Capítulo Seis.

Se derrite en mi boca, suave y cremosa, dulce, con el toque justo de acidez. Debo de tener la cara llena de los restos del cupcake.

Sentada en el Starbucks que hay junto al campus con la única compañía de un libro, me doy el delicioso capricho de devorar un cupcake de arándanos, mi favorito, mientras bebo un capuchino mejorado gracias a una buena dosis de leche y azúcar. Solo si está bien diluido consigo tolerar el fuerte sabor del café.

Un leve movimiento capta mi atención, y dirijo la mirada a la silla de alado, que ya no está libre, sino ocupado por alguien que intenta averiguar que estoy leyendo. Odio a los metiches que leen por encima de mi hombro de los demás. ¡Eso no se hace!

-¿Puedo ayudarte?-, pregunto en tono cortante y sin despegar la vista del libro para que el curioso perciba mi incomodidad y se detenga.

-Siempre tan enojona, incluso después de comer algo tan delicioso.

Reconozco de inmediato la voz ronca que me atormenta hasta en mis sueños más ardientes.

Levanto la cabeza para encontrarme, sorprendida, con los insolentes ojos de color dorado. Sin darme tiempo a reaccionar, Syaoran toma mi taza y le da un sorbo.

-Pero, ¿Qué demonios es esto?-, pregunta, asqueado.

-Un capuchino. Y eso te enseñará a no beber de tazas ajenas.

-¿Un capuchino? ¿En serio?

-Mejorado a mi manera.

-¡Echado a perder a tu manera, querrás decir!

Alarga el brazo hacia la mitad de mi cupcake.

¡Ni se te ocurra! Sakura Kinomoto no comparte la comida, ¡Como Joey Tribbiani!

Le doy un manotazo.

-¡No se toca!-, rezongo señalándole con el dedo índice.

-¿No me das ni un poco?-, me pide adoptando una expresión lastimera.

-No. Si quieres una, ve y cómprate; esta es mía.

-Hay una fila horrible, no voy a esperar otra vez solo por un cupcake. Además, solo te he pedido un poco.

-No es solo un cupcake, es "el cupcake" equilibrada en sabor, esponjosa, liguera y con un delicioso toque de frutas, ni poca ni mucha.

-Estoy hablando con una profesional de cupcakes de Starbucks.

Sonrió de oreja a oreja.

-De arándanos. Es mi favorita.

El dependiente grita el nombre de Syaoran para que vaya a recoger su pedido.

Se levantó y, sin poder evitarlo, deje de prestar atención a mi dulce afrutado para fijarme en el trasero abultado y enfundado en esos Levi's oscuros que le sientan como un guante. La camiseta, de color gris, claro, marca una musculosa espalda. Me percato de como las mujeres se giran a su paso; pero, por ahora, Syaoran está interesado en mí, de modo que decido aprovechar la situación y ser más amable con él. Sin quitarle la vista de encima, vuelve a sentarse en la mesa. Un nido de mariposas aletea en el estómago.

-¿Cómo les va a Duck y a Bunny?

Me atraganto y escupo el sorbo de capuchino que acababa de tomar, advirtiendo, estupefacta, la sonrisa traviesa que le curva los labios. Me había olvidado de la vergonzosa escena en el baño.

-¿Por qué Duck?

-Es un pato.

-Ya lo sé, gracias. Me he dado cuenta ¿Por qué me has regalado un vibrador con forma de pato?

-Para que dispongas de mayor variedad en esos ratos de placer solitario. Te había entendido que…

Ante la mirada furiosa que le lanzo, se interrumpe y añade.

-Y también me gusta el apodo que te ha puesto tu madre.

Junto las cejas, sin entender a qué se refiere.

-Mi patito. Es adorable.

-Eres muy…raro.

Sonríe y noto una humedad inoportuna entre las piernas. Mi vecino me parece tan irritante como encantador. Cuanto más lo miro, más familiar me resulta su rostro, pero no logro recordad donde lo he visto antes.

-¿Eres de Sacramento?

-No, ¿Por qué?

-Me parecía conocerte de algo.

-Antes vivía en Francia. Debes confundirme con otra persona-, me corta haciendo una mueca.

-¡Ah! Eso explica el liguero acento.

-Mi madre era francesa y mi padre chino.

-¿Era?-, repito como una idiota.

-Sí, era ¿Tú eres de Sacramento?-, pregunta poniendo fin a mi curiosidad.

Tema delicado, capto la indirecta.

-De Roseville, una ciudad vecina.

-¿Por qué San Francisco? Podrías haber escogido otra universidad, descubrir el país.

-La facultad de Comunicación ofrecía un plan de estudios muy bueno y me gusta esta ciudad. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué decidiste cruzar el gran charco en vez de quedarte en Francia?

-Quería conocer Estados Unidos.

-¿Solo eso?

-Como tú misma has dicho, ofrecen un buen programa de estudios.

El teléfono empieza a sonar y siento un escalofrío. Mi hermano ha puesto –sin mi consentimiento-, la "Marcha imperial" de Star Wars como tono de llamada. Y la odio. Con las prisas por apagarlo, derramo el café. En un movimiento ágil, Syaoran agarra un puñado de servilletas y empieza a limpiar el desastre. El calor se me agolpa en la cara. Trágame tierra. La gente a nuestro alrededor me observa. Syaoran se ve obligado a aguantar otra de mis metidas de patas. Ya ha pasado varias veces desde que nos conocemos; a estas alturas debe estar preguntándose qué clase de bicho raro soy.

Me recupero del impacto inicial y le arrebato las servilletas de las manos. Debería ser yo quien arregle el desastre. Cuando termino, me atrevo a dirigirle una mirada rápida hacia el chico malo. Los ojos le brillaban con diversión, al mismo tiempo que me dedica una pequeña sonrisa, sobre la que aparece un hoyuelo.

-No te rías.

-Eres tan encantadoramente torpe.

Arrugo la nariz y no digo nada porque tiene razón. Lo soy y mucho.

Bajo la mirada con timidez. Cuando Syaoran está cerca, me comporto como una completa idiota. Como un dedo, me acaricia la comisura de la boca para justo después llevárselo a los labios y lamerlo.

-Tenías azúcar.

-¡Ah!

Bájate de las nubes, Sakura.

-Es un tono de llamada original-, dice sin dejar de sonreír.

-Me lo puso mi hermano, para que sepa cuando me llaman.

-Eso es seguro.

Termina el café de un trago, se levanta y rodea la mesa y me da un beso en la mejilla. Se me acelera la respiración. Incapaz de reaccionar, me convierto en una estatua mientras las mariposas en el estómago revolotean sin control.

-Nos vemos, bombón-, me dice al oído.

Las fuerzas me abandonan y el hormigueo entre las piernas se vuelve punzante.

Me percato de las miradas de envidia y celos que me dirigen las distintas mujeres del café. Es ese preciso instante, recuerdo lo que Faith me dijo:

"Nadie lo ha visto nunca con una chica"

Syaoran acaba de besarme en público, convirtiéndome en el centro de atención de toda la universidad.

El curso empieza bien.