Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
21
La Iglesia Bautista de Charlemont se encontraba en el West End, y el color blanco brillante de sus tablillas destacaban entre las manzanas y manzanas de viviendas de menores ingresos que rodeaban el lugar. Sin embargo, hablando de prístino. Desde su minucioso cuidado hasta su recientemente pavimentado estacionamiento, de las macetas con flores cerca de las puertas delanteras a las canchas de baloncesto de atrás, el lugar era tan refinado y cuidado como algo de una postal de 1950. Y a las ocho con cuarenta minutos del domingo por la mañana, se hallaba repleta de gente.
Al momento en que llegó Sasuke, los saludos vinieron tan rápido y fueron tantos que tuvo que reducir la velocidad a un paso de tortuga. Bajando ambas ventanillas, estrechó manos, gritó nombres, devolvió retos para partidos. Estacionándose en la parte trasera, dio la vuelta y ayudó a la señora Chiyo a salir, luego la llevó hasta la acera a un lado de la iglesia. Los niños estaban en todas partes, vestidos con volantes y pequeños trajes, los colores tan brillantes como cajas de lápices de colores, sus comportamientos mejores que el de muchos de los adultos que vinieron a las fiestas a Oriental. Todos, pero todos, se detuvieron y le hablaron a él y a la señora Chiyo, presentándose, conversando, y en el proceso, se dio cuenta de lo mucho que había extrañado esta comunidad.
Es curioso, no era un feligrés, pero cada vez que se encontraba en casa, nunca dejó de venir aquí con la señora Chiyo.
En el interior, había fácilmente un millar de personas, las filas de bancos llenos de fieles, todos hablando, abrazándose, riendo. Era demasiado pronto para que los seguidores consiguieran escaparse, pero vendrían, por lo general en junio. Delante, había una banda con guitarras eléctricas, una batería y bajos, y junto a ellos, se encontraban los madrugadores que serían responsables del coro de góspel. ¿Y detrás de todo eso? Los increíbles tubos de órgano, del tipo que podría volar las puertas, ventanas y el techo de par en par, se levantaban como si conectaran la congregación directamente al cielo.
Kiba debería estar aquí, pensó Sasuke. Ese hermano suyo había cantado en el coro durante años antes de que se fuera a la universidad. Pero esa era una tradición que se perdió, aparentemente, para siempre.
En la segunda fila de en frente había un espacio para ellos, una familia de siete apretujándose para hacer espacio.
—Muchas gracias —dijo Sasuke, mientras estrechaba la mano del padre— Oiga, ¿no es usted el hermano de Thomas Blake?
—Lo soy, sí —dijo el hombre— Soy Stan, el mayor. Y tú eres el muchacho de la señora Chiyo.
—Sí, señor.
—¿Dónde has estado? No te hemos visto por un tiempo.
Cuando la señora Chiyo levantó una ceja hacia él, Sasuke se aclaró la garganta.
—He estado en el norte.
—Mis condolencias —dijo Stan— Pero al menos ahora estás de vuelta.
—Allí están mis sobrinos —La señora Chiyo señaló al otro lado del pasillo— Sasori juega para Indiana Colts. Receptor abierto. Y Nagato al lado de él, es el centro de los Heat de Miami.
Sasuke levantó la mano mientras la señora Chiyo llamaba la atención de los hombres. —Recuerdo cuando jugaban en la universidad. Nagato fue uno de los mejores centro que ha tenido los Eagles, y estuve allí cuando Sasori nos ayudó a ganar el Sugar Bowl.
—Son buenos muchachos.
—Toda tu familia lo es.
El órgano se puso en marcha, y la banda comenzó a tocar, y desde el nártex, entró el coro de túnicas color rojo intenso; cincuenta hombres y mujeres caminando juntos, cantando el procesional. Detrás de ellos, el reverendo Yamanaka los siguió con su biblia en el pecho, el alto y distinguido hombre, encontrando los ojos de sus feligreses, saludándolos con sincera calidez. Cuando vio a Sasuke, se acercó y estrechó su mano.
—Encantado de tenerte de vuelta, hijo.
Cuando llegó el momento de que todos tomaran asiento nuevamente, Sasuke tuvo la más extraña sensación. Perturbado, se acercó y tomó la palma de la señora Chiyo. Todo lo que podía pensar era en esa rama del árbol que cayó la noche anterior. La imagen de Sakura desplomada en su coche. El temor electrizante que sintió mientras se arrastró por aquellas ramas en la tormenta, gritando su nombre. Cuando la banda comenzó a tocar su canción religiosa favorita, miró la cruz sobre el altar y sacudió la cabeza.
Por supuesto que sería esta, pensó él.
Era como si la propia iglesia también le diera la bienvenida a casa.
Levantándose con la señora Chiyo, comenzó a moverse con la multitud, de un lado a otro. Se encontró cantando: "Quiero que sepan que Dios me mantiene..."
XxxX
Una hora y media más tarde, el servició terminó y comenzó la hora Bubba, la congregación yendo a la planta baja por ponche, galletas, y para conversar.
—Vamos abajo —dijo Sasuke.
La señora Chiyo sacudió la cabeza.
—Debo regresar. Trabajo.
Frunció el ceño.
—Pero nosotros siempre...
Se detuvo a sí mismo. No había nada que necesitara atender en Oriental. Por lo que la única explicación era una que le dio ganas llamar al 911.
—No me mires así, chico —murmuró— No es una emergencia médica, y si lo fuera, no me estoy muriendo en mi iglesia. Dios no le haría eso a esta congregación.
—Vamos, toma mi brazo otra vez.
Se encontraban calmados mientras iban en contra de la multitud, y hombre, de verdad preferiría arrojarla por encima del hombro y sacarla de allí. Y luego a medio camino de la puerta, tuvo que detenerse a hablar con Nagato y Sasori, junto con otros diecisiete miembros de la familia de la señora Chiyo. Normalmente, le habría encantado la conversación... hoy no. No quería ser grosero, pero era muy consciente de lo mucho que la señora Chiyo se encontraba apoyada en su brazo.
Cuando por fin salieron de la iglesia, dijo:
—Espere aquí. Traeré el coche. Y no, no voy a discutir sobre ello, así que espere.
Casi esperó que diera batalla, y cuando no lo hizo, trotó en dirección a los confines muy lejanos del estacionamiento. Regresando con el Porsche, casi esperaba encontrarla desmayada... Nop. Hablaba con una preciosa y delgada mujer, quien tenía la cara parecida a Nefertiti, un traje modesto que era negro, y unas gafas sin marco en sus afilados ojos.
Oh... guau, pensó. Hablando de un recuerdo del pasado.
Sasuke salió.
—¿Ino?
—Sasuke, ¿cómo estás? —Ino Yamanaka era la hija mayor del reverendo— Es bueno verte.
Se abrazaron y él asintió.
—Igualmente. ¿Ya eres un médico?
—En el internado aquí en la Universidad de Chicago.
—¿En qué?
—Oncología.
—Está haciendo la obra del Señor —dijo la señora Chiyo.
—¿Cómo está Kiba? —preguntó Ino.
Sasuke se aclaró la garganta.
—Ni idea. No he hablado con él desde que salió al oeste. Lo conoces, siempre impredecible.
—Sí, lo era.
Momento. Incómodo.
—Bueno, llevaré a la señora Chiyo de vuelta a casa —dijo él— Es bueno verte.
—Igualmente.
Las dos mujeres hablaron en voz baja por un momento, y luego la señora Chiyo le permitió acompañarla por las escaleras y al auto.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó mientras conducía.
—Ensayo del coro de la próxima semana.
—Usted no está en el coro. —La miró cuando no dijo nada— ¿Señora Chiyo? ¿Necesita decirme algo?
—Sí.
Oh, Dios.
—¿Qué?.
Ella tomó su mano y no lo miró.
—Quiero que recuerdes lo que te dije antes.
—¿Qué es?
—Tengo a Dios —Apretó con fuerza— Y te tengo a ti. Soy rica más allá de los medios.
Sostuvo su mano todo el camino de regreso a Oriental, y él sabía... sabía... que ella lo preparaba para lo que vendría. Se dio cuenta, también, que era por eso que le insistió a Neji que la viera ayer, cuando su hermano había estado en casa. Si solo existiera una manera de ponerse en contacto con Kiba.
—No quiero que te vayas —dijo Sasuke bruscamente— Es demasiado.
La señora Chiyo se quedó en silencio hasta que llegaron a la base de la colina Oriental.
—Hablando de irse —dijo ella— escuché que Shion se mudó.
—Sí, estoy terminando todo eso.
—Bien. Quizás tú y Sakura por fin puedan ponerse en marcha. Es la indicada para ti.
—Lo sabe, señora Chiyo, estoy de acuerdo. Ahora solo tengo que convencerla.
—Ayudaré.
—Lo aceptaré —La miró— Dijo que le mandara saludos.
La señora Chiyo sonrió.
—¿Eso fue cuando la dejaste esta mañana?
Mientras Sasuke balbuceó y se puso rojo como ese Mercedes que le compró a ella, la señora Chiyo se rio de él de una manera amable.
—Eres un chico malo, Sasuke.
—Lo sé, señora. Ese es el por qué tiene quedarse aquí y mantenerme encaminado. Se lo sigo diciendo.
En lugar de detenerse delante, se dirigió a la parte trasera, ya que se encontraba más cerca de sus aposentos. Deteniéndose en la puerta de atrás, pisó el freno, apago el motor… y no salió. Mirándola, le susurró:
—Lo digo en serio. Necesito que me ayude aquí, en la Tierra, en esta casa, en mi vida.
Dios, era imposible ignorar el hecho de que hace tres días le había estado gruñéndole que no iría a ninguna parte, pero ahora, algo había cambiado. Algo era diferente.
Antes de que ella pudiera decir algo, la puerta de la cochera subió y el chofer salió con el Phantom, ese auto de quinientos mil dólares pasó por su lado mientras se dirigía a la parte delantera de la casa.
—Él es malo —dijo Sasuke— Mi padre...
La señora Chiyo levantó sus palmas.
—Amén.
—¿A dónde diablos va esta mañana?
—No a la iglesia.
—Quizá va tras Shion.
Al instante en que él pronunció las palabras, maldijo.
—¿De qué estás hablando?
Sasuke sacudió la cabeza y salió.
—Venga, vamos a llevarla dentro.
No fue eso lo que sucedió. Cuando se acercó y abrió la puerta, ella quedó sentada allí con el bolso en su regazo, y las manos enguantadas dobladas una sobre la otra.
—Dime.
—Señora Chiyo...
—¿Qué te hizo él?
—Esto no es acerca de mí.
—Si es sobre traer de vuelta a esa horrible esposa tuya, apuesta tu trasero a que tiene que ver contigo.
Sasuke luchó contra el impulso de golpear su cabeza contra el capó del Porsche.
—En realidad no importa...
—Sé que ella se deshizo de tu bebé.
Cuando esos ojos oscuros lo miraron, maldijo de nuevo.
—Señora Chiyo, no haga esto. Déjelo. Hay tantas cosas de las cuales no vale la pena preocuparse.
Todo lo que hizo fue levantar esa ceja. Sasuke se dejó caer de rodillas. Dios, amaba su rostro, cada pliegue y arruga, cada curva. Y le encantaba cómo fue una dama cuando llegaron, pero fuerte como un hombre. Ella y Sakura eran tan parecidas.
—Hay algunas cosas que no vale la pena saber, señora.
—Y otras que no debes mantener para ti mismo.
Por alguna razón, se encontró bajando los ojos, como si hubiera hecho algo de lo que debía avergonzarse.
—Está embarazada, señora Chiyo. No es mío.
—¿De quién es? —exigió ella.
El resto de la historia fue contada en silencio, lo curioso era, que no parecía completamente sorprendida.
—¿Estás seguro? —preguntó en voz baja.
—Eso es lo que dijo ella. ¿Y cuando lo enfrenté? Estaba en su rostro.
La señora Chiyo miró al frente, con el ceño fruncido tan abajo, que no podía ver sus ojos.
—Dios lo castigará.
—No contenga la respiración. —Se levantó y le ofreció su mano— Se está poniendo caliente aquí. Vamos.
La señora Chiyo lo miró a los ojos.
—Te amo.
Era su manera de disculparse por lo que sabía que habían pasado con su padre. No solo esto horrible de Shion, sino que también esas décadas de lo que había pasado antes, cuando eran niños.
—Sabe —dijo él— nunca le agradecí. Por todos esos años que estuvo ahí, yo nunca... nos mantuvo unidos, a mí especialmente. Siempre estuvo ahí para mí. Siempre está ahí para mí.
—Dios me dio ese trabajo sagrado cuando cruzó mi vida con la de ustedes.
—Te amo, mamá —Se le formó un nudo en la garganta— Por siempre.
El sonido de la motosierra en las manos de Saku era tan fuerte que no oyó el auto acercándose. Y no fue hasta que aflojó el gas y el sonido del motor cayó a un murmullo, que una sexy voz masculina le anunció que ya no se hallaba sola.
—Eres la mujer más sensual que jamás he visto.
Girando y bajando la mirada, encontró a Sasuke recostado contra su Porsche, brazos cruzados, pies firmes y expresión intensa. Desde su lugar con vista ventajosa, sobre el destrozado techo de su Yaris, levantó la motosierra sobre su cabeza y la aceleró un par de veces.
—Escúchame rugir.
—Óyeme rogar.
Tuvo que reírse mientras saltaba hacia el suelo.
—He hecho algunos progresos, no crees…
Sasuke la interrumpió colocando su boca sobre la suya; el beso se volvió sensual, tan rápido, que terminó casi doblándola hacia atrás. Cuando finalmente aflojó un poco, ambos jadeaban.
—Así que… hola —dijo él.
—Por alguna de esas casualidades, ¿me extrañaste?
—Cada segundo —Los enderezó a ambos— Dios, t… amo, amo cómo manejas esa motosierra.
Era casi imposible no darse cuenta de su desliz, y tuvo que trastabillar mentalmente para evitar dejar salir un "te amo" que le llegaba de igual manera. Sin embargo, Sasuke cubrió la incomodidad con aplomo.
—Entonces, traje la cena. La compré en el club. Te traje esa ensalada que ojalá todavía te guste, y un montón de lomo, ya sabes, en caso de que lo necesitemos para recuperarnos.
—¿De qué? —Arrastró las palabras mientras dejaba su motosierra.
—Oh, sabes de qué —Excepto que luego frunció el ceño— A no ser que estés… ya sabes, adolorida por lo de anoche.
Sakura sacudió su cabeza.
—No.
—Qué lástima.
—¿Perdón?
Acercándose, su boca permaneció sobre la suya, y lamió sus labios.
—Pensaba que podría besarlo para que te mejores.
—De cualquier manera, puedes besarlo.
Cuando la hizo girar y recostarse contra el auto, sintió su corazón comenzar a acelerarse, y se dio cuenta de que, diablos, bien podría dejarse llevar. Un árbol aplastó su auto, su patio delantero era un desastre, y había un mini bosque de ramas sobre toda su propiedad… pero Sasuke estaba aquí y recordó que le gustaba esa ensalada Cobb, y maldición, era el mejor besador del planeta. Mañana se concentraría de vuelta en el juego. Mañana, recordaría cuidarse…
Sasuke se echó hacia atrás.
—Dime, ¿qué piensas sobre el sexo al aire libre?
Asintió hacia las tres vacas que se encontraban en su pórtico.
—Creo que nuestra audiencia va a duplicarse cuando mi amigo, el granjero, descubra que esas lindas señoritas han salido a explorar de nuevo.
—Entonces, entremos ya mismo a la casa, antes de que me vuelva loco.
—Y quién soy yo para interponerme entre tu estabilidad mental y tú.
Incluso trajo una bolsa para pasar la noche, pensó mientras entraban todo.
—Así que, tengo noticias —dijo mientras cerraba su puerta principal.
—¿Cuáles?
—Shion se mudó esta mañana.
Saku se detuvo y lo miró. Vestía su cálido uniforme informal de bermudas, una camisa IZOD, unos mocasines Gucci, sus Ray Bans, y ese reloj Cartier que lo hacía ver como si acabara de salir de una foto de Instagram titulada "Apuestos y Ricos". Incluso su cabello se hallaba hacia atrás, aunque eso era porque acababa de salir de una ducha y todavía se encontraba húmedo.
Su corazón revoloteó con un miedo momentáneo porque, al estar tan bueno, parecía el chico de un póster, alguien en quien no deberías confiar, especialmente con mujeres que eran como Shion… Como si pudiera leer su mente, Sasuke se sacó sus lentes de sol y dejó ver sus ojos. En contraste con todo lo externo sobre él, eran claros, firmes… tranquilos. Honestos.
—¿De verdad? —susurró.
—De verdad —Se acercó y la giró hacia él— Sakura, está hecho. Todo sobre ella se terminó. Y antes de que lo digas, no es solo por ti. Debí haber terminado con ese matrimonio hace mucho tiempo. Mi error.
Levantando la mirada hacia su rostro, maldijo en voz baja.
—Lo lamento, Sasuke. Siento haber dudado de ti, es simplemente que…
—Shh —La silenció con sus labios— No vivo en el pasado. Es una pérdida de tiempo. Todo lo que me importa es en dónde estamos ahora.
Envolviendo los brazos alrededor de su cuello, arqueó su cuerpo hacia él.
—Entooooonces… no fui capaz de apegarme a la cosa de amigos, ¿o sí?
—Y eso me parece perfectamente bien.
—Esa fue quizás la mejor cena que alguna vez he tenido.
Sasuke observó a través del sofá mientras Saku se dejaba caer en los almohadones y colocaba su mano sobre su estómago. Mientras sus ojos comenzaban a cerrarse, se la imaginó sobre esa rama de árbol como un ángel vengador, empuñando la motosierra, cortando las ramas que aplastaron su auto. Incluso, aunque pasaron la primera hora de la visita el uno sobre el otro, su erección se endureció de nuevo.
—Es un milagro —murmuró.
—¿Que me gustara tanto el lomo? En realidad no.
—Me refiero a estar contigo.
Esos ojos verdes se volvieron a abrir lentamente.
—Pienso lo mismo.
Mientras se reía a carcajadas, lo detuvo levantando su mano.
—No, no cantes victoria antes de tiempo.
Dejando su servilleta a un lado, se acercó a ella y la montó.
—Sabes, tengo otras ideas para celebrar.
Balanceando sus caderas, sintió una punzada de lujuria cuando se mordió el labio inferior, como si estuviera lista para más de él.
—¿Quieres que te muestre una? —dijo mientras acariciaba su garganta con su nariz.
Sus manos le acariciaron la espalda.
—Sí, quiero.
—Mmm…
El sonido de un timbre en la mesa de café lo hizo saltar y agarrar su teléfono.
—Que no sea la señora Chiyo. Por favor, no la señora Chiyo…
—Oh, mi Dios. Sasuke, ¿es ella…?
Tan pronto como vio que la llamada tenía el código de área 917, se hundió por el alivio.
—Gracias a Dios —Alzó su mirada— Debo contestar. Es un amigo de Nueva York.
—Por favor.
Atendió la llamada y dijo—: Shikamaru.
—Me extrañas —dijo su antiguo compañero de habitación— Sé que es por eso que me dejaste ese correo de voz.
—Ni siquiera cerca.
—Bueno, no voy a mandarte por FedEx esos rollitos de canela que comías mañana, tarde y noche…
—Necesito saber cuánto tiempo de vacaciones tienes.
Silencio. Total.
—No están pasando la Serie Mundial de Póker en este momento. ¿Por qué me preguntas esto?
—Necesito tu ayuda —Ausentemente, se reclinó contra los cojines y acomodó las piernas de Sakura sobre su regazo. Se había puesto unos pantalones cortos después de su ducha, y amaba pasar la palma por sus suaves pantorrillas musculosas— Tengo un verdadero problema por aquí.
Shikamaru dejó el modo sabelotodo.
—¿Qué tipo de problema?
—Necesito a alguien que me diga si mi padre está malversando dinero de la compañía de la familia. Por la suma de más de cincuenta millones de dólares.
Shikamaru silbó suavemente.
—Eso es un montón de dinero, mi amigo.
—Mi hermano se las arregló para conseguirme acceso a… Cristo, son como quinientas páginas de hojas de cálculo e información financiera, pero no tengo idea de qué significa lo que leo. Quiero que vengas y me digas qué sucedió y tiene que ser ahora, antes de que se dé cuenta de que lo estoy vigilando y se deshaga de cualquier cosa que pueda incriminarlo.
—Escucha, Sasuke, sabes que te amo como al hermano perdido que nunca tuve, pero estás hablando sobre una auditoría forense. Hay gente que se especializa en eso, y es por una razón. Déjame encontrarte a alguien en quien puedas confiar…
—Ese es mi punto, Shikamaru. No puedo confiar en nadie con esto, es de mi familia de quien estamos hablando.
—Podemos esconder los nombres y referencias de todos los documentos. Puedo ayudar con eso, para que quien sea que elijas no llegue a saber…
—Te quiero a ti.
—Oh, joder, Sasuke.
Gracias al hecho de haber conocido al tipo por años, Sasuke era bastante consciente de que su trabajo ahora era callarse y dejar que Shikamaru se quejara. Nada iba a influenciarlo; no había persuasión que pudiera ser ejercida, y cuando intentabas fanfarronear, a veces terminaba funcionando en tu contra. En vez de eso, Sasuke sabía que si se quedaba callado, todos sus años juntos iban a encargarse del problema.
Bingo.
—Voy a insistir en que alguien verifique mi trabajo —farfulló Shikamaru— Y te jodes, eso no es negociable. No voy a hacerme responsable de arruinar esto solo porque tienes alguna idea romántica de que soy brillante con los números.
—Pero lo eres.
—Maldito seas, Otsutsuki.
—No puedo enviarte un avión. Llamaría demasiado la atención.
—Está bien. Uno de los de mi familia está en la Costa Este. Abordaré mañana temprano, y no, no puedo ir antes. Voy a tener que cambiar algunas cosas en el trabajo.
—Te lo debo.
—Maldición, sí me debes. Y puedes comenzar a pagarme mañana por la noche. Quiero una cerveza gratis y mujeres si voy a hacer esto.
—Me encargaré de todo. Incluso te recogeré yo mismo en el aeropuerto, solo envíame un mensaje con la hora de tu llegada.
Shikamaru murmuraba obscenidades cuando colgó sin siquiera despedirse. Mientras Sasuke bajaba su propio teléfono, dejó escapar un aliento.
—Gracias a Dios.
—¿Quién era ese?
—Creo que lo llamarías mi mejor amigo. Era con quien me quedaba en el norte. Shikamaru Nara. Es un chico brillante en lo que se refiere a las finanzas. Si alguien puede descubrir el rastro del dinero, será él. Y después de eso… —Sasuke frotó sus ojos— Dios, ¿supongo que debo ir con la policía? ¿Quizás a la Comisión de la Bolsa de Valores? Pero de verdad me gustaría encargarme de esto silenciosamente.
—¿Qué pasa si tu padre ha violado la ley?
Una repentina imagen de Madara Otsutsuki en un mono naranja lo alivió de una manera enferma, ya que su madre estaría fuera de todo esto.
—No voy a estorbar a las autoridades. Lo que me preocupa es que haya utilizado el poder del abogado de mamá para vaciar sus cuentas, pero no tengo acceso a esos archivos, están en el área de Personas de Confianza.
—Si la policía o el FBI se involucran, pueden averiguarlo.
Sasuke asintió, recordando la imagen de esa bolsa de cadáver alejándose de Oriental.
—Si Shizune se suicidó por esto, mi padre tiene la sangre de alguien sobre sus manos. Necesita ser llevado ante la justicia. Sabes que, generalmente, intento ser positivo, pero…
Ella tomó su mano.
—Bueno, no importa lo que pase, estoy contigo, ¿está bien?
Bajando su mirada hacia ella, dijo ásperamente:
—Eso es todo lo que necesito. No importa a dónde vaya todo esto… si te tengo…
El teléfono sonó de nuevo, y se rió mientras volvía a contestar.
—Lo está reconsiderando. No, Shikamaru, no puedes echarte atrás…
—¿Estás cerca de una televisión?
Sasuke se sentó.
—¿Naruto T.?
—¿Lo estás?
—No. ¿Qué está ocurriendo?
—Necesitas venir a mi casa ya mismo. La policía te está buscando, y como no te encontrabas en Oriental, Kakashi me llamó.
—¿Qué… de qué estás hablando?
Luego pensó, Oh, mierda.
—Mira, entiendo que con Neji, técnicamente, entramos al área de negocios bajo un pretexto falso, pero la maldita instalación está en la propiedad por algo. Y en cuanto a los documentos…
—No sé de qué estás hablando, y ahora no me importa. Shion fue a la sala de emergencias esta mañana, toda golpeada. Les dijo a las autoridades que le hiciste eso cuando descubriste que estaba embarazada luego de que presentaste los papeles de divorcio. Te van a poner bajo arresto por ataque doméstico de primer grado, y podrían tener suficiente como para elevarlo a intento de asesinato.
—¡Qué! —Sasuke se puso de pie de un salto— ¡Está loca!
—No, se encuentra en cirugía. Están recolocando su mandíbula en este momento.
—¡Nunca toqué a Shion! ¡Y puedo probarlo! Ni siquiera me hallaba en casa anoche…
—Solo ven a mi casa. Negociaré para que vayas por la noche para que no hayan fotos tuyas, y te pagaremos la fianza…
—Esto es mierda —escupió Sasuke— No voy a seguir su juego…
—No es un juego. Y a menos que hagas una aparición en la cárcel, vas a ser considerado como fugitivo.
Sasuke bajó su mirada hacia Sakura. Se encontraba sentada, alarmada, preparándose para las malas noticias. De repente, recordó pasar a Shion en ese Mercedes cuando se había ido de Oriental. Su rostro se hallaba cubierto con anteojos, un velo negro. Para todos lo que sabían, se había puesto toda Gone Girl e hizo esas cosas ella misma. Antes, no pensó que la mujer estuviera en un verdadero territorio patológico, pero quizás había subestimado su locura.
—Está bien —dijo— Voy a ir. Estaré en tu casa en veinte minutos. Terminando la llamada, se oyó a sí mismo decir— Tengo que irme.
—Sasuke, ¿qué está sucediendo?
Los platos de su agradable cena seguían sobre la mesa, los cojines del sofá todavía aplastados por el tiempo en que se recostó y acarició sus piernas. Y aun así, en esos momentos que habían sucedido hace simples minutos estaban perdidos, perdidos, perdidos.
—Voy a encargarme de esto —le dijo— Voy a hacer que todo desaparezca. Está mintiendo. Una vez más, está mintiendo.
—¿Qué puedo hacer para ayudar?
—Quédate aquí, y no enciendas la radio. Te llamaré tan pronto como pueda y te lo explicaré todo —Dándose la vuelta hacia Sakura, tomó su rostro en sus manos— Te amo. Necesito que creas eso. Necesito que lo recuerdes. Y voy a encargarme de esto, lo juro por la vida de mi madre.
—Estás asustándome.
—Todo va a estar bien. Lo prometo.
Con eso, se fue de su casa. Apresuradamente.
