Episodio 20: A formidable foe
El primer ataque se produjo antes de que ninguno de los dos llegara siquiera a enterarse.
El demonio dio un paso, y sin dar tiempo a los dos cazadores a reaccionar se abalanzó contra Juan, cargando con su hombro y haciendo añicos la barrera que el hechicero levantó apresuradamente, golpeándolo y lanzándolo contra el rellano de la escalera.
- ¡Juan!
Adela retrocedió un paso mientras veía a su adversario voltear hacia ella y preparar una de sus garras, lanzando un demoledor golpe en arco que, debido a la sorpresa, evitó por muy poco, contraatacando con un ataque directo de su johyo, que por la falta de espacio y preparación no tuvo la potencia suficiente, rebotando contra su musculatura.
Recogió la cuerda con un tirón y preparó un puñetazo, había quedado atrapada entre la pared y la enormidad de aquella cosa ¡Debía abrirse camino como fuera!
Pero no llegó a lanzar el golpe. Mientras el demonio se movía para tratar de encajarle otro zarpazo, una fuerza invisible lo empujó lateralmente, desequilibrándolo, y luego una segunda vez, echándolo a volar un par de metros, alejándolo de ella.
- ¡Adela! ¿¡Estás bien!?
Juan José volvía a aparecer en escena, con el brazo extendido. Ella reconoció de inmediato el medio con el que había conseguido derribar a la criatura: El mismo conjuro de rechazo que utilizó para empujar a Lorenzo.
- ¡Estoy perfecta! ¿Y tú?
- He estado mejor…
Con el brazo aún extendido, listo para repetir el ataque si era necesario, el hechicero se reunió con su compañera. A su espalda, el muro de seguridad a media altura que separaba las escaleras del pasillo había quedado completamente destrozado, y el polvo que ahora se desprendía de su chilaba, rasgada en algunas costuras, evidenciaba que él mismo lo había derribado.
Por su parte, la criatura ni siquiera llegó a caer; habiendo resistido el envite y aterrizado limpiamente sobre sus pezuñas, no parecía haber sufrido ningún daño.
- Este es el peor escenario para enfrentarnos a un bicho como ese – masculló la luchadora.
Él asintió, completamente de acuerdo con ella. Los recuerdos del cortijo del fraile estaban aún frescos en sus mentes, Lorenzo era un adversario temible entre cuatro paredes, y aquella pequeña escuela ofrecía a los cazadores aún menos espacio para rebullirse.
Lo vieron abrir la boca, disparando una serie de rápidos proyectiles ígneos a los que Juan respondió levantando una barrera que sujetó con ambas manos, apuntalando las piernas para evitar ser derribado por cada uno de los disparos. Por su parte, Adela destruyó todos los dirigidos a ella empleando el johyo, agitando la cuerda a gran velocidad y usando la punta plateada para contrarrestarlos.
- ¡Juan! ¡Te necesito atrás!
- ¡Entendido!
Se adelantó de una zancada, abalanzándose contra la criatura mientras hacía girar la pica, preparándose para atacar y dejando atrás al hechicero, que inmediatamente adoptó una pose de guardia apuntalando ambas piernas flexionadas y colocando ambas manos frente a su pecho, con las palmas hacia fuera y moldeando su energía mágica a una velocidad de vértigo, listo para actuar.
Era frustrante quedarse en la retaguardia, pero no había más remedio, aquel lugar era demasiado estrecho y su compañera no podría usar el arma en condiciones con él a su lado.
Apenas la vio llegar, el demonio lanzó un zarpazo que Adela evitó doblándose con agilidad y usando la propia acción de erguirse para atacar de nuevo. La pica del johyo golpeó su musculoso hombro con precisión, pero un rápido vistazo bastó para comprobar que apenas había dejado una pequeña mella, por lo que recogió la cuerda y usó su pie sobre ella para cambiar su trayectoria, haciéndola girar sobre su torso aumentando la potencia y velocidad del golpe, que se vio detenido por otra de las zarpas, peluda y acolchada, no provocándole ningún daño.
Al ver esto, la muchacha subió su guardia y alcanzó a detener una poderosa garra en sentido lateral con su propio puño, sorprendiéndose por el poderoso empuje del ataque que, sin embargo, no llegó a desequilibrarla.
Haciendo uso de toda su fuerza, rechazó la zarpa y lanzó un contraataque usando el otro extremo del johyo, la pesada esfera metálica, tratando de golpearlo en la cabeza y fallando, viéndose obligada a corregir la trayectoria del ataque y evitar golpearse a sí misma, abriendo su guardia momentáneamente.
Bastó este pequeño instante para que la criatura tratara de contraatacar de inmediato, abriendo sus fauces para impactarle con una poderosa ante la que trató de protegerse como buenamente pudo, pero el impacto, aunque la empujó hacia atrás con una fuerza considerable, no le hizo daño alguno.
- ¿¡Estás bien!?
Confusa, miró sus brazos para encontrarlos rodeados de una suave luminiscencia celeste. Entonces, comprendió.
Juan José había levantado una barrera sobre ella justo a tiempo.
- Estoy perfecta ¡Gracias!
Sonrió. No recordaba que pudiera hacer eso en su primera misión.
- Bien… ¡NEEDLE SPIKE!
Un par de metros a su espalda, el hechicero extendía sus brazos y lanzaba contra el demonio, que volvía a abalanzarse contra ellos, una rápida andanada de flechas heladas, deteniéndolo momentáneamente, pero sin causarle ningún daño visible.
- Mierda… ¡Es resistente! – protestó, chasqueando la lengua.
- Sí… - confirmó ella a su vez – El bestiario donde estaba documentado decía que era bastante duro de pelar.
Lo vieron abrir la boca de nuevo, con una bola de fuego formándose en su garganta.
- ¿Cuánto durará esta protección? – preguntó ella, curiosa, en referencia a la barrera que ahora cubría su cuerpo.
- No más de un par de impactos – respondió él de inmediato – ¡No hagas ninguna locura!
- ¡Tranquilo!
Rauda, se abalanzó contra la criatura mientras Juan se preparaba de nuevo. Le preocupaba el tiempo que estaba tardando en lanzar el siguiente ataque, y con razón, pues cuando Adela se encontraba casi a distancia de combate estalló desde sus fauces una tormenta de pequeños proyectiles ígneos en direcciones completamente aleatorias. Dado que se concentró en detener las bolas de fuego que venían en su dirección no pudo verlo, pero la luchadora esquivó la mayoría de los ataques con maestría, recibiendo sólo uno de ellos, que apenas la hizo retroceder.
Por su parte, él había cambiado de estrategia. Consciente de que levantar una barrera sería demasiado lento, invirtió sus fuerzas en desviar todas las bolas de fuego usando el escaso control que podía obtener sobre ellas gracias a su manipulación elemental. Esto no lo libró de sufrir un par de impactos, pero a cambio pudo volver a concentrarse en la acción al instante.
Cuando lo hizo, encontró a su compañera forcejeando, el demonio había intentado aplastarla con un zarpazo que ella había detenido con un poderoso uppercut, y ahora medían sus fuerzas en el punto donde ambos ataques se habían encontrado.
En ese momento, Juan se dio cuenta de que los dedos de la criatura empezaban a cerrarse lentamente sobre el puño de Adela ¡Eran prensiles! ¡Si conseguía agarrarla, se acabó!
¡Tenía que intervenir!
- GALE FORCE!
Lanzó ambas manos hacia delante, con su magia fundiéndose con el aire que lo rodeaba y transformándolo en afiladas cuchillas semicirculares de color esmeralda que golpearon a su enemigo, empujándolo y abriendo pequeñas heridas en su torso, pero viendo que aun así no liberaba su presa sobre el puño de su compañera, continuó.
A las tres cuchillas originales le siguieron otras tres, y después un número incontable de ellas hasta que al final el demonio bramó, contraatacando con más bolas de fuego de las que el hechicero se vio obligado a defenderse, pero esto por otro lado permitió a Adela responder finalmente.
Poniendo toda su fuerza en el empuje, la muchacha completó el uppercut para liberarse y acto seguido le azuzó de nuevo con la esfera del johyo, rompiendo uno de sus cuernos y cerrándole la boca, provocando una pequeña explosión en el interior de la misma al interrumpir su ataque. En respuesta, lanzó un zarpazo horizontal, tratando de aplastarla contra la pared, pero ella se deslizó bajo su zarpa y, esta vez, su puño emitió un cegador brillo lavanda.
- ¡KORNEPHOROS!
Se produjo una pequeña explosión, y la criatura del averno fue empujada considerablemente hacia atrás mientras, al mismo tiempo, Adela retrocedía de un salto, regresando junto a su compañero.
- Ese Gale force ha sido muy oportuno ¡Y qué potencia! – apreció - ¡Me ha venido de perlas!
- Sí, pero apenas le he hecho nada – lamentó él – Si no fueras tan rápida creo que estaríamos perdidos.
- ¡Ahí viene!
Lo vieron embestir de nuevo, veloz, poderoso, Juan recordó el inicio del combate y se dispuso a levantar su barrera más resistente, pero antes de que llegara a hacer nada Adela se interpuso y, poniendo todas sus fuerzas en ello, lo placó, deteniéndolo en seco.
Aquello dejó atónito al hechicero, que por unos interminables segundos contempló la escena, estupefacto: los músculos de Adela tensos al máximo, marcándose contra la blanda armadura mágica y su camiseta, la criatura, alta y poderosa, forcejeando y luchando por quitársela de encima… Parecía un choque directo entre David y Goliat.
Los gruñidos de la muchacha, mientras luchaba por empujarlo, lo sacaron de su ensimismamiento. Debía actuar, y debía hacerlo YA.
Con todas sus fuerzas, lanzó el conjuro de rechazo más poderoso que pudo realizar, comprimiendo su magia al máximo para atacar única y exclusivamente la cabeza de aquel monstruo, y funcionó, empujándolo hacia atrás y permitiéndola a ella adoptar una pose de combate para después saltar y, con una patada en vuelta, golpearlo en las costillas descubiertas y mandarlo a volar, continuando la ofensiva al aterrizar con un lanzamiento directo de la pica del johyo, que apenas magulló su hombro.
La criatura embistió una vez más, y esta vez Adela, harta, decidió poner a prueba una nueva estrategia.
- ¡Juan, impúlsame!
- ¿…Eh?
- ¡Vamos!
En un solo movimiento se situó delante del hechicero, y este comprendió. Con cuidado, la golpeó en la espalda con su conjuro de rechazo, y ella aprovechó el empuje inmediatamente para abalanzarse contra el demonio y encontrarse con él a medio camino, golpeándolo con un puñetazo impreso de tal potencia que hizo añicos la mitad de su cráneo y repeliéndolo con tal fuerza que casi lo expulsa de la construcción por la inexistente fechada frontal.
Pero no cayó, frenando con sus pezuñas justo al borde del techo derruido y encarándolos una vez más, amenazante, con el maxilar inferior quedando sujeto por la única articulación de su boca y un inquietante vacío negro asomando en el agujero que Adela había dejado en la calavera cabría.
A pesar de que el daño había sido considerable, aquella cosa no parecía herida en absoluto.
Se pusieron en guardia una vez más, preparados para cualquier respuesta de aquel ser del averno, y al ver un fulgor rojizo intensificarse en el interior de su huesuda cabeza empezaron a preparar sus defensas, hasta que la expresión de Juan mutó en una mueca de horror.
- ¡Cuidado! – advirtió a su compañera - ¡Este es diferente!
Se echaron cada uno a un lado justo para ver cómo un rayo de energía extremadamente concentrado pasaba entre los dos, alcanzando y demoliendo en una poderosa explosión la pared que se alzaba a sus espaldas.
Aquello los dejó atónitos, habían sido capaces de, más o menos, contener a aquel diablo hasta entonces, pero… ¿Cómo se enfrentaban a eso?
Juan fue el primero en reaccionar. Uniendo ambas manos y entrecruzando los dedos, convocó tres esferas eléctricas que azuzó a su adversario, quien, después de ser golpeado directamente por la primera en el pecho, se movió para evitar la segunda y destruyó la tercera con sus zarpas. Adela, a la carrera, continuó el contraataque, lanzando la punta del johyo cuando ya se encontraba a distancia de combate y, después de ver su primer envite rechazado, modificando la trayectoria de la pica y atacando una y otra vez mientras, por su parte, el hechicero atacaba con conjuros sobre cuya trayectoria tenía cierto control, como su Gale Force.
Habían entrado en pánico, semejante demostración de poder les recordó inequívocamente al Cortijo del Fraile. Aquella misión ya estaba resultando bastante horrible, no querían acabar medio muertos otra vez, no podían permitírselo.
Sin embargo, dejarse amedrentar de esta forma no tardó en probarse como un tremendo error. Adela, concentrada únicamente en el ataque, falló en evitar un poderoso golpe que la mandó a volar, cayendo al suelo dolorida, aunque no especialmente herida.
Juan reaccionó a esto teletransportándose directamente frente a la criatura y atacándola a bocajarro con una gran bola de fuego para después, crispando ambas manos, manipular el aire a su alrededor y crear un pequeño tornado, que no pudo evitar que fuera repelido de la misma forma, siendo interceptado por su compañera antes de que sus huesos dieran con el duro suelo.
- ¿¡Estás bien!?
- Sí… ¡Gracias!
Se pusieron en guardia de nuevo mientras el demonio avanzaba hacia ellos. Esta vez, en lugar de abalanzarse a toda velocidad, caminaba amenazante, paso a paso, con lo que parecía ser la confianza de quien se sabe ganador del combate.
Y no podían negar que se sentían intimidados. Si volvía a recurrir a aquel rayo de energía y alguno de ellos era alcanzado de lleno por él, estaban perdidos.
Pero aquel demonio no era el único con un as en la manga.
- Juan, voy a necesitar que te quedes en la retaguardia otra vez – dijo la luchadora a su compañero, mientras se adelantaba – Apóyame desde ahí, no te pongas a mi altura bajo ningún concepto.
El hechicero asintió, y empezó a moldear su magia una vez más. Podía imaginar lo que Adela se disponía a hacer, y lo confirmó cuando vio crepitar su brillante aura lavanda.
Casi a cámara lenta, pudo ver cómo una llama purpúrea se extendía a lo largo de la cuerda de nylon, siguiendo su trenzado, y alcanzaba ambos extremos, prendiéndose estos como lo hizo la pica durante la ejecución del kata, en la tarde anterior.
- Ten cuidado, Adela.
Casi percibiendo la preocupación de su compañero a su espalda, la muchacha sonrió.
- Cuento contigo, Juan.
Y lanzó el primer ataque.
Un flechazo directo, sin ningún tipo de preparación, dejando detrás una estela llameante, ante el que la criatura no se protegió en absoluto, pensando quizás que no sería mucho más potente que todos los movimientos anteriores, que aquella arma seguiría sin poder hacer nada a su acerado cuerpo.
Craso error.
Cuando la pica lo alcanzó, se clavó directamente en su hombro, abriendo una profunda herida que dejó escapar un pequeño chorro de sangre negra cuando Adela retiró la punta de un pequeño tirón. Aquello alertó al diablo, que abandonó su caminar confiado y se abalanzó contra ella enarbolando una de sus zarpas, que fue rechazada por la pesada esfera del otro extremo en un movimiento circular ascendente.
Habiendo visto su brazo rebotar, el ser del averno retrocedió un par de pasos, aparentemente confuso ante la nueva fuerza de aquella insignificante humana que hasta ahora no había conseguido mucho más que provocarle pequeñas heridas superficiales. Adela aprovechó este distanciamiento e hizo girar la pica para hacerla tomar inercia, soltando cuerda cuando ganó suficiente velocidad, dejando una dolorosa laceración en el pecho de la criatura, y tomando la iniciativa.
Un movimiento tras otro, haciendo uso de su torso y extremidades para orientar la punta plateada del johyo, lanzaba una lluvia de ataques cortantes y penetrantes contra el demonio, interrumpiéndolo cada vez que trataba de lanzarse a la ofensiva, haciéndole todo el daño que no pudo propinar al asesino del crimen de Níjar.
No desperdiciaría aquella nueva habilidad, desarrollada sobre las doradas arenas de la playa de Rodalquilar, el único modo que tuvo de penetrar ligeramente las defensas de su madre.
Un tajo.
Otro.
Otro.
Punzada.
Un violento golpe con la esfera.
Otra punzada.
Lo tenía acorralado, dominado, pero no había bajado la guardia ni creía tener la victoria entre las manos, razón por la cual no le extrañó cuando, de repente, la criatura atrapó la pica con una de sus zarpas.
Preparó la esfera, pero la cobertura de Juan llegó antes, con una poderosa bola de fuego que, tras impactar, se cerró sobre el torso de la criatura como un grillete ígneo, atrapando uno de sus brazos. En la distancia, el hechicero apuntaba a su enemigo con el brazo extendido y el puño cerrado con fuerza, manipulando el fuego que él mismo acababa de convocar.
En respuesta, la mole trató de golpear a Adela con la zarpa empuñada, en la que aún sujetaba la pica del johyo, y ella se dispuso a recibir el golpe cuando el poderoso brazo quedó completamente paralizado, y el demonio empezó a bramar de dolor.
En la articulación del codo algo parecido a un diminuto agujero negro de materializó, mientras el Belnades apuntaba hacia él con su otra mano, crispando los dedos y dedos y retorciendo el brazo con fuerza; con esto, el brazo de la criatura empezó a retorcerse caóticamente en ángulos imposibles, y el agujero negro mutaba en un vórtice que parecía intentar absorber la extremidad, aunque finalmente se esfumó cuando el antebrazo se desprendió del codo, cayendo al suelo y liberando el arma.
En su cráneo, un cegador fulgor anaranjado crecía descontroladamente.
- ¡Adela! ¡ATRÁS!
Ella también lo había visto, y a la voz de su compañero retrocedió de un salto; casi en ese mismo instante, el monstruo dejó escapar la energía en forma de un poderoso rayo que, descontrolado, recorrió todo el pasillo desde sus pies al otro extremo, levantando una barrera de fuego allí donde pasaba y obligando a los cazadores a evitarlo in extremis. Instantes más tarde, el suelo se derrumbó.
La caída, de un solo piso, no fue muy larga, pero la velocidad a la que ocurrió todo y los escombros que cayeron junto a ellos dio lugar a una escena un tanto caótica, al punto en que cuando se dieron cuenta ya habían dado con sus huesos en el suelo y se buscaban el uno al otro, cegados por una nube de polvo.
- ¿Juan?
- ¡Adela!
- ¡Juan! ¿¡Estás bien!?
- ¡Sí! Me duele todo, pero… ¿¡Tú estás bien!?
- ¡He caído de pie, no te preocupes!
Por suerte, seguían dentro de la escuela y no tardaron en encontrarse el uno al otro, tapándose las vías respiratorias para evitar problemas. Cuando el polvo por fin se asentó, encontraron a la criatura tratando de volver a ponerse de pie, dificultosamente a causa de la falta de uno de sus brazos.
Sus heridas habían dejado de sangrar.
- Dijiste que este estaba documentado en uno de tus bestiarios ¿Verdad? – preguntó el hechicero de repente.
- Sí… - respondió ella, en cuya voz empezaba a evidenciarse el cansancio - ¿Por?
- ¿Puedes decirme… quién firmaba la documentación? ¿Cuál era la fuente?
- Juste Belmont ¿Es importante?
Al escuchar este nombre, el Belnades suspiró con irritación.
- Mieeeeeerda…
- ¿Qué pasa?
- Un Belmont… - gruñó.
- ¿Qué pasa con los Belm…? – ella misma se interrumpió, comprendiendo al instante la frustración de Juan José – Oh, mierda…
No había nadie entre los cazadores de vampiros que no conociera el clan Belmont, cuyo patriarca actual, Marcus, era así mismo el líder de la hermandad. Bendecidos por dios, durante un milenio habían sido el paradigma de los cazadores de vampiros, el azote de la oscuridad, con un absoluto dominio del poder sagrado y el látigo mata vampiros como arma.
Generación tras generación, habían mantenido a Drácula a raya y encabezado la guerra contra las huestes de la oscuridad. Para uno de ellos, aquel demonio inferior sería pan comido.
Por su parte, ellos no tenían experiencia de combate suficiente, el poder bruto de este clan o su protección divina. Con la incertidumbre de no saber si podrían sostener un combate contra aquel monstruo durante mucho más tiempo, sólo les quedaba una argucia a la que podían recurrir.
- Necesitamos atacar su punto débil – repuso el hechicero – pero… ¿Cuál es?
Lo contemplaban mientras terminaba de erguirse, dubitativos, ponderando sus opciones. No podían permitir que el combate se alargara aún más.
- Fíjate en sus costillas – indicó ella – En el lado izquierdo. Su corazón está ahí.
Efectivamente. Ya les había llamado la atención desde el principio, pero los dos lo habían ignorado por la misma razón: No esperaban que el combate fuera a ponérseles tan cuesta arriba.
Sin duda, destruir el órgano de algún modo lo mataría, pero tenían un problema que se hacía evidente a simple vista: Los espacios intercostales eran demasiado estrechos, pese a la habilidad de Adela con el johyo sería extremadamente difícil colar ahí la pica, y un mal lanzamiento la dejaría atascada en la caja torácica de la criatura.
- Podemos conseguirlo – articuló Juan, con voz firme.
- Juan, si consigo alcanzar su corazón te juro que le compro una tirada completa de boletos al ciego de la plaza de mi barrio cuando esto acabe.
- Por eso he dicho podemos. Escúchame bien.
Mientras el hechicero compartía su plan con ella, el demonio terminaba de erguirse y equilibrarse. Aunque parecía debilitado, estaba claramente dispuesto a deshacerse de ellos, y así lo manifestó proyectando una bola de fuego contra los cazadores, que Juan José desvió habilidosamente.
- ¡Tú eres la experta! – dijo a Adela - ¿Crees que puede funcionar?
- Vale la pena intentarlo – resolvió ella de inmediato, preparándose para embestir a la criatura - ¡Vamos!
En tándem, se abalanzaron contra el demonio mientras este, moviéndose lentamente, los recibía con otro proyectil ígneo que el hechicero disipó con su conjuro de rechazo. Apenas se hallaron a distancia de combate, Adela lanzó un primer ataque en arco con su johyo que rebotó en el cuerpo de la criatura, reagrupándose rápidamente y retomando la ofensiva.
Al mismo tiempo, la alimaña respondía lanzándoles escombros con su único brazo, obligándolos a esquivar ágilmente. Pese a la situación, los movimientos de Adela se volvían cada vez más precisos, los ataques más rápidos, e incluso la pica parecía ganar capacidad de penetración ya que, pese a que no tenía el poder destructivo que la muchacha le proporcionó con su aura anteriormente, nuevamente provocaba laceraciones en la acerada musculatura de su enemigo.
La explicación a esto era muy sencilla: Juan José Belnades.
El hechicero había decidido jugárselo todo a una carta. Sabiendo que su compañera era diestra con el johyo, pero no lo suficiente para atacar con precisión milimétrica, se había unido a ella usando su telequinesis para corregir la trayectoria de la pica al vuelo. Nunca había hecho algo como eso, pero tampoco se había enfrentado nunca a un demonio inferior.
Adela estaba usando la primera andanada de golpes para poner a prueba su control sobre el arma en estas circunstancias. Juan estaba siendo precavido, no influyendo sobre el dardo hasta que ella lanzaba el ataque, corrigiendo su trayectoria lo justo, y parecía funcionar.
Aun así, no podía mantener esto mucho tiempo y debía buscar el corazón cuanto antes, ya que era consciente de que la telequinesia era, de lejos, uno de los talentos más agotadores de su compañero.
Por desgracia, estaban tan centrados en su estrategia que ignoraron la cabeza del demonio, y repentinamente se vieron expulsados hacia atrás por una violenta explosión que los derribó, mandándolos al otro extremo del pasillo. Cuando se levantaron, aturdidos, y volvieron a centrarse en su adversario, palidecieron.
La criatura estaba de nuevo lista para atacar, preparando en su boca otro de aquellos poderosos rayos de energía.
Entraron en pánico, no sabían qué hacer, Adela no podría alcanzar su corazón antes de que disparara.
Y antes de que se dieran cuenta, liberó el ataque. Ella exteriorizó su aura y cerró su guardia todo lo posible, pero Juan reaccionó de otro modo.
El hechicero saltó hacia delante, colocándose en la trayectoria del rayo, y proyectó ambas manos hacia delante, recibiéndolo de lleno con ellas.
Entre sus dedos, una esfera de magia pura concentrada, que recibía y dispersaba la energía liberada mientras él, con las piernas apuntaladas y los dientes apretados, trataba de no dejarse empujar, pero al cabo de unos segundos comprendió que era imposible.
Sus pies empezaron a resbalar, y sus rodillas y hombros a ceder. Si perdía pie se acabó, y estaba a punto de hacerlo cuando dos poderosas manos sujetaron su espalda, ayudándolo a mantener la postura.
Adela Fernández.
Sujeto por este apoyo, Juan mantuvo el tipo hasta que el chorro, mucho más largo e intenso que los anteriores, se detuvo, y sus brazos cayeron antes de que él, agotado, finalmente se derrumbara sobre sus rodillas.
Frente a ellos el demonio inferior parecía, a su vez, haberse quedado sin fuerzas.
- Adela… ¡Ahora!
No hacía falta que se lo dijera, ella misma sabía que no tendrían otra oportunidad, de modo que dio una zancada hacia el frente y lanzó la pica con todas sus fuerzas, apuntando cuidadosamente.
Debía acertar. Tenía que acertar.
A medio vuelo, el dardo fue rodeado por una débil luminiscencia azul, mientras el hechicero apuntaba a él con la mano, con su nariz sangrando perezosamente.
Justo cuando la criatura empezó a moverse, la hoja finalmente lo alcanzó, pasando por el espacio intercostal, hundiéndose en su corazón.
Le siguió a esto un extraño quejido ronco, y la zarpa se aferró a la cuerda de nylon, sujeta al otro extremo por la luchadora. Poco a poco, entre llamaradas celestes de brillo apagado, el cuerpo del demonio se desvaneció.
Al final, su cráneo destrozado cayó al suelo, como única prueba de su presencia en aquel plano de existencia y trofeo para los cazadores, aunque ninguno de los dos pensó en ello en absoluto.
Al mismo tiempo, Adela retrocedía y se derrumbaba junto a su compañero, sin molestarse en recoger el dardo de cuerda, cayendo de bruces y apoyándose en él, hombro con hombro.
Tardaron casi un minuto en articular palabra.
- ¿…Estás bien?
- ¿Eh?
- La caída, la telequinesia, detener esa descarga de energía… ¿Te encuentras bien?
- ¿Y tú? Has estado en la vanguardia todo el rato ¿Te duele algo?
- No me has respondido
Silencio de nuevo. Ninguno quería hablar de su estado, ninguno quería reconocer que el combate les había desgastado considerablemente, porque eso supondría pensar también en el hecho de que la misión todavía no había terminado.
Quedaban cuatro personas por localizar, vivas o muertas, y la mera idea de que por el camino tuvieran que librar otra batalla como aquella les daba escalofríos.
En el pasillo, tirado de cualquier manera y semienterrado en los escombros, yacía el sexto cuerpo.
Tras unos cuantos minutos que a ambos se les antojaron una eternidad, Juan José habló de nuevo, con voz firme.
- Adela, cuando salgamos de aquí vamos a subir directamente a la iglesia del pueblo.
- ¿La iglesia? – preguntó ella en respuesta, extrañada - ¿Qué se supone que vamos a hacer allí?
- Acabo de tener una idea – respondió él – si sale bien, podremos acabar con todo esto.
