Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi, a excepción de los creados por las presuntas escritoras. Este fan fiction es sólo una obra de entretenimiento sin fines de lucro.
L.O.U. & Pao-chan Fanfictions
CAPÍTULO 11
"EL COMIENZO DEL FIN"
". . .Cuando miras al abismo, el abismo también te mira a ti."
Las cejas, de una abundante forma oblicua, casi oculta tras los gruesos mechones de cabello, se conjuntaron en una expresión fría de completa autoridad.
--. . .tenemos una misión; purificar al mundo. . .—su voz era acorde a la de alguien que está acostumbrado a ser obedecido. La escasa luz mortecina le dio un aire aterrador a sus gruesas facciones—. . .por eso he escogido a mis víctimas de entre la escoria de la humanidad. . .
Akane miraba confundida, como si sus palabras fuesen fragmentos de alguna extraña e incomprensible lengua. Los ojos del extraño al que Hirume había llamado Velkaham se negaban a apartarse de su pálido rostro.
--. . .pero tú. . .—continuó diciendo, golpeando las palabras al hablar—Tú no ibas a hacerlo. Eres un accidente. Una anomalía.
Miró con el rabillo del ojo a Hirume. La chica movió levemente la boca, puesta a pronunciar algo, pero no lo hizo.
Una sonrisa desafiante se dibujó en el ensombrecido rostro de Velkaham, y su atención regresó hacia la inmóvil joven que estaba frente a él. Levantó un brazo, dirigiéndolo hacia el hombro izquierdo de Akane, quien trató de dar un paso hacia atrás, chocando contra la pared. Unos dedos ágiles se clavaron en la parte superior del jersey negro que llevaba, con la firmeza y rapidez dignas de las garras de un experimentado depredador. La tela se desgarró en cuestión de segundos, como si se tratara del envoltorio de papel de algún paquete y el hombro quedó completamente desnudo, desde la parte del cuello hasta uno de los bordes cerca de la zona del escote. Las tres líneas de las cicatrices hechas la noche en la que ese monstruo la atacó, estaban ahí, intactas, y el abundante y grueso pelaje que las cubría resplandecía aun sobre éstas..
Velkaham sujetó el hombro cicatrizado con tal fuerza que a Akane le pareció que los nudillos de éste estaban a punto de partirle en dos.
--Akane. . .yo. . –trató de decir Hirume, pero su voz se apagó en una ahogada exhalación.
--No tienen mal aspecto –dijo el hombre—. . .pero si hubiesen sido un poco más profundas, el brazo habría quedado inútil. . .
Sus descomunales dedos hacían mella sobre el hombro. Pero esto no era lo que preocupaba a Akane. El enorme extraño aproximó su rostro hacia el suyo. Su grotesco aliento rozaba el cuello, y su único ojo visible estaba fijo en la asustada y cohibida expresión de Akane. El agudo olfato de Velkaham inhalaba con profunda avidez. Un impulso irrebatible se antepuso en ella, una última oportunidad tratando de sobrevivir ante el mortal trance en el que él trataba de someterla.
--de. . .¡¡Déjame! –logró gritar, ladeando el cuerpo hacia su derecha.
La mano que le aprisionaba el hombro se dirigió hacia su cuello. Las filosas uñas de Velkaham se clavaron mortalmente cerca de la yugular de Akane. Comenzaron a presionar, y ella sentía que su garganta se cerraba lentamente.
Una sonrisa diabólica apareció en el rostro de Velkaham, y en medio del atrofiante ataque de asfixia, Akane pudo ver el brillo de los blanquecinos dientes de éste.
--. . .Me encantan las hembras jóvenes y fuertes. . .—jadeó él, sin quitar esa mueca de su semblante. La presión que ejercía en la garganta de Akane disminuía lentamente, pero sin que los nudosos dedos dejasen de apresarle.—No quiero matarte. Sólo espero que te unas. . .a nosotros. . .
--j. . j. . ¡¡Jamás!
Ocurrió rápidamente. Akane no sabía exactamente cuándo, porque todo estaba confuso. Una llamarada brotó dentro de ella y sintió de nuevo un dolor cegador, y entonces alzó su mano derecha –una deforme garra de lobo cubierta de finos pelos negro-azules que se enroscaban en su brazo casi hasta el codo- y arañó la mejilla de Velkaham. Éste echó la cabeza atrás, con surcos ensangrentados donde los habían trazado las uñas. Velkaham se quedó aturdido, con el reflejo de una ira confundida brillando en sus ojos. Soltó a Akane y retrocedió. La sangre le goteaba de las mejillas. Akane se puso en pie, con el corazón palpitante; estaba tan sorprendida como él y contempló fijamente su garra de lobo, con sangre roja y brillante y pedacitos de piel en las deformes y afiladas puntas de las uñas. El pelo negro subía ahora por encima del codo, y sintió una presión en los huesos cuando estos empezaron a cambiar. Algo les ocurría a sus dientes; se apiñaban sobre su lengua, y sentía que desgarraban la encía. Tenía el sabor a sangre en la boca. Estaba aterrorizada. Velkaham la miraba fijamente, con una contemplación fulminante y goteando sangre de la barbilla.
--¡NO! –Gimió instintivamente Akane, con el ronco jadeo de un animal asustado- ¡No. . . , por favor!
No quería aquello. No ahora. No podía soportarlo aún y cayó de rodillas al suelo, bajo el peso de los huesos que se doblaban y los músculos que crecían.
Un momento más tarde, el pelambre negro-azul que se había enroscado sobre el hombro derecho empezó a retroceder en el brazo. Las garras chascaron y se encogieron para convertirse de nuevo en dedos. Los huesos se enderezaron y los músculos volvieron a ser los de una muchacha humana. Las mandíbulas y los huesos de la cara crujieron ligeramente al recobrar su forma original. Sintió que los dientes se encogían en las encías, y esto fue tal vez el dolor más fuerte.
Y antes de que transcurrieran cuarenta segundos del inicio del cambio, éste se invirtió completamente. Akane parpadeó, con los ojos irritados por las lágrimas, y miró sus manos humanas y lampiñas. Brotaba sangre de debajo de las uñas. Había desaparecido la extraña pesadez de los nuevos músculos. La lengua tocó dientes humanos y la saliva se tiñó de sangre.
La cosa había terminado.
--Desgraciada. No has podido controlarlo, ¿eh?—Velkaham se tocó los arañazos de la mejilla y miró la palma ensangrentada de la mano- Debería matarte. Me has marcado. Debería hacerte pedazos, estúpida.
Akane intentó levantarse, pero le flaquearon las piernas y no pudo hacerlo.
--No merece la pena que te mate. . . todavía eres demasiado humana. . . hasta esta noche— decidió Velkaham. Se enjugó la sangre de las heridas y se miró de nuevo la palma de la mano—. . .entonces me pertenecerás.
--¡No si yo puedo evitarlo! –una voz se hizo resonar en medio del eco de la sala.
La sombra de Hirume se proyectó desde una de las esquinas del lugar. Ambas manos, revelando unas afiladas y largas garras provenientes de donde deberían estar las uñas, se lanzaron hacia el cuello de Velkaham. Atacando desde la retaguardia.
Como si hubiese anticipado sus movimientos, el brazo izquierdo del hombre giró en un ángulo de noventa grados, mientras inclinaba el resto del cuerpo, evitando que las garras de ella le sujetaran. Su puño izquierdo hizo un fuerte impacto en el costado de Hirume, haciéndola caer boca abajo. Trató de ponerse en pie, pero un peso le impidió todo movimiento. El pie derecho de Velkaham, enfundado en una pesada bota estilo militar, le oprimía la espalda, haciendo que los pulmones emanaran el poco aire que quedaba.
--Nunca me escuchaste. . .—empezó a decir él—Debimos seguir el método antiguo. ¡Se acabó eso de alimentarnos de ganado! Los humanos son nuestro ganado. . .son nuestra presa. . .
--. .n . .no. . .yo . . .nunca. . .—resolló Hirume, haciendo esfuerzo por conservar un poco de aliento.
Velkaham presionó más con el pie. Se escuchó un tronido, proveniente de la columna vertebral de Hirume.
--"Podemos encajar", dijiste. . .—rió él, con voz sarcástica—. . ."Podemos vivir con ellos". ¡De ninguna manera! no ahora que tenemos la oportunidad.
Akane permanecía inmóvil, como si su cuerpo hubiese perdido toda capacidad motora.
Hasta que lo escuchó. Un sonido que en un momento creyó ser parte de su vívida imaginación.
Pero no lo era. Pudo moverse un poco arrastrándose hasta la pared. Abrió los ojos de golpe. Su espalda dio contra algo, lo que parecía ser una ventana. O lo que quedaba de una, oculta tras un inmenso montón de tierra. Y entonces lo vio, totalmente despierta y totalmente consciente de que el muchacho que caminaba en dirección a la casa era tan real como lo había sido su contraataque hacia Velkaham.
Su voz asustada y aliviada a la vez sólo pudo pronunciar algo.
--¡¡Ryoga!
Ryoga miraba hacia la casa. Akane no pudo ver sus ojos a causa de la contrastante iluminación de la tarde, pero la inclinación de su cabeza expresaba sorpresa moderada. Se acercó un paso y luego se detuvo.
Akane, desde el interior, tomó una insignificante roca que estaba sumergida en el montículo de tierra que cubría la ventana.
La lanzó, con el pulso de su tembloroso brazo, hacia la ventana, y lo poco que quedaba de vidrio saltó en pedazos. Para ella fue el sonido más liberador que jamás había escuchado.
Ryoga se quedó mirándola. Abrió la boca. La típica sombrilla roja que llevaba a todas partes cayó de su mano izquierda en señal de sorpresa.
Entonces dijo las últimas tres palabras que Akane le oiría decir o que persona alguna le oiría pronunciar. Después de ellas pronunciaría una serie de sonidos inarticulados, pero ninguna palabra real.
--¿A. . .Akane?. . .¿Eres tú?
La atención de Akane había estado tan fijamente concentrada en él que no vio a Velkaham hasta que era demasiado tarde. Cuando se fijó en él, sintió un golpe de horror supersticioso.
Velkaham había aparecido detrás de Ryoga, como una aterradora visión, sin producir sonido alguno. Tenía la cara torcida en un gruñido paralizado. En una mano llevaba lo que Akane creyó que parecía una especie de sable. Una espada de corte pesado, más parecido a esas descomunales armas que portaban los caballeros de la época medieval, y que por el peso era casi imposible que algún ser humano normal pudiese levantarla. Velkaham portaba la espada como una lanza, apuntando hacia la espalda del chico.
--¡¡Ryoga! –gritó Akane.
Era demasiado tarde.
Ryoga se giró rápidamente hacia la izquierda, sin encontrar nada más que un ardiente corte transversal en el pecho
--¡Aaaaggghh! --musitó el muchacho, y caminó lentamente hacia el pasto, con la espalda arqueada.
El sable de Velkaham colgaba aun de su espalda, mientras que su camisa amarilla comenzaba a impregnarse del color oscuro de la sangre. Consiguió mantenerse en pie. Su mano derecha levantó la sombrilla del suelo y la arrojó por detrás, sin soltarla, tratando de asestar un golpe a su contrincante, pero éste respondió antes de que la sombrilla le tocara. El sable se desprendió de la espalda del chico, rozando inmediatamente en uno de sus costados.
Volvió a gemir, y cayó sujetándose el estómago. Akane pudo ver en la camisa de él, el corte donde había aterrizado el primer golpe.
El primer ataque tal vez no había sido lo bastante letal, pero en el segundo, el filo del sable penetró casi dos centímetros en la espalda de Ryoga, dejándolo tendido.
--¡¡DÉJALO YA! ¡¡MALDITO BASTARDO!
Velkaham levantó los ojos hacia Akane. En ese instante, su ojo izquierdo brillaba como una moneda, en medio de sus oscuros y enmarañados cabellos. Sus labios se compusieron en la mueca alegre de un loco que al menos se ha librado de toda inhibición.
Una mano cubierta de sangre sujetó con menguada fuerza la bota izquierda de Velkaham, desde el tobillo. Él bajó su vista, encontrándose con el pálido semblante de Ryoga.
Su mano libre mostraba el dedo índice a unos escasos milímetros del suelo.
Exhaló, con una voz jadeante en un último intento por sobrevivir.
--¡¡¡BAKUSAI TENKETSU!
Una estruendosa lluvia de rocas cubrió por completo el escaso panorama que Akane podía vislumbrar.
Sonidos secos, acompañados por un grito entrecortado, ahogándose en medio de un mar de tierra.
Una voz que no era la de Velkaham.
Akane apartó la mirada de la ventana, sollozando con los ojos cerrados.
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Corría calle abajo, forzando las piernas lo más que pudo. Algo ocurría, y lo presentía mediante ese aterrador escalofrío que le recorría la espina. Un miedo irracional se había apoderado de él, en ese instante en el que salió de la habitación de Akane, y se encontró con el cristal de la ventana hecho añicos. No era esa la parte perturbadora, sino el hecho de que ella había desaparecido.
El temor y la preocupación se intensificaban más y más conforme se acercaba. Un presentimiento tan aterrador que sólo llegó a sentir una vez, aquella tarde, en la batalla contra Saffrón.
El cielo de la tarde estaba enrojecido a causa de los últimos vestigios del día.
Una extraña visión le obligó a detenerse. Había llegado a los límites urbanos de la ciudad, donde esperaba encontrar una derruida casa de madera.
Se detuvo, sin evitar toser a causa del viciado aire.
--Que demonios. . .—dijo.
La casa había desaparecido en medio de una inmensa y abundante cortina de tierra y polvo. Ranma se adentró más.
No había sonido ni voz alguna. Entre lo poco que pudo visualizar encontró la puerta de la entrada.
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El dolor era insoportable. Y su mente sólo le impulsó a usar su última estrategia.
Ese tipo. ¿Quién demonios era ese tipo?
Su ataque. Debajo de su confundido y adolorido cuerpo, su mente se debatía en la interrogante de qué o quien había sido el rival contra el que peleaba. De algo estaba seguro, al menos antes de tomar su único recurso.
El contrincante no era ni peleaba como un humano.
Fue en ese instante en el que sus miradas se cruzaron. La última visión que pudo ver fue el semblante blanco de un hombre, cuyos ojos fulguraban como centellas infernales.
Su conciencia y su fuerza desaparecieron en el segundo en el que empleó lo poco que le quedaba de energía para lograr el Bakusai Tenketsu.
En medio de la mortal avalancha de rocas y tierra, el último pensamiento consciente que tuvo giraba en derredor al nombre, de la única persona que realmente le importaba.
--. . .Akane. . .
Entonces, bajo el rumor de unos pulmones que hacían lo posible por conservar el aliento, bajo el sonido de mullidos y rotos huesos, la resistencia de Ryoga Hibiki se desvaneció en una abrupta oscuridad.
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Un chasquido estremeció el picaporte de la única puerta que comunicaba con la sala. El sonido había sido lo suficientemente fuerte como para hacer que Akane reaccionara.
Levantó el rostro, encontrándose con el rostro de Hirume. Reflejaba una mueca apenas visible de preocupación.
Mantuvo la vista fija en los ojos de ella. Varias imágenes pasaron por su mente.
Hirume. La noche en que la había visto desde el fondo de un oscuro callejón. . .Aquella tarde en la que trató de explicarle lo que le estaba ocurriendo. . .Esta mañana. . .ese tipo, de nombre Velkaham. . .ese asesino. . .
Las piezas comenzaban a encajar. Hirume. . .que tal vez había tratado de ayudarla. Pero ¿a qué? Todo formaba parte de lo mismo. El ataque, su entrometida ayuda. . .su ¿captura?
Akane se levantó, con las piernas temblorosas y los músculos de su brazo aun crujiendo a causa del fallido intento del Cambio.
--¿Lo sabías? – Akane consiguió decir, haciendo esfuerzos por que la voz no titubeara al igual que su cuerpo.
Hirume se quedó frente a ella, sin moverse. Asintió en silencio, sin evadir la mirada.
--¡¿Lo sabías y no pudiste hacer nada para evitarlo?
--Akane. . .yo no. . .
--¡¡MALDITA SEA ¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO AQUI! –las manos de Akane sujetaron ambos hombros de la chica, en el momento irracional en el que se le lanzó encima, empujándola contra la pared.
Sus miradas quedaron fijas, en una silenciosa conversación, interrumpida en el momento en el que un estruendo sacudió el vacío de la habitación, cuando la puerta se abrió de golpe, desprendiéndose de los goznes y haciendo saltar la chapa.
La mano ágil de Hirume se deslizó hacia uno de los bolsillos del pantalón, sujetando una brillante y afilada daga.
El arma salió volando y aterrizó a un metro de distancia de donde estaba ella, en el momento en el que Ranma la desarmó con un veloz golpe de puño, segundos antes de que el filo se deslizara delante de él.
--¿Qué demonios ocurre. .? ¿Akane? –la mirada sorpresiva de Ranma se detuvo en su prometida, quien sujetaba a Hirume como si se tratase de una inofensiva presa— ¡¡Akane detente!
--¡¡NOOO! ¡¡DÉJAMEE! –la voz de Akane adquirió un tono grave.
Forcejeó un par de veces, tratando de librarse de los brazos de Ranma. Finalmente cedió, cayendo de rodillas y exhalando aire.
--R. . .Ryoga. . .—jadeó Akane—. . .él. . .ese. . .¡¡Ese maldito bastardo lo asesinó!
--¿Que? –Ranma sintió que la pregunta se le atoró en la garganta.
Su mente se detuvo en el instante en el que corría desde el dojo.
Ese cerdo. . .¡mierda! . . .le dije que no interfiriera. . .
--¿Qué es lo que ha ocurrido?—dijo Ranma, volteando hacia Hirume
Ésta cerró la puerta de la habitación con un rechinido seco, golpeando una derruida mesita que estaba junto a la entrada.
Varios papeles empolvados cayeron de éste en el momento en el que le empujó, entre ellos una fotografía, enmarcada tras un empañado cristal. Ranma lo levantó, contemplando la fotografía detrás del cristal roto.
Sus ojos quedaron fijos en la imagen blanco y negro, que mostraba a un hombre de aproximadamente cuarenta años, acompañado de dos niñas, una de cabello largo hasta los hombros, probablemente de unos catorce o quince años. Y la otra tenía el cabello un poco más corto, y parecía ser un par de años menor. Una extraña similitud coincidía entre las facciones y la apariencia de la niña mayor y Hirume, y Ranma pensó que era prácticamente imposible, puesto que la fotografía en sus manos era tan vieja que al menos debería de tener cincuenta o sesenta años.
--No. . .no es posible. . —Ranma se dirigió hacia Hirume. Tragó saliva al ver que ella le miraba detenidamente, asintiendo.— Y el tipo ese. . .¿Quién demonios es ese tipo? Ese tal Velk. .
--Velkaham. . .es un berserker. Un lobo que mata por el gusto de matar. –interrumpió ella.—No es un licántropo común. . —la voz de Hirume se quebró en un susurro, con la mirada perdida, en un lugar donde se remontaban los hechos de un doloroso pasado.—. . .Velkaham era parte de una secta. Mi padre se obsesionó con destruirlos. . .—suspiró—. . .y, él. . .se le acercó demasiado, sabía sus planes. Velkaham tomó venganza. . .lo asesinó.
Su mirada se detuvo, en un desvencijado armario, colocado cerca de una de las esquinas de la habitación.
--. . .Logré ocultar a mi hermana ahí –dijo señalando con la cabeza el armario—Yo sobreviví, con esta. . .maldición.
Ranma se quedó en silencio.
--Él tenía razón. . .Tu eres. . .—empezó a decir Akane, sintiendo su voz extraña y débil, como un suspiro.
Hirume, en respuesta, puso su mano derecha sobre el puño de su blusa, doblándolo hacia arriba. Una oscura y horripilante mancha café oscuro se entreveía por debajo de la blusa. Una línea delgada cubierta de abundante pelo castaño oscuro, iba desde la muñeca hasta la parte inferior del codo.
--Dos semanas después, durante la primer luna llena, me había asegurado de encadenarme en el sótano de esta maldita casa, pero las cadenas cedieron. Mi hermana escuchó el ruido desde la sala y trató de escapar. . .al día siguiente, desperté, completamente cubierta de sangre—hizo una pausa, claramente tratando de contener un suspiro –y vi. . .vi que había asesinado a mi propia hermana. –dijo, volviendo a bajar la manga de la blusa. Por primera vez, su rostro reveló una expresión seca y un brillo húmedo apareció en sus ojos, cubriendo el tono ambarino de sus pupilas—. . .Por un tiempo no lastimé a nadie, lograba robar los restos de la carne cruda que sobraba del restaurante donde trabajaba. . . por lo menos pude controlarme de esa manera. . .y con esto. . .
Su mano izquierda sacó algo de uno de los cajones de la mesa y lo dejó caer sobre ésta.
--¿Acónito?. . .—Ranma levantó la jeringa que estaba en la mesa. Pudo ver el purpúreo y espeso líquido, idéntico a la infusión que Shampoo había preparado.
--¿Una cura? –la mirada de Akane reparó en Ranma, y de nuevo en Hirume— ¡¿Durante todo este tiempo supiste que había una cura para esto y sin embargo no te importó que. . .!
--¡¡No es una cura! –la voz de Hirume resonó en el vacío del sótano—¡Retarda el proceso del Cambio pero no lo detiene!
--¡¡Y ni siquiera lo mencionaste!
Akane se abalanzó hacia ella, apartando a Ranma.
Se detuvo en seco.
El brillante borde del cañón de una pistola calibre 44 en la mano derecha de Hirume, permaneció inmóvil a escasos metros delante de Akane.
--. . .Todo esto fue por culpa mía. . .—dijo Hirume, bajando el arma.—Debí de haber aniquilado a ese maldito en cuanto tuve la oportunidad.
Un ruido se escuchó en la entrada de la casa. Pasos. Algo se aproximaba con movimiento asechante, arrastrando los pies con un sigilo pesado y lento.
La habitación quedó en silencio, mientras que el sonido se volvía más cercano.
El chasquido del cartucho del arma de Hirume hizo un eco estremecedor, acompasado por el sonido del gatillo. Puso el seguro y la enfundó en uno de los bolsillos.
Ranma intentó adelantarse hasta la puerta.
--Tenemos que salir de aquí ahora
--hay una pared falsa de ese lado –Hirume señaló hacia una de las oscuras y enmohecidas paredes que había al fondo—podemos salir por ahí.
Ranma tomó a Akane por el brazo, ésta le siguió de mala gana. La pared a la que Hirume se refería, estaba bloqueada por unos cuantos escombros. Sólo bastó un simple puñetazo por parte de Ranma para hacer que uno de los extremos de la pared se desprendiesen de esquina a esquina.
El polvo se filtró al interior de la habitación, y parte de la visibilidad de Hirume quedó turbada por él. Se dio la vuelta, hacia la puerta de la habitación.
Estaba abierta, y el cerrojo estaba completamente desprendido de ésta. Hacía un par de minutos que el sonido se detuvo, y perdió su ritmo en el momento en el que Ranma derrumbó la pared. Hirume volvió la vista hacia el boquete restante de uno de los rincones de la habitación, sin encontrar pista de Akane ni de su prometido.
Contuvo el aliento, y se quedó escuchando. El corazón le retumbaba en los oídos.
Ahora sí oía algo, más allá del simple rumor de aquellos pasos que se habían hecho escuchar un segundo antes.
Trató de dar un paso, antes de que una pesada y nudosa mano le apresase el hombro. La mano le atrajo hasta una sombra
--Te dije que no interfirieras –el aliento cálido de Velkaham le dio en el rostro.—no es tu asunto.
Otra mano la inmovilizó, sujetándola por el brazo.
--Sí. . .si lo es. . .
Velkaham la soltó y ella se separó de él, estando ambos frente a frente. Hirume permaneció inmóvil, y su corazón latía a un ritmo desaforado, armando un escándalo en el resto de la habitación; un concierto mortal causado no por el miedo, sino por una mezcla bestial de ira y resentimiento.
La expresión de Velkaham parecía inmutable.
--No importa lo que hagas. No cambiará nada. . .sólo me facilitarás las cosas –dijo.
Una mano insegura se deslizó cerca del bolsillo derecho del pantalón de Hirume. Sus propios dedos rozaron la vaga seguridad del gatillo del arma, ante la mirada aparentemente distraída de Velkaham.
Pero los oídos de éste no lo estaban. Sonrió, o al menos eso fue lo que su rostro parecía mostrar.
--. . .Adelante. . .—dijo él, aproximándose hasta Hirume—. . .Hazlo.
La joven soltó el arma, como si ésta le hubiese quemado las manos.
--Hazlo –repitió Velkaham—Elige el camino difícil. . .como lo hizo tu padre. . .
Los ojos de Hirume destellaron. El intento de sus últimas palabras se tornó de un tono mas grave. Inconcluso. Como una especie de gruñido iracundo.
En medio de un torbellino de recuerdos inconclusos, voces del pasado e imágenes que su mente había jurado no recordar, ambas manos de la chica comenzaron a temblar.
Avanzó hacia él.
Unos pelos castaños emergían lentamente sobre el dorso de los brazos de Hirume, por debajo de las mangas de la blusa. Sus dedos se encorvaban en forma de garras.
Velkaham intuyó su amenaza, pero no retrocedió. Detrás de él, la lámpara de keroseno proyectaba las sombras de ambos, bajo la creciente oscuridad que comenzaba a reinar en la habitación.
--Cobarde. . .—la sonrisa de Velkaham se amplió más, mostrando una dentadura brillante y afilada. Dos pares de colmillos emergían de ésta—. . .igual que tu padre. . .
Ese fue el fin de las palabras humanas. Después, lo único que impregnó el eco de la cámara fue el estallido de varios sonidos. Gruñidos inarticulados de dos gigantescas bestias.
El olor penetrante de animales furiosos siguió flotando en el vacío de la habitación.
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El espacio hueco de la pared conducía hacia uno de los bordes de la casa, silueteada por un descuidado jardín, donde la hierba era tan alta que rebasaba las rodillas de Ranma.
Una explosión destelló en el interior de la casa, haciendo volar uno que otro escombro.
Ranma tropezó junto con Akane en el instante en el que trató de cubrirse cuando un par de tablas se dirigieron peligrosamente hacia ellos, en el momento de la explosión. Cayó torpemente cerca de una roca, golpeándose la cadera.
Akane resbaló contra él. Uno de los escombros pasó peligrosamente cerca de su nuca. Volvió la vista en dirección a donde creyó haber oído el sonido de la explosión.
Su mirada estupefacta quedó clavada en lo que creyó que era la hoguera más grande que había visto en toda su vida. La habitación de la que habían salido ella y Ranma, al igual que el resto de la derruida casa, ardía ahora en llamas, iluminando el cielo oscurecido tras un inmenso mar de nubes.
--. . .Hirume. . .
Ranma hizo un esfuerzo por aferrarse a algún tronco o algo firme que le ayudase a ponerse en pie, pero la descomunal hierba y la envolvente penumbra de la noche no ayudaban en nada. Logró hacer apoyo en una rodilla y consiguió levantarse, llevándose un par de rasguños en un brazo a causa de un matorral que estaba junto a él.
--¿Akane? –llamó inútilmente y sin obtener respuesta—¡¡Akane!
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El interior de la casa estaba a punto de venirse a bajo de un momento a otro, bajo las incandescentes llamas.
Desde el umbral de la puerta, lo primero que vio fue la lámpara de keroseno, rota por la mitad y cuyo flamable contenido había ido a parar hacia una de las cajas de cartón arrinconadas contra la pared, causando un verdadero infierno dentro de la casa.
Parte de lo poco que quedaba de su instinto humano de supervivencia le obligaba a salir. Pero había una cosa, algo. Una razón por la que debía entrar.
Alguien exhaló algo a sus espaldas. Una figura encorvada que se desplomó nuevamente sobre el entablillado piso.
--. . Ak. . .Akane. . .—resolló Hirume, a sus espaldas con una voz que subía y bajaba. Había terror en aquella voz, y también un horrible cansancio.
Los ojos de la chica se detuvieron ante una aterradora visión. Detrás de ella, se encontraba Hirume, en medio de un inmenso charco de color carmesí, con el brazo y costado izquierdo completamente destrozado. Una gruesa línea cruzaba en dirección transversal parte del cuello; una monstruosa marca hecha por las garrad de algo más grande y poderoso que un lobo.
. Akane sintió que su aliento y sus palabras se hubiesen congelado por completo.
--. .to. . .todavía . . . hay . . . una oportunidad. . .—jadeó Hirume, con la poca fuerza que le quedaba—. . .mátalo. .
--¿Q. . .qué?
Hirume tosió suavemente, y Akane vio que se hinchaba parte de lo que quedaba del costado.
--. . .aun. . .aun aquel. . .que es puro de corazón. . .puede convertirse en lobo. . .cuando la luna brilla en su cenit. . .y el acónito florece. . .
La tos se fue haciendo más fuerte y todo el cuerpo de Hirume se estremeció. Después su respiración se hizo ahogada. Miró a Akane con ojos castaños y hundidos, le cogió el brazo con unos dedos nudosos y grisáceos.
--p. . .perdóname. . .—exhaló y sonó un terrible estertor en las costillas de Hirume.
Abrió la boca de par en par, y tosió violentamente, brotando lágrimas en sus ojos. Cayó de bruces, sus nervudos músculos se estremecieron, y su carne tembló y se agitó bajo una capa de sudor. Akane vio que debajo de la desgarrada blusa, la espalda de Hirume se oscurecía con unos pelos castaños que brotaban de los poros. En cuestión de segundos, aquellos pelos cubrieron toda la espalda y hombros de Hirume, y se extendieron a los brazos, y brotaron de sus manos y dedos. Hirume levantó la cara, que también empezaba a cambiar., brotando sangre de la cada vez más larga mandíbula inferior. Los ojos se habían hundido más; los pelos de la cabeza eran más lisos y brillantes. Hirume se estremeció y su espina dorsal empezó a crujir y a retorcerse. Los restos de su ropa empezaban a desgarrarse. Una de largos colmillos se abrió para lanzar un aullido, una mezcla horrible de angustia animal y humana.
Akane apartó la mirada, pero aun podía oírle y eso era ya bastante malo. El alarido medio humano y medio lobuno se convirtió en un estridente y agudo aullido que estremeció a Akane.
Y entonces se oyó un silbido ahogado, como el de una máquina al perder vapor y detenerse. Tras unos últimos y roncos jadeos, se hizo el silencio.
Se armó de valor y entornó la mirada hacia donde se encontraba Hirume. Dio un paso hacia atrás, llevándose una mano a la boca, tratando de ahogar un grito.
A un costado de ella, estaba el cuerpo de una loba de pelo castaño y ojos oscuros y ciegos. Su lengua pendía sobre un charquito de sangre. La pata derecha de atrás era todavía una pierna humana y los extremos de las dos patas peludas de delante eran dos manos humanas, con los dedos cerrados sobre una de las tablas del suelo, como si tratase de arrancarlas. Akane sintió una punzada de dolor en el corazón. Aquellos dedos largos eran los que antes le habían estado sujetando del brazo.
Su mente, confundida y aturdida repetían en eco las últimas palabras de Hirume, como pérdidas en el vacío de algún lugar distante.
. . .aun aquel que es puro de corazón, puede convertirse en lobo cuando la luna brilla en su cenit y el acónito florece. . .
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BIEN. . .FALTA POCO. . .
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