Como que la cama está algo más grande de lo que recordaba y en general toda tu casita, ¿redecoraste? Yo hubiera usado algo de violeta, pero cada quien.
Ella le sonrió y miró sobre el hombro del robot, quien volteó por curiosidad. Se paralizó cuando vio al hombretón que lo había separado de su familia observándole en silencio. Tembloroso, Larry se sujetó del brazo de la mujer en busca de su auxilio.
―Og ―nombró ella señalando al musculoso.
Pero el robot no emitió palabra. La anciana se separó de él con gentileza e invitó a Larry a presentarse con la misma serie de ademanes que había utilizado con él la noche anterior.
―L-3000 ―habló al fin, mirando al humano con recelo.
El cromañón jamás pensó escuchar un nombre tan extraño y mucho menos que el mismo constara de más de dos sílabas. En su experiencia los nombres largos no eran prácticos cuando querías advertirle a alguien de un peligro inminente. De tener denominaciones similares varios de sus compañeros ya habrían sido devorados por fieras sedientas de sangre durante sus expediciones de caza. El hombre intentó replicar el nombre, pero apenas y pudo repetir la primer parte sin que se le atorara la lengua. Incluso Mom entró al rescate repitiendo el nombre un par de veces, mientras articulaba lenta y pausado. Ante la frustración del cromañón y los intentos infructuosos de la mujer por enseñarle a pronunciar surgió algo de condescendencia en Larry.
―L ―dijo el robot llevándose las manos al pecho.
―L ―repitió el humano esbozando una sonrisa como la de un niño que se deleita con aprender algo nuevo.
El robot sonrió nervioso, al menos ese gesto no parecía ocultar una mala intención y con Mom ahí, estaba casi seguro de que no intentaría algo con él. Sin embargo, su tranquilidad comenzó a esfumarse cuando vio a la anciana caminar hacia la puerta con la clara intención de dejarlos a solas.
―Señito, ¿a dónde va? ¡No me deje solo con este bruto! ―dijo el robot nervioso dispuesto a seguirle.
Og puso un brazo frente a él para bloquearle. La anciana le dirigió unas cuantas palabras al líder y regresó sobre sus pasos para tocar el rostro de Larry con dulzura y despedirse. Ahora para su incomodidad el cromañón era su única compañía.
Lawrence se quedó estático por un rato inmerso en el silencio incómodo entre ambos. De nuevo con ese tipo en un espacio reducido. Esperó entonces que el troglodita se le acercara de forma brusca, pero para su sorpresa, su secuestrador dirigió sus pasos hacia el montículo de pieles donde le había lanzado la noche anterior. Rebuscó por un minuto completo antes de tomar una prenda que le pareció agradarle lo suficiente como para obsequiársela.
―L ―habló el humano poniendo la piel frente al robot.
―¿Eso es para mí? No te hubieras molestado ―dijo Larry con algo de entusiasmo, sin embargo, al notar la polvorienta capa que salió al moverla, con sarcasmo, agregó―: En serio, no te hubieras molestado.
El cavernícola movió el objeto frente a él con vehemencia.
―¡Está bien, está bien! ¡Me lo pondré! Eres igual de impaciente que El Quequi ―aseguró el robot recibiendo la prenda a regañadientes.
La tomó con la punta de los dedos para analizarla. Era una especie de vestido prehistórico con un par de tiras en la parte superior, que suponía debían sujetarse en el cuello. Sacudió la prenda un par de veces más antes de atreverse acercarla a su cuerpo, quería saber que tan largo le quedaría, diez centímetros por arriba de la rodilla fue su respuesta. El hombre entonces le presentó un par de botines que únicamente diferían en la talla de los que él traía puestos.
―Bueno, me pondré también estos. ¡Voltéate, ¿quieres?! ¡No seas fisgón! ―expresó Larry mirando al cavernario justo antes de girar unos noventa grados a su izquierda, ya no se arriesgaría a darle la espalda por completo.
L-3000 sabía que la petición era bastante ridícula considerando que como robot todo el tiempo estaba desnudo, pero aún así se sentía incómodo después de su acercamiento nocturno con el cromañón.
Sin prestar atención a la obvia incomodidad de Larry, Og observó fascinado cada movimiento suave y grácil de su delgado acompañante. Su belleza única lo tenía anonadado y aunque lamentaba que ya no podría contemplarle en su estado natural estaba encantado por la manera en que el vestido se acentuaba a la perfección en las estilizadas curvas de L.
―Toma una foto, duran más ―masculló Larry cruzándose de brazos con enojo.
Pudo ver cómo el sujeto se movía hacia un contenedor cercano a la salida y sacó de ahí dos corazas de almeja de diferente tamaño, sin embargo, a ambas les puso la misma cantidad de bayas y carne seca cuidando que nada acabase en el suelo. Og tomó el más grande y expuso el más pequeño frente a él con firmeza.
―L ―volvió a mencionar su nombre para enfatizar que esa comida le pertenecía.
―Yo no me alimento como lo hacen ustedes los humanos. Además ni siquiera tengo sentido del gusto, así que gracias, pero no gracias ―explicó el robot en un intento de rechazar la comida.
El hombre insistió con sus acostumbrados gruñidos. El más delgado se encogió de hombros no había mucho que razonar con ese tipo, le había quedado en claro.
―Aunque es lindo que alguien más me prepare el desayuno para variar ―respondió el robot después de lanzar un suspiro.
El cromañón se sentó en el piso de tierra señalando el espacio frente a él. Sin más remedio que hacer lo que le decían Larry se sentó donde le indicaron, esperando el momento más oportuno para guardar su porción en el compartimiento en su pecho.
Lawrence 3000 miró al hombre alimentarse sin ningún rastro de modales, bueno tampoco es que esperara mucho de él considerando la época y en general como se comportaba.
―Sí que estabas hambriento, grandulón ―comentó el robot cuando el hombre devoró todo por completo.
Larry lo vió servirse una segunda porción con entusiasmo. Se detuvo antes de dar el primer bocado al notar que el plato de su acompañante también estaba vacío. Le ofreció de lo propio al robot, quien aceptó un par de piezas de fruta por compromiso.
―Gracias es muy amable de tu parte. Belardo me cercenaría la mano si tomara algo de su plato, aunque fuera yo el que cocinó en primer lugar para él ―comentó L desconcertado por la actitud considerada del cromañón y tras una pequeña pausa, añadió―: No me estabas esperando para comer, ¿o sí, Og?
Una sonrisa apareció en los labios del humano al escuchar su nombre, pero el robot no recibió una respuesta más allá de eso. ¿Este tipo era el mismo de anoche? El exdiplomático se golpeó mentalmente. Por supuesto que lo era, esta amabilidad debía ser una especie de truco para tomarlo por sorpresa y sólo lo alimentaba para que no desfalleciera mientras hacían «aquello», pues a sus ojos la similitud de Larry con un humano, lo hacía uno y por lo tanto le trataría como tal.
Otto abrió los ojos de golpe al escuchar un alarido impregnado con un dolor intenso. En su vida había oído algo similar.
―Tranquilo, chico ―dijo Brito colocando la palma sobre su boca.
El niño hizo algunos sonidos inteligibles, pero dentro de todo Belardo pudo distinguir una petición para inhalar aunque sea una pizca de aire.
―Lo siento, hijo ―se disculpó el oficial alejándose con rapidez.
―¿Eso fue el oso? ―preguntó el pelirrojo recuperando el aliento.
―Ellos están aquí ―expresó el hombre en voz baja señalando el agujero.
Tres cromañones que no superaban en altura a Belardo se encontraban atacando al bestial oso con afiladas lanzas de obsidiana. El animal sin algún tipo de escapatoria sólo podía lanzar zarpazos que únicamente retrasarían su deceso. Tuvieron una plática breve que terminaría por separar a su pequeño grupo en dos fracciones. Los más delgados arrinconarían al oso con sus armas, mientras el miembro restante, y más robusto, se escabulliría con una enorme piedra que le lanzaría a la cabeza en el momento más idóneo.
Lino miró con horror aquello. No estaba preparado para tal brutalidad. Aunque el animal estuvo a punto de hacerles daño, no se sentía con el derecho de disfrutar las circunstancias en las que acabarían sus días.
―Sólo dime cuando terminen ―dijo el pelirrojo desviando la mirada en varias direcciones con la esperanza de distraerse.
Los ojos del chico se toparon con el lugar que algún cérvido había usado de baño. La gracia que le hizo recordar a Belardo quejándose por el desastre en sus zapatos al menos le apartó un poco de la situación en general. De forma súbita vió movimiento entre los arbustos cercanos al lugar. Y luego algo que distinguió cómo cabello rubio asomándose de vez en cuando.
―Brito, hay alguien ahí ―susurró el niño.
―¿Dónde? ―preguntó el adulto siguiendo el índice del pelirrojo―. Yo no veo nada. Tal vez sólo sea el maldito ciervo que ocupa usar la letrina de nuevo.
―Puede que tengas razón, pero… ―expresó Otto con inquietud―. ¿Estás seguro que sólo eran tres hombres?
―No había nadie más ―aseguró Belardo y tras pensarlo un poco prosiguió―: Excepto por…
―¿Excepto por? ―preguntó el chico.
―Excepto por un pelos de elote (6) que tenía ganas de cantar Guadalajara (7), incluso lo hizo a todo pulmón hace como diez minutos, se agotó tanto que se quedó ahí cuando terminó. No se ha movido desde entonces. Tal vez se… ―Brito miró al niño antes de continuar, de pronto había recordado a un tipo de la Edad Media infectado con la Peste negra que se había quedado tieso después de regurgitar la miseria que le quedaba en el estómago―. …durmió, se durmió, eso fue.
Otto, tan listo como lo era para su edad se dio cuenta de lo que querían ocultarle. Había detalles sobre el fallecimiento de grandes personajes históricos en sus libros, pero entendió porque Brito quería encubrir el tema. No había visto a nadie morir en las misiones y de echo se alegraba por ello. Sabía que lo que estaba escrito no podía cambiarse y a veces ayudar a qué la cuerda de la línea temporal no siguiera desgarrándose implicaba que incluso a quienes lograron convencer de actuar de manera históricamente correcta debían perecer. Divisó lo que parecía un bulto acomodado tras un árbol y el mismo tipo de vestimenta de los cavernícolas, asomándose por un costado. Deseó que Brito tuviera razón y el tipo realmente estuviera durmiendo debido al agotamiento.
De un momento a otro ambos se percataron de que ya no había alaridos penosos. Aquello fue reemplazado por gritos de triunfo. Estaba hecho. El animal yacía en el suelo, mientras el plasma fluía por su testa.
―Es terrible ―comentó Lino cubriéndose el rostro.
―Recuérdame no llevarte de cacería ―dijo el oficial y mirando la fiesta de abajo añadió―: Bien, estoy seguro que puedo con los tres. Espérame aquí.
―¡¿Qué?! ¡No! ¡Ese no era el plan! ―expresó el niño alarmado.
―¡Es hora de acción! ―exclamó el hombre bajando de un salto del árbol.
Notas
(1) Significa dejar algo al azar, sin realmente un plan de acción, en este caso como es poco probable que les acepten la solicitud de vacaciones L sólo espera lo mejor.
(2) La interpretación es que existe algo malo entre las cosas buenas. Larry fue malo con Belardo por todas esas veces que fue bueno y su compañero humano se comportó grosero con él.
(3) Aquí hago una referencia al Mago de Oz.
(4) En este caso puede considerarse un spoiler de una película, así que lean esto bajo su propio riesgo. Decidí ponerle ese nombre como un pequeño homenaje a la película del Hombre Bicentenario, ya que Portia Charney, es quien finalmente asume que está enamorada de un androide con alma humana, olvidando sus propios prejuicios, al ver todo lo que éste está dispuesto a sacrificar por estar a su lado. En lo personal, yo quería que se quedará con Amanda Martin, pero bueno entiendo porque no iba a ser posible.
(5) Aquí propiamente hago referencia al protagonista de la película Andrew Martin, mejor conocido como El Hombre Bicentenario.
(6) De cabello rubio.
(7) Acto de vomitar o regurgitación. Básicamente porque se parece a las palabras guácara o guacareo.
¡Gracias por haber leído hasta aquí y claro por sus comentarios!
Ren, te contesto por aquí porque no puedo hacer réplica en tu comentario. Estoy haciendo todo lo posible por continuar, porque en serio adoro esta serie y no quiero dejar inconclusa la historia, en mi cabeza ya tengo un final, aunque como mencioné al principio, la vida real me complica escribir, pero aquí sigo intentándolo. Gracias por tu apoyo a pesar de mi tiempo inactiva en esta historia.
