Quiero aclarar que los personajes de GA no son míos, le pertenecen a Higuchi Tachibana, pero la trama, ideas y giros algunos otros personajes nuevos si lo son.
Esta historia hace alusión a temas sensibles que pueden tener desencadenantes para algunas personas, si no te sientes cómodo leyendo por favor no lo hagas.
Además no intento pretender con esta historia que sé lo que se siente vivir algo como eso, porque no lo sé. Simplemente quiero dar a conocer algo que es una realidad para muchas personas, y decirles que no están solas, que nunca lo han estado ni lo estarán, que son valiosas e importantes, y que no importa si crees o no, no importa lo que otros te digan, siempre va a haber una persona que te ama sin importar que: Dios.
Capítulo 2 - Remake
Mikan no sabía que había estado esperando, pero de seguro no era eso.
El edificio de preparatoria parecía más un panal de abejas que una construcción diseñada al aprendizaje. Con cientos de hexágonos asimétricos como ventanas, la gran construcción compuesta de dos torres independientes completamente curvas, conectadas por algo que no podía ser descrito de otra forma más que la primera capa de una serie de estructuras onduladas y asimétricas que crecían en altura entre más se alejaban de las torres, era en definitiva un terror arquitectónico que desafiaba toda lógica o gravedad a su parecer.
Un movimiento por el rabillo del ojo, apartó su atención de la rareza de vidrio y metal, guiándola hacia la figura que se acercaba hacia ella con la misma gran sonrisa que había visto hace dos noches.
Frunció el ceño.
¿Por qué sonreía? Había llegado una hora tarde, ¿no debía estar al menos un poco irritado por haber tenido que esperar tanto?
—Buenos días, Mikan —la saludó deteniéndose a unos pasos de distancia—. Veo que te costó trabajo encontrar el camino. Fui a buscarte a los dormitorios, pero no te encontré. Supongo que descubriste la manera correcta de usar el mapa., ¿no?
Mikan fijó la mirada en sus pies y asintió. El calor inundó sus mejillas.
—¡Maravilloso! —exclamó Narumi—. Dime, ¿qué tal tu primer fin de semana en la academia? ¿Te gusta tu nueva habitación? ¿Ya exploraste un poco? No tengas miedo de salir a investigar los otros recintos por tu cuenta. Como estudiante de la academia tienes completo acceso a todo el campus y a sus instalaciones, ¿de acuerdo?
Mikan parpadeó.
¿Siempre era tan... enérgico? Había creído que aquella actitud se debía al efecto de la presencia de Reiji. Por alguna razón que no comprendía, las personas siempre parecían querer complacerlo sin ningún... incentivo de su parte. Pero al parecer se había equivocado.
El profesor se aclaró la garganta. Mikan levantó de inmediato la vista solo para notar que parecía estar esperando algún tipo de respuesta por su parte.
Así que volvió a asentir.
Pero por alguna razón aquello no pareció gustarle mucho, porque por primera vez sus dientes ya no se veían y la comisura de sus labios de pronto pareció tensa. ¿Qué hizo mal?
¿Tal vez sufría alguna clase de trastorno del comportamiento? Eso ciertamente explicaría porque parecía no haberse enojado con que hubiera llegado una hora tarde, pero si molestado por... algo de repente.
—Vamos, te daré un pequeño recorrido mientras te guío a tu salón de clases principal —dijo dando media vuelta y comenzando a caminar hacia la estructura del medio— Algunas de estas cosas la mencioné la noche de tu llegada, pero sé que fue un largo viaje y seguramente no recordaras mucho de ello.
La gran puerta de cristal opaco se abrió automáticamente cuando ambos se acercaron, revelando techos altos con arañas de cristal y prístinos pisos de mármol.
—La mayoría de los edificios de aquí están hechos con una mezcla que incorpora el diamante como material de construcción debido a su alta propiedad canalizadora de alices. Debido a ello cada uno de los salones, laboratorios y áreas comunes cuentan con una serie de poderes defensivos, en caso de emergencias junto con un par de alices prácticos como amplificadores de sonido que facilitan dar ciertos tipos de lecciones —El profesor hizo un ademán con la mano hacia un grupo de personas reunidos junto a una columna.
Mikan siguió con la mirada el movimiento, frunciendo el ceño al ver lo que estaba mostrándole. ¿Eso era una nube dejando caer granizo junto a aquel chico?
—En ocasiones algún estudiante pierde el control de su alice, o simplemente decide jugar una broma muy tonta a alguno de sus amigos y no siempre hay algún profesor o alguien con el alice correcto que pueda ayudar —explicó Narumi, mientras continuaban observando como las bolas de hielo del tamaño de un limón se evaporaban antes de tocar el suelo—. Los alices imbuidos en la estructura evitan tantos daños como son posibles.
Eso era útil... y problemático al mismo tiempo. ¿Qué si alguien quedaba atrapado en uno de los salones del edificio?
¿Cómo se supone que saliera?
El profesor reanudó el tour, cruzando por el grueso arco a la derecha de ellos. Varias puertas de metal adornaban la pared más larga de la habitación, siendo separadas por algunas esculturas o pinturas.
—En esta zona, al igual que en los edificios aledaños de atrás se encuentran, los laboratorios personales de química, ingeniería, cocina, mecánica y tecnología. El tamaño y comodidades de cada uno varían de acuerdo a la clasificación de estrellas del estudiante.
Mikan se petrificó.
¿La...boratorios?
Había leído algo de eso en uno de los libros juveniles que tenía. Y recordaba vagamente que su hermano había mencionado algo similar hace años. Algunas clases o materias requerían ejecutar ciertos análisis y prácticas en diferentes objetos para obtener un resultado deseado. Eso lo entendía, pero ¿por qué lo estudiantes tendrían uno personal? ¿qué había de malo con hacer las pruebas en uno comunitario, con otras personas alrededor?
—Por aquí, se accede a la torre este —continuó su maestro, dirigiéndose hacia la única puerta de la derecha sin darse cuenta de que no se había movido del lugar.
Eso era bueno, si no había visto eso, de seguro tampoco había notado su reacción.
Se apresuró a alcanzarlo.
No había mucho cambio entre el diseño del edificio central y el de la torre, la única diferencia principal que pudo notar a simple vista fue que había menos paredes y muchas más ventanas polarizadas.
—Al igual que aquí, en la torre oeste se encuentran los salones de clases de los cursos de preparatoria. Cada torre consta siete pisos, una cafetería, sala de maestros, enfermería, salas de música y una pequeña sala recreacional. Aunque esa siempre es bastante pedida entre los estudiantes —Por primera vez desde que iniciaron el tour se volvió a verla. Su gran sonrisa había regresado—. Mi recomendación es que reserves un lugar desde la noche anterior.
¿Quién querría pasar tiempo adentro cuando podía disfrutar de la frescura del aire y la libertad del cielo abierto?
Aun así, no quería correr el riesgo de volver a irritarlo por no responder, por lo que asintió ligeramente y fijó su mirada en sus alrededores decidida a recordar el camino al salón de clases.
Aunque por lo que podía ver, no tendría muchos problemas dado el diseño circular de la habitación. La amplia escalera de barandillas negras y doradas y pisos blancos frente a ella, debía darle muchos dolores de espalda al encargado de la limpieza para relucir tanto. Básicamente servía de espejo.
La que tenían en la casa de Reiji tomaba horas dejarla en ese estado, y nunca veía tanta actividad, como de seguro la de allí lo hacía. Aunque si hablaban de la que había en la casa de verano...
Se estremeció y volvió su atención a otra parte de la habitación.
No podía apreciar muy bien desde donde estaba los detalles del material de los asientos, pero una pequeña sala de estar estaba ubicada a uno de los costados, tras la escalera.
Aquel piso no parecía tener ningún salón de clases, de hecho, parecía más un vestíbulo.
Un vestíbulo muy silencioso
Frunció el ceño y volvió su mirada hacia su profesor cuando este no dijo nada más luego de varios minutos, ni siguió con el recorrido. Solo para descubrir que él estaba mirándola fijamente con una expresión seria.
¿Podía considerarse el hecho de que sus labios no estuvieran curvados en lo más mínimo como una señal de enojo? ¿Aun si no fruncía el ceño? O tal vez, ¿solo pensaba? ¿Sobre... ella?
Por un par de segundos el latido de la parte de atrás de su cabeza pasó de ser un horrible martilleo a una estruendosa marcha de elefantes, obligándola a entrecerrar los ojos ante el dolor.
Narumi sacudió la cabeza.
—La sala de maestros está justo allí —dijo señalando en dirección a la única habitación de la planta.—. Normalmente muchos maestros nos quedamos unas horas luego de la jornada estudiantil, antes de retirarnos a nuestros dormitorios. Si alguna vez necesitas hablar con alguno de nosotros puedes buscarnos allí.
La manada de elefantes regresó a ser una sinfonía de golpes.
Por fortuna su instructor no esperó una respuesta antes de comenzar a caminar hacia las escaleras.
—¡Espero hayas desayunado bien hoy! —exclamó de repente su profesor volviéndose a verla con una extraña sonrisa mientras movía las cejas de forma rara—, porque la única forma de llegar a tus clases es subiendo y bajando por estas mismas escaleras.
Mikan parpadeó, inclinó la cabeza para ver hasta donde llegaban y volvió a parpadear. Tenía que ser una broma
Su profesor se rió entre dientes.
—Los universitarios y estudiantes de secundaria sí cuentan con un ascensor. Sin embargo, el director de preparatoria cree que es demasiado fácil acostumbrarse a los lujos, y olvidar las cosas realmente importantes como el esfuerzo y la independencia, por lo que creyó que era buena idea recordarle eso diariamente a los estudiantes a través de las cosas pequeñas.
Mikan se mordió el interior de su mejilla para evitar gemir por la frustración. No es que no lo entendiera, pero... ¿qué no había otras formas de hacerlo? Hasta el momento había logrado evitar cojear durante el tour, pero no había forma que pudiera subir esas escaleras sin que el hombre junto a ella notara que algo estaba mal.
—Vamos, no será tan terrible solo hay que llegar al tercer piso.
Era fácil para él decirlo cuando no era su pierna la que se estaba a punto de colapsar. Pero, de nuevo, ¿qué opción tenía?
Suspiró.
Estaba tan concentrada en los escalones frente a ella y en lo que tenía que hacer, que no vio el movimiento sino hasta que fue muy tarde.
Su cuerpo reaccionó por instinto.
Su corazón se aceleró hasta el punto que pudo escucharlo latir en sus oídos, sus hombros se encorvaron, sus pies dieron un paso atrás, su brazo derecho se alzó para proteger su rostro y sus ojos se fijaron en el pelirrubio sin verlo realmente.
—¿Mikan? —El tono de voz tan bajo y diferente a las alegres conversaciones anteriores del profesor la hizo reaccionar.
Su cuerpo se relajó y su visión se enfocó.
Por primera vez, en el corto periodo de tiempo desde que se conocían, una arruga había aparecido en la frente de su maestro, y por segunda vez en menos de diez minutos su mirada parecía haberse endurecido.
Genial, no habían pasado ni cuatro horas y oficialmente ya había hecho enojar a alguien. Mejor aún, ni siquiera había entrado al salón de clases y ya uno de sus maestros pensaba que era un fenómeno.
Aunque... no es como si todo fuera su culpa... Es decir, ¿por qué alices intentaría tocarla de la nada?
—¿Mikan? —Volvió a llamarla, haciéndole caer en cuenta que nunca le había respondido.
Inclinó la cabeza para dejarle saber que lo escuchaba.
—Corrígeme si me equivoco, pero, ¿acaso pensaste que iba a golpearte? —La leve arruga de su frente se volvió un profundo cerco entre sus cejas.
Mikan apretó los labios, e intentó negar con la cabeza, pero el martilleó una vez más se convirtió en una estruendosa manada de elefantes ante el más mínimo movimiento. Así que se encogió de hombros.
De todas maneras, sería difícil negar la reacción de su cuerpo.
—¿Por qué?
Una vez más se encogió de hombros y fijó su mirada en la extravagante camisa de traje negra con brillo plateado que portaba el hombre. Su profesor parecía tener un gusto... único en camisas, aunque extrañamente esa no se veía nada mal con su pantalón negro a la medida y zapatos elegantes.
Lo escuchó suspirar.
—Vamos, aún hay cosas que explicarte y tienes clases que atender.
Ésta vez cuando movió su mano hacia ella lo hizo más despacio.
Mikan frunció el ceño y contempló la palma extendida frente a ella antes de volver su mirada hacia el profesor. Un segundo después la regresó a su mano.
¿Qué es lo que quería? ¿Acaso debía haber traído algo y ahora pedía que se lo entregara? ¿Tal vez se lo había dicho la noche en que llegó?
Su instructor sonrió levemente y meneó los dedos de su mano.
—Aún hay que subir hasta el tercer piso —dijo en un extraño tono cantarín.
Oh.
El ceño de Mikan se profundizó.
No quería ser grosera pero tampoco quería cogerlo de la mano. Es decir, acababan de conocerse ¿por qué necesitaría cogerlo para subir las escaleras? A no ser que hubiera estado cojeando más de lo que pensaba...
Tal vez, si le mostraba que no quería retrasar las cosas y podía subir por su cuenta no se molestaría.
Con una leve sonrisa lanzada en su dirección, Mikan comenzó a subir la escalera, asegurándose de mantenerse alejada del barandal. Solo alcanzó a subir cuatro escalones antes de que escuchara sus pasos tras ella.
Se detuvo a esperarlo y una vez más le lanzó una tímida sonrisa antes de volver su mirada al suelo.
No parecía enojado. Su sonrisa aún estaba allí por lo que eso debía significar algo bueno, ¿no?
En cuestión de segundos estuvo frente a ella. Una vez más Mikan comenzó a subir las escaleras.
—La academia asigna, a cada estudiante un compañero, o pareja con el cual deberán hacer todos los trabajos grupales, actividades de campo, simulacros o excursiones —dijo su profesor como si nada hubiera pasado, algo que ella realmente apreció—. Además, durante las emergencias es importante que ambos estén juntos y ayuden a cuidar el uno del otro. Si bien las excursiones fuera de la academia son realmente raras, es necesario que informes al director de curso si tu compañero no puede ir. En este caso a mí, ¿de acuerdo?
Mikan asintió con aire ausente.
¿Un compañero para cada trabajo grupal...? ¿Tal vez podría pedirles a los profesores que la dejaran trabajar sola? Sería mejor para todos si arreglaban las cosas de esa manera.
—Por último, pero no menos importante... la clasificación de estrellas —Mikan se volvió a mirarlo. Varias veces había mencionado algo sobre eso durante la noche en que llegó, e incluso hoy, pero seguía sin entenderlo—. A medida que pases tiempo en la academia lo entenderás mejor, pero para darte una idea, la academia clasifica a cada estudiante según su poder y fuerza del mismo, y le asigna una especie de rango. Dicho rango no solo te designa ciertos privilegios, sino que también otorga ciertos deberes como... ayudar con el mantenimiento del campus, la seguridad, etc. Y como mencioné la noche de tu llegada al ser una usuaria multialice tu rango es de estrella especial. ¡Lo que te da acceso al mayor número de privilegios disponibles!
Mikan apartó la mirada y se mordió el interior de su mejilla.
Se preguntaba si aquella sonrisa y discurso entusiasta lograba engañar a muchos estudiantes y por eso su profesor seguía dándolo. O si por el contrario pocos caían ante él y solo le seguían el juego por cortesía como ella. ¿O tal vez había alguien que lo enfrentaba?
Después de todo no podía ser la única en notar la repentina tensión de sus hombros al hablar del tema de privilegios y deberes, o como pareció vacilar al hablar sobre que responsabilidades otorgaban los rangos, aunque fuera solo un segundo. O el simple hecho de que la relación privilegio/deber parecía ser bastante... normal para provenir de la academia alice.
—¿Mikan, estás bien? —dijo su maestro. Mikan frunció el ceño. ¿Por qué preguntaba ahora? —. ¿Necesitas descansar un momento? ¿Te duele algo? ¿Así que realmente te lastimaste el pie? No estaba seguro ya que tu cojera era demasiado leve y esporádica.
Parpadeó. Y entonces lo notó.
En su ensimismamiento, no se había percatado que poco a poco se había acercado al barandal y había comenzado a usarlo de apoyo para subir.
De inmediato se apartó.
—Calambre —dijo a modo de explicación.
Por unos segundos temió que no la hubiera oído. Aun con el relativo silencio del lugar, su voz pudo perderse entre la enormidad de la segunda planta, pero entonces el ceño fruncido de su profesor cambió a una que no pudo interpretar. Abrió los ojos de par en par y solo la miró.
Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y jugó nerviosamente con la tela del interior, mientras miraba el segundo piso. A diferencia del primero, aun con lo poco que podía ver este parecía tener salones a juzgar por las puertas cerradas y el distante murmullo de las voces.
Su maestro se aclaró la garganta.
—¿Crees poder continuar?
Asintió.
—De acuerdo. Ya casi llegamos —dijo Narumi comenzando a subir hacia el tercer piso—. Tus compañeros pueden ser algo revoltosos y caóticos gran parte del tiempo, pero solo son traviesos y bromistas, así que por favor tenles paciencia. Desde luego si algo sucede siempre puedes acercarte a mi o a uno de los maestros, pero no creo vaya a haber problemas. O si lo prefieres puedes acudir a tu compañero si pasa algo. Las parejas no solo están allí para lo académico sino también para darle la oportunidad a los estudiantes de conectar más fácilmente con otras personas.
Mikan jaló con más fuerza la tela de su chaqueta y cerró los ojos cuando una punzada de dolor particularmente fuerte a travesó su cabeza, cortándole la respiración.
¿Si algo sucede...? ¿Qué se supone que significaba eso?
Los pasos frente a ella se detuvieron, obligándola a abrir los ojos.
Una puerta arqueada de madera oscura se encontraba frente a ella, con la letra B escrita con tinta plateada dentro de una estrella de seis puntas tallada.
—¿Lista? —preguntó Narumi volviéndose a verla por última vez mientras colocaba la mano sobre el picaporte.
Mikan se encogió de hombros.
Dudaba que su profesor realmente quisiera escuchar su respuesta a esa pregunta. Nadie nunca se molestaba en escuchar.
—Vas a estar bien —le aseguró su profesor, un segundo antes de abrir la puerta y entrar en la habitación.
Voces.
Risas.
Gritos.
Toda una sinfonía de caos y dolor se escuchó tan pronto la madera dejó de bloquear el sonido.
Esta vez le fue imposible contener el gemido de dolor que salió de sus labios, aun cuando sus manos volaron de inmediato hacia sus orejas en un fútil intento por detener el asalto.
El golpeteo solo continuó, haciéndola sentir nauseas.
Se obligó a respirar profundo varias veces.
Y entonces, de repente el ruido cesó.
Poco a poco bajó las manos, y exhaló aliviada mientras dirigía su mirada hacia el interior del salón. Narumi estaba a justo en medio de lo que podía ver era un gran pizarrón blanco hablándole a la clase, entonces de la nada se volvió hacia ella y con aquella sonrisa de oreja a oreja que comenzaba a identificar como la expresión natural en él, le hizo un ademán con la mano para que se acercara.
Respiró profundo una última vez para armarse de valor y entró en la habitación. Sin tener más opción que conocer a los nuevos integrantes de la nueva etapa de su vida.
