Buenos dias mis amigos, les presento la historia de la escritora de Camilla Simon claro con el toque de mis personajes favoritos que son Sakura y Syaoran, espero que les guste como a mi me gusto traducir esta historia para ustedes.


Capítulo Uno.

¡Qué maravilloso! ¡Por fin me he independizado! Aunque voy a compartir el departamento con Tomoyo, mi mejor amiga, no deja de ser mi casa. Este primer año en la Universidad ya me sabe a libertad.

Mi madre ya no estará encima de mí. No me malinterpreten; es una madre fantástica, pero demasiado entrometida. Cuando estaba en la preparatoria, seguía llevándome el almuerzo a los recesos y me llenaba la cara de besos delante de mis compañeros de clases. Nunca llamaba a la puerta antes de entrar a mi cuarto, sin importarle si tenía la cabeza de un chico entre las piernas y tampoco se detenía en mantener relaciones sexuales en pleno días, sobre la mesa de la cocina con mi padrastro.

¡Esa imagen aún me persigue!

Tomoyo ha tenido la generosidad de ofrecerme el departamento que sus padres acaudalados le han alquilado. Al parecer, no soportaban la idea de que su hija compartiera una habitación diminuta en la residencia universitaria. No tengo que preocuparme con el alquiler –solo con las compras-, así que no me veré obligada a buscar un trabajo de medio tiempo como otros estudiantes.

Contemplo, admirada el que va a ser mi cuarto desde este momento. La cama se encuentra al fondo, apoyada contra una pared que he pintado en un suave color verde salvia. En el resto del dormitorio se aprecian tonos dorados y blancos, que termina de crear un ambiente relajante. Los muebles, igual que el resto de la decoración, son, en la mayoría, de segunda mano. Me gusta dar una nueva vida a todo aquello de que la gente se desase.

Si, ¡Estoy enamorada de mi habitación! No me da vergüenza decirlo. Puede que no tenga un príncipe azul a mi lado, pero soy feliz así.

De pronto, un ruido me sobresalta. Poco a poco, el estruendo se vuelve constante.

¿¡Qué demonios es eso!?

La música, fuerte y atronadora, destruye la paz de mi guardia. Nirvana.

¡No puede ser!

Llevo seis años escuchando ese horrible grupo de rock por culpa de mi hermano. No pienso volver a pasar por eso. Irritada, hago mi cobija a un lado y salto fuera de mi cama y me dirijo hacia la puerta. Son más de las once y mañana es mi primer día de clases. Quien quiera que sea, ¡me va a escuchar! Voy a explicarle lo que significa "vivir en comunidad".

Abro la puerta con tanta fuerza que golpea contra la pared y, por la inercia, vuelve a cerrarse con estrepito. Pero, ahora mismo, eso no importa; estoy realmente enojada con ese vecino bullicioso.

Llamo a la puerta una y otra vez con los puños pequeños. Debo parecer loca con la cara roja por estar enojada, el pelo revuelto y los ojos centellando de rabia. Me da igual. No pienso dejar que un imbécil arruine mi vida universitaria.

La puerta se abre y aparece u hombre vestido con unos pantalones de piyama negros… y solamente eso.

Con los ojos y la boca abiertos de par en par, me quedo pensativa por un momento, quizás más de lo necesario, mientras lo observo con cierto descaro. Tiene una abundante cabellera oscura que le llega justo por encima de los hombros, una barba de varios días que le cubre parte del rostro y los ojos de un intenso color dorado que ahora están fijos en mí.

En ese preciso instante, me doy cuenta de que no me he vestido. También estoy en pijama, uno que consiste en una camiseta blanca de tirantes y unos minúsculos pantalones cortos con un estampado de cupcakes rosas y morados.

Me miro los pechos, que parecen querer escapar de la ajustada tela que los oprime. Desde que cumplí quince años, han aumentado dos tallas de brasier, y la fina camiseta blanca expone las acentuadas cuervas de forma indecente, marcando mis pezones, que están erguidos, apuntan con descaro hacia el hombre que se parece a Jared Leto.

El vecino cruza los brazos sobre el torso y centra la vista en mi escote.

-Eh, ¡Mis ojos están aquí!-, lo fulmino con la mirada a la vez que me señalo el rostro con el dedo.

-La vista es mejor ahí abajo-, responde con una voz grave y ronca.

-Baja la música, intento dormir.

Empiezo a notar la boca seca, así que le imito y me cruzo de brazos para proteger mi intimidad y recobrar la compostura.

-Solo son las once.

- ¿¡Sol!? ¡Mañana tengo clases! Así que detén tu escándalo. ¡Nada de Nirvana!

Me doy media vuelta para volver a mi casa. Cuando agarro la manija de la puerta y la bajo con un movimiento energético, es en vano. Cierro los ojos con la mano aun sobre la manija y exhalo en un suspiro con fastidio y vergüenza.

Demonios.

De acuerdo, hagamos un balance de la situación; me he quedado encerrada fuera de mi casa, en ropa interior, junto con un vecino atractivo pero de aspecto amenazante y con su cuerpo lleno de tatuajes.