Capítulo 61

Vientos de Cambio, 3a parte

Para cuando Sayaka arribó a la sala de espera después de haber hablado con Miho, la encontró tan llena de barullo que parecía más bien un centro comercial. Con excepción de las jóvenes nórdicas todos habían pasado la mayor parte de sus vidas sujetos a restricciones alimenticias, de modo que el pico de energía que les brindó el consumo de los exóticos postres fue espectacular (y más que bienvenido, pues la adrenalina que había generado la súbita recuperación de Seiya ya se había extinguido en prácticamente todos).

Kiki prácticamente brincaba mientras relataba algo que era evidentemente muy divertido, pues todos lo escuchaban atentos, y después de la enorme desolación que los había embargado al enfrentar la idea de la muerte de Seiya, la psiquiatra se permitió saborear en silencio por algunos instantes de tan bella imagen, pues desafortunadamente debía ponerle fin a tan dichoso momento.

- Buenas tardes - dijo elevando la voz al fin con una expresión seria que contrastaba con la sonrisa que había adornado su rostro segundos antes, cuando nadie había notado aún su presencia.

- ¡Doctora, hola! Venga, ¡tenemos dulces! - dijo Kiki con desparpajo efervescente.

- Eso veo... Créanme que en verdad me apena decirlo pero debo recordarles que esta no es un área diseñada para consumir alimentos, y que están haciendo más ruido del permitido.

Aioros se puso de pie de un salto y se acercó a ella con presteza para disculparse.

- Fue mi culpa, lo lamento. Traje postres para celebrar la recuperación de Seiya, pero bajaremos la voz y dejaremos todo limpio, lo prometo.

- Concuerdo en que es un acontecimiento ciertamente digno de celebrarse, pero este no es el lugar más adecuado para hacerlo.

- Es que estamos esperando nuestro turno para entrar a verlo - explicó Aldebarán.

- Lo sé, y por eso vengo a avisarles que no habrá más visitas por el día de hoy.

- ¿Pasó algo? - preguntó Ikki.

- No, hasta el momento no he recibido reportes de ningún cambio alarmante en sus signos vitales, pero eso no significa que debamos de excedernos.

- ¡Pero es temprano todavía! – protestó Hyoga señalando hacia el ventanal, donde se apreciaba una tarde magnífica.

- Sí, pero tanto él como ustedes deben descansar apropiadamente.

- ¡No estamos cansados! – exclamó Kiki, que lucía un vientre evidentemente abultado por haber probado tantos postres.

- Estoy pensando en el bienestar de todos. Estos días han sido por demás duros, y llenos de sobresaltos.

Sayaka sabía que iba a encontrarse con resistencia desde el momento que tomó la decisión de no permitir más visitas, pero no esperaba que Aioria se pusiera atrás de su hermano, lo tomara por los hombros y lo esgrimiera como si fuera un peluche frente a ella.

- Doc, no puede hacernos esto. Desde que Aioros despertó no he hecho otra cosa que hablarle de Seiya.

- Debería permitir que se vean, les hará bien a ambos - dijo Angelo con una certeza que tomó por sorpresa a todos, sobre todo a Aioria, que no esperaba recibir respaldo precisamente del Caballero de Cáncer, pero que se lo agradeció dirigiéndole una media sonrisa.

- Deje que entre Aioros, nosotros podemos esperar hasta mañana - propuso Shura, y todos de inmediato asintieron

Aioros, para rematar, la miró con ojos redondos y expresivos como de cachorrito, y ella sintió que su determinación flaqueaba...

- He esperado mucho por esta oportunidad, que llegó a parecer imposible. Lo último que deseo es importunarlo, o llevar la contra, pero sería maravilloso poder verlo y agradecerle todo lo que ha hecho por ella y por mí, aunque fuera brevemente.

Sayaka titubeó un poco ante las efusivas y a la vez sensatas palabras de Aioros, sobre todo cuando se dio cuenta de que los demás parecían haberse unido silenciosamente a la súplica de los hermanos, pues le dirigían también miradas conmovedoras, así que el esfuerzo mental que tuvo que hacer para no ceder fue enorme.

- Precisamente porque comprendo cuán importante es su reunión, prefiero postergarla. No me parece justo que dispongas sólo de unos minutos para expresarle tu sentir, o para que él te reconozca; eso sin contar con que la emoción que le podría generar verte podría resultar perjudicial. Aguardemos sólo un poco más, ¿quieren?

- Está bien - aceptó el de Sagitario.

Su hermano, en cambio, no parecía muy convencido, y por eso la Doctora volvió a tomar la palabra.

- Celebro su interés y solidaridad, pero no tengo idea de cómo ha logrado pasar todo este tiempo despierto cuando apenas hoy salió del coma, y para que logre recuperarse del todo requiere de calma y reposo a los que no es proclive de forma natural, ustedes mismos me lo han dicho, así que debo pedirles que sean especialmente prudentes... Por favor, vayan a la mansión, relájense y sobre todo descansen, que por mi parte haré todo lo posible para que él tenga el reposo necesario.

- ¿Y mañana sí nos va a permitir verlo? - preguntó Mü.

- Usted nos quiere torturar - aseveró Aldebarán al ver que ella no les daba la respuesta afirmativa inmediata que él deseaba.

- Claro que no, pero hay estudios que deben hacérsele - dijo Sayaka intentando no reírse - Si todo sale bien, Catalina le hará una evaluación y diseñará un programa de rehabilitación con horarios estrictos como el de Kanon, así que no tiene sentido que pasen todo el día aquí incómodos y acampando. Cuando haya concluido la evaluación, llamaré para informar si es posible que por la tarde un grupo pequeño pueda visitarlo.

- ¡Dooooc! - protestó Kiki.

- No me dejan más remedio: algunos de ustedes se ven demasiado pálidos y no quiero un colapso más - dijo la psiquiatra, que había aprendido a la mala que a los protegidos de la señorita Kido se les podía confiar la vida de cualquiera, menos la suya propia.

- Si se refiere a Afrodita, él es sueco: siempre se ve así - acotó Aioria, que había notado cómo la mirada de la psiquiatra iba hacia el Caballero de Piscis.

- Basta. No olviden que Saori ha dejado en claro más de una vez que la última palabra la tiene la Doctora. Es hora de retirarnos - determinó Dokho.

- No podemos marcharnos sin saber si ella tiene alguna otra indicación - observó Saga, que hubiera querido hablar con la doctora de todas los acontecimientos felices de aquella jornada, pero que podía notar el evidente cansancio que la acometía.

- Iré a preguntarle - ofreció Shaka.

Todos aceptaron la iniciativa del Caballero de Virgo sin protestas, así que comenzaron a empacar lo que restaba de la comida y a prepararse en caso de que Saori estuviera de acuerdo con la retirada, y Aioros aprovechó el momento para acercarse a la japonesa.

- De nuevo le ofrezco una disculpa - dijo el griego, que no parecía reprocharle de ningún modo el que no le hubiera permitido ir a presentarse ante Seiya - Debí pensarlo mejor y...

- No tienes por qué disculparte. No es el lugar más pertinente para una convivencia, pero es más que obvio que tu idea funcionó mucho mejor que todas las sesiones que he organizado. Todos se veían integrados y relajados, cosa que no creo haber logrado jamás.

- No diga eso. Lo que hace por nosotros es increíble. Estoy seguro de que sin su labor no habría logrado que aceptaran reunirse, ni a comer ni a nada. Además los deleites culinarios de su nación hicieron gran parte del trabajo.

La doctora agradeció silenciosamente la apreciación del jovencito, que continuó hablando.

- ¿Y usted, va a hacer caso a su propio consejo, o va a seguir trabajando?

- También voy a retirarme a descansar.

- ¡Maravilloso! Podemos llevarla a casa.

- No es necesario, vivo muy cerca.

- Insisto.

- Eres muy amable, pero no voy a marcharme justo ahora.

- Dijo que iba a descansar - replicó él dejando ver una expresión de contrariedad muy parecida a un pucherito que enterneció a la doctora (aunque se esforzó para que no se le notara).

- Y lo haré, de verdad, pero he tenido a mis otros pacientes muy desatendidos estos días, y tengo varios pendientes administrativos atrasados.

- Qué mal que usted no...

- ¿Decías? - dijo ella al ver que él dejaba su frase súbitamente a medias.

- Nada, digo que comprendo. ¡Hasta mañana entonces! - dijo Aioros, que parecía de pronto muy resuelto a salir casi corriendo del lugar.

Sayaka no pudo evitar sentirse algo desconcertada ante el repentino cambio en el muchacho, pero se lo atribuyó al cansancio que él, al igual que todos, debía de estar experimentando después de tantos días sin descansar una noche entera.

La doctora encaminó sus pasos a su oficina con determinación vacilante. Una parte de sí misma sabía que debería de oír su propio consejo y retirarse a descansar, pero era verdad que había dedicado tanto tiempo a todo lo sucedido con ellos, que había desatendido otras obligaciones, así que se preparó para seguir adelante y comenzó a organizar una lista mental de todo lo que le faltaba por hacer antes de irse a descansar.


- ¿Dónde estabas? Tardaste mucho en volver - exclamó Seiya, que interrumpió la animada charla que sostenía con Marín, Seika y Shiryu al ver que Saori entraba a su habitación.

- ¡Seiya! - le reprendieron ambas pelirrojas al unísono, y Shiryu tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular una sonrisa.

- ¿Qué modales son esos? - lo cuestionó Seika.

- No seas entrometido - dijo Marín prácticamente al mismo tiempo.

- Pero si yo sólo... - intentó rebatir el adolescente.

- Saori va a pensar que hicimos un pésimo trabajo educándote - lo regañó su hermana mientras que Shiryu perdía la batalla por contenerse y se reía sin disimulo alguno.

- Lo siento - dijo él llevando su mano a la cabeza y dejando ver la punta de su lengua al mismo tiempo en un gesto pícaro que Saori había extrañado con locura.

- No te mortifiques, Seika - dijo Shiryu – Todos los que lo conocen saben que no es malcriado, sólo imprudente.

- Se supone que debes apoyarme - protestó Seiya con indignación, mientras todos se reían de nuevo, y Saori agradecía que la atención se hubiera desviado de modo que no había sido necesario mentirle a Seiya.

Después de que los hermanos fueron reunidos y que él reaccionó positivamente, Sayaka y Aioria abandonaron la habitación para no abrumarlo, y Seika, Marín y Saori se quedaron conversando con él. Luego Seiya había pedido que llamaran a Shiryu, decidido a "presentar" a su hermana y a su mejor amigo. El afecto y la paciencia que todos le tenían los hizo abstenerse de señalar que ambos llevaban ya meses de tratarse, y por su parte Seika disfrutó mucho de la "introducción" pues le brindó la oportunidad de ver al joven Dragón y a la propia Marín a través de los ojos de su hermano, que se empeñó en que ambos le contaran sus historias mientras él intervenía de cuando en cuando, proporcionándole una nueva perspectiva sobre las personas más importantes en la vida de su hermano.

A Saori le hubiera encantado quedarse participando de la charla, pero había tenido que retirarse para pedirles a Sorrento, a Ban y a Geki que se retiraran a descansar a la mansión ya que habían pasado la noche montando guardia y ni Seiya ni Kanon corrían peligro inminente; luego fue a hablar con Hécate, con Julián y después había hablado con la doctora Saito para saber cómo iba la salud de Kanon. Posteriormente se encontró con Tatsumi y aprovechó para darle instrucciones específicas con respecto a las atenciones que deseaba se le extendieran a Ariadna, y en eso estaba cuando Perséfone volvió del Olimpo...

- Le estaba contando a Seika sobre el alboroto que armé cuando volví y me presenté en la mansión preguntando por ella... Por cierto, no recuerdo si alguna vez me disculpé por lo mal que me porté contigo esa vez - dijo, su rostro mostrándose auténticamente arrepentido - ¿Lo hice?

Saori se ruborizó un poco.

- Fue hace mucho, no recuerdo - mintió.

- Saori, dime - dijo él leyéndola como nadie más era capaz de hacerlo, y con una soltura y desparpajo que nadie más mostraba ante ella - Fui un bruto, ¿verdad?

- No importa ya.

- Importa. No era tu culpa que yo...

- Sí fue por mi causa - dijo ella - A ustedes los separaron por mi causa, y tardé demasiado en hallarla - respondió ella con auténtica aflicción.

- ¿De qué hablas?

- Yo deseaba reunirlos antes de que la Guerra comenzara para que ella terminara de convencerte para no participar - confesó Saori, sorprendiendo a Shiryu y a Seika – Y en todo caso, yo había prometido que la encontraría, y debería de haber cumplido desde mucho antes.

- Lo que importa es que nunca cesaste de intentarlo, incluso cuando parecía una causa perdida - observó Shiryu, que sabía bien de todos los esfuerzos que la heredera había realizado al respecto.

- Es verdad, Saori - coincidió Seiya - ¿Cómo lo conseguiste?

- Un día vi en televisión que hablaban de una técnica para manipular imágenes que ha permitido que niños que fueron secuestrados tiempo atrás sean encontrados. Tatsumi y yo contactamos a un especialista y le dimos la última foto que teníamos de Seika, y una foto tuya reciente - dijo Saori, sin revelar que la foto de Seiya la tenía guardada en su cajón - Se retocó la foto de Seika tomando en cuenta el tiempo transcurrido y su parecido contigo, y la imagen que nos brindaron es un retrato casi perfecto. Distribuimos esa imagen en varios países, y cuando alguien de Rodorio nos contactó, le pedí a Marín que se movilizara - concluyó la joven mientras que Marín asentía.

- ¿Y por qué no me dijeron? - preguntó Seiya mirando a su maestra y luego a Saori.

- No quería ilusionarte en vano. No después de tantos fracasos.

- Y pensar que insistí en venir a preguntarle a Miho por ti... - dijo Seiya mirando a su hermana.

El corazón de Saori dio un vuelco al oír a Seiya mencionar a Miho. Y dio un vuelco más ante el rumbo que tomó la conversación...

- Ah, sí, los niños mencionaron que los visitabas con frecuencia – insistió Seika.

- Me gusta pasar tiempo con ellos, pero iba sobre todo por tu causa.

- ¿De qué hablas?

- Iba al orfanato porque casi siempre después de una visita, mis recuerdos y mis sueños sobre ti eran más vivos. Ir me ayudaba a sentirte más cerca, por eso aunque no hubiera novedades iba siempre que podía.

Seika le sonrió con dulzura a su hermano, tratando de alisarle el rebelde cabello, y luego soltó una risita.

- ¡Vaya, qué equivocada estaba!

- ¿Equivocada?

- Nada, es una tontería sin importancia.

- ¿De qué hablas? - preguntó Seiya con curiosidad.

- Es sólo que por el modo en el que Miho habla de ti, llegué a pensar que todas esas visitas se debían a que había algo entre ustedes.

Las cejas de Shiryu se levantaron y Marín se sintió agradecida de llevar puesta su máscara, mientras que Saori tuvo que esforzarse en no perder la expresión de neutralidad que trataba de mantener desde que el nombre de la jovencita había sido mencionado.

- ¡No! - exclamó Seiya a toda prisa – Ella significa mucho para mí, pero no de ese modo. Fue muy buena conmigo cuando tú desapareciste, y supongo que era algo seguro y constante mientras todo lo demás cambiaba. Me gusta hablar con ella porque su vida es muy distinta a la nuestra, pero mi razón principal para buscarla siempre fue preguntarle si no sabía de ti, si no habías ido a buscarme. Estaba seguro de que tú en algún momento podías regresar.

- Ella mencionó que una vez dijiste que querías volver a vivir ahí, con ella. Supongo que por eso me confundí - dijo Seika fingiendo total y absoluta inocencia mientras que las cejas de Shiryu se levantaban aún más y a Saori no le quedaba más remedio que morderse ligeramente los labios porque no sabía si Seika llegaría tan lejos como para contar que la joven había llegado a afirmar que ellos dos eran novios.

- Eso fue hace mucho tiempo. Se lo dije una sola vez, cuando acababa de ganar la armadura, y aún no comprendía en verdad mi destino... - dijo Seiya poniéndose extrañamente reflexivo - Todavía pensaba que ser un Caballero era un trabajo normal; ahora veo lo absurdo que fue decir algo así.

- Entonces, ¿no te gustaría volver a vivir ahí?

- Por supuesto que no. Mi lugar es con Saori.

Seika no respondió nada, pero miró a Saori con complicidad y triunfo mientras sonreía ligeramente.

- Por cierto, ¿Miho estuvo aquí, o la soñé? - preguntó Seiya sin notar las miradas entre Saori y su hermana.

- Ella y los niños te visitaron esta mañana - explicó Marín.

- ¿¡Los niños vinieron!?

- Claro, te han extrañado mucho y querían verte - dijo Seika.

- ¡Pero yo no los vi! - se quejó Seiya.

- Apenas estabas reaccionando, pero ellos sí te vieron, y les prometimos que podrán regresar después, siempre y cuando te portes bien - dijo Shiryu.

- Yo siempre...

- Ajá - dijo Shiryu mostrando su obvia incredulidad.

- Vaya mejor amigo que estás hecho - se quejó Seiya, haciendo que Saori sonriera de nuevo mientras que Seika se regocijaba en silencio, pues había puesto muchísima atención a todas las emociones que su hermano desplegaba ante el regreso de la heredera.

Su hermanito siempre había sido naturalmente dinámico y vivaz, y aunque estaba debilitado por el coma y aletargado por los tranquilizantes, era imposible no notar el brillo que cobraban sus ojos al verla entrar, que su energía se exponenciaba, y su felicidad se volvía casi incandescente. Y al verlos interactuar, a Seika no le quedó la menor duda de que su corazonada sobre la carta era correcta, pues lo proclamaba el modo en el que se hablaban y se miraban: el amor que la joven heredera sentía por su hermano era correspondido.

Había una cierta timidez en su proceder, sí, pero Seika se juró a sí misma en ese instante que haría todo lo que estuviera en sus manos con tal de verlos felices y sin preocupaciones.

Ambos habían sufrido muchísimo y había llegado la hora de que las cosas cambiaran para bien...

- Lamento decirlo, pero creo que la visita debe terminar- dijo Saori, muy conciente de que era necesario que Seiya se quedara dormido para que Hécate pudiera entrar a verlo - La doctora Sayaka...

- Ese nombre me suena muy familiar - dijo Seiya, que se quedó pensativo.

- ¿Sí? - dijo Saori, que se preguntó si es que acaso él tenía problemas para recordar a la psiquiatra que se había presentado horas antes con él.

- ¡Ya sé! - exclamó Seiya con vigor – Es la chica del anime de los robots, ¿te acuerdas, Shiryu? ¡Tienes que verlo con nosotros, Seika! A Hyoga no le gusta, y Shiryu lo ve de vez en cuando, pero a Shun y a mí nos gusta mucho.

Seika, Marín y Saori no pudieron evitar reírse al oírlo hablar con tanto entusiasmo sobre un anime, mientras que a Shiryu le alivió profundamente que Seiya hubiera mencionado a Shun sin el menor asomo del resquemor con el que lo había tratado aquella misma mañana.

- Saori se refiere a la doctora Miyamoto, la que te saludó temprano y pidió que lo tomaras con calma - aclaró la Amazona.

- Así es, Marín. ¿La recuerdas, Seiya?

- Ah, ella, sí.

- Bueno, pues nos advirtió que necesitas mucho descanso.

- ¿Van a dejarme solo otra vez?

- Por supuesto que no - protestó Seika - ¿Saori, podría quedarme?

- Claro que sí, pero si gustas puedes ir a la mansión a refrescarte, o podemos traerte una muda de ropa.

- ¿De verdad?

- No hay nada que Saori no pueda hacer, es la dueña del hospital - le susurró Seiya a su hermana mientras Marín y Shiryu reían.

- Preferiría ir a casa - dijo la japonesa.

- Puedo quedarme con él hasta que vuelvas - ofreció Marín.

- No no no, llevas mucho aquí y Aioria ha de estar que explota - afirmó Seiya con tal seguridad que los dejó boquiabiertos a todos

Marín quedó paralizada por unos instantes, pasmada tanto como deseosa de reprender a su pupilo (aunque no pudiera desmentirlo, pues lo más probable es que el Caballero de Leo sí la estuviera esperando con impaciencia) de modo que Seika intervino con rapidez.

- Disculpa al grosero de mi hermano, por favor.

- No es que no la quiera aquí - rebatió Seiya - es de mis personas favoritas, pero merece tiempo para sí misma.

Marín lo miró, preguntándose nuevamente porqué Seiya estaba tan convencido de que Aioria y ella estaban juntos si no se lo habían dicho y todo había sucedido mientras él estaba en coma, pero no pudo evitar conmoverse de que él la llamara una de sus personas favoritas.

- Es molesto darle la razón - prosiguió Seika - pero también necesitas descansar. ¿Saori, te quedarías con él?

- Claro. ¿Podría pedirte un favor antes de que te vayas, Marín?

La Amazona asintió, le dio un sentido aunque breve abrazo a Seiya, y mientras ella y Saori hablaban bajito en la esquina de la habitación, Shiryu aprovechó para despedirse del castaño.

- Bueno, yo...

- ¡No puedes irte, necesito comida de verdad! - dijo Seiya intentando susurrar la última frase y fallando miserablemente.

- Te hemos dicho tres veces que no puedes comer sólidos por ahora - señaló Seika

- ¡Pero tengo hambre! Además Shiryu y yo tenemos mucho de qué hablar.

- ¿Y qué se supone que han hecho todo este tiempo? Además no puedes monopolizar a Shiryu.

- Soy su mejor amigo. Nadie es más importan... - replicaba Seiya indignado antes de detenerse al pensar en la única persona que lo superaba en la lista de prioridades de Shiryu - ¿Sun-rei, está aquí? - dijo él clavando sus inquisitivos ojos color café en su amigo, al que le llegó su turno de ruborizarse mientras asentía discretamente.

- ¡Tienes que contarme! - dijo el japonés con entusiasmo, pues recordó sin problema alguno su conversación del día que se habían escapado al bar.

- Desde que lo dieron de alta ha pasado mucho tiempo aquí contigo, y estos últimos días han sido especialmente agotadores - insistió Seika.

Los ojos cafés de Seiya relucieron trémulos. No le sorprendía, pero era conmovedor saber que el reservado joven había estado ahí haciéndole compañía, inamovible y constante, y no había palabras que le permitieran expresar el enorme cariño que sentía por aquel al que se había enfrentado tres años atrás como oponente y que ahora era su entrañable amigo, de tal modo que lo único que pudo hacer fue decir con voz apretada:

- Mañana entonces.

- Sí, mañana - aseguró Shiryu mientras a él también lo embargaban las lágrimas, pues había anhelado fervientemente que Seiya despertara para hacerlo partícipe de su felicidad.

- ¿Pero ya son novios?

- ...

- ¡Necesito un adelanto o no voy a poder dormir!

- Por el bien de las enfermeras espero que estés equivocado - dijo el de cabellos negros mientras procuraba disimular una sonrisa delatora.

- ¡Shiryu!

- Que descanses.

- ¡Ok, saluda a tu novia de mi parte!

- Compórtate, por favor.. . Te dejo en buenas manos - dijo la pelirroja acercándose a Seiya para depositar un beso en su mejilla y brindándole luego una sonrisa tan cálida y genuina a Saori que los hermosos ojos de la Diosa se humedecieron por unos instantes.


Seiya despidió a las pelirrojas y a su amigo con un movimiento de su mano sin suero, y Saori los despidió acompañándolos hasta la puerta. Cuando los tres desaparecieron por el pasillo, Saori se volteó a mirar a Seiya sintiéndose ligeramente nerviosa de quedarse a solas con él.

Tranquila.

Él necesita descansar, y tú, esperar...

La joven trató de acomodar un poco su larga cabellera en un intento por disimular su nerviosismo, pero cuando al fin encaró a Seiya, la expresión en el rostro de él era distinta.

- ¿Seiya?

Con el ceño fruncido y una visible angustia, Seiya miró a Saori como si hubiera visto algo que le causaba un cierto temor, y luego cerró sus párpados.

- ¿Qué pasa?

Seiya abrió sus ojos de nuevo mientras la calma volvía a su rostro.

- ¿Te mareaste? ¿Quieres que llame a la doctora?

- No, no hace falta.

- Dime si te sientes mal - insistió Saori, que para esas alturas ya se había acercado y estaba del lado izquierdo de su cama.

Al poner atención al cabello de Saori, una serie de varias imágenes lo habían acometido. Las visiones (y las sensaciones que le habían producido) habían sido tan fugaces que no había podido retenerlas, así que sólo pudo describir lo último que pudo ver.

- Te veías distinta.

- ¿Distinta, cómo?

- Muy pálida... tu cabello flotaba desordenado... se extendía por los bordes...

Saori no se atrevió a decir nada, atendiendo la indicación de la doctora Miyamoto para que no lo presionaran a recordar, pero imaginó que él se refería al momento en el que Hades la había encerrado en el jarrón maldito.

- Cuando te vi así me asusté. Pensé que te había perdido...

¿Temías por Athena, o por Saori?

¿En verdad hablas de mí en la carta?

- Faltó poco, pero ustedes me salvaron.

- ¿Entonces por qué hiciste que nos prohibieran la entrada al Santuario? Si no hubiéramos llegado...

- No hablemos de eso ahora, por favor.

- ¿Por qué lo hiciste? - insistió él, mirándola con esos cálidos ojos con los que ella había soñado tantas veces - ¿Qué no sabes que mi lugar es a tu lado, que para eso nací?

Las palabras de Perséfone habían sembrado en su corazón una semilla negra de amarga incertidumbre que le cerraba la garganta, y él malinterpretó aquel silencio.

- ¿Es que ya no te hacíamos falta?

- ¡Claro que no!

- Mü dijo que ya no pertenecíamos al Santuario, y que...

- Él sólo dijo lo que yo le pedí, y lamento mucho la posición en que los puse porque fue cruel e injusto para ambos, pero tenía que tomar el riesgo de prescindir de ustedes.

- ¿De qué hablas?

- Presentí que la Guerra contra Hades se acercaba, y al buscar información, supe que los enfrentamientos anteriores fueron tan devastadores que dejaron a la Orden prácticamente diezmada... Me quedó muy claro que un sólo caballero puede hacer la diferencia entre ganar o perder, pero pensando en el bien del Santuario decidí impedir que ustedes intervinieran.

- ¿Por qué? ¿Pensaste que no éramos capaces de vencer a los Espectros?

- Decidí depositar toda mi fe en los Caballeros Dorados para que me ayudaran a ganar la guerra, y en ustedes, que han logrado lo que ningún Caballero de Bronce antes, para garantizar el futuro.

- No comprendo.

- Quería conservar sus vidas no sólo por su ayuda y sacrificios previos, si no para que heredaran la Orden. En caso de mi muerte, Marín o Tatsumi les habrían informado que les encomendaba la reconstrucción del Santuario y que formaran a una nueva generación de caballeros.

- ¿Qué? ¡¿Pero qué estabas pensando?! Hyoga y Shiryu son muy listos, pero Ikki es muy terco, Shun muy joven, y yo...

- Shion de Aries era sólo un poco mayor que ustedes cuando asumió el control del Santuario... Y pensé que pretender que uno de ustedes asumiera el Patriarcado sería una carga enorme, pero que los cinco unidos y apoyándose lo lograrían.

Era muy extraño que el arrebatado joven se quedara sin palabras, pero en esos momentos no lograba articular sus pensamientos, dividido al entender la enorme confianza que ella les tenía como para haber decidido algo así, y aterrado ante la idea de lo distinto que podía haber resultado todo si ellos no hubieran participado en la Guerra...

- No tiene caso pensar en lo que pudo ser - dijo ella como si pudiera leer sus pensamientos - Estaré eternamente agradecida de que hayas desobedecido, pero no me cabe duda que hubieran hecho un gran trabajo con el Santuario.

- Lo que dije hace rato es cierto. Cuando supe quién eras en verdad, yo era demasiado ingenuo y tonto como para entender, pero he cambiado... No concibo mi vida sin cuidarte, y si no hubieras sobrevivido, mi corazón se habría roto de culpa y de pena. No sabría qué hacer en un mundo sin ti...

Las preguntas se agolpaban en su garganta, y todas sus dudas llevaban el mismo nombre, pero se contuvo.

No puede ser ahora...

- Cuando llegué frente a la estatua y lo único que encontré fue el rastro de tu sangre, pensé que iba a enloquecer - continuó Seiya, tomándole las manos y mirándola directo a los ojos con vehemencia - Prométeme que no harás algo así jamás.

- Haré lo que sea para que no haya más batallas...

- ¡Pelearé las veces que sean necesarias, no importa, pero no me alejes de ti! No podría soportarlo.

¿De verdad quieres quedarte a mi lado, Seiya? Dime...

...

Calma, Saori.

Este No es el momento.

- No te alteres, te lo ruego. Pase lo que pase, prometo que no te ocultaré información de nuevo, que te hablaré con la verdad.

Seiya suspiró hondamente mientras la tensión que lo había cometido desde que había tenido esa extraña visión abandonaba su cuerpo, como si la escueta promesa de Saori fuera suficiente para brindarle toda la calma que necesitaba.

- ¿No volverás a alejarme de ti?

- La decisión será tuya, de nadie más.

- Me quedaré a tu lado siempre - le aseguró él, con tanta convicción que le erizó la piel...

- Deberías descansar - dijo ella sonriéndole para desviar luego la mirada hacia la ventana, donde se podían apreciar los colores cálidos de una mágica tarde.

- No quiero dormir - dijo a pesar de que sus párpados se comenzaban a entrecerrar - Acabas de volver, y se siente bien estar aquí. Tu luz... es tan hermosa...

Antes de que Saori pudiera preguntarle a qué se refería, tocaron a la puerta, y un segundo después apareció el rostro sonriente de Kiyomi.

- Buenas tardes. Debo revisar sus signos e inspeccionar su herida.

Saori asintió y retrocedió para que la joven pudiera moverse a sus anchas. Tal y como había hecho por semanas, la enfermera se acercó a Seiya para desabrochar su bata.

- ¡Ey! - dijo él retrocediendo lo que le era posible para evitar que ella lo tocara.

- Perdona, debo descubrirte para revisar la herida.

- Oh, claro. Perdóname tú a mí - dijo Seiya, sintiéndose avergonzado y sin saber porqué se había puesto a la defensiva con la enfermera.

- Yo esperaré afuera - dijo Saori tratando por todos los medios de no hacer contacto visual con él.

Salió cerrando la puerta con movimientos suaves y calmos, pero inmediatamente después buscó la pared para recargarse y cerrar los ojos mientras trataba de recomponerse, porque quedarse a solas con él (cosa que hubiera amado en cualquier otro momento) había resultado mucho más complicado de lo que se podría haber imaginado...


Desde que Perséfone había aparecido para declarar su presunto amor por él, Saori no había encontrado espacio ni momento (más allá del breve instante que compartió con Hyoga en las escaleras) para poder desahogarse, pues había sido necesario enfocarse en otras situaciones y resolver otros problemas.

Extrañamente, esas otras ocupaciones le habían permitido calmarse un poco y poner orden en sus ideas, porque su cabeza no había parado de dar vueltas haciéndose preguntas y elaborando conjeturas y deducciones, ya que era imposible obtener respuestas inmediatas de las personas correctas. Y es que había un abanico de explicaciones que cabían entre suponer que Perséfone sólo buscaba venganza, o aceptar que Seiya podía corresponderle a la Diosa del Inframundo. Ella bien podía estar mintiendo como parte de un plan inusualmente retorcido y cruel, pero que hubiera aceptado hacer el juramento, la hacía suponer que al menos parte de lo que había dicho era verdad.

Quizás ella sí había conocido a una encarnación anterior de Seiya...

(pero había pasado muchísimo tiempo, y las almas evolucionan, ¿no)

También era posible que ella lo estuviera confundiendo con aquel joven de su pasado, o incluso, y por extraño que pudiera parecer, podía ser que se hubiera enamorado de él durante su estancia en el Inframundo.

(Aunque eso no significaba nada: no sería la primer mujer en enamorarse de Seiya sin ser correspondida)

Eran muchas las posibilidades y ya que no confiaba plenamente en ella, solo él podía admitir, negar o aclarar las cosas, pero no le mencionó nada por seguir las recomendaciones de los médicos y por Hécate, que había demandado que no tomaran ventaja del proceso de curación para ganar su afecto.

¿Eso significaba que las dos debían hablarle de amor al mismo tiempo, o se refería más bien a que cada una debía de tener por su cuenta una oportunidad adecuada para expresarle su sentir y que entonces él pudiera decidirse? ¿Qué pensaría Hécate si ella hablaba primero con él? ¿Quería ser ella quien determinara cuándo y dónde, o incluso estar presente, cuando Seiya lo supiera?

Entre la discusión inicial, el ritual y las posteriores disculpas, Saori no había encontrado el momento adecuado para preguntarle a la Diosa Triple al respecto.

Y tampoco había tenido la ocasión de hacerse preguntas aún más importantes a sí misma, porque tenía que hacerle saber que lo amaba, sí, pero también debía estar preparada para actuar en concordancia a su respuesta.

Seika, Shiryu, Shaina y el propio Seiya - a través de la carta - alimentaban sus esperanzas de ser plenamente correspondida, pero ¿qué venía después?

Ellos no eran personas ordinarias.

Siendo realistas, ¿qué lugar podía darle ella, la reencarnación de una Diosa perpetuamente virgen, a su amado, que era a la vez su Caballero?

Sabía que a él le sobraba valor y temple; lo supo desde aquella noche frente al abismo cuando corrieron el riesgo de exponer sus vidas. Si ella se lo pedía, era muy posible que él aceptara el riesgo de vivir su amor, con todas las limitaciones y complicaciones que pudieran presentarse...

No parecía justo pedirle que la escogiera y sólo ofrecerle una relación platónica.

(ni siquiera estaba segura de poder Conformarse con algo así)

Pero aún sin que jamás hubiera ocurrido nada entre ellos, el amor que ella sentía por él ya le había hecho daño.

¿Era sensato pensar en la posibilidad de arriesgarse a intentar tener una relación cabal?

(o lo más parecido que pudieran tener siendo quienes eran)

¿Sería responsable proponerle algo clandestino?

Y no podía cometer un error más. Ya se reprochaba bastante su proceder visceral e irreflexivo de aquella mañana, que hallaba aún más censurable cuando ya había cometido el terrible error de revelarle a Hera sus verdaderos sentimientos.

Asumía lo impropio de su comportamiento y cuán chocante debía de haber resultado para Hécate quedar en medio, pero en verdad le había resultado imposible controlarse. Ciertamente no era la primera vez que sentía celos a causa de Seiya, pero la rubia le había generado una sensación visceral inusitada, una como no había sentido ni al encarar a sus enemigos más peligrosos. Eso podía deberse al nuevo estatus de Perséfone como Diosa de la Vida y la Muerte, pero también podía ser que su presencia significara una amenaza no contra la Diosa, sino contra la mujer en ella.

Y por ese detalle, por más doloroso que resultara, debía de considerar la minúscula posibilidad de que Perséfone estuviera diciendo la verdad, que sí hubiera existido una relación entre ellos vidas atrás, y que ese amor hubiera renacido.

Que él pudiera amarla...

Antes de que su mente continuara por esa espiral de pensamientos descendentes y obscuros, Saori percibió la silueta de Shaka aproximándose y volvió a concentrarse en el aquí y el ahora.

Ya tendría tiempo para decidir cómo hacerle saber de su amor, y lo que podía ofrecerle a cambio si él expresaba interés. Antes era imperativo deshacerse de hasta el último rastro de la maldición, para que nada enturbiara su felicidad y que pudiera sonreír cada día como cuando se había reencontrado con Seika.

Y para eso, debía de solicitar una vez más la colaboración de su Caballero de Virgo...


Hyoga observaba a Ikki y a Shun discutiendo mientras se esforzaba porque ninguno de los dos los viera sonreír.

En otro momento no habría estado tan relajado mientras los hermanos rebatían, (mucho menos ahora que la relación entre Shun y él estaba en plena transformación), pero dadas las circunstancias Hyoga no podía sino estar feliz porque la discusión evidenciaba que el de Andrómeda estaba de muy buen humor, que no quedaban rastros de la honda tristeza que había embargado su rostro cuando Seiya lo había tratado como si aún fuera Hades, y que la extraña reacción del Pegaso sólo lo había descompuesto momentáneamente.

Las horas posteriores a la aparición de Perséfone habían sido extraordinariamente felices comiendo y conversando, y los postres sin querer habían sacado a relucir algunas de sus cualidades favoritas en Shun: su simpatía, ese encanto desbordante que le era tan natural, y sobre todo, su calidez y generosidad, que había demostrado al tenderles la mano a Angelo y a Afrodita cuando dudaron de integrarse con los demás.

Luego, Marín había llegado a la sala de espera comunicando que Saori deseaba que todos se retiraran a descansar, y ya que Seiya no corría peligro alguno, sólo pedía que alguien se quedara a hacerle compañía a Seika, y para cerciorarse de que Kanon pasara una buena noche.

- Me quedo - dijo Ikki justo en cuanto la amazona terminó de hablar.

- ¿Estás seguro? - dijo Shun, al que no le parecía una mala idea en lo absoluto, pero que no podía dejar pasar la oportunidad de fastidiar un poco, pues había observado con gran alegría lo cerca que habían estado Seika y él y durante la comida, y por tanto imaginaba que si se había ofrecido a quedarse era para poder pasar más tiempo junto a ella - No has descansado mucho desde...

- Nadie lo ha hecho, pero soy la mejor opción - respondió Ikki cruzándose de brazos.

- Sorrento, Geki y Ban se marcharon hace varias horas para dormir algo y volver luego - insistió Shun - Ellos pueden...

- Sorrento se veía aún más pálido que Afrodita antes de irse.

- Bueno, pero Geki y Ban...

Ikki recordó cómo Shaka había hecho encendido su cosmos para convencer a todos de que era el ideal para completar la comitiva que viajó al Inframundo, y pensó que era un gran recurso del que podía echar mano.

- ¿Quieren que encienda mi cosmos?

- No es necesario. Me quedaría más tranquila si fueras tú quien se queda, Ikki - confesó Marín.

- Concuerdo - dijo Saga, que si bien sabía que nadie podía cuidar de su hermano como Sorrento de Siren, opinaba también que el Marina necesitaba descansar urgentemente, y todos los demás mostraron su evidente aprobación.

- Si notas cualquier cosa extraña, o...

- Avisaré, sí - dijo Ikki antes de que Aioria se pusiera más aprensivo.

- Partamos entonces - propuso Shura, y los demás comenzaron a abandonar la habitación.

- Que pasen una buena noche - le dijo Marín al Fénix antes de salir de la habitación tomada de la mano del Caballero de Leo.

- Eres odioso cuando te pones así - susurró Shun mientras los demás seguían despidiéndose de Ikki.

- ¿Te refieres a cuando tengo la razón?

- Hay que admitir que nadie puede rivalizar con su cosmos - dijo el ruso interviniendo al fin - al menos por ahora.

- ¡Hyoga!

- Sé que es malo alimentarle el ego, pero él puede cuidarlos mejor que nadie. Además, de seguro pasarán una noche tranquila.

- Escucha al copo - dijo Ikki, agradeciendo silenciosamente el curioso modo en que Hyoga lo respaldaba.

- Pero, si lo más probable es que pasen una noche tranquila y sin contratiempos, puede ser cualquiera quien se quede a acompañar a Seika, ¿no?

- Bueno, eso es cierto - dijo Hyoga fingiendo analizar el planteamiento de Shun, pues no podía evitar ponerse de su lado.

- A menos que tengas un interés especial por quedarte, Ikki - siguió Shun - De cabello rojo y...

- Sólo quiero ayudar.

- Ahh, ¿por eso guardaste postre? - preguntó Shun señalando el recipiente que Ikki sostenía con fingida despreocupación - ¿para comerlo al rato? ¿O es para...?

- ¿Se marchan todos ya? - preguntó Seika llegando justo en esos momentos acompañada por Shiryu, mientras Ikki escondía rápido y con discreción el postre tras de sí, porque ciertamente lo había escogido para ella.

- Así es, Saori piensa que lo mejor es que nos retiremos a descansar - le respondió Hyoga, mientras Shiryu se separaba de ellos para buscar a Sun-rei.

- ¡Qué bien! Voy con ustedes entonces.

- Marín dijo que ibas a quedarte - dijo Ikki.

- Sí, pero iré a bañarme y a cambiarme.

- Ikki va a quedarse a hacerte compañía durante la noche - le anunció Shun.

- ¿De verdad? - preguntó ella sin poder ocultar la emoción en su voz.

- Sí - dijo Ikki tratando de parecer indiferente pero sin lograrlo del todo.

- ¿Vienes con nosotros?

- Prefiero quedarme.

- ¿Quieres que te traiga algo? ¿Comida, ropa?

- ¡No! No hace falta.

- ¿Estás seguro?

- Sí - dijo Ikki tratando con todas sus fuerzas de no ruborizarse al pensar en Seika revisando su ropa interior, mientras que Shun y Hyoga no perdían detalle de la conversación y se echaban unas miradas y sonrisitas de complicidad que provocaban que Ikki quisiera ahorcarlos.

- Bueno, entonces te veo al rato - dijo ella dándole un beso en la mejilla para luego salir con cierta prisa para alcanzar a los que ya se retiraban, pues en verdad ansiaba darse un baño largo y reparador antes de volver.

Shun le sonrió de oreja a oreja mientras le dirigía su mejor mirada de "te lo dije", y Hyoga hizo lo mismo (aunque sin ser tan obvio)

- ¿Qué se traen?

- Nada. Sólo estamos felices, por ti y por ella.

- No ha pasado...

- No tienes que explicar nada. Hasta mañana, Ikki - dijo Shun besando su mejilla tal y como había hecho Seika.

- Sí, hasta mañana - dijo Hyoga besando su mejilla también.

Antes de que Ikki pudiera articular algo más que ruidos de indignación o hacer algo, Hyoga tomó de la mano a Shun para salir de ahí a toda prisa, ambos apretando los labios para no reír abiertamente, aunque sus hombros que se sacudían los delataban.

Cuando ya estaban lejos, y al fin se les pasó el ataque de risa, Hyoga habló.

- No hay que presionarlo demasiado. Aún siendo tu hermano podría...

- Hay que prepararlo psicológicamente; cuando Seiya sepa que Seika parece estarlo domesticando, no creo que haya poder que lo salve.

Ambos echaron a reír mientras seguían caminando con rumbo a la salida, encantados de imaginar a Seiya fastidiando a Ikki, al que no obviamente no le quedaría más remedio que aguantar.

Hyoga se sentía tan conectado con Shun, que notó como de un momento a otro su mejor amigo dejaba de reír.

- ¿Qué pasa?

- ¿Has pensado en cómo va a reaccionar cuando se entere?

- Seiya...

- No. Ikki.

- Ah, ya... Sí, lo he pensado. ¿Por qué crees que quiero volver a entrenar?

- ...

- Era una broma, Shun.

- Dudo que Ikki lo tome a broma.

- Ey, no quiero verte así - dijo el ruso deteniendo su marcha para poder ponerse frente a Shun y acariciar sus cejas, que mostraban algo de tensión - Es cierto que tu hermano es testarudo...

- Sobreprotector, propenso a la viol...

- Claro, tú eres la persona más importante para él. Y con lo que le hizo Hécate su cosmos está más inmenso que nunca, así que sí, sería un poquito estúpido decírselo de golpe... pero no me preocupa.

- ¿No?

- Es necio y explosivo, pero se puede razonar con él. Ya lo hemos convencido de cosas que en su momento parecían impensables, como que dejara de tratar de asesinarnos y se pusiera de nuestro lado... En todo caso, me esforzaré lo que haga falta.

- ¿De qué hablas?

- Tendré que hacerte tan feliz que no le quede más remedio que admitir que soy bueno para ti. Y él verá también cuán bueno eres para mí.

Shun se emocionó tanto por la sinceridad de aquellas palabras que cerró los ojos y recargó su coronilla en el hombro del ruso para frotar con suavidad su frente contra la tela de la camiseta azul, mientras Hyoga hacía una pequeña caricia circular sobre la mano izquierda de Shun. Fue sólo un instante, pero les produjo gran paz a ambos, que después retomaron su caminar.

- Estaba pensando...

Shun interrumpió la frase de Hyoga sin querer con un gran bostezo.

- ¿Decías?

- Nada. Estás cansado.

- Creo que estoy comenzando a resentir los últimos días. ¿Por qué?

- Por nada.

- Pero estabas diciendo algo.

- Es que... me acordé de esas noches cuando nos quedábamos hasta tarde viendo televisión. Lo extraño.

- ¿De veras? Hablo demasiado y siempre interrumpo.

- A mí me gusta: tienes una visión única de las cosas. Y pensé que sería divertido volver a hacerlo, ¿te gustaría?

- Claro... pero sería muy difícil lograr estar a solas ahora que somos tantos - dijo Shun mientras un ligero rubor cubría sus mejillas.

- Había pensado en la salita del primer piso, la que suele usar Tatsumi. Con tanta gente por atender en la casa se duerme más temprano que de costumbre... pero vamos a dejarlo para otra noche. Necesitas descansar.

- También quiero pasar tiempo contigo... - dijo Shun con insistencia, pero sin poder evitar un nuevo bostezo - ¿Oye, y si nos vemos más tarde? Podríamos cenar, dormir un rato, y encontrarnos luego en la salita, como a la una, por ejemplo. Para esa hora los demás ya deben estar dormidos.

- ¿Estás seguro?

- Sí - dijo el japonés con gran entusiasmo.

- Está bien - dijo Hyoga con el corazón alborotado - A la una entonces.


Desde que Kiki y Mü se habían reunido, el pequeño no se había despegado en ningún momento de su maestro, pero eso cambió cuando Marín apareció para dar el aviso de Saori; entonces, el pelirrojo corrió hacia la Amazona para bombardearla con preguntas sobre Seiya y tratar de convencerla de que le permitieran entrar a verlo al día siguiente (estaba muy ofendido de que los niños del orfanato sí hubieran podido entrar a su habitación y él no).

Mientras sorteaba el asalto verbal del pequeñito, Marín sugirió que se dividieran en dos grupos ya que definitivamente no cabían todos en los vehículos que estaban disponibles afuera, y el Caballero Dorado de Aries aprovechó todo el movimiento y el bullicio que se generó para aproximarse a Aldebarán y apartarlo de los demás, con tal destreza que Kiki se subió a la limosina con Juné, Aioria, Shura, Angelo, Afrodita y Marín pensando que su maestro se subiría al otro coche, aunque no fue así pues en el se acabaron marchando Flher, Shaina, Jabú y Dohko.

Aldebarán, por su parte, permitió que su amigo dirigiera sus pasos en silencio y sin darle mayor explicación, pues intuía que su angustia estaba relacionada con Ariadna.

- ¿Pudiste hablar con ella? - preguntó Mü una vez que estuvieron cerca de una de las entradas del hospital pero sin nadie alrededor.

- Brevemente.

- ¿Cómo está? ¿Te dijo algo?

- Estaba con la señorita Hécate, y fue obvio que no le resultó grato el verme. No quería aceptar la comida que le llevé, pero Luna Negra la convenció, y me dijo que Saori había dejado instrucciones para que ambas pudieran ser atendidas y acomodadas.

Mü se sintió tan aliviado y abrumado que se podría haber echado a llorar. Haber pasado la noche atormentado por sus recuerdos de lo que vivió Kanon y lo que sabía que le había ocurrido a Ariadna habían hecho estragos en él. Le alegraba en el alma saber que ella estaba descansando pues lo tenía más que merecido, y su corazón se aceleró con sólo pensar que quizás ella podía estar en la mansión.

- ¿Dónde? ¿En la mansión?

- No, aquí mismo... Ey, ¿a dónde vas? - dijo al ver que se echaba a andar de regreso hacia el hospital, por lo que comenzó a caminar con él.

- Pienso quedarme - respondió el de Aries sin parar.

- La doctora dijo que no quería...

- Me quedaré afuera.

- Eso es absurdo e innecesario. Ikki...

- ¡No se trata de él! Tú no entiendes.

- Explícame entonces - pidió el brasileño deteniéndolo con un gesto de su brazo derecho, confundido por el comportamiento tan irracional que estaba mostrando Mü y que le había visto poquísimas veces - ¿Qué pasó entre ustedes en Grecia? Dijiste que fuiste muy grosero, ¿fue porque no te dijo la verdad antes?

Mü asintió.

- La perseguí para estar a solas con ella y reclamarle, y fui lo más hiriente posible porque me dieron celos y...

- ¿Celos? ¿Cómo? ¡¿De quién!?

- Dije muchas cosas estúpidas que prefiero no repetir... - murmuró, pues Aldebarán era digno de toda su confianza, pero le avergonzaba su comportamiento.

- Bueno, tenías razones válidas para estar enojado.

- Lo que hice no tiene justificación - dijo Mü mientras lo recorría un escalofrío al recordar que había usado sus habilidades para indagar en su mente - No merecía que la tratara así, especialmente porque ella... Estaba muy asustada por el modo en el que la tratamos cuando vino buscando a Hécate. Escogí un pésimo momento para interrogarla con tanta violencia.

Aldebarán levantó las cejas, dejando ver su desconcierto. Sabía con toda certeza que su amigo era incapaz de agredir físicamente a una mujer, así que debía referirse a que la discusión había sido muy acalorada, pero de cualquier modo era realmente extraño que él perdiera el control de semejante manera, y eso sólo podía deberse a cuánto le importaba la joven que ahora sabían era una pitonisa.

- Bueno, si vas a disculparte, búscala ya y luego ve a casa.

- Ahora no es un buen momento.

- ¿Quién dice?

- Shaka.

- ¿No cree que debas disculparte?

- Más bien me sugirió que le de algo de tiempo, por lo alterada que estaba.

- ¿Y te parece sabio ignorar un consejo de Shaka de Virgo?

- ¡No, pero no puedo irme a dormir cuando ella puede irse al Inframundo para no regresar!

No toleraba pensar que sus frases llenas de desprecio y desdén fueran lo último que ella hubiera escuchado de su parte. No toleraba la idea de no volver a ver su dulce rostro, ni sus ojos grandes e hipnotizantes...

- Si va a irse, quiero disculparme al menos.

- Comprendo, pero no tienes la certeza de que ella se va a marchar.

- Vino aquí con el único propósito de ayudar a Seiya, y él está a salvo: ya no tiene motivos para quedarse. Es muy probable que se marche definitivamente y necesito al menos...

Justo en ese momento apareció Shaka en el campo visual del caballero de Tauro, que le hizo señas al rubio para que se acercara rápidamente.

- Shaka, házlo entrar en razón, por favor. Insiste en quedarse para acechar a Ariadna - dijo el brasileño cuando el hindú los alcanzó.

Mü sintió vergüenza por la manera en la que Aldebarán resumía su situación, pero en realidad no podía desmentirlo...

- Ella está a salvo - replicó Shaka.

- Quiero ofrecerle disculpas antes de que se vaya.

- No se irá. Ni ella ni Hécate volverán al Inframundo hasta que Seiya esté completamente curado.

- ¿Cómo lo sabes? - dijo Mü mientras su corazón volvía a perder la calma.

- Hablé con Hécate a petición de Saori, que me ha designado como su emisario ante el Dios de la Medicina. Luna Negra determinó que Ariadna sea su mano derecha en la elaboración del elíxir que se necesita para acabar por completo con la maldición, pues fue quien logró persuadir a Asclepio, y por las habilidades que ha mostrado. Y ya que Saori desea que les demos todo el apoyo posible a ambas, tanto aquí como en Grecia, confío en que habrá suficientes oportunidades para que puedas resarcirte con ella.

- Eso es... increíble... - dijo Mu sintiendo que al fin podía volver a respirar, infinitamente agradecido de que su tiempo con ella no se hubiera acabado aún - ¿Sabes cómo está ella? ¿La viste?

- No. Supongo que sigue en la habitación que le asignaron, pero la veré al rato. Luna Negra me dio instrucciones específicas a seguir sobre mi propio descanso y alimentación, y pidió que vuelva aquí ya entrada la noche para que los tres regresemos a Grecia para afianzar nuestro vínculo de amistad y cooperación con Asclepio.

- ¡Asunto resuelto entonces! Iré a ver si aún hay espacio en alguno de los vehículos para nosotros - dijo el de Tauro marchándose para que Mü pudiera terminar de desahogarse, seguro de que el rubio terminaría de convencer a su amigo de irse a descansar.

Pero sobre todo, Aldebarán se retiró porque al atestiguar la desesperación de Mü, tuvo una epifanía.

Todo estaba cambiando a velocidad vertiginosa, y tenía que actuar ya pues el tiempo corría en su contra. Por eso, mientras Shaka le explicaba a Mü los pormenores de su charla con Hécate, el caballero de Tauro corrió de regreso al interior del hospital en búsqueda de cierta enfermera canadiense...


- ¿Sucede algo? - preguntó Camus al ver a la sacerdotiza de Asgard de pie bajo la lluvia que comenzaba a cubrir la ciudad de Tokio.

Las gotas eran pesadas, pero en esos momentos había más viento que lluvia en sí, de modo que el aroma a petricor lo inundaba todo e impregnaba las ropas de Hilda mientras que el aire jugaba con sus larguísimos cabellos. Y el Caballero de Acuario no necesitó más respuesta al ver en el horizonte las fantásticas y caprichosas formas que las nubes dibujaban en medio de un atardecer con colores que eran capaces de quitarle el aliento a cualquiera, mientras que el aire obsequiaba a su refinado sentido del olfato con aromas reconfortantes que le brindaron una gran paz...

- Sólo quise detenerme a contemplar la belleza de este momento... Extrañaré muchísimo la lluvia, y estos atardeceres cuando me vaya.

- ¿Cuando te vayas?

- No puedo quedarme para siempre a abusar de la generosidad de Saori, y ya que aparentemente ni Seiya ni la paz que tanto les costó obtener corren verdadero peligro, creo que va siendo hora de planear el regreso a casa.

Aunque las razones esgrimidas por la sacerdotiza sonaban coherentes y llenas de lógica, Camus no pudo evitar la sensación de vacío que se hizo en su estómago.

- Es una lástima que no tenga mi cámara conmigo - confesó ella sin reparar en la reacción que había provocado en su acompañante - Sé, claro, que una foto no basta. No existe un aparato capaz de capturar lo que he sentido y experimentado en estos meses en Japón. Sin embargo, será hermoso atesorar al menos un poco de todo esto. Me ayudará a no olvidar.

- Siempre serás bienvenida aquí, y en Grecia, por supuesto.

- Lo sé, y lo agradezco, pero podría no darse otra oportunidad - dijo ella sin atreverse a mencionarle abiertamente su temor secreto de que aquel viaje pudiera constituir su única salida al mundo, y que se sentía como una cigarra con las horas contadas en el exterior antes de que fuera su turno de volver a la obscuridad...

- De cualquier modo, esta estancia ha excedido mis expectativas más alocadas - continuó - Cuando era más joven, llegué a pensar que jamás tendría la oportunidad de poner un pie fuera de Asgard, y a veces me irritaba tener que aprender a conversar en diferentes idiomas, y a ser una perfecta anfitriona para huéspedes que quizás jamás llegarían. Irónicamente, la única visita que recibí fue la de la gente de Poseidón, y ya sabemos cómo resultó... En fin, aunque la vida me trajo aquí en circunstancias muy desfavorables, no puedo evitar agradecer el haber tenido la oportunidad. He contribuido con muy poco pero...

- No digas eso.

- Tienes que admitir que mi utilidad en esta visita ha sido prácticamente nula.

- Eso no es así. Lo que tú haces por Saori no lo puede hacer nadie. Todos nos esforzamos por considerarla algo más que nuestra diosa, pero el proceso no es sencillo ni rápido, y ella lleva mucho peso sobre hombros que no dejan de ser humanos. Nadie sino tú puede entender eso.

- No olvides que Julián...

- Eres excesivamente modesta, y gentil - dijo él mirándola con complicidad - Él podría comprender, en teoría, pero le faltan varios años de madurez y sentido común.

Los dos rieron después de que Camus hubiera acabado de hablar, y eso los relajó a ambos.

- De cualquier modo, espero que consideres no abandonarnos tan pronto.

- No pienso partir de inmediato: quiero esperar a que Seiya esté más recuperado. Además, debo discutirlo largamente con mi hermana. Espero convencerla.

- ¿Convencerla de qué?

- Para que se quede.

- ¿Cómo?

- Después de todo lo que ha pasado, mis funciones en nuestra tierra son meramente decorativas, pero debo volver. Ella, en cambio, no está obligada, y me gustaría aprovechar lo cómoda que se siente entre ustedes para convencerla de que se quede, o incluso para que viaje por su cuenta a alguna otra parte.

- ¿Y en ese caso, volverías sola a Asgard? - dijo él, sin poder procesar aún que aquella mujer de conversación deliciosa podía estar a punto de marcharse para rodearse de nieve y soledad. Le costaba aceptar la posibilidad de que, siendo Hilda tan generosa como oyente, y tan exquisita como conversadora, se quedara sin compañía...

- Sí. He tratado muchas veces de convencer a Flher de vivir su propia vida. Ser la próxima sacerdotiza de Asgard marcó mi infancia, mi formación y mis actividades, y aunque Flher no tenía esa responsabilidad, era tan apegada a mí que me seguía a todas partes, y acabó aprendiendo todo lo que me enseñaron. Era divertido hacerlo todo juntas, y tenerla a mi lado me hacía sentir menos abrumada por mis obligaciones... Mis tutores me llenaban de lecciones de geografía, y fantaseaba con viajar, pero luego entendí que eso sería probablemente imposible para mí, aunque ella sí podría. Cuando fuimos algo mayores se lo planteé, pero dijo que amaba nuestro hogar y que no iría a ningún lado sin mí... La decisión de venir a Japón fue apresurada, pero he visto cuán dichosa ha sido aquí, por eso quiero proponerle que se quede. Ustedes son tan amables y generosos que me parece la ocasión ideal para convencerla de explorar las muchas opciones que este mundo le ofrece.

Ni Hilda ni Camus pudieron decir más pues en esos momentos los alcanzó Aldebarán, que portaba una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Qué hacen ahí mojándose? ¡Vámonos ya! - dijo el moreno Caballero señalando la limosina que los aguardaba para regresar a la Mansión.

Hilda siguió al de Tauro, avanzando sin prisa bajo aquella cálida lluvia, y el de Acuario hizo lo mismo.

El vehículo que los condujo a casa estuvo repleto de conversaciones y risas de las que Camus no participó. Se limitó a mirar la ciudad bajo la lluvia, mientras recordaba que días atrás le había dicho a Milo que nunca había pensado en Hilda de Polaris de forma amorosa, cuando la verdad es que al irla tratando había descubierto muchos detalles fascinantes sobre la personalidad de la joven nórdica. Y ahora, al saber de su posible partida, al francés no le quedaba más remedio que afrontar sus sentimientos por ella, pues necesitaba absoluta claridad antes de decidir qué debía hacer...


Antes de su llegada al Inframundo, Perséfone jamás había usado prendas de color negro, pero cuando ella y Hades se desposaron, él la obsequió con un guardarropa entero en seda, terciopelo y otras tersas y suntuosas telas obscuras, que ella en un principio aceptó usar sólo para no contrariar a su intimidante marido.

Con el paso del tiempo, sin embargo, ambos fueron haciendo concesiones. Él dejó de imponer para empezar a sugerir, y ella opinó libremente sobre sus preferencias, hasta que se conformó para ella una gama de prendas completamente a su gusto. A ella la hacía feliz usar vestidos de todos los colores, cosa que él llegó a adorar pues así la presencia de su mujer resultaba única e inconfundible en medio de los apagados tonos que caracterizaban al Obscuro Reino, pero la Diosa también aprendió a apreciar la belleza y elegancia que brindaban las finas telas negras con las que su marido la podía obsequiar aunque los vestidos que se le mandaron a hacer posteriormente jamás volvieron a ser negros en su totalidad, ya que siempre llevaban detalles de color, y solían llevar bordados de flores o dibujos de mariposas o aves realizadas en pedrería.

Sin embargo, cuando la Diosa volvió al Inframundo, llamó de inmediato al primer guardia que encontró dentro del Palacio Blanco, le dio algunas órdenes, y luego procedió a darse un baño rápido para después ataviarse en uno de los más severos y magníficos ropajes de su guardarropa, uno de los que Hades le había regalado apenas se habían casado y que no había usado en mucho, mucho tiempo, y para finalizar hizo que sus doncellas la peinaran con un chongo alto. Una vez que hubo finalizado de alistarse, se transladó a Giudecca y se sentó a esperar en el Trono de Hades.

Odió aquel compás de espera porque no quería tener la oportunidad de extrañar a Seiya. Sentía tan intensamente su ausencia que los ojos se le arrasaban de lágrimas sin que pudiera evitarlo. Era terrible aquella sensación de que apenas instantes atrás lo había tenido entre sus brazos y en su cuerpo, y ahora estaban a un mundo de distancia...

Ya que era imposible contenerlas, dejó que las lágrimas fluyeran por sus mejillas durante algunos minutos, y después comenzó a respirar profundo mientras intentaba serenarse. La felicidad que vivieron ambos una vez que él recuperó sus memorias como Stephanos era su tesoro, su bálsamo, y a la vez funcionaba como el más poderoso incentivo para ser certera en cada decisión a tomar para labrar el sendero que marcaría su regreso...

Con los ojos aún cerrados, y un poco más tranquila, permitió que una sonrisa se instalara en sus labios al recordar cómo habían sido felices en la privacidad de las grandes habitaciones de baño de sus aposentos, a veces corriendo por las zonas menos ondas de las albercas, mojándose y molestándose como niños, y otras tantas envueltos en escaramuzas propias de amantes.

Decidida a intentar que Seiya no olvidara aquella felicidad que le daba fuerzas para seguir, se concentró en hacer llover sobre el mundo, intentando que las gotas de lluvia llevaran su aroma hasta la habitación donde el cuerpo de su adorado debía de estar reposando...

Pocos segundos después, un guardia le notificó que solicitaban verla, y cuando explicó de quién se trataba, Perséfone sonrió complacida y pidió que le hicieran pasar.

La alta y espigada figura se dirigió con pasos firmes hasta llegar lo más cerca del trono que le era posible para arrodillarse ante ella.

- Mi señora, héme aquí a sus pies.

- Puedes levantarte... Me alegra verte de nuevo entre nosotros.

- Se lo debo a usted, majestad, y le agradezco el privilegio de encontrarme de nuevo ante su presencia.

Por sus modales, dedicación y la estabilidad de su carácter, Lune de Balrog era su espectro predilecto de entre los miembros de la más reciente corte de Hades, pero no era momento de intercambiar palabras de bienvenida y cortesías; el tiempo apremiaba, así que se puso de pie y se dirigió hacia él

- Lune, te he traído de regreso porque requiero de tus servicios.

- Mi vida le pertenece: estoy a su entera disposición, mi Señora.

- Toma asiento, por favor.

Mientras se encaminaba para sentarse en una especie de banca que solía ser usada por Pandora y que había sido señalada por Perséfone, que se le acercaba, Lune no pudo evitar pensar que su nueva ama era totalmente distinta a su señor, que no se ponía en igualdad de condiciones con sus súbditos bajo ninguna circunstancia.

Una vez que el espectro y la Diosa estuvieron sentados lado a lado, ella habló.

- Degradaré y ejecutaré a Radamantys de Wywern; hay que tomar precauciones para que su ausencia no desequilibre al Reino.

Los inusuales ojos de él mostraron cuánto lo sorprendía la noticia, pero se cuidó bien de cuestionar abiertamente su Diosa. Ella lo notó, y en agradecimiento a la discreción y al respeto que le mostraba el joven hombre, le pagó con una sonrisa.

- Puedes hacer preguntas, si lo deseas - dijo Perséfone, que de cualquier modo planeaba enterar a todos cuando el rubio recibiera al fin su ejemplar (y muy público) castigo...

- Confieso que nunca ha sido merecedor de mi entera confianza, pero aún sabiendo de las deficiencias de su carácter, no puedo imaginar qué error u omisión puede haber cometido para despertar la furia de mi Señora, siempre tan comprensiva y serena.

- Como debes suponer, la Guerra volvió a perderse, y puesto que Hades cometió la locura de usar su propio cuerpo para luchar, estoy a cargo. De primer momento se trajo a la vida sólo a los elementos más indispensables para que el Inframundo no colapsara, pero a ellos no parece agradarles estar bajo mi mando y ya hemos tenido desavenencias, así que hace un par de días demandé un juramento de su parte, el cual Wywern rompió atacando a mi protegida.

- ¿La señorita Ariadna?

Perséfone asintió, y el desconcierto y la reprobación que pudo ver la diosa en el agraciado rostro del espectro le indicaron que estaba tomando la decisión correcta al confiar en él, ya que ni Minos ni Aiacos poseían empatía suficiente como para que les pudiera importar el bienestar de la joven pitonisa.

- Le haré pagar su osadía, y aprovecharé para emitir un mensaje fuerte y claro. Hades y yo no compartimos muchas ideas en cuanto a reinar se refiere, pero Zeus mismo me ha dado esta encomienda. No seré cuestionada ni desobedecida, y mucho menos permitiré que vuelva a ocurrir un acto tan vil y repulsivo en mis dominios.

- Infiero entonces que hará falta reemplazarle.

- Sí, y te hice venir porque deseo que tú ocupes ese lugar.

- ¿Disculpe?

- Eres el más sensato, hacendoso y confiable de entre todos ellos. No hace falta que considere a alguien más.

- Mi señora, no puedo expresar lo indeciblemente halagado que me siento, y la ayudaré cuanto me sea posible... pero en combate cometí errores que me costaron merecidamente la vida, mi cosmos no está al nivel de Garuda y Grifonn, y sobre todo, no puedo portar a Wywern.

- ¡Oh, no te preocupes! - dijo ella mientras sonreía ligeramente debido a la dicha que le producía constatar nuevamente la sinceridad que caracterizaba al espectro - No deseo que abandones a Balrog.

- Mis disculpas por asumir tal cosa. Pero entonces, ¿cómo planea mi Señora que ocupe su lugar?

- Bueno, debes saber que desistí de encontrar a un nuevo portador para Wywern. Sé que en algunas ocasiones, un surplice puede ser ocupado por más de una persona en la misma época si los individuos en cuestión comparten ciertas características (1), pero no pienso esperar más allá de un par de días para ejecutarlo, y me da igual si nadie ocupa ese surplice. No habrá una nueva guerra en tanto esté a cargo; estoy harta de este ciclo estéril, desgastante e interminable - dijo ella con toda la autoridad que poseía - así que mi interés está puesto en alguien apto y capaz para supervisar el Tribunal de las Almas. Y tú posees dichas destrezas y siempre estabas apoyando a Minos y sacando el trabajo adelante (2), de modo que sólo es cuestión de otorgarte las mismas potestades que a Garuda y a Griffon.

- Si usted me considera digno, desempeñaré la tarea con gusto.

- Te estimo competente, sí, pero más que tu cosmos, es tu carácter el que me hace pensar que puedo pedir aún más de ti.

El espectro la miró intrigado, pero aguardó con paciencia a que ella prosiguiera.

- Mi labor como Soberana del Inframundo no cambiará el fragmentado patrón de mi existencia; cuando llegue el momento de ausentarme alguien deberá asumir el mando, y sólo confío en ti para hacerlo.

Él no fue muy efusivo, pero no sólo estaba sorprendido sino secretamente encantado con la idea. Los Kyotos siempre lo habían tratado con desdén, y saber que Perséfone no sólo lo elevaría a su nivel si no que deseaba distinguirlo por encima de todos ellos, lo hacía inesperadamente feliz.

- Será un honor, Señora, y estoy listo para jurarle lealtad en este mismo instante - dijo el espectro, que procedió de inmediato a arrodillarse nuevamente a sus pies y a inclinar su cabeza en señal de profundo respeto.

- Sé que no te atreverás a fallarme, Lune - le dijo Perséfone casi con dulzura, ya que, si bien confiaba en Balrog, tenía en mente más de un medio para asegurarse su obediencia.

Él asintió sin levantar la mirada.

- Puedes levantarte. Antes de la ejecución de Radamantys informaré al Inframundo entero de tu ascenso. Harás tu juramento entonces, y obsequiaré a Balrog con mi sangre.

- A pesar de la enorme satisfacción que me brinda al depositar sobre mi persona semejante confianza, considero mi deber decirle que su decisión muy seguramente va a incomodar a los otros Kyotos, y a los Gemelos Divinos.

- No te preocupes, que ya lo he considerado. Cuando acabe con Wywern, Griffon y Garuda tendrán que estar agradecidos de que les permita seguir respirando... Y en cuanto a los Dioses Gemelos, tengo planeado ofrecerles tu puesto.

Él no pudo evitar levantar un poco las cejas, impresionado por la resolución de la rubia, que se dejaba ver severa y determinada como jamás la había visto.

- Puedes estar presente el día que lo haga, y podrás divertirte al verlos ahogarse ante mi propuesta. Son vanos, todos ellos. Aman los títulos y el ser venerados con la misma pasión con la que desdeñan trabajar o ser de verdadera utilidad. Y si su desprecio por el trabajo no fuera suficiente para hacerlos negarse, podemos contar con su arrogancia, que jamás les permitiría aceptar un cargo de "jerarquía menor". Así que cuando declinen mi oferta, te mencionaré, y ellos lo encontrarán ideal. Mantendré su status como consejeros bélicos intacto para que puedan refundirse en su morada a esperar el regreso de su Señor, ya que yo no pienso volver a arrastrar al Inframundo en otra estúpida guerra, y por tanto, no los necesito de modo alguno.

El espectro no pudo evitar mostrarse admirado ante la aguda inteligencia de la diosa, que si bien poseía el rostro de un ángel estaba demostrando una inmensa fuerza interior, y asintió mostrándose complacido por el razonamiento infalible de su Diosa.

- Ahora, y si no tienes más preguntas, voy a encomendarte tu primera tarea, que considero de extrema urgencia

El espectro la miró expectante, así que la Diosa continuó.

- Los Jueces y los Gemelos son necesarios para el funcionamiento del Reino, pero debido a las acciones deshonrosas de Wywern, la cercanía y entrada al Palacio Blanco les quedará terminantemente prohibida a todos. Si desean verme, deberán solicitar audiencia haciéndotelo saber con anticipación, y en caso de que acepte recibirlos el encuentro se llevará acabo aquí en Guidecca, sin excepciones.

- Como usted ordene, su Majestad.

- Dichas previsiones, sin embargo, no me parecen suficientes para garantizar la integridad y bienestar de los que están bajo mi protección. El Tribunal y tus labores como Regente serán muy absorbentes, así que requiero de un paladín que se dedique provisoriamente a cuidar, y reestringir de ser necesario, su entrada a mi hogar, mientras me encargo de asegurarme por todos los medios de que les resulte totalmente inaccesible. Por tanto, no sólo requiero de alguien con un gran cosmos, sino de una persona que comparta mis conceptos de integridad y rectitud.

Los ojos de Perséfone, que observaba con gran atención las reacciones de su súbdito, notaron sus dudas, aunque él no expresó abiertamente objeción alguna.

- Sé que lo que pido no es sencillo, pero me es indispensable. Mi corte debe permanecer y sentirse a salvo, sin importar si estoy aquí o no; de otro modo no podré tener paz durante las visitas a mi Madre.

- Absolutamente comprensible, mi Señora.

- Ahora que sabes lo que busco, ¿se te ocurre alguien a quien podamos conferirle tal misión?

- No justo ahora - confesó el espectro - Por un momento consideré a la señorita Pandora, pero...

- ¿Sólo por un momento? ¿Por qué la has descartado? - preguntó Perséfone, poniendo a prueba la sagacidad de aquel en el que estaba depositando su confianza.

- En primera instancia porque no estoy seguro de si podría derrotar a los Dioses Gemelos en caso de ser necesario. Además, no la creo la persona adecuada por su orgullo, que le haría considerar el encargo como inferior, y sobre todo por su espíritu beligerante, que podría entrar en discrepancia con los deseos de paz de mi Señora.

La Diosa se regocijó al oír la atinada respuesta de su flamante Regente, que era infinitamente más observador que sus compañeros, que nunca habían comprendido la discordia que existía desde siempre entre ella y Pandora, ya que daban por hecho que sólo por ser mujeres cercanas a Hades debían llevarse bien...

Ellas se habían conocido cuando había transcurrido muy poco desde su secuestro (3): su madre aún intentaba negociar su regreso a la Tierra y todo el ambiente del Inframundo le resultaba deprimente, opresivo y asfixiante, así que cuando Hades mencionó que le presentaría a una joven muy especial y a la que tenía mucho afecto, Perséfone no pudo evitar ilusionarse un poco.

Hécate había sido amabilísima con ella pero estaba muy ocupada mediando en el conflicto y tranquilizando a Démeter, así que sólo la había visto un par de ocasiones, y ella estaba muy acostumbrada a la compañía constante de las ninfas a las que extrañaba casi tanto como a su madre. La presencia femenina del Inframundo (constituida por entes tales como las Arpías y las Erinias) sólo la inquietaba e incomodaba, de modo que llegó a desear que Pandora fuera tan empática como Hécate y que pudieran llevarse bien.

Pero aquello resultó imposible, no sólo porque Pandora era de carácter variable y poco expresivo, sino porque Hades la designó como su centinela personal (temía que pudiera intentar escaparse) y Pandora siguió sus instrucciones al pie de la letra, supervisando la totalidad de sus interacciones con cada ser del Inframundo con mirada fría y acusadora.

Después de que el enlace matrimonial tuvo lugar, Pandora dejó de vigilarla, pero luego Hades comenzó a planear la primera guerra contra Athena.

Perséfone trató de hacerlo desistir, y ya que él se mostró inflexible, en su desesperación la Diosa acudió a Pandora, pensando que quizás entre las dos podían lograr algo, pero Pandora la decepcionó nueva y definitivamente. La joven no mostró preocupación o consideración alguna por las vidas humanas que se pudieran perder, e incluso le reprochó que no mostrara felicidad y gratitud ante la adoración que Hades le profesaba y por las "molestias" que él estaba dispuesto a tomarse con tal de poder estar a su lado todo el tiempo. Y como última estocada, se avocó en los preparativos de la guerra con tal interés y ahínco que acabó colaborando en casi todos los detalles.

Después de aquello fue simplemente imposible subsanar sus desavenencias...

- Coincido de principio a fin con tu apreciación - dijo Perséfone - Las facultades que podría conferirle aumentarían su cosmos exponencialmente, haciéndola una buena candidata, pero la afinidad entre nosotras siempre ha sido muy poca por la inconstancia y agresividad de su carácter. Necesito a alguien completamente distinto.

- Naturalmente... Lamento no poder hacerle en este momento una sugerencia sólida para tal empresa, pero sí tengo algunas ideas sobre cómo impedir el acceso al Palacio Blanco a los indeseables, sin importar su cosmos o status.

- Deseo oírlas. Y en cuanto al paladín que requiero, no te preocupes. Yo tampoco tengo un candidato en concreto aún, pero sí una idea de dónde puede comenzar nuestra búsqueda...


Sayaka llevaba cerca de una hora en su oficina. La rodeaban varios expedientes e informes, y se sentía frustrada. Presentía que su conversación con Miho había sido total y absolutamente inútil, que sus palabras serían echadas en saco roto, y que en realidad lo único que había logrado con esa conversación había sido desgastarse, pero su sentido de la ética y del deber le habían dictado que debía de hacer al menos el intento de aconsejarla…

Sabía también que necesitaba concentrarse y hacer lo que debía, pero no lograba enfocarse lo suficiente como para revisar a conciencia las notas más recientes hechas en los historiales clínicos de sus pacientes y mucho menos se sentía lo suficientemente concentrada como para hacer algún cambio en los medicamentos que consumían. Pocas veces en su vida había experimentado un agotamiento físico y mental de tal magnitud, y se preguntó si sería evidencia de sus treinta recién cumplidos, pues por más que lo intentaba, leía y releía las palabras pero sólo una parte de su mente lograba captarlas, y después de apenas un par de párrafos se daba cuenta de que se le estaban escapando algunas cosas, y retrocedía en su lectura.

A ese ritmo le esperaban varias horas en la oficina... pero por terrible que resultara esa perspectiva, se obligó a seguir intentándolo.

Apenas había acabado de leer el último reporte que habían realizado sus colegas sobre la evolución de sus otros pacientes, y ya que confiaba en sus criterios, decidió que su siguiente tarea sería actualizar los expedientes de Shun y de Saga, pero entonces tocaron a su puerta.

La doctora no esperaba ver a su jefe.

- Buenas noches, Dra. Miyamoto.

- Doctor Sato, muy buenas noches.

- Me han informado que envió a los protegidos de la señorita Kido a descansar.

- Sí. Fue una acción preventiva en realidad; Seiya requiere reposo, y los últimos días han sido agotadores para todos ellos. ¿Le parece mal?

- De ningún modo, sabe que confío completamente en su criterio... Lo que me extraña es que siga usted aquí.

Sayaka consultó de inmediato su reloj para revisar si había perdido la noción del tiempo, pero no, su jornada aún no concluía.

- Aún es temprano y estoy muy atrasada con...

- El trabajo puede esperar.

La doctora estaba a punto de rebatir cuando tocaron nuevamente en la puerta abierta, y en el umbral apareció un sonriente hombre japonés que le pareció vagamente familiar.

- Buenas noches, doctora Miyamoto, doctor Sato. Mi nombre es Kobe, soy chofer de la señorita Kido.

- Buenas noches, Kobe - respondió Sayaka - ¿Puedo ayudarle en algo?

- El señor Tokumaru Tatsumi me ha enviado con instrucciones de ponerme a su disposición para llevarla a su hogar.

La psiquiatra dejó ver su desconcierto mientras que su superior permanecía impasible.

- Se lo agradezco mucho, Kobe, pero no es necesario molestarse. Vivo cerca, y además no voy a marcharme aún.

- Mis instrucciones son muy específicas, Doctora. La llevaré cuando desee marcharse; sólo necesito saber si piensa quedarse más de media hora, pues también hay algo que debo entregarle.

La doctora no tenía idea ni la menor idea de qué pensaba entregarle el chofer, pero volteó hacia su escritorio e hizo un estimado.

- Quizás en dos horas, más o menos, pero en verdad no...

- Kobe, ¿nos permitiría un momento, por favor? - intervino el Doctor Sato.

- Por supuesto - contestó el chofer volviendo al pasillo.

- ¿De qué se trata esto? - preguntó Sayaka al ver la expresión complacida de su normalmente serio superior.

- No lo sé.

- ¿Usted tiene algo que ver?

- Le aseguro que no, pero esto demuestra que no soy el único interesado por su bienestar y al que le preocupa que pueda estarse excediendo.

- No estoy excediéndome, sólo busco cumplir con mis deberes, y mis otros pacientes...

- Creí que había sido lo suficientemente claro cuando hablamos hace un par de semanas (4). Puede recibir apoyo y ayuda con sus otros casos, referirlos por completo a sus colegas de ser necesario, pero lo que usted hace con los protegidos de la señorita Kido es una labor en extremo demandante, muy ardua para una sola persona, y la realiza sin más apoyo que el mío, que lamentablemente no poseo conocimientos en su especialidad. Es usted irremplazable, y por tanto debe cuidarse.

- Yo...

- Sus jornadas han sido tan agotadoras como las de ellos, y ya que ha cumplido cabalmente con brindarles atención y contención oportuna, es mi deseo que se retire a descansar.

- Doctor...

- No quisiera hacer de esto una orden, pero lo haré si es necesario. Retírese ya, y mañana no se presente antes de las once.

Sayaka asintió, derrotada por la estrategia conjunta que evidentemente su jefe, Saori o ambos habían planeado, y a cambio el doctor le regaló una gran sonrisa de satisfacción.

- ¿Kobe?

- ¿Sí, Doctor Sato?

- La Doctora Miyamoto está lista para marcharse.

- Excelente.

- Con permiso, que descansen - dijo el Doctor dejando a Sayaka y a Kobe a solas.

La psiquiatra suspiró mientras se quitaba la bata, recogió su chaqueta y su bolso con rapidez, cerró su oficina y siguió a Kobe en silencio después de haberle dado su dirección.

Mientras marchaba por los pasillos con rumbo al estacionamiento, Sayaka aún no lograba definir si se sentía reconfortada o indignada de haber sido prácticamente echada de su oficina, pero tuvo que reconocer que le dolían tanto los pies que tomar el tren como hacía siempre hubiera sido un martirio...

- Dale las gracias a la señorita Saori y al señor Tatsumi de mi parte - dijo ella cuando llegaron al vehículo.

Kobe miró a la doctora con una sonrisa algo extraña, y luego asintió.

- Haré llegar su agradecimiento con todo gusto.

El chofer abrió la puerta para que ella pudiera ingresar, pero mientras ella se instalaba él fue a toda prisa a la cajuela, sacó algo y regresó con la doctora.

- Esto es para usted, Doctora - dijo él poniendo en sus manos una especie de mochila térmica de forma alargada y otra bolsa de forma rectangular, para después sonreírle y cerrar la puerta sin darle siquiera tiempo a preguntar qué era lo que había puesto en sus manos.

Mientras Kobe arrancaba, la psiquiatra examinó con intriga la mochila y encontró que la base era firme, alargada y contaba con cuatro divisiones que contenían distintas bebidas. Descubrió que en una estaba un termo que llevaba té de jazmín caliente, y las otras tres contenían botellas frías: una soda sabor melocotón, un C.C. Lemon y una botella de Pocari Sweat (5).

Una sola de aquellas bebidas hubiera sido un generoso y más que considerado detalle, pues el té y la soda podían brindarle confort y energía, mientras que el propósito de las otras dos era ayudarla a reponerse del cansancio y desgaste, pero enviar las cuatro juntas era casi una exageración.

Después de considerarlo un poco, se decidió por la botella de C.C. Lemon, y luego de tomar en tres tragos la mitad del contenido de la botella plástica, decidió abrir la otra bolsa, sospechando su contenido. Su deducción resultó correcta, pues al abrir la bolsa encontró dentro una bellísima caja de madera lacada color granate que resguardaba un bento (6) repleto de manjares que olían exquisito.

Sayaka no podía estar más sorprendida. La señorita Kido era más que generosa con el salario y las prestaciones que les asignaba, pero nunca había tenido un detalle así...Y ya que hacía mucho tiempo que no comía algo tan exquisito, regresó el bento a la bolsa: una comida así no merecía ser devorada en la parte trasera de un auto, sino ser disfrutada a conciencia.

Sí, decidió aguardar un poco más sabiendo que la espera valdría totalmente la pena.

La noche recién caía sobre Tokio, y se le antojó ideal para tenderse descalza en el sillón con las luces tenues y algo de su música favorita de fondo para disfrutar con calma de cada bocado, permitiéndose poner su mente en blanco para relajarse como no lo había hecho en días...


A lo largo de aquel extraño día de emociones extremas, Dohko se preguntó más de una vez si haber vivido tantísimos años ya le estaba pasando la factura, destruyéndole las neuronas y haciéndole perder el criterio y el buen juicio. Y se lo preguntaba con toda seriedad, porque de otro modo no podía explicarse su proceder con respecto a Lina.

Entendía, por supuesto, que sus hormonas estaban fuera de control, causándole arrebatos que lo llevaban a ser imprudente como no lo había sido ni en su primera juventud. Sabía que su cuerpo reaccionaba así porque su figura agraciada, el precioso tono apiñonado de su piel, el toque preciso de su manos sensuales y atrevidas tenían mucho que ver, sí, pero se repetía una y otra vez que un hombre que había vivido lo que él debería de tener un gobierno firme sobre sus impulsos y sus acciones. Pero todo era verla, y olvidarse del mundo que giraba a su alrededor; todo se reducía a sus ojos verde aceituna, a sus labios, y a ese deseo casi irrefrenable de oírla decir su nombre, y de tocar su piel.

Sólo al separarse recuperaba la cordura y recordaba que necesitaba hablar urgentemente con ella, pues las cosas ya habían llegado demasiado lejos sin que él se hubiera sincerado del todo, y aunque no se arrepentía de ningún modo de su volcánica noche juntos ni de su desfogue clandestino de aquella mañana, sabía que era imperativo aclararle varias cosas, y por eso cuando Marín avisó que Saori les pedía que se retiraran a descansar, él le había enviado a la fisioterapeuta un recado con Oyuki, pidiéndole que se vieran en un café cercano al hospital en cuanto acabara su turno.

Había corrido a la mansión a bañarse y cambiarse, y mientras los demás lo hacían dormido, él salió para acudir puntualmente a su cita.

El lugar era íntimo y de ambiente muy confortable, y se bebió un té verde mientras la esperaba y se deshacía la cabeza tratando de pensar cómo explicarle que llevaba más de dos siglos protegiendo a la Diosa Athena sin que ella lo llamara abusador, pervertido, anciano aprovechado, o peor, que simplemente se alejara de él...

- Hola, guapo. ¿Llevas mucho esperándome? - dijo ella sacándolo de sus pensamientos al aparecer y plantarle un beso en la mejilla.

- No en realidad - respondió él, que se sintió feliz de verla y al mismo tiempo frustrado porque había llegado antes de que hallara una respuesta satisfactoria a su dilema.

- ¿Hay alguna razón especial para que me citaras aquí? - dijo ella mientras se instalaba.

- No, sólo pensé que sería lindo darnos tiempo y espacio para hablar - dijo él, que sólo había atinado a concluir que si se ponían a conversar sobre distintos temas, quizás podría encontrar de forma natural un momento oportuno para sacar el tema de su edad.

- ¿Hablar? No vas a dejarme, ¿o sí? Porque según yo apenas estamos comenzando algo – dijo ella, mitad en broma, mitad muy en serio.

- Nada está más lejos de mis pensamientos que dejarte – dijo él acunando sus manos entre las suyas – es sólo que desde la fiesta todo ha sido muy rápido y muy intenso entre nosotros. No es que me parezca mal, al contrario, pero hay mucho que quiero saber de ti, y que tú tienes que saber de mí.

- Ya. Eso suena bien, aunque si quieres que nos conozcamos mejor podríamos cambiar de locación. Conozco un barcito muy agradable que está dentro de un hotel increíble. Si se trata de conocernos mejor, podemos beber un par de tragos, platicar y luego...

- Suena realmente tentador, pero temo que si vamos a un lugar así, toda la sangre va a huir de mi cerebro y no seré capaz de decirte mi edad.

Ella soltó una carcajada, sin entender cuán importante era que ella supiera cuántos años había vivido en realidad el hombre que la tenía hechizada...

- Es un lugar muy lindo - dijo Lina una vez ambos hubieron ordenado su cena.

- Sí. Aunque lo más importante, claro, es la compañía - dijo él, mirándola directamente a los ojos.

- Empiezo a creer que tienes poderes mágicos, Dohko.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque me pones nerviosa… Tienes algo que no he encontrado en nadie que haya conocido antes.

- Quizás haya una explicación perfectamente lógica para todo...

- Prefiero creer que es magia. Tú magia, y la magia que hacemos juntos - dijo ella tomándole la mano.

Él le sonrió embobado sin saber qué decir, y pensó que era el momento preciso para decirle la verdad, asi que trató de formular la revelación del modo más casual posible.

Quizás algo como "oye, no te lo he dicho, pero hace mucho tiempo, me hicieron un regalo sumamente inusual" podría funcionar...

Lina, sin embargo, pareció percibir el cambio en su ánimo, y antes de que él soltara su frase tomó la iniciativa.

- Oye, escúchame guapo. No tienes por qué ponerte todo serio de repente. Quizás las cosas sí han sido un poco rápidas entre nosotros, pero no es nada malo. Al mundo en que vivimos le falta cierto encanto; las cosas ya no son como antes, no hay caballeros ni romances a la antigua, y es una pena...

- Catalina…

- ... pero también tiene cosas positivas, como la libertad de experimentar sin estar atados o comprometidos. Si sólo quieres pasarlo bien y disfrutar el momento no hay problema, no soy la clase de mujer que presiona para formalizar.

- Quiero más que experimentar - aseveró él sin dudarlo - Tú despiertas en mí algo que pensé que no existía, o que había muerto, y es inmensamente emocionante vivir esto contigo, pero no es lo único que quiero de ti. Quiero conocer tu alma de principio a fin, quiero compartir…

- Dohko, me encanta tu intensidad. Me atrae tu franqueza, y sé que no eres como los demás, que dicen lo que sea con tal de obtener sexo, cosa que es francamente muy sorprendente para tu edad.

- ¿Mi edad? - dijo él sintiendo que el estómago se le hacía nudo nuevamente.

- Bueno, eres muy joven y...

- No lo soy.

- Sí que eres más joven que yo, y entiendo que sería absurdo de mi parte pensar que esto puede ser una relación seria.

- ¿Por qué no? ¿Es que importa tanto la diferencia de edad? O más bien, ¿te importa tanto?

- Mira, lo curioso es que debería de importarme más. ¡Joder, tú apenas y eres legal! Pero la verdad es que no he querido darle demasiada importancia porque tú eres tan sensato, listo y maduro que a veces me parece que la menor soy yo. Y ya que estamos en las confesiones, adoro el modo en el que canalizas toda tu vitalidad en la cama – dijo ella con una picardía que lo hizo sonrojarse.

- Y... ¿habías tenido antes otras relaciones donde existiera una diferencia importante de edad?

- En general no suelo darle demasiada importancia a la edad de mis parejas porque creo que hay otros factores que influyen más en que una pareja funcione, como la personalidad, las metas en común, los ritmos internos… Mi primer novio, por ejemplo, fue en la secundaria. Era un vecinito justo de mi edad, pero ese niño era demasiado formal: tenía alma de señor cincuentón. Apenas empezamos a salir y ya quería que nos casáramos y que tuviéramos hijos, y eso me hizo correr en dirección opuesta. Tenía la ilusión de vivir en uno de esos pueblitos europeos super antiguos que están medio abandonados, y poblarlo con nuestra familia, mientras que yo ya tenía claro que quería viajar y vivir en otros países, ¡no sentarme en una mecedora a leerle historias a nuestros hijitos!

Dohko sintió escalofríos al oírla decir aquello.

Lina había huído de un muchacho de su edad por querer formalizar con ella, horrorizada ante la idea de llevar una vida tranquila. ¿Qué diría si supiera que él era un anciano con pinta adolescente que había llegado a ser muy feliz cuidando niños y contemplando una cascada?

Pero de inmediato se obligó a calmarse. No debía entrar en pánico ni sacar locas conclusiones por un par de comentarios. Catalina era una mujer sumamente especial, y estaba seguro de que podía hacerle ver que juntos eran excepcionales sin importar (o quizás, precisamente, debido a) las diferencias entre ellos. Sólo debía hacérselo ver poco a poco, hasta que no le quedaran dudas…


La Diosa Triple habría podido usar magia para sumir a Seiya en un sueño profundo y persistente, pero ya que los efectos de la maldición estaban mermados más no erradicados por completo, prefirió aguardar a que él se quedara dormido de forma natural, pues deseaba también que tanto Ariadna como Shaka aprovecharan aquel intervalo de espera para recuperarse.

La pitonisa se benefició grandemente de aquellas horas. Se había mostrado abatida cuando Perséfone recién se marchó, pero Hécate le había pedido que le contara todo lo que había hecho para ayudar a Seiya desde el principio de aquella inédita situación, y la joven le había regalado un relato pormenorizado de cada esfuerzo realizado. Para cuando acabó, la joven reconoció que tenía hambre, pues sólo había mordisqueado el alimento que le había llevado Aldebarán horas antes, así que ambas comieron, y después la jovencita volvió a quedarse dormida sin dificultades, obviamente aliviada de estar fuera del alcance de su agresor.

Hécate, en cambio, prefirió meditar sobre las disculpas que le habían ofrecido ambas diosas.

Era innegable que había sido halagador que la propia Athena acudiera a ella y depositara tanta fe en sus habilidades, y ese sentimiento se potenciaba ahora que sabía que le había confiado la salvación del único ser que había logrado conquistar su corazón de doncella. Dicha encomienda le había dado un propósito específico cuando hacía demasiado que no tenía uno, y había resultado revitalizador conocerla a ella y a su Orden.

Y aunque le dolía que la Diosa no hubiera sido completamente transparente, le parecía que las disculpas y el arrepentimiento que le había manifestado sí eran genuinos, y dada su compleja historia, entendía que hubiera decidido acercarse a ella esgrimiendo sólo medias verdades con tal de proteger a su amado de más riesgos...

Las emociones que le generaba Perséfone eran aún más complejas.

Se sentía indignada y herida por no haber sabido mucho antes sobre Stephanos, pero ahí, sentada en un mullido sillón mientras contemplaba cómo la tarde caía sobre Tokio, Hécate pensó mucho en cómo había sido el enlace matrimonial entre el Señor Subterráneo y la Diosa Terrestre, en especial porque era verdad que apenas minutos después de que él la hubiera condenado a transitar interminablemente entre la luz y la obscuridad al desposarla, ella le había sugerido que intentara amarlo...

Hades mismo la había invitado personalmente al enlace, y Hécate, que tuvo la oportunidad de conversar con él antes de la ceremonia, lo encontró ilusionado como nunca. El Señor Sombrío se había expresado con vehemencia y adoración sobre su flamante novia, se mostraba optimista y feliz bajo la luz de la intensa fascinación que experimentaba e incluso, le había confesado estar tan enamorado que había resuelto esperar a que ella diera su consentimiento para consumar el matrimonio, de modo que, a pesar de que habían comenzado del modo más áspero posible, Hécate llegó a vislumbrar que quizás si él lograba expresarle y contagiarla de su sentir, algún día ambos podrían llegar a ser felices juntos.

Con esa esperanza, y animada especialmente por la convicción y dulzura con la que él hizo sus promesas matrimoniales, se atrevió a decirle a Perséfone que había en Hades nobleza y bellezas ocultas que sólo ella podía sacar a relucir y hacer prosperar, y que si lo intentaba tal vez podía encontrar una felicidad inesperada a su lado.

Hécate había podido leer el conflicto en los ojos azules de la Diosa, que en aquel momento no se había atrevido a llevarle la contra o a exigirle que se callara, probablemente debido a la gratitud que sentía por su intervención en las negociaciones para intentar que regresara con Démeter, y al apoyo que le había brindado cuando Hades le había entregado su ajuar de bodas...

Y es que Hades se esforzó por hacer de la ceremonia algo fastuoso, y escogió para su futura esposa un vestido de apariencia sencilla pero exquisita manufactura de la que se encargó la propia Pandora, compuesto de muchas capas de tela relumbrantemente blanca y vaporosa. Sin embargo, cuando Perséfone se presentó ante ellas para mostrarles su apariencia, lo hizo con el rostro enrojecido y a punto de echarse a llorar.

Las Lámpades (7) que estaban presentes y que no habían hecho si no elogiar cómo la delgada cintilla colocada unos dedos debajo del borde inferior de sus pechos y rematada con un pequeño moño remarcaba la delgadez de su cintura, y hablar de la belleza de las pequeñas perlas que formaban los delicados tirantes y lo hermosa que lucía su espalda, se miraron extrañadas entre sí, pero a Hécate no le costó trabajo entender. El vestido era ciertamente primoroso, pero ella misma preferiría usar algo así en la intimidad de sus aposentos y no frente a otros, pues la parte superior de la prenda en realidad sólo cubría la parte frontal del torso de la joven dejando su espalda totalmente desnuda; el escote era muy pronunciado y los pezones apenas y quedaban disimulados por unos estilizados gajos de tela brillante y plisada también muy delgada. Además, la transparencia de la amplia falda debía de hacerla sentir totalmente expuesta, y las telas no le brindaban calor en lo absoluto a la futura novia que no lograba acostumbrarse a vivir en un mundo frío y sin sol.

Pandora se mostró indiferente y hasta un poco ofendida ante la obvia incomodidad de la joven diosa terrestre, y ya que Hécate no había podido ayudarla a volver a su amado y maternal hogar, buscó de inmediato alguna solución. Comprendió que sugerir otro vestido ofendería terriblemente tanto a Hades como a Pandora, pero haciendo gala de inteligencia y diplomacia, le hizo ver a Pandora que no podían permitir que la novia pasara toda la ceremonia tiritando, y que se podía confeccionar una prenda que cubriera su espalda y brazos y que a la vez permitiera que se apreciara la belleza del vestido.

Para regocijo de Perséfone y del suyo propio, ambos aceptaron su sugerencia y Hades pidió a Pandora que realizara una chaqueta muy ajustada de la más brillante seda blanca, con mangas de tanta tela larga y amplia que llegaban hasta debajo de las rodillas de la joven y con extremos ligeramente redondeados que la hacía ver absolutamente majestuosa. La chaqueta cubría por completo la espalda de la joven desde lo más alto de su nuca y hasta su cintura, pero por el frente cubría sólo la parte lateral de sus pechos para luego subir angularmente, ambos lados de la tela acercándose hasta llegar casi a tocarse a la altura del principio de sus clavículas, proporcionando al mismo tiempo calor a su portadora y un elegante marco a la hermosura de sus senos. Los hombros de la chaqueta fueron adornados con flores recreadas en exquisita pedrería (ónix, obsidiana y zafiros negros) que fueron añadidas desde ambos lados del alto cuello para bajar por los hombros y hasta los codos, y el ajuar fue completado con flores de verdad, sus favoritas, que fueron recolectadas la mañana de aquel mismo día de sus jardines terrenales predilectos y que colocaron en sus cabellos y sujetaron a lo largo de su velo, que era tan largo como las mangas de la chaquetilla, y al final de la cola del vestido que no era demasiado larga.

Al verla aparecer con su ajuar nupcial, Hades había sonreído como nunca, y sin embargo, Hécate recordaba la boda como un momento más triste que otra cosa, pues a pesar de su juventud, belleza y gracia, ninguna prenda o afeite podía disimular que la novia estaba triste y se sentía indefensa ante el deseo que el gobernante del Inframundo sentía por ella y que le era imposible ocultar en su intensa mirada, de modo que la abrigadora chaquetilla no bastó para impedir que Perséfone temblara de miedo mientras unían su vida a la de su tío, y su belleza lució irremediablemente disminuida bajo la luz siempre crepuscular del campo de los Asfódelos, donde se efectuó la forzada ceremonia.

Hécate recordó la expresión de absoluto desconsuelo y derrota en el rostro de la recién casada en el que debería de haber sido un día de dicha rebosante, y cómo sus ojos azules, que habían permanecido vacíos y vidriosos la mayor parte de la ceremonia, en un momento dado la habían mirado en silenciosa súplica...

Le había aconsejado que aceptara su destino e intentara encontrar la felicidad, poca o mucha que estuviera a su alcance, para evitarle un mayor sufrimiento y que no cayera en la locura. Pero al recordar aquel día con la información que ahora poseía, le parecía entender que esa tristeza enraizada, ese dolor desgarrador había tenido nombre propio, y que sus palabras en vez de alentarla e infundirle optimismo, debían de haberla desconsolado aún más. Y no le quedó sino preguntarse si le había dicho que intentara ser feliz al lado de su raptor para acallar de algún modo su conciencia pues no había podido lograr su libertad.

¿Habría juzgado con mayor severidad las arrebatadas acciones de Hades de no haber sido tan próxima a él?

¿Aquella amistad había diluido de algún modo su convicción de devolvérsela a Démeter?

¿De haber sabido que Pérsefone amaba a un mortal, habría tenido la sangre fría de sugerirle que intentara ser feliz con el desconocido que se había convertido al mismo tiempo en su marido y carcelero?

¿Podía reprocharle su silencio cuando su postura frente a su rapto había sido de algún modo ambivalente (8), y especialmente cuando Hades habría sido perfectamente capaz de eliminar asentamientos y comunidades enteras de llegar a saber sobre la existencia de Stephanos?

Analítica como era, concluyó que no servía de nada hacerse cuestionamientos tales.

Hades había determinado muchos destinos con su loco proceder, pero ni siquiera los seres divinos podían volver el tiempo atrás.

Determinó mantener su distancia ante ambas Diosas por un tiempo, y confiar en los dictados de su intuición para decidir si era provechoso, adecuado y sensato volver a confiar en ellas. Centraría toda su atención en liberar a Seiya de su maldición, deseando con todas sus fuerzas que, llegado el momento, él tomara una decisión que no causara tragedias ni dolores irreparables...


Ariadna despertó cuando ya había anochecido. Su siesta fue reparadora y pacífica, pues cada vez que el rumbo de sus sueños tomaba direcciones perturbadoras, Hécate había hecho uso de sus facultades para alejar dichas ensoñaciones.

- Dormí demasiado tiempo, lo lamento - dijo la joven incorporándose lentamente.

- No te disculpes, te era necesario - le contestó Hécate - Debes descansar siempre que sea posible; ayudarme no va a ser menos demandante que lo que has estado haciendo estos meses.

- Sí, señora.

- Puedes llamarme Hécate, o Luna Negra, como prefieras. Y alístate. Iré a ver al Caballero Pegaso para asegurarme de que se encuentre bien, y en cuanto llegue el Caballero de Athena, partiremos.

- ¿Qué caballero? – preguntó la joven, su imaginación de inmediato echándose a volar con la posibilidad de que pudiera referirse a Mü.

- Shaka. Me comunicó hace rato que Athena lo designó su emisario, pues considera vital mantener la continuidad de las ofrendas que tú comenzaste, estrechar lazos con Asclepio y expresarle su gratitud.

Ariadna no supo qué decir y eso hizo pensar a Hécate que quizás no deseaba tenerlo cerca debido a la agresión de Radamantys.

- Ariadna, si te molesta su presencia...

- Sólo me toma por sorpresa, pero no tengo inconveniente alguno. Él ha sido siempre muy amable y respetuoso.

- No será el único que nos acompañe, posteriormente se nos unirán otros.

- ¿Otros?

- El sueño del incubante nos reveló que además de varias plantas e ingredientes, serán necesarios algunos sacrificios animales. Algunos caballeros nos ayudarán a recolectar los ingredientes que sean menos accesibles en lo que yo comienzo la preparación, y otros poseen la capacidad de apoyarte para que tú continúes reestableciendo las cualidades curativas del Asclepeion.

- Comprendo – dijo Ariadna tratando de ocultar sus conflictivas emociones, pues anhelaba tanto como temía la cercanía de Mü, que según recordaba sabía al respecto del tema (o así se lo hacía creer la conversación que habían sostenido en el invernadero el día de la fiesta)

- Pero no quiero que te sientas incómoda. Si prefieres mantenerte alejada de ellos, o si alguno te causa molestia, por cualquier razón, sólo necesitas decírmelo.

- Se lo agradezco mucho.

Hécate pudo percibir que Shaka se aproximaba, así que le indicó con una suave sonrisa que terminara de alistarse, y salió luego de la habitación.

- Espero no haberla hecho esperar, Luna Negra - dijo el rubio al verla, que seguía ataviado con la fina tela blanca que Ariadna le había entregado en el Asclepeion y que se había ceñido a modo de túnica.

- Llegas justo a tiempo: me dirijo a ver a Seiya.

- ¿Desea que la acompañe, o aguardo aquí?

- Prefiero que me acompañes. Pero antes quisiera saber cómo te encuentras. ¿Seguiste las instrucciones que te di?

- Sí. No me sentía cansado, pero en cuanto me recosté me quedé dormido.

- Tu hombro se ve muy bien - dijo la Diosa, que gracias a la túnica podía observar con facilidad la piel del rubio, que lucía afortunadamente inmaculada, como si no hubiera sufrido la terrible lesión causada por la Arpía apenas unos días antes - ¿Tu cabeza te ha dado alguna molestia? ¿Has tenido algún mareo, o dolor?

- Me estaba comenzando a incomodar lo brillante que estaba la tarde cuando hablamos hace rato, pero al llegar a mi habitación me apliqué el aceite de lavanda como me lo indicó, y desperté de mi siesta sintiéndome bien.

- La lesión que te inflingiste fue grave - dijo Hécate mientras sus dedos tocaban y recorrían con gran delicadeza la frente y el cuello de Shaka - A pesar de tu prodigiosa recuperación aún hay cierta sensibillidad en la zona, quizás no has descansado lo suficiente... Te repetiré lo que le dije a Ariadna: aprovecha siempre que puedas para reposar en los días venideros, es fundamental para que puedas reponerte del todo.

- Lo haré.

- Vayamos entonces.

- ¿La señorita no va a acompañarnos?

- No.

- Entonces, si me lo permite, me parece el momento oportuno para que hablarle sobre un tema muy delicado que le concierne a ella.

- Te escucho.

- No hay modo sencillo de decirlo, pero me fue inevitable notar que algo grave y de naturaleza violenta le sucedió hace poco. Lo último que busco es averiguar detalles o invadir si privacidad; si lo estoy mencionando es solamente porque me preocupa su bienestar.

Hécate no se extrañó de que el observador Caballero hubiera percibido la desazón y las heridas de la joven, y se sintió complacida en extremo por la consideración y delicadeza con la que expresaba su interés.

- Tu observación, lamentablemente, es correcta... Lo que puedo decirte es que Perséfone, que la ama como si fuera su propia hija, está al tanto y dispuesta a impedir que la dañen de nuevo; es por ese motivo que la ha dejado a mi cargo mientras se elabora el elíxir. Aquí podrá tener oportunidad de recobrarse sin correr peligro.

- Gracias por enterarme de tan atinada decisión. Me quedo mucho más tranquilo sabiéndolo.

- Sé que no necesito pedirte discreción ni gentileza para con ella, pero me encantaría si pudieras darte algo de tiempo para hacerle compañía, y que me participes si te llega a parecer que su tristeza alcanza un grado que pueda ser preocupante o riesgoso.

- Cuente con ello - dijo Shaka.

Conformes, ambos se encaminaron en cómodo silencio rumbo a la habitación de Seiya, y mientras se movían por el recinto, Hécate notó que su acompañante atraía la atención de más de una fémina. Resultaba lógico que resaltara de entre los demás, pues su atavío era completamente distinto a la ropa que solían usar los mortales durante aquellos días, y sobre todo porque ella misma había notado aquella mañana cómo los pliegues que formaba la tela le favorecían al resaltar sus atributos físicos, y que las cintas remarcaban la musculatura de sus brazos y piernas. Pero lo más sobresaliente del hecho, es que él parecía no darle la menor importancia al interés que despertaba en el sexo opuesto, y no pudo sino pensar que en ese aspecto también era muy distinto a sus congéneres, pues a pesar de ser un hombre considerablemente atractivo, no resultaba presuntuoso o engreído...

No hubo tiempo para mayores observaciones, pues al fin habían llegado a la amplia habitación donde habían alojado a Seiya.

Shaka encendió su cosmos apenas un segundo para anunciar su llegada, y muy poco después Ikki y Seika salieron de la habitación.

- ¿Él ya está dormido? - comentó Hécate sin perder tiempo con formalidades y sin preguntar tampoco por la ausencia de Athena...

- Sí, desde hace unas tres horas - explicó Seika.

- Bien. Antes de entrar quisiera hacerte algunas preguntas, pues me han dicho que tú has pasado casi todo el día con él - dijo Hécate sonriéndole a la pelirroja.

- Así es.

- Te pido entonces que medites muy bien antes de contestarme. ¿Pudiste percibir alguna diferencia en su carácter?

- No. No nos habíamos visto en casi nueve años, y el medicamento que le dieron lo mantuvo algo aletargado, pero su personalidad es justo como la recuerdo.

- ¿Ha dicho algo, cualquier cosa, que no tenga sentido para ti, o que parezca incoherente?

- Bueno, me contó muchas cosas que ignoraba sobre el tiempo que estuvimos separados, y de sus amigos, pero todo me pareció lógico.

- ¿Mencionó acaso algún detalle sobre sus días en el Inframundo?

- No. ¿Debería? - dijo Seika, inquietándose ante las preguntas de la Diosa.

- Sólo deseo saber qué tan lúcido se encontraba, pero al parecer todo marcha bien. ¿Su sueño ha sido inquieto?

- No, y eso sí es raro: de niño solía moverse mucho al dormir.

- Gracias por tus respuestas. Quisiera entrar ahora, pero requiero tu colaboración - dijo Hécate sonriéndole.

- Claro.

- Necesito que expongas su herida para que yo pueda verla sin necesidad de tocarlo - explicó Hécate, y Seika de inmediato aceptó - Te pido que si al hacerlo él llega a despertar, o parece inquietarse, busques de inmediato su mirada, y lo tranquilices.

- Entendido.

- Y a ustedes les pido que se queden al pie de la cama - dijo dirigiéndose a Ikki y a Shaka - Guarden silencio y centren toda su atención en la herida, pues deben familiarizarse con su aspecto: es muy importante.

Los tres asintieron aunque no entendían del todo su petición, y siguiendo la indicación de la Diosa, Seika entró primero, después Ikki y Shaka, al último entró Hécate, cuya silueta fue envuelta de un momento a otro por un humo negro que la hacía prácticamente invisible.

La habitación estaba en penumbras, pues Kiyomi había bajado la intensidad de todas las luces cuando se dio cuenta de que Seiya se había quedado dormido mientras ella tomaba registro de sus signos vitales. Seika subió un poco la intensidad y luego fue hacia su hermano para desatar las cintas de la bata que le habían colocado, y descubrió su cuerpo con movimiento pausados y precisos para que Luna Negra pudiera observar la herida, que en ese momento se hallaba solamente protegida por una especie de cubierta transparente que la mantenía sellada y limpia.

Mientras Seika exponía la herida, Hécate no pudo evitar compararlo al muchacho con Hades...

El Señor Sombrío era un hombre en plenitud, vibrante y de facciones majestuosas. El intenso contraste que provocaba su piel blanquísima en oposición a sus cabellos negros y su mirada cerúlea era inquietante, y la perfección de su nariz y los bordes afilados y exquisitamente delineados de su quijada y sus pómulos eran mesmerizantes. Sin embargo, aunque su rostro era bellísimo y armónico, rara vez delataba sus pensamientos o emociones. Su mirada era inclemente e inquisidora, sus cejas parecían tener siempre una ligera tensión que las conducía hacia la glabela (09) y sus labios solían mostrarse en una línea, lo cual lo hacía lucir siempre severo.

Nada era suave o flexible en su personalidad , que si bien era sofisticada era también desconfiada y adusta, ni en su cuerpo de elevada estatura y músculos definidos y alargados, y que poseía la belleza abrumadora de una espada envainada, tan magnífica en su hechura que resultaba atrayente, pero siempre perniciosa por su capacidad y disposición de herir...

En cuanto a Seiya, no sabía qué tanto podía diferir su actual apariencia de la que tenía cuando se llamaba Stephanos, pero suponiendo que fuera muy similar, resultaba diametralmente opuesta a la del Dios, pues su exterior poseía un encanto innato y dúctil, con tanto candor que le hizo pensar que podía deberse a que ninguna de sus encarnaciones había alcanzado la edad adulta...

Su cabellera corta era espesa y parecía tener voluntad propia, pero había una gran armonía tanto en el color de sus ojos, (que recordaba grandes y muy expresivos) su cabello y su piel de apariencia extraordinariamente tersa, que en conjunto hacían pensar en una calidez que sólo puede brindar el sol. No era muy alto y ni especialmente corpulento, pero sabía que sus músculos abombados ocultaban enormes cantidades de fuerza, elasticidad y resistencia. Y le quedó muy claro entonces que aunque su apariencia no era tan remarcable como la de Hades, la hermosura de su ser sí era inmensa, y la que seguramente había ganado el afecto de las Diosas cuya vida y existencia estaba íntimamente ligada con el bienestar de la tierra, porque la ayuda que había recibido por parte de Ariadna y Perséfone sin duda había sido oportuna y adecuada, pero lo único que podía contrarrestar los efectos de su maldición con tanta efectividad y por tanto tiempo eran una vitalidad, una capacidad para amar y para ser feliz de proporciones volcánicas.

Al encontrarlo en el Jardín del Palacio Blanco había podido percibir en él desenfado, espontaneidad y una gran osadía que no llegaba a ser insolencia. A pesar de haber vencido incluso a seres divinos en más de una ocasión, no era arrogante, al contrario: se le translucía una dulzura y ternuras que resultaban casi incongruentes con un guerrero tan fuerte y experimentado. Si había podido conservar esas cualidades después de muchas vidas cortas y trágicamente esforzadas, no imaginaba cómo podía haber sido en esa primera encarnación, cuando en su alma sólo había luz limpia a raudales, cuando no cargaba el peso de los horrores de la batalla...

Si Hades personificaba la belleza dura, labrada y fría de un arma, Seiya la hizo pensar en un campo siempre verde o en una rosa en flor, pues su atractivo era natural y efímero pero imposible de ignorar.

En él todo eran promesas fragantes, suavidad e inocencia...

Pensándolo así, debía de haber hecho una hermosa pareja con la joven Diosa de la Primavera.

Pero también era el digno vencedor que había logrado capturar el corazón de la Diosa de la Sabiduría...

Seika le indicó con un gesto que la herida al fin estaba completamente expuesta, de modo que Hécate se acercó despacio para mirar lo más de cerca que fuera posible pero sin tocarlo. Para su tranquilidad, la piel alrededor de la herida no había variado y tenía una apariencia uniforme. Y tanto el color que emanaba desde su ombligo como el de su aura lucían iguales.

Seika pudo escuchar con toda claridad en su mente la voz de la Diosa indicándole que cubriera de nuevo la herida con todo el esmero posible y procedió a hacerlo, pero estaba terminando de reacomodar su bata cuando se escuchó que Seiya tomaba aire con más fuerza, rompiendo el patrón de su respiración que había sido uniforme y acompasada. Todos se quedaron quietos mientras Seiya movía suavemente su cabeza hacía donde estaba Shaka y entreabría los ojos.

Una de las tenues luces de la habitación iluminaba directamente hacia sus ojos azules, y al ver un destello de esas orbes, y de cabellos rubios, lo acometió una sacudida de recuerdos, en los que una palabra se impuso por sobre todas las otras.

- Asmita...

- Shhh - dijo Seika tomando con suavidad su rostro para obligarlo a mirarla - Todo está bien, Seiya. Duerme, anda.

Él alcanzó a distinguir vagamente el rostro de Seika y cerró los ojos sonriendo mientras los demás retrocedían lo más silenciosamente que les era posible y hasta alcanzar la puerta.

Seika se apresuró a terminar de acomodar su bata y arroparlo, y luego todos salieron de la habitación en silencio.

- ¿Qué es Asmita? - preguntó Seika de inmediato.

- No es un qué, sino un quién - explicó Shaka - Ese era el nombre que me asignaron en mi vida anterior.

Ikki y Seika miraron asombrados al Caballero de Virgo.

- ¿Qué tanto recuerdas de tu vida pasada? - preguntó Hécate, a la que no le extrañaba mucho pues él mismo le había contado sobre el elevado nivel de iluminación que había alcanzado en varias de sus otras vidas.

- A veces vienen a mí destellos con cierta información, palabras o imágenes.

- ¿Entonces tú y mi hermano se conocieron en su vida anterior? - preguntó Seika.

- Sí. Cuando lo oí nombrarme, lo recordé.

- ¿Eran amigos? - siguió la pelirroja.

- No en realidad. Ambos éramos Caballeros de Athena. Cuando luchaba por detener a los espectros de Hades él estaba presente, y fue testigo de mi muerte.

- ¿Él te había dicho antes que recordaba ese encuentro entre ustedes? - le preguntó Hécate.

- No. Él y yo apenas y nos tratamos antes de que la Guerra contra Hades comenzara.

- ¿Qué hay de ti? - dijo Hécate dirigiéndose a Ikki - ¿Sabes si recuerda que se vieron en el Inframundo?

- No. Nuestro encuentro fue muy breve, porque mi hermano fue utilizado por Hades como recipiente, y cuando lo vio se descolocó de inmediato pensando que aún albergaba su alma; no hubo oportunidad de que me dijera nada.

- ¿Qué está pasando? ¿Algo va mal con él? - preguntó Seika.

- No. Me sigue sorprendiendo su resistencia: el deterioro que encuentro en él es mínimo. Sin embargo, no deben olvidar que la maldición sólo está ralentizada, por eso les pido que mientras nosotros nos hacemos cargo del elíxir, ustedes revisen su herida diariamente y estén pendientes de si llega a presentar algún cambio.

- ¿Qué clase de cambio? - preguntó Ikki.

- Si los bordes cambian de color o se ven enrojecidos, si la herida parece hacerse más grande, se reabre o vuelve a sangrar... Pero también es importante que vigilen y analicen cómo se comporta porque también podría verse afectado en ese aspecto.

- ¿En su personalidad?

- Así es, Seika, por eso te hice esas preguntas antes de entrar. Está muy bien ahora pero no estoy segura de lo que pueda suceder en los días venideros, porque hay muchos factores a considerar. En vez de reposar o pagar culpas, su alma siguió un camino desconocido, acumuló vivencias en un plano al que no suele acceder nadie vivo e incluso recuperó recuerdos de vidas pasadas para luego regresar a su cuerpo agonizante. La situación es inusitada, pero creo que el veneno puede interferir transtocando esas, o todas sus experiencias, alterar su percepción de la realidad, fragmentar su sentido de sí mismo o incluso cambiar su carácter. Por eso, aquellos de ustedes que le conozcan mejor deben estar muy cerca para tratar de advertir algún cambio, porque ya sea algo sutil o súbito, sería de cuidado.

- Indicaría de que la maldición está cobrando fuerza, ¿no? - dijo Ikki.

- Así es. Si hace o dice cosas que no logran comprender o tiene visiones de alguna clase, deben avisarme a mí o a Ariadna para que tomemos las medidas necesarias para evitar que sufra algún daño permanente.

- ¿Qué hay de Angelo? - dijo Shaka - Él ayudó a devolverlo a la vida y me parece que eso estableció alguna especie de conexión entre ellos. ¿Podría ser que él pueda percibir más fácilmente si algo cambia en Seiya?

- Es posible, me alegra que lo menciones. Sería ideal si él también pudiera venir y visitarlo con frecuencia. Si quedó alguna especie de huella del espíritu de Seiya en él, podría sentir, más que ver, algún cambio negativo, creo... de cualquier modo sería de ayuda.

Seika sintió miedo al oír las palabras de la Diosa, y buscó refugio en la mano de Ikki, que no dudó en tratar de infundirle consuelo.

- No te alarmes - dijo Hécate sonriéndole a la jovencita - Nos esforzaremos en tener el elíxir listo antes de que el veneno cause estragos desmesurados o irreparables. Además, veo que eres una sanadora innata. Tu presencia y compañía le harán mucho bien...

Seika logró asentir y darle una pequeña sonrisa a la Diosa.

- Ya debemos partir - le indicó a Shaka que asintió con suavidad - Nos veremos pronto.

La Diosa dio la media vuelta y se marchó seguida por Shaka, y aunque Seika no dijo nada, Ikki pudo percibir lo tensa que estaba, y por eso se atrevió a buscar su mirada.

- ¿Estás bien?

- Sólo quiero que se recupere por completo y que pueda ser feliz.

- Todos haremos hasta lo imposible para que así sea - dijo Ikki con tanta convicción que Seika no pudo sino sonreírle, y lo abrazó.

Y la caricia fue tan sincera y tan cálida que Ikki se permitió relajarse, sintiendo que ella lo confortaba a él tanto como él buscaba confortarla a ella.

Ella se separó de él después de un buen rato, y luego ambos regresaron al interior de la habitación, mientras que Hécate le hacía saber a Ariadna que había llegado el momento de que retornaran al Valle de Hierón...


Saori estaba decidida a quedarse en el hospital hasta que Seiya recibiera la visita de Hécate, pero cuando Seika volvió al hospital le rogó que se marchara a descansar, asegurándole que si la Diosa Nocturna observaba algo distinto o grave, ella misma le notificaría, y Saori terminó por aceptar a modo de reiterarle a ambas su confianza, así que se despidió de Seika y de Ikki con un abrazo y se marchó.

Mientras la conducían a casa, recibió un mensaje en su celular. Era de Julián, que le hacía saber que Thetis y él dejaban el castigo de Iris en sus manos, con la única petición de que la mensajera divina no volviera acercarse a la Sirena.

Saori le contestó brevemente y sonriendo. Decidir sobre el futuro de la mensajera olímpica no resultaría sencillo de ningún modo, pero saber que ya no tendría la presión de Julián pidiendo constantemente su cabeza era suficiente para darle un cierto alivio.

Cuando llegó a la mansión ordenó que le llevaran algo para cenar, le dio instrucciones a Tatsumi sobre algunos pendientes y para el desayuno del día siguiente, y luego se encerró en el despacho de su abuelo para sentarse frente a la computadora. Hizo varias búsquedas, estuvo leyendo un muy buen rato, hizo algunas llamadas y redactó correos electrónicos.

Para cuando se levantó de su asiento, un par de horas después, la Fundación Kido estaba en camino de hacer una muy generosa aportación a un ambicioso proyecto de restauración y cuidado a templos, monumentos y espacios arquitectónicos clásicos griegos, que además tenía como prioridad que el turismo en esas zonas fuera controlado y sustentable.

El proyecto llevaba un buen tiempo en marcha, pero durante los últimos meses había ido desacelerándose hasta quedar detenido debido a problemas económicos, de modo que la inyección de capital que la fundación Kido podía aportar resultaría un regalo caído del cielo. La intervención de los expertos no podría llevarse a cabo de forma inmediata, por lo que era prácticamente un hecho que Seiya requeriría de la magia del Asclepeion antes de que pudieran hacer algo por el lugar, pero Saori decidió apoyar al proyecto de todos modos para demostrarle su gratitud al Dios de la Medicina por su generosa intervención.

Luego, había empezado una intensa búsqueda para hallar a un artista especializado en escultura pues deseaba comisionar la elaboración de dos estatuas y deseaba que esos trabajos comenzaran de inmediato. Supo a través de las redes de algunos candidatos que parecían ser idóneos para la tarea y estaba terminando de redactar un correo a uno de los artistas cuando Seika le notificó que Hécate ya había hecho su visita, que había encontrado a Seiya en excelentes condiciones y se había marchado, así que como última tarea, la joven Kido investigó e hizo arreglos para rentar una propiedad cercana al Valle Hierón, que si bien no poseía los lujos que podía ofrecerles en Japón, serviría perfectamente para que Hécate, Ariadna, Shaka y el resto de la comitiva que los acompañara pudieran descansar, comer y bañarse con toda comodidad.

Apagó la computadora con la vista muy fatigada (pues sus ojos estaban muy sensibles después de tantas noches de mal dormir) pero satisfecha por lo que había logrado en aquel par de horas, y se encaminó a su recámara sin considerar siquiera el ofrecimiento que le había hecho Shiryu justo antes de abandonar la habitación de Seiya en el hospital, y que le había recordado enfáticamente que podía acudir a él en cualquier momento si deseaba hablar.

Pero ella no necesitaba consuelo, sino poner orden en sus ideas y fijar rumbo, porque al día siguiente sus caballeros le demandarían respuestas y ella debía de ofrecérselas, de modo que entró a su alcoba y fue directo a la habitación de baño. Y mientras se duchaba con movimientos mecánicos y eficientes, se dedicó a meditar en qué hacer con respecto a Hera.

La consorte de su padre siempre había sido impredecible, y si se decidía a actuar podía ser una amenaza aún más grande que el veneno que afectaba a Seiya. Sí, Hera le había dado su palabra de que guardaría el secreto, pero no podía quedarse sentada esperando y deseando simplemente a que cumpliera; Hécate tenía la razón al decir que Perséfone y ella debían de colaborar también para alejarlo de sus garras.

Y como muy probablemente sería necesario que se reunieran a discutirlo, quería llegar con propuestas.

Sabía que Athena como Diosa de la Justicia había usado muy pocas veces los juegos mentales, las mentiras y la manipulación como parte de sus estrategias, pero no descartaba la posibilidad de hacer uso de ellos, no cuando Hera albergaba tanta maldad en su corazón y cuando Seiya merecía ser libre y poder vivir en paz.

Y tenía claro que el caracter firme, aguerrido y receloso de Hera hacía casi imposible que la engañaran, pero Iris, la persona más cercana a ella después de sus hijos y su padre, poseía rasgos divinos pero status inferior, y podía resultar muchísimo más influenciable, especialmente ahora que la relación entre ellas estaba quizás en su punto más crítico, que la transgresión que había cometido al atacar a Thetis la ponía en una posición de gran vulnerabilidad y que la tenían justo en su poder, así que era evidente que la mensajera era una pieza clave para lograr contener, manejar e incluso anular a la Diosa.

Una posibilidad era la de acrecentar la ruptura socavando aún más la confianza que Hera le tenía, y eso podía hacerse obligando a la mensajera a dar más pasos en falso, lo cual podía resultar fácil justo ahora que parecía estar dispuesta a cualquier cosa con tal de recuperar la protección de su ama. Si le proporcionaban información aparentemente valiosa pero que resultara falsa para que se la llevara a Hera, podía ganarse su antipatía. La temperamental Diosa no era tolerante ni comprensiva con aquellos que le fallaban y podía conducirla a perderle por completo la confianza, lo cuál terminaría por dejarla aislada y prácticamente sin aliados pues su orgullo, vanidad y malas relaciones con otros Olímpicos le impedían dejar su hogar para hacerse cargo de sus asuntos...

Otra posibilidad era la de mantenerlas separadas convenciendo a Iris de que Hera se negaba a recibirla y protegerla, lo cual podía resultar relativamente fácil dadas las circunstancias y el comportamiento habitual de Hera. Iris le había entregado su lealtad entera muchísimo tiempo atrás, pero Saori siempre había pensado que eso no se debía a que Hera fuera especialmente gentil con ella, sino a la costumbre y al temor que ella le inspiraba. Si estaba en lo correcto, se podía intentar cambiar su perspectiva, pero debían proceder sutilmente y con inteligencia, porque ganar su confianza cuando conocía tan intímamente los secretos y las rencillas de Hera contra los demás Dioses, podía significar el hacerse de una aliada invaluable de ser necesaria una confrontación.

Y si para ponerla de su lado llegaba a ser necesario hacerle saber que sólo se había librado de un castigo terrible por parte de Poseidón gracias a su intervención, lo haría sin remordimientos.

Saori terminó de vestirse y se acomodó entre las sábanas de su cama, satisfecha de haber delineado un par de propuestas para cuando hablara nuevamente sobre Hécate. Pero entonces pensó que si ella conocía poco a Iris, las Diosas del Inframundo debían de haberla tratado mucho menos. Y para determinar si alguna de sus estrategias tenía posibilidades o no, resultaba imperioso conocer más a fondo a la mensajera, saber qué tan incondicional era, qué tanto la había afectado su estadía en Cabo Sunion, si tenía algún punto débil en su psique, si el miedo hacia Poseidón y la desesperación de sentirse abandonada por la única persona a la que le había sido fiel podían ser tan fuertes como para convertirse en rencor y adversión.

O si a pesar de todo, su fidelidad para con la Señora del Olimpo era indestructible...

Definitivamente debía aproximarse a ella con mucha cautela y considerando como punto de partida que era imposible confiar en ella hasta que diera alguna muestra verdaderamente digna de lo contrario, por lo que resultaba indispensable mantenerla bien vigilada.

Saori se permitió finalmente dormir cuando se hubo resuelto; a la mañana siguiente daría la orden de liberar a Iris de Cabo Sunion para que la trajeran a Japón y pudieran reunirse a tener una muy importante conversación.


Hola holaaaaa, aquí les dejo el bonito breviario cultural de este capi

1- Planteo esto usando la misma lógica de cómo Seiya y los chicos de Bronce tienen sus armaduras pero en ciertos momentos y circunstancias pueden usar armaduras Doradas e incluso heredarlas eventualmente (aunque Perséfone se decida por otros planes).

2- Como ya saben, Kurumada estableció su propio canon en cuanto al orden y tareas para los Espectros, Jueces y Dioses del Inframundo, y varios de ellos tienen nombres mitológicos y comparten coincidencias pero no son personajes con las mismas características. En el caso de los Jueces, para Kuru son solo soldados que sirven a los propósitos bélicos de Hades, pero yo sí los puse a chambear, jajaja, pues según la mitología Wywern, Griffon y Garuda se ocupan de juzgar almas y eso no lo vemos jamás en el anime, así que aproveché que deben de chambear para colar a Lune a esta historia. ¡Bienvenido, Lune!

3- La Pandora mitológica trae la desgracia al mundo pero hay varias versiones sobre su origen, y sobre lo que pasa luego con ella. La Pandora de Kuru es la mano derecha de Hades pero sin tener una armadura o poderes en sí. Mi versión de Pandora en este fic es humana, posee los atributos de la seducción, un carácter inconstante y habilidades en el telar y artes similares, y por lanzar el mal al mundo de los mortales acaba en el Inframundo, donde Hades termina "adoptándola" como hermanita menor, y en vez de hacerla inmortal, la hace reencarnar en otras humanas para que pueda seguir ayudándolo en su misión de querer posesionarse de la tierra.

4- En el próximo capítulo de Líneas Paralelas dedicado a Kanon podrán ver el momento al que hace alusión el doctor Sato: es una escena donde Sayaka se acerca a él y le confiesa sus inseguridades y su preocupación por no lograr ayudar a Kanon, a lo que él responde reiterándole su voto de confianza y alentándola a seguir adelante.

5- Las tres bebidas a las que hago mención son populares en Japón, la primera es una soda con un sabor ligeramente exótico para nosotros los occidentales (tienen unos aún más raros, ja), la segunda contiene una gran proporción de vitamina C, lo cual ayuda a reponerse y a subir sus defensas inmunológicas, y la tercera está pensada para contribuir a que las personas se repongan después de haber tenido un fuerte desgaste por practicar un deporte, por ejemplo.

6- El bento es el almuerzo que los japoneses compran o se preparan para ingerir sus alimentos fuera de casa. Los hay de toda clase y precio, desde los caseros hechos por la esposa o la mamá, los que se compran en una máquina y hasta llegar a unos que se preparan en tiendas a todo lujo y que vienen en cajas de madera muy hermosas. Generalmente contienen arroz, verduras preparadas de distintas maneras, proteína al gusto e incluso un postre, de modo que resultan una comida muy completa y balanceada.

7- Las ninfas son mujeres divinas y jóvenes cuya existencia suele estar asociada con ciertos lugares naturales, como mares, lagos, montañas, y que reciben una clasificación distinta según su hábitat. El Inframundo tiene su propia categoría de ninfas a las que se llama genéricamente Lámpades, y que se subdividen en otras categorías según la parte específica del Inframundo que habitan.

8- Según la mitología Hécate es a la vez una Diosa generosa y terrible. Por supuesto que yo la amo pero es mi deber atender a los relatos que la señalan como muy afín a Hades aunque intenta ayudar a Perséfone a volver con su mamá, y por eso agregué esas reflexiones donde ella se cuestiona su papel en todo el asunto del rapto, aunque claro que no es su culpa que el otro se robara a Perséfone sin haberla invitado mínimo a una cita antes de decidir que la quería de mujer, ¡jum!

9. Glabela es la región del rostro que está justo en medio de las cejas y arriba de la nariz.

Bueno, ya acabado el simpático breviario, me voy dejándoles un avancito del 62, avisando que vienen confesiones, confusiones, pláticas harto intensas y visitas sorpresa. Ahhh, y si leen Líneas, están muy cerca dos capítulos de Kanon donde se detalla qué sucedió justo después de que Julián quiso ahorcarlo en su cama de hospital...

¡Nos estamos leyendo muy pronto, mil gracias por todo!

Con todo mi amor,

F.


- Sé que eres tú. No tienes que esconderte, no conmigo.

- Muy poco son capaces de mirarme tal cual soy... Me han llamado terrible, y en verdad puedo serlo.

- He estado frente a encarnaciones del mal; tú eres diferente a ellos. No temo de ti - respondió él acunando su cara - Tienes una belleza única y extraordinaria, inusual, pero jamás te llamaría terrible.

- ¿Cómo me llamarías?

- Perfecta.

Y cuando lo dijo no había duda alguna en su rostro, sólo sinceridad.

Y entonces ella cambió. Y mientras un humo rosado envolvía su cuerpo, él se tendía sobre la roca, paciente, callado, decidido.

Y él suspiró cuando Hécate comenzó a recorrer su cuerpo, aunque no estuviera empleando su forma humana. Lo recorría transfigurada en una serpiente blanca, y como tal, ella podía detectar cómo la temperatura del cuerpo del rubio comenzaba a incrementarse, y cómo su vientre se convertía en una fuente de calor irresistible. Con cada escama podía sentirlo vibrar, y aunque él comenzaba a emitir un gemido muy bajo y casi inaudible mientras continuaba su recorrido, ella podía sentirlo estremecerse.

Con la lengua podía saborear su aroma, y percibir cómo la caricia lenta pero imparable que su cuerpo bífido revolucionaba todo su interior; aunque él no había emitido una sóla palabra, y sin necesidad de tocar su hombría rígida y enardecida, ella podía oler cómo su cuerpo entero anunciaba la enorme atracción que sentía por ella, y supo que estaba más que dispuesto para realizar un acoplamiento sexual...