No muy lejos de Rakelstake, oculto al otro lado del peñasco bajo el que el asentamiento se guarece, pero alejado de los campos arables que lo rodean, había un bosque. Era espeso y antiguo, por lo que aunque no ocupara mucha superficie, era fácil perderse, y crecía en la ladera de la cordillera que ensombrecía el valle. Por lo que el terreno era muy abrupto, pero permitía a todo tipo de animales en la zona encontrarse con un buen escondrijo. Aunque era precisamente todo eso lo que también lo convertía en un gran coto de caza.
Les ofrecía un reto a los cazadores que acudían por deporte, pero también presas relativamente fáciles para quienes lo hacían por necesidad. Ashe solía encontrarse en el segundo grupo, pero por costumbre, sabía que guerreros como Doran disfrutaban poniéndose a prueba ante cualquier desafío que se les presentara. Ya fuera ante bestias salvajes, u otros de su calaña. Así que pensó acertadamente que este era una buena forma de conocerle. Hacerle sentirse cómodo para que compartiera sus ideas y aspiraciones, tal como Vania y Enok habían hecho. Quería estar segura de conocer las intenciones de todos ellos y sus tribus antes de hacer ningún plan a futuro.
Pero Doran no lo entendía de esa forma. Tal como lo veía él, ella había solicitado que pasaran un tiempo a solas. Y lo había llevado a un lugar en el que podría demostrar su capacidad marcial. Su valor a la hora de defenderla a ella y a su tribu ante cualquier enemigo, en caso de que lo eligiera como sangrejurada. Y a su futura progenie, claro.
Mientras Ashe avanzaba con cautela atenta a sus alrededores, cargando con el arco a su espalda, Doran la seguía con calma y parsimonia. Cargaba con su larga y pesada maza al hombro, que tenía una cabeza de hielo puro con bordes afilados, sujeta a un largo mango de hueso pulido. Incluso para los altos estándares de las armas de hielo puro, aquella era una obra de artesanía.
La verdad es que era encomiable ya de por si solo que lograra blandirla con una mano, dado el tamaño y peso del arma.
-Bueno. ¿Ves algún rastro?-dejó caer Doran, algo aburrido.
-Aún no. Pero era de esperar. No nos hemos adentrado tanto, y los animales probablemente hayan aprendido a evitar esta zona.-dijo ella pegando una rodilla al suelo, asegurándose de que no le hubiese pasado desapercibida ninguna huella en la tierra mojada.-Aunque ahora que la primavera está llegando, nos debería ser fácil encontrar rastros. La tierra estará blanda, y muchas criaturas estarán abandonando su hibernación.
-Por supuesto.-la pasó de largo, jugando con la maza entre sus manos.-Pero cuando lo hagamos, espero que estés atenta.
-¿Temes que pierda de vista a alguna presa?
-No.-se señaló con el pulgar.-Lo digo para que no te pierdas el espectáculo.
Doran cruzó de un salto un arroyo de caudal bajo, aunque había provocado ya una zanja profunda. Ashe iba a seguirlo, hasta que se fijó en algo corriente abajo.
-Espera.
Ashe bajó al arroyo con cuidado, buscando no hacer ruido, y evitando perturbar el flujo del pequeño regato, por miedo a alertar a cualquier animal que estuviera pendiente abajo ante su pequeña interrupción.
Doran bajó de un salto, y metió de lleno los pies en el agua.
-¿Qué has visto?-preguntó el guerrero de barba caoba, cubriéndose los ojos del sol.
-... Fíjate en el barro.-le susurró ella, procurando ignorar su comportamiento.-Algo muy grande y pesado se ha estado moviendo por aquí asiduamente. De hecho, ha apartado las rocas a su paso.
-Bien, entonces.-se golpeó la palma de la mano con la cabeza de la maza.-Vayamos tras ese algo.
-Pero con discreción. No querremos alertar a lo que estemos siguiendo.-dijo observando aún las huellas, tan distorsionadas por el agua que era difícil discernir a que tipo de animal pertenecían.
-¿Y por qué no? La sorpresa es una buena ventaja, pero, ¿qué sentido tiene si te evita disfrutar de la batalla acabándola demasiado deprisa?
-Yo no lo veo así.-le contestó irguiéndose.-No le veo sentido a prolongar su sufrimiento. Si puedo hacerlo rápido e indoloro...
-Bah. Una bestia merece morir con los ojos abiertos tanto como cualquier freljordano. Su espíritu es incluso más guerrero que el nuestro. Al menos ellas saben cual es el sitio de los débiles.
-¿Ese es tu problema con Vania y su tribu?-le preguntó ella dándole la espalda, mientras seguía el rastro que se perdía corriente abajo.-¿Te parecen débiles?
-No lo son. Al menos, no creo que la mayoría lo sean.-gruñó Doran, antes de escupir al suelo.-Pero una vez fueron el terror de los demacianos en el mar, tanto como el Hielo Blanco lo somos en las montañas. Y ahora... comercian con ellos. Les compran lo que antes tomaban por la fuerza. Se regodean en una opulencia que no se han ganado, y eso les está volviendo débiles. Tanto, que creen que alguien como ese blandengue de Vania es adecuado para ser tu sangrejurada.
-Las tribus del norte suelen decir cosas muy parecidas de las del sur, ¿sabes?-le respondió echándole una mirada, antes de volverla al frente, y ver que el rastro salía del arroyo.
-Pues que se presenten ante mi, y les demostraré cuanto se equivocan.
Ashe salió de la zanja de un salto ágil, y tomó su arco con las manos.
-Ese es el problema.-susurró la arquera.-Demasiadas tribus se molestan en demostrar precisamente eso. En volverse unas contra otras cuando los recursos escasean. Cuando unidos seríamos más fuertes. Todas esas luchas de orgullo entre nosotros nos debilitan, no nos hacen más fuertes.
-En eso algo de razón tienes.-dijo Doran, escalando fuera del arroyo con un gruñido.-Cuantas más tribus de Freljord se unan bajo un mismo estandarte, más fuertes seremos. Y entonces, seríamos nosotros los que llevaríamos la guerra a tierras más abundantes, como Noxus y Demacia. Demasiado tiempo esos blandengues del sur se han burlado de nosotros.
Ashe se quedó quieta, mirándole fijamente.
-... ¿Qué?
-No es eso a lo que me refería.-suspiró, y sacudió la cabeza.-Pero da igual. Además, no creo que tengas razón con la Vaguada de Valar. El tiempo los ha vuelto flexibles, no débiles. Han sabido adaptarse a una nueva época, y sacar provecho de ella.
-Pues ya ves lo que ha producido esa nueva época.-se agachó para esquivar una rama, mientras la seguía entre los árboles.
-Sí. Ya has dejado clara tu opinión sobre Vania.
-Claro. No niego que el muchacho pueda tener sus talentos útiles, ¿pero ser tu sangrejurada? En su clan han debido de volverse locos. Un sangrejurada ha de ser alguien fuerte, y agresivo. Templado por la batalla, y no la comodidad. Alguien...
-¿Cómo tú, dices?-le preguntó ella, deteniéndose de golpe, y volviéndose para verle a la cara.
-Bueno.-Doran sonrió, apartándole con la mano una mechón de pelo de la cara que se le escapaba de bajo la capucha.-Si tú lo dices.
Ashe le apartó la mano, y miró a un lado. Le indicó que hiciera silencio, y a continuación se agachó.
Poco a poco, le hizo seguirla subiendo una loma. Desde lo alto de la cual, al fin encontraron a su presa.
Bajó la sombra de una roca afilada y estrecha, descansaba una loba dientehielo. Hembra, por lo que su pelaje y tamaño indicaban. Se la veía somnolienta, sintiéndose segura en su guarida, y para nada consciente de la presencia tan cercana de sus perseguidores.
Parecía que esto iba a ser fácil. Era raro encontrar a los de su especie moviéndose en solitario. Pero no había rastros de otros depredadores en la zona. Ashe pensó entonces que de la misma forma que en Freljord era posible que una persona perdiera a toda su tribu en un día, lo mismo podía decirse de una loba y su manada.
Poco a poco, Ashe formó otra flecha de hielo en su arco, dispuesta a acabar con la peligrosa bestia en un momento. Pero algo la detuvo. Bajo la sombra de la roca, un par de bultos se movían, pegados al pelaje del animal. No podía discernir que eran. Pero lo sospechaba.
-Espera.-susurró la arquera.-Creo que...
Doran no hizo caso. Descendió de la loma con paso apurado, blandiendo su maza, y se dirigió hacia el refugio de la depredadora.
-¡Eh, perrita! ¡Aquí estoy!
Las orejas de la loba dientehielo se erizaron, al igual que su pelaje, bajo el cual la escarcha misma parecía crecer. Rápidamente, el animal se puso a cuatro patas, y se interpuso entre Doran y su refugio, de forma protectora. Oteando al guerrero con aquellos ojos que emitían un azul espectral.
-¡Svaag!-protestó Ashe, mientras apuntaba con el arco.
No tenía un buen ángulo. Doran estaba en medio, y a él no parecía importarle. Al fin y el cabo, este era un buen momento para lucirse, y demostrarle a Ashe que el sería un sangrejurada apropiado.
La loba, por otra parte, no se lanzó a atacar al intruso de inmediato. Se mantuvo en posición entre su refugio y Doran, gruñéndole y mostrandole los colmillos, que parecían hechos de hielo puro mismo, dado su brillo azulado. Hasta que debió de pensar que su amenaza se había acercado lo suficiente.
De inmediato, la gran bestia se impulsó sobre sus patas para abalanzarse con todo su peso contra Doran. El cual apenas tuvo tiempo de reaccionar, y solo alcanzó a interponer el mango de su arma entre las mandíbulas de la loba. Lo que impidió que le arrancara la cabeza de un mordisco, pero no que se lo llevara por delante.
Ashe tuvo que tirarse a un lado, pues el impulso del salto de la dientehielo fue tal, que con facilidad llegaron hasta la loma. Partiendo en dos un árbol seco, y haciendo que animal y hombre cayeran rodando entrelazados cuesta abajo, revolviéndose, luchando y llenándose de nieve.
Doran acabó rompiendo su caída al golpear una roca, dejándola agrietada. La loba aterrizó algo más lejos, y en seguida se alzó con furia en los ojos. Doran le respondió igualmente con una sonrisa burlona, mientras miraba hacia su maza, tirada en la nieve, justo entre ambos. Aunque su ropa estuviera desgarrada, con heridas en su espalda y costados por las que sangraba profusamente, Doran no se mostraba dispuesto a ceder.
Esto no podía seguir así. La loba iba a acabar matándolo si no hacía algo. Ashe formó otra flecha en su arco.
Pero siguió sin tener espacio para actuar. La bestia de inmediato se lanzó contra Doran, pero esta vez este estaba preparado, y la hizo a un lado de un cross de izquierda. Aunque la loba apenas necesitó tiempo para recuperarse, lo hizo con la mandíbula dolida y algo torcida, y con un colmillo roto.
Doran rodó sobre el suelo para recuperar su maza, antes de sacudirse la escarcha de sus nudillos.
Al ver que había recuperado su arma, y tras el golpe que acababa de llevarse, la loba dudó. Así que en vez de volver a atacarlo, la animal vio más cauto darse la vuelta y escabullirse entre los árboles. Pero Doran no pretendía dejarlo ahí.
-Oh, no. De eso nada.-blandió su maza ahora con ambas manos, y la alzó sobre su cabeza.
Desde su ventajosa posición, Ashe vio como la hacía descender violentamente contra el suelo. Y después, nada.
La onda de choque casi se la lleva por delante, levantando la nieve como si de una tormenta se tratara. Ashe se protegió el rostro con la capucha y el brazo. Pero cuando volvió a mirar, se quedó sin aliento.
Todos los árboles alrededor de Doran habían caído, o estaban partidos, con esquirlas de hielo clavadas en ellos. Y frente a él, una enorme grieta se había abierto en la tierra y roca misma, despejada de toda nieve. Ashe pocas veces había visto demostraciones de poder semejantes de un hijo del hielo. De hecho, solo recordaba a su madre e a Yrael haber hecho proezas similares.
Doran volvió a llevarse la maza al hombro, y caminó por un lado de la grieta. Buscaba el cuerpo sin vida de la loba, pero no lo veía por ninguna parte.
-¡Doran, espera!-le llamó Ashe, mientras bajaba deslizándose por la loma.
-¿A qué viene tanta prisa?-miró hacia atrás.-¿Temes que...?
De inmediato, un brillo azul emergió de las sombras, y la loba se abalanzó sobre él con sus colmillos escarchados. A Doran le cogió de sorpresa, apenas teniendo tiempo de interponer su antebrazo izquierdo, en el que se clavaron los afilados dientes de la bestia, incluso a través del cuero curtido. No solo hendiendo prácticamente hasta el hueso, pero entumeciéndole el brazo entero con aquel frío antinatural.
-¡AAAARGH!
El dolor le hizo soltar su arma, y caer de espaldas, con la loba encima de él. Sus colmillos yendo esta vez a por su rostro, interponiéndose tan solo el brazo herido de Doran. Si tan solo pudiera alcanzar su arma...
No hizo falta. Una flecha de hielo se clavó en el lomo del animal, haciéndola caer de lado, mientras lloriqueaba de dolor.
-Buen trabajo.-Doran se puso rápidamente en pie, pese a sus heridas.-Pero no está muerta.
El hijo del hielo agarró a la loba por su pelaje, y alzó a la enorme bestia por encima de su cabeza con extrema facilidad.
-¡Doran, para!
Ya era tarde. Apoyando la espalda del animal sobre sus hombros, y con un brazo sujetándole la cabeza y otro las patas, hizo fuerza.
Entonces se escuchó un estremecedor crujido.
La loba, que antes se revolvía con desesperada rabia y miedo, se quedó lánguida y flácida. Tras lo que Doran dejó caer su cuerpo sobre la nieve revuelta.
-Tarde.-contestó mientras se frotaba el brazo herido, sonriente.-Si lo que querías era el privilegio de su muerte, deberías haber acertado a la primera. Pero si quieres, podemos decir que fuiste tú, matriarca.
Ashe le dedicó una mirada fría que no había puesto en práctica en mucho tiempo.
-... ¿Qué?
-No estaba intentando matarla.
Fue su única respuesta. Después, volvió a dirigirse a la loma.
Doran no la entendía. Pero la siguió igualmente al otro lado del pequeño montículo. Cuando volvió a verla, la encontró agachada junto la misma gran roca bajo la que se refugiaba la bestia. No fue hasta que se colocó tras ella, y miró por encima de su hombro, que lo entendió. Por eso la loba se había mostrado tan agresiva en vez de simplemente huir.
No podía abandonar a sus cachorros.
Un pequeño bulto blanco y peludo le mordisqueaba la mano a Ashe, mientras el otro olisqueaba sus botas.
-Hemos matado a su madre.-dijo con tristeza.-No hay otros miembros de su manada cerca, y sin ella para alimentarlos y protegerlos, morirán de frío y hambre.
-Svaag.-murmuró Doran rascándose la nuca, mirando hacia atrás.-Esta no ha sido una buena caza.
-Tenemos que hacer algo.
-Tienes razón.-se agachó junto a ella, cogiendo al cachorro que la estaba olisqueando.-Y dado que la muerte ha sido mía, es justo que me encargue yo.
-¿En serio?-Ashe dejó escapar media sonrisa, aún algo triste.-¿Acaso sabes como cuidar de...? ¡Por Avarosa, ¿pero que estás haciendo?!
La arquera le interrumpió justo cuando tenía una de sus fuertes manos sujetando el cuello del cachorro, mientras que con la otra le apretaba la cabeza.
-Ehm... Sacrificarlo para que no sufra, claro.-le respondió como si fuera evidente.
Ashe se puso en pie, y le arrebató al cachorro de las manos, que no parecía ni entender lo que estaba pasando.
-No era eso a lo que me refería.-se agachó para coger también al otro cachorro.-Aún pueden sobrevivir.
-... Será una broma, ¿no?
-¿Qué?
Doran continuó mirándola extrañado.
-¿Realmente sabes que hacer con esas bestias?
-Tengo algunas ideas. Pero aunque no las tuviera, se merecen al menos una oportunidad.
-Bien. Pues que esa oportunidad se la ganen aquí fuera. No les haces ningún favor protegiéndolos. Su vida han de ganársela, como todos los animales en este bosque.
-Te aseguro que todas las crías que pierden a sus madres antes de tiempo, acaban muriendo.
-No. Solo las débiles lo hacen.
Ashe volvió a lanzarle aquella mirada fría al guerrero.
-... Creo que te confundes.
-No, no lo hago. Has dejado muy claro que...
-No. Me refiero a que esto no te lo estoy pidiendo, te lo estoy diciendo. Vamos a volver al poblado con ellas, y haremos lo posible por ayudarlas. Tú aún puedes tener tu pieza de caza. ¿Queda claro?
-...
-Te he hecho una pregunta.
-... Sí, matriarca.-Doran le dio la espalda.-Pero no olvides que siguen siendo animales salvajes. Más vale que les encuentres un cuidador con un espíritu tan indómito e incansable como el suyo, si no quieres que le arranquen la cara a quien no deben.
En eso, pensaba Ashe, tenía razón. Por suerte, ella ya tenía candidatas en mente.
-¿Son para nosotras?
-Sí. Porque sé que no podrían estar en mejores manos.
Eso era mentira. Ashe sabía que dos niñas como Melea y Ranna no eran las más apropiadas para cuidar de dos lobeznos. Además, probablemente la mayor parte de esa tarea recayera en manos de su madre Leena, o algún otro miembro de su clan. Pero también sabía que ese tipo de responsabilidad podría venirles bien, enseñarles responsabilidad... y que dos niñas precisamente serían las únicas predispuestas de buena gana a una tarea así.
Siempre y cuando Leena se lo permitiese, claro está. Pero ya se enteraría. Más tarde. Y Ashe dudaba que fuera a negarle a sus hijas pequeñas algo así... por mucho que después seguramente quisiera tener unas palabras al respecto con la arquera.
-Pero recordad que no son peluches, ¿de acuerdo? Tenéis que cuidar bien de ellos, alimentarlos, y entrenarlos. Sobretodo, para que sean obedientes.
No parecían estar haciéndole mucho caso. Tan pronto se las había encontrado en el pasillo, comenzaron a hacerle más caso a los cachorros que a sus palabras. No parecía ni importarles lo frío que se sentía su pelaje escarchado al acariciarlos.
-Sí, Ashe. Gracias, Ashe.-dijo Ranna, antes de salir corriendo con el animal entre sus brazos.
-Gracias, Ashe.-le imitó su hermana, como si tuvieran miedo de que fuera a cambiar de opinión, y se los quitara.
Ashe suspiró. Empezaba a pensar que esto había sido mala idea.
-Siento mucho lo de antes. Normalmente no se comporta así.
-No tienes nada de lo que disculparte. Además, esto va más allá de nosotros. No es como si pudiéramos hacer nada por evitarlo.-le respondió Vania a la sacerdotisa, tras encontrarse a la entrada de la fortaleza.
-Eso es lo que menos entiendo de todo. Ese rencor. Mi gente siempre ha sido nómada. Anivia nos enseña a no temer abandonar lo que fuimos, para así renacer libres. Aún así, entiendo que haya gente que sea incapaz de desaferrarse de ciertas ideas, de la gente que los rodea. O incluso de la tierra misma que habitan. Pero, ¿ese odio? ¿Ese rencor del que ni siquiera se recuerda la causa? Eso sí que no puedo entenderlo.
-Je. Ojalá pudiera decirte que yo sí.
-De hecho, encontraría más alivio en que me dijeras que no.-sonrió Siana.
-Y yo también encuentro alivio en no ser el único al que le parece extraño. Quizás se deba a que he pasado mucho tiempo fuera de Freljord, pero... hay tantas cosas que me resultan ajenas, que me pregunto si no seré yo el extraño.
-A mi no me pareces extraño.
-Je. Eres amable, pese a no conocerme de nada. Pero seamos sinceros.-extendió los brazos a los lados.-¿Acaso tengo pinta de freljordiano?
-A estas alturas, deberías saberlo. He viajado mucho por todo Freljord como parte de los peregrinajes de mi fe, y he visto gente de todos tipos. Desde los comerciantes pacíficos de tus tierras, a los salvajes y orgullosos habitantes del Mar Helado, pasando incluso por los austeros miembros de la Guardia de Hielo. Sin embargo, todos tenían una cosa en común. Y no era precisamente la habilidad en batalla.
-¿Y qué era?
Siana dejó de andar, al borde de unas escaleras ascendentes grabadas en la misma piedra, y le puso la mano en el pecho.
-Un espíritu fuerte. Puede que castigado y dañado, pero aún cálido. Y créeme. Eso también puede verse en ti.
Vania abrió la boca como si fuera a responder, pero no supo que decir. Agachó la cabeza con algo de tristeza, y luego sonrió para si. Entonces, tomó la mano de Siana, con amabilidad.
-... Gra-
-¿Qué te crees que estás haciendo?
Al alzar la vista, se encontraron con la hostil mirada de Doran, mientras bajaba la escaleras. Vania le soltó la mano a Siana algo temeroso, aunque ella no parecía preocupada.
-Doran. Ya has vuelto. ¿Qué tal ha ido la...?
-¿Qué haces hablando con este?-la sujetó fuertemente del brazo, apartándola de Vania.
-Solo... hablaba con él. Me estaba disculpando por lo de la plaza. ¿Qué estás... ?
-A él no tienes que decirle nada. Ni en mi nombre, ni en el tuyo.
-Eih.-Vania apoyó su mano en el amplio hombro de Doran, no sin sentirse algo intimidado.-No me importa que problema tengas conmigo, pero a ella no puedes...
Y sin más, Doran soltó a Siana, y derribó a Vania de un puñetazo.
-Contigo no hablaba.
-¡Doran! Pero, ¿a ti que te pasa?-Siana se acercó y arrodilló junto a Vania.-¿Estás bien?
-Sí, sí. No es nada.-dijo, a pesar de su sangrante brecha en la mejilla.
-Tsk. ¿Lo ves? No sabe ni encajar un golpe.-Doran se crujió los nudillos.
-Doran...
-No, tranquila. No pasa nada. No...-Vania suspiró, y luego, comenzó a ponerse en pie de nuevo.-No. ¿Sabes qué? Ya estoy harto.
Doran alzó la ceja con interés.
-Estoy harto de pretender que no pasa nada. No vas a ser ni el primero ni el último que trata de pasarme por encima desde que he vuelto, pero se acabó el ser diplomático. Si de verdad eres tan idiota como para...
Doran volvió a derribarlo con una gancho de izquierda.
-¡Doran!
-¿Qué? Solo le estaba igualando la cara.-sonrió con suficiencia.
-Doran. Ya basta. O...
-¿O qué?
Siana empezó a acumular magia en su báculo, mientras sus ojos brillaban con un tono incluso más azulado.
-¿Qué harás?-siguió Doran, sin mostrarse preocupado.
Ante la mirada determinada del guerrero, Siana empezó a dudar. ¿Qué iba a hacer exactamente? ¿Atacarlo? No lo tenía claro.
-Sí. Eso.-dijo Vania, mientras volvía a ponerse en pie.-Sigue atacando cuando sabes que nadie va a responder. No conozco a los de tu tribu, pero no dudo que muchos no se sentirían exactamente orgullosos con el hijo de su matriarca viendo esto.
Esta vez, sí que había conseguido molestar a Doran de verdad. Recibió otro puñetazo aún más fuerte que los anteriores. Tanto que por un momento lo levantó en el aire, y lo mandó arrastrándose por el suelo, hasta chocar con el pie de las escaleras. Doran caminó hasta él.
-¿Acaso quieres recibir más, tipo duro? ¿Es que acaso te gusta?
-¡Doran, por la Madre Invernal, para ya!
Vania no respondió. Simplemente, seguía tratando de incorporarse apoyándose en los escalones, mareado. Sin mucho éxito.
-Tú no aprendes, ¿verdad?
Esta vez, Doran no esperó a que volviera a levantarse. Volvió a lanzar su puño contra él.
Solo para notar como de repente, alguien le agarraba fuertemente del antebrazo.
-Ya basta.-dijo Tryndamere.
-¿Eh?
-¡He dicho que ya basta!
Con facilidad pasmosa, el bárbaro alejó a Doran de un empujón, interponiéndose entre él y Vania, mientras Siana volvía a atender al muchacho herido.
-Svaag. ¿Y tú quien eres?
-Alguien de tu tamaño.-dijo cruzándose de brazos.
-Tú no te metas. Ese debilucho no se merece que lo protejas.
-¿Debilucho?-Tryndamere miró hacia atrás, viendo a Vania poniéndose en pie sin ayuda de Siana, aunque tambaleándose.-No lo tengo tan claro.
-¿A qué te refieres?
-Lo único que he visto es a alguien ser derribado tres veces por un oponente casi el doble de grande que él. Y las tres veces ha vuelto a levantarse. Así que o bien es más fuerte de lo que parece,-miró a Doran, con la furia de sus ojos encendida.-o tú golpeas muy flojo.
El rostro de Doran se torció entre la rabia y la indignación. Pero justo cuando iba a abalanzarse contra Tryndamere, y este se preparaba para recibirlo, un estallido de magia de hielo templó los ánimos de ambos.
Lo que solo podía ser descrito como una puntiaguda flor de hielo, apareció entre ellos. Algo que Tryndamere había visto antes, pero a una escala mucho mayor.
-¡Ya es suficiente!-gritó Ashe desde lo alto de las escaleras, llamando la atención de todos.
La arquera fue descendiendo los escalones, hasta llegar al malherido Vania, al quien Siana atendía, sin que esta vez Doran dijera nada.
-¿Estás bien?-le preguntó, observando la sangre que manchaba su rostro magullado.-Deberías ir a que las curanderas te miren eso.
Vania simplemente asintió, a lo que Ashe imitó el gesto, antes de dirigirse a Doran y Tryndamere. Examinó a los dos fornidos guerreros con la mirada, los cuales le resultaban tan parecidos, y a la vez tan distintos. Suspiró, sintiéndose agotada.
-¿Eso era realmente necesario?-le preguntó a Doran
-Con todo el todo respeto, matriarca. Pero no tengo porque justificarme.
Tampoco tenía pensado pedírselo, pensó ella. Luego, se dirigió a Tryndamere.
-Has venido.
-Querías hablar conmigo, ¿no?
-Sí. Pero no estaba segura de si... Bueno. Ya no importa.-miró a su alrededor.-Vayamos a un lugar más privado.
En ese momento, un guardia de la fortaleza se había acercado a atender a Vania, por lo que Siana volvió a colocarse junto a Doran. Ashe no les dijo nada más. Y más que su actitud austera, lo que llamaba la atención era el aura de tensión que parecía emanar. Como si la duda y la resignación de un pensamiento fijo llenaran su mente.
No tardó en desaparecer por el pasillo superior al final de las escaleras, con Tryndamere siguiéndola de cerca.
