Buenas noches mis amigos, les dejo la continuación de esta maravillosa historia de la escritora de Camilla Simon claro con el toque de mis personajes favoritos que son Sakura y Syaoran, espero que les guste como a mi me gusto traducir esta historia para ustedes.


Capítulo Ocho.

¡No puede ser! ¡Otra vez! ¿¡Es que no va a parar nunca!?

Golpeo la puerta del departamento de Syaoran, lista para la guerra. Sin embargo, mi vecino ni siquiera me abre la puerta. Entretanto, "System of a Down" sigue sonando a todo volumen. Emano de furia por dentro.

¡Se acabó! ¡Va a dejar de escuchar esa música metálica a horas indecentes!

Agarro la manija de la puerta y, para mi sorpresa, se abre sola, mostrando una imagen desoladora. Por el suelo hay platos rotos y muebles volcados. Es como s un huracán hubiera arrasado con todo.

-¿Syaoran?

Avanzo por el departamento por cautela. ¿Se habrán metido a robar? ¿Y si el ladrón sigue aquí? Me van a asaltar a mí también y todo porque no soporto la música de rock; mi hermano ha conseguido que me ponga enferma con solo escucharla. A pesar del miedo, sigo avanzando.

-¿Syaoran?

Me dirijo a su habitación y allí lo encuentro tendido en la cama. Reparo en la respiración regular; está dormido. Movida por una fuerza invisible, me acerco a él. Contemplo las facciones del rostro, hermosas incluso contraídas por la tensión. Tiene la frente arrugada por la preocupación y se agita con nerviosismo. ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido el quien he provocado este desastre? Siento una pulsada de dolor en el pecho, una desazón que no logro comprender. Comienza a removerse con el cuerpo rígido. Percibo que está sufriendo. Trago saliva con fuerza, sin saber muy bien que hacer. ¿Debería irme y olvidar todo esto o quedarme y tratar de ayudarlo?

-Mao… ¿Por qué? No, ¡Basta! ¡No!

Syaoran se altera cada vez más. Baja la música me siento junto al el en la cama.

-¡No me dejes! No me hagas esto… ¡Demonios!

Acerco la mano a su bello rostro y, por un momento dudo. Al final, respiro hondo y, decidida a quedarme a su lado, le acaricio la mejilla con los dedos. El dolor en el pecho, tan desconocido hasta ahora, se intensifica. No soporto verlo sufrir. Me gustaría aliviar su dolor aunque solo fuera durante un instante con tal de ver una vez más el precioso rostro tranquilo y los ojos fieros y risueños.

Pero el cuerpo de Syaoran se contrae con más brutalidad a cada segundo que pasa.

-No… ¡Tu no!

-¡Syaoran! Todo está bien. Solo es una pesadilla. Syaoran.

Se despierta de repente, como si le hubiera dado un puñetazo, y percibo la angustia en su mirada. Se me revuelve el estómago.

-Sakura-, dice con la voz rota.

-Yo… la música estaba muy alta y, bueno. Tenías una pesadilla. ¿Qué ha ocurrido en el salón?

Se incorpora con gesto inexpresivo y se pasa una mano por el cabello suelto.

-Gracias por despertarme. Será mejor que te vayas a casa-, me limita a decir, zanjando la conversación y deshaciéndose de mí.

Desconcertada y turbada por su frialdad, me levanto y vuelvo a casa en silencio. Solo consigo tranquilizarme cuando cruzo la puerta. Me apoyo contra la superficie fría de madera e inspiro hondo para calmarme y deshacerme de la aterradora imagen de Syaoran sufriendo. De pronto, la ira me invade. Tendría que haberlo puesto en su sitio. Se ha comportado como un idiota. ¡Ni siquiera me ha dado las gracias por ayudarlo!

Debajo del edredón, le doy vueltas a lo que ha ocurrido. ¿Quién es Mao?

¿Y porque estaba el departamento tan destrozado? ¿Tendrá pesadillas a menudo?

Deja de pensar en el atractivo rebelde de ojos fieros. Es un salvaje y seguirá siéndolo ¡No te va a hablar sobre su vida y, menos aún, sobre sus problemas, tonta!

Abro la puerta de la casa y, por poco, evito pisar una caja de color fucsia que ya me resulta familiar. Cuando la abro, descubro un cupcake de color rosa que no había probado antes.

Syaoran.

¿Sera su forma de disculparse?

Tiro el envoltorio en la basura de la cocina, pego un bocado al pastel, que resulta estar delicioso, y me voy a clase.

A partir de ahora, ¡El cupcake de fresa será mi favorito!

Ocupo mi lugar en el salón magno, listo para la clase de marketing impartido por el –no muy motivado-, profesor Sanders, a quien le vendría bien ya jubilarse. Habla con calma, con tono monótono y aburrido, no sabe nada de la sociedad actual y, aun así, enseña mercadotecnia.

¡Imaginen!

Me giro cuando siento la presencia de mi vecino y me encuentro de lleno con sus ojos color ámbar. Me acaricia la comisura del labio con el pulgar y se lo lleva a la boca, igual que hizo en el Starbucks. Logra impactarme y dejarme sin saber que decir.

-Veo que has desayunado bien-, susurra con esa voz ronca y profunda.

-Mmm…

¡Di algo, Sakura!

Me aclaro la garganta.

-Estaba deliciosa, gracias. No hacía falta que me compraras nada-, respondo cuando mi cerebro vuelve a funcionar.

Me regala una de sus sonrisas irresistibles. El Syaoran de siempre ha vuelto; es decir como si fuera un niño desamparado que conocí anoche nunca hubiera existido.

Había quedado con Faith y Tomoyo para comer; pero, de camino a la cafetería, dos chicas rubias me cortan el paso.

-Aléjate de él, ¿Me Oyes?

¿Qué? Pero ¿De qué habla?

Ante mi expresión de desconcierto, la más alta hace un esfuerzo por explicarse.

-Syaoran Wang es mío. Llevo meses detrás de él.

-¿Cómo?

Estoy alucinando. ¡Ni que esto fuera Gossip Girl!

-Te hemos visto-, dice en tono acusatorio la más menuda y con una marcada voz nasal, -Es de Brittany. No vuelvas a acercarte a él.

-Pero ¿¡Quienes se creen que son!? ¡Syaoran no le pertenece a nadie, que yo sepa! Y lo que él y yo hagamos no es asunto de ustedes.

Las aparto, agarro una bandeja, me sirvo de comer y camino hacia la mesa en la que están sentadas mis amigas, ansiosa por contarles lo que acababa de pasar con Barbie uno y Barbie dos.

Sin mirar por donde piso y con toda la atención puesta en el trozo de pastel que he elegido para postre, me tropiezo, como no, con alguien, que logra sujetar a duras penas la bandeja y evitar que se estrelle contra el suelo.

-Maravillosamente torpe-, dice una voz inconfundible.

Sorprendida, levanto la cabeza en un movimiento rápido para encontrarme con la sonrisa seductora y la mirada insolente de Syaoran, hoy tan distinta a la noche anterior.

-¿Estas enfadada? ¿Por qué? ¿O por culpa de quién?

¿Cómo lo sabe?

-Cuando estas enfadada, frunce el ceño y te muerdes el labio-, explica, percatándose de mi desconcierto.

Me presiona el pulgar contra el labio inferior, que justo estaba mordiendo.

-Y es tan sexi-, admite, susurrándome cerca de la boca mientras me acaricia el rostro con la respiración cálida.

Durante una eternidad, la mirada de oro y felina me eclipsa. Luego, me fijo en las dos barbies, que parecen furiosas.

Una fuerza oscura se desata dentro de mí, y, en un impulso, reclamo los labios de Syaoran con un beso apasionado. No me paro a pensar en las consecuencias, tampoco en la posibilidad de sufrir el bochorno de ser rechazada delante de todo el mundo. Sin embargo, eso no ocurre. Syaoran correspondió mi beso y presiona su boca contra la mía. Sus labios son más cálidos de lo que imaginaba. Nuestro beso es dulce; pero, cuando siento su lengua abriéndose paso entre los labios, me aparto.

Con la respiración agitada y el corazón desbocado, no me atrevo a mirarlo, pero si a las dos rubias, a quienes dedico una expresión triunfal. Syaoran sigue mi mirada y comprende lo que ocurre.

-Te acabas de ganas dos enemigas, Sakura.

-Quería hacerles que cerraran la boca. Por lo visto, le perteneces a Barbie Uno.

Hace una mueca.

-Puede que así comprenda que yo no seré su Ken.

Me pongo a reír.

-No te pareces en nada a Ken.

-¿Qué quieres decir?

Lo contemplo con una expresión juguetona.

-Nunca lo sabrás.

Cruzo el comedor e dirección a la mesa donde están mis amigas con Syaoran pisándome los talones.

-Es curioso, primero te veo desnuda y luego me besas. Por lo general, el chico besa primero y luego te desnuda después.

-Supongo que las tradiciones no son para nosotros-, respondo, roja como un tomate.

¡Maldita sea! Había olvidado que Syaoran sabe mucho sobre mí!

-¿Y eso? ¿Ya pasaron al siguiente nivel?-, pregunta Tomoyo en cuanto nos sentamos.

-Tu amiga quería hacer enojar a las barbies. Soy solo un peón más en su pérfido juego.

-No parecía molestarte-, responde mi amiga.

-Nunca he dicho lo contrario-, conviene mientras me devora con los ojos y una sonrisa descarada se le extiende por el rostro, -Vengan a comer con nosotros, a Alex y Matt les gustaría verlas. Ellos invitan.

-No tengo claro que a mi hermano le guste tenerme cerca-, responde Faith.

-De hecho le encanta. Pero no se lo digas. Es un secreto.

Seguimos a Syaoran hasta la mesa de los chicos. Sin poder evitarlo, bajo la mirada hacia el trasero musculoso en movimiento. El rebelde es la belleza y la tentación encarnadas tanto por delante como por detrás.

No puedo creer que lo haya besado. Yo nunca llamo la atención –o intento llamarla lo menos posible-, he besado al estudiante más sexi y deseado de toda la universidad a la mitad de la cafetería abarrotada.

Me ha correspondido; eso es lo único que importa. No me ha rechazado ni me ha humillado delante de todo el mundo. Aun así, sigo conmocionada por lo que me acaba de ocurrir. Todavía tiemblo mientras sostengo con firmeza la bandeja para asegurarme de que no se me caiga. Me arden las mejillas, que deben estrás completamente rojas, y las miradas descaradas de envidia me incomodan. Me muerdo la lengua, enderezo los hombros y avanzo orgullosa detrás del hombre que me gusta y me turba a partes iguales.