Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi, a excepción de los creados por las presuntas escritoras. Este fan fiction es sólo una obra de entretenimiento sin fines de lucro.

L.O.U. & Pao-chan Fanfictions

CAPÍTULO 4

"HIRUME"

El sábado transcurrió tranquilamente al ritmo de un día sin lluvia, pero también sin sol. El frío del invierno menguaba, conforme terminaba el mes de enero.

Eran aún las ocho y media de la mañana del domingo, cuando Akane se despertó, agitada y temblando de frío. Otro mal sueño. Era algo extremadamente raro, nunca había tenido sueños así. Corría rápido, con una velocidad superior a la que jamás hubiera imaginado. Corría a lo largo de un oscuro lugar. . no era la ciudad, no era campo. Estaba oscuro, y la luna resplandecía en medio del negro cielo.

Y entonces se despertó, sintiendo cómo los músculos le tensaban como cuerdas. Se sentó sobre la cama, estirando los brazos para despejarse.

Tenía las cortinas corridas hacia un lado, y detrás de éstas se observaba un cielo no gris, sino blanco y fresco,

Se levantó, yendo directo hacia la puerta, se detuvo a unos cuantos pasos de ésta, con la mano en la perilla. Pudo oír claramente la voz de Kasumi, desde la cocina, pudo escucharla tan claramente como si ella estuviese ahí ahora.

Abrió la puerta, escuchando cómo las vibraciones del sonido se intensificaban. Oyó a Ranma gritar algo, en otra de sus discusiones con su padre a la hora del desayuno, a Nabiki al colocar una taza con té sobre la mesa, y el televisor, el cual parecía que estaba a su máximo volumen.

Salió de su habitación, pasándose una mano por la cabeza y tratando de ignorar las voces. Era imposible, podía escuchar todo, exactamente todo, como si en lugar de un simple oído humano tuviese un amplificador. Increíble, ayer no le había pasado algo parecido, o por lo menos no se había percatado de ello.

Se detuvo cerca de la puerta del baño, la abrió y entró, cerrando la puerta detrás de ella. Sentía un extraño pesar en el cuerpo, tal vez si se daba un baño se le pasaría. Abrió la llave de la regadera, dejando que el agua corriera por un momento, mientras ella se despojaba de sus ropas, y después entró bajo la fresca y húmeda brisa de éstas. Se sentía tan bien el agua fría sobre su piel, a pesar de que no tenía calor. Tomó el jabón con la mano izquierda, deslizándolo sobre el cuello, y el hombro derecho. Lo cambió de mano para enjabonarse el hombro herido, el izquierdo. Las puntas de sus dedos que sobresalían de los resbalosos bordes del jabón tocaron la piel mojada. . y algo más, unas comisuras delgadas, y algo áspero en ellas.

Tiró repentinamente el jabón, como si eso que había tocado le hubiese quemado los dedos. Pasó nuevamente la mano, sintiendo la húmeda textura de su piel y eso. . .esas cosas, esas líneas extrañas que estaban donde se suponía que estaban las cicatrices que le había dejado aquel monstruo. . .

Salió de la ducha cubriéndose únicamente el frente con la toalla, mirándose al espejo que estaba cerca de la puerta.

--¡¡¡¡AAAHHHHHH!—no pudo contenerse, y gritó, llena de miedo.

Alguien subió corriendo las escaleras. Lo escuchaba.

Se giró repentinamente hacia la puerta, tomando la toalla por un extremo y envolviendo su aun mojado cuerpo bajo ésta.

--¡¡¿Qué pasa!.—Ranma entró, azotando la puerta, y quedándose en shock al ver a Akane, quien con una mano trataba de sujetar la toalla—. . . ooops. . .

--¡¡¡IDIOTA! ¡¡¿QUE ESTAS HACIENDO AQUI!

--¡¡Creí que te pasaba algo! ¡¡Te oí gritar como loca!

--¡No finjas! ¡¡Lárgate pervertido! –Akane le miraba furiosa y algo avergonzada. Notó que Ranma abrió más los ojos en señal de sorpresa, no por verla a ella . . . específicamente.—¿Qué demonios estas mirando?

Bajó su vista hasta donde creyó que Ranma la tenía fija; en las cicatrices del hombro izquierdo. Viendo lo mismo que ella vio frente al espejo, . . . lo que le había hecho gritar. Las marcas que atravesaban su hombro de arriba hacia abajo permanecían intactas, tal y como las había visto ayer, excepto que algo comenzaba a delinearlas, haciéndolas más visibles. Un fino vello negro-azul había crecido sobre éstas, un vello áspero y delgado, de la misma tonalidad que su cabello, pero con una textura hirsuta, parecida al pelaje de un animal.

Volvió su mirada hacia el muchacho, éste estaba tan asustado como ella.

--. . wow. . . –dijo Ranma, a media voz.

--¿wow? ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir? ¡¿Qué rayos es esto!

--. . .¿Pelo?. . . –Ranma tocó con su mano derecha las oscuras líneas del hombro izquierdo de Akane.

--¡¡Gran cosa! –Gritó Akane—¡¡No puedo tener pelo ahí, es asqueroso!

Ranma no le escuchó.

--. . . imposible. . .—dijo, recorriendo con su dedo índice uno de los ásperos surcos. Su mente sólo le revelaba una respuesta a todo eso. Lo desechó primero, era algo absurdo, pero lo retomó, como quien se arrepiente de una decisión.

--¿Qué?

Lo diría, tenía que decirlo, por más ridículo que se escuchase.

--. . .Te mordieron. . .esa cosa, te mordió, en luna llena. . . y ahora tienes pelo. . .

La voz se Yuka sonó con eco en la mente de Akane.

Un hombre lobo. . .Esos ataques comenzaron de noche, y con luna llena. .

Sus ojos revelaron una expresión sarcástica.

--¡Eso es imposible! –dijo—Ranma, no estarás pensando que. .

--Lo sé, pero, ¿Y si realmente esas cosas existieran?. .

Akane apartó la mano de Ranma hacia un lado con el brazo.

--¡¡Gracias por tomar tan en serio lo que me está pasando! –le gritó ella. No había ira en su voz, sino miedo. Estaba aterrorizada, sabía que lo que decía él era verdad, ella misma había visto al animal que la había mordido, sabía que no era una persona y tampoco un animal. Ella lo sabía.

Ranma la tomó por ambos brazos, mirándola fijamente a los ojos. Ya era hora de que lo hablasen, había estado esperando para decirlo, sabía que ella se perturbaría por ello, pero tendrían que decirlo. Ya.

--¡Entonces explícame qué fue lo que nos ataco esa noche! ¡¡Tú lo viste! . . . y yo también

--. . .no lo sé. . .—repuso Akane. Su voz temblaba.—¿Estas insinuando ahora que . . yo. . . ?

Ranma sólo se le quedo viendo, no tenía una mueca de burla ni de broma. También tenía miedo. Sabía perfectamente lo que Akane había tratado de decirle.

Ella volteó instintivamente hacia la puerta, escuchando algo. un rechinido de madera, alguien subía las escaleras.

--. . . es Kasumi. . . –dijo para si misma, se dirigió a Ranma—¡vete de aquí!

--Yo no escucho nada. –Ranma se adelantó hasta la puerta, pegando el oído a esta. Efectivamente no pudo percibir nada, mas que el silencio.

A lo lejos, alguien llamó.

--¿Akane, fuiste tú quien gritó? –dijo Kasumi desde las escaleras.—¿Está todo bien?

Akane abrió un poco la puerta, empujando a Ranma detrás de ésta.

--Si, sólo se me cayó el jabón. Ya bajo –respondió. Cerró la puerta.

Ranma le contemplaba con extrañeza. ¿Cómo es que ella pudo escucharla?. . no es posible, pensó. Ella se apartó de la puerta.

--. . .bien, me voy –respondió el chico, entendiendo el gesto de Akane.

Salió, caminando a hurtadillas. Akane cerró la puerta, quedándose nuevamente sola.

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--¿Kasumi, podrías darme un poco más? –Akane extendió el brazo hasta donde estaba su hermana, sosteniendo en la mano el cuenco en el que le habían servido arroz.

--¡Akane esta es la tercera vez en la cena, sin mencionar a la hora de la comida y en el desayuno! –se quejó Nabiki—¿Qué piensas dejarnos sin provisiones?

--Cállate Nabiki –le riñó Akane.

--Creo que Nabiki tiene razón –empezó a decir Kasumi—además has estado el día entero en el dojo, ¿no crees que estás sobre entrenándote?

--No

--Hija, no es bueno que te exijas demasiado, te vendría mal –murmuró Soun, mientras leía el periódico—Además Ranma será quien se quede al frente del dojo, así que no tendrás que preocuparte por eso.

--¡No empiecen otra vez con eso!

Ranma, quien estaba a un lado de ella, no dijo nada, mejor dicho, no quería involucrarse de nuevo en otra discusión.

Kasumi le devolvió el tazón a Akane. Éste no estaba lleno hasta el tope, sino un poco menos de la mitad.

Akane miró el plato, sintiendo que el estomago le crujía con un fuerte rumor. Tenía tanta hambre que podría comerse el plato también. Así había sucedido durante el día. El hambre, al igual que esas extrañas molestias, iba y venía, como una jaqueca, pero siempre estaban presentes.

Durante la mañana, justo después del desayuno le invadió una extraña fuerza, nunca antes se había sentido tan llena de energía, así que decidió invertir esa sensación en algo productivo, por lo que el día entero, desde la mañana hasta al caer de la tarde se la había llevado entrenando, sola. Sus movimientos comenzaban a hacerse más fuertes, más diestros y ágiles. Inclusive llegó a romper tres gruesos tabiques de piedra de una sola patada, sin que el impacto hiciera mella alguna en su pie.

Algo le estaba ocurriendo, de eso estaba segura. Durante todo el día su mente le traía una y otra vez la indagadora pregunta de Ranma ¿Qué era eso que la había mordido?. Y esa pregunta le traía cómo respuesta la aterradora visión de las cicatrices de su hombro, cubiertas de ese extraño pelo animal. No, no podía ser eso que empezaba a creer, pero las señales eran más que coherentes, sus instintos, su fuerza física, el hambre. . .

Comió el último bocado de arroz casi empujándolo con los palillos. Aún tenía hambre, pero sentía que el arroz con verduras que había cocinado Kasumi no era suficiente. Quería algo más, . . .pero, ¿Que?

El estómago aun le hacía ruido y Akane disimuló el sonido fingiendo toser. Se levantó de la mesa, diciendo que tenía demasiadas cosas por hacer, y se marchó a su habitación.

Ranma le siguió con la mirada. No había tenido mucho apetito y su plato aún estaba casi lleno. Pasaba los palillos de un lado a otro del tazón, revolviendo el arroz, mientras su mente repasaba una y otra vez el estremecedor suceso, esa noche en que estuvo a punto de perder a Akane. No podía olvidarlo, nunca en su vida, ni siquiera en ese combate casi a muerte contra Saffrón había temido tanto por la vida de su prometida, de aquella única chica a la que amaba, la única entre esa interminable lista. Y había estado a punto de perderla y para siempre, a manos de aquella cosa. Si no hubiese sido por él, ese animal la hubiera hecho pedazos. . .tal vez así pudo haber sucedido, si él no le hubiera acompañado esa noche.

Un viento helado le recorrió la espalda.

Claro, si no hubiese sido por él, pero había algo mas que le inquietaba, y su preocupación había aumentado esta mañana.

Por lo menos sigue con vida. . . ¿Pero no crees que eso sería lo que realmente debería preocuparte?, dijo una voz, en su mente. Una voz que no quería escuchar, la de su propio miedo. Tú lo viste. . Sabes de qué se trataba. . Y ella sobrevivió y cualquiera sabe qué es lo que le ocurrirá. . .

Basta, Ranma trató de callar aquella voz, no por temor, ni por fastidio, sino porque muy en el fondo, sentía que tenía razón.

La luna llena, Ranma. . .Tarde o temprano. . .Akane. . .

--¡Basta! –Ranma no pudo evitar gritar, haciendo que el resto de los que se encontraban a la mesa volteasen desconcertados a verlo.

--Muchacho, ¿con quien demonios hablabas, acaso estas loco o que –Genma casi había tirado su plato a raíz del repentino e histérico grito de Rama.

--¿Qué oyes voces? –Nabiki simuló una sonrisa hipócrita.

--¡Claro que no, no es lo que ustedes creen! –dijo Ranma, poniéndose de pie de un salto. Y se fue, dejando su plato

--Ah, pero que chico tan malagradecido. –Genma se recorrió hasta el lugar donde estaba Ranma—Ni siquiera terminó su cena.

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Akane estaba frente al espejo del baño, mientras terminaba de lavarse los dientes. Se enjuagó la boca, para deshacerse del exceso de la pasta dental, y de nuevo posó su mirada en el espejo.

Ahí estaba ella, tal y como siempre se había visto, el mismo cabello, los mismos ojos, la misma expresión de su rostro.

Abrió un poco la boca, vislumbrando el leve brillo blanquecino de sus dientes. Todo estaba igual.

--. . .dios. . . Como es posible que crea ese tipo de ridiculeces. . —se dijo, mientras disimulaba una sonrisa, pero esta se borró inmediatamente cuando notó algo, en su propio reflejo. Una oscura sombra se veía por debajo del camisón de su pijama. Comenzó a desabotonarse, quitándose finalmente el camisón.

Aún seguían ahí, esos extraños, ásperos y oscuros vellos que habían emergido del contorno de las cicatrices.

Eran desagradables. Había tratado de cubrirlos llevando una camisa debajo de su gi, mientras entrenaba, y después se había cambiado, poniéndose un suéter de cuello alto, además, que iba a decir si alguien lo notaba, ¿Qué es lo que pensaba responder?

. . .¿Que?. . por esto, . .no te preocupes Kasumi, no es nada, sólo creo que son las consecuencias de eso que me mordió. .¡ah, no te lo había dicho, esa noche fui mordida por un hombre lobo y creo que ahora me estoy convirtiendo en uno yo también. .pero no te preocupes, prometo no comerte durante la próxima luna llena. .

--¡¡Tonterías!. . esas cosas no existen. –murmuró.

Sin embargo, ¿Quería pruebas, ahí estaban, los cambios, los síntomas, todo era parte del mismo rompecabezas. El pelo, si ahí estaba, sobre su hombro izquierdo, formando cuatro débiles líneas oscuras. Todo era verdad.

Se inclinó, abriendo la gaveta que estaba debajo del lavabo, y la encontró. La navaja de afeitar de su padre estaba doblada y dentro de su respectivo estuche. La sacó, desdoblándola cuidadosamente. Era una navaja algo vieja, pero el brillo y el filo de la hoja parecían permanecer casi intactos. La tomó con la mano derecha firmemente como si sostuviese un sable, mientras que la izquierda estaba apoyada en la pared, estirando así el brazo y el hombro izquierdos.

Iba a deshacerse de aquello, no podía ir así a la escuela mañana con esos asquerosos y raros pelos en el hombro, y menos sabiendo que tendrían clase de deportes. . ¿Cómo ocultarlos debajo del uniforme deportivo?

Y no tenía el menor interés en saberlo.

Pasó la hoja de la navaja, haciendo ésta contacto con la piel. La deslizó hacia abajo y luego hacia arriba, teniendo cuidado de no hundirla demasiado ya que podría cortarse y añadir una cicatriz más a la colección. Unos cuantos vellos se desprendieron, quedándose casi adheridos sobre el filo. La subió y bajó nuevamente. El resto de los vellos cedió ante el delgado filo de la hoja.

Dejó la navaja sobre el lavabo. Abrió la llave de éste, humedeciéndose la mano derecha. Se limpió los residuos que quedaban sobre su hombro, y después pasó un trozo de papel higiénico para secarse.

Se observó de nuevo en el espejo. Mirando cuidadosamente su torso desnudo. El vello había desaparecido por completo, quedando únicamente las rojizas líneas que surcaban su hombro, de izquierda a derecha.

Suspiró aliviada. Tomó su camisón y se lo puso de nuevo. Volvió a abrir la llave del agua, para lavar la navaja, la secó y la guardó en su estuche, colocándola dentro de la gaveta. Nadie lo sospecharía, y mas vale que así fuese.

Salió del baño, dirigiéndose a su habitación. Ya era un poco tarde, y pudo darse cuenta porque en la sala ya no se escuchaba ningún sonido.

Abrió la puerta, notando que el interior de su habitación estaba sumergido en las penumbras de la noche. De una noche sin luna. Oscuridad total.

No lo veía así, no ya no. Podía distinguir los contornos de su cama y de su escritorio. Su vista se estaba acostumbrando a la oscuridad. Entró, cerrando la puerta, haciendo que la habitación se oscureciera aun más. Caminó hasta el interruptor de la luz, con pasos seguros. Lo tocó, pero no lo encendió. ¿Para qué, si podía ver perfectamente. Pudo ver su mochila, recargada al pie de su cama. Y el uniforme escolar, colgado sobre una percha, detrás de la puerta.

Tomó el borde de sus sábanas. Se cubrió con ellas, tendiéndose boca abajo sobre su mullida cama. Sintiendo el cuerpo pesado como una roca

Tal vez esto no sea tan malo. . . no. . .

Su voz se desvaneció en medio del sueño.

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--¡¡Akane! –Ranma gritó con todas sus fuerzas, mientras corría por entre las oscuras y solitarias calles de Nerima.—¿Akane dónde estas?

Nadie le respondió. No estaba solo. Lo sabía.

Akane. . ¡¡¿Akane dónde estas!

Algo caminaba a sus espaldas. Lo escuchó. No, no caminaba, corría.

Él echó a correr en esa dirección. Sabía lo que encontraría.

Se detuvo, frente a una sombra, cerca de un oscuro callejón.

Sintió cómo las palpitaciones de su corazón comenzaban a volverse más intensas, como un reflejo condicionado por el miedo, ese extraño miedo que se forjaba dentro de él.

--¿Akane?

Bajo el tenue brillo de la noche, la expresión de la chica se había tornado más pálida.

Estaba de pie, frente a él. Ambas manos estaban alrededor de su vientre, como si tratase de menguar un dolor de estomago.

--Ranma. . . ¡¡Ranma vete de aquí ahora!

El chico la tomó por los hombros tratando de tranquilizarla, pero ella no se lo permitió.

Sus palabras temblaban, en medio de aquella extraña noche, sonando con un eco casi sepulcral.

--¡¡Ranma tienes que irte! ¡¡Antes de que sea demasiado tarde!

--¿Que?. . . –dijo él, confundido.—¿porque?. . ¿Qué esta pasando?

--¡¡Vete! . . ¡¡Yaa. .aaaaghhhhh. .! –El dolor se incrementó, obligándole a caer. Cientos de pulsaciones y espasmos comenzaban a sacudir su cuerpo. Su voz comenzaba a volverse más grave, como si estuviese gruñendo.

Ranma dio un paso hacia atrás. Aquello que estaba frente a él, ya no era humano. . .

--¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHH!

Su grito quedó ahogado por el sonido de la puerta de la habitación de Ranma y Genma.

Kasumi entró, mirando sorprendida el espantado rostro de Ranma

--¿Ranma kun?. . ¿Qué haces aquí? Creí que ya te habías ido a la escuela –la apacible voz de la mayor de las hermanas Tendo sonó inquietada.

--¿Que?. . oh. . –suspiró él. Todo fue un sueño, pensó. Su mente regresó a la pregunta de Kasumi—¡¡Rayos, me quede dormido!

Se levantó, tomando la primer ropa que encontró a la mano y salió corriendo como una bala.

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Era la hora de la salida de la escuela, cuando Akane regresó al salón. Abrió lentamente la puerta escuchando el estruendoso bullicio del interior. Terminó la última clase y ella había aprovechado el tiempo para salir un rato al patio, después de pasar la mañana entera en el salón, el ruido e inclusive el hecho de que las ventanas estuviesen cerradas comenzaba a abrumarle.

Por lo menos durante la mañana se había sentido bien, las molestias o dolores de cabeza casi habían desaparecido, o por lo menos así parecía.

Regresó por su mochila y un cuaderno que había dejado olvidado sobre el escritorio. Los tomó y regresó caminado a prisa por las escaleras. Ranma le esperaba abajo, cerca de la puerta de la entrada. En el transcurso de todo el día, ambos casi ni se dirigieron la palabra. Él no le dijo por que llegó tan tarde, ella no le comentó que se le había olvidado despertarlo. . y mucho menos Ranma le explicaría con lujo de detalle el sueño que había tenido. Del tema no habían hablado para nada, pero ya le preguntaría algo, durante el camino de regreso a casa, así lo suponía.

Bajó, deteniéndose en el pórtico de la entrada, cuando alguien se atravesó en su camino, yendo directamente hacia Ranma.

--¡¡Ran chan! –Ukio corrió, tomando a Ranma amorosamente del brazo—¿Cómo que pensabas irte sin mi, no me digas que ya olvidaste lo que me prometiste.

--¿Ukio?. . –Ranma se quedó casi helado, en este momento y después de todo lo que había pasado, era lo que menos necesitaba.

Akane se adelantó hasta donde estaba Ranma. Lo había escuchado tan claramente como si hubiese estado frente a ellos.

--¡¿Qué fue lo que le prometiste, Ranma!—gritó ella, al principio en su tan acostumbrado tono de voz, que usaba siempre que se ponía celosa por él.

--Akane. . me alegro que ya te encuentres bien

Akane ignoró por completo a Ukio. Sus miradas estaban en Ranma, quién trataba de safarse del incómodo brazo de la chica.

--¡Ranma responde!

--¡¡Akane yo. .no!

--Ranma prometió que hoy vendría a cenar a mi restaurante --Ukio interrumpió la infantil excusa de Ranma, dibujando en su rostro una mueca de burla hacia Akane—. . .ah, claro, pero tu no estabas ese día, además él dijo que no había problema

--¡Yo no dije eso! –Ranma trató de defenderse.

--¡Pues por mi puedes irte con quien quieras!

--Si creo que tienes razón –Ukio se cruzó de brazos, mirándola retadoramente—No lo culpo, después de lo mal come en tu casa. .

--¡¿Qué dijiste! –Akane arrojó su mochila hacia un lado, poniéndose en posición de combate.

--¡¡Akane, cálmate! –Ranma se interpuso en medio de las dos chicas. Esto nunca había sucedido, normalmente, Akane se habría marchado dándole la espalda (luego de propinarle un buen golpe a él) después de eso. Ella nunca había sido capaz de sostener un duelo, un verdadero duelo contra Ukio, Shampoo o inclusive con Kodachi, porque sabía que ellas tendrían ventaja. Algo andaba mal.

--Yo no pienso pelear contra una niña débil, mejor vete a tu casa y pídele a Kasumi que te enseñe a cocinar, creo que sería más efectivo, ja ja

Akane sintió cómo algo le quemaba por dentro. Una ira incontenible.

Se lanzó hacia Ukio, arrojando su mano derecha, en un puño, directo al rostro de la chica.

Un brazo la detuvo.

--¡¡Akane detente! – Ranma tomó el brazo de Akane. Ésta bajó el brazo bruscamente. Durante breves segundos, le pareció ver algo en los ojos de Akane, de repente sus ojos parecían haber cambiado de ese tono castaño oscuro a un brillante y aterrador color amarillo verdoso. Ambas manos de la chica le tomaron por los brazos, sujetándole con demasiada fuerza.

--¡¡Cállate! –gritó Akane, y arrojó a Ranma hacia un lado, con la facilidad de quien aparta una lata.

El chico llegó a caer hasta varios metros detrás de ella, cerca de una de las paredes del gimnasio. Era tanta la fuerza con la que cayó que fue a impactarse directo y con todo el peso de su cuerpo contra una barda. Perdió el conocimiento por un momento.

--¿Insistes? –Ukio no se movió de donde estaba, sacó su espátula gigante, la cual siempre llevaba cargada a la espalda—bien, no digas que no te lo advertí.

Un fuego estalló dentro de Akane. Sus palpitaciones se hicieron más intensas y aceleradas, bajo el ritmo de una respiración casi desaforada. Era un impulso tan fuerte, que sentía que la sangre le ardiese, como si en sus venas corriese sino fuego líquido. Algo estalló dentro de su mente, pudiendo escuchar un sonido similar al de un vendaval. Su vista se volvió de repente más clara, destacando con primordial elocuencia los tonos rojizos del atardecer.

No lo contendría.

No.

Y entonces se entregó a su propia ira.

Akane se arrojó hacia Ukio, pero ella bloqueó el golpe de su antebrazo, con un certero movimiento de la espátula.

No le hizo caer, pero si logró que retrocediera al menos casi medio metro. Ukio lanzó un golpe con la espátula directo a uno de los costados de Akane, pero ésta pudo esquivarle, de un salto, con una agilidad definitivamente sobrehumana.

--. . .I. . .Imposible. . . –la voz de Ukio se ahogó en una exhalación, mezcla de sorpresa y un terror que nunca había sentido.

Movió impulsivamente la espátula, torciendo el cuerpo, llenando los pulmones del aire frío de la tarde, y se lanzó hacia a Akane antes de que ésta pudiese saltar sobre su espalda. La chica le embistió lanzándole innumerables golpes con el puño, haciéndola retroceder. Ukio blandió la espátula, golpeando uno de los brazos de Akane con ésta, derribándole.

Apenas y tocó el suelo cuando Akane logró ponerse nuevamente de pie, volviéndose de nuevo hacia su rival, quien trataba de recobrar el aliento.

Ukio se desconcentró por un segundo, un segundo el que algo se lanzó contra ella, muy cerca de su rostro. Akane saltó hacia ella, presta a darle un puñetazo. No, no era un puño, Ukio pudo verlo claramente. Una mano extendida, la de Akane, cuyas uñas parecían extrañamente largas y filosas, pasaron a sólo dos milímetros del rostro de Ukio, dispuestas a rasgarle el lado derecho. Ukio levantó desesperadamente la ancha base de la espátula, pero Akane le atacaba con una velocidad que parecía ser mayor que la de Ranma, y muchísimo mayor que la de la propia Ukio, y una precisión tal como si pudiese anticiparse a sus movimientos.

Ésta se estaba agotando, esquivando una y otra vez los incesantes zarpazos de Akane. Sentía cómo su propia fuerza diminuía, le estaba dejando sin oportunidad de contraataque. . .le estaba acorralando.

Alguien gritó algo, a lo lejos. Ya no quedaban muchos estudiantes, y los pocos que aún estaban ahí trataban de alejarse silenciosamente.

Era el movimiento definitivo. Ukio tomó rápidamente la espátula por la mitad, bloqueando las manos de Akane con los extremos. Forcejeó, durante un minuto, tratando de empujarla haciendo fuerzas con ambas manos. Sus músculos se sentían cansados, a punto de ceder.

--¡¡. . . Que. . . pasa. . ! –Ukio pudo ver el semblante de Akane delante de ella, sus ojos revelaban un intenso brillo, salvaje. Aterrador.

Jadeaba. Un jadeo que parecía no provenir de ninguna garganta humana. Ukio levantó el brazo izquierdo, en un vago intento por lanzar a Akane hacia un lado. Toda la fuerza de su cuerpo ahora estaba en ese brazo.

Y Akane lo sabía.

Se arrojó con todo el peso de su cuerpo sobre el extremo del que Ukio sujetaba la espátula. El brazo izquierdo de Ukio retrocedió, en un giro de casi cuarenta grados. El hombro se rompió con un chasquido que parecía provenir del disparo de una pistola

--AAAAAAAHHH –Ukio gritó, cayendo al suelo, mientras que el ardor de los huesos rotos le hicieron soltar su arma.

Akane aun tenía ambas manos en la espátula de Ukio. La dobló, sin el mayor esfuerzo, como si se tratase de un delgado alambre y la lanzó lejos.

Ukio trató de ponerse de pie, valiéndose del brazo derecho, pero sus piernas temblaban, por el miedo, y el dolor. Akane estaba a pocos centímetros de ella. Inclinó el cuerpo hacia delante, presta a arrojarse sobre ella, como un depredador sobre una indefensa presa.

Dos manos le tomaron por la espalda.

--¡¡Akane! ¡¡YA BASTA! –Ranma sujetó ambas manos de su prometida, por detrás de su espalda, mientras que cu pie derecho se deslizó delante de el de ella, haciendo una perfecta barrida, obligándola a caer.—¡¡Suficiente!.

Ranma le gritó. Nunca le había gritado de ese modo. Trató de calmarse. Estaba asustado.

Akane se quedó quieta, sintiendo cómo su respiración volvía a la normalidad, al igual que los latidos de su corazón. Sentía que la cabeza le daba vueltas. Todo estaba confuso, cómo si se tratase de algún extraño y difuso sueño.

--¿Qué. . . que pasó. . .? –su voz lentamente recuperaba su tono habitual. Mientras que su mente le devolvía de nuevo a la realidad—¿. .que. . . ?. . ¡¿Ukio!

Las manos de Ranma dejaron de hacer contrapeso sobre ella, permitiéndole levantarse. Se sentó con las rodillas dobladas, mirando de un lado a otro, desconcertada. Vio a Ukio, delante de ella, quien se apoyaba sobre el brazo derecho. Estaba pálida como un muerto

Ranma se adelantó hasta ella, tomándola del brazo sano.

--¡¡¿Ukio, estas bien! –preguntó él, sin siquiera mirar a Akane.

Akane sólo se quedó allí, sentada, cómo si todo se hubiese congelado dentro de un confuso universo. Se levantó, bajo el rumor de varios músculos de su cuerpo que crujían, como si estuviesen adormilados por mucho tiempo. Sus ideas eran confusas, la ira, el miedo. . . el hambre. . .

Un impulso le atenazó tan fuerte como un golpe, haciendo que se pudiese de pie de un salto. Un temor irracional, una sensación que cualquiera podría interpretar casi como. . . un instinto. Si, tal vez.

Un instinto, propio quizás de un animal asustado. Esa sensación se hizo más fría, como si un escalofrío le recorriese la espina.

Se alejó. Tenía que irse.

Corrió, forzando las piernas lo más que pudo.

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Había caminado de regreso a casa, con un ritmo tan lento que casi le parecía que contaba los pasos, mientras que en sus ojos aun se podían notar los últimos vestigios de sus lágrimas.

Sacudió la cabeza, aun estaba confundida. ¿Qué había pasado?. Sus últimos recuerdos vagaban en esa tonta discusión que había vuelto a tener con Ranma. ¿Pero a causa de qué?. . ah claro, una vez más a causa de otra de sus prometidas, y esta vez Ukio había sido la victima. Su mente comenzó a reordenarlo, escena por escena. Si, lo recordaba bien. Había retado a Ukio a pelear. . .¿Lo había hecho, Dios, Akane nunca había sido capaz de semejante cosa. . .pero lo hizo.

No, eso no era lo que le preocupaba. Había peleado normalmente, y le había vencido. . ¿o no?

Tampoco. No, no había peleado como ella solía hacerlo, sino que se le lanzó encima como un animal. . .e inclusive le dislocó por completo el brazo a Ukio.

--. . .No. . yo no hice eso. . .—murmuró Akane. Su voz dudaba—¡¡Yo no hice eso!

Alguien empujó una lata. Ésta rodó cerca de los zapatos de Akane. La chica se dio la vuelta. Nada ni nadie estaba a su espalda. Pero lo sentía. Alguien le observaba.

--¿Quién esta ahí?—Dijo ella. Pero no obtuvo respuesta.

Inhaló profundo, percibiendo un olor distante, pero bastante claro para ella, un aroma humano. Una persona, sabía que se trataba de una persona. Podía oír el ruido de sus pasos, que parecían proceder de alguien que usaba zapatos de suela gruesa.

Se inclinó sigilosamente, tomando con una de sus manos una pequeña piedra que estaba cerca de la acera.

Aguzó el oído, tratando de adivinar de dónde provenía aquel sonido, y aquel olor.

Arrojó la piedra, cerca de una esquina de la calle.

Una mano la atrapó, como si supiese lo que Akane iba a hacer. Una mano de dedos cortos pero fuertes.

--Vaya. Por lo que veo tienes buenos reflejos –dijo una voz femenina, proveniente a una silueta alta, cubierta por un largo abrigo con capucha, con la cual cubría gran parte de su rostro, dejando sólo a la vista el brillo ambarino de sus ojos. Su voz era conocida—Y un buen olfato, pudiste captar mi olor a pesar de que yo tenía cuidado de ir de cara al viento. Creo que mis sospechas son correctas

--¡¿Quién es usted! –preguntó Akane, caminando hacia la desconocida. Cualquiera, al darse cuenta de que alguien le seguía no se aproximaría, pero ella si lo hizo.

La chica no se movió.

--Tengo que advertirte algo. –la voz de la chica dudó, buscando la mejor manera de explicarse—Yo. . ehm. . –si, era algo difícil de explicar—. . Estas en peligro, Akane. Te he estado siguiendo y. . .

--¡¡Ey, un momento! –Akane se detuvo en seco—¿Cómo es que sabe mi nombre? ¡¡¿Qué es lo que quiere!

--Eso no importa, lo que te estoy diciendo es en serio –la joven miró por detrás, escuchando que alguien se aproximaba. Miró a Akane –Tienes que acompañarme, antes de que alguien más se entere de esto

--¿De qué esta hablando? ¡No iré con usted a ningún lado! –Akane le dio la espalda a la chica, tomando de nuevo su mochila y marchándose sin volver la vista a atrás.

--¡Akane, escúchame!

--¡¡Olvídalo! –Akane se echó a correr, lo más rápido que pudo. Alguien le seguía, a pocos metros detrás de ella. Akane apretó más el paso, llegando a un punto en el que sus pies la impulsaban apenas haciendo contacto éstos con la superficie.

La otra chica aún le seguía, aun algo distanciada, como si su objetivo no fuese el de alcanzarle. Akane dio vuelta repentinamente por entre unas angostas calles, llegando a un callejón sin salida. Saltó la barda, sin hacer gran esfuerzo en sus piernas, con una facilidad como si se tratase de un escalón.

Se quedó quieta, recobrando el aliento. Estaba sola, le había perdido.

En algún lugar, cerca de ella, escuchó que algo se acercaba a gran velocidad, silbando en el viento. Se giró a su derecha, instintivamente.

No lo vio, pero si lo sintió. Algo pasó rozando su hombro y se clavó en su cuello, cerca de la yugular. Pasó la mano, tratando de identificar ese objeto que se había adherido a su cuello. Las manos comenzaron a temblarle y un extraño y adormecedor hormigueo le invadió por la espalda y las piernas, haciéndola caer. Se sentía débil, realmente débil y cansada. Hizo múltiples esfuerzos por mantenerse despierta y levantarse, pero el cuerpo le traicionó. Se quedó inmóvil, escuchando un par de pasos que se acercaban hasta donde yacía ella. Después todo se oscureció.

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--Esto se ve muy mal –Dijo la señorita Yamakawa, la enfermera de la escuela al contemplar el brazo y hombro izquierdos de Ukio. Se había quedado tiempo extra en la enfermería, para cuando escuchó la voz de dos personas que se dirigían corriendo hacia ésta, Ranma y Ukio.

--. . .no me diga. . .—la antipática, aunque más calmada voz de Ukio sonó con cierto eco en la silenciosa habitación. Miró a Ranma, quien estaba de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados y en su rostro una expresión de ensimismamiento y su vista perdida en sus propios pensamientos.—¿Ranma qué demonios le pasó a Akane?. . ¡¡¿Ranma!

El muchacho no le contestó.

--¡¡Ranma!

--Dios mío –dijo un poco alarmada la enfermera, viendo el brazo de la chica completamente lleno de moretones—Tienes el hombro dislocado y una fractura en el brazo. ¿Segura que fue un accidente en la clase de deportes?

--mmmmm –Ukio asintió de mala gana, mientras veía a Ranma con una mirada fulminante. Tendría mucho que explicarle y lo obligaría a ello si fuese necesario.

Pero la mente de Ranma estaba perdida en otro lugar.

. . . Akane. . .

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Un viento frío le acogió el rostro. Akane se levantó súbitamente, mientras la cabeza le daba vueltas.

--¿D. . Dónde estoy? –se incorporó, valiéndose de sus brazos los cuales aun le temblaban, adormilados. Entornó los ojos a su alrededor. Estaba en una sala, cuyo acabado era más viejo que rústico. No había cuadros en las paredes, y éstas estaban de una tonalidad casi grisácea. Había pocas ventanas, por lo que la luz casi pasaba desapercibida.

Entonces la vio, la silueta de la extraña joven que había visto esta misma tarde. Ahí estaba, de pie a unos cuantos metros de ella, contemplándola con una mirada fría e inmutable sobre su rostro aun oculto sobre el capuchón de su abrigo.

--Perdón por lo del dardo, no podía arriesgarme –sonrió esta.

Akane se pasó de nuevo una mano sobre su cuello. Encontró un diminuto bulto encajado en éste. Lo tomó, desprendiéndolo y sintiendo un leve pinchazo en el cuello. Vio sobre su mano una pequeña ampolleta, con una aguja saliente en uno de sus extremos.

--¿Que?

--No te preocupes, era un somnífero muy leve –mencionó la extraña chica, acercándose más y descubriéndose el rostro.

--¿Qué esta pasando?. . . –Akane se frotó la cabeza, confundida. Sus ojos se clavaron en el rostro de la chica—¡¡tu! . .te recuerdo, tu eres la chica que vi aquella noche.

--Me llamo Hirume –dijo, pero sin mostrar rasgo alguno de cordialidad. Su voz era tan fría y cortante como la última vez que le había visto—Te he estado observando. Sé que es lo que te pasa. Akane, tú. .

--¡Un momento! ¿Me has estado siguiendo? ¿Para qué?

--Esa noche, yo sé qué fue lo que te pasó esa noche –siguió diciendo Hirume, pese a que Akane se le quedaba viendo con extrañeza.

Akane se quedó en shock. Sabía a lo que se refería.¿Cómo era posible que esa desconocida se hubiese enterado de eso? No había nadie más esa noche, más que ella y Ranma. Nadie les había escuchado. ¿Cómo podría ser?. . .

--El ataque. . .yo lo vi. Akane, yo se que fue lo que paso

--. . no . . eso no puede ser. –dijo poniéndose de pie.—Tengo que irme.

--Yo. . .—Hirume carraspeó un poco, aclarándose la voz—Lo que viste. . .esa cosa. . .era un hombre lobo

--¡¿Qué!

Hirume no se alteró.

--Esa noche, lo que te mordió fue un licántropo. . .un hombre lobo.

--No tengo por que oír eso. –Akane trató de ignorarle—Me voy.

--¡¡Estoy hablando en serio, Akane! ¡¡Escúchame!

--No

Hirume se le adelantó cerrándole el paso, sujetando a Akane fuertemente del cuello de su uniforme escolar. Tiró de este hacia su lado izquierdo, rompiéndolo con tal facilidad como si fuese el papel de envoltorio de algún paquete. El hombro izquierdo de Akane quedó al descubierto.

--¡¡¿Qué demonios te pasa!

--Si no me crees, explícame qué es eso –Hirume señaló hacia las cicatrices de su hombro.

--¿Qué? –Akane miró distraídamente.—¡¡AAAAHHHH!

El vello negro-azul del que se había logrado librar ayer por la noche, había vuelto a crecer, más grueso y denso, delineando ambos contornos de sus heridas. Akane trató de cubrirse con una mano.

--. . . ya estas cambiando –la voz de Hirume sonaba profunda y seria. Hablaba en serio—y todo esto empeorará conforme se

aproxime la primer luna llena. . . vas a tener que encerrarte antes de que dañes a alguien más.

¿A alguien más?. . .No. . . Pero si yo no he hecho nada. . .no. . .

Varias imágenes se proyectaron rápidamente en la mente de Akane.

. . Ukio. . . ¡No! ¡Yo no hice nada de eso!

--¡¡No! –Akane empujó a Hirume, saliendo de la casa. Esas imágenes. . . las voces. No eran un sueño, era real, igual que lo que decía Hirume. Corría, dominada por un miedo que nunca había sentido, corrió cubriéndose el hombro con una mano.

--¡¡Akane! –Hirume le gritó. No trató de detenerla. Sólo se quedó contemplando cómo la chica se alejaba. A lo lejos, el cielo, casi despejado de las grises nubes de enero, comenzaba a oscurecerse.

La chica suspiró. Un suspiro de lástima y quizás, muy en el fondo de preocupación.

--. . . Cuidado con la luna, Akane. . .