Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
23
—No puedes estar haciendo esto otra vez. Vamos, ahora, despierta.
Neji golpeó la mano que le tiraba del brazo
—Dej…me solo.
—Al diablo si lo haré. Hace frío aquí, y no te saldrás de esto.
Neji abrió los ojos lentamente. La luz venía a través de la puerta abierta al final del establo, atrapando remolinos de polvo de heno y el perfil de uno de los gatos. Una yegua relinchó al otro lado del camino, y alguien pateó en el establo y, en la distancia, atrapó el rugido agudo de uno de los tractores… Mierda, le hizo doler la cabeza, pero no era nada comparado con su culo. Era curioso como una parte del cuerpo podría estar totalmente entumecido y a la vez dolorido.
—Demonios, tienes que levantarte…
Toda la charla le hizo maldecir, y tratar de enfocarse.
Bueno, que te parece. Había dos Hanabis hablando con él. Su empleada más reciente se encontraba parada sobre él como un profesor reprendiéndole, con las manos en sus delgadas caderas, sus vaqueros cubriendo sus piernas y sus pies enfundados en botas ubicadas de manera que parecía como si estuviera considerando jugar a la pelota con su cabeza.
—Pensé que no maldecías —murmuró.
—No lo hago.
—Bueno, creo que acabas de decir una mala palabra.
Sus ojos se estrecharon.
—Te levantas o te voy a barrer de aquí con el resto de los escombros.
—¿No sabes que "demonios" es una palabra de entrada? Es como la marihuana. Lo siguiente que sabrás, es que estás dejando caer la bomba "mierda" a diestra y siniestra.
—Bien. Quédate aquí. A ver si me importa.
Cuando se giró y se alejó, gritó:
—¿Cómo estuvo tu cita de la otra noche?
Ella giró de vuelta.
—¿De qué estás hablando?
—Con Lee.
En ese momento, luchó para poder levantarse del suelo de cemento frío del establo. Cuando no pudo conseguirlo, levantó una ceja.
—Sabes, creo que voy a dejarte aquí.
Por encima de su cabeza, Neb resopló como si el semental se estuviera riendo.
—No estoy pidiendo tu ayuda —dijo Neji entre dientes.
Sin previo aviso, su mano se resbaló y su cuerpo golpeó el concreto con tanta fuerza que sus dientes chocaron.
—Vas a matarte a ti mismo —murmuró mientras volvía.
Hanabi lo levantó con todo el cuidado que podría ofrecer una horqueta, pero tenía que darle crédito. A pesar de que solo lo levantó de su esternón, era lo suficientemente fuerte para llevarlo por el pasillo, fuera de la bahía y a través del césped hasta su casa de campo.
Una vez dentro, asintió hacia su silla.
—Ahí no más estaría…
—Tienes hipotermia. Eso no va a suceder.
Lo siguiente que supo, era que lo sentó en el inodoro y llenaba la bañera.
—Lo haré desde aquí —dijo, inclinándose hacia un lado y dejando que la pared lo atrapara— Gracias.
Cerraba sus ojos cuando le dio una bofetada en la cara.
—Despierta.
El golpe lo hizo moverse hacia un lado, y se frotó la mejilla.
—¿Disfrutaste eso?
—Sí, lo disfruté. Y voy a hacerlo de nuevo —Empujó su cepillo de dientes a su boca— Usa eso.
Era difícil hablar alrededor de la maldita cosa, así que hizo lo que le dijo, trabajando el lado izquierdo, el derecho, la parte delantera, la parte de abajo. Luego se inclinó y escupió en el lavabo.
—No está frío —dijo.
—Como si lo supieras. Estás demasiado borracho.
En realidad, no… y eso era probablemente parte del problema. Por primera vez en un largo tiempo, no había tenido nada que beber la noche anterior.
—¿Qué haces? —dijo cuando sus manos fueron a su suéter.
—Te estoy desnudando.
—En serio.
Mientras le quitaba la ropa, él miró su cuerpo. Era difícil ver mucho de ella, con su sudadera, y decidió echar mano para palpar esa cintura. Ella se detuvo. Retrocediendo.
—No estoy interesada en eso.
—Entonces, ¿por qué me quitas la ropa?
—Porque tus labios están azules.
—Apaga eso —Señaló el grifo— Yo me encargaré desde aquí.
—Te ahogarás.
—Y que si lo hago. Además, no quieres ver lo que hay aquí abajo.
—Voy a estar esperando junto a tu silla.
—Y no me vas a dar algo para esperar con interés —dijo en voz baja.
Ella cerró la puerta detrás de sí con un golpe, y no siguió adelante con nada. Solo se volvió a apoyar contra la pared y miró el agua humeante.
—No escucho ninguna salpicadura —dijo desde afuera.
—No es lo suficientemente profundo para que nade.
Toc. Toc. Toc.
—Te espero, señor Otsutsuki.
—Ese es mi padre. Y él es un imbécil. Soy conocido como Neji.
—Cállate y entra al agua.
Incluso a través de la niebla de su estupor, sintió un destello de algo por ella. Respeto, supuso que era. Pero a quien le importaba…
¡Boom, boom, boom!
—Vas a romper la puerta —gritó por encima del ruido— Y pensé que no querías verme desnudo.
—Al agua. Ahora —cortó— Y no quiero, pero es mejor eso que estés muerto.
—Es cuestión de opinión, mi querida niña.
Y sin embargo, decidió hacer lo que le dijo... Por alguna loca razón.
Apoyando los brazos en el lavabo y la parte de atrás del viejo inodoro pasado de moda, levantó su cuerpo sobre sus pies. Su ropa era un dolor en el culo, pero las quitó… y luego estuvo en la bañera. Extrañamente, el agua tibia tuvo el efecto contrario. En lugar de calentarlo, lo hacía sentir muy frio y comenzó a temblar tanto, que tiró agua por la superficie de la bañera.
Cruzando los brazos sobre su pecho, sus dientes se sacudieron, y su corazón latió fuerte.
—¿Estás bien ahí adentro? —preguntó. Cuando no respondió, Hanabi dijo con más fuerza— ¿Neji?
La puerta se abrió de golpe y ella saltó dentro del baño como si se estuviera preparando para ser una socorrista y salvarlo de veinticuatro centímetros de agua. Y fue horrible… cuando ella bajó la mirada, lo único que pudo hacer fue mirar al agua sucia y esperar que cubriera sus piernas delgadas, su sexo flácido, su piel blanca con sus cicatrices de color púrpura. Estaba bastante seguro de que se quedó sin aliento.
Sonriéndole, dijo:
—Lindo, ¿no? Pero lo creas o no, soy totalmente funcional. Bueno, el viagra ayuda. Lo sé querida, lo harías, y tráeme un poco de alcohol. Creo que me estoy desintoxicando y es por eso que estoy temblando así.
—Tú… —Se aclaró la garganta— ¿Necesitas un médico?
—No, solo algo de Jim Beam. O Jack Daniels.
Mientras ella simplemente se quedó mirándolo, él señaló a través de la puerta abierta.
—Lo digo en serio. Lo que necesito es alcohol. Si quieres salvarme, consígueme algo. Ahora.
Cuando Hanabi Hyuga se retiró de ese baño y cerró la puerta, tenía toda la intención de conseguir lo que le pidió Neji. Después de todo, tenía mucha experiencia con los alcohólicos, y a pesar de que no estaba de acuerdo con nada de eso, le llevó a Pops su bebida una y mil veces, por lo general también en la mañana. Al menos ese era su plan. En realidad, sin importar que, no era capaz de moverse, de pensar… o incluso de respirar. No se preparó para la vista del hombre ahí dentro, su oscura cabeza inclinada como si se avergonzara de su demasiado delgado y destrozado cuerpo, su orgullo de hombre tan destrozado y sin cicatrizar como su piel. Él una vez fue una gran fuerza; su padre le contó historias de su posición dominante en los negocios, en la pista en la sociedad. Demonios, había oído hablar de los Bradford desde que era joven: Su padre se negó a beber algo diferente a su nº15 y era la gente que tenía el mayor número de caballos que conocía.
Poniendo las manos en su rostro, susurró:
—¿Qué me hiciste, Pops? ¿Por qué me enviaste aquí? Por qué…
—¿Hanabi? —vino la demanda desde el interior del baño.
Dios, era como su padre: la forma en que Neji dijo su nombre con ese toque de desesperación, era exactamente la forma en que Pops lo hacía cuando necesitaba beber.
Cerró los ojos y maldijo bajo su respiración. Luego sintió culpa.
—Perdóname, Señor. No sé lo que digo.
Mirando a través del espacio, encontró una línea de botellas de licor llenas en frente de uno de los estantes de trofeos de plata, y la idea de entregarle ese veneno la hizo querer vomitar. Pero acabaría viniendo aquí el mismo, y probablemente se caería y se golpearía la cabeza en el camino. Y entonces, ¿dónde estarían? Además, ella sabía cómo funcionaban las cosas. Ese terrible temblor no pararía hasta que la bestia en su interior no se alimentara de lo que necesitaba, y su cuerpo parecía tan frágil.
—Vamos —gritó— ¿De cuál quieres?
—No importa.
A ciegas caminó hacia las botellas, tomó la de ginebra y regresó a la puerta cerrada del baño. No se molestó en llamar, simplemente entró.
—Aquí tienes —quitó la tapa— Bebe de esto.
Por la forma en que sus manos temblaban, no había manera de que pudiera sostener la botella él mismo sin derramarlo por todas partes.
—Déjame sostenerla por ti —murmuró.
Hubo un momento de duda, y luego levantó la boca como un potro recién nacido que había sido dejado por su madre.
Dio dos o tres profundos tragos. Y otro.
—Ahora, eso está caliente.
Poniendo la ginebra a un lado de la bañera para poder alcanzarla si quería, tomó una toalla grande y la sumergió en el agua detrás de él. Cuando quedó empapada y goteaba, la puso sobre la cresta que sobresalía de su columna vertebral y las líneas de sus costillas. Luego trabajó sobre su cabeza con una toallita, consiguiendo mojar su cabello, escurriéndolo por la parte de atrás. Sin preguntarle, levantó la botella de ginebra de nuevo y la tomó llevándola a su boca abierta.
Lavarlo con jabón y champú le recordó cuidar a un animal no hace mucho rescatado. Era retraído. Desconfiado. Destruido.
—Tienes que comer —dijo con una voz agrietada.
No soy capaz de esto, señor. No puedo hacer esto de nuevo.
No había logrado salvar a su padre alcohólico bribón. La pérdida de dos hombres en una sola vida parecía más que suficiente fracaso para todos.
—Voy a hacerte el desayuno después de esto, Neji.
—No tienes que hacer eso.
—Sí —dijo bruscamente— Lo sé.
—¿Así que vamos a hacer esto otra vez?
Al sonido de la voz masculina, Sakura se detuvo en el proceso de transferir otra espina de Hedera helix en una maceta fresca. Cerrando los ojos, respiró y ordenó a sus manos a no moverse ni dejar caer nada.
Estuvo esperando que Sasuke viniera y la encontrara. No le tomó mucho tiempo.
—¿Y bien? —dijo— ¿Regresamos a esta cosa en donde escuchas algo que no te gusta y me alejas? Porque si eso es el guión que estamos siguiendo, y de seguro que parece eso, supongo que debería regresar en un avión a Nueva York y renunciar ahora. Así es mucho más eficiente y no tengo que gastar en la factura de teléfono dejando mensajes en tu buzón de voz.
Obligando a sus manos a seguir adelante, puso el sistema de raíces en el agujero que había cavado en el bote y comenzó a transferir tierra fresca para llenar las cosas.
—"Algo que no quería escuchar" —repitió— Sí, se podría decir que enterarse que tu esposa está embarazada, de nuevo, es una noticia de última hora que hubiera preferido no escuchar. Sobre todo porque me enteré de ello justo después de que tuve sexo contigo. Y luego estuvieron las buenas noticias de que te arrestaban por haberla mandado al hospital.
Cuando él no dijo nada después de eso, ella lo miró. Se hallaba de pie justo en el interior del invernadero, por la estación de trabajo donde Kurenai estaría si Sakura no le hubiera dicho a la mujer que necesitaba un poco de tiempo a solas.
—¿De verdad crees que soy capaz de algo así? —preguntó él en voz baja.
—No depende de mí decidir algo al respecto —Se centró en lo que hacía y odió las palabras que dijo— Pero la única cosa que voy a decir es que la mejor pista para saber sobre el comportamiento futuro de una persona es la forma en la que se comportó en el pasado. Y no puedo... no puedo seguir haciendo esto contigo. Sea o no verdad, no es problema mío.
Después de dar unas palmaditas por la nueva tierra, buscó la regadera y la inclinó sobre los pies de la hiedra. En otros tres meses, la planta se encontraría lista para moverse al aire libre a una de las camas, o hasta la base de una pared, o una maceta en la terraza. Tuvieron mucha suerte con esta variante en la finca, pero era buena planificación tener respaldos.
Secándose las manos en la parte frontal de su delantal para macetas, se volvió hacia él.
—Me voy. Le di mi aviso. Por lo que no tienes que preocuparte por regresar a Nueva York.
No tenía problema viéndolo a los ojos.
Mirándolo a la cara.
Enfrentándose a él.
Era increíble cuán honesto podías llegar a ser con los demás cuando sabías a qué lugar pertenecías.
—¿De verdad crees que le podría hacer eso a una mujer? —repitió.
Por supuesto que no, pensó para sí misma. Pero se quedó en silencio porque sabía que si de verdad quería que él la dejara en paz, la insinuación le haría daño a su orgullo masculino y eso, por desgracia, funcionaría a favor de ella.
—Sakura, contesta la pregunta.
—No es de mi incumbencia. Simplemente no lo es.
Después de un largo momento, él asintió.
—Bueno. Bastante justo.
Cuando se giró y se dirigió hacia la puerta, ella tuvo que admitir que se encontraba un poco sorprendida. Esperaba algo con más tiempo por parte de él. Un torrente de persuasión que tendría que desviar. Algún tipo de "Te amo, Sakura. De verdad, te amo".
—Te deseo lo mejor, Sakura —dijo— Cuídate.
Y eso... eso era. La puerta se cerró por su propia voluntad. Y por una fracción de segundo, tuvo un impulso absolutamente absurdo de ir tras él y gritarle en la cara que era un maldito y colosal idiota por haberla seducido como lo hizo, que era un réprobo, que era exactamente lo que ella temía que fuera, un mujeriego, un mentiroso, un sádico manipulador elitista que no sabría…
Sakura se forzó a alejarse del borde del abismo. Si tenía que juzgar por esa despedida, si estaba dentro o fuera de su vida, a él no parecía importarle en lo más mínimo.
Era bueno saberlo, pensó con amargura. Bueno saberlo.
Así era la cosa, pensó Sasuke mientras se puso al volante de su 911.
Había momentos en la vida cuando, por mucho que quisieras luchar por algo, simplemente tenías que dejarlo ir. No tenía que gustarte el fracaso. No tenías que sentirte jodidamente bien con el modo que resultaban las cosas. Y ciertamente no salías impune de la mierda, sin ser seriamente dañado por la pérdida, incluso paralizado. Pero tenías que dejar ir esas cosas, porque gastar energía no te hará llegar a ninguna parte, y también podrías seguir adelante acostumbrándote a la pérdida. Era la única lección que le enseñó la relación con su padre. ¿Habría querido tener una figura masculina a la que podría admirar, estar orgulloso, sentir respeto? Infiernos, sí. ¿Habría sido increíble no crecer en una casa donde el sonido de mocasines en los suelos de mármol o el olor del humo del cigarrillo no lo hacía correr para cubrirse? Obvio. ¿Podría haber utilizado algún consejo paternal, especialmente en un momento como este? Sí. De verdad podría haberlo necesitado. Sin embargo, esa no era la manera en que las cosas funcionaron para él, tuvo que acostumbrarse a eso o ir por una negociación insana con un fracaso que nunca sería capaz de cambiar o mejorar.
De la misma forma, ¿si Sakura Haruno verdaderamente creía que había incluso una posibilidad, por mínima que fuera, de que pudo haberle alzado la mano a una mujer de esa manera? ¿De qué le pudo haber mentido a la cara sobre Shion? ¿Que el bebé que la mujer llevaba en realidad era suyo? Entonces no había esperanza para ellos. No importaba lo que él le dijera o cómo tratará de explicar las cosas... ella realmente no lo conocía, y más que eso, en realidad no confiaba en él. ¿El hecho de que todo era una mierda? ¿El hecho de que Shion lo engañó, una vez más? ¿La mujer que amaba? Roturas difíciles.
Ve a pedirle a Papá Noel un nuevo padre. Pídele al hada de los dientes que te traiga una nueva ex esposa.
Lo que sea.
Dejando a Oriental en el polvo, tomó la autopista y duplicó el límite de velocidad en su camino al Aeropuerto Internacional de Charlemont —no porque tuviera prisa o fuera a llegar tarde, sino porque, qué diablos. El carro podía soportarlo— y por el momento, en realidad estaba sobrio en los controles.
La entrada para las llegadas y salidas privadas era la primera salida de la explanada que rodeaba la enorme instalación, y se dirigió a una calle estrecha que llevaba a una terminal separada. Aparcando justo delante de las puertas dobles, salió, dejando el motor en marcha. Shikamaru Nara acababa de entrar en el espacio de lujo, y a pesar de que pasaron pocos días, parecía un siglo desde Sasuke jugó ese juego de póquer y se enojó por esa rubia —y se había puesto de pie para irse a responder su teléfono. Como era de esperar, su viejo compañero de se vestía como el hombre de Wall Street que era, con gafas estructurales, traje oscuro y camisa blanca almidonada. Incluso llevaba una corbata roja.
—Pudiste haberte puesto pantalones cortos —dijo Sasuke mientras se daban un apretón de manos.
—Vengo de la oficina, idiota.
Ese acento, a la vez extraño y familiar, era exactamente lo que necesitaba oír en este momento.
—Dios, te ves como el infierno —dijo Shikamaru mientras su equipaje llegó en un carro— La vida familiar claramente no se lleva contigo.
—No la mía, en todo caso. Dime, ¿tu avión sigue aquí?
—No por mucho tiempo. Lo están reabasteciendo. ¿Por qué? —Cuando Sasuke solo miró por las pistas, su amigo maldijo— No. No, no, no, no me arrastraste hasta aquí, al sur de Mason Dixon solo para lloriquear y querer volver a Manhattan. En serio, Sasuke.
Por un momento, Sasuke se quedó con un pie en cada lado de la división: quedarse, solo para molestar a su padre en varios niveles; irse, porque estaba enfermo y cansado de esta mierda… Al parecer él y Sakura tienen algo en común después de todo. Ambos querían alejarse de él.
—¿Sasuke?
—Vamos —dijo, inclinando su gorro color rojo y recogiendo las dos maletas de cuero de su viejo compañero de habitación— ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en Oriental?
—La carrera, hace un millón de años.
—Nada ha cambiado.
En el exterior, abrió el capó del Porsche y metió el equipaje ahí; entonces él y Shikamaru salieron, acelerando la velocidad alrededor del aeropuerto, saliendo a la carretera.
—Así que, ¿voy a conocer esa mujer tuya, Otsutsuki?
—Probablemente no. Renunció.
—Bueno, eso descendió rápidamente. Lo siento mucho.
—No finjas que no has visto las noticias.
—Sí, se encuentra por todas partes. Creo que eres el responsable de resucitar el periódico impreso. Felicidades.
Sasuke maldijo y aceleró alrededor de una curva.
—No era un premio que buscaba, te lo aseguro.
—Espera, ¿renunció? ¿Quieres decir que ella trabaja para tu familia? ¿Es esto una cosa de Sabrina, viejo?
—Sakura es la horticultora principal en la finca. O lo era.
—No solo la jardinera, eh. Tiene sentido. Odias las mujeres estúpidas.
Sasuke le echó un vistazo.
—No te ofendas, pero, ¿podemos hablar de otra cosa? ¿Tal vez de cómo mi familia está perdiendo todo su dinero? Necesito levantarme el ánimo.
Shikamaru sacudió la cabeza.
—Tú, mi amigo, llevas un infierno de vida.
—¿Quieres intercambiar conmigo? Porque ahora mismo, busco una manera de salir de todo eso.
Esa noche, Sakura llegó a su casa para no encontrar ningún árbol en su patio delantero. Salió de su camioneta de granja y miró a su alrededor. El Yaris seguía donde fue aplastado, el pequeño coche destrozado con sus ventanas reventadas, su interior empapado y plagado que parecía sacado de un videojuego. Pero la rama desapareció, nada excepto el fresco y dulce olor a aserrín rociando el suelo.
No te atrevas, Sasuke, pensó. Ahora no te atrevas malditamente a intentar cuidarme.
Levantó la mirada y vio que la herida irregular, desde donde el árbol se partió, fue cortada con cuidado y sellada para que el magnífico arce sanara y sobreviviera al daño.
—Maldito seas.
Al menos dejó el coche en donde se encontraba. Si también hubiera tomado eso, habría tenido que ponerse en contacto con él para averiguar dónde reclamar el cuerpo, por decirlo así. Debería haberlo sabido mejor al asumir que todo terminó entre ellos.
Dirigiéndose hacia su pórtico delantero, habló con él todo el camino, Sakura se detuvo con su pie sobre el primer escalón. En la puerta de tela metálica, ataron con una cinta, una nota en el marco de madera... Excelente. ¿Ahora qué? ¿Una especie de: Ahora que las cabezas frías prevalecen, bla, bla, bla? Era un hombre enfermo. Y ella hacía lo correcto al irse. Por mucho que eso fuera a matarla, tenía que alejarse de él, de Oriental, de este extraño tramo de su vida que podría ser descrito solo como un mal sueño.
Obligándose a ponerse en marcha, subió y arrancó el papel de la puerta. Quería botar la cosa, pero algún impulso enfermo de abrir la herida lo hizo imposible. Abriendo la nota, ella…
Saludos, vecina. Las vacas estuvieron por todo tu patio. Arruinado el cultivo de flores de la parte trasera. No era bueno para las flores por lo que me encargué de tu árbol. La esposa te hizo una tarta. La dejó en el mostrador.
—Buella y Ross.
Exhalando, sintió una oleada de agotamiento caer sobre ella, y en vez de entrar a la casa, fue al otro lado y se sentó en el columpio del pórtico. Pateando las tablas del suelo con su pie, escuchando los grillos y el crujido de las cadenas de acero atornilladas en el techo sobre su cabeza. Sintió la suave brisa cálida en su rostro y observó la luz del sol menguante espesarse en un durazno turbio que creaba largas sombras sobre la tierra buena. Necesitaba plantar macetas en el pórtico… No, realmente no necesitaba hacerlo.
Oye, al menos tenía un buen postre esta noche, Buella hacía una tarta fantástica. Quizás sería de melocotón. O... arándano.
Sakura se encontró secándose los ojos y mirando las lágrimas en las yemas de sus dedos. Era algo terrible tener que salvarse abandonando todo esto… más bien como, supuso, tener que amputar un miembro enfermo.
Lo había estado haciendo tan bien, pensó.
Y entonces solo tuvo que volver Sasuke y arruinarlo todo.
—Eso es tanto como lo que Neji sacó de allí —dijo Sasuke mientras caminaba de un lado para el otro en la habitación de invitados que le dio a Shikamaru.
Era la mejor de las suites, con vistas al jardín trasero y el río, también tenía un escritorio lo suficientemente grande como para calificar como un mesón de cocina. De hecho, hace un millón de años, el conjunto de las habitaciones habían sido los aposentos privados de su abuelo, y después de la muerte del hombre, nada se tocó excepto por los habituales limpiadores. El comentario de Shikamaru cuando entró fue estereotipadamente seco. Algo acerca de si la guerra civil lo mandó fuera del espacio. Sin embargo, como era de esperarse, en el segundo en que el tipo accedió a los datos financieros, las opiniones sabelotodo se detuvieron y el hombre se volvió todo negocios.
—De todos modos, ya casi es la hora de la cena —Sasuke miró su reloj— Aquí nos vestimos para ello. Bueno, todos excepto yo. Por lo que tu traje debería estar bien.
—Tráeme algo aquí —murmuro Shikamaru mientras se quitaba la corbata, sus ojos nunca dejaron la pantalla de su computador— Y necesito algunas carpetas y hojas en limpio.
—¿Quieres decir que no quieres vernos a mi padre y a mí fulminarnos con la mirada a través del soufflé? —Sí, porque el mismo Sasuke realmente lo ansiaba— También podrías conocer al nuevo prometido fabuloso de mi hermana. El chico es tan encantador como el cáncer.
Cuando Shikamaru no respondió, Sasuke cruzó y miró por encima del hombro del chico.
—Dime que eso tiene sentido para ti.
—Aún no, pero lo hará.
El hombre adecuado para el trabajo, pensó Sasuke cuando finalmente se fue.
En el pasillo, se encontró mirando la puerta de su madre. Puede que Neji estuviera en lo cierto. Quizás si todo hiciera ¡puf!, su madre no se daría cuenta: Todas esas drogas la mantienen envuelta y a salvo en su delirio… algo que, por primera vez, comenzaba a entender… En ese sentido, ¿qué tal un poco de bourbon? Dirigiéndose a la escalera principal, decidió que iba a saltarse la cena. Aún quería descargar su ira sobre su padre, pero con Shikamaru en la casa, tenía, afortunadamente, una mejor manera de derribar al hombre. Y entonces, seguiría el ejemplo de Sakura y terminaría para siempre con todo esto.
Era demasiado, demasiado extraño, demasiado.
Tal vez regresaría a Nueva York. O quizás era el momento de arrojarse a una red más amplia. Irse a alguna parte del exterior… Sasuke se detuvo a mitad de la gran escalera. Kakashi Hatake y dos oficiales del cuerpo de policía militar se encontraban de pie en el gran vestíbulo inferior, sin sus sombreros, sus rostros como algo salido de un libro de texto sobre la justicia penal: sin expresiones. En lo absoluto.
Mierda, pensó Sasuke mientras cerraba los ojos. Se suponía que Naruto T., hasta el momento, fue capaz de trabajar en sus viejas conexiones.
—Iré a buscar mi billetera —dijo Sasuke en voz alta— Y llamaré a mi abogado…
Kakashi levantó su mirada cuando el señor Shimura entró ajetreado desde el comedor.
—Oh, señor Otsutsuki —dijo el mayordomo— Estos señores están aquí para verlo a usted.
—Lo imaginé. Solo agarraré mi…
Kakashi habló:
—¿Podemos hablar en algún lugar privado?
Sasuke frunció el ceño.
—Quiero que mi abogado esté presente.
Cuando Kakashi se limitó a sacudir su cabeza, Sasuke miró a los otros oficiales. Ninguno lo miró a los ojos.
Sasuke descendió e indicó con la mano.
—El salón.
Cuando los cuatro procedieron a la elegante habitación, el señor Shimura cerró las puertas dobles hacia el vestíbulo, y por acuerdo tácito, no se dijo nada hasta que el hombre dio la vuelta al otro lado de la habitación y también cerró los paneles. Sasuke cruzó los brazos sobre su pecho.
—Qué sucede, Kakashi. ¿Me estás buscando para una trifecta? Hina, luego yo… y ahora ¿qué hay de mi padre?
—Es con profundo pesar que le informo que…
Un disparo frío de miedo sacudió todo su cuerpo.
—Neji no, oh, Dios, por favor, Neji no…
—…un cuerpo fue encontrado en el río hace un par de horas. Tenemos razones para creer que es el de tu padre.
La exhalación que salió de los pulmones de Sasuke fue lenta y extrañamente constante.
—¿Qué…? —Se aclaró la garganta— ¿Dónde lo encontraron?
—Al otro lado de las cataratas. Necesitamos que venga e identifique el cuerpo. Es preferible el pariente más cercano, pero nunca hago pasar por eso a una esposa si puedo evitarlo.
A modo de respuesta, Sasuke se acercó al carro de bebidas y se sirvió una medida de la reserva de la familia. Después de echarse hacia atrás, asintió hacia Kakashi y los otros dos miembros de las fuerzas del orden.
—Dame un momento. Regresaré en seguida.
Al pasar al lado de Kakashi, el hombre extendió su mano y lo agarró del hombro.
—Lo lamento mucho, Sasuke.
Sasuke frunció el ceño.
—Sabes, no puedo decir lo mismo.
