Buenas noches mis amigos, les dejo la continuación de esta maravillosa historia de la escritora de Camilla Simon claro con el toque de mis personajes favoritos que son Sakura y Syaoran, espero que les guste como a mi me gusto traducir esta historia para ustedes.
Capítulo Dos.
A la mañana siguiente, me levanto como nueva. El cielo está nublado, pero es habitual en San Francisco. Por suerte, el enigmático vecino apago la música después del incidente extraño y vergonzoso de la noche. Rezo para no volver a cruzármelo.
La universidad resultó ser enorme, pero no consigo perderme en el laberinto de los pasillos y edificios. He quedado con Tomoyo en la cafetería y la miro en el vestíbulo corriendo hacia mí mientras hace gestos con la mano a modo de saludo.
-¡Hay un chico que está como quiere! Tiene un aspecto salvaje y misterioso. Iba de camino a mi clase de psicología. ¡Tengo que volver a encontrármelo como sea!
-¿De vuelta a la cacería? ¿Qué tan desesperada estás?
-No lo sabes tú también. Estoy en sequía total, atravesando el desierto de Gobi. Mantengo una relación estable con mi vibrado desde hace seis meses y aunque cubre todas mis necesidades, no puede sustituir el cuerpo, las manos, los labios y sobre todo, el pene de un hombre.
Miro a nuestro alrededor, Tomoyo nunca ha sido una persona discreta y por lo que veo, media universidad disfruta escuchando su historia de abstinencia sexual.
-Yo me ofrezco como voluntario, muñeca... ¿Te gustaría?=, suelta un tipo musculoso.
No está mal. Pero debe de tener el cerebro del tamaño de un guisante, y seguro que si estudia aquí es gracias a una beca deportiva.
Después de hacerle un repaso rápido, Tomoyo responde.
-Solo me conformo con lo mejor de lo mejor. Y ese no eres tú, cariño.
Me agarra del brazo y nos alejamos rápido.
-¡Tengo un hambre voraz!
Río entre dientes
-Sakura Kinomoto, ¡No estaba pensando en eso! Bueno, sí, tengo ese tipo de hambre, pero me refiero a llenar mi estómago.
Entramos en la cafetería y de pronto, mi amiga me estruja el codo hasta hacerme daño, sacudiéndolo sin compasión.
-¡Dios mío! ¡Debe ser una señal! ¡Es él!
-¿De qué hablas?
-¡Del chico misterioso y con su mirada salvaje!
Me viene a la mente la imagen salvaje del atractivo hombre con ojos feroces de anoche. Levanto la cabeza y sigo la mirada de Tomoyo.
El hombre de mirada salvaje se sienta en una mesa. Lleva el cabello recogido en un chongo, un peinado que ahora está de moda entre los hombres, y teclea algo a toda velocidad en su teléfono.
¡Mierda!
Es el vecino, el chico de que ayer me vio hacer el ridículo. Esto solo podía pasarme a mí. Qué mala suerte tengo. Como si se sintiera observado, endereza la cabeza y me clava sus ojos ámbares. Una sonrisa burlona le curva los labios. Aprieto los dientes, se está riendo de mí.
-¿Te refieres al chico malo con el pelo largo y los brazos tatuados?-, interrumpe una joven pelirroja y pequeña que, al parecer, escuchaba la conversación.
-¿Lo conoces?-, le pregunta Tomoyo.
-Syaoran Wang. Un chico malo, sombrío, melancólico, esquivo.
-¡Como a mí me gustan!-, exclama mi amiga.
No sé por qué, pero decido no contarle que ese tipo es nuestro vecino. Prefiero guardarme la información para mí.
-Se junta con un grupo de frikis y causa exaltación entre las chicas. Según he oído, hasta ahora no ha mostrado interés en ninguna.
-¿Es gay?
-Voy a resolver el misterio-, dice Tomoyo, segura de sí misma, adoptando una postura recta antes de lanzarse por Syaoran.
Me siento al fondo de la cafetería, junto a los grandes ventanales, acompañada de la joven pelirroja.
-¿Cómo sabes todo eso?
-Mi hermano es amigo suyo. Me llamo Faith, estudio Psicología. ¿Y tú?
-Sakura. Comunicación.
-Tu amiga no tiene ninguna posibilidad. Se va a dar contra un muro. Mi hermano conoce a Syaoran desde hace un año y nunca lo ha visto con una chica.
Tomoyo da media vuelta con el ceño fruncido. Faith tenía razón.
-¿Y bien?-, le pregunto en tono suave para no hacerla sentir peor.
-Dice que le gustan las castañas-, farfulla dejándose caer en la silla frente a Faith, -Pienso teñirme el pelo. Tiene una voz y unos ojos
-Tomoyo, olvídalo. Búscate otro juguete sexual con patas.
Faith suelta una carcajada.
-¿Y si comemos? No pienso dejar que ningún hombre nos robe el apetito-, propongo, intentando aligerar el ambiente.
Sin poder evitarlo, desvió la atención hacia Syaoran. Me atrae como un imán. El modo penetrante en que me observa, la media sonrisa adornando el rostro del niño malo. Noto un nudo en la boca del estómago. No comprendo por qué, pero me desestabiliza.
Ocupo mi lugar en el aula magna y siento un escalofrío en la espalda cuando una respiración cálida me acaricia la nuca.
-Prefiero a las castañas-, susurra alguien a mi espalda.
Esa voz.
-Y yo a los hombres que son educados-, respondo.
-Anoche fui muy educado. Más de uno se habría abalanzado sobre ti con lo que llevabas puesto.
Siento un hormigueo en la piel. Su voz y sus palabras hacen reaccionar a mi cuerpo. Cierro los ojos y, por un momento, me imagino desnuda y debajo de él, con la piel brillante por el sudor, excitada, con esos labios sobre los pechos y el sexo duro contra el mío. Contraigo los muslos para aliviar las pulsadas de calor en el vientre bajo.
Sacudo la cabeza para ahuyentar esos pensamientos y oigo su risa. Me doy vuelta y lo miro a los ojos.
-Pues yo estoy seguro de que te gustan los hombres con barba, a juzgar por como cierras piernas-, susurra con una expresión divertida.
El profesor entra en el aula y Syaoran se aparta de mí para erguirse en el asiento.
Imbécil.
El resto de la clase es una tortura física y mental. El simple hecho de saber que está sentado justo detrás de mí hace que no pueda pensar en otra cosa.
¿Por qué un hombre que no conocía hasta hace veinticuatro horas sufre este efecto en mí? ¿Y por qué no lo había visto hasta el día de ayer?
Me mudé hace varios días al apartamento de Tomoyo; lo normal habría sido que nos cruzáramos al menos una vez. Mi amiga y yo hemos entrado y salido del departamento a menudo, ya fuera para comprar muebles nuevos o para la visita a la universidad, pues queríamos familiarizarnos con las instalaciones y elegir las asignaturas optativas de este cuatrimestre. ¿¡Es un ogro ermitaño o que!?
Por el bien de mi salud física y mental, decido alejarme de él. Si no, ¡me terminaré convirtiendo en una ninfómana!
