La academia bullía con actividad pese a ser sábado, los padres comenzaban a llegar y muchos de los estudiantes salían a recibirlos con alegría. Sin embargo, Mikan continuaba en su habitación terminando de leer su libro.

Ese día nadie iría a visitarla, lo que era un inmenso alivio para ella. Una semana había pasado desde que ingresó a clases, dos desde que Reiji la vendió a la academia, y ella aun no sabía lo que haría cuando lo volviera a ver el próximo sábado. La academia era lo suficientemente grande para ocultarse en algún lugar, pero ¿y luego? ¿Realmente podía durar meses escondiéndose de él?

No. Tarde o temprano acabaría encontrándola y entonces todo sería peor. Además, también Youichi estaba allí y Reiji no lo sabía. Si alguno de los dos llegaba a encontrarse solo podría terminar en desastre.

Suspirando Mikan se levantó de la cama y salió del dormitorio dirigiéndose al balcón. Con curiosidad observó los pocos encuentros que sucedían en el exterior. Por lo que veía esos padres lucían felices de ver a sus hijos, por supuesto las apariencias podrían engañar, pero aun así se preguntaba que sería ser abrazada de esa manera.

Su madre había muerto cuando era muy pequeña y lo único que podía recordar de ella era lo que tenía en su cofre de tesoros y las palabras que la habían mantenido cuerda durante toda su vida. Bueno tan cuerda como puede estar.

Era por eso que se preguntaba que sentían aquellas familias al verse de nuevo, pero sobre todo que pensaban aquellas personas de que sus hijos fueran alices. ¿En realidad no les importaba y eran tan felices como aparentaban, o solo podían sentir repulsión y rechazo hacia el alice de su hijo?

Los alices son abominaciones, no importa lo que los demás digan.

Mikan cerró los ojos lentamente al escuchar en su mente aquellas palabras y aún sin mirar se alejó de la ventana. No tenía caso observar lo que nunca le pasaría, al igual que las clases aquello no era más que una ilusión. Durante la siguiente semana aún seguiría viviendo en la misma calma que llevaba en esas dos semanas, luego la tormenta comenzaría de nuevo. Lo sabía porque siempre era así; siempre tenía un momento de "paz" donde podía recobrar fuerzas y prepararse mejor que antes porque la tormenta volvería con más ímpetu. Solo esperaba que esta vez su mente y cuerpo lo resistieran sin sufrir grandes daños, y que su fuerza de voluntad le durara lo suficiente hasta que volviera a parar.


Con aburrimiento Youichi observaba las personas alrededor de él mientras esperaba junto a Natsume y Aoi que Ioran llegara. A decir verdad, ese día prefería pasarlo con su hermana, pero Mikan se había opuesto firmemente a ello cuando le contó que planeaba cancelar sus planes con Aoi. No estaba seguro sobre lo que su hermana pensaba que sucedería, pero ciertamente no le gustaba la idea de que pasara todo el tiempo con ella, lo que lo entristecía.

Suspirando observó a uno de sus compañeros caminar junto a sus padres mientras hablaban tranquilamente. Mentiría si dijera que no deseaba algo así, aunque fuera un poco, pero a decir verdad no le hacía tanta falta como los demás pensaban. Durante los primeros seis años de su vida su padre había sido bueno con él y cuando las cosas cambiaron Mikan estuvo allí para llenar el vacío, quizás no al principio, pero a medida que el tiempo pasaba su amor hacia su padre se convirtió en rencor y Mikan se encargó de que no se sintiera solo.

Metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón se recostó contra el árbol y levantó la vista hacia el cielo observando la luz filtrarse por las verdes hojas.

—¿Hablaste con tu padre? —le preguntó Aoi de repente—. ¿Va a venir?

Youichi frunció el ceño.

—No.

Aoi lo miró expectante.

—¿No hablaste con él, o no va a venir?

—No hablé con él y no va a venir —respondió Youichi exasperado—. ¿En serio tienes que preguntarme lo mismo todos los sábados?

Aoi se encogió de hombros, pero no le respondió. No entendía porque su novio jamás hablaba con su padre. De acuerdo el hombre lo había descuidado cuando era niño dejándolo al cuidado de alguien más, pero seguía siendo su padre.

—Al menos deberías escribirle. Las personas pueden cambiar en dos años.

Youichi apretó la mandíbula.

—No alguien como él.

—No puedes saberlo. Si al menos le escribieras…

—¡Suficiente! No voy a hablar con él —gritó Youichi girándose a verla.

—Pero…

—Aoi, ya basta —intervino Natsume mirando a su hermanita. Aoi tenía un buen corazón, pero muchas veces no podía entender que no todo era color de rosa.

Natsume no necesitaba saber todo el pasado de Youichi para ver que había más en la historia de lo que él contaba.

Frunciendo el ceño Aoi volvió su mirada a las personas frente a ella y el silencio volvió a caer sobre los tres.

Varios minutos después un alto hombre pelirrojo se acercó al grupo con una sonrisa y una gran bolsa en sus manos. Aoi inmediatamente corrió hacia él. Ioran la saludó alegremente y le besó la frente, luego se acercó a los dos chicos bajo el árbol.

—Disculpen la demora tuve que parar a comprar algo —dijo Ioran mirando arrepentidamente a los jóvenes—. No esperaron mucho ¿verdad?

Natsume negó con la cabeza y se acercó a su padre sonriendo levemente.

—¿Cómo estuvo el viaje?

—Una pesadilla, al parecer casi toda la ciudad decidió que hoy era el día perfecto para viajar.

Aoi se rió entre dientes sabiendo lo mucho que su padre odiaba estar atascado en un trancón.

—Pero bueno, ¿qué hay de ustedes? ¿Algo nuevo sucedió esta semana?

Natsume abrió la boca para decirle que no, pero su hermana se le adelantó.

—La clase de Natsume tiene una nueva estudiante, que por cierto es su pareja —dijo Aoi sonriendo ante el ceño fruncido de Natsume —. Oh y Natsume se metió en una pelea el jueves, el chico está en el hospital.

Ioran miró a su hijo levantando una ceja.

—Eso suena interesante, pero ¿qué tal si me cuentan en el camino? No he comido nada desde anoche.

Natsume suspiró.

—La cafetería de la academia sigue abierta, ya debe haberse desocupado —dijo Natsume detestando que su hermana fuera tan bocazas. Estaba seguro que su padre lo tomaría bien, ya que estaba en su personalidad. Pero no le gustaba que se enterara de que estaba perdiendo el control de sí mismo.

Sonriendo Ioran encabezó el grupo antes de detenerse un par de pasos más adelante y voltear a ver a Youichi que no se había movido de su lugar.

—¿No vienes, hijo?

Suspirando Youichi los siguió. Desde que había conocido al hombre cada uno de sus encuentros con él era así. Youichi intentaba no involucrarse demasiado en las reuniones de los Hyuuga, pero Ioran siempre lo incluía de una u otra manera.

Tal y como había dicho Natsume la cafetería estaba casi vacía cuando llegaron.

—Natsume y yo iremos a pedir, ¿quieren algo en especial? —preguntó Ioran luego de haber escogido una mesa y colocado la bolsa sobre ésta.

—Una lasaña de carne y jugo de mora, por favor —dijo Aoi mientras se sentaba.

Ioran asintió y miró a Youichi.

—Lo que sea está bien.

—De acuerdo. Ahora volvemos.

Los dos jóvenes asintieron. Ioran colocó un brazo alrededor de los hombros de Natsume y ambos se dirigieron hacia las cajas. Cuando estuvieron lejos de ellos Ioran habló:

—Ahora dime, ¿qué fue lo que pasó realmente en esa pelea?

Natsume suspiró.

—No estoy seguro. Ese día estaba enojado con Ruka por hacerme asistir y por querer involucrarme con la chica nueva. A decir verdad, simplemente estaba enojado por todo. Entonces Takuru golpeó a Ruka y… perdí el control —dijo Natsume apretando la mandíbula sin apartar la mirada de la fila frente a él—. Al principio sabía lo que hacía, pero entonces, por un momento, Takuru se convirtió en mi enemigo y… solo me dejé llevar.

Ioran miró a su hijo con tristeza y apretó por unos segundos su abrazo.

—Debido a tu entrenamiento y trabajo es común que en una pelea suceda eso. Pero, escucha bien hijo, la solución nunca es la violencia sin importar lo que la academia te diga. Todos tienen una historia que contar y una razón para ser como y lo que son. Nunca lo olvides.

Natsume frunció el ceño, pero no dijo nada. E Ioran dejó el tema ir, en cambio comenzó a hablar de la nueva pintura que estaba haciendo y el accidente en el centro comercial que desencadenó la idea. Para cuando volvieron a la mesa Natsume sonreía y hablaba casualmente con su padre.

La comida fue amena y terminó con Ioran entregándoles los regalos que les había traído. A Natsume le dio los últimos volúmenes de su manga favorito, a Aoi le regaló un par de pendientes largos y a Youchi un búho de madera esculpido por él.

Dándose cuenta de la hora los cuatro decidieron asistir a la exhibición de la clase latente antes de que Ioran tuviera que marcharse.

Ese día los de habilidades latentes decidieron mostrar sus alices en una especie de juego creativo. Y al igual que con todas las exhibiciones de los sábados los alrededores estaban llenos de espectadores.

Ioran y Aoi comentaban con diversión sobre los dibujos al aire creados con los alices y los jueces del juego hechos con ilusiones. Natsume negaba con la cabeza riéndose entre dientes levemente ante las ideas de sus parientes, y Youichi simplemente observaba en silencio la actuación. Fue cuando Ioran se giró hacia el quinceañero para hablarle cuando las cosas cambiaron.

Ioran solo había querido incluir a Youichi en la diversión, hacerlo sentir parte de la familia, cuando vio a la chica junto a él.

—Yuka… —susurró. Aun así, los tres jóvenes lo escucharon y al parecer la chica también porque se tensó y se giró a verlo con esos familiares ojos ámbar.

Mikan observó al hombre junto a Youichi con alerta y curiosidad. Tenía los mismos ojos de Natsume que siendo más expresivos que los de su hijo, la sorpresa era evidente en ellos.

—¡Mikan! —exclamó Youichi sorprendido de verla allí—. Debiste haberme dicho que estabas aquí.

Mikan miró levemente a su hermano antes de volver su atención a los Hyuuga. Conociendo que su hermana se ponía nerviosa alrededor de los extraños Youichi se colocó detrás de ella y la abrazó apoyando su barbilla encima de su hombro. Mikan se tensó aún más por unos segundos, pero finalmente comenzó a relajarse contra él.

—Él es Ioran, el padre de Aoi y Natsume —susurró Youichi en su oído—. No es tan mala persona.

Ioran sonrió suavemente a la joven ignorando el inusual comportamiento en Youichi.

—Lamento lo de antes, es que me recordaste a alguien que conocí hace mucho tiempo. Soy Ioran Hyuuga, y por lo visto tú eres Mikan ¿no?, ¿la pareja de Natsume?

Mikan asintió colocando una mano sobre las de Youichi en un acto instintivo mientras sus ojos se movían analizadoramente entre los hermanos y su padre. Sonriendo Aoi se acercó a ella y Mikan se tensó bajo los brazos de Youichi.

—Ayer no pudimos presentarnos. Soy Aoi, la hermanita de Natsume y novia de Youichi. Lamento si mi hermano te ha causado molestias, a veces puede ser un tonto.

Natsume puso los ojos en blanco con exasperación. Mikan por otro lado se tensó aún más y como pudo se giró para ver a su hermano, su mente seguía dándole vueltas a la palabra novia y un nudo comenzó a formarse en su estómago.

Sintiendo la mirada de su hermana Youichi centró su atención en ella y frunció el ceño ante la preocupación que reconoció en sus ojos.

—Es algo reciente, comenzamos a salir hace unos meses —dijo Youichi calmadamente y sonrió cuando su hermana se relajó un poco. Sin poderlo evitar le besó la mejilla—. Te preocupas demasiado, se cuidarme solo.

Mikan puso los ojos lo que hizo reír a Youichi.

Viendo la inusual muestra de cariño de Youichi y la forma en que ambos se entendían Ioran frunció el ceño mientras preguntaba:

—¿Es tu hermana?

Los ojos de Youichi se endurecieron y su abrazo se volvió más protector alrededor de Mikan.

—Sí, ¿por qué?

Aoi frunció el ceño preguntándose porqué él nunca la había mencionado. No parecían tener una mala relación así que ¿porque el secreto? Y ese cambio de actitud por la pregunta…

Cuando había comenzado a salir con Youichi él le había advertido que tenía secretos, pero ella ya lo sabía y no le importaba. You era alguien protector y con gran sentido de la justicia que no temía hablar cuando algo no le gustaba, aquello era lo importante. Pero entre más tiempo pasaba más se preocupaba por él y por su pasado. Especialmente desde que sus ataques habían comenzado a escalar.

Ioran sonrió suavemente.

—Solo era curiosidad. Es extraño ver un vínculo como el de ustedes, por lo que me llamó la atención y solo pregunté.

Youichi no dijo nada y una extraña tensión circuló alrededor de ellos. Respirando profundo Mikan cerró sus ojos por unos segundos intentando calmar su ansiedad; cuando sintió que el nudo en su garganta se aflojaba y podía hablar sin que le temblara la voz, abrió los ojos y acarició suavemente la mano de You.

—Es solo una pregunta, You —dijo en voz baja, sorprendiendo a Natsume—. No pasa nada.

Youichi frunció el ceño, pero asintió obligándose a relajar su cuerpo. E ignorando su creciente molestia se concentró en su hermana que a pesar de sus esfuerzos había palidecido ligeramente al hablar y sus caricias eran cada vez más temblorosas.

—¿Quieres que te acompañe a tu habitación? O ¿vas a ir a otro lado? —preguntó con voz calmada.

Mikan sonrió suavemente. Solo su hermano podía actuar con tranquilidad como si su miedo a hablar frente a los demás fuera algo normal. Respirando profundo trató de controlar su irracional nerviosismo.

—Está bien, puedo volver sola.

Youichi se alejó de ella apretando la mandíbula e intentando contener su temperamento para no asustarla más.

—Mikan…

Aun sonriendo Mikan se giró completamente hacia su hermano intentando no estremecerse ante el enojo de sus ojos y se empinó para besarlo en la mejilla. Sabía que You jamás le haría daño, pero al igual que con el habla su cuerpo reaccionaba sin que pudiera controlarlo del todo.

—Te preocupas demasiado, se cuidarme sola.

Youichi entrecerró los ojos, pero no pudo evitar sonreír ante las palabras.

—De acuerdo. Ten cuidado.

Mikan asintió y volvió a mirar a los Hyuuga que observaban el intercambio en silencio. Luego se inclinó hacia ellos y se marchó de allí antes de que volvieran a hablarle. Suspirando Youichi observó a su hermana hasta que la perdió en la multitud, luego volvió su atención a lo que quedaba de la exhibición.

Inquieta Aoi se acomodó a su lado mirándolo con preocupación cada cierto tiempo sin decir nada. Por otra parte, su padre miraba ausente lo que sucedía frente a él, sus pensamientos continuaban en la chica que acababa de irse. Ioran estaba seguro que esa joven era la hija de Yuka, no solo por su increíble parecido sino también por su nombre. Lo que lo llevaba a preguntarse qué le había pasado para ser tan introvertida y nerviosa, porque pese a que no lo comentó no le pasó desapercibido el temblor de sus manos, lo tensa que estaba ni la sobreprotección de Youichi. Algo que también se preguntaba era como se habían conocido esos dos porque si mal no recordaba Yuka solo tuvo una hija e Izumi murió poco después del nacimiento de Mikan. Así que ¿cómo llegaron a considerarse hermanos?

Ajeno a los pensamientos de su padre, Natsume observaba el brillante cielo azul pensando también en Mikan. Sin embargo, la dirección de sus pensamientos era diferente; éstos estaban concentrados en el momento en que ella habló. Su voz era melódica y agradable al oído, pero algo débil, casi frágil. Cómo si por alguna razón estuviera a punto de quebrarse, pero sus ojos decían lo contrario. Sí, había visto el miedo en ellos, pero también determinación. Por alguna razón que no entendía Youichi había tratado de protegerla desde que la vio a su lado, y de cierta forma estaba bien con él, ya que él también protegía a Aoi en todo momento. Diferente manera, sí, pero misma intención. Sin embargo, Mikan se negaba a ser protegida: su mano sobre las de Youichi, la forma en que los miraba todo el tiempo en alerta, y su intervención ante el malestar de su hermano. Eran pequeñas señales que quizás para muchos no significaran nada, pero él estaba acostumbrado a leer los detalles y pequeñas acciones que podrían ayudarte a ganar una batalla, y las de ella hablaban fuertemente por si solas. ¡Rayos! El solo hecho de que ella hubiera hablado era un gran indicativo de que era más protectora que protegida. Algo que siempre admiraba en una persona.

Natsume sonrió. Estaba seguro que de haberla conocido el año pasado habría intentado acercarse a ella, y quizás hacerse su amigo. Pero la vida tenía extrañas formas de jugar y pese a su interés en ella sabía que no podía ser bueno en esos momentos que ambos se involucraran en sus vidas.


Mikan observó el techo de su habitación desde su cama, concentrándose en respirar profundo.

Odiaba ser así, siempre asustada de todo y todos, preocupada que algo de lo que dijera pudiera enojar a alguien o que sus acciones fueran erróneas y atrajeran la ira de las personas a su alrededor hacia ella. O una atención indeseada, con la cual no sabría cómo lidiar. Detestaba no saber ya quién era ni lo que era aceptable o no. Le enojaba ser tan débil.