Mikan se despertó sobresaltada, empapada de sudor y con un grito atrapado en su garganta. Nuevamente había tenido pesadillas, aún podía sentir las crueles manos que la sostenían y el frío de la pared, aún escuchaba los gritos desesperados de Youichi, el sonido del vidrio rompiéndose y las malévolas palabras susurradas en su oído.

Se abrazó con fuerza intentando darse algo de calor, y fue entonces cuando sintió la afelpada cobija bajo sus brazos. Confundida parpadeó para alejar las lagrimas y sus recuerdos y se fijó en su alrededor. Estaba en una amplia habitación, similar a la suya, pero las paredes estaban pintadas de azul con negro, una alta biblioteca de madera clara estaba ubicada en una esquina, diversos mangas llenaban la mayoría de los estantes, junto con gruesos tomos de arquitectura y diseño; un sillón orejero de cuero blanco estaba junto a la biblioteca, las cortinas eran negras y estaban descorridas dejando entrar la luz del amanecer. Al otro lado de la habitación un portátil negro estaba sobre el escritorio de caoba, junto a una pequeña lampara.

Nerviosa por no reconocer el lugar, salió rápidamente de la cama y envolvió la delgada cobija alrededor de su cuerpo, sintiendo algo de alivio al comprobar que aún tenía la ropa puesta. Indecisa miró por varios segundos la puerta de la habitación contemplando sus opciones. Sin saber donde estaba ni como había llegado allí no podía decir si lo que le esperaba al otro lado era bueno o no, lo último que recordaba era haber dejado la habitación de Youichi en estado de pánico, por lo que al menos debía estar en la academia. Había visitado una vez el dormitorio de su hermano así que estaba segura que esa no era su habitación, lo cuál la dejaba con la pregunta más importante: ¿de quién era la habitación?

Respirando profundamente para armarse de valor, apretó el agarre que tenía sobre la manta y caminó lentamente hacia la puerta. Suavemente giró el pomo, y asomó la cabeza antes de salir completamente del dormitorio. El apartamento estaba en completo silencio, por lo que intentó no hacer ningún ruido al caminar. No sabía si alguien más estaba allí durmiendo o si estaba sola, pero ciertamente no quería averiguarlo. Saldría de allí rápidamente antes de que alguien supiera que había despertado.

Estaba a punto de llegar a la puerta de entrada cuando una familiar voz la detuvo.

—¿Qué estás haciendo?

Sobresaltada, se giró rápidamente y su mirada se encontró con unos profundos ojos carmesí observándola desde el sofá. Natsume estaba apoyado sobre los codos, mirándola con curiosidad, y a juzgar por su alborotado cabello y el bostezo que dio diría que acababa de despertarse.

El pequeño alivio que sintió al verlo allí la tomó por sorpresa. No entendía como podía sentirse aliviada de que este fuera el cuarto de Natsume y no de alguien más, si algo debía estar horrorizada. Sabía lo temperamental que era su compañero, y con lo tonta que era seguramente no tardaría mucho en enojarlo.

—Y-Y-Yo…

Cerró los ojos al escuchar su tartamudeo, sin saber como reaccionaría el pelinegro. Días antes, cuando estaban con Youichi no pareció molestarse por su ineptitud al hablar, pero no había estado segura si era porque realmente no le molestaba o si la presencia de su hermano evitaba que mostrara sus verdaderas emociones.

Natsume suspiró y se dejó caer nuevamente en el sofá.

—Asegúrate de cerrar bien la puerta cuando salgas.

Los ojos de Mikan se abrieron de golpe.

—¿Eh?

Natsume levantó la cabeza para poder mirarla.

—Ibas a marcharte, ¿no?

Mikan asintió lentamente.

—¿N-No te importa? —le preguntó en un susurró.

—¿Acaso debería? —respondió Natsume frunciendo el ceño—. La única razón por la que te traje aquí fue porque tuviste un ataque de pánico en el bosque, y yo era el único que estaba allí. Traerte a mi habitación era mucho más fácil que llevarte con Youichi y tener lidiar con él.

—Oh.

Mikan se sonrojó. De todas las personas tenía que ser Natsume quien viera su ataque de pánico. Debía pensar que era una idiota asustadiza. Ni siquiera era capaz de mantener una conversación apropiada con él.

Natsume la miró por unos segundos más antes de girarse de medio lado y hacerle un ademan con la mano.

—Como sea, cierra bien al salir.

Dudosa Mikan se dirigió hacia la puerta y colocó la mano en el pomo, luego volteó a verlo sobre su hombro para asegurarse de que él realmente no estaba bromeando. Al ver que no se había movido ni un poco, abrió la puerta y salió. Cuando comenzó a cerrarla tras ella se detuvo por un momento y respiró profundo.

—Gra-gracias, Natsume —susurró.

Luego cerró rápidamente y corrió a su habitación al final del pasillo. No fue sino hasta que estuvo a salvo dentro de su apartamento que se dio cuenta que aún llevaba la manta de Natsume.

Natsume suspiró, y se giró en el sofá colocando su brazo sobre sus ojos.

¿Por qué rayos le tenía tanto miedo Mikan?

Al principio cuando se despertó al escucharla salir de su habitación decidió hacerse el dormido para ver que es lo que ella haría, pero luego de unos minutos al darse cuenta de cuales eran sus intenciones, no pudo evitar hacerle saber que estaba allí.

Había querido preguntarle sobre su ataque de pánico, pero al verla allí parada con los ojos fuertemente cerrados, su rostro pálido y sus manos temblando ligeramente supo que no tenía caso. Aún cuando Mikan lograra hablarle, nunca le hubiera contestado sobre ello. No confiaba en él y aquello lo enojaba. Claro, la chica no tenía ninguna razón para hacerlo, apenas y habían interactuado un par de horas en las últimas semanas. Era lógico que no confiara en él, lo entendía. Pero aun así estaba enojado.

¿Por qué las cosas tenían que ser tan enredadas?


Las horas pasaron rápidamente, pronto fue medio día, y la mayoría de alumnos se disponía a almorzar. Algunos iban a la cafetería, otros preferían acomodarse en los terrenos cerca de los edificios de clases, otros comían en la terraza o pasillos. Youichi por su parte caminaba por uno de los senderos del campus pateando enojadamente una piedra.

Su hermana no había regresado el día anterior y tampoco había ido a clases. Estaba preocupado, sabía que los acontecimientos de la tarde anterior la habían sacudido y con todo lo que había pasado en los últimos tres días lo más seguro es que Mikan estuviera cerca de su límite. En esos momentos realmente prefería estar a su lado, asegurarse de que no hiciera alguna locura, de que estuviera bien, pero Mikan no estaba en su habitación y no tenía idea de donde rayos podría estar. Esa estúpida academia era demasiado grande, y aunque se había pasado toda la mañana buscándola no logró encontrarla.

Pateó con más fuerza la piedra, la cual salió volando y chocó contra una de las bancas de piedra que estaban ubicadas a lo largo del sendero. Suspirando se dejó caer en la banca tras él y dirigió su mirada al despejado cielo. De haber sabido que las cosas iban a estar así, no se habría metido en esa pelea… No, si era honesto consigo mismo aún habría buscado pelea a pesar de saber que su hermana lo iba a encontrar, solo hubiera tenido más cuidado de no dejarse golpear el rostro. Había estado tan enojado en ese momento que necesitó un escape. Aquel fuego que siempre ardía en su interior era cada vez más difícil de controlar, en especial desde que comenzó a darse cuenta de ciertas cosas que había pasado por alto a lo largo de los años. Y como si eso no fuera poco los receptores de su ira no estaban en ningún lugar cercano, por lo que no podía desquitarse directamente con ellos.

Sabía que, si Mikan descubría lo que estaba pensando, lo regañaría fuertemente. Su hermana aborrecía las peleas, y la violencia, siempre lo había reprendido cuando se metía en alguna pelea, y no podía culparla; entendía porque lo odiaba. En serio lo hacía. Pero para él no solo era una forma de escape, sino también una forma de mantenerse estable. Si se aferraba al enojo, entonces las demás emociones que lo embargaban no podrían destruirlo. Era mejor estar enojado que sentirse culpable, el enojo le permitía mantenerse de pie, le permitía proteger a su hermana, proteger a Aoi, proteger a sus amigos; en cambio la culpa lo destruiría, lo consumiría lentamente hasta que no quedará más que un agujero negro dentro de él. La culpa creaba dudas, destruía tú confianza, alimentaba él miedo, hacía que cometieras locuras, que te encerraras en ti mismo y él se rehusaba a ser nuevamente alguien patético, débil e indefenso. Su hermana no lo había criado para ser alguien incapaz de afrontar lo que la vida le tirara, si bien Mikan vivía en miedo constante y se culpaba de muchas cosas, no era alguien débil. Quizás ella no lo sabía, pero el siempre pudo verlo, Mikan se negaba a dejarse consumir por la oscuridad, más aún, se negó a que aquella oscuridad lo consumiera a él. Y él definitivamente no iba a botar todos sus esfuerzos a la basura; hasta que encontrara una mejor manera de lidiar con las cosas se aferraría al enojo. Sabía que era algo arriesgado, estaba caminando por una fina línea, al igual que la culpa el enojo podía hacer que cometieras locuras, que perdieras la razón, y que muchas veces te dieras cuenta demasiado tarde de lo que hacías. Pero estaba dispuesto a correr el riesgo, y sin importar que sucediera conocía los límites y no planeaba cruzar aquella línea.

—Vaya, vaya, vaya, miren quien está aquí —dijo burlonamente una voz masculina sacándolo de sus pensamientos—. Pero si es Youichi, el pequeño protegido de Hyuuga.

Youichi dirigió su fría mirada a los tres chicos frente a él. Parecían ser unos años mayor, probablemente universitarios; no los conocía, aunque algo lucía vagamente familiar en el joven de la izquierda.

—Habíamos planeado hacerte una visita en estos días, pero supongo que debo agradecerte. Nos ahorraste el tener que buscarte —dijo el veinteañero de la izquierda sonriendo con malicia—. Soy Ryu Hiragisawa.

Youichi suspiró con irritación y se colocó de pie dispuesto a marcharse. Realmente no estaba de humor para esa clase de juegos.

—Oh, vamos. No vas a marcharte tan pronto, ¿o sí? —preguntó el joven pelirrojo de la derecha cerrándole el paso al quinceañero—. ¿No te interesa saber porque te buscábamos?

Youichi se encogió de hombros.

—No, realmente.

Ryu bufó.

—Tch, que aburrido. Y yo que pensé que serías más entretenido que Hyuuga —dijo desanimadamente Ryu, como si realmente lamentara la falta de reacción de Youichi—. Oh, bueno. Como sea. Cierto pajarillo me comentó que gracias a ti mi pequeño hermano está en el hospital, y creí que lo mejor sería agradecerte correctamente por ello.

Los tres jóvenes se acercaron aún más a Youichi.

—¿Hermano? —preguntó Youichi frunciendo el ceño.

—Sí, como dije, es el que mandaste al hospital.

—Últimamente he mandado a muchos al hospital —dijo Youichi con irritación, comenzando a caminar lejos de ellos—, pero dale mis saludes.

Ryu agarró fuertemente el hombro de Youichi cuando este pasó junto a él y compartió una mirada de complicidad con sus amigos, sin embargo, antes de que pudiera hacer algo más, o de que alguno de los demás pudiera dar el primer golpe, Youichi se giró rápidamente, dando un paso hacia el lado y le dio un puñetazo en el plexo solar, quitándole el aliento a Ryu. Y antes de que este supiera que estaba pasando, envolvió su tricep con el brazo y lo empujó hacia abajo para luego darle un rodillazo en la cabeza.

Enojado el pelirrojo arremetió contra él seguido de su amigo. Youichi rápidamente desvió el puñetazo del pelirrojo y lo golpeó detrás de la cabeza desbalanceándolo completamente, luego antes de que la patada del otro universitario pudiera impactar en su cuerpo, dio un paso hacia el lado esquivando completamente el golpe antes de lanzarle una patada de noventa grados hacia el lado de la cabeza, causando así que este cayera al suelo completamente inconsciente.

Iban dos faltaba uno.

Avergonzado, dolorido y enojado el pelirrojo intentó atacar nuevamente, pero antes de que este pudiera terminar de acercarse, Youichi lo interceptó dándole una fuerte patada en la rodilla. Un repugnante chasquido resonó segundos antes de que el universitario cayera al suelo gritando de dolor.

—Si van a ir amenazando a la gente, al menos asegúrense de poder dar una buena pelea —dijo Youichi mirando fijamente al pelirrojo. Cuando este solo volvió a gemir y rodó en el suelo agarrándose la pierna, Youichi chasqueó la lengua y pasó junto a él.

Sí, era fácil perder el control cuando estas enojado, pero ciertamente ayudaba a generar respeto.


Mikan suspiró por tercera vez en diez minutos y contuvo el impulso de mover su pie nerviosamente. Quería irse de allí, quería tener el valor suficiente para levantarse y marcharse de allí sin importar las consecuencias, después de todo fue Persona y el mismo director de la rama primaria quienes le dijeron que se presentara luego de clases y aún así llevaba quince minutos sentada esperando que la llamaran. No sabía si el director realmente estaba ocupado o si era alguna clase de técnica para ponerla nerviosa, pero sea lo que sea ciertamente estaba funcionado.

Había pasado la mayoría del día oculta en uno de los bosques, leyendo uno de sus libros nuevos, intentando relajarse y prepararse mentalmente para esa reunión. Y cuando llegó la hora de dirigirse al edificio central, había estado segura de tener sus emociones bajo control, de estar preparada para lo que iba a venir, sin embargo, la espera nuevamente había alterado sus nervios. Sin tener algo con lo que distraerse, no pudo evitar recordar la primera vez que vio al director de primaria, lo sorprendida que estuvo al ver su apariencia infantil, lo disgustada que se sintió al escucharlo aceptar la propuesta de Reiji, y lo petrificada que quedó al ver aquella torcida sonrisa sarcástica y mirada de desdén. Había esperado que todas las cosas que Reiji solía decirle sobre aquel hombre fueran mentira, pero no le costó mucho descubrir lo acertadas que eran. No necesitaba conocer bien al hombre para saber que, para él la gente no eran más que peones para un fin, y que ella pronto haría parte de su tablero de juego.

¿Qué clase de juego y qué fin? No lo sabía, pero estaba segura de que no le iba a gustar. Sin importar el papel que jugara, seguiría siendo solo eso, una ficha en un inmenso tablero, y sino fuera por el hecho de que tenía que moverse alrededor de dos tableros de juego diferentes, ser una pieza más del director estaría bien con ella. Después de todo estaba acostumbrada.

Suspirando nuevamente, apoyó la cabeza contra la pared y cerró fuertemente los ojos. El sonido de una puerta abriéndose hizo que su ambarina mirada se posara en la oscura figura de Persona.

—El director te recibirá ahora.

Mikan se colocó de pie, jalando las mangas de su camisa y resistió el impulso de bufar. Como si fuera su culpa que el director tuviera que gastar tiempo en ella.

La habitación era bastante amplia, considerando que era la oficina de un director de colegio. Los grandes ventanales dejaban entrar la luz a raudales iluminando todo el lugar, las lisas paredes color crema le daban un toque cálido al lugar, y contrastaban perfectamente con el suelo de marmol negro. Una amplia chimenea de piedra adornaba la pared de entrada, y los sillones de cuero frente a ella le daban una sensación acogedora al lugar. Al costado derecho de la habitación, a unos metros de la puerta, una mesa de ajedrez blanca mostraba una partida ya iniciada. Finalmente, la mirada de Mikan se posó en el niño de trece años sentado tras el escritorio frente a los ventanales.

—Tome asiento, señorita Sakura —dijo el director haciendo un ademan hacia las sillas ubicadas frente al escritorio.

Mikan cruzó en silencio la habitación y se sentó en el borde de la silla sin apartar la mirada de aquel hombre con apariencia de niño. Persona se ubicó rápidamente tras el director.

—Primero que todo espero, señorita que estas tres semanas hayan sido de gran satisfacción para usted y le hayan ayudado a adaptarse en este nuevo ambiente —dijo el director apoyando los codos en el escritorio y entrecruzando sus dedos. Mikan permaneció en silencio, por lo que Kounji continuó—. Asumo que sabe porque estamos aquí.

Mikan asintió.

—Bien. El día de hoy, comenzará oficialmente sus clases alices en la clase de habilidades peligrosas, lo que quiere decir, que a partir de hoy sus alices serán entrenados y usted los pondrá al servicio de la academia. Verá, ser miembro de la clase peligrosa es al mismo tiempo un honor y una responsabilidad. En comparación al resto de las clases de habilidades alices, el numero de miembros pertenecientes a las habilidades peligrosas es bajo; esto se debe a que solo los usuarios con alices de gran alcance y poder pueden pertenecer a ella. En otras palabras, alices, que de no ser manejados y entrenados correctamente son bastante inestables y pueden convertirse en un peligro para la sociedad.

Así que aún formando parte del mundo alice, ella seguía siendo considerada peligrosa para los demás. Aquello no debía molestarle, después de todo ya lo sabía, había pasado su vida entera siendo tratada como si fuera alguna clase de animal salvaje, pero por alguna razón aún le molestaba.

—Antiguamente, dichos usuarios alices eran completamente marginados de la sociedad tanto alice como regular, y tenían prohibido usar su alice a no ser que fuera por orden directa. Vivian una vida miserable, viéndose obligados a no salir jamás de la academia, sin ser capaces de relacionarse con otras personas fuera de su círculo, siendo la burla constante de todos y usualmente siendo castigados severamente cuando usaban su alice —continuó el director, moviendo la cabeza de un lado a otro como si no pudiera creer que aquella situación fue real. Pero Mikan no tenía problema creyéndolo, después de todo parte de eso le era muy familiar—. Me gustaría decir que todo esto pasó siglos atrás, pero desafortunadamente las cosas no comenzaron a cambiar sino hace algunas décadas, cuando la sociedad alice finalmente se dio cuenta de lo injusto que era todo aquello. Después de todo nadie escoge el alice con el que nace, ¿verdad?

Una vez más Mikan asintió al ver que Kounji hacía una pausa, como si quisiera que ella apoyara su idea.

—Por ese motivo la clase de habilidades peligrosas fue creada. Un lugar donde aquellos usuarios inestables y poderosos podrían aprender a controlar mejor sus alices sin temor a ser marginados y rechazados como antes, donde podrían vivir con libertad y recibir el trato adecuado según nuestra sociedad. Después de todo, entre más poderoso sea un usuario alice, más importancia y privilegios tiene; por supuesto antiguamente esto no se aplicaba a ellos, ya que existía una línea de poder en donde una vez cruzada pasabas de ser la crème de la crème a un marginado sin derecho. Sin embargo, aún con la clase de habilidades peligrosas la gente no estaba dispuesta a confiar ciegamente en esta clase de usuarios, por lo que, a cambio de todos estos privilegios, cada uno de los miembros de la clase debá demostrar su valía poniendo sus alices al servicio de la sociedad. Y ahí es donde entro yo, como uno de los directores de la academia me fue encomendado vigilar los movimientos de los de habilidades peligrosas, en otras palabras, ser la cabeza de esta iniciativa dentro de la academia.

El director no podía estar hablando en serio. En otras palabras, a cambio de tener algo de «libertad», ¿tendría que usar sus alices para lo que los demás quisieran, sin derecho a oponerse? ¿Cómo eso era mejor que la vida de los alices en el pasado? ¿Qué acaso no era cambiar una jaula de hierro por una de oro?

—Normalmente me mantengo al margen y la mayoría del manejo de la clase se lo dejo a Persona, solo me mantengo informado de los sucesos e intervengo si alguna situación se sale de su control. Sin embargo, ya que su situación, poderes, e ingreso son tan… especiales, a partir de hoy, todos sus progresos me serán reportados por Persona. Yo me encargaré de supervisarla directamente y cada dos semanas evaluaré personalmente su desempeño. De esa forma si alguien llega a oponerse por su presencia aquí o a exigir que sus privilegios sean revocados, me será más fácil convencerlos y ayudarla a solventar la situación. Está de más decir, que si encuentro su desempeño pobre me veré en la obligación de tomar medidas correctivas.

Mikan apretó fuertemente sus manos sobre su regazo, intentando no temblar. Eso tenía que ser una broma. No solo tenía que someterse como todos los de la clase a servir a la sociedad, sino que también su libertad sería más pequeña en comparación a los demás. ¿Cómo era posible que aún cuando Reiji no estuviera allí su vida seguía empeorando?

—Con eso dicho, ¿tiene alguna pregunta, señorita Sakura?

Mikan negó lentamente con la cabeza.

—De acuerdo. Entonces, por favor siga a su profesor hacia su clase. En el camino Persona se encargará de explicarle mejor como funciona la clase de habilidades peligrosas y de decirle específicamente que es lo que se espera de usted.

El director ni siquiera había terminado de hablar, cuando Persona ya estaba saliendo por la puerta. Anonadada Mikan miró por unos segundos más a Kounji, luego se colocó lentamente de pie y siguió al profesor, no sin antes mirar por última vez el tablero de ajedrez. La reina negra había sido movida. Su lugar en el tablero de juego recién comenzaba.