Capítulo 10

El tiempo pasó más rápido de lo esperado y, cuando quiso darse cuenta, septiembre había llegado junto la vuelta al trabajo. Sería la primera vez que Vivio estaría en una escuela y estaba muy entusiasmada. Al principio estaba algo asustada, pero su Fate-mama estaría allí, así que nada malo podía pasarle. Himeko trató de hablar con ella en innumerables veces, pero ella se negó a hacerlo. Sin embargo, le permitió que siguiera viendo a Vivio. La niña la extrañaba y ella no quería cometer el mismo error que sus madres en el pasado. Ya cometió ese error el día del cumpleaños de su hija y se arrepintió enormemente. Con una vez era suficiente. Con Chikane tampoco volvió a hablar. Nanoha era otra historia. Desde aquella noche en la que le confesó que la quería, había estado dejándole un mensaje diario en su buzón. A veces eran mensajes muy tiernos, otras veces ardientes y en otras ocasiones la citaba en algún lugar. La chica realmente se estaba esforzando y habló muy en serio cuando dijo que no se rendiría. A pesar de sus constantes negativas, ella seguía intentándolo. Quizás había llegado el momento de dar un paso adelante. Su cuerpo tembló. No. No podía hacer eso por mucho que le gustara Nanoha. Le aterraba la sola idea de que la usara. Miró la tarjeta que había dejado en el buzón. "Os espero a las 6 p.m. en el parque donde te besé por primera vez. Voy a sorprenderos hoy. En especial, a ti, honey. Prepárate porque hoy será el día…" Sonrió. Desde aquella noche, a veces la llamaba honey de una manera tan sensual que casi era irresistible. Guardó la tarjeta y se marchó junto a Vivio a la escuela.

Nanoha estaba guardando sus cosas en su taquilla cuando su amiga y compañera, irrumpió en los vestuarios. Se sentó en el banco y la miró. Nanoha alzó una ceja e hizo una pregunta muda, pero la castaña no dijo nada. La cobriza cerró su taquilla y se sentó a su lado.

- ¿Qué ocurre, Hayate-chan? –preguntó suavemente.

- Desde que dejaste a Tiida-kun estás más feliz. Me alegro de que lo hicieras, Nanoha-chan. –le sonrió.

- Tú tenías razón. No podía seguir así. Desde que acepté la realidad me siento más relajada y contenta.

- ¿Y eso no se debe en parte también a la sexy rubia a la que estás flirteando?

- ¡Hayate-chan! –se sonrojó furiosamente– Pero lo cierto es que sí. –sonrió– Me gusta estar con ella. Hoy la he invitado al parque de atracciones, aunque ella no lo sabe. –rió levemente– Tengo que volver a casa para ducharme y prepararme. Voy a usar mi mejor arma. –le guiñó un ojo.

- ¡Oh, cielos! ¡Vas realmente en serio! –se sorprendió.

- Completamente. La quiero, Hayate-chan. Por fin he encontrado a mi persona especial y no pienso dejarla escapar. Ella merece la pena y voy a poner toda mi carne en el asador.

- Buena suerte, Nanoha-chan. Te veo el lunes. –se puso en pie y, tras darle un abrazo, se marchó.

Nanoha estaba ya lista para salir de su apartamento. Se miró una última vez en el espejo. A ella no le gustaba usar maquillaje porque siempre pensó que quien la quisiera de verdad, lo haría sin importar su belleza exterior, pero quería dejar a Fate sin aliento, así que se maquilló levemente. Hoy quería ir un paso más allá y volver a declararse. Habían pasado casi dos meses desde aquel día y quería hacerle saber que seguiría sin rendirse. Tomó las llaves y abrió la puerta. Fue hasta su auto y se subió, poniendo rumbo hacia el parque. Al llegar, los nervios comenzaron a aparecer. Llegó al lugar donde la citó y aguardó por su llegada, aunque la persona que llegó no era la esperada.

- Hola, preciosa. –la cobriza se estremeció.

- Tiida-kun… ¿Qué… qué haces aquí? –preguntó nerviosa.

- Estaba haciendo algo de ejercicio y te he visto. ¿Y tú? ¿Tienes una cita? –la miró de arriba abajo y la oji lavanda se incomodó ante esa mirada.

- ¡Nanoha! –se escuchó una voz infantil que la cobriza reconoció de inmediato y una inmensa y brillante sonrisa se instaló en su rostro.

- ¡Vivio! –la llamó con especial contento mientras la cargaba en brazos y le daba un apretado abrazo– Pero mírate, estás guapísima, corazón. –la niña sonrió– ¡Hola, Fate-chan! –la saludó con dulzura y alegría.

- Hola. –dijo escuetamente– Vamos, Vivio. –cargó a su hija– Nanoha está ocupada. –a la cobriza le dolió ese comentario– Vamos a pasear. –la niña asintió– Sentimos la interrupción.

- ¿Fate-chan? –la detuvo– Mi auto está por allá. Vamos. –tomó su mano y entrelazó sus dedos, regalándole una preciosa sonrisa.

- ¿Nanoha? ¿Tienes una cita con ella? –preguntó sorprendido.

- Sí. –miró a la rubia con cariño y ésta se sorprendió ante su respuesta– Estoy enamorada de ella.

- Nanoha… –murmuró la rubia.

- Ya te lo dije, Fate-chan… La otra vez fui una completa idiota por callarme frente a ti. –miró al castaño frente a ella– La vez que nos viste en este parque, la besé porque quise. La quiero, Tiida-kun. –para su sorpresa, el chico sonrió.

- Me alegro por ti, Nanoha. A mí jamás me regalaste una sonrisa como se la has dado a ella. Yo sabía que no eras feliz conmigo, aunque lo intenté. –entristeció– Sin embargo, no sabía que se debía a que te gustan… bueno, las mujeres.

- Lo siento, Tiida-kun. –el chico negó.

- ¿Me la presentas? –ambas chicas se miraron.

- Tiida-kun, ella es Fate T. Harlaown… –miró a la rubia– El verdadero amor de mi vida. –sus ojos brillaron y la rubia se perdió en ellos– Fate-chan, él es Tiida Lanster… –se calló sin saber cómo continuar.

- Un viejo amigo. Mucho gusto. –estrecharon sus manos– Bueno, no os quito más tiempo. Me alegró verte, Nanoha. Que tengáis diversión. –se despidió.

- Muy bien. Vámonos. –habló entusiasmada la cobriza jalando de las dos rubias.

- Nanoha… –inesperadamente la abrazó– No debiste… –la interrumpió.

- Sí debía, Fate-chan. Ya no me importa lo que la gente diga siempre y cuando pueda estar a tu lado. –le dio un beso en su mejilla– ¿Vamos? –ofreció su mano y la aceptó.

Desde el día en el que Fate las echó de su casa, Chikane se dedicó a Himeko. Agradecía que el trabajo la mantuviera ocupada para no pensar, pero en los momentos que no trabajaba, Himeko se hundía y lloraba desconsoladamente. Si seguía así, caería en una depresión. No podía permitir que eso ocurriera. En el hospital ya se rumoreaba sobre ellas, aunque no prestaban atención. Sólo hubo una vez que no pudo controlarse porque una médico residente comenzó a decir que la rubia había conseguido el puesto a base de tener sexo con la directora. Ese tipo de comentarios eran los que quería evitar con Himeko, así que tuvo que tomar cartas en el asunto.

Flashback

Caminó furiosamente por los pasillos hasta llegar a la sala de reuniones donde había convocado a todo el personal a excepción de Himeko. Su carácter amable fue dejado a un lado y, fulminando con la mirada a todos, proyectó el curriculum de la rubia.

- Es la primera y última vez que hago algo así. No le debo explicaciones a nadie, mucho menos de mi vida privada. Si alguien siente que no está siendo tratado como se debe, es libre de irse. La señorita Kurusugawa está aquí por su enorme valía. Como podéis ver en su curriculum, posee una amplia experiencia, reputación y méritos reconocidos. –fulminó con la mirada a la peli azul de ojos verdes que inició el rumor– Lo que yo haga en mi tiempo libre y con quien, es asunto mío. No quiero volver a escuchar rumores falsos. Si vuelve a pasar u oigo sobre algún incidente por las escaleras, tomaré las medidas oportunas. –tal como entró en la sala, salió.

Fin Flashback

Ya habían terminado su turno y se estaban cambiando para marcharse. Himeko suspiró con tristeza. Había perdido también algo de peso. No tener noticias de su prima le estaba pasando factura. Las únicas noticias que tenía eran gracias a su amiga Nanoha y a Vivio. Echaba de menos pasar también más tiempo con su sobrina. Chikane se acercó a ella y la abrazó por la espalda antes de dejarle un tierno beso en su hombro.

- Lo siento, Chikane-chan. –la ojiazul negó.

- No, no te disculpes, Himeko. Entiendo perfectamente cómo te sientes. –la apretó un poco más contra su cuerpo– Himeko, ¿me acompañarías a un lugar antes de volver a casa? –la rubia asintió, era lo menos que podía hacer por la peli azul– Muy bien, pues vámonos, mi amor. –le susurró antes de darle un beso en la mejilla.

- Chikane-chan… –la llamó sonrojada.

Vivio dio un enorme grito de felicidad al ver el parque de atracciones que había frente a ella. Fate miró a la cobriza y le agradeció que las llevara hasta allí, pues a ambas les gustaba ese lugar. Nanoha arrastró a las dos rubias hacia el interior y las llevó a las atracciones en las que Vivio pudiera subir. El ver a madre e hija sonreír de esa manera, provocaba un intenso aleteo en el corazón de la cobriza. Fueron a un juego donde con una caña de pescar, tenían que atrapar patitos de goma. Cada patito tenía una puntuación en la parte inferior. Cuantos más puntos obtenías, mayor era el premio. Vivio estaba realmente extasiada. Era la primera vez que hacía algo así. Fate la ayudó a sujetar la pequeña caña y atraparon los patitos. Su hija no dejó de reír cada vez que se les escapaba uno. Cuando atraparon los diez patitos, sumaron los puntos y se sorprendieron. Habían obtenido una alta puntuación y Vivio eligió un enorme oso de peluche. Después de eso, fueron a otro juego al que Nanoha quería jugar. Quería conseguirle otro osito a Fate. Necesitaba hacerlo. Había diferentes objetos colocados a diferentes alturas. Con unas bolas, tenía que dejar caer el objeto que deseaba obtener. Tenía tres oportunidades. Si lo hacía bien, podría conseguirle también otro juguete a Vivio. Lanzó la primera bola y falló por muy poco. Miró a las dos rubias que la estaban animando con mucho ímpetu. Sonrió. Volvió a centrarse en el juego y lanzó la segunda bola, dando de pleno en el osito que quería regalarle a Fate. Dio un saltito de felicidad. Ahora debía conseguir el otro. Estaba completamente concentrada y se disponía a lanzar cuando una voz muy conocida la distrajo, provocando que el lanzamiento se desviara, golpeara el estante de madera y rebotara, dándole al hombre que la llamó en la cabeza.

- ¡Ay, mi madre! –exclamó corriendo hacia el castaño hombre– ¡Lo siento! –se disculpó nerviosa– ¿Estás bien?

- Oh, tranquila. Tiene la cabeza dura. –rió la señora a su lado– Shiro, ¿estás bien?

- Sí, estoy bien. Nunca pensé que me saludarías de esa forma. –acabó riendo.

- ¡Papá! –exclamó avergonzada– Lo siento, pero ¡debiste haber esperado a que lanzara antes de llamarme! Mou, papá. No pude conseguirle un peluche a Vivio.

- ¿Vivio? –preguntaron ambos a la vez y todos se voltearon a ver a las dos rubias que se habían quedado a un lado.

- Fate-chan, ¿podrías acercarte? –la oji borgoña estaba pálida– Por favor. –le sonrió cálidamente mientras extendía su mano– ¿Fate-chan? –la volvió a llamar con preocupación al ver que no se movía– Fate… –se acercó ella– ¿Vienes? Quiero presentarte a mis padres. Por favor. –la rubia finalmente asintió y siguió a la cobriza– Mamá, papá, os presento a Fate T. Harlaown y su hija Vivio. Fate, Vivio, ellos son Momoko y Shiro, mis padres.

- Mucho gusto. –dijeron los mayores a la vez mientras que la pequeña musitaba un tímido hola.

- Mi niña siempre encuentra amigas muy guapas. –dijo el señor riendo.

- ¡Papá! –le reclamó abochornada– Ella no… –miró a la rubia por unos instantes– Ella no es sólo mi amiga. –sus padres la miraron con la ceja alzada.

- Oh, no me digas que es parte de tu familia política. –la oji lavanda frunció el ceño.

- Papá, te dije que ya no estoy con Tiida-kun. –explicó cansada.

- Lo sé, pero es un buen chico y sé que volveréis a estar juntos. –la cobriza se tensó.

- Shiro, nuestra hija estará con quien ella elija, no con quien tú quieras. –le guiñó un ojo a su hija y eso le dio el valor para continuar.

- Papá, mamá… –tomó la mano de la oji borgoña con fuerzas– Estoy enamorada de Fate-chan... La quiero. –habló sin titubear.

- ¿Qué?

- ¡Sí! –exclamó la pequeña– ¡Nanoha-mama! –la llamó alzando sus bracitos para que la cargara, provocando una inmensa felicidad en la cobriza.

- ¿Estás… estás saliendo con ella, con una mujer? –preguntó a duras penas.

- Desgraciadamente, no. –confesó derrotada– Ella… –se detuvo al no saber cómo seguir– Puedes decir lo que quieras, papá. Lo respeto, pero no me pidas que la deje de ver porque eso no pasará. Ya no soy una niña. –dejó a la pequeña en el suelo.

- Cariño… –la llamó su madre– No vamos a decirte nada. ¿Por qué deberíamos? Nosotros sólo queremos tu felicidad, sea con quien sea y como sea. ¿No es así, Shiro? –su padre asintió.

- Sí, así es hija. Si ella consigue que sonrías así, es bienvenida a la familia.

- Papá, mamá. –se lanzó a sus brazos– Gracias. Os quiero.

- Y nosotros a ti, mi pequeña. –le dio un beso en la frente su padre.

- Ahora vuelve con tu cita. –le dijo su madre– Fate-chan, Vivio-chan, espero verlas pronto de nuevo. Ha sido un placer conocerlas. Tengan una buena noche.

- Gracias. Igualmente, Takamachi-san. –habló la rubia.

- Por favor, llámame Momoko y a él Shiro. –la oji borgoña asintió– Ah, y toma, cariño. –le dio algo de dinero– Tienes que conseguirle el peluche a Vivio-chan. –guiñó el ojo a la niña y sonrió ampliamente– Hasta pronto.

- Vamos, chicas. Quiero subir a una atracción. Después volveremos a jugar. –le dio el peluche a la oji borgoña– Este es para ti, Fate-chan. –sonrió tímidamente.

Chikane condujo en silencio el auto. Himeko iba mirando a través de la ventanilla, aunque su mirada parecía perdida. Suspiró. Esperaba que su plan fuera un éxito y consiguiera animar a la rubia. Quería volver a verla sonreír. Era lo que más deseaba. Aparcó el auto y se bajó. Le abrió la puerta a la rubia, quien ni cuenta se dio de que habían llegado.

- Vamos, Himeko. Déjame mostrarte unas bonitas vistas. –ofreció su mano y la aludida aceptó.

- Chikane-chan… ¿cómo vas a mostrarme unas bonitas vistas en un parque de atracciones? –rió muy levemente, pero la peli azul se alegró porque era un comienzo.

- Déjame sorprenderte, mi amor. –la oji lavanda se sonrojó– Ven conmigo. –jaló de ella y la llevó hacia una atracción en concreto.

- Chikane-chan… –la llamó en un susurro– ¿Quieres montar en la noria? –la peli azul asintió con una sonrisa– Pero yo… –alternó la vista entre la enorme noria y su pareja– Yo…

- Ella tiene miedo a las alturas. –se tensaron y voltearon rápidamente al escuchar esa voz.

- ¡Tía Himeko! –exclamó una niña corriendo hacia ella y lanzándose a sus brazos.

- Vivio-chan… –la abrazó estrechamente– Te he echado tanto de menos. –dijo entre lágrimas.

- Fate… –susurró la ojiazul.

- Chikane. Himeko. –saludó fríamente.

- Himeko-chan… Hola… –saludó la oji lavanda dándole un abrazo tras haber soltado a la niña– Me alegro de verte.

- Yo también me alegro de verte, Nanoha-chan. –se separó de ella– Fate-chan… –la miró con melancolía.

- ¡Tengo una idea! –exclamó la cobriza– ¿Por qué no subes en la noria con Fate-chan? Sé que con ella no te da miedo. Siempre solías montar en esta atracción con ella, ¿no es así? –empujó a ambas hacia el interior de la primera cabina libre y sin darles opción a escapar– ¡Os estaremos esperando aquí! –se despidió con la mano, al igual que la pequeña– Pensé que no lo conseguiría. –rió levemente– No dejaremos que bajen de ahí hasta que hagan las paces. –le guiñó un ojo a la peli azul.

- Gracias. –sonrió.