Ashe se despertó con dolor de cabeza. Había estado hasta tarde presentándose y hablando con los representantes de diferentes tribus durante la celebración. Tan pendiente estaba de cuidar sus palabras y de mantener a raya las viejas rencillas entre las tribus, que apenas tuvo tiempo para relajarse. Fue la fiesta más estresante de su vida.

Afortunadamente, eso se había acabado. Por ahora, claro está. Aún había mucho que hacer, pero habían logrado que se pararan a escuchar, y eso ya era un gran paso, según Parta. Pues aunque los rumores y las verdades sobre las acciones de Ashe corrieran como una llama sobre polvo negro noxiano, no fue hasta que la matriarca de una tribu tan poderosa como los Derviches de Hielo les dio crédulo, que las líderes de las demás tribus comenzaron a hacerlo.

Le debía mucho a Leena y a su clan. Incluso a Enok. Cuando Ashe llegó por primera vez a los fértiles valles del sur de Freljord con su caravana de hogareños en busca de refugio, hizo lo que muchas tribus más pequeñas de la región solían hacer: pedir protección dentro de las murallas de Rakelstake.

El control de aquel asentamiento fortificado era precisamente lo que había hecho a los Derviches tan poderosos en primer lugar. Muchos clanes y tribus de la región les eran serviles, compartiendo sus cosechas y comerciando con ellos, a cambio de protección en caso de ataque. Dicha condición también los convertía en una de las pocas tribus poderosas a las cuales otras de tamaño y autoridad similar estaban dispuestas a escuchar indistintamente, pues solían quedarse bastante aislados de sus conflictos. Algo a lo que las ideas personales de Leena habían contribuido enormemente.

Las mismas ideas que la habían motivado a escuchar a Ashe.

Leena también se había hartado de la división y los conflictos entre las tribus hace tiempo. Había perdido a su hija mayor, y principal heredera, por culpa de esos mismos conflictos. Ahora ya solo le quedaba a Enok para proteger a su clan, y a las gemelas para dirigirlo en un futuro. Que esperaba fuera lejano.

Pero no fue hasta aquella demostración de fuerza ante el ataque de una partida de caza por trolls lo que acabó por convencer a Leena de que le decía la verdad sobre el trono de Avarosa. Aunque la propia Ashe no terminara de creérselo. Aunque fuera algo más debido al poder de su arco, que su propia fuerza.

Volvió a mirar al baúl donde lo guardaba desde su cama. Aquel frío la hacía sentir más sola de lo que ya lo solía sentirse ahora. Incluso rodeada de gente, no se sacudía esa sensación. Le llevaría tiempo hacerlo, asumía. Tiempo desde...

...

Desde...

...

Por Avarosa, que necesitaba salir de allí y aclararse la cabeza.


La plaza del mercado de Rakelstake estaba incluso más bulliciosa de lo habitual. Pues los séquitos y familias de las tribus que habían venido a conocerla y presentarle sus respetos llenaban el lugar. Cada vez tenía más claro que la carga que sentía sobre sus hombros jamás desaparecería, pero en aquel ambiente tal relajado, se hacía más soportable.

En su ruta de paseo, se fue alejando del centro del asentamiento, y acercándose a las murallas. Muchas de las tribus a las que había ayudado a poner a salvo se habían asentado aquí. Así que no se sorprendió de ver a gente girándose al reconocerla. Lo que si le sorprendió fue que ella misma fuera capaz de acordarse de tantos rostros. Tantas historias tristes y desoladoras.

Salió de sus pensamientos al tropezarse con algo. Vio que era la cabeza de una estatua derruida, de tamaño humano, que antes se encontraba sobre un pilar en la esquina de esa misma calle. Extraño. Tenía entendido que los derviches cuidaban con mucho cuidado de estas estatuas, y de mantener las calles despejadas. Más le sorprendió ver el bloque de piedra junto a esta, que había hecho una hendidura en el suelo. Extraño. Se parecía a los bloques de la muralla. ¿Pero como había acabado aquí? ¿Acaso alguien lo había lanzado contra la estatua?

Imposible. Era demasiado grande y pesado.

Siguió el perímetro interior de la muralla por curiosidad, hasta que vio una figura familiar. De pie sobre unas gradas de piedra, Gjura Mano en Hacha observaba el campo frente a él desde una posición ventajosa junto a otros, donde un gentío se había reunido. Ashe subió los escalones para saludarlo.

-Gjura.

-Matriarca.-el anciano se sorprendió un poco de verla, pero luego sonrió.-Que rápido corren las noticias.

-¿Noticias?

-El joven bárbaro que conocimos en el paso, Tryndamere. Se ha metido en otro duelo.

-¿Y eso es nuevo?

-Lo es cuando lo hace contra el campeón de la matriarca de los Cuervos de la Nieve.-señaló hacia delante con el brazo que aún poseía.

Y Ashe se giró, atónita ante lo que presenciaba.


Otro corte, y Tryndamere volvió a hincar la rodilla. Se harán llamar cuervos, pero aquel luchaba como una rata. Siempre golpeando y corriendo.

Más el cuervo se mostraba más cauteloso que antes. Cualquier otro ya habría caído desangrándose sobre el pavimento. Pero aquel salvaje del este que no llevaba ni pieles gruesas para protegerse seguía poniéndose en pie. Por mucho que estuviera seguro de que le había cortado un tendón. Y a Garamir la Ráfaga eso le ponía nervioso.

-Ríndete ya, muchacho.-le dijo su barbudo oponente, apuntándole con uno de sus machetes.-Mis guerreros tomarán el espacio que ocupa tu clan, y no se hable más.

-Y yo ya te he dicho...-lanzó otro escupitajo lleno de sangre al suelo.-Que mi clan ya ha reclamado este sitio. Si alguien más quiere echarnos, que lo discuta conmigo.

-Por favor. Si solo te tienen a ti para defenderse. Son tanto una carga para ti, como para el resto.

Tryndamere dejó escapar un gruñido bajo. Antes de volver a alzar su espada con forma de colmillo, por mucho que el bíceps de su brazo izquierdo estuviera claramente desgarrado y sangrando. Algo que a muchos de los presentes les provocó escalofríos, por bien abrigados que estuvieran.

Garamir normalmente suspiraría cansado ante su tozudez. Pero había algo en su mirada. Algo que le decía que por muy joven que fuera ese guerrero, había visto más que él a la hora de derramar sangre.

Pero cuando Tryndamere lanzó su mandoble lateral, Garamir lo esquivó como hizo una docena de veces antes. Esta vez apuntaría a la yugular, y acabaría con esto. No le apetecía matarlo por una estupidez como el sitio donde acampar, pero...

Aunque algo cambió esta vez. El golpe no se detuvo. Si no que Tryndamere comenzó a girar sobre si mismo, usando su espada de contrapeso, mientras avanzaba lentamente hacia Garamir.

-¡Oye, muchacho, qu-!

Le pilló tan de sorpresa, que el veterano guerrero no tuvo tiempo de esquivarle. Simplemente, trató de bloquear el golpe con sus machetes.

Machetes que se partieron de inmediato.

Solo le salvó la vida el hecho de que las pieles que vestía fueran gruesas, y estuvieran curtidas. Si no, en vez de acabar rodando por el suelo, y escupir algo de sangre antes de que le ayudaran a levantarse, habría acabado partido en dos.

-¡¿Alguien más?!-lanzó como desafío a todos a su alrededor, espectadores de su propio clan, y de muchas otras tribus.-¡¿Y bien?! ¡Que venga el siguiente que se atreva a discutir el valor de mi gente, y quiera quitarnos lo que nos hemos ganado por derecho!

Muchos que se habían acercado al lugar con las mismas intenciones de Garamir, titubearon. No por su demostración de habilidad marcial. Raro era el freljordano que se dejaba intimidar por un oponente. Si no por sus heridas. Heridas que no era normal que nadie se mantuviera en pie tras sufrirlas. Muchas de las cuales ya se habían curado, de forma antinaturalmente rápida. Heridas sobre el cuerpo de un hombre con ojos de loco.

Ya circulaban rumores entre el gentío sobre que magias negras podían practicar en su clan para hacerle así. Pero muchos otros no parecían intimidados ni asustados. Así que otro guerrero, un muchacho más joven y de larga melena con espada corta y escudo, dio el paso adelante.

A Tryndamere le pareció bien. Le venía bien la práctica para no oxidarse, y echaba de menos los duelos rituales de sus estepas de origen. Por mucho que ahora le trajeran recuerdos doloroso de lo que había perdido.

Pero eso solo aumentaba sus ganas de partir aquel escudo.


-Lleva así toda la mañana. Y también ayer por la noche, por lo que tengo entendido.-le explicó Gjura.-Pero no son peleas al azar o por diversión. Algo está pasando con los clanes de las estepas del este, y muchos han acudido aquí. Y deben conocer bien a Tryndamere, pues enseguida se han postrado ante él por su protección.

-Lucha por demostrar su valía.-le interrumpió Ashe.-Lo entiendo.

-Aunque no creo que tenga ningún plan. Ya ves sus heridas. No entiendo... no entiendo ni como sigue en pie. Es... casi antinatural.

Pero lejos de sentirse asustada o asqueada, Ashe se sentía fascinada. ¿Cuántas veces más iba a eludir al lobo aquel bárbaro de torso desnudo, contra cualquier posibilidad razonable?

-¿Casi?-dijo ella.-Esto es algo más que un casi. Aquí pasa algo más. Pero la cuestión es que sigue en pie. Y tampoco parece que vaya a caer pronto. Necesitamos a guerreros como él. Mejor para nosotros si sigue saliendo victorioso.

-Lo sería si fuera leal.

Ashe se apretó sus brazos cruzados con las manos ante las palabras de Gjura.

-Ya lo has oído. Solo lucha para mantener a su clan a salvo. No estoy seguro de que crea en ti, ni de que crea en tu alianza. Por lo que he oído sobre sus gentes y su culto al dios jabalí, no estoy seguro ni de que crea en Avarosa.

-Un cambio agradable.

-¿Eh?

-Nada.

Ashe creía en Avarosa. Pero no tanto en ser su reencarnación. Aún así, se aprovechaba de dicha idea como herramienta para inspirar lealtad, al igual que respetaba al resto de cultos de Freljord. Si conseguía ganarse el favor de un guerrero que creyera en ella, más que en el mito que la había ensalzado, sería algo que le agradaría.

¿Pero como podían ganarse tal lealtad, cuando ni siquiera ella misma estaba segura de creer en si?

-¿Matriarca?

Ashe se sacudió la cabeza.

-No es nada.-dijo mientras mantenía la vista clavada en el salvaje melenudo, que acababa de partir el escudo de su contrincante.-Nada en absoluto.


Doran Parte Espaldas tomó un fruto de uno de los puestos del mercado, y le dio un mordisco, sin llegar a detenerse. Fue Siana la que siguiéndolo, tuvo que molestarse en parar para pagar a la comerciante.

-Deberías ser más respetuoso.-le indicó la sacerdotisa.-Estos no son simples demacianos a los que saquear. Son la gente de nuestra anfitriona.

-Si quieren discutirme algo, que lo hagan.-habló con la boca llena.-Así se comporta un freljordano.

Fue en ese momento cuando notó a los dos guardas con cascos de acero bien vestidos, con aquellas capas azules de telaje exquisito. Definitivamente eran de Valar, y el muchacho al que aguardaban mientras hablaba con un tendero era sin duda Vania el Demaciano.

-Tsk. Maldito blandengue. Parece que necesita que otros luchen por él.

-No deberías juzgarlo tan severamente. Puede que tenga otras cualidades que suplan su aparente falta de fortaleza física.

-Yo ya tengo todas las cualidades que podrían esperarse de todo sangre o padre juramentado. Y nuestra tribu tiene toda la fuerza necesaria por si misma. Ya lo veras. La elegida de Avarosa me escogerá a mi al final.

-Lo dices como si no tuviera la posibilidad de escogeros a ambos.

-No lo hará.-Doran se cruzó de brazos.-Si sabe lo que le conviene, no lo hará.

Estaba claro que había mala sangre entre la vaguada de Valar, y el Hielo Blanco. Aunque Siana no tenía claro porque. Pues por mucho que sirviera a la matriarca y a los ancianos de la tribu del Hielo Blanco, no pertenecía a ellos y había mucho que no conocía de su historia. Como sacerdotisa de la Madre Invernal, ella solo iba a donde el viento de Anivia le indicara que fuera. Y en este ambiente, ella podía sentir como dicho viento soplaba hacia la reconciliación.

-Pero en caso de que ocurra, podía ayudar el llevarse bien con él.-sentenció antes de golpear la tierra con su báculo, levantando una pequeña ventisca a ras de suelo.

Esa ráfaga de aire removió la fina capa azul de Vania, el cual al volverse tras meter en su bolsa los rollos de pergamino en blanco que acababa de comprar, se encontró con Doran y Siana encarados por los guardias que su madre le había asignado. Doran no dijo nada. Solo se mostraba molesto y con los brazos cruzados, sin quitarle el ojo de encima a los hombres. Siana simplemente sonrió, y le saludó con la mano.

-Saludos, Vania el Demaciano. Es agradable encontrarse contigo fuera de tanta formalidad.

-Tenéis suerte de que mi madre no esté aquí.-dijo avanzando hasta quedar hombro con hombro con sus guardias, quienes le sacaban media cabeza.-Dudo mucho que ella fuera a decir lo mismo. Su postura sería justo la contraria.

-El sentimiento es mutuo.-dijo Doran.

Su rostro se contrajo brevemente cuando sintió la base del báculo de Siana golpeándole el pie.

-Entonces somos afortunados. No pudimos hablar adecuadamente con anterioridad.

-Sí. Supongo que sí.-contestó Vania, mirando de reojo a sus guardias, que mantenían una mano apoyada en el pomo de sus espadas.-Pero bueno. Si todo va según nuestras madres planean, dentro de poco empezaremos a vernos muy a menudo, ¿no?

-No cuentes con ello, demaciano.-mantuvo Doran.

-Doran...

-¿Qué? Solo estoy siendo sincero. Estaría mejor en su lugar en Demacia.

-Je. Créeme. Yo mismo lo siento así en ocasiones.-dijo Vania con tristeza.

-Y quizás sería mejor que sacaras a toda tu gente de Valar y se fueran contigo a Demacia.-le replicó Doran, mirando a los visiblemente molestos guardias.

Siana no comprendía de donde salía tanta hostilidad. Doran podía ser muy fervoroso con sus palabras, pero no se mostraba agresivo sin razón. Pronto comenzó a entenderlo después de que Vania hiciera un gesto para mantener a raya a sus hombres, y suspirara mientras se frotaba los ojos.

-Ya sé a que se debe esto. Pero has de saber que muchos de los miembros de nuestra escolta, y de nuestra tribu, son veteranos de las campañas de mi madre contra la flota demaciana. Han derramado tanta sangre contra ellos tanto como vosotros.

-Ah. ¿Y les parece bien que ahora negocieís con ellos? ¿Aceptando su sucio oro por chucherías sin valor alguno, y ropajes que se rasgarían con la primera ventisca?

Vania se acomodó la capa inconscientemente al oírlo, mientras los veteranos guardias que lo acompañaban se mostraban deseosos por callar a aquel joven arrogante ante la primera orden del sobrino de su matriarca, y el hijo de la madretriz por la que morirían con gusto. Porque a Vania solo por su persona, no le tenían el bastante respeto como para contenerse.

-Admito... que hubo discrepancias entre las ancianas de nuestro consejo. Pero hace tiempo que nosotros cerramos heridas con los demacianos. Y aunque el Hielo Blanco aún no lo haya hecho ni tenga intención de hacerlo,-le extendió la mano a Doran.-quizás nosotros podamos cerrar las heridas existentes entre nuestras tribus.

Doran se mantuvo en silencio, con un rostro que delataba indignación. Su única respuesta, fue el escupitajo que golpeó la punta de la bot de Vania, antes de que el joven guerrero les diera la espalda a todos y se marchara dando zancos, apartando a todos de su camino.

-¡Doran! ¡Aguarda!-le gritó Siana, antes de que se dignara a seguirlo.-Yo... siento mucho todo esto.

Se disculpó con Vania con un simple gesto de cabeza.

-No. No pasa nada. No te preocupes.-le contestó el joven de modales cortesanos, aunque ella ya le hubiera dado la espalda siguiendo a Doran.

Vania miró a los guardias de su madre. Si estos antes le tenían poco respeto, su falta de respuesta ante el insulto de Doran lo disminuyó aún más.

-Ya estoy acostumbrado...-se dijo a si mismo.


Ashe acababa de volver al palacio escarbado en la roca de los Derviches. Aún podía oír los gritos y golpes de los duelistas en su cabeza, aunque el gran gentío rara vez la hubiera dejado verlos. Quería hablar con Tryndamere, pero prefirió alejarse del lugar, para tener algo de paz y tranquilidad. Y quizás poder aclarar sus ideas.

Estaba claro que Tryndamere era fuerte. No sabía aún cuanto, pero lo era. La única lealtad que lo ataba parecía ser su deseo por el bienestar de su clan y los suyos, y eso podía hasta admirarlo. Su deseo de venganza, ya no tanto. Pero lo de sus heridas. Aquella rabia incontrolable que le permitía ignorar cualquier dolor... si es que acaso lo sentía. ¿Qué era aquello? ¿Acaso lo alimentaba esa llama de furia apasionada en sus ojos?

¿Y por qué no podía sacárselo de la cabeza?

Le había dado la orden a Gjura de que una vez Tryndamere se hubiera quedado sin oponentes, le dijera que la buscara, pues necesitaba hablar con él. Con un poco de suerte, quizás pudieran hablar más seria y sinceramente que en anteriores ocasiones.

Ahora se encontraba en uno de los patios interiores de la fortaleza, practicando su puntería con un arco normal de madera y cuero, pues no quería depender demasiado de la magia que guiaba las flechas del arco de Avarosa, temiendo que un día le fallara en el momento menos oportuno. Buscaba algo de soledad, pero en su lugar se encontró con otra persona. Vio a Enok acercándose por el pasillo lateral, cargando con un bulto envuelto en tiras de cuero que se asemejaba a una espada por la forma, mirando con ansia a su alrededor, como si buscara a alguien. Cuando su mirada se cruzó con la de Ashe, sonrió de una forma que a la arquera le parecía que iba a empezar brincos de alegría en cualquier momento.

-¡Ashe!-corrió hasta donde se encontraba ella, haciéndola recular ante su entusiasmo.-Llevo toda la mañana buscándote, ¿dónde estabas?

-Ehm... Tenía asuntos que atender. ¿Ha pasado al-?

-Eso da igual. Tienes que ver esto.

Rápidamente, Enok se puso a deshacer las tiras que envolvían el filo con el que cargaba. El trabajo de la hoja y el mango de aquella espada corta de un solo filo eran impolutos. Pero el detalle más importante, era el fragmento de color azul incrustado en el medio de su estrecha guarda: un núcleo de hielo puro.

Tan pronto como Enok la tomó por el mango sin protección, Ashe pudo ver por su reacción, y casi sentirla ella misma, como su magia, su poder y el frío subían por el brazo del muchacho. Sin más, como si buscara liberar ese poder que amenazaba con desbordarlo, Enok lanzó un tajo horizontal al aire, que tomó forma en una media luna azulada que crecía como una onda, partiendo en dos uno de los objetivos que Ashe estaba usando como diana, y acabando por estrellarse contra la pared de roca tras este, dejando una marca visible.

Enok necesitó unos momentos para recuperarse, aún no estando habituado al efecto del arma sobre su cuerpo. Pero que fuera capaz de hacer eso tan pronto demostraban tanto su habilidad, como la calidad de la espada. La verdad es que la dejó algo impresionada.

-Vaya. Enhorabuena.-dijo Ashe, genuinamente contenta por él.-Veo que tu madre ha cumplido lo que te prometió.

-¿Acaso dudabas de que lo hiciera?-le preguntó con una sonrisa.

-En ningún momento. La conozco desde hace poco, pero siempre se ha mantenido fiel a su palabra. Era solo una cuestión de si...

-¿Estaría a la altura?-clavó la hoja en el suelo de tierra.

-... No pretendía ofenderte.

-Tranquila. No lo has hecho. Yo también dudaba de que lo estuviera.-se miró a las manos.-Después de todo lo que pasamos juntos en nuestra misión más allá de los pasos del norte y en la vuelta, no estaba del todo contento con mi desempeño. Temía que empezaras a verme como un inútil.

-Nunca te vi como un inútil.-le sonrió, poniéndole una mano en el hombro.-¿Impulsivo? Sí. ¿Torpe? A veces. ¿Pero valiente, y siempre dispuesto a levantarte, no importando que te hubiera derribado? Eso siempre. En parte, ver eso en ti es algo que me dio fuerzas a mi durante la expedición. Y algo que admirar.

El Derviche no dijo nada. Solo se mantuvo en silencio mirándola, como si dudara.

-¿Enok?

-Je. Lo siento, es que... no me esperaba eso. Es más incluso de lo que mi madre me... ¿De verdad piensas eso?

-Pues claro.-le sonrió.-Eres un cuerno sin pulir, Enok. Mentiría si dijera que no ha habido días en los que me has sacado de quicio, y al igual que cualquiera a nuestra edad, te falta mucho por aprender. Pero tienes un buen corazón, y una voluntad fuerte. Y esa espada lo demuestra. Así que no dejes que te desanimen tus errores. Limítate a aprender de ellos, ¿vale?

No respondió. En su lugar, la tomó de los hombros, y tiró de ella para abrazarla. Algo que cogió por sorpresa a Ashe, que hasta se le cayó el arco de la mano. Pero no tardó en suspirar, negar con la cabeza, y devolverle el abrazo como buenamente pudo.

Se mantuvieron así durante unos momentos, hasta que Enok se separó de ella, pero sin llegar a soltarla. Y sin más, el Derviche la besó en los labios. De inmediato, Ashe lo apartó de si de un empujón.

-¿Qué estás haciendo?

-Oh... Pensaba que tú querías...

-Solo estaba siendo amable, Enok.

-Yo... lo siento. Es que creí que...

Ashe alzó la mano para hacerle callar.

-No ha pasado nada, ¿vale?

Tras recoger el arco, pasó de largo a Enok antes de dirigirse al pasillo lateral y abandonar el patio. Y de inmediato, el muchacho se golpeó la frente con ambas manos, avergonzado y enfadado consigo mismo.


En uno de los corredores principales de la fortaleza, pilares esculpidos con forma de antiguos guerreros sostenían parte del peso de la montaña, mientras exquisitos y antiguos bajorrelieves adornaban las paredes. Nadie está seguro de quienes fueron los responsables, pues dicho arte se remonta a la edad de los héroes, y a antes de que los Derviches se hicieran con este antiguo asentamiento abandonado.

Muchos freljordanos con curiosidad por su pasado se han visto fascinados por ellos, pero pocos les han dedicado tanta atención como Vania.

Sentado bajo la sombra de los relieves en una bancada de piedra anexa a la pared, tenía junto a él varios frascos de distintas tinturas en los que mojaba su pluma, limpiándola con cuidado después de terminar cada uso, con la que llenaba de trazos uno de los pergaminos en blanco que había comprado. Tan atento y centrado en su tarea estaba, que no notó a Ashe acercándose hasta que la tuvo al lado.

-Es hermoso.

El elogio de la arquera cogió a Vania por sorpresa.

-¿Eh?

-Tu pintura. He visto muchas grabadas en roca y madera. Pero ninguna que se asemejara con tanto detalle a lo que representan. Nunca tan... realistas.-le dijo mientras alternaba la vista entre el fragmento del bajorrelieve que estaba imitando, y el pergamino.-Deberías estar orgulloso.

-Oh. G-gracias, matriarca.

-En privado, solo llámame Ashe, por favor.

-Oh. Claro, Ashe.

-Tienes talento.

-Bueno.-volvió a centrar su atención en la pintura, mientras continuaba.-Es más práctica que talento.

-¿Son este tipo de cosas las que aprendiste en Demacia?-le preguntó mientras se sentaba a su lado, con el pergamino entre ellos.

-Una de muchas. Pese a que técnicamente era su prisionero, era aún el hijo de una figura importante. Y en el sur y sus cortes, esas cosas determinan mucho como se te considera. Más incluso que tus propias acciones. Así que siempre me trataron con respeto.

-¿Entonces echas de menos tu vida allí?

Vania tardó algo en responder, antes de continuar su dibujo.

-No realmente. Por mucho que me haya desacostumbrado a este, Freljord sigue siendo mi hogar.

-Es bueno saberlo.

-¿A ti también te parece mal?

-¿Eh?

-Que mi gente haga tratos y comercie con demacianos. ¿Te parece mal?

-No tengo ningún motivo para guardarles rencor a los demacianos, si eso es lo que preguntas. Si eso, quizás a los noxianos. Pero al final del día, lo único que busco es proteger a nuestro pueblo.

-¿Nuestro pueblo?

-Freljord. Todos los freljordanos. Es uno de los motivos por lo que quería hablar contigo de Demacia. ¿Es cierto lo que dicen de ellos? Que no importa de que pueblo distante sean. Que siempre cuidan unos de otros.

-Con algunas excepciones, pero sí. ¿Por qué te interesa eso en concreto?

-Porque me gustaría que Freljord esté tan unido algún día.

Vania se quedó mirándola en silencio ante sus palabras.

-¿Tú también vas a decirme que ese es un sueño imposible?-preguntó ella, con media sonrisa en los labios.

-... No. Idealista, tal vez. Pero no más imposible que los míos.

-¿Cómo cuales?

El demaciano volvió a hacer una pausa. Luego, dejó la pluma, y se acomodó para hablarle más directamente a Ashe.

-Las canciones de... nuestro pueblo. Todo nuestro pasado y leyendas. Las historias de nuestros grandes héroes y matriarcas. Las pasamos siempre de forma oral, por nuestras canciones.

-Claro. Las compartimos en celebración junto a las hogueras. Es lo que las mantiene vivas.

-¿Y cuántas se han perdido y olvidado?

Ashe no supo que responder.

-Más de lo que ninguno de nosotros podría recordar o contar. Cada vez que a una tribu nómada de cancioneros se los traga una ventisca o una partida de guerra de trolls, sus canciones se pierden para siempre, olvidadas tras una generación por quienes las han escuchado.-apoyó su espalda contra la pared, sintiéndose cansado.-En cambio... los demacianos conocen su propia historia con más detalle, de sus héroes y leyendas, pese a que sea mucha más breve que la nuestra. ¿Cuántos conocimientos del antiguo Freljord se han perdido? La forja de las hojas de hielo puro. El propósito y la habilidad arquitectónica que elevaron los puentes sobre el Abismo de los Lamentos.

Miró a Ashe, casi triste.

-Los demacianos no sufren ese problema. Tienen santuarios dedicados a preservar ese conocimiento por todo su reino. Accesibles para cualquiera que quiera aprender de ellos.

-¿Y tú querrías construir uno similar aquí?

-Uno, para empezar.-Vania sonrió.-Pero mi madre y mi tía dicen que no. Que esa no es la tradición que preserva el conocimiento de nuestras gentes. Y yo respeto nuestras tradiciones. Las admiro, incluso. Pero...

-No crees que eso debería ser todo lo que somos.-le interrumpió ella.-Que deberíamos avanzar hacia adelante, aún respetando lo que fuimos, pero sin esperar que sea nuestro pasado el que provea nuestro futuro.

Vania se quedó sin palabras. Aquella chica acababa de expresar lo que él sentía, mejor de lo que nunca sería el capaz. Por un momento, sintió como si el corazón le hubiera dado un vuelco. Se sintió... comprendido.

-Perdí a mi madre, y a toda mi tribu... a toda mi familia, precisamente por ese anhelo. De encontrar la clave de nuestro futuro en una leyenda tradicional que ni sabíamos si era real.-Ashe se limpió la solitaria lágrima que se había escapado por su mejilla.-Preferiría evitar que nada así pudiera repetirse. Y si tú crees que tu proyecto puede ayudar a evitar que eso suceda... Bueno.

La muchacha de melena albina se puso en pie.

-Haré lo que esté en mi mano por ayudarte a lograrlo.