La noche cayó lentamente sobre la academia alice, convirtiendo los grandes bosques y parques en lugares sombríos y tenebrosos. Muchos estudiantes estaban ya en sus dormitorios, unos pocos aún permanecían por el campus y algunos de la clase peligrosa se preparaban para trabajar.

Youichi, sin embargo, tenía algo que hacer dentro de los muros de la academia. Ignorando la hora recorría las estanterías de la biblioteca seleccionando libros de diversas materias y grados, pensando en el gran proyecto que tenía por delante. Cuando creyó tener todo lo necesario se acomodó en una de las mesas de la zona de lectura y estudio y comenzó a trabajar.

Uno a uno revisó los libros y anotó lo que consideraba conveniente. Varias veces se detuvo intentando recordar si este o aquel tema lo había visto antes de llegar allí y pensaba en la forma más fácil de aprenderlo. Las horas comenzaron a pasar a medida que miraba cada uno de los temas trazando una improvisada guía de estudio para su hermana, y elaboraba mapas mentales y conceptuales para mayor facilidad de estudio.

Fue así como Natsume lo encontró una hora después del amanecer.

Aquel día Natsume había logrado librarse de Ruka, y planeaba pasar su tiempo leyendo sus mangas. Sin embargo, tan pronto entró en la zona de lectura divisó a Youichi acomodado en una de las mesas, rodeado de libros. El quinceañero jugaba con su bolígrafo mientras leía uno de los papeles frente a él.

Frunciendo el ceño Natsume se acercó al joven observando la cantidad de papeles arrugados y desechados junto a los libros de cursos elementales y medios.

—¿Hace cuánto que estás aquí? —le preguntó levantando uno de los volúmenes de geometría para ver el tema que Youichi tenía abierto.

El quinceañero miró el reloj en la pared viendo la hora y volvió su atención a su amigo.

—Diez u once horas.

El ceño de Natsume se profundizó.

—¿Nuevamente tienes problemas?

Youichi negó con la cabeza mientras estiraba los brazos sobre su cabeza para aliviar su entumecida espalda.

—Es para Mikan.

Natsume devolvió el libro a la mesa mirando con interés al joven. Pero Youichi fingió no darse cuenta y centró su atención en sus apuntes.

—Narumi me dijo que a tu hermana no le interesaba mucho su estudio —dijo Natsume con casualidad.

Youichi suspiró molesto y levantó su mirada.

—¿Qué es lo que quieres Natsume? Pensé que mi hermana no te interesaba.

—Nunca dije nada sobre eso —respondió Natsume encogiéndose de hombros.

Youichi entrecerró los ojos. De todos sus amigos Natsume era el único en quien más confiaba, pero conocía su temperamento y no quería que Mikan saliera lastimada con o sin intención.

—No quiero que te involucres con Mikan si solo tienes curiosidad, Natsume. Ella no es un juguete ni un acertijo que resolver.

Natsume miró al joven a los ojos sorprendido por la seriedad y madurez de su expresión. Dándose cuenta, no por primera vez, que los ojos de Youichi no correspondían a los ojos alegres y despreocupados de un quinceañero.

—No tengo curiosidad, pero si interés en tu hermana, Youichi —le dijo Natsume sin apartar la vista de él —. Sí, Mikan es alguien intrigante, pero es la fuerza oculta que veo en su mirada lo que llama mi atención. Sin embargo, no estoy seguro de querer adentrarme en su oscuridad.

Youichi asintió viendo la verdad en sus ojos. Apreciaba su honestidad, pero no era suficiente para él.

—Hasta que no sepas con certeza que es lo que quieres, no voy a dejar que entres en su vida.


Natsume suspiró mirando al cielo mientras recordaba su conversación con Youichi.

¿En verdad no quería involucrarse con ellos? El día de ayer cuando creyó ver a Mikan teniendo un ataque de pánico, ¿no estuvo a punto de acercarse a ella y asegurarse si estaba bien? No había pensado en si era una buena idea o si aquello terminaría convirtiéndola en parte de su mundo, solo pensó en ayudarla. Y aquel día cuando ella ingresó en la academia ¿no había querido ayudarla también? El problema era que entre deber y querer hay una diferencia y no estaba seguro si debía meterse en eso.

Un crujido de hojas llamó su atención y su mirada carmesí se dirigió inmediatamente a la figura acercándose entre los arbustos. La joven, ajena a su presencia, caminaba lentamente sin darse cuenta de la presencia de Natsume sentado en uno de los árboles.

Mikan no tenía un destino fijo, solo quería estar sola en un lugar alejado de las personas, dónde pudiera pensar libremente y descansar por un momento de su constante miedo. Sin embargo, al ver el brillante lago frente a ella supo que había llegado.

Admirando la belleza del lugar se acomodó cerca de la orilla, no muy lejos de donde Natsume, y respiró profundo deleitándose con el fresco aroma de la naturaleza. Nunca había visto un paisaje como ese, su pueblo natal quedaba en la base de una montaña muy cerca a los bosques de pinos, pero no le permitían salir mucho por lo que realmente no conocía demasiadas cosas. Reiji era demasiado estricto y continuamente la vigilaba; la única razón por la que no era completamente ajena al funcionamiento del mundo exterior era por lo mucho que disfrutaba observar a las personas, además de las noticias y cosas que escuchaba dentro de la casa. Sin embargo, no creía que ese conocimiento le sirviera allí, en la academia. Aquel lugar tenía sus propias reglas, y funcionamiento, lo único que no cambiaba entre su pueblo y la academia era la ley del más fuerte. Diferente aplicación, pero mismo principio. Si quería sobrevivir en aquel lugar debía adaptarse rápido y aprender. Por suerte para ella, tenía la experiencia necesaria para hacerlo. Por desgracia su mente no iba a salir intacta.

Abrazando sus rodillas suspiró y apoyó su cabeza sobre ellas. Odiaba no tener elección. No quería usar sus alices mañana en la presentación, no quería ver a Reiji el sábado, no quería estar allí. A decir verdad, no quería estar en ningún lugar.

—¿Cuándo voy a poder elegir? —preguntó con voz débil—. Yo jamás lo pedí, así que ¿por qué nunca me dejan en paz?

Natsume observó en silencio a su compañera, sin saber que decir porque él mismo se había hecho muchas veces esas preguntas y aun no tenía respuesta.


La jovialidad de la clase 3-b no era la misma ese día. Un tenso ambiente envolvía a los estudiantes debido al reingreso de Takuru a la clase. La mayoría de ellos intentaba actuar con normalidad, pero no podían evitar mirar a su compañero de vez en cuando como si esperaran que de un momento a otro retara a Natsume. Los únicos que parecían ajenos al extraño ambiente eran Natsume y su grupo, Youichi y Mikan.

Sin embargo, Youichi tenía su propia preocupación. Desde que su hermana había entrado al salón Youichi supo que algo no estaba bien con ella. Al principio Mikan había actuado con normalidad, pero a medida que las horas pasaban su mirada se volvió inexpresiva y sus movimientos robóticos. No era la primera vez que la veía en ese estado, y por ello sabía que su hermana se había cerrado por completo. Su mente se estaba protegiendo de algo, bloqueando cualquier emoción o sensación. Ella solo... estaba allí.

Mirándola con preocupación abrió la boca para hablarle, pero las palabras no salieron. No sabía cómo sacarla de ese estado, nunca lo había sabido.

La clase continuaba anotando en silencio lo que el profesor Misaki explicaba en el tablero, ajenos a él y a su hermana. Su respiración comenzó a acelerarse y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. No podía respirar. Temblando apoyó sus brazos sobre sus piernas y colocó su frente en sus antebrazos. Sus manos comenzaron a sudar.

Aoi que había estado mirándolos a lo largo de la clase se percató del estado del joven y murmurándole a su hermano se colocó de pie. Natsume frunció el ceño y se levantó también. Ambos se acercaron al joven.

—Mírame, Youichi —susurró Natsume frente a él—. Todo está bien.

Youichi no respondió, algo le impedía hablar, y moverse. Su temblor aumentó.

Misaki miró a los jóvenes reunidos en la parte de atrás del salón, pero no dijo nada al notar el estado de Youichi. La clase continuó sin percatarse de lo que pasaba.

Aoi colocó una mano en su espalda queriendo confortarlo, pero Youichi se tensó aún más y cerró los ojos fuertemente, así que ella la retiró.

Natsume no sabía qué hacer. Youichi jamás dejaba que lo tocasen en ese estado y ellos no eran capaces de calmarlo, solo podían observar con impotencia como el joven sucumbía.

Los temblores de Youichi aumentaron en fuerza, y un sobrecogedor miedo paralizó completamente al quinceañero. Los sollozos de su hermana resonaron en su mente opacando las voces de Natsume y Aoi. Un gemido lastimero salió de sus labios.

La mirada de Mikan se apartó de la ventana ante el sonido, notando por primera vez el estado de su hermano. Y por costumbre e instinto colocó su mano sobre su cabeza sin sentir realmente la suavidad de su cabello.

La mente de Youichi quedó inmediatamente en silencio.

—Respira, You. Todo va estar bien, estoy aquí —dijo Mikan. Su voz sonó vacía incluso para ella misma, pero no podía evitarlo.

Youichi abrió los ojos, y respiró profundo una, dos, tres veces, hasta que su asfixia comenzó a desaparecer y sus temblores disminuyeron. Entonces levantó su cabeza y miró a su hermana. Sus ojos ámbares continuaban desprovistos de toda emoción y vida. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo podía pensar en él y cuidarlo, cuándo ella era la que más estaba sufriendo?

Respirando profundo una vez más, colocó una de sus temblorosas manos sobre la mejilla de Mikan.

—Lo siento.

Mikan se encogió de hombros.

—No es tu culpa. Nunca lo ha sido.

Youichi no estaba tan seguro de eso. Otro temblor recorrió su cuerpo y Mikan acarició automáticamente su cabeza. Suspirando con molestia Youichi se enderezó y miró los rostros preocupados de Natsume y Aoi.

—Lo siento —repitió.

Aoi sonrió tristemente.

—No importa. ¿Cómo te sientes?

El joven se encogió de hombros.

—Estaré bien.

Natsume intentó hablar, pero un golpe sonó en la puerta atrayendo inmediatamente las miradas de Mikan y Youichi. Unos segundos después entró Narumi en el salón.

—Mikan, recoge tus cosas y ven conmigo —dijo el profesor mirándola desde la puerta.

Suspirando Mikan agarró su morral y se colocó de pie, pero cuando fue a dar el primer paso Youichi agarró su muñeca.

—¿Qué está sucediendo, Mikan? —preguntó preocupado.

Mikan acarició una vez más la cabellera plateada de su hermano.

—Nada por lo que tengas que preocuparte.

Youichi intentó alegar, pero su hermana se zafó de su agarre y se dirigió hacia Narumi sin volver a mirarlo.