Quiero aclarar que los personajes de GA no son míos, le pertenecen a Higuchi Tachibana, pero la trama, ideas y giros algunos otros personajes nuevos si lo son.

Esta historia hace alusión a temas sensibles que pueden tener desencadenantes para algunas personas, si no te sientes cómodo leyendo por favor no lo hagas.

Además no intento pretender con esta historia que sé lo que se siente vivir algo como eso, porque no lo sé. Simplemente quiero dar a conocer algo que es una realidad para muchas personas, y decirles que no están solas, que nunca lo han estado ni lo estarán, que son valiosas e importantes, y que no importa si crees o no, no importa lo que otros te digan, siempre va a haber una persona que te ama sin importar que: Dios.


Capítulo 3 - Remake

Natsume frunció el ceño ante la figura junto a Narumi.

Anna tenía razón. Tenían una nueva estudiante.

¿Cómo era eso posible?

Hasta ese día no había escuchado nada sobre eso, Ningún rumor de los de habilidades peligrosas, ninguna misión a la que lo hubieran mandado, ni si quiera Akemi había mencionado haber escuchado alguna noticia en los breves encuentros que habían tenido. Que recordara.

A decir verdad, no solía prestarles mucha atención a sus parloteos. Después de todo no le interesaba saber que nuevos acontecimientos habían ocurrido entre los ricos, a no ser que pudiera impactar directamente la academia o su estilo de vida. Además, el chisme no era un muy buen juego previo. La única razón por la que él y Akemi seguían teniendo uno de sus «encuentros» era porque su atracción física les ayudaba a lidiar con las cosas a ambos.

Pero ciertamente recordaría si hubiera mencionado el ingreso del pariente alice de alguna persona importante a la academia. Era imposible no hacerlo.

Ninguna persona con un alice digno de tener al menos una estrella y ser entrenado pasaba la detección de la academia más allá de los años de primaria, por mucho el primer año de secundaria.

¿Qué rango de estrella tenía ella?

Su mirada voló a los botones de su blazer, pero era difícil distinguirlos desde dónde estaba.

—Clase, ella es Mikan Yukihara. Por favor denle una cálida bienvenida —anunció Narumi, mirando a todos en el salón. Sus ojos color lavanda se detuvieron en él por unos segundos,

Natsume entrecerró los ojos. Había pasado tantos años siendo su estudiante que lo conocía lo suficiente para saber que algo pasaba por su mente. Tenía un mal presentimiento sobre eso. Nada bueno salía cuando aquel maestro pensaba.

El murmullo de bienvenida de varios de sus compañeros palideció en comparación al entusiasta saludo que Anna le dio a la chica nueva desde uno de los asientos de su banca.

Más si el elevado tono de su voz y la inusual hiperactividad con la que agitaba su mano se debía al mero hecho de la presencia de la nueva o a que ahora tendría a alguien dispuesto a probar todas sus locas recetas por una semana, era algo que no podía decir ni le interesaba descubrir.

Lo que sí sabía es que su amiga debió quedar decepcionada cuando la recién llegada no hizo más que levantar su mano izquierda y agitar levemente sus dedos a modo de saludo. Ni siquiera se molestó en mirarla.

—Ahora veamos, sobre tu pareja... —La mirada de Narumi una vez más recorrió la habitación, y al igual que antes se detuvo en él—. ¡Aja! Natsume será tu pareja, Mikan, por lo que resta del año escolar —declaró el profesor con una pequeña sonrisa y los ojos fijos en su nueva alumna.

Era oficial, Narumi había enloquecido.

Su profesor sabía que no trabajaba bien en equipo, en especial con las chicas. Detestaba los quejidos constantes, y cotorreos sin sentido. Más aun, la mayor parte del tiempo ni siquiera se molestaba en aparecer a las clases. Si esta era una de sus jugarretas para obligarlo a mejorar su asistencia de nada le iba a servir emparejarlo con una chica linda.

El aire de la habitación se calentó.

Ruka se rió entre dientes junto a él.

—Me preguntaba cuándo iba a pasar —lo escuchó decir.

Se volvió a verlo con los ojos entrecerrados, pero este solo continúo riéndose.

A veces se preguntaba porque seguían siendo mejores amigos. No llevaba ni dos horas de clase y ese día no podía empeorar más.

—Ahora, como caso especial y para celebrar la llegada de Mikan, les daré el resto de la hora libre —dijo Narumi. De inmediato varios de sus compañeros exclamaron de alegría—, pero si alguno de ustedes hace una de sus bromas habituales, volveremos a la clase y tendrán trabajo extra.

Natsume quiso poner los ojos en blanco cuando en cuestión de minutos la clase retomó las conversaciones previas que su profesor había interrumpido con su llegada, pero se refrenó de usar sus alices. Cobardes.

Sus amigos no fueron muy diferentes, ya que de inmediato comenzaron a conversar a su alrededor sobre la chica nueva, y la apuesta de Sumire.

Natsume no les prestó atención, en cambio siguió mirando fijamente a la recién llegada, mientras Narumi hablaba con ella aun frente a todo el salón.

Realmente no creía que su llegada a la academia fuera tan simple. Algo tenía que haber allí. De otra forma, ¿por qué el director se molestaría en aceptar a alguien a mitad de año escolar? ¿Por qué no esperar al próximo año, y hacerla ingresar en la rama universitaria? Si su alice era realmente tan débil para haber sido pasado por alto por tanto tiempo, los altos mandos no se molestarían en ingresarla sino hasta después. Solo había dos razones para haberla aceptado a esas alturas: o su familia era realmente poderosa, o... ella era poderosa.

Ninguna de las dos opciones le gustaba.

Narumi finalmente se dirigió al escritorio de maestros, ubicado en la esquina de la habitación. Y casi de inmediato la chica nueva se llevó una mano a la cabeza, para dejarla caer un segundo después como si hubiera sido una acción involuntaria que recién notaba.

Luego miró alrededor de la habitación por primera vez y comenzó a subir las gradas.

Natsume no estaba seguro si alguno de sus compañeros seguía prestándole tanta atención como él, o si al igual que sus amigos decidieron que era mejor hacerla el tema de sus conversaciones, pero se preguntó si alguien más notó la forma en que ella parecía evaluar rápidamente a cada persona, empezando con las más cercanas a ella, antes de seguir con la de al lado.

Cuando estuvo dos hileras debajo de la de él y sus miradas se encontraron, tuvo su respuesta.

La forma en que sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta que estaba observándola, la velocidad con la que desvió la mirada y pasó junto a él, le dejo saber que nadie más lo había notado.

Sí, aquello definitivamente no le gustaba.

Un codazo en sus costillas lo sacó de sus pensamientos.

—Deberías ir a presentarte —le dijo Ruka, haciendo un gesto con la cabeza hacia las bancas detrás de ellos, donde la recién llegada se había sentado.

Frunció el ceño.

—No.

—Vamos, Natsume, ahora eres su compañero. Los primeros días en la academia son los más difíciles y...

—¡Dije que no, Ruka! —lo cortó—. Si tanto quieres hablar con ella, ve y hazlo tú.

Ruka entrecerró los ojos y bufó.

—¿Sabes qué? Lo haré –dijo colocándose de pie. Luego en voz más baja mascullo entre dientes algo que no alcanzó a entender, pero seguramente era un insulto hacia él.

—¡Yo te acompaño! —dijo Anna, y en cuestión de segundos estuvo junto a su amigo, subiendo los últimos tres escalones.

Sin poderlo evitar, se giró en su asiento y observó la interacción.

Había algo en esa chica que lo atraía y repelía al mismo tiempo. Algo que tenía cada alarma de su cerebro en alerta máxima, advirtiéndole sobre el peligro que representaba pero que al mismo tiempo había despertado cada instinto que lo instaba a vigilarla día y noche para que nada pudiera hacerle daño.

No lo entendía. Nunca antes sus instintos se habían contradicho tanto.

Observó cómo Anna y Ruka se pararon junto a la morena en silencio esperando que esta los notara. La manera en que ella apretó tanto el libro que estaba leyendo que sus nudillos se tornaron blancos. Pero no levantó la mirada ni reconoció sus presencias.

—¿Mikan? —la llamó Ruka finalmente luego de varios segundos.

Por un momento pensó que volvería a ignorarlos, pero entonces bajó el libro y sin dejar de aferrarse a él, los miró.

Las reacciones de sus dos amigos variaron en gran medida, mientras Anna sonrió, Ruka de inmediato se volvió a verlo con el ceño fruncido. Luego se volvió a verla con una sonrisa forzada.

Así que él también lo había notado.

Aquella falta de luz... de vida, en esa mirada ambarina.

—Bienvenida a la academia alice. Soy Anna y él es Ruka. Y los que están sentados justo allí en esas tres bancas son Yuu, Sumire, Nonoko, Kitsu, Koko, Hotaru y tu compañero, Natsume —dijo señalando a cada uno.

Por el rabillo del ojo Natsume vio como todos a excepción de Hotaru, quien solo asintió, le hacían algún gesto con la mano para saludarla, pero Mikan nunca apartó sus ojos de las dos personas junto a ella.

Cuando no contestó sus dos amigos intercambiaron una mirada antes de que Ruka volviera a tomar la palabra.

—Nos preguntábamos si querías sentarte con nosotros durante el receso y almuerzo, luego si deseas podemos darte un tour por la academia al final de clases.

—Y puedes sentarte junto a Natsume si quieres —añadió Anna. Natsume estaba seguro que el hecho que no lo estuviera mirando no tenía nada que ver con la chica junto a ella—, esa silla esta libre. O en la banca de atrás. Realmente nos encantaría tenerte en el grupo.

Una vez más no les respondió. Esta vez solo negó con la cabeza, antes de subir una vez más el libro y volver su atención a él.

Fue imposible no ver la forma en que los hombros de Anna se hundieron, y el ceño fruncido que apareció en el rostro de Ruka mientras regresaba a su asiento junto a él. Pero dado que aún estaba mirando hacia la parte de atrás del salón pudo ver la breve mirada que la recién llegada les dio a sus dos amigos antes volverse a verlo. Y una vez más su atención volvió al libro.

—¿Satisfecho? —le preguntó a Ruka, girándose en su asiento.

Desde que había regresado su mejor amigo no había dicho una palabra.

—Cállate, Natsume.

Natsume puso los ojos en blanco, y lo dejo sumirse en sus pensamientos.

Su mirada se fijó en Narumi, que a su vez miraba fijamente algo tras él. Sin duda su pequeña interacción debía haber atraído la atención de su maestro. Su optimismo sí que no tenía límites.

Honestamente, no sabía que carajos pensaba al colocar a la nueva como su compañera.

Simplemente no funcionaría.

Era obvio que ella no quería tener nada que ver con él, o con nadie.

Y no importaba cuanto estuvieran insistiéndole una parte de sus instintos en que debía hacer algo para ayudarla, siempre y cuando su cerebro y la otra parte de sus instintos siguiera gritándole que era una amenaza se mantendría lo más lejos posible.

Era lo más sensato.

Al menos hasta que entendiera porque sus instintos parecían estar en conflicto consigo mismos.

Cogió la historieta que había abandonado sobre el escritorio cuando Narumi entró a dar su anuncio y pasó las páginas con fuerza.

En serio, ¿qué carajos pensaba Narumi?

Pasó con más fuerza la página.

Él no era una persona sociable, y obviamente algo estaba mal con ella. Hasta Ruka lo había notado. Era imposible que Narumi lo hubiera pasado por alto.

Su mirada simplemente era demasiado oscura, demasiado vacía como para no notarlo. Hasta un niño de ocho años se daría cuenta.

Se petrificó

Eso era. Por eso todos sus instintos parecían contradecirse. Reconocía esa mirada. La había visto demasiadas veces en los últimos años como para no hacerlo.

La vio en los ojos de aquella chica de habilidades peligrosas que terminó quitándose la vida. En los ojos del joven que encontró, luego que pasara dos días secuestrado, En uno de los miembros de Z cuando intentó matarlo aquella vez que atacaron la academia. En los ojos de Youichi cuando lo conoció. La veía desde hace años cada vez que se miraba al espejo.

Sabía lo que podía esconder una mirada como esa. Peligro. Oscuridad. Ira. Pero también una gran soledad.

Cada mirada de esas ocultaba secretos. Secretos cuyas repercusiones, profundidad e impacto solo podían ser comprendidos completamente por esa persona. Pero que sin duda podían llegar a afectar las vidas de quienes los rodeaban.

Una vez escuchó que los ojos son las ventanas del alma y que a veces solo se necesita a alguien que sepa leerlos, alguien dispuesto a ver lo que se esconde, alguien que haya visto las espinas en las rosas para ver la oscuridad que hay en ellos.

Y tenían razón, porque sin duda alguna, él podía ver la de ella.