Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi, a excepción de los creados por las presuntas escritoras. Este fan fiction es sólo una obra de entretenimiento sin fines de lucro.
L.O.U. & Pao-chan Fanfictions
CAPÍTULO 9
"Pesadilla o Realidad"
Esa noche de un veintitrés de febrero, en las que la luna había desaparecido y vuelto a aparecer en el cielo, y hacía ver el reflejo de las calles principales con un tenue brillo similar al de un hueso descarnado.
En el transcurso de esa noche, algo comenzó a aullar.
Posteriormente nadie supo decir de dónde había llegado aquel sonido. Estaba en todas partes y en ninguna, mientras la luna llena plateaba los muros de las casas oscurecidas de Nerima.
Dos personas que vivían cerca del parque lo oyeron; lo oyó Shampoo, estando de pie, vestida con su pijama detrás de la ventana de su habitación; y lo oyó Nabiki, mientras leía una revista a la luz de su lámpara de noche, desde su propia alcoba. Lo oyeron muchos otros, entre ellos un muchacho con una bandana amarilla alrededor de su cabeza y que llevaba a cuestas una pesada mochila de viajero.
Pero nadie escuchó gritar, ni vio ni supo el nombre a primera vista de un joven, probablemente de dieciséis o diecisiete años, cuyos restos fueron encontrados por el empleado de una compañía eléctrica que pasaba por entre uno de los callejones aledaños a la transitada avenida central, mientras se dirigía a su trabajo.
El cuerpo mostraba la cabeza hacia atrás y la boca abierta como si la muerte lo hubiese sorprendido mientras gritaba. El saco del uniforme escolar estaba abierto y desgarrado. Yacía en un charco helado de su propia sangre, con los ojos fijos en el cielo y las manos alzadas en un último gesto de defensa.
Todo su alrededor había marcas de huellas.
Las huellas de las patas de un lobo.
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Varias ideas pasaban por su cabeza, como solía ocurrir siempre que regresaba a Nerima. Notó que el normalmente tranquilo barrio había cambiado. A pesar de ser cerca del mediodía, no había mucha gente en las calles, ni siquiera en la avenida central. A lo lejos, le pareció escuchar el sonido de la alarma de alguna ambulancia. Alguien murmuró algo, lejos, muy lejos.
Se detuvo en el cruce de dos calles, delante de un edificio de fachada amarilla y cristales oscuros.
Curiosamente, por un instante le pareció que ya había pasado por ahí.
Qué extraño. . .¿me habré equivocado de camino?. . .
Se pasó una mano por la cabeza, confundido. Suspiró.
. . .mm, no, yo jamás me equivoco. . . tal vez debí ir a la izquierda. ¿O era a la derecha?
Miró entre una de las ventanas de una tienda que estaba a sus espaldas. El reloj del mostrador marcaba las 8:25 de la mañana.
Bien, me daré prisa, y creo que llegaré en cuanto haya regresado de la escuela.
Llevaba un paquete en su mano derecha, envuelto cuidadosamente con un papel café y llevaba la distintiva etiqueta de un expendio de Hokkaido. Lo levantó, tomándolo con ambas manos y contemplándolo como si fuese un preciado tesoro.
. . .De nuevo, estoy aquí. Después de un largo tiempo de entrenamiento en las montañas de Osaka. . .he vuelto, mi amada Akane-san. . .
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--Ya es bastante –dijo un sujeto, abrigado con un saco negro, sobre el cual portaba una reluciente placa, con el distintivo letrero de Policía Estatal.
Su voz apenas era un murmullo que escasamente pudo oírse por encima del estruendoso escándalo producido por una ambulancia. Dos personas más, entre ellos un joven enfundado con el uniforme reglamentario de paramédico especializado y su ayudante, se arremolinaron alrededor de la aterradora escena.
--¿Qué quiere decir, jefe? –preguntó confuso otro tipo, a un lado de él. Un hombre de baja estatura en cuya mano izquierda portaba una libreta. En su saco color gris claro también portaba una placa similar.
--Ya sabes lo que quiero decir. Ya es tiempo de que la gente deje de esconder la cabeza bajo el ala, pretendiendo que no pasa nada, cuando todo el mundo puede ver lo que realmente sucede. ¡¡Maldita sea, mira esto!
Señaló donde estaba el cadáver del joven, ahora cubierto por una manta blanca, mientras el paramédico y el ayudante desdoblaban una bolsa negra de lona, mientras algunos transeúntes curiosos se detenían y miraban, algunos por simple chisme y otros por curiosidad y morbo.
El ayudante del paramédico colocó la bolsa sobre el suelo. Las palabras Anfiteatro Distrito Tokio Oriental, se leían con grandes letras blancas de molde.
El polvo y tierra que había alrededor del cuerpo estaba cubierta por unas enormes huellas. Parecían las de las patas de un animal, pero al mismo tiempo tenían algo sórdidamente humano.
--¿Ves esas malditas huellas? –dijo el hombre del saco negro.
--Si, claro.
--¿Cuál es tu conclusión a todo esto?
El asistente de saco gris se encogió de hombros.
--. . .canis lupus. . .un lobo. No puede ser otra cosa, teniendo en cuenta las características de la región y. .
--¡¡Carajo! ¡¡¿Después de esto, aun crees que este homicidio fue causado por algún ser normal!
--. . .podría suponerse , que no. . .pero. . .
--¡Tu lo sabes, yo lo sé, y lo saben la mayoría de los habitantes de este pueblo! Ya es más que suficiente. Es hora de poner fin a este asunto, y ahora.
Su asistente cerró la libreta, en la cual solo había escrito la inconexa frase de "Homicidio en primer grado. . . .atacante:. . .desconocido. . .", garabateada con su pluma fuente en el bloque asignado en el formulario para especificar el siniestro ocurrido .
--¿Esta noche? –preguntó.
El hombre se saco negro movió la cabeza afirmativamente, mientras que del bolsillo superior sacó una cajetilla de cigarros, la abrió, sacando un cigarro y lo encendió con un encendedor guardado en el interior del empaque. Miró hacia el cielo, casi despejado y sin ninguna amenazadora nube en el cielo.
--Si el clima se mantiene tal y como esta, la luna iluminaría perfectamente las calles. Será fácil encontrar a esa cosa, humano o bestia.
--. . .si es que el supuesto asesino no se ha marchado, como lo han hecho la mayoría de los que viven o vivían por aquí.
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En algún momento, en alguna parte, oyó un coro de aullidos. Resonaban en la oscuridad, sobre las asoladas calles, bajo las enervantes tinieblas de éstas, entre las encarceladas casas de los temerosos habitantes de la ciudad. Un sonido atormentador que resonaba en su mente una y otra vez, se elevaba, rompiéndose en notas discordantes y volviendo de nuevo al silencio. Y Akane oyó sus propios gemidos, emulando toscamente los aullidos, y con el cuerpo atormentado por el dolor. Sintió el sudor en su cara y un lacerante ardor en uno de sus brazos. Trató de abrir los ojos, pero los párpados estaban pegados por las lágrimas secas. Olió a carne y a sangre, y sintió un aliento cálido en el rostro. Algo resoplaba cerca de ella, con el ruido continuo de un fuelle.
Una extraña visión acudió a su mente en cuanto pudo despejar un poco el párpado izquierdo. Un halo de la luz del sol le encandiló por completo, haciendo que su vista solo captara sombras fugaces, amorfas.
Su ojo se cerró a causa de la incandescente iluminación y de su extenuante debilidad.
La piadosa oscuridad le envolvió de nuevo, y ella se durmió en sus aterciopelados pliegues.
Le despertó el dulce gorjeo de los pájaros. Sabía que estaba conciente, pero por un instante se preguntó si no se hallaría en el cielo. Casi tuvo que desgarrarse los párpados para abrirlos.
Luz y sombra. Piedras frías y un olor a arcilla antigua. Al incorporarse sintió un agudo dolor en el brazo derecho.
No, no estaba en el cielo, pensó. Aún se hallaba en el infierno, donde había caído el día anterior, o mejor dicho, el mes pasado, cuando aun su vida y su existencia no se habrían corroído como hasta ahora.
Éste era el sol de la mañana, resplandeciendo entre la maraña de árboles y enredaderas que podía ver a través de una alta ventana ovalada y sin cristales. Las enredaderas habían entrado por la ventana, proyectando una línea de sombra fría.
Miró hacia arriba, con los músculos del cuello rígidos y doloridos. Vio encima de ella un techo alto, sostenido por unas vigas de madera. Estaba sentada en el suelo de piedra de una amplia habitación en la que entraba el sol a raudales por una serie de ventanas, algunas de las cuales estaban completamente empañadas por el tiempo y el desgaste que éste había hecho en ellas.
Se le ocurrió pensar, sencillamente, que estaba muy lejos de su casa.
Apoyó una mano sobre el suelo, tratando de sentarse. Algo le cubría el cuerpo, y se dio cuenta de que estaba envuelta en una manta gruesa y desteñida, y, ella se encontraba completamente desnuda.
Se le encogió el corazón y de nuevo corrieron lágrimas por sus mejillas. Le quemaban los ojos, como abrasados por la luz. ¿Qué. . .que hago aquí?
Una imagen, lo bastante clara y vívida impregnó su cansada mente. Una noche oscura. Luna llena. . .Sangre.
Se meció con la mirada ausente.
Alguien había gritado algo, en esa aterradora visión. Una sombra que caía al suelo, aterrada, sin oportunidad de defenderse. Y su voz se cortó como si se tratase de una señal de televisión interrumpida por la interferencia.
Ranma. . .no. . .Ranma ¿Dónde estás?
Unos ojos azul grisáceos, perdidos y borrosos en esa pantalla oscurecida por la noche.
El frío le acometió por la espalda, a pesar de hallarse envuelta de pies a cabeza por la manta. Sus ojos se humedecieron de nuevo.
Se sorbió las lágrimas y le goteó la nariz. Y entonces se incorporó de nuevo, con la mente agitada por el miedo.
Después miró a su alrededor, para saber exactamente donde estaba. Sola, aparentemente sola. Su mano derecha sujetaba los pliegues de la manta, y la mano izquierda se deslizó levemente hacia atrás. Tocó algo, una pierna.
Se giró, sobresaltada y encontró una difusa sombra apoyada contra la pared. Ranma estaba detrás de ella, sentado, con la espalda respaldada en la roída pared, y el rostro descansando entre sus brazos, cruzados sobre sus piernas.
Estaba despierto y sus ojos estaban fijos en ella. Inexpresivos pero atentos, como lo habían estado durante esa noche que para él había sido la noche más larga de toda su vida.
Sus labios se abrieron, pero no brotó palabra alguna. Lo mismo ocurrió con Akane, quien solamente le contestaba con la mirada. Una silenciosa y mustia conversación visual, sin precedentes, ni diálogos.
--Qu. . .que. . –empezó a decir ella. Sintiendo extraña su voz, era como si sus cuerdas vocales se hubiesen quedado congeladas por mucho tiempo, hasta ese instante.
Jadeó, incapaz de terminar la frase. Asustada. Adolorida. Confundida. Tal y como lo estaría un niño al despertarse de una aterradora pesadilla.
Y Ranma respondió, tal vez con lo que sería el gesto más dócil que podía expresar.
Ella no se movió de donde estaba, quieta y pálida como una estatua. El chico se acercó a ella.
Sus protectores e incondicionales le cobijaron una vez más.
Ella se dejó caer en ellos, mientras que su mano derecha aun sujetaba la manta que le envolvía, con tal fuerza que los nudillos estaban pálidos por la presión que ejercía sobre sus dedos. Sus lágrimas brotaron nuevamente, como una fugaz respuesta a un extraño temor que hubiese ocultado durante mucho tiempo. Si era un temor, un miedo irracional. . .a la realidad.
--¿Qué. . .que está pasando?. . ¿Qué hago aquí, Ranma?
Su voz comenzaba a normalizarse, pero el volumen era tan bajo que él apenas podía escucharle.
La vista de Ranma estaba perdida en uno de los diminutos huecos de una de las polvorientas ventanas. Aun aferrado a ella, sujetándola con temor como si fuese a perderla.
Voces, aun varios ecos de voces se disipaban y regresaban de nuevo, en breves instantes en la mente de ella.
Imágenes. Voces. Todo confuso, borroso e incompleto.
Esa sombra de nuevo, alguien que corría.
--Todo va a estar bien, Akane. . .lo prometo.
No. . .no, algo anda mal. . .
Las mismas imágenes una y otra vez.
Ranma. . .que ocurre. . .
Su mente se enfoco en una silueta. Un joven, a quien ella no conocía.
No. . .yo. . .yo no. . .
El muchacho había caido al suelo, con una expresión despavorida en su rostro. Ella le vio caer. . .ella, ¿Qué, que hizo ella?
Una sombra difusa se arrojó sin piedad sobre el joven.
No fui yo quien. . .
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--¡¡LO MATÓ! . . .¡¡Ese maldito animal! –una voz femenina, aterrada e histérica rompió el silencio que había en el patio de la entrada de la escuela Furinkan, esa misma mañana.—¡¡Satoru! ¡¡ESA COSA ASESINÓ A SATORU!
La voz, proveniente de una joven aproximadamente de 17 años, se quebró en un llanto tan estruendoso como el eco de una centella. Un grupo de chicas estaban en derredor de ella. Probablemente amigas. Una de ellas le dijo algo, al momento en que la abrazó, a manera de consuelo. El llanto aun era demasiado audible, haciendo que casi todo el cuerpo estudiantil se quedara estancado mirando y escuchando las desconsoladas exclamaciones de la joven.
Nabiki se detuvo, como paralizada por la escena. Lo conocía, tal vez no tan personalmente, pero el chico a quien la joven clamaba su inevitable y repentina muerte, había sido condiscípulo de ella. Iban en el mismo grupo y en algunas ocasiones habían conversado. Y también había sido cliente ocasional de su pequeño negocio de fotografías de la "chica pelirroja".
Un trago de saliva se atoró en su garganta.
Miró a su alrededor, como si buscara algo.
No, no había visto ni escuchado señal alguna ni de su hermana, ni de su prometido.
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--¿Recuerdas algo? –inquirió él, haciendo un esfuerzo por que su voz no se perdiera en medio de los sollozos de ella.
Temblorosa, casi oculta entre los brazos de él.
El miedo y una extraña sensación de frío era un compañero inseparable.
Su mente trató de razonar, lentamente traduciendo las frase de él como si se tratase de un código extraño. Su oido se agudizó, permitiéndole casi escuchar el acompasado palpitar de él.
--. . .n. . .no. . .—su voz apenas era un leve suspiro.
Nada. Hizo un vago intento por tratar de recordar. No, no había nada.
Su mente estaba en blanco, solo podía distinguir vagas sombras e imágenes borrosas.
Entreabrió levemente los labios, pero esta vez su voz no logró articular palabras.
Negó con la cabeza.
Y él no preguntó nada más. Solo permanecía a su lado, en silencio. Un silencio tan perturbador que le provocó a ella un cierto presentimiento de desconfianza.
. . .Sabes perfectamente lo que pasó. . .
. . .esa noche. . .
Una voz, cruel y fría desde su interior. Su propio temor tal vez, o el último recurso de su acobardado instinto humano. . .o lo poco que quedaba de éste, mejor dicho.
. . .Lo sabes. . .viste a ese muchacho, tu no lo conocías. . .
Tu. . .
No, no ese no era el punto. Su duda y miedo estaban acorde a una sola pregunta. . .¿Que demonios había ocurrido ayer?
Por la mañana. . .nada en particular, solo se había, ¿desmayado?. Si, se sentina demasiado débil, Ranma la había llevado en brazos. . .a la bodega de la escuela. ¿porqué?
Hasta ahí, toda idea congruente y lógica desapareció.
No, sabía que no era todo. Había algo más. Claro, el dolor, si. Nunca en su vida había sido capaz de sentir y de soportar tanto dolor.
. . .El Cambio, ¿acaso no lo recuerdas?
Su mente solo pudo rescatar una imagen borrosa y aterradora. Su brazo derecho. Ella misma lo había visto con sus propios ojos, antes de perderse en esa febril amnesia. Su brazo comenzaba a agrandarse, a deformarse en una monstruosa forma, cubriéndose de un grueso pelaje que salía dolorosamente de sus poros. Si, el Cambio. Ella no se había librado de él, ni Ranma pudo ser capaz de evitarlo. Y Hirume no se equivocó tampoco.
Era lo inevitable, y ella había sido advertida de eso mucho antes. No podía evitar la transformación, y. . .¿había algo más?
. . .Cambiaste, Akane. Y no hay que ser un genio para saber que fue lo que hiciste después. . .¿Recuerdas el incidente de la semana pasada? ¿A Shiro-Chan, la mascota de Miss Hinako?. . .volvió a ocurrir algo parecido. . .pero. . .
No. No eso no podía ser.
Pero entonces, ¿Y esas imágenes, ¿Quién era ese muchacho, que parecía correr para salvar su vida?
Hambre. Si, recordó que de repente comenzó a sentir mucha hambre, y ese agudo dolor en la boca del estómago, ese dolor que ya se había tornado familiar para ella.
La imagen de ese muchacho otra vez. El recuerdo de su inhumana necesidad de alimentarse. Todo en conjunto, como una pista tan clara como el agua.
. . .pero esta vez. . .
Todas las piezas encajaban perfectamente
. . .ese muchacho, Akane. . .tu. . .
Un grito, ahogado y suplicante acudió a su mente, no era ella. Era una voz desconocida. Era la voz de ese muchacho.
. . .tenías que alimentarte. . .Es la ley de la cadena alimenticia, el más fuerte se alimenta del débil, Akane. . .
Su cuerpo hizo un intento por no gritar. Su aliento estaba apagado. Respiraba agitadamente.
No iba a gritar
. . .Lo mataste. . .a sangre fría. . .
--¡¡NOOOOOO!
Entonces, se rindió y gritó. Su voz hizo eco en el vacío de la habitación. Y entonces despertó.
Incorporándose sobre el frío suelo, bajo la sombra matinal que envolvía su entorno. Y Ranma no estaba ahí
Un sueño. Si sólo eso. Un fósil incompleto de su subconsciente.
Algo había ahí, cerca de ella. En medio de las sombras proyectadas en uno de los rincones de la habitación, el destello de unos ojos inexpresivos le contemplaban silenciosamente. Pasos. En lo que parecía no haber nada ni nadie, una sombra alta y delgada empezaba a abrirse paso entre las amorfas penumbras de ese rincón.
Hirume se detuvo a solo un metro de ella. Su mirada era tan fría como siempre, y su rostro no expresó emocion ni sentimiento alguno.
Se inclinó, estando sus ambarinos ojos a la altura de la asustada y confundida expresión de Akane.
Traía algo en ambas manos. Y lo dejó en el suelo.
Un olor cálido y familiar fue captado por el agudo olfato de Akane.
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Alguien llamó a la puerta del restaurante. Una. Dos veces. Un muchacho, joven y alto corrió a abrir la puerta.
Era particularmente extraño debido a la hora que era, casi alrededor de las diez de la mañana. Bastante temprano para que llegase un cliente a un restaurante que solía abrir desde el mediodía. El ruido no sólo llamó la atención del joven, sino del dueño del local, que hacía solo algunos minutos que había llegado.
El muchacho abrió la puerta, pero sin dejar pasar al supuesto desconocido, ya que éste sólo se quedó ahí, en el umbral de la puerta, inmóvil como una estatua.
--. . .Buenos . . .días –dijo tartamudeando el muchacho, sobrecogido levemente por la imagen que tenía frente a él. Por un momento su aliento se cortó, como si él mismo hubiese dejado de respirar a propósito. Era una sensación tan escalofriante y al mismo tiempo tan conocida. Era como tener en frente al mismo demonio. Antes de abrir la puerta, tenía pensado responder que no había servicio hasta las doce del día, pero en cuanto abrió y vio la apariencia de ese hombre, sus palabras pasaron a ser solo una divagación—. . .¿Se. . .se le ofrece algo?
--Busco a Youiji Hirume –respondió.
El extraño hombre era más alto que el muchacho, probablemente debería de medir un metro y noventa centímetros. Semblante pálido, y de brazos tan fuertes como los de un fisicoculturista. Llevaba una camisa café oscura, bajo un pesado y grueso chaleco negro, de una tela que a simple vista parecía poco resistente, pero a juzgar por la textura probaba lo contrario, al igual que sus pantalones, del mismo color que el chaleco. El cabello era de una tonalidad confusa entre el negro y el castaño cenizo, pero encajaba perfectamente con sus facciones duras. Un mechón de cabello le cubría el ojo izquierdo, dejando ver el brillo castaño de éste. El muchacho del restaurante dedujo inmediatamente que el forastero no era japonés. No, sus facciones y su tez blanca eran más propias de los rasgos de una persona europea, occidental, mejor dicho.
Y lo comprobó, al escuchar lo último que éste había pronunciado, su acento definitivamente tampoco era japonés, pero era increíblemente bueno en la pronunciación, a no ser por que pronunciaba las "r´s" demasiado marcadas.
--No. Lo siento, señor, pero hace un par de días que no ha venido al trabajo. –dijo el joven. Sus ojos estaban fijos en los del forastero, como si éste lo tuviese hipnotizado. Sus palabras fueron más fluidas, y por un momento tuvo la vaga idea de que éste leía su mente—¿Es usted conocido o familiar de ella?
--Digamos, que sólo cuido de ella –respondió, con su extraño acento occidental. Antes de que el joven dijese algo más, él ladeó la cabeza hacia su derecha—Sé donde encontrarla. Gracias.
El muchacho no respondió nada, sólo se quedó ahí, mientras el desconocido se alejaba, a pasos largos.
A sus espaldas, la voz aguardentosa del dueño del restaurante le hizo salir de ese extraño trance.
--¿buscaba a Hirume, cierto? –dijo éste. El muchacho asintió con la cabeza. –pues no es el único que quiere saber donde carajos se ha metido. ¡Mierda! A los jóvenes de ahora se les facilita dejar un trabajo asi por nomás, como si fuera cualquier cosa.
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Había logrado entrar silenciosamente a la casa. Casi con la cautela de un felino acechando en la noche. Perfecto, aunque casi aterradoramente perfecto. Al pasar a hurtadillas por la entrada de la casa, notó que no había nadie, excepto Kasumi, quien estaba demasiado absorta en sus labores de jardinería como para notar su presencia.
De un salto, él logró llegar hasta el alféizar de la ventana de la habitación de Akane, aún sin hacer ruido alguno, ni siquiera con su respiración. La ventana estaba entreabierta, tal y como ella la había dejado hacía dos noches, la última vez que estuvo al abrigo de las confortables paredes de su habitación.
Sujetó el borde de ésta y la deslizó hacia su izquierda, abriéndola con un suave y leve rechinido. Entró, dirigiendo su vista inmediatamente hacia la cama de ella, sin siquiera notar o descubrir que la puerta estaba peligrosamente entreabierta.
Sobre la cama había una muda de ropa cuidadosamente doblada. Él sabía que ella siempre dejaba su cambio de ropa para después de la escuela. Una de esas costumbres que él había notado, al igual que parte de su personalidad, parte de todo.
Por un momento, algo en su mente comenzó a recordar varios fragmentos, relativos a esas escasas ocasiones en que él había estado allí, en la habitación de ella. Todo parecía de un tiempo tan distante, como si fuesen escenas de alguna vida pasada.
Tan lejano y distinto a lo que ocurría ahora.
Sabes, si ella se diera cuenta de que estás aquí, a hurtadillas y tocando sus cosas, de seguro te sometería a uno de sus típicos golpes con su mazo. . .ah, claro, eso era antes, pero ¿y ahora?. . .bueno, tal vez ahora solo te abriese en canal, mientras tu gritas como loco hasta que tu vida se extinguiese. . .
Una parte de él le devolvió a la realidad, la perturbadora realidad. Tomó la ropa rápidamente y caminó hacia la ventana para salir de nuevo, sintiendo como si hubiesen pasado horas en ese instante en el que él se quedó morando nostálgicamente el interior de la habitación de Akane. Estaba a punto de subir al escritorio y de ahí escabullirse hasta la ventana, cuando el rechinido de la puerta le congeló por completo. No, no era la puerta, era algo más.
--Vaya sorpresa –Nabiki murmuró desde el marco de la puerta. Aun llevaba puesto el uniforme de Furinkan, y eso era raro tomando en cuenta que eran cerca de las diez de la mañana. A Ranma se le ahogaron las palabras en la garganta, y las ideas para planear una excusa también—Llegó el que estaba ausente, ¿Dónde estuviste toda la noche?
Ranma seguía ahí, y su rostro revelaba la expresión que cualquier criminal mostraría al momento en que la corte probaba que su cuartada no era verdadera. No solo era por la pregunta de Nabiki, sino por otra que sabía que ella pronto pronunciaría.
--Papá quiere hablar seriamente contigo –dijo ella. No, aun no había pronunciado la pregunta que él no quería escuchar.—ahora.
Ella se dio la vuelta, dejando la puerta totalmente abierta. Ranma sabía que no tenía posibilidad alguna de escapar. No, porque si lo intentaba saltando de nuevo por la ventana, se toparía con un muy histérico Soun Tendo, y además de las miradas acusadoras de Kasumi y Nabiki, y sin contar los comentarios que no ayudaban en nada de su propio padre.
Pero tenía una opción. Correr por los tejados. Claro, ¿como pudo ser tan estúpido?
Podría salir por la ventana y correr a milla por hora saltando de techo en techo y nadie le detendría.
Brillante estrategia, Saotome.
Aunque, espera un momento, ¿Acaso piensas huir, así, descaradamente, ¿Cómo un maldito cobarde? Después de todo, la culpa de todo esto, ha sido tuya. Siempre tuya. Si no fuera por ti, si tú realmente hubieras sido capaz de hacerla quedarse en casa, esa noche fría de enero, ese monstruo no la hubiera atacado. Si, y si tú hubieses sido capaz de armarte de valor y dejar tu estúpido orgullo, pudiste haber pedido ayuda, antes de que todo esto ocurriese.
Cierto, era muy cierto.
Un Saotome nunca huye. ¿Vas a hacerlo ahora?
No. No escaparía. No huiría. Había que aceptar la responsabilidad. Era hora de dejarse de niñerías.
Afrontar.
Pero, ¿Cómo?
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--Come –un tazón blanco, algo acabado por el tiempo y el uso, fue lo que Hirume dejó caer ante ella.
Akane se le quedó mirando, como si todo en su alrededor se tratara aun de ese confuso y extraño sueño.
No, sabía que todo esto era real.
Aun estaba cubierta con la enorme manta café, y las articulaciones de su cuerpo emitían de vez en cuando unos crujidos insignificantes y apenas audibles, además de un extraño hormigueo exhalado por su espalda y las piernas. No se sentía mareada, ni siquiera cansada. Solo confundida, tal y como lo estaría una persona sonámbula al despertarse repentinamente en un lugar que no es su cama.
Miraba el extraño objeto que tenía frente a ella. Era un tazón, mediano y con . . . .algo adentro.
Su mirada pasó del interior indescifrable del tazón, hacia Hirume, y de nuevo al tazón. Algo rojo y brillante comenzaba a escurrir de uno de los bordes de éste.
Notó que Hirume se secaba la punta de los dedos con un trapo. Lentamente éste se llenaba de diminutas gotas del mismo color rojo brillante que goteaba del borde del tazón.
--Come, --repitió ésta, una vez que se hubiese terminado de limpiar las manos con el trapo. Le empujó el tazón, dejándolo más cerca de Akane—Tienes que reponer energías. Lo necesitarás.
--¿Qué esta pasando? –su mente aún era una maraña de ideas incompletas, y por el momento esa era la única pregunta que se le ocurría hacer.—¿Qué hago aqui?
No era lo único que pensaba preguntar.
Ranma, ¿Dónde esta Ranma, ¿que demonios a pasado conmigo?
Un impulso se interpuso en ella. Trató de ponerse de pie, pero las pernas aun estaban demasiado débiles, al igual que hace una hora.
--aun estás demasiado débil –asintió Hirume, son el mismo tono de voz típico de ella, frío y carente de sentimiento alguno. Señaló con la mirada el cuenco que estaba frente a Akane.
Tenía razón.
Casi de manera forzada, sus manos temblorosas y pálidas lograron levantar el tazón, casi a diez centímetros del suelo, pudiendo ver el contenido.
Un aroma cálido comenzó a impregnarse en su nariz. Sabía exactamente a qué pertenecía
Y lo vio, mientras lo poco que quedaba de su instinto humano le obligaron a dejar caer el plato. No se derramó pero no pudo evitar esparcir una que otra gota carmesí en el suelo de madera.
Ahí, en el interior del tazón había algo rojizo, de bordes y contextura suave, sumergido en un abundante mar carmesí que llenaba hasta el borde del tazón.
Carne, completamente cruda. Inerte.
Ella apartó la mirada, en un vago gesto de asco. Un crujido acometió esta vez en su estómago.
Sabes que tienes hambre. . .y no es la primera vez que ves algo así. . .
. . .Lo deseas. . .¿Tienes hambre, verdad?. . .adelante, aliméntate. . .
--No. . .no puedo. . . –de nuevo aquel impulso de miedo, tan frío y tan claro como el tenue resplandor del sol que entraba por entre una de las rendijas de las ventanas. Comenzó a sollosar nuevamente—No, ¡¡no puedo!
El crujido de su estómago comenzaba a hacerse más y más fuerte, empezando a escocerle las tripas.
Se tumbó en el suelo, mientras trataba de menguar el dolor. Oyó pasos, éstos se alejaban lentamente.
--Hazlo, o perderás el control de nuevo.
La voz de Hirume se oía esta vez demasiado distante. Y después desapareció de nuevo en el vacío de la alcoba.
Akane permaneció inmóvil, escuchando el ruido de los pasos de Hirume al salir de la habitación. Tembló de frío y contempló el sangrante interior del tazón.
". . .Demasiado débil" había dicho Hirume. Akane miraba la carne y observaba una mosca que volaba despacio a su alrededor. La mosca se paró sobre la carne y corrió afanosamente sobre ella, como buscando el mejor sitio para el primer sorbo de su jugo.
"Vamos, come. Calma de una vez por todas ese maldito dolor".
Akane miró a otra parte. Se preguntó qué debía pasarle, ¿por qué se sentía tan enferma? Miró de nuevo el pedazo de carne. Su estómago crujía insoportablemente.
Desvió de nuevo la mirada de la carne. Era sanguinolenta, era . . .horrible. una carne tan cruda no había estado nunca en los platos de los Tendo. ¿Cuándo iba a volver a casa, y qué, exactamente qué es lo que había ocurrido? Algo atenazó su mente, como un puño cerrándose sobre un secreto, y ya no pudo pensar en eso. . .ni en Ranma.
Miró fijamente la carne y el estómago seguía gruñendo con un quejido estruendoso y ardiente.
"Un bocado", pensó. "Solo uno. ¿Sería tan malo?"
Alargó una mano y tocó la carne. La mosca, sorprendida, voló alrededor de su cabeza hasta que la espantó con la mano. Akane miró las débiles manchas rojas en la punta de sus dedos.
El olor, ella conocía ese olor, tan dulce. . .tan irresistible.
El fuerte aroma amargo de la sangre provocó que casi automáticamente su boca empezara a salivar.
Tienes hambre. . .adelante. . .
No pudo resistirse más, su naturaleza animal empezaba a manifestarse en sus largos incisivos y sus uñas afiladas como cuchillas. Una baba blanca y espumosa se formó en la comisura de sus labios mientras se abalanzaba hacia el plato.
Olvidándose de todo modal humano, empezó a comer con avidez, valiéndose de sus garras y colmillos. El sabor era casi enloquecedor.
En menos de diez minutos, el tazón cayó de sus manos, completamente vacío. Akane se quedó mirando aterrorizada cómo unas amorfas manchas carmesíes que recorrían desde la punta de sus dedos, escurriendo hacia la muñeca en delgadas líneas, para después caer por efecto de la gravedad hacia el piso, como diminutas manchas rojas.
Algo húmedo también brotaba de su mentón, algo cálido, demasiado aterrador como para hacer que ella casi gritase de miedo y asco.
Cayó de costado, sujetándose el estómago levemente abultado. Sintió arcadas, pero parte de su sentido de supervivencia le impedía vomitar. No, sería peor aún. Si vaciaba el estómago, volvería a debilitarse, y si volvía a debilitarse. . .perdería el control.
Así que sólo se quedó ahí, echa un ovillo bajo la gruesa manta, como un animal indefenso, esperando lo peor.
Su mirada deparó en algo, colocado en el piso junto a un extremo de la pared, a su derecha. Un bulto negro, doblado.
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--Muchacho, tienes mucho que explicar –la voz de Soun sonó extrañamente severa, si, extraña puesto que no era un tono de voz muy usado por él.—Así que dime ahora, que ha estado pasando entre tú y Akane. –hizo un momento de pausa— Últimamente ni yo ni sus hermanas la hemos visto por aquí, y si tu has hacho algo te juro que. . .
--¡Señor Tendo no ha ocurrido nada! –el chico respondió velozmente
--¡Explícate! –Soun dio un puñetazo en la mesa, no muy fuerte, no era capaz de perder los estribos de esa manera. Y Ranma pensó que si no respondía como él esperaba, el señor Tendo se pondría a llorar como loco.
A Ranma no le convenía en esta ocasión que eso ocurriese, porque Nabiki y Kasumi estaban de por medio. Hace un par de minutos, cuando bajó las escaleras su mente se debatía una y otra vez el argumento que tendría que inventar ante esa pregunta que Soun había hecho, al mismo tiempo que parte de su impulso de escapar se interponía estúpidamente. Solo había una respuesta corta y demasiado usada, pero que tal vez todos creerían.
Nabiki lo contemplaba con una mirada inquisidora, como si quisiera encontrar algún detalle o alguna pista que le delatara.
--No ha ocurrido nada. Anoche. . .—a Ranma se le paralizó la voz al llegar a ese fragmento, pero logró controlarlo, al mirar de reojo que la Tendo de en medio arqueó las cejas en sinónimo de interés—. . .ejem, en el transcurso del camino de la escuela a la casa, peleamos, es todo. Y. . .bueno, al regresar al dojo y no encontrarla creí que. . .creí que. . .—ahí era donde se tambaleaba su argumento. No, no lo dejó caer.—que de nuevo se había fugado o algo, pero la encontré sobre el tejado, como ocurre siempre que pelamos. Es todo.
--Ranma, no te vi ni a ti ni a Akane ayer en la escuela. –Nabiki se adelantó hasta donde estaba Ranma.
Una gota delgada de sudor cruzó por la frente del chico.
Otro punto que no tenía pensado.
. . .y ahora, ¿Qué responderás?
Tienes la soga al cuello. . .
--Es que. . .—si, por fin su argumento volvió a tambalearse, a oscilar como lo haría un fino jarrón de porcelana cobre el borde de una mesa, y caería del mismo modo, hasta romperse y hacerse añicos.
Su vista se paseó nerviosamente de un lado a otro. Entonces, Kasumi entró, con un bulto café, lleno hasta el tope de algunos tallos que había cortado del jardín. Completamente ajena a la situación que se suscitaba en su sala.
Una extraña visión, que le pareció a Ranma como la salida más próxima a todo el problema. Estaba ahí, como un extraño espejismo. Un tallo, largo y desgarbado, color verde olivo y del cual salían algunos brotes verdosos y más oscuros, asomaba de entre la bolsa café de papel en la que Kasumi llevaba el resto.
Lo había visto, en algún lugar, no hace mucho.
Había visto esa maltrecha planta en algún libro. Una ilustración. Si, lo sabía.
Caminó, casi corrió hacia ella, como si el tiempo se hubiese detenido.
--¿Qué es eso? –preguntó sacando desesperadamente el tallo de la bolsa. Kasumi le miró algo confundida, pero sin alterarse.
--Aconito –dijo ella.— pienso redecorar el jardín, ¿porqué lo preguntas, Ranma-kun?
--Por nada en particular
--¡Ranma responde! –Nabiki le devolvió a la realidad.
Pero la mente del chico estaba dividida en dos, una aun trataba de sacar lo poco que se le ocurría de su estrategia fingida, y la otra divagaba en torno a la planta de nombre raro que tenía en sus manos.
--¡Estuvimos en el salón todo el tiempo, puedes preguntárselo a Hiroshi o a Daisuke! –dijo, tomando lo primero que se le venía a la mente.
Aún con la mano sujetando el tallo, y como si alguien le empujase, salió corriendo como una bala, pudiendo escuchar aun la voz de Nabiki y el señor Tendo mientras se alejaba.
No importaba la tonta excusa que dijo al final.
No importaba si Nabiki averiguaba que su coartada era falsa.
Lo único que importaba era lo que tenía en su mano
Y que tal vez era la única oportunidad que existía, si podía salvarla
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