CAPÍTULO 2: EL ATAQUE EN AZKABAN
Todo
estaba casi listo. Había tomado mucho tiempo de planificación
y una gran cantidad de persuasión, pero finalmente todas las
piezas estaban en su lugar. No era un Slytherin y parte del círculo
interno del Señor Oscuro por nada. El hombre rubio que había
celebrado recientemente su vigésimo cumpleaños miró
alrededor de él en anticipación.
Draco
ni siquiera jadeó mientras la marca en su antebrazo izquierdo
comenzaba a quemarle ferozmente. Con cara de desprecio y un suave
susurro, desapareció. El viento fue el único que
escuchó sus palabras suavemente habladas.
-Pronto,
mi amor, pronto estarás libre de ese agujero del
infierno.
Habían
sido por lo menos dieciocho meses. Dieciocho largos, solitarios y
torturantes meses, puesto que cada persona que había conocido
le dio espalda, y lo encerró lejos, en el hoyo más
húmedo de la tierra. Harry había estado escribiendo en
las paredes de su celda para matar el tiempo, cualquier cosa para
intentar conservar su cordura. Después de que el problema de
la tinta hubiera sido solucionado, muchas horas pasaron mientras
dibujaba imágenes que le recordaban tiempos más
felices, y una especie de calendario que fue uno de las primeras
piezas de arte que elaboró. Era un modo de mantener los
recuerdos que los Dementores constantemente intentaban quitarle.
Harry miró con desaliento su pequeña
celda oscura; estaba ubicada en la sección de Azkaban dedicada
a los prisioneros de máxima seguridad. Dos Dementores eran sus
compañeros casi constantes; raramente conseguía
librarse de ellos. Potter era casi siempre su menú favorito
del día. A veces, en la noche, las criaturas se trasladaban a
otra presa, pero entonces las pesadillas volvían
indudablemente, creando aún más horror. Harry ni
siquiera podía recordar la última vez que había
dormido más que un par de horas seguidas. Era asombroso cómo
se podía estar sin hacer absolutamente nada, día tras
día, pero seguir continuamente débil y agotado.
Estaba agradecido de que por lo menos contaba
con una pequeña cama, así que no tenía que
dormir en el frío y sucio suelo de piedra, pero no los
proveían de sabanas o mantas. Hacía tiempo había
supuesto, con bastante certeza, que los guardias temían que si
los internos tenían ropa de capa, podían encontrar
alguna manera de utilizarlas para ahorcarse. No es que nadie fuera a
estar de luto por ello, pero los Dementores no deseaban verse
privados de sus boletos de comida.
Harry
estaba dolorosamente delgado. Las comidas, que eran irregulares en el
mejor de los casos, estaban compuestas, por regla general, de pan
rancio y una extraña sustancia que aunque comestible, era de
un sabor asqueroso y siempre lo dejaba con hambre. Las pequeñas
cantidades de agua maloliente que aparecían rutinariamente en
su celda junto con su alimento, apenas si alcanzaban para calmar la
sed, por lo que Harry no había podido bañarse
correctamente desde su encarcelamiento. El agua y el alimento
simplemente aparecían en su celda, al tiempo que desaparecían
sus desperdicios. Harry había calculado que estas medidas de
seguridad adicionales fueron establecidas después de que
Sirius se hubiera escapado, de modo que las puertas de las celdas no
tuvieran que ser abiertas rutinariamente. Desde que lo habían
lanzado ahí, Harry no podía recordar una sola vez en
que hubiera visto la puerta de su celda abierta.
Durante
el primer año de su detención había contemplado
seriamente la posibilidad de escapar. Sin embargo, tales pensamientos
habían sido ahuyentados hacía ya tiempo por los
Dementores, dejándolo solamente con la desesperación y
la resolución de sobrevivir en ese lugar tanto tiempo como
fuera posible.
Harry, como Sirius antes, al
ser inocente tenía algunos pensamientos que aunque no eran lo
bastante felices para alimentar a los Dementores, no eran tan
horribles como para que lo volvieran totalmente loco. También,
gracias a su padrino, Harry se había entrenado como animago.
Durante el verano previo a su sexto año,
había pasado la mayoría del tiempo con Remus y Sirius
en la cabaña del primero, en el medio de quien sabe donde. Los
Dursleys hacía tiempo que lo habían echado, así
que Harry nunca regresó a Privet Drive. Durante su estancia
con el hombre lobo y el ex-convicto, aprendió más
técnicas avanzadas de DCAO que nunca antes. La única
otra persona que lo había enseñado así era
Severus, que comenzó sus lecciones privadas durante el sexto
año de Harry. Esas lecciones con Snape continuaron hasta que
el chico fue arrestado.
También
Sirius, siendo un animago ilegal, lo había ayudado a
entrenarse porque sabía que podía serle útil
algún día, como una manera de ocultarse o de escaparse.
Por ese tiempo, Harry pensaba que de los únicos que
necesitaría ocultarse era de Voldemort y sus seguidores, ni en
sus sueños más salvajes esperó llegar a
encontrarse en la situación en la que estaba en ese momento.
Afortunadamente para Harry, Sirius había
insistido en que mantuviera su entrenamiento de animago y su forma un
secreto, de modo que solamente Sirius, Remus y Dumbledore sabían
que Harry se transformaba en un perro, un Collie negro y blanco para
ser exactos. Eventualmente les había contado a Severus y a
Draco sobre su entrenamiento de animago, una vez que estos sugirieron
que trabajara para convertirse en uno. Le había gustado saber
que sus amigos eran también animagos sin registrar, Severus un
cuervo y Draco un lobo gris oscuro.
Harry
había descubierto hacía cierto tiempo que los
Dementores no parecían afectarle tanto mientras estaba en su
forma de animago como lo hacían cuando era humano. Sospechó
que era porque las emociones animales eran más primitivas y
más difíciles de leer que las humanas. Y pensando en
ello, ¿qué clase de pensamientos felices tienen los
perros? En vista de esto, Harry había pasado una gran parte de
su tiempo en la prisión convertido en un canino.
La
única cosa que Harry nunca había dicho a nadie, ni
siquiera al viejo hombre que había sido su mentor desde la
primera vez que llegó a Hogwarts, era que tenía más
de una forma de animago. Según McGonagall era imposible que un
mago tuviera más de una forma, pero Harry tenía tres. Y
ése no era el único secreto mantenido profundamente
dentro de la preocupada mente de Harry Potter.
Draco se apareció en la posición
designada y se encaminó a su lugar en el círculo que
rodeaba a Lord Voldemort. El olor a salitre en el aire de la noche
era espeso, mientras el sonido distante de las olas que se
estrellaban en las rocas proporcionaba la música de fondo para
las festividades de esa noche.
Tan pronto como los
restantes espacios vacíos fueron llenados, el Señor
Oscuro levantó su cabeza y miró por encima a los
seguidores reunidos. Detrás del círculo interno había
por lo menos cien Mortífagos más congregados.
-Mis
favorecidos. Bienvenidos a una ocasión muy especial. Después
de muchos meses de cuidadosa planificación, esta noche una vez
más reclamaremos a los que son legítimamente nuestros.
Esta noche nuestros otros hermanos y hermanas se reincorporarán
a nosotros y junto con la ayuda de nuestros colegas, los Dementores,
seremos invencibles.
Severus atrajo la mirada de Draco
y vio la leve inclinación de su cabeza. Al parecer el profesor
había podido advertir a tiempo a la Orden del Fénix
sobre esta maniobra. Sólo que la Orden ignoraba que Draco
tenía planes personales.
La Orden del Fénix
era un grupo de las brujas y magos dedicados, que se unieron en
épocas oscuras para luchar contra magos oscuros tales como
Voldemort. Albus Dumbledore era actualmente el líder de la
orden, o el Fénix como a él se referían. Draco
había sido iniciado junto con Harry al principio de su séptimo
año. Después de que Harry hubiera sido enviado a
Azkaban, Draco pensó seriamente en dejar la orden; pero su
propio interés asumió el control, pues sabía que
si hacía eso no había manera alguna de que pudiera
sobrevivir a esta guerra.
Voldemort dio la espalda a
sus seguidores y levantando una mano hacia el cielo ordenó a
la oscuridad que les proporcionara cobertura. Era misterioso mirar
las nubes responder a su orden, pero pronto la luz de la media luna
quedó oculta detrás de una gruesa nube.
Bajo
los disfraces oscuros, los Mortífagos hicieron su camino hacia
los barcos que esperaban y comenzaron su viaje entrando en el mar,
dirigiéndose rumbo a su destino, la fortaleza que se erguía
solitaria en una pequeña isla de piedra. Mientras Draco remaba
en su bote, sus pensamientos no estaban en los planes repasados por
su amo, o en las estrategias desarrolladas por la Orden del Fénix.
La totalidad de sus pensamientos estaba ocupada por una meta
específica, por un objetivo definitivamente más
personal, por una persona específica. Sin importar lo que
sucediera esa noche, Draco sabía que no fracasaría en
su propósito de ver a Harry libre.
Harry giró vacilante en su pequeña
cama intentando bloquear los quejidos y sollozos que venían de
las celdas que rodeaban la suya. Con un suspiro desistió y
rodó sobre su espalda. Algo parecía apagado esa noche,
algo era diferente. Los dos Dementores que habían tomado
residencia detrás de su puerta se habían ido, y como si
esto por sí mismo no fuera bastante inusual como para levantar
una alarma, el hecho de que habían estado ausentes la mayoría
de la tarde también era extraño. Teniendo la ventaja de
haber estado libre de Dementores por varias horas seguidas, se había
permitido la rara oportunidad de procurar enfocar sus típicos
pensamientos al azar.
Harry sabía que la
guerra no progresaba bien para los magos de la luz. No había
obtenido esta información de ninguna fuente directa ya que
nunca había recibido un visitante, o carta, ni tan siquiera un
periódico que hablara sobre ese asunto. No, su información
venía de su vínculo continuo con Voldemort. Había
tenido la esperanza de que la protección que rodeaba la
prisión lo protegeria de sus frecuentes visiones, pero
desafortunadamente no había sido así.
Sus
visiones continuaron aumentando en frecuencia y los hechos que
atestiguó lo horrorizaron. Intentó recordar que la
gente que era asesinada y torturada eran las mismas que lo habían
traicionado y enviado al infierno, pero cuando gritaban esos
pensamientos se disipaban rápidamente. De acuerdo con sus
últimas visiones, el Señor Oscuro estaba planeando algo
grande. Era demasiado malo que una de las mayores ventajas que los
magos de la luz tenían languideciera en una celda lejana, la
mayoría de las veces sin siquiera poder reconocer el
significado de las terribles imágenes que lo invadían.
Los gritos pronto llenaron el silencio; curioso pero
renuente a moverse, Harry siguió tendido donde estaba, con la
mirada clavada en el techo de la celda. Los fuertes sonidos formaban
palabras.
-¿Todavía queda alguna
persona cuerda aquí dentro?
Los gritos se
mezclaron con los sonidos de las puertas siendo abiertas de golpe y
de las pisadas, algunas de las cuales parecían alejarse del
lugar donde residía Harry en ese momento. Una ruidosa
explosión atrajo la atención del chico pues su propia
puerta, la que había estado entre él y el mundo por
tanto tiempo, ahora estaba siendo abierta.
Draco comenzaba a desesperarse. Sabía que su
tiempo estaba corriendo, y aún no había podido
localizar el lugar donde el Ministerio había encerrado a
Potter. Había sido fácil convencer al Señor
Oscuro para que permitiera que él y unos cuantos más
formasen una partida de búsqueda a los fines de rescatar a sus
partidarios declarados y a cualquier otro individuo relativamente
cuerdo que estuviera dispuesto a servir al Señor Voldemort. El
hombre rubio se había sorprendido de cómo, una vez que
Voldemort había tenido éxito en incriminar a Potter y
sacarlo fuera de su camino, sencillamente lo había descartado
completamente. En ninguno de los planes para volver a tomar Azkaban,
había sido mencionado el nombre de Harry Potter. Era como si
hubiera dejado de existir.
Finalmente, Draco había
llegado a lo qué pensaba era el nivel de máxima
seguridad, donde los más asquerosos criminales estaban
encerrados. Seguramente, ni siquiera los incompetentes del Ministerio
pondrían al Niño-Que-Vivió aquí.
El
disgusto por la condición de los presos que había visto
hasta ahora le urgía a que siguiera adelante, sabiendo que no
podría irse sin satisfacer sus asuntos personales. Abriendo
las puertas y mirando con fijeza en las celdas, intentó
continuar a buen paso y rápidamente dejó a los otros
Mortífagos atrás.
Finalmente llegó
a una tranquila celda en el final de la fila. Vio una figura pequeña
que no se movía tendida en una cama. Estaba a punto de darse
la vuelta e irse cuando el preso giró hacía él y
Draco se encontró mirando fijamente a un par de familiares
ojos verdes.
-¿Harry, eres tú? Por
favor Merlín, que seas tú.
Harry oyó
a alguien entrar en su celda. Incómodo ante la llegada de una
cierta amenaza desconocida, convocó la poca energía que
le quedaba y tornó la cara hacia cualquier cosa o persona que
traspasaba su santuario.
El hombre que se erguía
delante de él parecía familiar, pero ante la confusión
de sus pensamientos, no podía reconocerlo. No obstante, el
sonido de su nombre que era hablado con una voz que sólo en
raras ocasiones podía recordar y que asociaba con algunas de
sus remembranzas más felices, lo sacudió con fuerza de
su estupor.
-¿Dray?
-Oh Merlín.
Harry, ¿qué te han hecho?- Draco miraba impactado la
estructura esquelética y los angustiosos ojos hundidos que
brillaban con un tinte de locura debajo de un revuelto, largo, negro,
grasiento y enmarañado pelo. Reponiéndose casi
inmediatamente, el rubio avanzó y se arrodilló al lado
de la cama de Harry.
-Mira Harry, necesito que me
escuches cuidadosamente. No tenemos mucho tiempo si deseas salir de
aquí vivo. En menos de un minuto voy a activar un traslador
que te lleve a un lugar seguro que he instalado para ti. Necesito que
permanezcas allí. Lo he provisto de comida, agua y ropa
limpia. Necesito resolver algunas cosas aquí y entonces te
seguiré.
Draco miraba con los ojos nublados que
rogaban silenciosamente que el otro comprendiera por lo menos algo de
lo que sucedía.
-¿Harry, lo entiendes?
Necesito que permanezcas allí y me esperes. Por favor, no
salgas de la seguridad de la casa hasta que yo vaya por ti, ¿de
acuerdo?
Harry intentó seguir las instrucciones
que Draco le daba. Pero todo que realmente entendió de las
palabras era que Draco iba a llevarlo lejos de allí, y estar
en cualquier sitio menos aquí era una buena cosa. Draco lo
miraba de manera extraña y le pedía algo más,
pero no estaba seguro de lo que le había dicho y no confiaba
en sí mismo para responder, pues no había hablado una
palabra consciente durante año y medio; no obstante, sabía
que el otro esperaba alguna clase de respuesta, así que se
forzó a asentir.
La rápida sonrisa en
la cara de Draco lo tranquilizó, indicándole que había
contestado a su pregunta correctamente. Pronto una pequeña
piedra plana era forzada en su mano y Draco se alejaba lanzando a
Harry una última mirada antes de gritar "justicia".
La incómoda sensación de ser jalado por
un gancho alrededor de su cintura pronto abrumó al joven
hombre de pelo negro, y con un remolino, la prisión de Azkaban
desapareció.
Draco dejó escapar la
respiración que había estado reteniendo mientras
observaba el traslador activarse. Sabiendo que era hora de poner en
la acción la siguiente fase de su plan, tomó de su
bolsillo un pequeño ratón blanco. Posando el ratón
sobre la cama donde Harry había estado acostando, la cual aún
seguía estando caliente, retrocedió y levantando su
varita transformó el ratón en un hermoso perro ovejero
negro y blanco con los ojos verdes. Bajando el perro al piso, le
ordenó imperiosamente que corriera hacia la salida más
cercana, evitando todos hechizos que los seres humanos iban a
intentar lanzarle. Una vez fuera de la fortaleza, el perro debía
saltar al océano y nadar hacia la orilla.
Tomando
una profunda inspiración, Draco tiró su varita al suelo
a sus pies y después cerró los ojos y con gran fuerza
de voluntad, lanzó su propia cabeza fuertemente contra la
pared de piedra. No tuvo tiempo para un último pensamiento
antes que la oscuridad le diera la bienvenida.
CONTINUARÁ.........
