Después de varias horas discutiendo el plan de batalla, Ashe abandonó la yurta sintiéndose agotada. No físicamente, pese a haberse pasado todo la mañana moviéndose entre los bosques con los exploradores. Pues como hija del hielo, su resistencia iba más allá de eso. No. Más bien, lo estaba mentalmente. Se sentía al borde de lo que podía manejar, y eso era algo que empezaba a resultarle preocupantemente típico.

Le indicó a Hella y a Parta que no la siguieran, quizás de una forma más brusca de la que debería, y se perdió entre las yurtas. Buscando un lugar donde nadie pudiera verla ni encontrarla.

Lo mejor que pudo hallar fue un hueco entre dos árboles, ensombrecido por la carpa de un tienda cercana. A lo que dejó caer el arco de Avarosa en el suelo como si no fuera más que un arma más, y se apoyó de espaldas contra uno de los troncos. Deslizándose poco a poco hasta acabar sentada en la tierra y la nieve.

No podía hacer esto. No se veía capaz. Y sin embargo, no tenía más opción que hacerlo.

Respecto al plan, todo lo que le contaron y en lo que quedaron de acuerdo le parecía factible. Tenía sentido, y la mayoría de los presentes tenían más experiencia que ella en estos asuntos. Respetaba su sabiduría, su habilidad y su edad. Y se habían mostrado de acuerdo en casi todo. Pero aún así...

Aún así, había algo que no paraba de molestarle. Como si se les estuviera escapando algo que resultaba obvio, pero que ella también era incapaz de señalar.

Se bajó la capucha, y cerró los ojos antes de echar la cabeza hacia atrás, y suspirar, abrazándose las rodillas.

Con el tiempo, acabó relajándose, y recuperando su entereza natural. Aunque seguía molestándole aquella idea. Era casi como si necesitara encontrar a alguien que le dijera que todo lo que habían acordado como plan de batalla estaba mal. Pero no sabía si habría alguien que pudiera señalarle el porque.

Tras otro suspiro, recogió su arco, y volvió a ponerse en pie. Ya estaba lista para volver junto a los exploradores de Hella, y seguir observando a la horda del Hielo Blanco para recabar información. Más tras pasar de largo al primer grupo de tiendas, se percató de una escena que casi se le había vuelto familiar durante las semanas previas.

Una multitud formando un círculo improvisado, y el sonido de gruñidos y golpes saliendo de entre ellos.

Svaag. De verdad que más le valía a Tryndamere no encontrarse allí en medio. De verdad que no.

Pero estaba clarísimo que ese iba a ser precisamente el caso.

La multitud era mucho más pequeña que en otras ocasiones. Todos tenían trabajo que hacer en un campamento de guerra, al fin y al cabo. Así que a Ashe no le resultó difícil deslizarse entre el gentío. Y según se acercaba, también se dio cuenta de que el ánimo era muy distinto al que resultaba típico de anteriores ocasiones.

Las otras veces, el público siempre se había mostrado o ávido de sangre, jaleando a uno de los combatientes, o preocupado por el posible resultado. Pero ahora el ambiente era mucho más sereno. Como si estuvieran más centrados en observar cada detalle de lo que ocurría, que en disfrutar del evento.

Tal como había asumido, nada más llegar a la primera fila, vio a Tryndamere en el centro de aquel círculo de lucha improvisado. Un círculo delimitado únicamente con algunas piedras altas, y marcas en la nieve. Esta vez, sus oponentes eran dos a la vez. Uno era un granjero barbudo, bien entrado en la treintena, y sin cicatrices de guerra visibles en sus brazos descubiertos, pero de manos callosas y fuertes. El otro era apenas un muchacho, recién entrado en la edad para portar armas. Pero que igualmente se veía fuerte, de gran tamaño y estatura. Si bien ninguno de los dos alcanzaba las medidas del bárbaro estepario en esos aspectos.

Curiosamente, esta vez ninguno de los combatientes llevaba armas ni piezas de armadura. Iban a puño limpio, con el chico y el granjero manteniendo la guardia alta, mientras Tryndamere los miraba con desdén, manteniendo los brazos caídos.

Tryndamere entonces levantó la mano, y con un gesto, les indicó que se acercaran. Ambos combatientes parecieron dudar por un momento, como preguntándose si debían hacerlo. Pero finalmente el granjero se decidió, y en dos rápidas zancadas, alcanzó al bárbaro.

Este no hizo esfuerzo alguno por detener el golpe, ni por esquivarlo. Lo recibió de lleno en la mandíbula, pero apenas girando la cabeza por el impacto. El granjero dio un paso atrás para detenerse a observar que efecto había tenido su golpe.

Solo para descubrir que ninguno.

-¿Por qué te detienes?-le preguntó Tryndamere, tras dar un pequeño escupitajo de sangre al suelo.

Y sin más, esta vez fue el granjero el cual recibió el golpe en el centro del pecho, para acabar tirado en el suelo y resollando.

-Nadie te va a dar esa oportunidad a ti.-dijo Tryndamere sonando molesto, mientras le señalaba con el dedo.-Tenéis que aprender que-

Su discurso se vio interrumpido en cuanto el muchacho, su otro oponente, le saltó a la espalda. Sin apenas contenerse, rodeó con sus fuertes brazos el grueso cuello del bárbaro, y comenzó a apretar con fuerza. Logrando incluso que Tryndamere hincase una rodilla.

Algo que hizo que instintivamente, Ashe apoyase una mano en su arco. Sabía que era probable que el bárbaro no necesitase ayuda. Pero si lo derrotaban, aunque se tratara de un entrenamiento, y de forma tan pública, ¿en que situación le pondría a ella si...?

Un gruñido gutural la interrumpió. Podía ver como Tryndamere volvía a ponerse en pie, su rostro oscurecido por su salvaje melena, hasta llegar a alzarse por completo. Cargando con el muchacho tras él. Al que tras echar las manos hacia atrás, agarró por los hombros, y tiró de él hasta estrellarlo de espaldas contra la nieve. Dejándole completamente sin aliento.

-¿Lo veis?-dijo a continuación Tryndamere, mientras se frotaba el cuello.-Él si lo ha entendido.

Se acercó de nuevo a los combatientes, con el granjero hincado junto al muchacho, comprobando si se encontraba bien. Al alzar la mirada, el hombre se encontró con Tryndamere extendiéndole la mano. Este la aceptó, y el bárbaro le ayudó a ponerse en pie.

-Más merece la pena actuar que dudar. Recordadlo.

El granjero asintió, como dándole las gracias. Luego, se volvió de nuevo, para ayudar a levantarse a su hijo. Y al girarse, mientras estiraba los hombros, Tryndamere acabó dándose cuenta de la presencia de Ashe entre los que observaban.

-Se han acabado las lecciones por hoy.-dijo en voz alta, dirigiéndose a todos a su alrededor.-Id a hacer vuestro trabajo. Vamos.

Algunos entre el público también notaron a Ashe. Y presumiendo que querría hablar a solas con su sangrejurada, se limitaron a dedicarle una debida reverencia o saludo, antes de seguir su camino. Pronto no quedaron por la zona más que ella y Tryndamere, y algunas personas más moviéndose por los alrededores. Que no les prestaban realmente atención.

Sin hablarle o tan siquiera mirarla, Tryndamere se dirigió hacia donde había dejado su espada y su caso apoyados. Ashe se le acercó por detrás.

-¿Querías algo?-le preguntó él mientras se cambiaba las vendas de las manos, ya sucias y gastadas.

-No te he visto en la reunión.-le dijo Ashe sin más, cruzándose de brazos.

-Pues allí estuba.

-Pero no te quedaste hasta el final.

-No sé que sentido tendría.-le contestó Tryndamere, casi con desdén.-Parece que todos teníais muy claro cual era el plan desde el principio.

-No todos.-dijo Ashe mirando a un lado, fijando su vista en las grandes columnas de humo que se percibían en el horizonte.

Tryndamere la observó detenidamente mientras lo hacía.

-¿Algún problema inesperado?-le preguntó él.

-Oh, ninguno.-sonrió ella falsamente.-Leena y sus sangrejuradas liderarán el frente, y tenemos muchos detalles e información sobre la forma de luchar del Hielo Blanco. Debería ser fácil plantarles frente en el paso.

Ashe escuchó a Tryndamere gruñir por lo bajo, mientras apretaba la mano alrededor del pomo de su espada. E incluso a través de unas vendas limpias, Ashe podía apreciar lo callosos que se habían vuelto los nudillos de Tryndamere de tanto blandirla. Y la fuerza de sus manos.

-Pero la palabra clave es debería.-continuó Ashe.-Me gustaría saber tu opinión.

Tryndamere alzó una ceja.

-¿Por qué? Ya tienes toda una mesa de guerreros y espías para ello.

-Porque quiero conocer tu opinión.-sentenció ella.-Por eso.

Por la forma en la que la miraba, estaba claro que a Tryndamere no le valía su explicación. Pero pese a todo, acabó por ceder.

-Opino que es una total pérdida de tiempo.

Ashe parpadeó varias veces, sin estar segura de haber oído bien.

-¿Perdón?

-Ya me has oído. Lo que planeáis es un desperdicio de tiempo y de vidas.-Tryndamere se incorporó, acercándose a ella hasta casi ensombrecerla.-Habláis de sangrarlos poco a poco. Pero el Hielo Blanco son guerreros y saqueadores. No granjeros. Masacraran a cualquiera en el frente de batalla, y luego lo único que les obstaculizará a la hora de cruzar el paso, el paso, serán los cadáveres de los nuestros.

-Eso ya lo sabemos.-le contestó Ashe.-Pero no tenemos que vencerles. Solo ralentizarlos. Nosotros podemos permitirnos quedarnos sentados y esperar. Tenemos asentamientos y granjas para proveernos. Ellos no. Solo se mueven con lo que saquean.

-Lo que lo hace aún peor.-siguió él, casi airado.-Se forzarán a ellos mismos como un martillo contra un yunque sobre sus propios cuerpos si hace falta. Saben que el tiempo no está de su parte, y que deben tomar Rakelstake si tienen esperanza de sobrevivir al próximo invierno. Créeme. No les importará a cuantos tengan que perder para lograrlo.

Se inclinó aún más sobre ella.

-Pero nosotros sí. Y eso es un problema.

-¿Qué estás diciendo?-Ashe le miró con los ojos entrecerrados, y con los brazos en jarra.-¿Qué deberíamos dejarles pasar? ¿Qué sacrifiquemos a todos los poblados que dependen de nuestra protección desde aquí hasta Rakelstake?

Tryndamere chasqueó los dientes, y volvió a darle la espalda.

-Por supuesto que no. Eso sería ya aún peor.-se detuvo un momento, mirándose a las manos, antes de susurrar.-Y ya estoy harto de ver como pisotean los cuerpos de los más débiles...

Tryndamere se mantuvo quieto y en silencio durante unos momentos, con las manos casi temblándole. Ashe quiso acercarse a decirle algo, hasta que él mismo se dio la vuelta.

-Solo digo que no es así como se libran este tipo de guerras.

-Tal vez no...-susurró esta vez Ashe, antes de suspirar.-... Y yo tampoco quiero librar una guerra basada en pisotear los cadáveres de mi pueblo. No otra vez, al menos.

Se quedó mirando al ignoto bárbaro, mientras este le devolvía la mirada. Como en respuesta a los temores de ella que las palabras de él acababan de confirmar.

-¿Y cómo la libraríais tú y tu gente?-le preguntó finalmente Ashe.

-Fácil. Como se libraba contra los noxianos.-sentenció Tryndamere.-Sangrándoles, pero en movimiento. Sus grandes lagartos son como nuestros mamuts. Siempre lentos, y siempre necesitados de más. No pueden sacar de donde no pueden encontrar, y no pueden descansar cuando en cualquier punto de su alargada fila de tropas, alguien puede saltar sobre sus líneas y destrozarlas. Incluso cuando no logramos hacerles auténtico daño, se acaban hartando de luchar y morir por nada.

Ashe miraba al suelo como pensando en sus palabras. Y de repente, su rostro empezó a iluminarse.

-... Pero claro. Entiendo que en la estepa nos resultaba más fácil hacer eso.-siguió Tryndamere, con un suspiro que sonó como un gruñido grave, y apartándose el pelo de la cara.-Allí no tenemos nada que defender. Y los noxianos no tienen nada que saquear. Podemos ir y escondernos donde queramos. Pero aquí, entre los cultivos y los pueblos...

-No, claro que no.-empezó a decir Ashe, como si se le acabara de ocurrir una idea.-Pero no necesariamente... claro. No tenemos que estar en todas partes. Solo saber donde van a estar ellos. Y eso podemos hacerlo sin problemas. Y también movernos más rápido. Solo...

Tryndamere pensó en decir algo. Pero entonces Ashe alzó la cabeza, y lo miró con ojos casi desorbitados.

-Tengo que hablar con Hella.-dijo aferrando su arco con fuerza, mirando atrás una última vez antes de marcharse.-Y gracias por todo.

Tryndamere no tenía claro que había hecho, pero Ashe ya había salido de su vista antes de que pudiera ponderarlo. Más no fue lo extraño de su reacción lo que lo dejó pensativo. No, señor.

Fue el hecho de que por primera vez, una de las sonrisas de Ashe le había parecido genuina.


-¿Qué quieres que hagamos qué?-volvió a preguntarle Leena Hacha Partida, que no daba crédito a lo que oía.

-Tenemos que retirarnos. Y rápido.-le insistió Ashe.

La matriarca de los Derviches suspiró y se frotó el rostro. Luego, echó un vistazo a los alrededores, y tras asegurarse de que no hubiera nadie cerca, agarró a Ashe del brazo y la arrastró consigo al interior de su yurta.

-Vosotros. Largo.-le ordenó a todos los que permanecían aún dentro, que no eran muchos.

No volvió a dirigirle palabra alguna hasta asegurarse de que las dos estaban solas.

-¿Es qué te has vuelto loca, muchacha?-le espetó de repente.-¿Quién demonios te ha dado esa ridícula idea?

-Nadie. Yo misma...

-Oh, por supuesto que no.-le interrumpió Leena, tratando de permanecer tranquila pese a lo exasperada que se encontraba.-Mira. No puedes ir hablándole de eso a nadie.

-Y no lo he hecho. He venido a ti en cuanto se me ha ocurrido.

-Ya. Pues será mejor que no se lo digas a nadie más, o la gente empezará a pensar que crees que no podemos ganar esta batalla. Y eso sí que no podemos permitírnoslo.

-Pero es que no podemos ganar. Al menos, no en este escenario. Si pudiéramos...

-¡Ya basta!-le gritó de improvisto, haciendo que hasta Ashe diera un paso atrás.-No es que no me importe lo que hayas hecho por mi y mi gente, muchacha. O incluso si eres realmente Avarosa reencarnada. Pero no dejaré que sigas insultándome.

Aquello último dejó confundida a Ashe.

-¿Insultarte? Leena, nunca he pretendido hacerlo. Aunque si te he faltado al respeto a ti y a tu tribu en alguna forma, lo lamento. Pero esto no tiene nada que ver con...

-¡Si me tuvieras respeto, hubieras aceptado el juramento de mi hijo!

Aquello dejó a Ashe en silencio durante unos momentos. Así que al fin y al cabo, sí que era eso de lo que trataba todo.

-... Las dos sabemos por que no podía hacerlo.

-Y sin embargo, sí que has aceptado meter en tu cama a un vagabundo de las estepas.

-Mi relación con Tryndamere es estrictamente política. Era la única forma de garantizar la unión de las tribus sin las rencillas del pasado.

-¿Sí? ¡Pues mira adónde nos ha llevado tu brillante idea!

Señaló con el brazo hacia el exterior, hacia las cada vez más cercanas columnas de humo del horizonte. Ante aquello último, y viendo la verdad de los acontecimientos a los que habían llevado sus decisiones y acciones, Ashe se había quedado sin nada más que decir. Y notando la expresión de su rostro, como la duda y la culpa empezaban a embargarla, Leena decidió calmarse al fin.

-Ashe...-la tomó de los hombros, e hizo que la mirara a los ojos.-Pese a lo joven que eres, mi tribu y muchas otras te debemos mucho. Has logrado más en apenas unos meses, que muchas matriarcas veteranas en toda su vida. Pero créeme cuando te digo que ahora no podemos echarnos atrás, y que te queda mucho por aprender.

-Lo único... lo único que quiero...-Ashe al fin alzó la mirada.-... es evitar un sacrificio innecesario.

Leena entonces la miró con tristeza. Como si ella misma hubiera albergado esas esperanzas en su juventud. Y ahora lo viera todo como un camino inevitable.

-Pues me temo,-trató de sonreír.-que te has metido en la profesión equivocada.

Y sin más, Leena decidió dejarla sola por el momento.


Genovefra Rompe Aceros podía ver claramente la línea de batalla de los Avarosanos en la distancia. Escondidos bajo la sombra de los precipicios a ambos lados del estrecho paso que defendían. Obviamente, luchaban como cobardes. Apretujados entre escudos, seguros de que los números harían por ellos lo que su falta de habilidad marcial les impediría.

-Serán cobardes.-señaló Katla a su lado, de forma desdeñosa y burlona.-Cuanto apuestas a que solo necesitaría ni un mandoble de mi espada para derribar toda su línea de escudos.

-También tienen algunos hijos del hielo de su parte, hija mía.-señaló Genovefra.-Que no se te olvide. Y no te confíes.

Luego miró hacia atrás, hacia su propia horda de guerreros. No tan organizada, pero sin duda mejor armada, pese a no depender de escudos. Al contrario que sus oponentes. Al fin y al cabo, así había luchado siempre en el Hielo Blanco. Cargas rápidas y salvajes contra oponentes bien estacionados y fortificados. En ocasiones, habían logrado hacer ceder hasta los muros de escudos demacianos.

Por los dioses. ¿De verdad creían los avarosanos que luchando de esa forma tendrían alguna oportunidad, donde hasta el mejor ejército de Valoran había fallado?

-Supongo que tu hermano ya habrá llegado.

-Sí. Ha estado organizando al resto de los rezagados. Le ordené que viniera con nosotras al frente, como pediste. Debería reunirse con nosotras en breve.

-Imagino que no le gustó.

-En realidad... parecía bastante acorde.-dijo Katla, antes de añadir por lo bajo.-Creo que porque traté de no mencionarte a ti.

-Bien. Os quiero a ambos a mi lado cuando nos acerquemos a negociar con los avarosanos.

Katla arqueó una ceja ante su comentario. ¿Negociar con los avarosanos? Pero si ella nunca...

Se rindió antes de siquiera continuar ese pensamiento. Hace tiempo que había aprendido que no valía la pena intentar entender las motivaciones de su madre.

A ella y a su hermano, y a su tribu, solo les quedaba esperar poder sobrevivir a sus planes.


Mientras tanto, en el campamento avarosano, los líderes de la alianza se dedicaban a discutir también ciertos aspectos de la inminente batalla.

-No lo comprendo.-dijo Ashe.-En ese caso, yo tendría que estar liderando al frente.

-Y lo estarás. Solo que no con los escuderos o los lanceros.-le dijo Leena, tratando de ser paciente.-Te quedarás sobre el risco, con Hella y sus arqueros.

Eso no tenía ningún sentido. ¿Qué clase de matriarca que se precie, que quisiera ganarse la lealtad de los suyos y mostrarse digna de ella, no se presentaba la primera en la línea de batalla? Era una idea hasta ofensiva. Estuvo a punto de protestar, hasta que sintió una mano sobre su hombro.

-Ahora mismo, eres demasiado valiosa para arriesgarte de esa forma, Ashe.-trató de explicarle el sabio Parta, aparentemente adivinando la dirección que estaban tomando sus pensamientos.-Toda matriarca que se precie debe liderar a los suyos en batalla, sí. Pero no hay motivo para no mostrarse inteligente en la forma de hacerlo. Estarás en el frente, y desde esa altura, los verás a todos y todos te verán. Sabrán que estás allí con ellos. No te preocupes por eso.

Seguía sin verlo del todo claro. Ashe pensó en volver a protestar, pero acabo cediendo al darse cuenta de que sería en vano. Pese a ser la supuesta matriarca absoluta de esta gran coalición de tribus, estaba claro que en muchas cosas, sus ancianos no terminaban de obviar su juventud pese a su posición y logros. Haciendo que su posible autoridad fuera bastante menos que absoluta.

Lo que tenía todo el sentido del mundo, la verdad. Había muchas matriarcas como Leena, sus ahora en teoría madretrices, que tenían mucha más experiencia y habilidad, y que seguían sin acostumbrarse a no ser las únicas liderando a toda la horda. Y además tenían que servir y obedecer a Ashe, que seguía sin estar segura de sus capacidades como líder. Lo cual resultaba irónico.

Pero aún así, ese problema de autoridad era algo que tenía que cambiar después de la batalla. Aunque eso también dependía de como se dieran las circunstancias.

-Está bien.-suspiró Ashe.-Entonces, ¿quién estará al frente con los guerreros?

-Yo misma y mis dos sangrejuradas.-dijo Leena, señalando a Bruvan con la mirada.-Por lo que parece, será la propia Genovefra y sus hijos quienes saldrán a hacernos frente nada más empezar. Así que con un poco de suerte, y el favor de las hermanas, podremos acabar con esto antes de que haya empezado siquiera.

Ashe se limitó a asentir, sin mostrar mucha energía. Había muchas cosas mal en su plan, y a cada momento le resultaba más evidente. Pero no había nada más que pudiera hacer ahora para convencerlos. Eso le había quedado bastante claro. Solo podían esperar hacerlo lo mejor que pudieran desde la posición en la que se encontraban.

Claro que no todos iban a participar en la batalla. Parta se quedaría junto al resto de los sanadores, y ayudaría a organizarlos más eficazmente cuando la avalancha de heridos comenzara a llegar. Lo mismo trataría de hacer Siana, por muy destrozado que se encontrara su corazón desde... bueno, conocer las noticias de lo sucedido a su gente.

Y luego, estaba el caso de Vania el Demaciano.

Nadie tenía claro si este último querría tan siquiera participar en la batalla. Pero la opinión mayoritaria parecía decidirse por preferir que no fuera así. Incluida la propia Ashe. Aunque sus motivos para ello eran distintos a los de los demás.

No es que no confiara en que pudiera desenvolverse en una pelea, si bien nunca le había visto blandir armas. Más allá de aquel fino estoque que cargaba consigo, claro está, que daba la impresión de que se rompería al primer golpe. Ashe ni siquiera sabía si era un hijo del hielo, o si tan siquiera estaba bien entrenado. Pero viendo los acontecimientos de los últimos días, quizás sería mejor que se quedara junto a Siana. Velando por ella.

Y la propia Ashe se quedaría más tranquila sabiendo que si algo iba mal, al menos ellos dos podrían huir y ponerse a salvo.

No. Ya había pasado por esto. No podía pensar así. Como matriarca, no podía permitírselo.

Pero eso seguiría sin hacer que el nudo en su estómago desapareciera.

-¿Eso es todo?-preguntó entonces, a lo que siguió tras una breve confirmación de Leena.-Bien. Si me disculpáis, hay otros asuntos de los que quiero encargarme antes de la batalla.

Ashe se alejó del grupo de mandatarios, y abandonó la yurta. Y como se había acostumbrado a hacer, se detuvo un momento para coger aire, y relajarse.

Echó un rápido vistazo al campamento, el cual rebosaba de actividad. Todos se movían de forma apresurada, bien preparando sus armas para la batalla, junto a la poca armadura que algunos pudieran poseer, o bien preparándose para otras tareas. Como disponer los medios necesarios para atender a los heridos, o mover todas las provisiones esenciales a los carros y monturas, en caso de que hubiera que preparar una retirada rápida.

Con esto último llevándose a cabo únicamente por la debida insistencia de Ashe. Una decisión que a Leena no le hizo ninguna gracia, pero que salió adelante igualmente.

Fue avanzando por la aún suave pendiente hacia los límites del campamento, dirigiéndose hacia el estrecho paso entre los riscos que iban a defender. Y por el cual ya empezaban a marchar los guerreros que formarían las líneas de vanguardia tras llegar al otro extremo. Pudo ver a Kraga, el otro marido de Leena, gritándoles órdenes a un grupo de avarosanos, que se movían en fila según avanzaban hacia aquel oscuro camino.

Con muchos de ellos llevando el arco de Avarosa grabado en sus escudos.

Esa era algo con lo que no creía que fuera llegar a sentirse cómoda nunca. Más estaba claro que tendría que aprender a vivir con ello.

Pero nada de esto la sorprendió. Todo se estaba moviendo según el plan. Estaba siendo como tenía que ser. Hasta que encontró a dos personas que no deberían estar tan cerca de lo que sería el frente de la batalla.


-No puedes hablar en serio.-le insistía Siana.-Al menos quédate en la retaguardia. No tendría ningún sentido que lucharas junto al muro de escudos.

-Estaré tras ellos. No me interpondré.-continuó Vania, mientras examinaba su estoque.-Pero cuando las líneas se rompan, estaré allí para ayudar.

-Pero... te matarán.-trató de decir por lo bajo, temerosa de que alguien les escuchara.-Ganemos o perdamos, allí abajo será una carnicería. No puedes...

-No puede, ¿qué?-les interrumpió Ashe en ese momento.

A ambos les sorprendió su presencia. Vania hasta hizo un vago intento por esconder su arma, pero se dio cuenta enseguida de que era inútil intentar ocultar sus intenciones, y acabó cediendo con un suspiro.

-He decidido que voy a luchar con los demás.-dijo Vania mientras movía su arma en el aire, demostrando su habilidad.-Me quieran allí abajo o no, no me importa. Estoy dispuesto a demostrar mi valía como guerrero.

Siana miró a Ashe con ojos suplicantes, como rogándole que le ordenara que se detuviera. Estaba claro que a esa muchacha había llegado a importarle mucho aquel al que llamaban el Demaciano. Más Ashe empezó a preguntarse hasta que punto llegaría ese afecto. Lo que le hizo sacarse una sonrisa a si misma, si bien de forma breve.

-Me parece bien.-dijo Ashe sin más, dejandolos perplejos a los dos, antes de continuar.-Sin embargo, te quiero en la posición donde más útil nos podrías ser a todos.

-Por supuesto.-Vania de inmediato clavó su espada en el suelo, y se arrodilló ante ella.-Vivo para servirte.

Ashe rodó los ojos, algo divertida. A veces se notaba demasiado donde había vivido este muchacho los últimos años.

-Bien.-le puso una mano en el hombro.-Pues te quiero en el campamento, ayudando a proteger a Siana, Parta, y los demás que no puedan combatir.

Siana trató de ocultar su alivio, no queriendo ofender a Vania. Pero este solo podía mirar a Ashe con ojos desencajados.

-¿Qué? ¡No!-se puso en pie.-Matriarca, disculpeme por mi tono. Pero con todo el respeto, no puedo quedarme tras las líneas. Creerán que soy un cobarde.

-¿Y desde cuando te importa lo que piensen los demás?-dijo Ashe cruzándose de brazos.-Además, ya lo creían antes. No cambiaría mucho la cosa.

Vania miró por un momento tras Ashe, hacia Siana. Y luego, de nuevo a Ashe.

-Matriarca, os lo ruego.-dijo como en un susurro.-Dejadme luchar por lo que más importa. Dejadme demostrar que soy un guerrero.

-Lo que más importa, es proteger a los tuyos. Y el deber de un guerrero, es luchar por ellos. Así que dime. ¿Qué es lo que más te importa hoy? ¿Por qué lucharías tú hoy?

Vania pareció meditar su pregunta por unos buenos instantes. Tras mirar de nuevo a Siana, y luego a la espada a sus manos, alzó la cabeza para responder.

-... Aún así. Debo intentarlo.

Ashe suspiró. No parecía que fuera a convencerlo. Podría simplemente ordenárselo, sin más, pero no había garantía de que...

Entonces se fijo en algo detrás de Vania. O más bien, en alguien que se acercaba. Y sonrió para si.

-Entonces... ¿qué te parece esto? Un combate individual.-sentenció Ashe, segura de sus palabras.-Demuestra tu valía luchando y venciendo a otro guerrero, un campeón. Entonces, te dejaré ir de buena gana.

-Suena perfecto.-dijo Vania animado.-¿Quién tenéis pensado como mi oponente?

Ashe simplemente señaló con la cabeza tras él. Y fue entonces cuando Vania notó la sombra que se cernía a su espalda.

Además de la fría mirada de Tryndamere cuando se atrevió a mirar atrás.

-... Me quedaré a defender el campamento como ordenaís, matriarca.-dijo Vania con una educada reverencia, antes de girarse sin atreverse a volver la mirada siquiera.

Siana no tardó en seguirlo. Pero no sin antes agradecer a Ashe su ayuda con un simple gesto de cabeza, a lo que la arquera de hielo simplemente asintió.

-¿Me he perdido algo?-preguntó entonces Tryndamere.

-Nada importante. Solo que, con un poco de suerte, puede que hoy hayas ayudado a salvar una vida.

-Hmf.-Tryndamere pasó los dedos por el filo de su espada.-No sería la primera vez. Pero no es eso lo que suelen ordenarme o pedirme.

-Bueno.-le dijo Ashe.-Pues vete acostumbrándote.

Y por un instante, por primera vez, ambos se sonrieron el uno al otro. Parecía que al fin y al cabo, pudieran llegar a conectar y entenderse.

Más aquel instante fue tan breve y abrupto, como abrumador era el ruido de los cuernos de batalla. Los cuales empezaron a resonar por el valle en aquel instante.

Había llegado el momento decisivo. La guerra iba a dar comienzo.