Capítulo Siete.

-¿Qué?

Me enfrento a la pelirroja y a la morena que dicen ser mis amigas, ¡Aunque yo diría más bien que son unas traidoras!

-No iré con ustedes. Ni de broma.

-Vamos, han tenido el detalle de invitarnos. Además, ¡Contigo nuestro equipo, ganaremos seguro!-, me trata de convencer Faith.

-¡No pienso cantar!-, refunfuño cruzándome de brazos.

-Nosotras provocaremos un diluvio, pero tú… ¡Por favor!-, me suplica Tomoyo juntando las palmas.

-No sé cantar.

-¿¡Que!? Te he oído cantar y tienes una voz preciosa.

Exhalo un suspiro y levanto la vista hacia el techo.

-No pienso pasar una noche entera con Syaoran. No dejo de hacer el ridículo cuando él está cerca.

Estallan en carcajadas cuando recuerdan lo que les he contado.

-De acuerdo, te ha visto medio desnuda y sin llaves en la entrada-, enumera Tomoyo con los dedos, aunque agradecería que cerrara la boca, -Le has confesado que tienes un vibrador llamado Bunny; te ha encontrado masturbándote en el baño con Duck, un juguetito sexual que el mismo te regalo, y conoce a tu madre. Por no hablar del café que casi le tiras en el Starbucks. ¿Qué podría pasar esta noche que fuera peor?

-Tirarme la bebida en la camiseta blanca.

-Ponte algo negro-, aconseja Faith, de forma práctica.

Hago un nuevo mohín.

-Podría tropezarme con el cable del micrófono, caerme sobre la mesa y que todo lo que haya encima salga despedida contra la televisión y descomponerla. O que los pantalones podrían romperse por bailar demasiado.

-Mira que tienes imaginación-, suspira Tomoyo.

-Puede. Pero tampoco me extrañaría. Soy muy torpe. Ese tipo de cosas siempre me pasan. Sabes que ya no bailo cuando salgo por eso que paso…

Como si reviviera la anécdota en una pantalla imaginaria, Tomoyo rompe a reír. Faith nos mira llena de curiosidad.

-Estaba bailando con mi novio, pero me enganché el vestido largo que llevaba puesto en los tacones. Perdí el equilibrio, le pegué un pisotón y, después, mientras me caía al suelo, le di un cabezazo, rompiéndole la nariz. En un intenso desesperado por levantarme, me aferré a lo primero que encontré, que resultaron ser sus pantalones; pero lejos de evitar mi caída, cayeron conmigo.

Tomoyo llora de risa, como el resto de las veces que hemos mencionado el desafortunado percance. He de admitir que ese día cruce la línea.

-¿Se quedó en ropa interior delante de todo el mundo?-, pregunta Faith, que también ríe sin parar, limpiándose una lágrima a punto de salirse del rabillo del ojo.

-No exactamente, no llevaba…

Cuando comprende que mi novio se quedó como Dios lo trajo al mundo, -al menos, de cintura para abajo-, delante de todo el instituto, sus carcajadas se vuelven más fuerte y las lágrimas empiezan a correrle por las mejillas. Al final, yo también me echo a reír.

-Y ¿Qué hizo?-, pregunta la pelirroja, resollando.

-Se tapó la nariz, era muy doloroso. Tardo en darse cuenta de que estaba desnudo; y yo, entre sus piernas, por desgracia tenía una vista privilegiada de…

-¿La tenía grande, al menos?

Pego un respingón, sorprendida. Creía que Faith era más pudorosa.

-Muy pequeña, escondida entre una maraña de pelo-, confieso, -Tuve pesadillas durante semanas.

La histeria alcanzaba un nuevo nivel y nos inclinamos hacia delante, llevándonos las manos al estómago mientras no parábamos de reír. Ni siquiera oíamos que Alex, el hermano de Faith, había abierto la puerta. Es pelirrojo, como ella, y siempre lleva una gorra. Tiene una figura esbelta y nos estudia a través de sus risueños ojos azules.

-Se la están pasando bien, por lo que veo-, dice, -He llamado a la puerta, pero no me han oído. ¿De qué se ríen tanto?

Nos secamos las lágrimas.

-De una historia de Sakura.

-He oído que es un poco torpe.

-Mi reputación me precede, estoy acabada-, sentencio en tono dramático.

Seguimos a Alex y cruzamos el pasillo, hasta el piso del rebelde sin causa y de ojos fieros, para pasar una noche de karaoke.

Alex, Matt, el tercer miembro del grupo de chicos, y mis amigas se sientan repartidos entre el sofá y un sillón. Syaoran todavía no ha aparecido. El piso tiene un aire masculino y muebles funcionales de madera oscura, pero carece de decoración. Entro en el comedor para agarrar una silla y encuentro a Syaoran al teléfono. Tiene el rostro inexpresivo mientras habla y pasea con nerviosismo por la pequeña sala.

-Me importa una mierda… ¿Y qué? No es mi problema… No voy a volver por ahora…

Cuando repara en mi presencia, cambia a francés.

Dios mío, ¡Qué acento más sexi!

Aparto los ojos del hermoso rostro. Syaoran cuelga y me clava una mirada feroz. Debe estar enfadado porque he escuchado parte de su conversación. Sin embargo, solo noto unos labios suaves en la mejilla.

Nuestras miradas se encuentran y la furia de hace un momento se trasforma en una alegría juguetona.

-¿Lista para darlo todo en el karaoke?

Hago una mueca.

-Yo tampoco-, responde, divertido, al ver mi cara de enfado, -Parece que no nos queda de otra, cuatro contra uno.

-Contra dos-, le corrijo.

-Anda, vamos-, dice, agarrándome la mano.

De repente, siento calor.

-Yo voy con Sakura-, anuncia.

-Hermano, dijimos chicas contra chicos-, protesta Matt.

-Hay un cambio en las reglas. Ya que nos obligan a participar. O lo hacemos así o no lo hacemos.

-Bien. Hagamos equipos mixtos.

Syaoran trae cervezas y papas que nos terminamos enseguida. El primer equipo, compuesto por Faith y Matt, interpreta "Dear Darlin", de Olly Murs. Faith tiene una voz melodiosa; un poco tímida, pero muy dulce. Matt es otra historia.

Suena peor que una trompeta desafinada y, cuando llego su turno, Alex y Tomoyo se tapan los oídos. Syaoran y yo nos rompemos de risas. Sin embargo, la burla no desanima a Matt, que, alegre y sin importarle destrozar la canción, lo da todo. Como era de esperar, recibe la puntuación más baja.

No puedo evitar dirigir una mirada furtiva a Syaoran. Con cada sorbo de cerveza, la manzana de Adán sube y baja, y cada vez que se inclina para agarrar una papa, la camisa de manga corta se le ciñe a su cuerpo y deja al descubierto los bíceps bien torneados.

Echo un trago a mi cerveza, aun observando de soslayo.

-¿Todo bien?-, me pregunta reclinándose contra el respaldo de la silla.

Asiento con las mejillas rojas.

-¿Admirando la vista?-, me provoca con esa sonrisa de chico malo.

-Tal vez.

No voy a admitir que babeo por él y mucho menos las ganas que tengo de comérmelo a besos.

¿Cómo ha conseguido que pase del enfado a un deseo irrefrenable de abalanzarme sobre él? Y no para asesinarlo.

Tomoyo y Alex son los siguientes, y lo hacen bastante bien. De hecho, mejor que la pareja anterior. Reconocemos el ritmo de "Drive By", de Train, y reciben mayor puntuación.

A Syaoran y a mí nos toca una canción de Lorde "Royals". Cuando empezamos a cantar, la voz ronca y velada que fluye de su garganta me impacta. Es el tipo de voz que me gusta. Cruzamos una mirada. Nos complementamos a la perfección. Me dejo llevar por la música y noto crecer la sintonía entre nosotros. En sus ojos noto una mezcla de sentimientos. Por una parte, rabia contenida, seguramente debido a la conversación de antes, y, por otra, una inmensa ternura cuando pasea la mirada por las líneas de mi rostro. Noto de nuevo un nudo en el estómago. Me siento sobrepasada. Nunca antes me había interesado así por un chico. Y sé que, sin importar que pase a partir de ahora, ya no hay marcha atrás.

Cuatro pares de ojos nos observan.

-¡Guau!-, exclama Tomoyo, impresionada, -¿Por qué no hacen un dueto?

Syaoran se tensa, incómodo. Sonrió sin poder evitarlo. Su voz es arrolladora. Estoy deseando volver a cantar con él.

-Con lo bien que lo hacen, no entiendo por qué no querían participar-, se queda Faith, -Además, ¡Sus voces armonizan muy bien!

Empiezo a ponerme roja. Demasiados cumplidos. No me gusta ser el centro de atención. Aunque, a menudo y muy a mi pesar, lo soy.

Seguimos cantando y bebiendo cerveza, destrozando una lista de grandes éxitos, desde "Frozen" hasta canciones de Paramore u One Republic. Al final, me obligo a dejar de beber. Estoy solo a un pasillo de casa, pero podría hacer algo de lo que me arrepienta después.

Syaoran y yo tenemos que interpretar un último tema que nuestros amigos han bautizado como la canción del ganador. Una cada uno.

-¡Ya está! ¡La tenemos!-, exclaman las chicas.

Qué miedo me dan.

Intercambian una mirada de complicidad antes de anunciar:

-¡"Eye of the Tiger", de Survivor, para Sakura!

Me les quedo mirando con la boca abierta. ¿Cómo pueden ser tan malvadas? ¡Traidoras! Les había confesado que lo que más me impresiono de Syaoran cuando lo conocí fueron los tatuajes y, sobre todo, esa mirada felina. Una bola de ansiedad me crece en la boca del estómago al oír el nombre de la canción. Me bebo otra cerveza. A estas alturas, prefiero embriagarme de alcohol.

-Por esa canción no está en SindStar-, se opone Alex.

-No pasa nada, busquemos la letra para la versión de karaoke en YouTube.

-Ese tema es de la época de mi abuela-, refunfuña Matt, -¿No hay algo más moderno?

Syaoran me clava la mirada. Creo que ha entendido por qué mis amigas han elegido "Eye of the Tiger"

-De acuerdo, cantaremos una última canción, pero yo elijo la mía-, concluye.

Todo el mundo asiente.

-"Sugar", de Maroon 5.

-¿¡Que!?

Me vuelvo hacia Syaoran con brusquedad. En el proceso, la botella de cerveza que sostengo entre las manos choca contra su brazo, que habría extendido para servirse papas. La botella cae y la cerveza se derrama por el suelo y los pantalones del rebelde.

Qué horror.

El calor se me junta en la cara. Me apresuro a agarrar unas servilletas de papel y empiezo a secar el líquido sin mirar donde pongo las manos, hasta que me doy cuenta de que estoy frotando la entrepierna de Syaoran.

¡Demonios! Pero ¿Qué demonios hago?

De inmediato, las aparto y reparo en que cinco pares de ojos me observan sin perder detalle.

-Siempre te equivocas-, dice Tomoyo, que no para de reír.

Bajo la mirada a la alfombra, que también está sucia, y deseo que me trague la tierra. Me levanto para buscar un rollo de papel de cocina y lo limpio lo mejor que puedo.

-Encantadoramente torpe-, me susurra Syaoran al oído, -Déjalo, Sakura. Llevaré la alfombra a la tintorería-, dice sujetándome el codo para que pare.

-Yo te pagaré lo que te cueste, lo siento mucho.

Junto las manos y entrelazo los dedos sin atreverme a mirar a nadie.

-Bueno ¿Qué pasa con esas canciones del ganador? ¡Estamos esperando!-, grita Tomoyo, saliendo a mi rescate.

Sin embargo, yo solo pienso en una cosa: Syaoran, es tan desconcertante.

A veces, parece cargar con todo el peso del mundo sobre los hombros, huir de cualquier interacción social; otras, es tan cariñoso y atento que debilita todas mis defensas. No sé quién es el hombre que se esconde detrás de esos ojos ámbares, pero espero que me deje acercarme lo bastante para descubrirlo.