–Almirante, en media hora comienza la desgravación de la misión 72. Me pidió la Coronel Leeds que le avisara –escuchó Lisa por el intercomunicador de la habitación donde estaba internada su hija.

–Gracias, Comandante Anderson. Avísale a la Coronel que voy enseguida.

–Almirante una cosa más –irrumpió su asistente antes de que Lisa terminara la llamada–, le dejó su uniforme en el baño de damas frente a la sala de reuniones para que pueda cambiarse.

–Perfecto.

Hace dos días que los departamentos de inteligencia del SDF-2 y SDF-3 estaban haciendo una ronda de intercambio de desgrabaciones de las misiones más significativas que habían ocurrido durante estos años para aunar criterios en el futuro. El SDF-3 había hecho contacto con dos razas alienígenas diferentes a los Zentraedi y a los Maestros de la Robotecnia. De esas dos razas, una era pacífica y menos desarrollada tecnológicamente que los humanos, pero la otra era agresiva, combativa y no hubo forma de lograr un entendimiento, por lo que el Almirante Hunter optó por alejarse del sistema planetario donde se había producido el enfrentamiento mediante una transposición de emergencia para salvaguardar la seguridad de la nave.

Lisa había leído los informes preparados por el Mayor Stewart, jefe de inteligencia del SDF-3. En los mismos se describía el tipo de mecha que esta raza utilizaba como también sus tácticas de ataque. El enfrentamiento más sangriento había ocurrido justamente cuando un escuadrón del SDF-3 entró en la nave del enemigo, descubriendo que tenían entre sus prisioneros a un puñado de humanos que habían desaparecido 15 años antes de la Base Sara en Marte.

Lisa había tenido acceso cuando asumió como Vicealmirante a uno de los expedientes que más le intrigaba: El ataque a la Base Sara.

Cuando aún era una simple Teniente tercera, su padre, el Almirante Donald Hayes fue personalmente a informarle a su hija sobre el ataque terrorista que había acontecido en la Base que se situaba en el planeta Marte. Aparentemente, según los informes que él le mostró en su momento a Lisa, no había habido ningún sobreviviente. Ella vislumbro una leve vacilación en sus ojos, que caló hondo en el subconsciente de Lisa.

Entre llantos y negación, Lisa le exigió a su padre constatar con pruebas tangibles el cuerpo sin vida de su prometido Karl Riber. El Comandante Riber formaba parte del equipo científico que estaba en dicho planeta rojo. Pero su padre no fue concluyente, y cuando le aseguró a su hija que no hubo sobrevivientes, el ojo izquierdo de su padre tuvo un leve parpadeo. El mismo parpadeo que Lisa reconoció en él cuando le dijo que su madre había salido bien de la operación, pero terminó falleciendo dos semanas después.

Lisa siempre intuyó que su padre le había mentido. Tenía esperanzas que Karl siguiera con vida, y esas esperanzas la carcomían en vida, marchitando cada vez más su corazón y su ilusión a reencontrarse con su amado.

Tuvo que descender a la base Sara cuando ella era Comandante del SDF-1, para finalmente convencerse que no había sobrevivientes y dejar su historia de amor con Karl en el pasado para seguir adelante.

Pero cuando asumió como Vicealmirante, lo primero que hizo el Almirante Global fue entregarle a Lisa el expediente de la Base Sara para su conocimiento. Era un expediente clasificado con código 0. El máximo dentro de la RDF. Solo las personas con rango de Almirante podían ver el contenido de dicho expediente. De hecho, Global al momento de dar la orden de destruir la Base Sara cuando era Capitán del SDF-1, tampoco sabía de lo que verdaderamente había ocurrido previamente allí.

Henry Global no solo era su jefe, y su mentor, sino casi un padre para Lisa y sabía del sufrimiento que había soportado con la pérdida de su primer novio y lo importante que sería para ella conocer el contenido de dicho expediente.

Todavía Lisa recordaba como si fuera ayer el escalofrío que le dio cuando abrió la carpeta clasificada y lo primero que encontró adjunto con un clip fue un sobre sellado donde figuraba en el dorso del mismo con la indiscutible letras manuscritas de su propio padre la inscripción

"Atte.: Almirante E. HAYES

Rte.: Almirante D. HAYES"

…"Querida Hija, si estás leyendo estas líneas debo felicitarte por haber logrado llegar al puesto de Almirante. Nunca dudé de tu capacidad, y estoy muy orgulloso del camino que ya vislumbro para tu futuro. Seguramente tendrás éxito, no solamente por llevar en tu venas el legado de los Hayes, sino por tu capacidad de entrega y profesionalismo al servicio de la comunidad.

Te escribo esta carta para pedir tu perdón. Perdón por ser Almirante, antes que Padre. Por poner mis obligaciones, antes que tus necesidades como hija. Cuando leas el contenido de lo ocurrido en Marte, sabrás que nunca se pudo confirmar la muerte de varios soldados y parte del equipo científico. La respuesta oficial que dio el gobierno culpando a los terroristas como responsables de generar un atentado de magnitudes desproporcionadas ocasionando que no se encuentren sobrevivientes, fue la fachada para ocultar la verdad. Políticamente fue conveniente debilitar el reclamo de terroristas que querían atentar contra la unificación planetaria, y nos dio tiempo para preparar las defensas terrestres para un posible futuro ataque alienígena. Lamentablemente tuvo que ocurrir este lamentable episodio que condicionó tu felicidad, pero sirvió para convencer de manera definitiva a los reacios políticos que no liberaban los fondos para terminar el SDF-1 y comenzar a construir el Gran Canyon en Base Alaska.

Las casualidades son difíciles de explicar, aún más de fundamentar para la escéptica opinión pública. Pero hay veces que suceden. E irónicamente estas casualidades ocurridas de manera simultánea, agravaron aún más la situación. Justamente eso fue lo que ocurrió en Marte al momento mismo del atentado. Cuando los terroristas activaron las bombas para amedrentar al GTU y exigir sus demandas, la base sufrió un ataque extraterrestre. Parte del personal de la base murió en combate, otros tantos producto del atentado, y los restantes, cuyos cuerpos nunca aparecieron, se presume fueron tomados prisioneros por los alienígenas. Entre esos prisioneros había soldados, científicos e incluso algunos terroristas que habían perpetrado el atentado. Entre los "desaparecidos" se encuentra Karl Riber.

No podía ilusionarte con la posibilidad que estuviera vivo, pero tampoco asegurarte su muerte. Mi indecisión al momento de responder tus preguntas fueron demasiado evidentes para tu aguda capacidad de observación. Lamento no haber podido ser sincero. Sé que mis dudas son las que te impiden recuperarte de la pérdida de Riber. Aún hoy, cuando escribo estas palabras y me enorgullece tener a mi hija como Comandante y segunda al mando del SDF-1, puedo ver que tu corazón solitario sigue triste y desconcertado.

Espero que en el futuro, cuando leas estas palabras y ya hayas asumido el peso y la responsabilidad que implica ejercer el mando de Almirante, puedas entender mejor mi encrucijada, y trates algún día de perdonarme.

Te quiero, ahora y siempre, Papá."…

–¡Ah, Papá! Tuve que descender a mi propio infierno donde casi pierdo la vida por tu dilema y tus secretos….

–¿Dijiste algo, Mamá?

Lisa se sobresaltó. No pensó que hubiera dicho en voz alta sus pensamientos.

–Solo estaba recordando algo del trabajo, mi amor. Ahora va a llegar Nelly, la enfermera, para cuidarte mientras que Mami tiene que acudir a una reunión importante. Pero si surge algún dolor u otra complicación, ya le pedí a Nelly que me interrumpa y vuelvo enseguida.

–No te preocupes, Mamá. Ya me siento mucho mejor.

–Lo sé, mi amor –dijo Lisa acariciando a su hija mientras que le acomodaba el cabello color miel detrás de su oreja–, y me pone muy feliz. Si el médico no me hubiera asegurado de tu buena recuperación, no habría aceptado participar de esta reunión. Ni bien termine, regreso.

–Te quiero, Mamá.

Lisa estaba emocionada por las palabras de su hija. El solo pensar tenera a una de sus hijas al borde de la muerte hace unos días por una terrible y absurda infección le hacía temblar con desesperación cada célula de su cuerpo. Sus hijas eran todo para ella. Lo más importante. Incluso estaba dispuesta a renunciar a su puesto de Almirante por ellas.

Pero también la experiencia al frente del SDF-2 la había obligado a los golpes a comprender mejor a su padre. Había veces que estando al mando, ella tenía que tomar decisiones difíciles, incluso a costa de decepcionar a los más cercanos. Y Lisa Hayes lo entendía demasiado bien.

Ni bien llegó la enfermera, Lisa se apresuró a llegar a la sala de reuniones donde transcurrían las desgrabaciones de las misiones. Era en la otra punta de la nave, y todavía tenía que cambiarse.

En dichas reuniones participaban algunos de los implicados en cada misión, y había altas probabilidades que Karl Riber estuviera presente. Mientras toma el ascensor para llegar al nivel donde transcurría la reunión, Lisa se observaba en el espejo. Ya no era la joven que despidió a Riber hace 20 años al borde del lago donde solían mantener furtivos encuentros amorosos con su entonces novio. Tenía unas leves ojeras que se habían acentuado por lo mal que dormía, siempre abrumada por la innumerable cantidad de problemas que tenía que resolver al ser la almirante.

Presentaba en su rostro unas incipientes arrugas en la frente, y algunas pequeñas manchas que habían aparecido en la comisura de su boca, cerca a sus mejillas. Era el rostro de una mujer madura. Ya no era la joven inocente que decidió cambiar su destino por amor e inscribirse en la Academia Robotech para lograr reencontrarse con su novio en Marte. Era una Almirante al mando de toda una flota. Pero aunque tenía un temple de hielo, Lisa no era inmune al vértigo que le provocaba tener que enfrentarse con su pasado.