Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

24

Sasuke no dijo a nadie dónde iba ni por qué. Cuando volvió a bajar de sus habitaciones, tenía su teléfono y su billetera con él, y tuvo la precaución de mantenerse fuera de la vista de las personas que comían y conversaban tranquilamente en el comedor. No, él no le iba a decir nada a nadie. No hasta que estuviera seguro.

Entrando en la parte trasera de la camioneta del Sheriff Kakashi, se encerró en ella y miró por el parabrisas delantero. Cuando el tipo se ubicó al volante, Sasuke dijo:

—¿Alguien lo sabe?

—Nos hemos mantenido en secreto hasta ahora. El cuerpo fue arrastrado a una cochera para barcos a un cuarto de milla de las cataratas. Las personas que llamaron son buena gente. Están conmocionados y no quieren mucha atención de los medios o periodistas en su propiedad. Sin embargo, no van a ocultarlo para siempre.

El viaje a la morgue fue extraño, el tiempo transcurría lento, a paso de tortuga, todo demasiado brillante, demasiado claro, demasiado alto. Y una vez que se encontraban en el interior del aburrido y práctico edificio, todo empeoró hasta que sintió como si estuviera drogado, la calidad surrealista como algo salido de una historieta de Jerry García. Lo único que podía hacer, lo único que precisaba, era seguir a Kakashi donde el tipo fuera y en poco tiempo, Sasuke se encontró en una sala de espera privada que era del tamaño de una despensa.

En el centro de la pared delante de él había una cortina que se detenía en el lugar, por lo que supuso que era una gran ventana de vidrio. Al lado de la instalación había una puerta.

—No —le dijo Sasuke a Kakashi— Quiero verlo cara a cara…

Hubo un momento incómodo.

—Escucha, Sasuke, el cuerpo está en mal estado. Se acercó a las cataratas e incluso podría haberse enredado con una barcaza. Va a ser más fácil…

—Lo fácil no me interesa —Sasuke entrecerró los ojos en el policía— Quiero entrar ahí.

Kakashi maldijo.

—Dame un minuto.

A medida que el sheriff desaparecía por la puerta, Sasuke se alegró de que no hubiera luchado más duramente que eso, porque no quería admitirle al tipo que la razón que tenía para acercarse lo más posible y verlo en persona, era porque tenía que estar seguro de que su padre en verdad murió… Lo cual era una estupidez. ¿Cómo todos esos policías perderían su tiempo arreglando esta mierda?

Kakashi volvió y abrió la puerta.

—Entra.

Entrar en el espacio de azulejos era algo que Sasuke recordaría el resto de su vida. Y Jesús, era como las películas: en el centro de la habitación, sobre una mesa laminada en acero inoxidable, había una bolsa para cadáveres. Absurdamente, notó que se trataba del mismo tipo exacto como en el que Shizune fue puesta.

A un lado de la camilla, se encontraba una mujer con una bata blanca, de pie con las manos enguantadas cruzadas delante de ella.

—Señor, ¿está listo?

—Sí. Por favor.

Ella se acercó y estrechó la cremallera. Tirando hacia abajo alrededor de dos metros, amplió la apertura, extendiéndola. Sasuke se inclinó, pero el olor del agua y la putrefacción le hicieron retroceder. No había esperado que los ojos de su padre estuvieran abiertos.

—Es él —se ahogó Sasuke.

—Lo siento por su pérdida —dijo la forense mientras comenzaba a abrochar de nuevo la bolsa.

Cuando ella terminó el trabajo, se suponía que quería que se fuera, pero se quedó allí bajando la mirada a la bolsa para cadáveres. Todo tipo de imágenes escupían el camino en sus pensamientos, un revoltijo de cosas del pasado y el presente.

Ya no más futuro, pensó. Ya no habría nada más con el hombre después de este punto.

Dios, de todas las maneras en las que imaginó que las cosas terminarían entre ellos… este momento de tranquilidad, en esta fría sala médica, con Kakashi Hatake a un lado suyo y una total desconocida en el otro, no era una de ellas.

—¿Y ahora qué? —se oyó preguntar.

Kakashi se aclaró la garganta.

—Extraoficialmente, y no me cuelgues por esto, estamos bastante seguros de que fue un suicidio. Dado todo lo que ha pasado… Bueno, ya sabes.

—Sí. Resulta evidente. —Y las fuerzas del orden ni siquiera eran consciente del dinero que faltaba.

Qué puto cobarde, Sasuke pensó en su padre. Creando este gran lío y luego optando por lanzarse desde un puente. Imbécil.

—Nos gustaría tu consentimiento para hacer una autopsia —dijo Kakashi— Solo para descartar un crimen. Pero, de nuevo, eso no es lo que se nos pasa por la cabeza.

—Por supuesto —Sasuke echó un vistazo al policía— Escucha, necesito un poco de tiempo antes de que esto salga a la prensa. Tengo que decírselo a mi madre, a mis hermanos, a mi hermana. Ni siquiera sé cómo ponerme en contacto con Kiba, pero no quiero escuchar esto en las noticias de las seis. O peor aún, en la TMZ.

—Las fuerzas del orden se han comprometido a trabajar contigo y con tu familia.

—Voy a ser tan rápido como pueda.

—Eso lo haría más fácil para todo el mundo.

Un portapapeles salió de la nada, y firmó una variedad de cosas. Mientras le devolvía la pluma a la médica forense, pensó: Mierda. Iban a tener que planificar un funeral. Aunque, para ser honesto, lo último en que le interesaba era en honrar a su padre de cualquier manera.


—No tengo hambre.

Mientras Neji se sentaba en su silla en su casa, era plenamente consciente de que sonaba como un niño de cuatro años negándose a cenar, pero no le importaba. El hecho de que los olores que salían de esa cocina le hacían agua boca, estaba fuera de lugar. Hanabi, sin embargo, tenía audición selectiva.

—Aquí tienes.

Puso el plato de estofado sobre la mesa al lado de su botella de… ¿qué bebía ahora? Oh, tequila. Bueno, ¿eso no iría a las mil maravillas con la salsa de carne?

—Come —le ordenó ella en un tono que sugería que o hacia el trabajo por sí mismo, o ella iba a hacer puré las cosas y obligarle a tragar por una pajita.

—Sabes, puedes irte cuando quieras —murmuró él.

Por el amor de dios, la mujer estuvo en su casa todo el día, limpiando, lavando la ropa, cocinando. Él le había señalado un par de veces que fue contratada para cuidar de los caballos, no del dueño, pero una vez más… su audición era muy irregular.

Maldita sea, está rico, pensó mientras tomaba un bocado.

—Quiero pedirte una cita con tu médico.

El sonido de un coche hasta era una intrusión bienvenida. En especial, mientras se esforzaba por recordar qué día era, y esperaba que, de algún modo, fuera viernes una vez más. Le gustaba la idea de verla como a una prostituta viniendo a servir. Demonios, ella podría mirar si le importaba, no es que fuera a mostrar mucho… Por una fracción de segundo, recordó la sensación de TenTen a horcajadas sobre él, moviéndose arriba y abajo, mirándolo a los ojos. Un fuerte dolor en el pecho le hizo comer más rápido solo para librarse de la sensación.

El golpe fue fuerte.

—¿Te importaría hacer los honores? —le dijo a Hanabi— Si se trata de una mujer, invítala. Si no es así, dile que se largue jodidamente de mi propiedad, y utiliza la palabra "jodidamente", ¿de acuerdo? Los dos sabemos que la tienes en tu vocabulario.

La mirada que le disparó probablemente le habría derribado si no hubiera estado sentado ya. Pero ella fue a la puerta. Abriéndola, dijo:

—Oh mi…

—¿Quién es? —murmuró Neji—. ¿Tú hada madrina?

Excepto que no lo era. Se trataba de Sasuke.

Mientras su hermano entraba en la casa, Neji comenzó a sacudir la cabeza.

—Sea lo que sea, tienes que ir a otro lugar. Te lo dije, no voy a ayudarle más a…

—Podemos hablar en privado.

No era una pregunta. Neji puso los ojos en blanco.

—No me importa lo que digas.

—Esto es un asunto familiar.

—¿No lo es siempre? —Cuando Sasuke no se movió, Neji maldijo— Sea lo que sea, lo puedes decir en frente de ella.

En todo caso, era de esperar que la presencia de Hanabi en la pequeña habitación acelerara las cosas. Sasuke miró a la mujer. Miró hacia atrás.

—Nuestro padre está muerto.

Mientras Hanabi jadeó, Neji bajó lentamente la cuchara de nuevo a la taza. Luego dijo con voz áspera:

—Hanabi, ¿nos disculpas a mí y a mi hermano un momento? Gracias por tu amabilidad.

... Era curioso cómo los modales le volvían en tiempos de crisis.

Después de que Hanabi se escabullera por la puerta, Neji se limpió la boca con la servilleta de papel.

—¿Cuándo?

—En algún momento de anoche, piensan. Se arrojó desde el puente, lo más probable. El cuerpo fue hallado varado en el otro lado de las cataratas.

Neji se recostó en su silla. Tenía la intención de decir algo. De verdad quería. Solo que… no podía recordar qué era. Era evidente que Sasuke sentía lo mismo, porque su hermano más joven era el único en la otra silla en la sala y se sentó.

—Se lo dije a nuestra madre antes de venir aquí. Creo que… no tiene ni idea de qué le dije. No me seguía en absoluto. También se lo dije a Hina. Su reacción fue justo como la tuya.

—¿Están seguros? —preguntó Neji— De que él está…

Por alguna razón, parecía de vital importancia. ¿Aunque cómo podría producirse un error de esa magnitud?

—Fui el que identificó el cuerpo.

Neji cerró los ojos. Y por un momento, la luz de su mechero parpadeó de nuevo.

—Ese no deberías haber sido tú. Yo debería haberlo hecho.

—Estuvo bien. No… —Sasuke respiró hondo— No parece que me afectara en absoluto. Estoy seguro que has oído lo de ayer.

Neji miró a su hermano.

—¿Qué sucedió de ayer?

Sasuke rio en un estallido duro.

—A veces no tener televisión por cable es algo bueno, ¿no? De todos modos, no importa. No realmente.

Se sentaron en silencio durante más tiempo, y más tarde, Neji se daría cuenta de que era porque esperaba algún tipo de reacción emocional. Tristeza. Diablos, tal vez la alegría. No había nada. Solo un adormecimiento resonante.

—Tengo que encontrar a Kiba —dijo Sasuke— La policía va a cubrirlo hasta que estemos listos para hacer una declaración, pero esa tregua no durará para siempre.

—No sé dónde se encuentra —murmuró Neji.

—Voy a seguir intentando con el número que tenía desde hace dos años. Le envié un correo electrónico, también, en su último conocido. Creo que podría estar muy lejos fuera de la red.

Más silencio.

—¿Hina se encuentra bien? —peguntó Neji.

Sasuke sacudió la cabeza. Luego giró sobre sus ojos.

—¿Lo está alguno de nosotros?

Tristemente, pensó Neji… la respuesta es no.


A la mañana siguiente, mientras Sakura subía las escaleras de atrás con un ramo de flores en las manos, se dio a sí misma una charla de ánimo. Todo muy bien con ocultarse en los invernaderos, pero por favor… Le quedaban trece días de empleo en Oriental y no iba a ponerse perezosa. Ella siempre preparó las flores para los dormitorios. Tenía su horario, e iba a hacer condenadamente bien su trabajo.

En el segundo piso, cuadró los hombros y bajó a la mejor habitación de invitados. El señor Shimura le había dicho que tenía un invitado inesperado y también que ya no había necesidad de renovar las flores en la habitación de Shion.

Es bueno saberlo, señor Shimura. Muchas gracias.

Al menos esa era una persona menos en su lista de "Gente con la que no necesito toparme". Qué lástima que el primer puesto todavía se encontrara bajo el techo de la Oriental.

—Trece días —dijo en voz baja— solo trece días.

Junto a la amplia puerta, golpeó y esperó. Después de un momento, una voz masculina dijo:

—Entra.

Al empujar los paneles, vio a un hombre sentado en el escritorio del abuelo de Sasuke, con la espalda doblada mientras se inclinaba sobre un ordenador portátil. A su lado, una impresora arrojaba páginas marcadas con columnas, y a sus pies, había bolas de papel amarillo esparcidos por el suelo. Él no levantó la vista.

—Traje algunas flores —dijo.

—Ajá.

Junto a él, en el estante de la ventana, había una bandeja con platos vacíos del desayuno. Al poner el jarrón sobre un escritorio antiguo, ofreció:

—¿Puedo llevar eso por usted?

—¿Qué? —murmuró aunque seguía centrado en la pantalla.

—¿La bandeja?

—Claro. Gracias.

Debía estar aquí para mirar esos archivos, pensó ella. Las flores quedaron olvidadas… No era asunto suyo, se recordó.

Rodeando el escritorio, vio dos maletas caras, una de ellas se encontraba abierta y revuelta; y sin embargo tenía la impresión de que el hombre no se había cambiado de ropa desde que llegó. Su camisa blanca se veía arrugada en todas partes, y sus pantalones también. Tampoco era asunto suyo. Recogiendo la bandeja…

—Oh, Dios mío.

Cuando él habló, ella casi no lo miró, pensando que había encontrado algo en lo que revisaba. Pero entonces se dio cuenta de que la miraba.

—¿Qué? —preguntó.

—Eres Sakura. ¿Cierto?

Retrocediendo, miró a su alrededor. Pero venga, como si hubiera alguien de pie detrás de ella.

—Ah, sí.

—La Sakura de Sasuke. La horticultora.

—No —dijo— No soy suya.

El hombre estiró los brazos por encima de la cabeza, y cuando hubo todo tipo de crujidos en sus huesos, ella se dio cuenta de que era muy guapo, con el pelo oscuro y ojos oscuros que podrían haber sido de color marrón o tal vez azules. El acento era muy neoyorquino.

—Vaya —murmuró— Pensé que habían hecho las paces.

—Si me disculpa, tengo mucho trabajo.

—Y ahora entiendo por qué él no fue tras ninguna otra persona durante dos años.

No preguntes, se dijo Sakura a sí misma. No…

—¿Perdón? —Se oyó decir.

Mierda.

—Durante dos años, nada. Quiero decir, mira, fuimos juntos a la universidad, por lo que vi de primera mano cómo se ganó su reputación. Pero durante los últimos dos años, él no se acercó a ninguna mujer. Pensé que era gay. Incluso se lo pregunté —El hombre extendió sus palmas hacia ella— No es que haya nada malo en ello.

¿No era esa una frase de Seinfeld? pensó.

—Yo, ah…

—Así que por lo menos ahora lo entiendo —El hombre sonrió de una manera para nada espeluznante— ¿Pero él dice que te vas? No es asunto mío, pero ¿por qué? Es un buen hombre. No es perfecto, pero bueno. Sin embargo, no te sugeriría que juegues al póker con el chico. No, a menos que tengas dinero para perder.

Sakura frunció el ceño.

—Yo, ah…

—Por cierto, ni siquiera sabía que estuvo casado. Nunca hablaba de ella, obviamente nunca la conocí; y ahora, vengo a descubrirlo, se trataba de ti todo el tiempo. Bueno, de todos modos, debo volver al trabajo.

Como si el hombre no acabara de dejar caer una bomba en el centro de la habitación. Cuando el corazón de Sakura comenzó a bombear al doble de velocidad, dijo:

—Lo siento. ¿Dijo usted que… nunca supo que estaba casado?

El hombre le echó un vistazo.

—No, él nunca mencionó a la mujer. Ni una sola vez en los dos años que durmió en mi sofá. No lo supe hasta que me llamó hace un par de días.

—Pero debe haberse reunido con ella, ¿no? Cuando lo visitaba.

—¿Lo visitaba? Cariño, nunca tuvo ninguna visitante; y yo lo sabría porque nunca se iba de mi casa. Jugábamos al póker toda la noche, y me iba al trabajo, solo para volver y encontrarlo en mi sofá exactamente en la misma posición que lo había dejado. No veía a nadie. Ni aceptaba llamadas telefónicas. Nunca regresó aquí. Nunca viajaba. Solo se encerró en mi apartamento y bebía. Me imaginé que su siguiente parada fue una unidad de diálisis.

—Oh.

El hombre levantó una ceja como si quisiera saber si necesitaba más información.

—Gracias —dijo.

—Gracias por las flores. Eres la primera mujer que me las trae.

Y luego volvió al trabajo, frunciendo el ceño ante esa pantalla.

Sakura salió de la habitación aturdida y tuvo que recordarse a sí misma de cerrar la puerta tras ella. Después de permanecer allí por un momento, giró la cabeza y miró por el pasillo hasta la habitación del señor Otsutsuki. No hubo visitantes. Ni llamadas telefónicas. Dos años en Nueva York en el sofá de un viejo amigo. Y Shion se encontraba supuestamente embarazada. Del bebé de Sasuke.

Sakura no fue consciente de la decisión de moverse. Pero antes de darse cuenta, había puesto la bandeja de platos en el corredor junto a la habitación de invitados y caminó de puntillas sobre la alfombra. Cuando llegó a la habitación del señor Otsutsuki, puso su oído junto a la puerta. Entonces golpeó con suavidad. Cuando no hubo respuesta, se deslizó dentro y se encerró. Había algo inquietante acerca de la habitación. Por otra parte, ella esencialmente allanaba la propiedad, ya que no tenía ninguna razón válida para estar allí… Bueno, ninguna razón válida ligada a su trabajo.

Mirando a su alrededor para asegurarse de que no se había perdido a alguien más en el cuarto de baño, fue rápidamente hacia la cama grande que se hizo con una precisión militar. Poniéndose de rodillas, estiró el brazo debajo de la mesa lateral, bajo la base de la cama en sí. El trozo de seda seguía allí, en el suelo. Sakura extendió su brazo…

Toc, toc, toc.

—Servicio de toallas, señor Otsutsuki.

Con una arremetida frenética, Sakura se arrojó bajo la sábana, acabando de meter las piernas justo cuando la mucama abrió la puerta y entró en la habitación. Un silbido suave y pasos más suaves en la alfombra gruesa siguieron el progreso de la mujer al tiempo que se dirigía al baño.

Por favor, no limpies, pensó Sakura mientras permanecía en la oscuridad. Solo deja esas toallas y sigue adelante. Deja las toallas. Sigue adelante.

Dios, su corazón latía tan fuerte que era una maravilla que la mucama no oyera la maldita cosa.

Momentos más tarde, ocurrió un milagro y esas pisadas dieron marcha atrás y la puerta se volvió a cerrar. Sakura se desplomó y cerró los ojos. Bien, iba a quitar ladrón de guante blanco de su lista de posibles próximas carreras después de que dejara Oriental. Sosteniendo la ropa interior, metió la cosa en la banda de la cintura de sus pantalones de color caqui y la cubrió con su camisa. Luego se arrastró de su escondite, se puso de pie y se sacudió. Regresando junto a la puerta, oyó… Maldición, se escuchaba la aspiradora fuera en el pasillo.


Abajo en el cuarto de la señora Chiyo, Sasuke luchaba por terminar con su tocino y huevos.

—No tienes que terminar eso —dijo ella a su lado.

—No creo que alguna vez haya oído eso viniendo de usted.

—Las reglas están suspendidas por hoy.

Sentado de nuevo en la mecedora, le echó un vistazo a la pequeña cocina. Todos los platos se hallaban secos en el estante. La esponja se encontraba en el plato. El paño de cocina doblado con cuidado sobre el mango largo del horno.

—¿Cree que el reverendo Yamanaka hará el servicio? —preguntó él— ¿En la Iglesia Bautista de Charlemont?

La señora Chiyo lo miró con dureza.

—¿En serio?

—Esa es mi iglesia. También de Neji, Hina y Kiba —La miró— Usted fue la única que alguna vez nos llevó a rezar.

—Creo que él estaría honrado.

—Bien. Lo llamaré.

Cuando se quedaron en silencio, Sasuke fijó la vista al frente, sin ver nada, ni centrarse en nada. Tampoco había nada en su mente. Se encontraba entumecido desde el suelo hacia arriba, un recipiente vacío reaccionando al mundo a su alrededor en lugar de vivir en él realmente.

—No voy a darte mi bendición.

Él se sacudió y volvió a mirarla.

—¿Perdón?

—No voy a decirte que está bien que te vayas.

Sasuke frunció el ceño y abrió la boca. A continuación, se calló. Era curioso que él no fuera consciente de hablarlo en voz alta, pero ella lo conocía mejor que nadie.

—Las cosas no funcionaron con Sakura. Otra vez. Padre está muerto. Neji se mudó. Madre está… bueno, ya sabes. Hina va a casarse con ese idiota y probablemente va a llevarse a Himawari con ella. Toda esta época, se acabó, señora Chiyo. Y todavía más, ya no sé lo que nos depara el futuro a cualquiera de nosotros en esta tierra. Oriental… —Movió la mano, pensando en la finca y toda la gente y los edificios en ella— Oriental es parte del pasado, y ya sabes, no puedo vivir así. Es venenoso. Esta familia, esta casa, el modo de vida… es simplemente venenoso.

La señora Chiyo sacudió la cabeza.

—Lo estás viendo mal.

—En realidad no.

La señora Chiyo se inclinó hacia delante en su silla y cogió sus manos.

—Este es… tu momento, Sasuke. Dios te ha dotado de un deber sagrado, que es mantener unida a esta familia. Eres el único que puede hacerlo. Todo está encajando en su sitio, porque es tu destino unir la sangre una vez más. Sucede cada par de generaciones. Está sucediendo ahora. Este es tu momento.

Sasuke se quedó mirando sus dedos, los blancos y oscuros entrelazados.

—Se suponía que iba a ser Neji.

—No, o él no estaría donde está ahora —La voz de la señora Chiyo cobró fuerza— Yo te crié para que no seas un cobarde, Sasuke. Te eduqué para que no abandones tu deber. Si quieres honrarme cuando me haya ido, lo harás al tomar esta familia y sacarla adelante, juntos. Hice mi trabajo sagrado contigo; y tú, hijo de mi corazón, vas a hacerlo con ellos.

Sasuke cerró los ojos y sintió un repentino peso asentarse en todo el cuerpo, como si las paredes y el techo de Oriental se hubieran derrumbado y aterrizado encima de él.

—Vas a hacer esto, Sasuke, por mí. Porque si no lo haces, todo por lo que te he hecho pasar no significará nada. Si no lo haces, he fracasado en mi trabajo.

Por dentro, él gritaba.

Por dentro, ya se encontraba en un avión, yendo a cualquier parte lejos de Charlemont.

—Dios no nos da más de lo que podemos soportar —dijo ella con seriedad.

Pero y si Dios no nos conoce, pensó Sasuke. O peor… ¿y si Dios simplemente se equivocaba?

—No lo sé, señora Chiyo.

—Pues yo sí. Y no vas a decepcionarme, hijo. Simplemente no lo harás.