Los personajes de GA no son míos, le perteneces a Higuchi Tachibana.
Esta historia hace alusión a temas sensibles que pueden tener desencadenantes para algunas personas, si no te sientes cómodo leyendo por favor no lo hagas. Además no intento pretender con esta historia que sé lo que se siente vivir algo como eso, porque no lo sé. Simplemente quiero dar a conocer algo que es una realidad para muchas personas, y decirles que no están solas, que nunca lo han estado ni lo estarán, que son valiosas e importantes, y que no importa si crees o no, no importa lo que otros te digan, siempre va a haber una persona que te ama sin importar que: Dios.
Espero disfruten este capítulo.
El amanecer caía lentamente sobre los edificios de la academia y las copas de los árboles, pocos estudiantes, aquellos que disfrutaban madrugar o que tenían deberes que completar y entrenamientos que hacer, comenzaban a despertarse. Sin embargo para Natsume eso solo significaba que pronto tendría que volver a los dormitorios a arreglarse. Esa noche no había podido dormir nada. No había podido de dejar de pensar en su conversación con Youichi. A medida que la noche transcurría había caminado por el campus intentando asimilar y comprender lo que había descubierto.
Y aun ahora, a tan solo tres horas del inicio de clases, no podía dejar de pensar en eso. En como las piezas encajaban con tal perfección que le sorprendía no haberlo visto antes.
Al haber vivido en la academia y haber sido forzado a hacer misiones desde que tenía diez años, conocía cuan cruel podía llegar a ser el ser humano. Cuan oscuro podía ser el mundo, y cuan retorcida la sociedad. Sin embargo, a pesar de todo lo que había visto, nunca hubiera podido imaginar algo como el abuso que aquellos hermanos tuvieron que soportar.
Admitía que tener un alice podía ser problemático, la mayoría de las veces solo causaba problemas, en especial a aquellos que eran como él, aquellos que poseían un gran poder. y aunque más veces de las que no, había deseado no tenerlo, estaba orgulloso de ser lo que era. Quizás se debía a lo que su madre le había enseñado de pequeño, pero sin importar la cantidad de problemas que su alice le trajera, o la cantidad de dolor que le causara el usarlo, creía que ser un alice era un privilegio, algo especial y único que te hacía sobresalir de los demás. Algo que podía usarse para causar mucho bien o mucho mal, depende como se usara.
Un alice debía ser algo que te ayudara en la vida, algo que ayudara a otros, y aunque sabía por experiencia propia que a veces solo sucedía lo contrario, no podía imaginarse a una persona, por no hablar a un pueblo entero, repudiando de tal forma a un par de niños alices que una de ellos se odiaba a si misma solo por haber nacido diferente a los demás. Por haber nacido con un alice.
Aun no conocía a Mikan, no realmente, pero solo bastaba con mirarla para saber que la descripción de Youichi era acertada. Y eso solo le dolía más, porque aunque no conocía bien a la joven, sabía que era de aquellas personas únicas e invaluables de las que tenías suerte de tener en tu vida. No había necesitado escuchar el pasado de los hermanos para ver lo fuerte y especial que era ella, el hecho de conocer ahora su historia solo se lo corroboraba y le demostraba que Mikan era aún más fuerte de lo que había pensado. No importaba que le temiera a las personas, aquello solo era una prueba más de lo valiente que era. Sin importar lo que alguien pudiera decir, sabía que ella era una de las personas más fuertes, gentiles y puras que conocía. Porque la fortaleza no sólo se mide en que tan bien resistes un golpe o a cuánto daño puedes hacer con tu alice o cuerpo, hay fortalezas que solo se ven en el carácter en la forma que una persona actúa en ciertas situaciones, en la forma que se comporta aun después de haber sufrido una gran pérdida o trauma, solo entonces los más fuertes relucían.
Sí, aun quería ayudar a los hermanos, acercarse a Mikan, conocerla, pero ahora había algo diferente. Algo había cambiado durante aquellas horas de silencio y reflexión, no solo quería acercarse más a ellos sino que también quería hacer que Mikan viera lo que él había sabido desde el momento que ella entró en el aula. Que viera la misma fortaleza que sabía se escondía en su mirada.
No sabía porque eso era tan importante para él y a decir verdad no le importaba, no iba a permitir que Mikan siguiera ahogándose en esa oscuridad, y si para eso tenía que pasarse el resto del año escolar intentando mostrárselo, entonces que así fuera.
En una de las habitaciones de estrella especial, una castaña abrió los ojos sobresaltada, sintiéndose desorientada por un rato. Le tomó un momento darse cuenta dónde estaba, y otro más recordar lo que había pasado la noche anterior. Su hermano debía haberla traído a su habitación luego de que se hubiera desmayado.
Suspirando miró alrededor en busca del quinceañero y no pudo evitar sentirse algo aliviada al no encontrarlo. Sabía que no podía posponer aquella conversación, pero la sola idea de hablar con Youichi de eso, de ver el desprecio en su mirada y saber que nada volvería a ser igual entre ellos, la dejaba helada. Por años su hermano había sido todo lo que tenía, y si era honesta aun lo era. Desde que podía recordar se había sentido atraída hacia Youichi, aun antes de que las cosas fueran mal entre él y Reiji. Sus recuerdos de esa época, más allá del miedo y el dolor, eran borrosos, no obstante, tenía algunos destellos, algunas memorias de ellos jugando juntos, de verlo dormir en la cuna, incluso de él riendo cuando su padre lo alzaba. Aun luego de tantos años, recordaba sentir aquella curiosidad de saber por qué él era diferente, recordaba pensar que si tal vez pasaba algo de tiempo con él, observándolo, jugando, sabría lo que estaba mal en ella y podría corregirlo, podría actuar como Reiji deseaba y así aquel hombre le sonreiría de la misma manera que hacía con su hijo. Por supuesto eso nunca pasó, y cuando entendió que sus breves interacciones con Youichi solo le causarían más problemas, intentó apartarse. Pero su hermano siempre había sido muy observador, y aunque era demasiado pequeño para entender lo que pasaba, comprendía más de lo que a su tierna edad debería. Así que mientras su padre dormía, Youichi la visitaba para jugar. Lo más seguro es que él no se acordara de eso, pero Mikan siempre atesoró aquellas memorias, y antes de darse cuenta, aquel bebe que la intrigaba por su relación con Reiji, pasó a ser su hermano menor y aun antes de saber que él también tenía un alice, se propuso siempre protegerlo.
Pero desde luego, Youichi sabía más de lo que ella le decía. Siempre había sido avispado y maduro para su edad.
Una risilla sin humor se escapó de sus labios, y se tapó la cara con las manos.
¿Cómo iba a enfrentar ahora a su hermano?
Un suave golpe en la puerta hizo que su estómago se revolviera por los nervios. Quizás si no respondía Youichi asumiría que estaba durmiendo y se marcharía. Por supuesto su hermano la conocía demasiado bien, y sin esperar que ella contestará, abrió la puerta y entró en la habitación.
Una inusual tensión se sentía en el aire entre ellos, y Youichi no pudo evitar culparse por ello. Lo último que quería era hacer sentir mal a su hermana, y pese a que se arrepentía por cómo había lidiado con las cosas la noche anterior, sabía que esto era algo que tenía que suceder tarde o temprano. No era el tipo de secretos que pudiera ser ignorado por mucho tiempo, en especial no en la relación que ellos tenían.
Sorprendentemente, hablar con Natsume había hecho que se sintiera mejor. Oh, aún estaba enojado por y con todos, pero al menos ya no sentía tanto aquel peso sobre sus hombros que parecía querer ahogarlo con cada minuto del día. Además hablar con el pelinegro y escuchar su consejo le había ayudado a saber cómo manejar su situación actual, algo que realmente apreciaba, en especial al ver que Mikan se rehusaba a siquiera mirarlo.
Respirando profundo, caminó hasta la cama y se sentó en la esquina frente a su hermana, dispuesto a terminar con eso.
—Anoche, cuando regresaste, estaba tan aliviado de ver que estabas bien que lo único que quise fue abrazarte, pero entonces me sentí tan enojado y dolido porque me hubieras apartado de esa manera que no supe cómo reaccionar —dijo, apoyando sus codos sobre sus piernas y mirando fijamente la pared gris de su cuarto—. Admito que no fue uno de mis mejores momentos. Nunca debí haberte tratado de esa manera, Mikan, y lo lamento mucho. Pero, tienes que entender que lo que hiciste me lastimó. ¿Sabes lo duro que es para mí, saber lo mal que te encuentras y no poder ayudarte? ¿Tienes idea de lo que pasó por mi mente? Pensé que si te daba el tiempo suficiente vendrías a hablar conmigo, pero luego me enteré que te habías ido y me asusté. Temí lo que harías, temí… temí que si te dejaba sola, nunca volvería a verte.
Mikan levantó la cabeza de repente y miró con sorpresa a su hermano. Sabía que sus acciones de hace dos años y medio lo habían sacudido, pero nunca se dio cuenta realmente de cuánto daño le habían hecho, y el verlo ahora hacía que aquella herida en su pecho se abriera de nuevo.
Sin vacilar salió de la cama, se arrodilló en el suelo frente a él, y le tomó la cara con las manos, obligándolo a verla a los ojos.
—Te prometí que nunca volvería a hacer algo así. Que nunca te dejaría. Nunca rompo mis promesas, You.
Los grisáceos ojos de su hermano tenían tanto dolor y tristeza que Mikan contuvo el aliento.
—Lo sé, es solo que... —Las palabras le fallaron a Youichi, nunca antes habían hablado de esto, y no sabía cómo expresarse. Frustrado se pasó una mano por el cabello sin apartar la mirada de su hermana—. Mikan, a veces te encierras tanto en ti misma que te olvidas de todo a tu alrededor. No me malentiendas, sé que no lo haces a propósito y no es tu culpa, es solo que… hay veces en que ni siquiera te das cuenta del daño que te haces. Tan solo hace unos días apenas eras consiente del corte que obtuviste en la demostración de la arena. Me asusta que si la presión es demasiada, tu mente solo se… apagará, y nunca volveré a verte.
Mikan dejó caer sus manos sin saber que decir. Sabía que sus estados alteraban a Youichi, y siempre había intentado controlarlos cuando estaba cerca de él, pero nunca imaginó el impacto tan grande que tenían en él y eso le dolía. Le dolía porque sabía que no había nada que pudiera hacer para evitarlo, para asegurarle que nunca volvería a pasar, porque si era honesta ni ella misma sabía si quería controlarlos. Pero al menos podía asegurarle algo.
—You… yo… eso no pasará. No importa que suceda no voy a romper mi promesa.
Youichi no contestó. Por un largo tiempo solo miró a su hermana, intentando ver la verdad en sus ojos, intentando ver lo que ella pensaba, intentando creer en sus palabras. Finalmente suspiró y decidió ser completamente honesto con ella. Ya era hora de que todo saliera a la luz.
—¿En verdad puedes asegurarme eso, Mikan? ¿Puedes sostener mi mirada y decirme que nunca has vuelto a pensar en eso? ¿Qué nunca más has deseado estar muerta? ¿Qué nunca has tenido la tentación de herirte a ti misma, solo porque crees que lo mereces?
Mikan se encogió, y apartó la mirada. Youichi suspiró.
—Eso creí.
—No es así, You —dijo, negando con la cabeza—. No voy a mentirte, más de una vez lo he pensado. Más que nunca durante los últimos dos años he pensado varias veces si las cosas no serían mejor si estuviera muerta. Que quizás merezco lo que me sucede…
—¡Eso no es cierto! —gritó Youichi, poniéndose de pie, dispuesto a cambiar la opinión de su hermana, pero ella levantó la mano para hacerlo callar.
—Déjame terminar, You. Si vamos a hacer esto, necesito que me dejes hablar, de lo contrario no estoy segura de poder hacerlo —Cuando vio que el quinceañero asintió y volvió a sentarse, se colocó de pie y caminó hacia la ventana, reuniendo fuerzas y el valor suficiente para esa conversación—. Durante toda mi vida he pensado que hay algo mal en mí, que mis alices son… una aberración, que yo soy una aberración. Pero racionalmente sé, que lo que nos pasó en esa casa, no es mi culpa. Créeme, lo sé. Pero eso no cambia el hecho de que una parte de mí piense que lo es, que piense que lo merezco. Y sí, hay días en que todo es simplemente… demasiado, y no hay nada que más quiera que terminar con eso. Sería tan fácil dejar que mis alices se salgan de control y me maten, o comprar un par de frascos de pastillas para dormir y terminar con todo… —A pesar de estar algo lejos de su hermano, Mikan alcanzó a escuchar su jadeo, así que se volvió a verlo con una sonrisa triste—. Pero la cuestión es, que aún si lo hiciera no cambiaría en nada las cosas. Reiji sería siendo Reiji, los anti-alices seguirían aborreciéndonos, la academia y Z seguirían usando alices para conseguir más poder. Todo seguiría igual, incluso es probable que encuentren a alguien más que me remplace. Si muero nada cambiaría, pero en cambio sí solo soporto un poco más, es posible que algo pueda hacer. No sólo te hice una promesa que tengo la intención de cumplir, You, sino también me di cuenta durante estos dos años, que tengo el poder de cambiar las cosas. Sé que no va a ser fácil, no puedo cambiar mi comportamiento, ni siquiera sé cómo hacerlo o si quiero hacerlo, pero sí sé que puedo evitar que alguien más pase por lo mismo que nosotros.
—Mikan…
—Así que te lo diré de una vez, habrá días en que no quiera nada más que desaparecer y hacer que todo pare, habrá días en que más de una vez desearé no tener que abrir los ojos y levantarme, y habrá días en que no pueda evitar encerrarme en mi misma, pero no planeo dejarme llevar por eso —Al menos no aún—. Si puedo hacer algo para evitar que más personas sufran como tú y yo, lo haré. Oh, estoy segura de que tendré varios ataques de pánico, pesadillas y uno que otro colapso, pero al menos planeo intentarlo. Así que no tienes por qué temer si intentaré o no suicidarme, You. Siempre y cuando aún me necesites, aquí estaré.
Sí, el estar en la academia solo hacía que su situación fuera peor. Si bien sabía que las cosas no serían igual a como cuando vivía con Reiji, estaba segura de que algo de eso la seguiría hasta la academia, durante sus visitas en el día de padres. Pero eso era algo que no le iba a decir a Youichi, al igual que tampoco planeaba contarle lo que había sucedido el día de ayer con el director y Persona. Si de algo estaba agradecida por como las cosas fueron anoche, es el hecho de que nunca le contó a su hermano como había planeado inicialmente. El haber podido dormir le había despejado la mente, y sabía que dadas las circunstancias lo mejor era mantenerlo lo más alejado posible de todo ello. Porque no había mentido cuando le dijo que quería cambiar las cosas. No sabía cómo lo haría, o cuánto tardaría, pero sí sabía que tenía el poder para hacerlo. Durante el último año había empezado a planear como hacer su jugada, y aunque el hecho de que Reiji la vendiera a la academia solo hacía su vida más difícil, también la ponía justo donde necesitaba.
Tal vez no comenzaría a avanzar a grandes pasos o a cambiar las cosas de inmediato, incluso era probable que nunca lograra cambiar como era, ni superar sus miedos por completo, pero estaba dispuesta a intentarlo. Estaba cansada de huir y de intentar no defenderse, sabía que si hubiera estado en esta situación años atrás ni siquiera pensaría en rebelarse contra Reiji. Pero por mucho que lo odiara, tenía que agradecerle lo que le había mostrado en los últimos dos años, porque gracias a ello, aprendió que no estaba sola en eso, y aprendió que por mucho que odiara ser un alice, y tener los poderes que tenía, era exactamente eso lo que le daba el poder de impedir que más niños como ella sufrieran, de impedir que su hermano se viera arrastrado nuevamente en un mundo tan oscuro que nunca podría salir. Sí, no podía controlar sus miedos irracionales o el pánico que la amenazaba cada vez que alguien se le acercaba, incluso era probable que nunca podría rebelarse completamente contra Reiji, pero estaba dispuesta a intentarlo, estaba dispuesta a hacer una diferencia.
Y tenía que hacerla, porque de lo contrario estaba segura que terminaría perdiendo la cordura que le quedaba.
