Feliz día de la mujer. Espero les guste el nuevo capítulo.
Los miembros de la clase de habilidades peligrosas estaban tan ocupados como siempre, aquellos que no estaban actualmente trabajando en una misión se encontraban en la sede central entrenando y practicando el control de los alices. A diferencia de las clases regulares, o de los miembros de las demás clases de habilidades, los estudiantes de habilidades peligrosas no perdían el tiempo charlando entre ellos, no ignoraban a sus mentores y ciertamente no se saltaban las clases. Ser parte de aquella clase era exigente, y aunque a muchos no les gustaba estar allí u obedecer, todos sabían que habría serias consecuencias sino participaban. Persona no era alguien clemente, su enseñanza era espartana, y sus castigos eran difíciles de olvidar. La mayoría de los estudiantes habían sufrido al menos una vez uno de sus castigos, y ciertamente todos habían visto a alguien ser castigado. Persona no toleraba la pereza y la debilidad, y nadie en esa clase quería ser el siguiente en ser reprendido.
Por esa razón nadie consideraba saltarse la clase, ni siquiera Natsume o Youichi. Aunque ciertamente al quinceañero no le desagradaba tanto asistir como a otros. Estar allí le permitía desahogar algo de la ira que tenía a través del entrenamiento físico, le ayudaba a despejar la mente y muchas veces a manejar los recuerdos que aparecían en su mente. Sin mencionar que estar allí le daba beneficios adicionales, como mejorar su técnica de lucha, y aprender a manejar toda clase de situaciones; algo que hubiera apreciado saber en el pasado.
Por otro lado, a diferencia de Youichi, Natsume detestaba asistir. No le agradaba tener que ver a Persona todos los días, ni tener que entrenar aun cuando estaba agotado. Su desagrado a participar no se debía al entrenamiento físico —que a pesar de que a veces preferiría saltárselo le gustaba la sensación que el ejercicio dejaba en su cuerpo, le gustaba el deporte—, sino a los métodos de enseñanza, al hecho de tener que usar su alice para complacer a Persona, y sobre todo al objetivo por el cual todo eso se hacía. Habiendo entrado en la academia a los ocho años, le era imposible olvidar para que los entrenaban, le era imposible dejar ir el sentimiento de anhelo por ser como los demás, le era imposible no desear haber tenido una infancia normal y no haber sido obligado a crecer tan rápido. Sabía que no todas las misiones eran malas, y que algunas eran necesarias, solo odiaba no haber tenido la opción de elegir.
La puerta de entrada se abrió en silencio, y Persona entró en el edificio seguido de Mikan. Según lo que el profesor le había contado, aquella estructura hecha de diamante estaba compuesta por seis pisos: en el primero estaba el área de gimnasio, una pequeña cafetería y una enfermería. En el segundo estaban las piscinas, el tercero estaba dividido en las diferentes arenas de lucha, en el cuarto estaban las habitaciones de entrenamiento alice, el quinto era el circuito de obstáculos y finalmente en el sexto estaba la oficina de Persona, la sala de juntas, y la oficina del psicólogo. Aún sabiendo esto, Mikan no pudo evitar mirar con curiosidad su alrededor mientras se dirigían hacia las escaleras. Algunos estudiantes entrenaban en las cintas corredoras, otros estaban en las maquinas de pesa, y algunos como Natsume y Youichi golpeaban los sacos de boxeo. No tardó mucho en darse cuenta que sin importar lo concentrados que estaban los estudiantes todos parecían detenerse a mirarlos cuando pasaban junto a ellos, estaba segura que aquello se debía más a la imponente presencia de Persona que a su presencia allí, pero no pudo evitar sentirse cohibida. Fijó su mirada en el suelo.
Persona se detuvo junto a uno de los entrenadores para hablar con él, y ella aprovechó el momento para mirar nuevamente la zona donde estaba su hermano. Tanto él como Natsume se habían detenido completamente y estaban mirándola fijamente con el ceño fruncido, aunque podía deducir que Youichi estaba más preocupado que molesto, sin embargo, no podía decir lo mismo del pelinegro, quien la miraba con los ojos entrecerrados y labios firmemente apretados. Aquella reacción la extrañó, había creído que a pesar del incomodo momento de esta mañana el joven no estaba enojado con ella, sin embargo, era evidente que algo le molestaba, y como no lo había visto desde entonces suponía que en realidad algo de lo que le dijo realmente lo había enojado. Aunque no podía deducir que. Quizás su ineptitud para hablar sí lo irritaba.
Incomoda se movió nerviosamente en el lugar, y se jaló las mangas de su camisa. Detestaba ser el centro de atención y de ser posible solo quería salir de allí y alejarse de la mirada de todos, especialmente de la furiosa mirada carmesí de Natsume. No obstante, aún tenía que seguir a Persona hasta su oficina para que le diera sus limitadores alices, le presentara a su futuro entrenador, y al medico el cual le haría un chequeo. Eso definitivamente no era algo de lo que quisiera participar, el solo pensar tener a alguien lo suficientemente cerca para tomarle el pulso y revisar su corazón le asustaba, sin mencionar la probabilidad de que pudiera ver sus cicatrices. Pero tenía que hacerse, o al menos eso es lo que Persona le había dicho cuando notó su reticencia. Al parecer de acuerdo a ese chequeo todos sus futuros entrenamientos serían planeados. El único pequeño consuelo que encontró en medio de todo eso fue, que el medico tenía prohibido hablar sobre lo sucedido en las consultas por eso de la confidencialidad médico-paciente.
Un movimiento por el rabillo del ojo llamó su atención, y rápidamente se giró para ver que Persona había terminado de hablar y estaba dirigiéndose nuevamente hacia las escaleras. Suspirando comenzó a caminar tras él con renuencia. Su mirada se encontró con la de Youichi, y no le costó entender la pregunta que vio en sus grises ojos. Suspirando negó levemente con la cabeza. El ceño fruncido de Youichi se profundizó, y Mikan supo antes de que él se moviera que su hermano tenía toda la intención de seguirla para asegurarse de que todo saliera bien. Una vez más negó con la cabeza y lo miró con severidad por unos segundos antes de apartar la mirada y concentrarse en el camino frente a ella.
Frustrado Youichi observó como Mikan desaparecía por las escaleras. No lo entendía, no era normal en ella rechazarlo por tanto tiempo, usualmente luego de que algo como lo de ayer sucedía ella pasaba algunas horas sola y luego iba a buscarlo para dejarle saber que estaba bien. Sin embargo, esta vez no solo le había asegurado que no estaba bien, sino que también le había prohibido acercársele. ¿Realmente estaba tan molesta por la pelea del día anterior? O ¿se debía a algo más? No la entendía, y tampoco podía ir a preguntárselo. Porque si de algo estaba seguro era que Mikan no lo quería con ella en esos momentos, y cuando ella estaba así no importaba lo mucho que le preguntara ella jamás le respondería.
Molesto dio media vuelta y golpeó con fuerza el saco de arena. Por ahora haría lo que ella quería y se concentraría en el entrenamiento, pero si luego de clase ella aún estaba dispuesta a ignorarlo entonces la obligaría a hablar con él.
El anochecer llegó rápidamente dándole un aspecto fantasmal y etéreo a los bosques de la academia. La lluvia caía torrencialmente alimentando los campos y flores que había en el campus, dejando los caminos de ladrillo llenos de charcos y lodo. Pocos, por no decir ningún estudiante se atrevía a aventurarse fuera de los dormitorios ya que la tormenta era inusualmente fuerte considerando aquella época del año.
Sintiéndose frustrado, molesto, y preocupado Youichi entró en su habitación sin importarle el reguero de agua que estaba haciendo, y de un portazo cerró la puerta, sobresaltando a las diez personas sentadas en su sala.
—¿La encontraste? —preguntó Aoi colocándose de pie rápidamente.
Youichi negó con la cabeza.
—No estaba en los lugares que se me ocurrieron, y con esta tormenta no tiene caso seguir buscando. A penas y puedo ver lo que hay frente a mí —exclamó con frustración mientras se quitaba su chaqueta ensopada y la colgaba en el perchero junto a la puerta—. ¿Qué hay de ustedes? ¿Alguna nueva noticia?
Los jóvenes se miraron entre ellos por unos segundos sin saber como decirle al quinceañero. Finalmente fue Ruka quien habló.
—Algunas personas creyeron verla, pero no pudieron decirnos donde exactamente por lo que no pudimos encontrarla.
Youichi suspiró profundamente, y se apartó varios mechones de cabello húmedo de los ojos.
—Voy a tomar una ducha. Si llega a venir díganle que me espere.
—¿Realmente crees que va a venir? —preguntó Sumire frunciendo el ceño—. ¿Qué toda esta búsqueda no era porque creíste que estaba ocultándose en alguna parte?
Youichi se encogió de hombros y comenzó a desabrocharse la camisa.
—Tarde o temprano vendrá. No puede esconderse para siempre, no es su estilo.
—¿Creen que le pasó algo? Quiero decir, hace una hora comenzó a llover y ella aún no ha regresado a los dormitorios —dijo Anna mirando a sus amigos con preocupación—. ¿No deberíamos avisarles a los profesores?
—Yo digo que esperemos media hora más, y si para entonces aún no ha regresado a su habitación le decimos a Narumi —opinó Yuu alejándose de su lugar en la ventana.
Youichi asintió distraídamente y se dirigió hacia el baño. Una vez estuvo fuera de la vista Nonoko se inclinó hacia delante en su asiento y susurró:
—¿No les parece que Youichi está actuando algo extraño? Aún con está tormenta se está tomando las cosas con calma.
Anna asintió.
—Hace unas horas estaba gritándonos por no querer buscar a Mikan, diciendo que algo serio debía estar sucediendo porque no podía encontrarla y ahora que el clima está empeorando actúa como si no hubiera problema alguno.
—Quizás, finalmente decidió aceptar que no hay razón para preocuparse. Después de todo Mikan asistió a la clase de habilidades peligrosas, ¿no? Es probable que simplemente se sintiera abrumada y quisiera estar sola. Al menos eso es lo que Natsume hace la mayoría de veces luego de clases —dijo Koko jugueteando con la lata de soda que tenía en la mano.
Aoi miró con preocupación el corredor.
—Esperemos que ese sea el caso.
Mientras los amigos cambiaban el tema a cosas más ligeras, Youichi luchaba por controlar sus emociones. Estaba furioso con su hermana. ¿Cómo podía hacerle eso? ¿Cómo desaparecía por un día entero sin ni siquiera avisarle? ¿Cómo podía ir a la clase de habilidades peligrosas, decirle que no estaba bien y luego volver a desaparecer como si nada hubiera pasado? ¡¿En qué rayos estaba pensando Mikan?!
¿Acaso no se daba cuenta de lo preocupado que estaba? Cuando no volvió a verla durante la clase pensó en esperarla a la entrada, pero ella ya se había ido quien sabe a dónde. Uno de los entrenadores que estaba por allí la vio salir corriendo, y según le dijo a Youichi parecía estar llorando. ¿Por qué no lo había buscado?
—¡Ah, rayos! —gritó golpeando la pared de la ducha.
No sabía que hacer, se sentía perdido. Mikan nunca lo había alejado de esa manera. La había visto tocar fondo, había visto sus crisis, había estado allí cuando ella pensó por un momento en quitarse la vida, entonces ¿por qué no podía estar también con ella hoy?
Había estado tan asustado de que Mikan volviera a caer en la desesperanza que había acudido a Natsume pidiéndole que le ayudara a buscar a Mikan, y cuando no lograron encontrarla no dudó en acudir al resto de sus amigos. En esos momentos solo pensaba en encontrarla, en asegurarse de que estuviera bien y de que no fuera a hacer alguna locura, pero las horas pasaban y no había rastro de ella. Finalmente, mientras la buscaba bajo la lluvia intentando pensar donde podía estar fue que comprendió que de alguna manera sabía que ella iba a estar bien, o al menos que no iba a hacer alguna locura. Después de todo si no fuera así, ella ya habría tratado de hacer algo y él ciertamente lo habría sabido. Estaba completamente seguro de ello. Fue por eso que decidió dejar de buscarla y regresar, decidió confiar en ella y dejar que acudiera a él a su propio tiempo como siempre lo hacía.
Por supuesto saber eso no hacía que aquello fuera más fácil, ni que la preocupación y enojo desaparecieran.
Exhalando fuertemente cerró la llave, y salió de la ducha envolviendo la toalla alrededor de su cadera. Cuando hablara con Mikan iba a asegurarse de que entendiera cuantos años lo había hecho envejecer en un solo día.
Los golpes en la puerta se produjeron minutos después de que él hubiera regresado a la sala completamente arreglado. Acababa de sentarse en el suelo contra la ventana, dispuesto a distraerse con algo de conversación cuando el primer golpe resonó. Se puso de pie de un salto y abrió la puerta antes de que la persona pudiera terminar de tocar.
Mikan estaba totalmente empapada, su largo cabello castaño chorreaba agua por su ya mojada camisa negra, la cual se aferraba a su cuerpo como una segunda piel. Un pequeño charco de agua comenzaba a formarse a sus pies.
—¡¿Dónde rayos estabas?! ¿Sabes lo preocupado que me tenías? ¡Te busqué por todos lados! —Youichi no había planeado gritarle tan pronto la viera, pero no pudo evitarlo, toda la preocupación que llevaba acumulando en ese día se desvaneció al verla allí y el enojo se hizo cargo.
Mikan se encogió visiblemente y agachó aún más la cabeza.
—¿Puedo pasar? —preguntó en un susurro apenas audible, decidiendo no responder las preguntas de su hermano.
Youichi entrecerró los ojos, pero se hizo a un lado dándole campo. Los zapatos de Mikan chillaron cuando caminó, dejando marcas húmedas a su paso y la atención de los diez jóvenes sentados en la sala se centró sobre ella, pero Mikan no pareció notarlo. Estaba demasiado exhausta como para hacerlo.
Youichi cerró la puerta tras ella y se cruzó de brazos mirando a su hermana.
—¿Y bien? ¿Dónde estabas?
Mikan respiró profundamente, pero no pudo encontrar en sí misma la fuerza suficiente para responderle a su hermano. Sabiendo que Youichi estaba a punto de perder la paciencia Aoi se apresuró a intervenir.
—Me alegra mucho saber que estás bien, Mikan. Youichi nos tuvo a todos buscándote por horas —dijo la pelinegra intentando una técnica diferente a la de su novio.
La mirada de Mikan rápidamente se dirigió hacia la quinceañera, y sus ojos se ampliaron ligeramente por la sorpresa al notar los demás integrantes de la habitación. Nerviosa se removió incómodamente en el lugar, haciendo que más agua se acumulara a sus pies.
—¿Ho-horas? —preguntó finalmente luego de unos segundos más de silencio.
—Sí, horas —confirmó Youichi. Su tono de voz fue más duro del que quería, pero no podía evitarlo—. ¿Qué creíste que pasaría luego de nuestro encuentro en la clase de habilidades peligrosas? ¿Qué simplemente sonreiría ante tu rechazo y te dejaría andar por ahí, aún sabiendo el estado en que estabas? Bueno, pues lo siento, no es mi estilo.
Mikan se giró levemente para mirar a su hermano, quien aún continuaba recostado contra la puerta en la misma posición. Sabía que Youichi iba a estar molesto, pero nunca se imaginó cuánto.
—Sé que estás enojado, You, pero…
—¿Enojado? No—preguntó el quinceañero apartándose de la puerta, y acercándose lentamente a ella. Mikan retrocedió instintivamente—. No, Mikan no estoy enojado. Estoy furioso. ¿Tienes alguna idea de lo que me hiciste pasar?
Natsume nunca había visto a Youichi tan molesto. En vez de gritar como usualmente hacía, su voz era baja, casi un susurro, y sus movimientos eran lentos y precisos como los de un depredador. Mikan debió haber pensado lo mismo, porque retrocedió varios pasos más hasta casi chocarse con la silla donde Anna seguía sentada.
—Yo n-no quise…
Youichi nuevamente se acercó a su hermana, haciendo que esta finalmente se tropezara con el respaldar del sillón.
—¿Acaso ahora me tienes miedo, Mikan? —preguntó Youichi con sorna. Sabía que actuar de esa manera podía tener grandes repercusiones en su hermana y en la relación entre ellos, pero necesitaba saber, necesitaba asegurarse de que las cosas entre ellos no hubieran cambiado por su culpa—. Ahora que sabes lo que hacemos los de habilidades peligrosas, ahora que te diste cuenta de lo que soy capaz, ¿me temes?
Mikan estaba agotada tanto física como emocionalmente, se sentía drenada, rota y completamente acorralada, pero algo dentro de ella se rompió al escuchar el tono de Youichi. Quizás era porque no estaba acostumbrada a ser la receptora de la ira de su hermano, quizás se debía a todos los acontecimientos de las ultimas dos semanas, tal vez fue por el ataque de pánico que había tenido esa tarde durante el chequeo médico, o tal vez simplemente era porque se trataba de Youichi, pero sea lo que sea algo en ella se quebró. Una risa sin humor escapó de sus labios.
—¿Temerte? ¿Por qué habría de hacerlo? No eres más que un niño jugando a ser un adulto. ¡¿Crees que tienes derecho de venir y gritarme?! ¡¿De enojarte porque no te digo todo lo que pasa en mi vida?! ¡Pues no es así!
Los diez jóvenes, quienes nuca antes la escuchado hablar en un tono más fuerte que un susurró, miraron sorprendidos a la joven. Sin embargo, Youichi solo entrecerró peligrosamente los ojos.
—¡Déjate de bromas! —gritó el quinceañero, perdiendo finalmente el control. En esos momentos no le importaba donde estaba ni quien pudiera escucharlos, todo a su alrededor desapareció excepto por su hermana y todas las emociones que llevaba reprimiendo desde hace meses, salieron al escuchar las palabras de Mikan—. ¡Tú nunca me has contado nada! ¿Crees que no lo sé? ¡¿Realmente piensas que nunca noté que me escondías algo?! Quizás no pude entender que era en ese entonces porque era muy pequeño, pero ciertamente lo entiendo ahora.
Mikan frunció el ceño sin entender como habían llegado a eso. Todo lo que había querido al ir allí era hablar calmadamente con su hermano sobre los sucesos de ese día.
—¡¿De qué rayos estás hablando?! —exclamó frustrada.
—De lo que siempre intentaste esconder. Tú, Luna y Mihara.
Mikan se petrificó. No había forma que él supiera sobre eso, ¿o sí? Había pasado años ocultándole aquello, alejándolo de esa horrible mujer, intentando protegerlo de aquel mundo. Entonces, ¿cómo es que ahora que estaban lejos de aquella pesadilla, de aquel lugar, él lo descubrió?
Casi como si leyera su mente Youichi continuó:
—Siempre supe que algo ocultabas, pero no fue sino hasta hace unos meses cuando empecé a unir los cabos sueltos. Es difícil no hacerlo cuando hay cosas que no puedes olvidar sin importar que —Sonrió, era una sonrisa sin humor, vacía y hueca que hacía juego con su mirada. Incapaz de quedarse quieto comenzó a caminar de un lado a otro. Su expresión oscureciéndose cada vez más con cada paso que daba—. Detalles que antes pasaba por alto de repente se volvieron importantes, cosas que alguna vez pensé eran un juego se convirtieron en algo oscuro, palabras que siempre creí entender adquirieron un nuevo significado. No tarde mucho tiempo en darme cuenta de que era lo que sucedía.
Mikan negó con la cabeza, sin poder dejar de temblar. Él no podía saberlo, no debía saberlo, si lo hacía todo cambiaría. No volvería a verla de la misma manera, no volvería a tratarla como antes, más aún aquello los destruiría. No podía perder eso, no podía perder a su hermanito. No así.
Youichi se detuvo y volteó a verla. La atormentada mirada de su hermano le atravesó el corazón. Ira y dolor llenaban su mirada, pero también había algo más, algo que detuvo su corazón. Odio.
—Lo que pasó hace dos años y medio… no fue algo fortuito ¿o sí?
Mikan colapsó. Sus piernas dejaron de sostenerla, y su mundo se volvió completamente negro.
