Disclaimer: No pretendo, ni mucho menos, herir a nadie con nada que escriba en este fanfiction. ¡Cuántas veces lo tendré que decirrrrr! Mira, que venga Rowling si quiere (así la conozco jajaja), que me pague quien le dé la gana (toma, mejor para mí) o que me denuncien por hacer una historia basada en el mundo de otra completamente legal pero por favor... dejadme escribir ¿no? un poquito de corazón. xD

Cueste lo que Cueste

Capítulo 4: Un susurro entre las sombras.

Lily no podía irse sin su varita... pero la situación era peor. Corrió hacia abajo y abrazó a sus amigas. Lauren dio un paso adelante y también la abrazó. Lily sonrió tímidamente y salió corriendo hacia el despacho de Dumbledore.

Él la estaba esperando allí, con el rostro serio y observándola a través de sus gafas de media luna. No habló demasiado y sus gestos eran tranquilizadores, pero Lily ya no era una niña... ella podía notar en sus ojos el miedo, ella podía oler la preocupación...

Delante del profesor Dumbledore había un antiguo y algo gastado juego de té de porcelana. La pelirroja supuso que era un traslador. Dumbledore la guió a su lado y le dijo que no se separara de él. Estaba sucediendo algo que ni el mismo director sabía bien, pero al menos él sabía por donde iban los tiros. Lily respiró hondo y ambos tocaron el juego de té trasladándolos hacia otro lugar.

Lily sintió que sus pies se separaban del suelo y pronto el ambiente cálido de su despacho se esfumó para llegar una suave brisa y un olor un tanto desagradable entre el remolino del que aún se hallaba saliendo. La gryffindor miró a su alrededor. Se hallaba en un callejón de Londres y pronto vio de dónde venía ese olor cuando se vio cerca de varios cubos de basura. Un pequeño gato pardo los contemplaba desde la oscuridad, Lily lo miró con sus ojos verde esmeralda y algo le llamó la atención en los amarillentos ojos de aquel gato que se hallaban rasgados y muy parecidos a los de una serpiente.

-Vamos, tienes que reunirte con tu abuela cuanto antes... esto no está para muchos paseos.-La voz de Dumbledore la sacó de su ensimismamiento y miró bruscamente los azules ojos del director. Cuando se volvió para mirar al gato éste ya no estaba.

Caminaron entre las abarrotadas calles de Londres durante un largo rato. Entre el tumulto de gente entrando y saliendo de las tiendas, hablando y abriéndose paso entre ellos, Lily comenzó a reconocer algunos lugares. Dumbledore iba a paso ligero y sin detenerse, a veces giraba levemente la cabeza para vigilar que Lily seguía a su lado. Ésta suspiró y siguió al director con su baúl detrás. Ahora que volvía a la realidad recordó que se hallaba sin su varita, y por lo tanto desarmada. Se sentía inútil sin ella y desprotegida ante la posibilidad de que le sucediera algo a ella o su familia. Abrió la boca para preguntarle a Dumbledore qué haría, pero la cerró de nuevo y esperó a que estuvieran en un lugar mejor.

Se detuvieron frente a un edificio gris un tanto viejo y agrietado, pero con aspecto elegante y un toque gótico. Lily recordaba bien la casa de su abuela... y no era un lugar de agrado para ella. Subieron las estrechas escaleras que había en su interior hasta llegar al segundo piso, enfrente de una puerta color ámbar.

El anciano director llamó tres veces a la puerta y se oyó un murmullo dentro. La puerta se abrió y una anciana de cabellos plateados se halló en el umbral de la puerta. Sus ojos claros y arrugados y sus labios fruncidos denotaban que no era una visita de gran agrado para ella. Tenía las facciones fruncidas en una expresión extraña, era una persona de corta estatura y sus manos eran blancas y tan pálidas como su rostro encarnado en arrugas pero tenía gruesos y brillantes anillos imitando a los que podrían valer una fortuna. La anciana gruñó y los dejó entrar a su casa.

Era un salón amplio y con un techo algo alto para ser un piso. De éste colgaban unas lámparas compuestas por velas eléctricas decoradas con lazos de oro y plata y en el centro de la habitación había dos sillones y un sofá en torno a una televisión en blanco y negro, con ya sus años.

-Buenas noches, señora Evans. Lamento tener que venir a horas tardías... pero su nieta debería permanecer cerca de su familia en momentos tan críticos.-Dumbledore hizo una leve inclinación de cabeza. La mujer no pudo por más que gruñir.

-Hola, abuela Greta.-Lily la saludó con pocos ánimos pero con respeto. Su abuela no se dignó a contestar, no es que se hubieran llevado muy bien ni que los modales de aquella anciana superasen espectativas. A la abuela Greta no le entusiasmaba demasiado cuidar de sus nietas y tampoco es que derrochara simpatía. Fue cojeando hasta un sillón y se quedó contemplando al anciano Dumbledore.

-Señorita Evans.-Dumbledore miró a Lily.-deje sus cosas aqui y vayamos al hospital. Debería visitar a sus padres e informarse de lo sucedido.

Lily asintió y dirigió su baúl por el pasillo hacia el cuarto de invitados. Cinco minutos después ya se hallaba en el extenso salón completamente lista para salir de nuevo con aquel mago que tanto admiraba. Dumbledore asintió y se despidió de Greta con una inclinación de cabeza mientras Lily se armaba de valor y cruzaba el umbral de la puerta, no sabía si notando el aire del exterior o la brisa del pánico...

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-¿Esto es seguro?.-James observó lo que su amigo Sirius le tendía desde un rincón en penumbra de la sala común.

-¡Por supuesto que sí! Y créeme, será todo un espectáculo.-Sirius sonreía socarronamente.

En el rostro de James se dibujó una leve sonrisa. No de satisfacción, superioridad, complicidad ni tampoco una sonrisa burlona... era reconfortante, le había venido a la cabeza los tiernos recuerdos de los momentazos vividos con sus fieles colegas. Pronto se animó y levantó bien la cabeza como diciendo ''Temblad, chicas. James Potter vuelve''.

-¡Así me gusta!.-Sirius debió notar lo que sentía su amigo y Lupin le miraba a los ojos. El licántropo sonrió y se acercaron más.-Éstas son para volverte invisible, éstas otras para... la misión.-Sirius se mordió la lengua en excitación.-estas guárdalas para una emergencia, al igual que las de invisibilidad, dado que no duran mucho tiempo pero el suficiente para que, entre la confusión, puedas salvar el pellejo.

James contemplaba con el brillo de la codicia en sus ojos la mercancía de Sirius. Guardaba una extensa gama de hierbas y demás plantas con resultados interesantes al parecer, extraídos de los invernaderos de herbología.

-Sirius, tío... estás hecho un camello.-James sonrió y Sirius guiñó un ojo.

-¡Cuidado!.-Susurró Remus. Las chicas, Sinead, Lauren y Amy se dirigían al dormitorio de las chicas.

-Hora de la función...-James se frotó las manos.

La sala común se hallaba ahora vacía. Los tres merodeadores engulleron el mismo tipo de planta y se observaron unos a otros. Al principio, decepcionados miraban a Sirius para ver si encontraban algún signo de explicación en sus ojos. Pero de pronto comenzaron a sentir cómo se iba transformando, levemente, de cintura para abajo su cuerpo, convirtiéndose en centauros. James se quitó la camiseta al igual que Sirius y miraron a Remus que también se la quitó.

-Es más estético.-James alzó la mano burlonamente.

-Hm... interesante. Sirius contemplaba sus nuevas cuatro patas.

-Te has quedado sin caridad de padre, Canuto.-James se reía mientras su peludo amigo se ponía pálido.

En ese momento oyeron un ruido en las escaleras de uno de los dormitorios. Se quedaron inmóviles y sudando la gota gorda al notar que alguien bajaba las escaleras. Bueno, ¿y ahora qué? Tres locos lunáticos centauros plantados en la lujosa sala común de los estudiantes. Y por si fuera poco, con las caras de James, Sirius y Lupin, como quien dice de un cartón de leche. Pronto se metieron en el primer sitio que vieron y cerraron la puerta con cautela, mirándose entre ellos los ojos en la oscuridad.

Entonces dejaron de oirse pasos y suspiraron los tres centauros estudiantes. James encendió su varita y observó a su alrededor...

¡Estaban en el dormitorio de las chicas! Sirius ahogó un grito y Lupin le tapó la boca con la mano. James se rascó la barbilla pensando en por qué no se había activado ningún sistema de seguridad contra los chicos. Entonces se oyó un ruido de cascos y miró a su amigo Sirius. ¡Claro, convertidos en centauros pasaban desapercibidos!

James se acercó con cuidado a las camas con dosel donde deberían dormir las chicas. Se asomó a una de las camas... ¡y encontró a Amy durmiendo silenciosamente!

-Ésta debe de ser la habitación de Evans...-Susurró James.

Sirius tenía ideas diferentes en la cabeza y no dudó en intentar acostarse junto a Sinead cuando Lupin le dio un manotazo. James buscó con cautela la cama de Lily... Aqui estaba Sinead, allí Lauren y Amy a su lado. Solo quedaba...

La cama estaba vacía. James suspiró y acarició las sábanas de la pelirroja y notó que la echaba de menos. El año donde comenzaba a conocerla y a la vez a ser odiado por ella justamente cuando se interesaba por conseguirla... Pero él se quería quitar eso de la cabeza. Lily era informal, vestía sin gusto estético, iba mal peinada a clase... no encajaba. Y no sólo eso, Evans era demasiado Evans, ella era antipática, susceptible y un toque de egoísta. Además no le quería, le evitaba, le producía asco... ¿Era tal vez por eso por lo que tanto le atraía?

-¡Cornamenta!.-Sirius llamó a su amigo en un susurro. El chico se acercó procurando hacer el mínimo ruido.-El efecto de la Centaurea no durará mucho más. Ya no nos da tiempo a ir a por Mcguirre.

-Vamos a buscar el mapa entonces. Quizás lo tengan ellas.-James llamó a Lupin y pronto comenzaron a rebuscar en la habitación de las chicas.

Más de una vez, Sirius bromeó con la ropa interior de alguna de las chicas o James se le insinuó con un picardías que guardaba Sinead. Lupin les había llamado la atención demasiadas veces como para no acabar cansado de repetir que no estaban solos.

James notó algo debajo de la cama y chisteó a Sirius.

-¡Eh! Aquí debajo hay algo.

-¿Qué es?.-Lupin se volvió para mirarlo.

-Hmmm...-James alargaba cuanto podía el brazo.-Es algo... alargado, más o menos fino... Eh... parece un palo pero con forma.

-¿Un palo alargado y con forma?.-Sirius ya puso cara de salido ante esta pobre descripción.-¡Sácalo, James! ¡saca el cachondo que llevas dentro y veamos qué es!

Sirius cada vez más excitado y Lupin cada vez más tenso porque despertaran las chicas, vieron cómo James sacaba lentamente el extraño objeto. A tientas en la oscuridad lo observó delante de su cara, pero no podía ver ni sus manos.

-¡Qué tonto soy!.-James susurró ''lumos'' y encendió su varita cuando encontró... ¡La varita de Lily Evans!

James soltó un grito ahogado y se llevó la mano a la boca. Sirius, nervioso, observó una de las chicas pero estas seguían durmiendo. James observó detenidamente la delicada varita de Evans y se la pasó a Lupin con una mirada confusa. Éste no pudo por más que suspirar y devolvérsela.

-Lunático, tío... yo me pongo nervioso. Éstas pueden despertar en cualquier momento.-Rogaba Canuto.

-Ponte esto...-Lupin sacó unas máscaras y se las entregó a James y Sirius y se puso una él también.

En un destello de luz dorada de repente, (luz que asustó a los despiertos presentes) se volvieron a transformar en humanos de nuevo, y observándose en silencio, sin nada de ropa y por miedo a que aquél destello pudiera haber despertado a las chicas se les ocurrió el peor momento para comenzar a reir.

Lupin rogó silencio con todas sus fuerzas y a la vez con mucho cuidado. Movió su varita tres veces y comenzaron a caer lluvias de polvos negros que a penas si se disipaban en la oscuridad sobre cada uno de los merodeadores convirtiéndose al tocarlos en túnicas con capas oscuras.

Sirius consiguió domar sus impulsos de volver a reir cuando se le cayó el alma al suelo y del susto tropezó cayendo encima de una extraña colección de figuritas de cristal que una de las chicas tenía junto a su baúl, al parecer, aún sin desenvolver.

-¡Os parece divertido!.-Amy había estado observándolos en penumbra.

Lupin y James giraron la cabeza bruscamente cuando la chica habló. Tanto que hasta se hicieron daño en el cuello. La chica abrió la boca para avisar a sus amigas justo cuando los labios de uno de los estudiantes enmascarados se posaron sobre los suyos besándola con ternura. Amy relajó los sentidos y miró al merodeador a los ojos. Entonces intentó quitarle la máscara para revelar su identidad pero el chico retrocedió y los tres desaparecieron en silencio...

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La imagen que Lily Evans esperaba de la sala de espera del hospital muggle no era exactamente la que encontró. Dumbledore, con interés obsrvaba en todas direcciones y asentía de vez en cuando con la cabeza. Lily estaba demasiado nerviosa para reparar en detalles, simplemente sabía que se hallaba en un lugar que no le gustaba visitar... Y puede que fuera la última vez que lo visitara.

Una enfermera vestida completamente de blanco, con el pelo negro tirando a rojizo salió de la habitación que tenían enfrente. Justo cuando iba a hablar se quedó mirando al director. El anciano iba con una túnica de mago color púrpura y un gorro puntiagudo que sostenía en la mano. Éste inclinó la cabeza invitándola a proseguir y la jóven enfermera sacudió la cabeza.

-Puedes pasar.-Le dijo a Lily. La pelirroja miró detenidamente a los ojos del director y éste le dijo que entrara.

-Gracias.

Lily entró en la habitación con el corazón en la mano. La puerta se cerró detrás de ella y ésta observó a su alrededor. Una niña con el pelo castaño claro estaba sentada en una silla, con la cabeza agachada y el pelo por delante de su cara. El rostro de Petunia Evans no era nada acogedor, sus mejillas estaban encendidas y sus ojos eran dos yagas inyectadas en sangre y bañadas en lágrimas que aún no se acababan de secar.

Pero a Lily no fue eso lo que más la asustó ni impresionó... Al avanzar lentamente y asomar su cabeza a la cama frente a la que su hermana estaba sentada se le dibujó una expresión de horror. Allí... acostados en dos camas muy pegadas estaban los padres de Lily y Petunia. Cogidos de la mano y con los ojos cerrados se hallaban dos personas completamente diferentes a las que Lily recordaba. El rostro de su madre estaba deformado hasta tal punto que casi no se la reconocía. Y envuelto casi entero en vanos vendajes sobre heridas que no querían cicatrizar su padre tenía un rostro inexpresivo frente a sus hijas que los observaban. Estaban inconscientes, pero al mirarlos parecía que iban a abrir los ojos y a decirte algo...

-Petunia...-Lily gimió débilmente y su hermana se puso en pie y la miró con el rostro envuelto en lágrimas.

Entonces Lily la abrazó. No recordó haber sentido nunca tanto cariño por su hermana. Compartían el mismo dolor y ahora se veían solas en la nada, con las esperanzas en un puño y en el otro el miedo... escondido en lo más profundo de una mirada. Estuvieron en silencio, sin decir nada. Se miraron una a otra y Lily sintió que una lágrima recorría su mejilla. Lily Evans no podía llorar... no, ella era diferente. Ella era una chica fuerte, y ella nunca le temía a nada. Pero pensó que incluso ella misma tenía sus puntos débiles, sus sentimientos y su parte del corazón donde dolían más las llagas. Lily Evans estaba llorando... ya lo asumía y no podía hacer nada.

-Vamos, Lily...-Dumbledore había entrado en la habitación.

-No.

-Ven... no puedes quedarte aqui. Tienes que descansar al igual que tu hermana...

-No...-Lily no quería apartarse de sus padres. Ella no quería dejar de verlos por imagen desagradable que fuera. Ella quería estar a su lado, quería llorar en silencio, quería ver si podía hacer algo.

Dumbledore cogió a Lily del brazo suavemente y guió a las dos hermanas fuera de la habitación. El director le dijo a Petunia que esperara un momento y se llevó a Lily a solas. Ella, aún con lágrimas en sus verdes ojos lo miró despacio levantando la cabeza.

-He pedido a tu abuela que firme una solicitación para que pasen a tus padres a otro hospital. Los muggles no saben de la existencia de San Mungo y creo que allí estarán mejor puesto que no sabemos cómo ha sucedido y los médicos muggles cada vez están más desconcertados.

Lily asintió con la cabeza y Dumbledore se quedó mirándola un momento mientras le daba unas palmaditas en el hombro para tranquilizarla.

-Quiero que me haga un favor, señorita Evans...-El rostro del director se veía cansado... le faltaba alegría, lo que le daba vida a Albus Dumbledore...-quiero que tengas muchísimo cuidado con lo que haces, hacia donde vas y con quién vas... Se están descubriendo cosas terribles. Dígaselo también a sus amigos.

-¿Qué sucede, profesor...?.-Lily lo miró a los ojos en busca de un poco de brillo. Ella sabía que el director tenía muchísima más información que ella a cerca de lo que estaba sucediendo dentro y fuera del mundo mágico... pero éste se dedicó a darle otra palmada en el hombro.

Aquella noche Lily durmió a trancadas. Cada quince minutos se despertaba, empapada, en aquella espantosa y sombría habitación de la casa de su abuela. En sus sueños se reflejaban puertas cerradas, rostros de la gente que quería que se alejaban. La imagen de sus padres en el hospital, la cara de su hermana... Lily se sentía sola, y sentía que estaba perdiendo mucho más de lo que ella pensaba. Fueron días de reflexión para las dos hermanas, de pensar, de observar, de aprender con la mirada...

Hablaban poco con su abuela y sin a penas decir nada llevaron las tres semanas en esa casa donde se sentían encarceladas e inútiles por no poder hacer nada.

Petunia salía de vez en cuando con personas que Lily no conocía. Parecía más feliz, más animada cuando volvía a casa de su abuela. Por lo visto estar con sus amigos la reconfortaba, le hacía olvidar ciertas cosas. Cosa que Lily no pudo hacer, porque estaba sola y sus amigas sólo podían enviarle cartas. La pelirroja entró en la desesperación, en la apatía. Sus padres no mejoraban, ella estaba perdiendo el curso, se sentía sola perdiéndolo todo y a la vez sin nada. Sin siquiera un lugar donde estar sola, sin tener que aguantar a la abuela con sus patrañas a cerca de la magia... Lily estaba cansada, muy cansada. Y tenía demasiadas ganas de abandonar y a la vez de seguir luchando contra nada.

Querida Lily:

¿Cómo estás, guapísima? Nosotras bastante preocupadas por ti. No sabes cuánto deseamos que vuelvas y que tus padres se recuperen... ¿Sabes? Aqui se habla a cerca de algo que me sucedió hace unas semanas...

Verás, yo estaba durmiendo cuando de repente me despertó una luz amarilla. Bueno, no sé exactamente de qué color era. Pero sé que fue un tanto molesta y cuando por fin pude incorporarme vislumbré en la oscuridad ¡a tres chicos desnudos! No me preguntes quiénes eran porque llevaban unas extrañas máscaras... Pronto uno de ellos los cubrió con unas capas que cayeron de la nada y cuando se dieron cuenta de que me había despertado... ¡uno de ellos me plantó un beso! Increíble... ¿no crees? Lauren y Sinead todavía se desternillan de la risa y yo sigo sin saber quién fue el príncipe que selló mis labios jajaja. Sólo puedo recordar eso y un susurro suave a mi lado, pero tampoco es que se viera muy bien... y encima con máscaras como que no. Suena a cuento de pijas... Sinead ha vuelto a enfadarse con Sirius y Lauren está saliendo con Sanjay. Ella dice que no te preocupes por lo que dijiste, es agua pasada... No sabes cuanto te echo de menos, Lily. Espero que vuelvas pronto. ¡Saludos de las tres!

Con cariño, Amy.

Lily no pudo evitar sonreir al leer la cuarta carta que recibió de sus amigas. Las echaba de menos de verdad... Pero ya había dejado de preocuparse por su pérdida de clases, sus notas, su relación con personas no tan cercanas... Se limitaba a ver su mundo. Sus amigas, sus padres y su hermana... Y aun así, todavía le daban igual demasiadas cosas. Las cuales ya no molestaban en su mente porque había comenzado a no pensar en nada.

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-¡Ey! Aqui está nuestra enamoradiza de mortífagos.-Sinead se sentó junto a su amiga Amy mientras ésta hacía los deberes. Lauren llegó detrás con unos libros titulados ''cómo desmemorizar recuerdos inmemorables'' , ''adecentando a mis dragones (de Richard Griffeth) '' y ''cuándo hay que saber que la verdad es obvia''.

Era sábado por la noche y la sala común estaba casi vacía. Amy estaba acabando los deberes de historia de la magia cuando comenzaba a sacar libros de transformaciones. Ya estaba acostumbrada a bromas de sus amigas con el pequeño incidente de la otra noche. Pero en ese momento le preocupaba más su amiga Lily... aunque irremediablemente un resquicio de su mente se ocupaba en pensar quién podría haber sido la persona que la besó.

-¡Eh, Lauren! ¿Qué haces mañana?

-Pues... he quedado con Sanjay para dar una vuelta por los terrenos y eso. ¿Y tú?

-Ah... Lo decía porque mañana mi querida Amy y yo saldremos a descubrir quién es su príncipe azul.-Sinead subió la cabeza orgullosa.

-¿Quién ha dicho que yo vaya a hacer eso?.-Amy la miró en busca de una explicación y su amiga le guiñó un ojo sonriendo.

-¿Vas a venir?

-Me parece que intentaré pasarme por la sala común después de comer.-Lauren miró a Amy y ésta sonrió suspirando con resignación.

En ese momento entraron por el hueco del retrato los cuatro merodeadores. Sí, cuatro. Pettigrew por fin había vuelto de su ''desratonizamiento'' y volvía a gozar de un rostro libre de bigotes.

-Pues no hay mucha diferencia de ahora a como estabas antes, no entiendo de qué te quejabas, Colagusano.-James reía socarronamente mientras su rechoncho amigo resoplaba con fastidio.

Los cuatro amigos subieron al dormitorio y comenzaron a ponerse los pijamas. Peter se abrazó a su cama y se quedó tirado en ella como si se la fueran a quitar. Sus amigos sonrieron y, una vez más, salió el tema con el que tanto cachondeo habían andado estos días.

-Creo que llegó la hora de saber quién fue el que besó a Amy, ¿no?.-Sirius los miraba expectantes desde su cama.-Sé que no pudiste ser tú, James. Todavía te gusta Evans.-El atractivo moreno le guiñó un ojo.-Tú tampoco, Colagusano, porque obviamente estabas en la enfermería. Así que solo queda...

Todos miraron a Lupin. Pero éste, sabio y astuto no cambió su expresión. Sonrió levemente y miró a su amigo Sirius sin preocupación.

-¿Y cómo podemos saber que no fuiste tú, Canuto?

-¡Ahí t'ha dejado KO!.-James estaba encantado por haber sido descartado.

-¡Bah! Yo sé que no he sido yo. Además a mí me gusta Sinead.-Sirius se señalaba el pecho con el pulgar.

-Pero a ti te gustan todas, Padfoot. No podemos fiarnos de ti.-James sonreía picaronamente.

-¡Por Dios! ¿y cómo podemos saber que a lo mejor has sido tú, James? También es verdad que llevas mucho sin novia.-Sirius comenzaba a exasperarse y ponerse nervioso.

-Alguien tiene que confesar. Estamos entre amigos. Yo sólo sé que no fui yo.-James se cruzó de brazos y retrocedió.

-Precisamente, ALGUIEN tiene que confesar.-Sirius miró a Lupin.

-Sí, y pronto. Porque tengo sueño.-Lupin se sentó en su cama y Pettigrew le miró.

-No puedo por más que decirte que se te cae la baba cuando ves pasar a Amy.

-¡Hasta Colagusano lo dice, Remus!.-Sirius saltó hacia su amigo.

-Te digo que llevas viente minutos acusando a otros como si quisieras quitarte el muerto de encima. Si sabes que eres tú, ¿por qué esperas que alguien diga lo contrario? ¿no es mejor lavarse las manos y parecer menos sospechoso?.-Lupin lo miró a los ojos.

Pero Sirius no discutió más. Ninguno se fiaba de la palabra de otro y a la vez tenían sus propias conclusiones. ¿Qué les pasaba a los merodeadores, dignos de la verdad, la confianza y la complicidad entre ellos?

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Wenas a todos! Espero que os haya gustado este capítulo. Me gustaría que contárais vuestras versiones a cerca de lo del ''beso en la oscuridad'' y saber qué opináis y quién creeis que fue kien besó a Amy. Ya sabeis k m encanta k me escribais y me conteis vuestras conclusiones.

Un besazo y hasta el proximo capítulo!

ChoChang