Hola mis amigos lamento mi ausencia pero tuve una pequeña operación y en el hospital no tenia internet, solo podía traducir mi lo poco que leía así que subiré varios en un dia porque igual no podre subir en un tiempo porque tendré mucho trabajo. Prometo regresar pronto pero por ahora los dejo con la historia de la escritora de Camilla Simon claro con el toque de mis personajes favoritos que son Sakura y Syaoran, espero que les guste como a mi me gusto traducir esta historia para ustedes.


Capítulo Doce.

-¿A qué viene esa cara de entierro?-, pregunta Faith en cuanto me ve.

Tomoyo estalla en carcajadas.

-Ha tenido un accidente depilándose y ahora parece una niña ahí abajo.

-¿Te lo has quitado todo?

Asiento.

-Qué le vamos a hacer. ¡Se me dé alguien que va a estar muy contento!

-¿Lo ves? ¿Qué re había dicho?

-¿Están seguras? ¿Y si no le gusta? Ya no tengo nada que ocultar-, me lamento señalándome la entrepierna con la mano, -Además ¿Qué les hace pensar que vaya a pasar algo?

-¿Estás bromeando?-, suelta Faith, perpleja, -Ese chico te come con los ojos. Aunque está buenísimo, nunca lo he visto con otra chica, y lo conozco desde el primer año. ¡Estaba convencida de que era gay!

-¿Quién es gay?-, pregunta Alex, que acaba de llegar, acompañado de Syaoran y Matt.

Un rubor tiñe las mejillas de las tres.

-Un amigo-, responde Tomoyo, haciendo un gesto disuasorio con la mano.

Vuelvo el rostro hacia el par de ojos salvajes que me observan y veo a Syaoran acercándose con ese andar gatuno. Me sujeta por la cintura y me da un beso en el cuello, haciendo que en ese mismo instante me sienta plena. Las muestras de afecto cada vez más frecuentes me sorprenden; pero, sobre todo, me complacen. Este hombre seguro de sí mismo no teme mostrar lo que desea: a mí. Adoro que me busque, incluso cuando aún no hemos aclarado que somos o dejamos de ser el uno para el otro. Me aferro al presente y evito estropearlo con demasiadas preguntas. Me sonríe con ternura y me rindo un poco más a la mirada ámbar.

Cuando llegamos al Banana Club, nos sentamos en una mesa y, poco después, una camarera se acerca a tomar nuestra orden. Sin embargo, la chica solo tiene ojos para Syaoran, a quien lanza varias sonrisas coquetas.

¡Qué puta!

Syaoran, como hombre que es, se las devuelve e inicia una conversación tranquila. No sé por qué esperaba que fuera diferente.

Enfadada, agarro con firmeza la mano de Tomoyo y tiro de ella hasta la pista de baile. Yo también puedo seducir a quien quiera.

¿Estoy actuando de forma infantil? Sí. Mucho.

Un chico, seguramente un estudiante de universidad, avanza hacia mí.

Le dedico mi mejor sonrisa para que se acerque un poco más. Me rodea la cintura con los brazos y no hago nada para impedírselo. Miro a Syaoran por el rabillo del ojo. Tiene un gesto inexpresivo. Mejor. El jugo que el mismo comenzó ya no debe resultarle divertido.

Al final, lo convenzo al guapo de no bailar la siguiente canción –si no le hubiera echado el ojo, le hubiera dado un poco más de cuerda-, cuando levanto la vista para localizar a Syaoran y averiguar porque no ha venido a arrancarme de los brazos del atractivo desconocido y marcar su territorio –a veces me siento como si fuera la mujer de un cavernícola-, veo su sitio vacío en la mesa.

Demonios.

Abandono los brazos de mi nuevo y flamante acompañante para reunirme con Alex y Matt.

-¿Dónde está Syaoran?- pregunto.

-Ha regresado a casa-, se limitan a decir con gesto serio.

-¿No se encontraba bien?

-Se podría decir que no. ¿A qué juegas?-, me dice Matt.

-¿Cómo?

-No le ha hecho ninguna gracia verte bailar con otro tipo.

Aprieto los puños para no decir algo de lo que me arrepienta después.

-Solo se lo he devuelto.

Doy media vuelta sin darles tiempo a responder y encuentro a las chicas dándolo todo en la pista de baile.

Le digo al oído a Tomoyo que no me encuentro bien y que me voy a casa. Mi mejor amiga levanta el pulgar en señal afirmativa y me marcho.

A Syaoran no le ha gustado verme en brazos de otro y a mí no me ha gustado ver cómo le ponía ojitos a otra. Estamos en paz. Parece que los somos igual de infantiles.

Cuando llego a casa, todavía estoy hirviendo de ira por dentro. Mi estado mental empeora cuando oigo la música salvaje retumbando por toda la casa. Korn.

¡De acuerdo! ¡Yo también sé jugar ese juego!

Pongo "Run the World" de Beyoncé, a todo volumen y me desvisto, quedando en ropa interior. Levanto los brazos y empiezo a menear el trasero mientras bailo por todo el departamento. Quiero olvidar esta noche de mierda.

¡Toma esa!

Hago un giro en mitad de la canción y, entonces, lo veo. Me quedo petrificada con los brazos en alto, Syaoran me observa apoyado en el marco de la puerta.

¿Cómo ha entrado? ¿Habré dejado la puerta abierta apropósito? No recuerdo haberlo hecho; sin embargo, me alegra que esté aquí. Ha venido por mí. Aunque…

¡El muy imbécil está aguantándose la risa!

-Adelante, ríndete. No seas tímido. Pero, te lo advierto, ¡Si le cuentas esto a alguien, te cortaré el cuello mientras duermes!-, digo apuntándole con el dedo índice.

-Nunca me reiría de ti, Sakura. Nunca. Aunque ¿De verdad no puedo decir nada?

-No. Mi reputación está en juego, ¿Lo entiendes?

-Por supuesto. No diré nada.

Los dos rompemos a reír.

Acorta la distancia entre nosotros con paso decidido. Me envuelve el rostro con las manos y me pasa el pulgar por los labios. La piel se me eriza bajo la caricia de esos ojos penetrantes que parecen a punto de devorarme.

-¿Qué hacías con ese tipo?

-Darte una probada de tu propia medicina.

Frunce el ceño.

-La camarera.

-¿Celosa?

-¿Celoso?

-Responde a mi pregunta.

-Responde tú.

-Yo he preguntado primero.

-Infantil.

-Mocosa.

Movida por el deseo, nuestras bocas se unen en un beso voraz.

-Ah, ¡Aquí están!-, nos interrumpe Tomoyo.

Nos separamos de mala gana y nos volvemos hacia mi mejor amiga, que en estos momentos se merece una medalla a la más fastidiosa por interrumpir ese momento que tanto ansiábamos, eso con el que he soñado cada noche.

El resto del grupo no tarda en cruzar la puerta y mi enfado aumenta porque es la segunda vez que nos cortan la inspiración. Syaoran me esconde con su cuerpo. Y agarra la cobija del sillón y me envuelve con ella.

Los chicos se unen a nosotras en el salón y parecen no darse cuenta de que estoy casi desnuda. ¿¡Es tan difícil entender que no es el momento!?

-Deberíamos aprender a cerrar la puerta con llave-, me susurra Syaoran al oído.

Asiento y gruño para mostrar que estoy conforme y, también, en parte frustrada.

-¿Ya se han reconciliado? ¿No habrá gritos, ni peleas, ni llantos?-, dice Alex en tono burlón.

Le saco la lengua. Syaoran, a su vez, es menos educado y le enseña el dedo de corazón. Directo, simple y efectivo.

¿Conseguiremos besarnos de verdad algún día? ¿Será, como en las películas, un momento mágico en el que solo existimos nosotros y nasa más? ¡No estaría nada mal olvidarnos, aunque fuera por un instante, del resto del mundo!