Buenas noches mis amigos, les dejo la continuación de esta maravillosa historia de la escritora de Camilla Simon claro con el toque de mis personajes favoritos que son Sakura y Syaoran, espero que les guste como a mi me gusto traducir esta historia para ustedes.


Capítulo Cinco.

Me ruborizo. Noto el ardor en mis mejillas. Lanzo una mirada furtiva a Syaoran y veo que se esfuerza por no reírse. Me guiña el ojo y cierra la puerta. Acto seguido, oigo que estalla en carcajadas al otro lado de la pared. Exhalo un suspiro, casi de humillación. Cuando está cerca, siempre acabo de hacer el ridículo.

Agarró a mi madre del codo y la guió con firmeza hacia el apartamento de Tomoyo, obligándola a entrar antes de que diga algo que me deje en evidencia.

-Qué mal aspecto tienes, cariño. ¿Duermes lo suficiente? ¿Comes bien? Sé que te lo he dicho antes, pero los vicios y los malos hábitos empiezan cuando eres estudiante.

Ya empezamos.

El dolor de cabeza se acentúa y la voz de mi madre suena como un lejano ruido de fondo. Con el tiempo, he aprendido abstraerme de sus sermones pesados. Me siento en el sofá y me masajea las sienes con los dedos.

-¿¡Has estado bebiendo!? ¡No me digas que tienes resaca, Sakura Kinomoto!

-Aja…, aja…

-Confió en ti, dejo que te fueras de casa ¡Y te encuentro hecha un desastre, insinuándote a un desconocido! ¡Seguro que pasaron la noche juntos! ¡Espero que al menos hayas usado protección! Es importante practicar sexo seguro, no correr ningún riesgo.

Bla, bla, bla…

-¡Hoy es un día de compras!

-¿Qué?-, pregunto, confundida, volviéndome al mundo real nada más al oír aquellas terribles palabras.

Odio ir de compras, sobre todo con mi madre.

-¡Vamos, arréglate! ¡Hace tanto tiempo que no vamos de compras!

-Tomoyo, ¡Tomoyo!-, grito en un intento desesperado de pedir ayuda, levantándome como un resorte del sofá.

El dolor de cabeza, que por un momento parecía hacerse detenido, se vuelve más fuerte y, de nuevo, siento náuseas, pero las contengo al instante. Que mi vida semi independiente siga siendo así.

-¿Qué pasa?-, dice en voz baja mi compañera de piso.

-Ejem, "día de compras"…-, digo, intentando dar la mayor pena posible.

Tomoyo sabe lo mucho que detesto ir de tienda en tienda con mi madre, que suele deshacer en comentarios como "cariño, esos pantalones te hacen el trasero muy gordo", "Te sobran unos kilos, ¿no?" o "El color blanco no te favorece, pareces un fantasma", entre otros.

-Lo siento, Nadeshiko. Sakura y yo hemos quedado para hacer un trabajo en la biblioteca.

-Pero, he venido desde Roseville para pasar el día con mi pequeña Sakura, desde que te has mudado a San Francisco.

-Mamá, es mi primer fin de semana desde que vivo aquí. ¿Por qué no pasas algo de tiempo con Richard? Tengo mucho trabajo por delante y no puedo permitirme estar retrasada nada más empezando las clases.

-Vale, o entiendo querida. Tendré que pedirle a Richard que posponga el día de pesca.

-Lo siento.

Mi madre se marcha y, por fin, respiro tranquila.

-Tu madre es complicada.

-Sí, deberíamos haber buscado un apartamento en la otra punta del país.

-Algún día terminará por darse cuenta de que te agobia.

A veces coincido con el vecino sexi y solitario en la universidad. Lleva varios días sin molestarme con la música y tampoco ha vuelto a mencionar el tema de Bunny. Parece que ha sido discreto, porque no me ha llegado ningún rumor a mis oídos.

Entro en el recibidor y abro el buzón, encuentro un paquete a mi nombre. No reconozco la dirección del remitente. Contenta y sorprendida por recibir algo de correspondencia, subo las escaleras de cuatro en cuatro, abro la puerta del apartamento y corro a la cocina para abrirla. Con un cuchillo, rompo la cinta adhesiva que sella la caja y, en el interior, descubro un objeto de color amarillo en forma de pato.

¿Qué es esto?

"Pato vibrador: ideal para usarlo en la ducha o durante el baño, a tres velocidades distintas"

Abro el sobre que hay en el fondo del paquete y leo una nota que me deja boquiabierta:

"Para que Bunny no se sienta solo. Duck le hará compañía. Y a ti también. Úsalo con cuidado, muñeca"

Syaoran.

¿De verdad me ha regalado un vibrador con forma de pato? Es una locura.

Presiono el mango –o el lomo del animal- y, de inmediato, empieza a vibrar. No puedo reprimir una sonrisa. Estoy sola en la casa y me he cansado de Bunny, de modo que decido probar el excéntrico e inesperado regalo de mi vecino.

Corro al baño, lleno la bañera de agua caliente, me desvisto a toda velocidad y me sumerjo en el agua con el juguete aun en la mano. Adopto una postura cómoda y aprieto el mango del patito, que reanuda las vibraciones. Después, introduzco el juguete entre las piernas.

Siento un fuerte cosquilleo por todo el cuerpo. Es una sensación nueva y agradable. Cierro los ojos y dejo que la mente fantasee con el vecino atractivo, misterioso y de mirada penetrante.

No debo, pero no consigo resistirme.

Pronto, los suspiros me brota de los labios y los gemidos, al principio apagados, se vuelven cada vez más fuertes, cuando la puerta del baño –durante unos minutos transformados en una habitación de placer- se abre de par el par, pego un respingo, sorprendida.

La escena se desarrolla a cámara lenta, como en una película, mi madre me observa de pie, junto a la puerta. Por acto reflejo y debido a la sorpresa, suelto un chillido, arrojando a Duck al otro lado del baño. El juguete, todavía encendió, cae a los pies de mi madre. Sus ojos, abiertos de par en par, no dejan de mirar al animal de color amarillo.

-¡Mama! Pero ¿Qué haces aquí?-, pregunto, indignada.

-¡Sakura!- exclama a lo lejos una voz profunda y masculina.

Syaoran aparece detrás de la mujer que me dio la vida y, al igual que ella, baja la mirada al patito, que no deja de vibrar.

Avergonzada y roja como tomate, me hundo un poco más en la bañera, cubriéndome el cuerpo como puedo con la espuma que flota por la superficie del agua.

-Te oí gritar y pensé que… había pasado algo…-, se explica mi madre entre balbuceos.

Es la segunda vez que me mira en una situación comprometedora; la primera fue cuando me vio con un chico en mi habitación. Se da la vuelta y repara en la presencia de Syaoran, que contempla, divertido, aquella escena vergonzosa.

Con una media sonrisa dibujada en los labios y los ojos risueños, se cubre las espaldas

-Yo también oí gritar a Sakura.

-¡Pero bueno! Joven, mi hija está desnuda en el baño. ¡Fuera de aquí!-, ordena con un gesto con la mano, -¿Cómo has entrado?-, lo interroga.

Sin darle tiempo de responder, se da la vuelta y me apunta con el dedo índice.

-Tú y yo, jovencita, vamos a tener una pequeña charla.

Ya vestida y con el rostro habiendo recuperado mi color habitual, voy a la sala con el ánimo de un convicto a punto de recibir la peor sentencia posible.

-Te escucho-, empieza mi madre, sentada en el sofá.

-Se llama Duck.

-¿De verdad? ¿Duck es su nombre? ¡Qué gracioso!

-Bueno, es un pato, así que…

-No te hagas la loca, Sakura ¿Quién era él?

-¿Qué? ¿De quién hablas?

-¡Del joven que se ha metido a tu casa!

Tonta, ¡Se refiere a Syaoran, no al pato!

-¿Syaoran? Es nuestro vecino y vamos juntos a clase.

-¿Qué hacía en tu departamento?

-Me oyó gritar y estaba preocupado.

-¿Qué te escucho gritar? ¿Es tu novio? ¡Espero que estén usando condón!

-Eh….no

-¿Qué? Sakura Kinomoto, ¡No es así como te he educado! ¡No sé cómo decirte que utilices los preservativos!

-Mamá, ¡Para! Syaoran y yo no estamos saliendo. Vive enfrente. Me debió escuchar gritar y vino a ver como estaba. Eso es todo.

-Pues es una pena porque es bastante guapo-, insinúa con una amplia sonrisa, agitando la mano por delante de su rostro.

-¡Mama!-, respondo incómoda.

-¿Qué? Te ahorraría en usar ese vibrador.

-Mamá, ¡Por Dios! No me apetece nada hablar de esto contigo.

-¿Duck funciona bien?

-¡Mama!

-Solo tengo curiosidad; Richard y yo estamos pensando en incorporarlo a nuestra...

-¡Mimimi!-, alzo la voz como cuando era pequeña y no quería escucharla. No necesito saber los detalles de la vida sexual de mi madre y su marido.

Cuando por fin se marcha, me tiro en mi cama y ahogo un grito de frustración contra la almohada. He vuelto a hacer el ridículo delante de Syaoran. Por segunda vez, me ha visto desnuda y en una situación comprometedora. ¡Pero también es su culpa! ¿¡Porque le regalas un juguete sexual a tu vecina!? ¿¡Y porque tengo una madre tan metiche!?

Y yo que pensaba que por fin eran libre. Parece que no es tan sencillo. Debí haber elegido una universidad en la Costa Este, pero San Francisco es la ciudad perfecta.

A pesar de todo, no me arrepiento de mi decisión; he conocido al hombre más apuesto que haya visto jamás, Syaoran despierta en mí una atracción desconocida hasta ahora. Aunque es cierto que he estado con otros chicos antes, fue por experimentar y por ser como todo mundo. Nunca había sentido algo así por un hombre: una mezcla de deseo y miedo. Miedo a lo que pueda despertar en mí si le permito acercarse demasiado y, sobre todo, miedo a que me haga daño.

Me acuesto boca arriba, abrazando mi almohada contra el pecho, y me duermo pensando en el chico malo y misterioso de ojos salvajes.