Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi, a excepción de los creados por las presuntas escritoras. Este fan fiction es sólo una obra de entretenimiento sin fines de lucro.
L.O.U. & Pao-chan Fanfictions
CAPÍTULO 8
"Luna Roja"
Akane cerró los ojos y esperó a que se le pasara el mareo. Tal y como se sentía en aquel momento, no estaba muy segura de que fuera a sobrevivir hasta la noche siguiente.
Con cada latido su corazón sentía un dolor palpitante en las sienes y las cicatrices de su hombro hechas por la bestia que la mordió comenzaban a arderle, como si se hubiese puesto calientes brasas sobre éstas.
Ranma la tomó del brazo. Débil cómo estaba, sabía que no tenía la menor posibilidad de escapar.
Mirándola fijamente, ante lo que él había pensado que sería una respuesta negativa –o violenta de ella- pensó ¿Y ahora que hago, ¿Cómo razonaba uno con una loba necia?
Estaban cara a cara, a escasos centímetros de distancia. Los azules ojos de Ranma miraban fijamente a los suyos. Su rostro no ofrecía ninguna pista sobre lo que estaba ocurriendo.
Notó que los ojos de Akane adquirieron un brillo amarillo-verdoso, sin evitar estremecerse y sintiendo el aliento de ella Olfateándolo.
Aún tenía en la mente el recuerdo de lo que casi ocurrió la última noche en la que ella se le había acercado de esa forma, de esa misma manera y a punto estuvo de olvidar el arriesgado plan b que tenía en mente. Pero no tenía otra opción, claro que no, esta vez estaría dispuesto a pena correr el riesgo.
Ella entreabrió un poco los labios, todavía sin saber muy bien lo que iba a decir. Su corazón empezó a latir a un ritmo constante.
Inesperadamente Ranma se inclinó sobre ella y la silenció con un beso.
Eso había tomado por sorpresa la mente –y el instinto- de Akane, pero su cuerpo respondió al instante, como si llevara toda la tarde esperando algo parecido.
Puede que así fuera, Akane no se había dado cuenta hasta entonces de lo mucho que ansiaba ese momento. Cerró los ojos, saboreó la sensación y le devolvió el beso apasionadamente. El dolor había desaparecido, se sentía tranquila, calmada, con la vaga sensación de que todo lo que había ocurrido mucho antes sólo se tratase de una pesadilla.
CLICK
CLICK
Un par de chasquidos metálicos irrumpieron en el momento y los ojos de Akane se abrieron al instante, confundidos.
¿Qué demonios?
Bajó la mirada y descubrió con sorpresa que Ranma la había encadenado a uno de los pilares que conformaban el interior de la bodega.
--¿Qué es esto? –dijo con voz entrecortada y sintiéndose traicionada, frustrada y decepcionada al mismo tiempo.
Se apartó de Ranma y dio un fuerte tirón a las cadenas, pero el sólido metal –acero, sin lugar a dudas. Perfecto y aparentemente resistente para soportar los esfuerzos de un hombre lobo en estado de frenesí- se negó a ceder.
Estaba atrapada.
--Lo siento.
--¡¡Desátame ahora! –el último rastro de humanidad había desaparecido al verse aprisionada. Akane forcejeó una y otra vez, pero las pesadas cadenas le tenían firmemente sujeta, inmovilizándole las muñecas y los tobillos. Su instinto le obligó a sacudirse violentamente, como un animal atrapado en una jaula.—¡¡RAANMAAA!
Él evadió la mirada de la desesperada expresión de Akane. Una de las cosas que sus sentimientos no soportaban era el verle sufrir, y ahora sentía como un frío viento le cernía el corazón al obligarla a permanecer ahí. Se levantó, abriendo la puerta.
Hacía unos cuantos minutos que la lluvia había amainado. Ya deberían de ser las cuatro o cinco de la tarde, y no tardaría mucho tiempo en oscurecerse.
--¿Qué, que es lo que vas a hacer? –jadeó, su voz se oía cansada debido al inútil esfuerzo por liberarse. Su semblante estaba cubierto de sudor y sus ojos revelaban una infantil angustia, no por el hecho de encontrarse allí, encadenada y adolorida, sino por verle a punto de apartarse de ella.
--Solo. . .yo. . .—Ranma tartamudeó, inseguro. Sabía que no podía permanecer con ella toda la noche, aun cuando las cadenas le tenían presa. Pero por otra parte, tenía que salir, no por él, sino por los otros; su familia.
Cierto, ¿acaso no preguntarían el porqué del hecho de que Akane no había llegado aún de la escuela? O el porque no llegaría a cenar
A menos de que Kasumi o Nabiki terminasen siendo su cena. . .
Tenía que hacer algo, y eso significaba el inventar una excusa o algún modo en el que creyeran en casa que estaba en la escuela. . .y en la escuela creyeran que ella estaba en casa.
Varias ideas revoloteaban en su cabeza y la mayoría no era una solución.
--Ya vuelvo –finalizó, pero sin decirle motivo o razón.
--Ranma. . . –gimió ella, pero él había desaparecido detrás de la puerta. La perilla se cerró con un rechinido. Le había dejado, sola—¡¡RANMA!
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Nadie. Momentáneamente parecía no haber nadie en el pórtico de la entrada de la casa de los Tendo.
¿Cómo pudiste dejarla sola, pronto oscurecerá. . .¿estás seguro que la encadenaste bien? Vete, mañana encontrarás alguna buena excusa.
Vete
Miró al cielo. El atardecer había desaparecido detrás de un conjunto de nubes, más claras que las de la mañana. La luz del día apenas era visible. . .y la luna aparecería pronto.
Y por primera vez, en mucho tiempo, hizo caso de su discernimiento. Se dio la vuelta, a punto de echar a correr hacia la escuela. Nadie lo vería, y esperaba que nadie se enterara de todo esto.
--¡Ranma! –una voz clamó desde el interior, y Ranma se quedó de pie, junto a la puerta, como si el tiempo se hubiese detenido.—¡Oye, a donde demonios vas!
Él se giró a su derecha, maldiciendo mentalmente ese momento en que tuvo que quedarse en la entrada como un perfecto idiota.
Nabiki estaba frente a él, y probablemente a punto de hacerle un bombardeo de preguntas.
Él estaba demasiado nervioso para hablar, tan nervioso como un niño al que se descubre en una travesura.
--Nada. . .no voy a ningún lado –repuso, lo más seco e incongruente que pudo. Una estúpida reacción provocada sólo por el nerviosismo.
--Si claro –las miradas de Nabiki eran demasiado certeras a lo que Ranma intentaba esconder—entonces, ¿porqué llegas a
esta hora? ¿Y dónde está Akane?
Rápido. El tiempo pasaba demasiado rápido y la oscuridad vendría de un momento a otro. No podía perder más tiempo.
Pero Nabiki estaba dispuesta a no dejarle ir, seguía firme, como un verdugo en un interrogatorio de los tiempos de la Inquisición.
Ranma no respondió. Y tal y como lo haría un criminal, solamente se dio la vuelta a punto de irse, a no ser porque una mano lo detenía, sin fuerza alguna, pero él no tenía ningún motivo para forcejear.
-- Ranma, sé que algo estas ocultando –preguntó lentamente. Su voz no expresaba la típica intromisión o curiosidad de ella, sólo preocupación.—. ¿Qué está pasando?
Una luz proveniente de alguna de las casas vecinas se encendió.
Para entonces, la noche invadía el cielo de Nerima
--. . .solo, entra en la casa, y no dejes que nadie salga. . .—Nabiki despegó su mano del brazo de Ranma.
--¿Qué tratas de decirme?
--Por favor. No trates de seguirme, y no dejes que nadie salga de la casa.
Nabiki sólo se quedó ahí, junto al marco de la puerta mientras él se alejaba a toda prisa, rumbo a quien sabe donde.
Unas sombras se proyectaron en el suelo. Sus propias sombras, ocasionadas sólo por una cosa.
Los primeros rayos resplandecientes de la luna llena.
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Un dolor sordo y palpitante empezó a crecer y extenderse por todos los huesos de Akane.
Moverse e incluso respirar se convirtió para ella, en un ejercicio angustioso. Y el dolor seguía creciendo, hora tras hora.
Temblaba de frío y el temblor encendió el dolor que transmitía a lo largo de los nervios y le hacía gemir.
Oía voces, dentro de esa penumbra descomunal. Su visión se hizo confusa.
El dolor no le abandonaba nunca; más bien iba en aumento, y sus músculos se ponían tensos y crujían como las tablas de una casa a punto de estallar debido a una presión interior.
Un salto en el tiempo. Una oscuridad de horas.
. . .Mamá. . .me . . .me duele. . .
. . .¿Que. . .que demonios está pasándome?. . . Ranma. . .¿Ranma dónde estás?. . .
Angustia. Angustia. Akane no había sentido nunca antes tanta angustia.
Le pareció que los dientes se le movían en las mandíbulas, ajustándose a sangrantes alvéolos. Se sentía como si tuviese rotas las articulaciones, como un muñeco de trapo viviente y erizado de alfileres. Su pulso tenía un ritmo endiablado.
Akane trataba de abrir la boca para gritar, pero los músculos de la mandíbula se tensaban y le arañaban como alambre espinoso. La angustia aumentaba, menguaba y crecía de nuevo con más fuerza. De pronto, toda ella era un horno y un instante después, una casa de hielo.
Se daba cuenta de que su cuerpo se sacudía, se contorsionaba, para adquirir una nueva forma.
. . .No. . .por favor. . . .No. . .
No tenía control sobre estas contorciones; su cuerpo se había convertido en una máquina extraña, al parecer empeñada en destruirse.
La luna comenzaba a brillar, en lo alto de unas amorfas y toscas nubes.
Inevitable.
Los huesos se arqueaban y retorcían, como si éstos tuviesen la consistencia de palos de azúcar.
Incapaz de hablar o gritar, apenas capaz de lanzar un suspiro para aliviar el dolor de los pulmones y el palpitante corazón, sintió que su espina dorsal empezó a doblarse.
Sus músculos se volvieron locos; le enredador en dorso, tiraron de sus brazos hacia atrás, le retorcieron el cuello, le estrujaron la cara como grapas de hierro.
Cayó de espaldas al relajarse los músculos, pero éstos le levantaron de nuevo al ponerse rígidos, como cuero secado al sol.
En el centro de aquel torbellino de dolor, el corazón de Akane Tendo luchaba por no perder la voluntad de vivir.
. . .No. . ¡Basta!. .
Y entonces, el dolor le acometió de nuevo, le agarró por las entrañas y le sacudió. Akane sintió que el espinazo se encorvaba y alargaba con un chirrido de nervios sacudidos y sus rodillas se encogían hacia el pecho, mientras ella yacía de costado.
Tenía las muñecas y los tobillos completamente bañados en sangre, ocasionado por las cadenas, y al forcejear contra estas a causa de sus involuntarias convulsiones. Solo quedaban los restos de su propia sangre, los raspones y arañazos se habían cicatrizado en cuestión de segundos.
La columna vertebral era el centro de su angustia y su cabeza, una cafetera hirviente.
Las rodillas le tocaron la barbilla, golpeándola con fuerza. Los dientes chirriaron y oyó en su cerebro un gemido, como los que anuncian un vendaval que amenaza con arrancar de cuajo todo cuanto encuentra a su paso.
Pero debajo de todo eso, una batalla de supervivencia se libraba. Humano contra bestia. La mujer contra el lobo.
Y el lobo había ganado.
Algo se inflamó dentro de Akane. Sintió como un fuego que se hubiese encendido en el fondo de su ser, forzándola a sumergirse en aquellas llamas abrasadoras y sujetar lo que se hubiese forjado en ellas.
--¡¡¡AAAAHHHHH! –gritó, en un último consuelo humano, pero su voz hacía tiempo que había dejado de ser su voz y se había convertido en un sonido inarticulado, ronco, hasta transformarse en un rugido. Borrando todo recuerdo de existencia o sentimiento humano, haciendo de sus últimas ideas racionales, solo un recuerdo perdido en el tiempo.
El uniforme escolar, completamente impregnado del polvo del suelo, sangre y de su propio sudor, comenzaba a tensarse sobre su torso. Las costuras saltaron, al momento en que éste se desgarró, mientras que sus músculos se contraían, expandiéndose.
Pinchazos de dolor subieron por su columna vertebral. Brotó vapor de sus poros. Se estremeció, y una presión estrujó sus órganos. Su corazón palpitó desaforadamente. Sintió un agudo dolor en los ligamentos de los brazos y piernas, y también en la cabeza. Algo chasqueó en su mandíbula inferior, y se dio cuenta de que estaba gimiendo.
La mano derecha estaba cubierta de finos pelos negro-azules, y los dedos se habían deformado en gigantescas zarpas.
El pelaje se extendió por su brazo. La mano izquierda estaba cambiando. Sintió como si una argolla de hierro le ciñese la cabeza, y su mandíbula inferior se alargaba con secos chasquidos.
Y ahora no podía volver atrás, no se podía negar al Cambio. Sus ropas se desgarraron por completo, cayendo en trozos deshilados sobre el suelo. Sus zapatos explotaron cuando sus pies empezaron a deformarse.
Los poros de la espalda se abrieron dolorosamente, abriendo paso a una ola de grueso pelo negro-azul, y éste se extendió por los hombros y el vientre de Akane, se entrelazó por el cuello y le cubrió la cara. Sus pechos se endurecieron y se cubrieron de pelo áspero; mientras que de los cuadriles de su abdomen emergieron dos pares de tetillas.
Las mandíbulas y la nariz se estaban alargando en un hocico, y los colmillos surgieron con tal fuerza que le desgarraron las encías y le hicieron babear sangre y saliva. La espina dorsal se dobló, causándole un dolor atroz. Sus piernas y brazos se extendían, haciéndose más musculosos. Nervios y cartílagos chasquearon y crujieron. Las orejas se cubrieron también de pelo y comenzaron a tomar una forma triangular.
La cola, resbaladiza y húmeda, había brotado del cóccix y se alargó en el aire cuando Akane se puso en cuatro patas. Sus músculos siguieron vibrando como cuerdas de arpa y sus nervios se inflamaron. Fluidos de penetrante olor rezumaron en su pelambre.
Akane se estremeció, sacudiendo el cuerpo como para librarlo de los últimos vestigios humanos.
El dolor se intensificó, y entonces disminuyó rápidamente al compás de una excitante sensación, al mismo tiempo una furia animal e inmensa hambre.
Algo le apresaba. Jaló y ese algo le rozó una de sus patas.
Una presión ejercía en su estómago.
. . .hambre. . .yo. . .hambre. . .
Al poco tiempo de verse encadenada, una ira incontenible comenzó a formar parte de cada una de sus acciones. A constituirse en un aliento de supervivencia aunque no lo pudiese controlar.
En ese instante excepcional, la claridad de luna le devolvía brutal y enloquecedoramente la obsesión de escapar de allí.
Tiraba una y otra vez, hasta el cansancio. Solo escuchaba un ruido metálico, que caía y se tensaba.
Tomó un último esfuerzo, y tiro con toda la fuerza de la que era capaz. Un sonido seco, fuerte.
Algo tronó, se rompió y cayó al suelo.
La cadena cedió, mientras que varios eslabones de ésta cayeron al suelo en una brillante lluvia metálica.
Libre. Pero sólo había un obstáculo más.
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Corrió lo más que pudo, mientras sus pensamientos le reprendían una y otra vez el hecho de haberse marchado de su lado.
Era tarde, y estaba consciente de eso. Sólo esperaba llegar y encontrarla allí, aunque al mismo tiempo eso era lo que más le preocupaba.
Llegó a la entrada de la escuela. Cerrado.
Obvio, idiota, son las ocho de la noche, ¿acaso pensabas que estaría abierto?
Sin detenerse, saltó la barda.
Un aterrador silencio reinaba en el interior de la solitaria escuela, mientras que un viento frío ululaba a lo lejos. Se dirigió vacilante hacia su objetivo, detrás de las canchas deportivas; hacia la bodega.
Se detuvo, presa de una sorpresa que le hizo dar un paso atrás.
La carcomida y desgarbada puerta estaba a pocos metros de sus pies, completamente desgarrada y combada en uno de sus bordes. Entonces se adelantó al interior de la bodega.
Varios de los eslabones de la cadena con la que la había atado estaban regados por todas partes. La había hecho añicos. Yacían ahí, a lo largo y ancho de todo el suelo, y sobre unos rasgados trozos de tela. . .de lo que había sido el uniforme de Akane.
Tomó un deshilado pedazo de tela, salpicada de unas diminutas gotas de sangre, entre sus dedos como si se tratase de un delicado pétalo de flor.
No, Akane. . .no. . .
Suspiró como si quisiera ahogar una fugaz lágrima. Volteó hacia donde debería estar la puerta, sin descartar una absorta pero cierta respuesta.
. . .Ha escapado, logró romper las cadenas y derribó la puerta, abriéndose paso a colmillazos. . .
Tengo que encontrarla.
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No podía saber que la oxidación del metal, unido a su permanente forcejeo había sido la causa de su libertad. Sólo tenía la conciencia de la libertad que acababa de obtener.
El crujido de las bisagras y la renovación del aire, unido a esa salvaje sensación que se acentuaba en todo su cuerpo, le dijeron que había llegado el instante crucial.
Todo le sobrecogía, cada sombra moviente de las ramas, los arbustos, el susurro del aire y ¡la luna llena!
Había llegado a una zona abierta, sobre la cual sobre la cual pudo distinguir un negro y lúgubre cielo y en medio de éste un gran círculo blanco que parecía mirarle. En una respuesta instintiva, levantó la cabeza y aulló repetidamente, en una especie de canto ancestral; aullidos de libertad de una criatura irracional que había nacido para encontrarse allí y no encerrada o encadenada.
De nuevo aquel ardor en su estómago. Hambre. Estaba muerta de hambre.
Hambre. . .yo. . .hambre. . .
Olfateó el aire, captando una infinidad de aromas. Buscando la más mínima pista de lo que sería su primer presa de la noche.
Hambre. . .
Y la encontró.
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Alrededor de las nueve y media de la noche de luna llena, se alzó un viento desagradable, trayendo consigo unas nubes espesas que venían del norte y durante algunos momentos la luna jugó al escondite entre ellas, dando al borde de las nubes una tonalidad de plata batida. Las nubes se fueron haciendo más espesas y la luna desapareció, pero seguía estando allí.
--. . .¿Akane, donde estás?. . .—dijo él, casi en un susurro, mientras una oscuridad total reinaba en las desoladas calles— ¡rayos!
Ranma había estado corriendo, yendo y viniendo de un callejón a otro, sin encontrar nada y el silencio era su único acompañante. Finalmente se detuvo, cerca de una de las avenidas centrales. Solo, todo estaba completamente solo, como si la ciudad entera se hubiese convertido en un auténtico pueblo fantasma.
Dio un paso en falso hacia su derecha, y aplastó distraídamente una lata de refresco, haciendo que el crujido rompiera el silencio.
Pasos. Algo se acercaba a sus espaldas, pero él no se movió.
Estaba cerca. Entonces se giró, con su puño derecho como única defensa. Y una mano humana lo detuvo, con fuerza.
--¿Qué. . carajo. .?
--Se escapó, ¿cierto? –resolló imperativamente Hirume, sin esperar respuesta alguna del chico—¿Y aun así insistías en quedarte con ella?
Hirume soltó el puño de Ranma, al tiempo en que ella sacaba algo de uno de los bolsillos de su gabardina.
El chico contempló sin entenderle, mientras ella abría un pequeño estuche negro, dejando relucir el brillo de una pistola Magnum 45.
--No, ¡De ninguna manera!. . .¡¡No voy a hacerle daño!
--Una sola bala no la matará. . .—empezó a decir la joven, haciendo caso omiso de las objeciones del chico, abriendo el cartucho del arma y remplazándolo por uno nuevo. Ranma pudo ver el destello de dos pequeños círculos en el interior. Plata, claro—. . .mientras no sea en la cabeza o en el corazón. Sólo trata que haga contacto con la sangre, la debilitará lo suficiente como para revertir la transformación.
Le dio el arma al chico, quien la tomó de mala gana. Ella le hizo un ademán hacia la derecha.
--Yo iré hacia acá –señaló—El resto es tuyo.
Ranma asintió, confuso mientras varios pensamientos se debatían una y otra vez. ¿Qué rayos pretendía esa loca? ¿porqué quería ayudarle? ¿Sería capaz de dispararle a la única persona que él había sido capaz de amar?
Ranma. . .¿acaso serías capaz de esto?. . .
Sus manos temblaban y su estómago estaba hecho un nudo.
--Recuerda, que no te reconocerá, actuará como lo que es ahora, una animal salvaje –dijo secamente ella, antes de alejarse corriendo—.Así que será inútil que razones con ella.
Ranma bajó la vista, mientras ella se perdía en medio de la oscuridad.
Contemplaba el arma, como si fuese un extraño objeto alienígeno.
Tomó una determinación.
--. . .no. no puedo hacer esto. .
Guardó la pistola en uno de los bolsillos de su pantalón.
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Caminaba a paso lento, las manos en ambos bolsillos y su aliento provocaba una pequeña nubecilla de vapor alrededor de su boca. No importaba que ya fuera de noche, no para él. Sólo por el hecho de que ya estaba todo completamente oscuro.
No importaba, siempre y cuando se diera prisa de llegar lo más pronto posible a casa.
Se había pasado de tiempo en la biblioteca, desde las seis y media de la tarde, por lo que aún llevaba puesto el uniforme de Furinkan.
Llevaba un par de libros bajo el brazo, y seguía andando, mientras que sus zapatos hacían un ruido sordo sobre el cemento de la acera. Era un sonido extraño, como un resoplo.
No, no eran sus zapatos. Se detuvo, y lo comprobó. No estaba solo.
--¿. . Quien. . .quien está ahí?
De nuevo aquel ruido. Una respiración.
Debe ser algún perro extraviado, pensó él, si, no puede ser otra cosa.
Sin embargo, seguía dudando. El helado dedo del miedo parecía taladrarle el pecho, exactamente por debajo del corazón.
Siguió andando. Y esa cosa, sea lo que fuere le estaba siguiendo.
Se acercaba. Había captado su olor.
Y entonces, él se echó a correr, como lo haría un niño asustadizo. Algo se movía.
Zancadas, hechas sólo por algo que marchase a cuatro patas.
No volteó a sus espaldas, no quería enterarse de lo que le perseguía, no aun. Su pie derecho tropezó contra algo y cayó al instante. Sus libros fueron a dar a medio metro delante de él. Trató de levantarse, dispuesto a recogerlos.
Sus manos quedaron suspendidas sobre el piso. Un rugido de rabia.
Y después, un dolor terrible, mientras que su voz se perdía en un amargo trago de sangre.
. . .De su propia sangre. . .
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En medio de la noche, se pudo escuchar una serie de gritos de dolor y miedo, procedentes de uno de los callejones que daban al parque. Gritos humanos, que luego se perdieron en medio de un silencio atormentador, como si algo los hubiera ahogado.
Entonces, un estridente aullido de triunfo resonó en la noche. Era el aullido de un lobo, pero había tanta humanidad en él.
Aullidos que parecían ser palabras pronunciadas por una garganta humana.
Se detuvo, al pie de una de las paredes que limitaban la restringida área del parque.
Nada, aparentemente nada, cuando oyó un nuevo rumor.
Un bajo y sordo gruñido.
Ranma se quedó de pie, irguiendo la cabeza, tratando de identificar la procedencia del sonido. Por un instante no le fue posible y se aterrorizó de repente, no por el sonido en si mismo, sino por su aparente falta de procedencia.
No estaba en ninguna parte. Estaba en todas partes.
Y entonces, una especie de radar interno –facultad de supervivencia, quizás— entró en funcionamiento y él comprendió que el gruñido procedía de sus espaldas.
Se acercaba.
Hambre. . .
Ranma dio un vacilante paso atrás, y con los nervios sujetos por unos resortes tan delgados como filamentos. No estaba dominado por el miedo –al menos no aun— pero si estaba en un estado de vigilancia intensificada.
Lentamente. Directo hacia esa extraña sombra que estaba delante de ella.
Y entonces, los ojos del joven le encontraron.
Un trago de saliva se atoró en la garganta de Ranma, haciendo que su respiración alcanzara una fase de indolora pero total paralización.
Un monstruo enorme. Sus ojos brillaban en la penumbra como dos mortales linternas.
Husmeó el aire y después empezó a dirigirse hacia donde estaba él, con pasos largos. Marchaba encorvada sobre sus cuatro patas. Sigilosamente, como un cazador que acecha a un ciervo en el bosque.
Era Akane. Pero. . .
. . .no. . .no. . .
Si. Estaba seguro de ello. . .a pesar de la inmensa deformidad de su cuerpo, aun era ella. Podía verlo, no sólo en el color de su pelaje, sino en su rostro, sus expresiones. . .debajo de la mortífera apariencia lobuna, quedaba algo de ella, de aquella única persona que realmente había llegado a tener un significado para él, de su prometida. . .de Akane.
Sus irreflexibles ojos no se apartaban ni un momento de los azules y desorbitados ojos de Ranma Saotome. El pelaje estaba espeso y cubierto de barro y. . .
Sangre. . .es sangre. . .
Un tenue halo de luz de luna se reflejó diabólicamente en sus ojos amarillentos.
Se movió despacio, jadeando de forma rítmica, captando el olor de su presa, seguramente advirtiendo también la debilidad de ésta.
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--. . .A. . .Akane. . .—empezó a decir, en un hilo de voz.
Pareció escucharle.
Gruñó.
Ranma deslizó una mano por dentro de su bolsillo. Lentamente. Y la dejó ahí, sintiendo la fugaz seguridad del mango del arma rozando su dedo pulgar y el índice.
Exhaló, como un inútil intento por mantener la conciencia. No funcionó, no al momento en que la loba se adelantó hacia él en menos de lo que serían dos zancadas humanas.
Ranma sintió como sus labios se resecaban debido a la latente salivación de su boca. Sí, ahora sí tenía miedo, no podía moverse. No respiraba. Marea baja en sus pulmones. Había oído hablar de la paralización a causa del miedo, pero nunca había imaginado que pudiera ocurrir tan completamente, nunca, ni siquiera con su fobia a los gatos.
No había el menor contacto entre su cerebro y sus piernas.
Sus manos eran unos estúpidos bloques de carne situados al sur de sus muñecas, carentes de toda sensación.
Entonces algo vino a su mente. Claro, esa pesadilla. Ese sueño. Él, la noche, el monstruo. . .
El sueño, el inexplicable sueño que le atormentaba un mes antes. Todo ahí estaba, una cruel representación cuyo descenlace.
Akane seguía avanzando hacia ésa extraña sombra que estaba delante de ella. Inmóvil.
Un aroma cercano le hizo crujir el estómago.
Hambre.
Ruidos. Escuchó que había emitido una especie de ruido. Palabras
No.
No entendía.
Hambre. . .
Se lanzó hacia él.
Una sombra oscura se proyectó sobre la acera, directo hacia el chico.
--¡¡Akane. . .soy yo. . .! –su voz quedó ahogada en medio de su propio miedo.
El miedo se había apoderado de él, impidiendo toda sensibilidad, aun cuando un peso sobrehumano le empujó haciéndole caer de rodillas sobre el suelo, y la aparente seguridad del arma había pasado a la historia cuando ésta cayó de su bolsillo, produciendo un chasquido ahogado.
Lo había olvidado todo, su fuerza, su plan de escape, la advertencia de Hirume. Todo.
Un rugido ronco y grave. Un olor salvaje
El muchacho sólo pudo ver dos ambarinos ojos a escasos centímetros de su rostro, el pelaje hirsuto y el hocico negro y húmedo. Y cuando frunció el labio superior para gruñir vio los dientes, resplandecientes y filosos, largos como un cuchillo de carnicero.
Cara a cara con el rostro de la muerte.
Sus ojos se mantenían en contacto visual con los de ella, fijos.
Sus pulmones solamente alcanzaron a producir un suspiro.
--. . .A. . .Akane. . .
Ese sonido. Ella había escuchado ese sonido.
Lo conocía.
Palabras, claro. Ese sonido que había exhalado su presa. . .eran palabras. Si, conocía esas palabras. . .
Varias imágenes, cortas, borrosas e incompletas. Esas palabras se repetían, constantemente.
--. . .Akane. . .yo. . .
La voz era más clara, y parecía tener una especie de eco.
Su aletargada mente parecía desglosarla letra por letra, para luego repetirse una y otra vez.
El dolor se incrementaba, incontenible, haciéndole jadear.
Hambre.
Grrrr. .
Él estaba ahí. Inmóvil, apenas capaz de mantener el ritmo cardiaco.
El rostro estaba completamente bañado de sudor. Su voz comenzaba a extinguirse, debido a la enorme presión que ejercía en sus pulmones.
--. . .yo. . .te. . .te . . . amo. . .
Imágenes. El sonido. El atrayente aroma de la adrenalina que percibía en su presa. . .esas palabras.
Gr.. .rr. .r
El pálido semblante de su apresada víctima. Ese rostro. Ese aroma.
Grr. . .rr. .
Una pulsación recorrió el lado derecho de su cráneo. Presión. Voces. Esos azules ojos.
Gr . . ra. . .
El dolor de cabeza le aturdía. El hambre comenzaba a ceder.
Su vista captaba perfectamente esa sombra en medio de la oscuridad. Esa figura que poco a poco tomó forma en medio de un torbellino confuso que resonaba en su mente, como la borrosa imagen reflejada en agua.
. . .ra. . .rrann. . .
Su instinto cedía, bajo el estruendoso eco en que se debatía. Una voz. . .una voz humana, femenina. Asustada.
. . .ra. . .
El sonido se hacía mas insignificante, dejando sólo la resonancia de esa voz.
Y una única y completa palabra se aventajó ante su instinto.
Ran. . .Ranma. . .
Sus pensamientos se volvieron más claros.
Entonces su vista se centró en la aparición que se reflejaba en unos azules y asustados ojos que tenía delante de ella.
Un ser de fauces abiertas, grandes colmillos salientes sobre el labio superior e inferior, ojos teñidos del color amarillento típico de los lobos, nariz brillante y de negros orificios, rostro peludo y orejas afiladas. Una visión abominable, una horrenda combinación entre bestia y humano fue la respuesta que consiguió.
El miedo, el horror, el vago recuerdo de su instinto. Un temor irracional le obligaba a retroceder. No, no podía hacerlo.
El muchacho tragó saliva por primera vez en muchos minutos. Una de sus manos rozó contra algo deforme, húmedo. Una de las garras, tan parecida y al mismo tiempo tan distinta de una mano humana, aun estaba inmovilizándolo, cerca de uno de sus costados. Su vista reparó en el semblante de ella.
¿Qué. . .que está pasando?. . .¿Ranma. . .?. . .no. . .no. . .
Estaba aterrada.
Gruñó, con una garganta incapaz de expresar palabras o sonidos pronunciados por cuerdas vocales.
. . .no. . .
No retrocedió. Sus ojos revelaban una mueca de pavor incontenible. El dolor había regresado. El hambre, se volvía más que fuerte.
Las imágenes. Los sonidos, todo se volvía confuso de nuevo.
. . .noo. . .
Angustia. Dolor. Ardor.
¡¡Nooo!
Un rugido mezcla de pánico y sufrimiento ascendió en una espiral hasta alcanzar un registro mucho más agudo, convertido en un frenético grito de dolor.
Ranma no lo vio, ni siquiera en la dirección en la que procedía, pero pudo escucharlo, por encima del aullido de Akane, sobre el gemir del viento, por encima de sus agitados y confusos pensamientos. Un trueno, un sonido vago y lejano.
La loba, aun por encima del cuerpo del muchacho, se desplomó por completo, con el peso de su descomunal cuerpo, haciéndole caer de costado. El brazo del chico se apoyó al momento en el lomo de Akane.
Jadeaba. Emitió un gruñido tan bajo como un ronroneo.
Herida.
--Akane. . .—Ranma sintió extraña su voz, bajo la reseca textura de su lengua. El cuerpo estaba acalambrado y la única parte que tenía conciente era una mano, la que tenía sobre Akane—¡¡Akane!
El jadeo cesó. Y el ritmo del corazón dilató su marcha, pero sin detenerse por completo.
La licántropo yacía allí. Su cuerpo hizo un vago intento por levantarse. Una leve sacudida.
Y finalmente quedó inconsciente.
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Hirume había abierto fuego, hacia un par de minutos cuando escuchó un grito que ella equivocadamente pudo interpretar como un grito de agonía.
Debido a la escasa carga de pólvora, el arma hizo un ruido absurdamente insignificante, como el disparo de un fusil de aire comprimido.
Sus ojos se quedaron abiertos, horror o sorpresa, o tal vez ambas.
Solo una idea le confortaba. Había sido certera en el disparo, pero por fortuna, no lo fue lo suficiente.
En el suelo, bajo el brazo de un muchacho que le sujetaba de manera sobreprotectora, la mujer-loba había comenzado a cambiar. El pelo que había cubierto su cuerpo y su rostro pareció como si volviera a entrar en la piel de un modo extraño e inexplicable. Sus labios, contraídos en un rugido de dolor, se relajaron y cubrieron los dientes que empezaron también a encogerse, a reducirse al tamaño y la forma de una dentadura humana. Las garras se fundieron hasta transformarse en uñas.
Un acorde de crujidos y músculos, encogiéndose.
El cuerpo desnudo y tembloroso de Akane yacía allí, envuelto por los fuertes brazos de su prometido.
Las puntas de los dedos de Ranma tocaron una piel pálida, cubierta de diminutas gotas de sudor. . .y algo más. Un líquido caliente, que goteaba de uno de sus brazos. Tibio. El chico pudo distinguir que su mano derecha comenzaba a impregnarse de la sangre de ella.
--. . .no. . .¡¡Akane!. .¡¡Akane, responde! –con la voz en un hilo, hizo un arranque por levantarse, tomó en brazos el cuerpo de Akane y lo estrechó fuertemente.
Su respiración era entrecortada, inhalaba y exhalaba como si fuese un esfuerzo que su cuerpo no pudiese soportar. Los latidos disminuían.
El ritmo era más lento.
Mas lento.
--¡¡¡AKANEEEEEEE!
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FIN DEL CAPITULO 8. . .JEJE, AHORA SI KE LOS DEJAMOS EN ESPERA DE LA CONTINUACIÓN. . .PERO NO TARDARÁ MUCHO EN KE SE ENTEREN DE ¡¿QUÉ ES LO KE OCURRIRÁ PARA EL CAPITULO 9!
. . .CRITICAS Y REVIEWS (VIRUS NO, PLEASE JEJEJE) A (correo de LOU) o a (correo de PAO CHAN).
Hasta pronto!
