Sabiendo que algo sucedería esa noche, mi equipo y yo decidimos montar guardia por turnos. El orden fue este: Primero Jeff ―quien quería quedarse despierto analizando uno de los broches "M" ―, luego yo y por último Paula. Si el enemigo quería encontrarnos desprevenidos, ese era un placer que no le íbamos a dar.
Jeff me despierta tocándome la cabeza para que tome su lugar, pero en lugar de meterse a la cama regresa a una silla para seguir revisando aquel broche.
«Deberías dormir un poco ―le digo―, te has estado desvelando mucho estas últimas noches».
«Estaré bien. ―Jeff toma un sorbo de una lata de refresco―. No puedo dormir mientras tenga un proyecto en la cabeza».
«¿Ya lograste descifrarlo?» dije después de tomar asiento a un lado suyo.
Jeff empezó a soltar términos de tecnología que no viene al caso mencionar, yo solo hacía como si entendiera de qué estaba hablando. Lo único que logré entender es que se trataba de tecnología alienígena.
Me puse a observar a Jeff intentando adivinar que se escondía en la cabeza del retraído inventor. ¿Quién sabe? A lo mejor yo también poseía telepatía. «Jeff. ¿Cómo es vivir en una escuela?» le pregunté con sincero interés.
«Cool, supongo, aprendes muchas cosas» contestó mientras hacía anotaciones en su bloc.
«¿Y que piensan tus papás al respecto?».
Mi pregunta detuvo a Jeff por un segundo, pero no dejo de prestarle atención a su trabajo. «Que esta bien, supongo, él me dejó allí después de todo».
«¿Él?».
«Déjame trabajar Ness».
Regresé a mi cama desde donde alcancé ver a Paula, aparentemente habían comenzado sus pesadillas, pero sabía que no había nada que yo pudiera hacer.
Produje una pequeña luz sobre uno de mis dedos y empecé a hacer garabatos en el aire para pasar el tiempo.
En cierto momento me dio un sobresalto al notar dos ojos mirándome sin ninguna expresión. Se suponía que debían estar cerrados, pero por alguna razón me miraban como si en ves de mirarme a mí estuvieran viendo un fantasma
«¿Qué haces despierta?» pregunté algo asustado.
«¿Qué horas son?» preguntó Paula en un tono inexpresivo mientras se encorvaba para tomar asiento.
«Como la una, aún no es tu turno».
«No importa». Paula se pone a abraza a su almohada como un niño abraza su peluche favorito y agrega con un poco más de alma «ya no tengo sueño».
Entendí lo que sucedía.
Ya que los tres estábamos despiertos decidimos encender la televisión y buscar algo que ver para aliviar la tensión de esperar y de paso matar el aburrimiento. Encontrar la repetición de los programas que veía con Tracy me hizo sentir más cerca de casa y alivió un poco mi nostalgia.
El sonido de un papel aluminio siendo extendido retumbó en el aire. Había llegado. Un humanoide plateado estaba parado en la cocina. Era un starman, como el que apareció la noche del meteorito.
Tan pronto como llegó, el starman carga y lanza un proyectil de PSI fuego β al lugar en donde estábamos sentados ―cerca del televisor―. Pero el tiempo de carga nos dio la mínima oportunidad de esquivarlo. La alfombra se prende en fuego.
Saltamos al espacio que había entre las dos camas y usamos estas como barreras
Lanzo una descarga de PSI Rockin α que hace al enemigo tambalear en su lugar. (Seguro que para ellos era una sorpresa que ya no fuera un novato en lo que a PSI se refiere). Casi al instante Jeff dispara su rayo láser. Paula hace caer un rayo ―sí, en la habitación (surgió del techo) ―. Pero este no alcanza al enemigo.
El starman lanza otro proyectil de PSI Fuegoβhacia la cama que nos divide a nosotros de él. Después vuelve a cambiar de ubicación, apareciendo ahora en frente de ambas camas, le prende fuego también a la segunda bloqueándonos el paso.
Paula apaga el fuego con PSI hielo. Yo creo un campo de fuerza entre el enemigo y nosotros.
El starman lanza una tercera descarga de fuego PSI atravesando sin ningún problema la barrera que coloqué e impactando contra mi cara. Fue una experiencia horrible, menos mal que el fuego no tuvo oportunidad de expandirse, pues justo a la vez Jeff había disparado un láser (Después les explico).
Paula gritó mi nombre con inquietud.
«Encárgate del starman» le contesté.
Mientras me curo recibo otro disparo en mi espalda, (este tampoco se expandió gracias a Jeff).
El starman se prende en fuego y empieza a hacer sonidos de una maquina: Pío Pió, Bip Bip. Empieza a disparar aún más rápido sobre mi agonizante cuerpo.
«¡Basta! ¡basta!» lloraba Paula.
De repente los impactos cesan, pero el sonido de los disparos continuaba. Con todo y el dolor miré para arriba. Vi una barrera de color rosa semitransparente. Paula la estaba manteniendo.
El starman empieza a "desplazarse" por toda la habitación, de un lado a otro, lanzando rayos por todas partes.
«Lo descompusiste» exclamó Jeff.
«Vamos a terminar de romperlo» agregué yo. «Divídanse, Paula, tú sigue haciendo lo que estabas haciendo».
Ella asiente con la cabeza.
La cosa estuvo así: cuando el starman apuntaba o aparecía frente a uno de nosotros Paula creaba un escudo para protegernos de los múltiples impactos. Luego que el starman cambiaba erráticamente de lugar también lo hacía el escudo. Paula debía estar muy concentrada para que ninguno de los rayos nos alcanzara, por lo que no contábamos con su PSI ofensivo. Como protección adicional contábamos con unas almohadas que nos servían de escudo.
Después de varios intentos, de fallar y atinar, el golpe final se lo dio Jeff, rompiendo el oscuro visor del starman. El enemigo desapareció para no volver.
Apagamos por nosotros mismos las pequeñas llamas que dejó aquella pelea, porque al parecer se habían llevado el detector de humo de nuestra habitación.
«¿Estas bien Ness?» preguntó Paula entre jadeos de cansancio.
«Lo estoy, pero de no ser por esa barrera que creaste no sé qué habría pasado. Me salvaste la vida».
Paula se sonroja, no puede esconder su sonrisa de emoción. «Mis poderes sirvieron para proteger a alguien. No solo hacen daño» dijo mientras apretaba sus nudillos frente a su barbilla.
Ella nunca había quedado tan contenta después de una batalla.
«Al parecer mi escudo no sirve para detener ataques PSI ―dije yo―. Lo tendré en mente para la próxima».
«Descuida, si nos volvemos a enfrentar a un enemigo con PSI ofensivo yo me haré cargo».
«Sí, seremos invencibles» exclamó Jeff. «Solo una pregunta, ¿esa cosa era un robot o un ser biológico? porque para tener PSI debe tener cerebro, ¿no?».
Paula y yo nos encojemos de hombro en respuesta mientras intercambiamos sonrisas de cortesía.
Me dirijo hacia mi mochila. «No se ustedes, pero yo no planeo seguir quedándome en este hotel».
«¿Y a dónde vamos?» preguntó Paula.
«Al desierto. Quizá podamos dormir algo en el camino».
Le pedimos un rembolso al hotel y partimos a la estación de autobuses. (Seguro que ellos no podían creer que saldríamos vivos de esa). Con el dinero que mi papá había pagado por adelanto pudimos costear nuestro viaje.
Si se preguntan cómo encontramos a Gerardo y George en el colosal desierto, fue bastante sencillo, ya que su pequeño agujero en la arena se había convertido en una cantera de oro y un destino turístico marcado en todos los mapas.
«Vaya, estos chicos me impresionan ―pensé al ver el tamaño de la cantera―. Seguro que ya encontraron algo de oro».
Entramos y encontramos a Gerardo tirado en el suelo en posición fetal y susurrando algo para sí.
Corrimos a auxiliarlo.
«Topos, topos gigantes por todas partes, es una plaga».
No entendíamos de lo que estaba hablando, por lo que le pedimos ser más claro.
«Empecé a cavar, pero poco después de comenzar me encontré con un laberinto repleto de topos gigantes, hay por lo menos cinco».
«Espera, ¿dijiste topos gigantes».
«Ness, no» me dice Paula.
«Descuida, pudimos con uno cuando éramos dos; ahora que somos tres y tenemos más experiencia esto será pan comido».
«Pero son animales y no están en nuestro camino, nosotros estamos en el suyo».
«Oh no Paula, no nos hagas esto ―exclamé algo molesto―, tú fuiste la que insistió venir en primer lugar».
«Estoy con Ness. El ser humano explota la tierra todo el tiempo y por desgracia algunos animales tienen que pagar las consecuencias».
«¿No ha intentado excavar en otro lugar?» le preguntó Paula a Gerardo.
«Topos, topos gigantes» fue su respuesta.
Agarro un casco linterna. «Ven, no seremos malos con los animalitos» le digo a Paula avanzando por el túnel que excavó la retroexcavadora.
«¿Por qué cuando dices "No seré malo" no dejo de pensar que intentaras arreglar las cosas con violencia de una o de otra forma?» dijo Paula caminando detrás de mí.
Revisé la piedra del sonido, pero no produjo ninguna señal. Llevaba dos semanas fuera de mi casa y apenas había descubierto tres Santuarios de los ocho en total. Aquí cerca debía estar el cuarto, ¿no? y esos topos debían ser los guardianes, ¿no? Si era así, ¿por qué otra vez topos?
Llegamos a una intersección.
«¿Para donde Mousketson?».
«Por lo menos déjame hacerme cargo de la situación cuando nos encontremos con los topos, sin PSI ofensivo estaremos en desventaja».
«Ya veremos».
Dejamos que el ratón nos guiara.
Llegamos a una cámara en donde nos encontramos con el primer topo; era casi tan grande como el que encontramos en La Aldea Feliz-feliz, pero este tenía un pelaje gris y no marrón.
«¿Quién anda ahí?» preguntó el topo moviendo los labios y no con la mente como el anterior. Su voz era gruesa y rasposa como la de un monstruo.
Estoy a punto de hablar cuando Paula me tapa la boca.
«Disculpe la insensatez de mis amigos señor topo, pero les puede decir a estos chicos de aquí que aquí no hay ningún santuario especial y que usted no es ninguna especie de guardián».
«Yo soy uno de cinco guardianes excavadores».
«Gracias» exclamé a la vez que sacaba el bate de mi mochila y creaba un campo de fuerza sobre nosotros
«… Todos somos topos, por supuesto, creo que yo soy el tercero más fuerte de entre todos nosotros».
«Entonces los enfrentaremos a todos» dije.
Paula se da una palmada en la frente.
El topo ruge y después extiende una de sus manos con garras afiladas al frente.
«Espera-espera-espera, ―se acerca otro topo a la cámara―. ¿Cómo que tú eres el tercero más fuerte?».
«Pues sí, lo soy, tú eres el segundo y Larry es el más fuerte».
«¿Yo? ¿el más fuerte? Para nada. ―Llega un tercer topo―. Garras es el más fuerte, luego estás tú, luego yo, luego Kevin y por último Brian».
Estábamos realmente confundidos. No podíamos luchar sintiéndonos tan incomodos al presenciar aquella incómoda situación.
«Y porqué soy el menos fuerte según tú, ―Un cuarto topo llega a la habitación―, a mi parecer yo era el tercero más fuerte.
«Todos ustedes están equivocados ―dice un quinto topo, (según yo ya era el último) ―. Yo soy el tercero más fuerte».
La habitación se llenó de buya sin sentido y comenzó una acalorada discusión sobre quien era el tercero más fuerte.
«¡Oigan! Dejen de pelear y vamos a pelear». Menos mal nadie escucho la estupidez que acababa de decir.
«Basta, ¡basta! ¡BASTA!». Paula hizo a todos en la cámara callar. «A ver, tú ―señaló a uno de los topos―. ¿Cuál es el problema aquí?» dijo en un tono de autoridad.
Como si fuera un niño regañado el topo se sujeta las manos y con la cabeza agachada responde: Es qué le dije a mis hermanos que yo soy el tercero más fuerte…
«Eso no es cierto…» interrumpe otro topo, pero Paula lo calla con una seña de alto.
«Continúa» dice Paula
«Pero todos mis hermanos dicen que ellos lo son».
«Ya veo, eso significa que todos aquí piensan que dos de sus hermanos son los mejores. ¿Cuál es tu nombre?».
«Monti».
«Monti, ¿qué admiras de tus hermanos?».
«Pues… Siempre me impresionó la habilidad de Garras para desgarrar coyotes».
«Ajá, ¿y se lo has dicho?».
El topo agita la cabeza de un lado a otro.
«Okay, ahora todos van a decir algo que admiran de sus hermanos».
La escena era realmente cursi y extraña, la última vez que había visto algo parecido fue… En casa, a los 8 años cuando hice llorar a Tracy y mamá hizo que nos arregláramos. Pero nosotros no éramos topos gigantes ni le doblábamos el tamaño a mamá.
«Bien, ahora ustedes» dijo mirándonos a Jeff y a mí.
«¡¿Qué?!». Jeff y yo nos coloramos.
«Digan algo que admiran del otro».
Jeff accedió sin oponer resistencia. «Ness, admiro la forma en la que controlas el PSI» dijo mientras meneaba la punta de su pie sobre su propio eje.
Entre pucheros mencioné la habilidad de Jeff para construir aparatos con objetos tan cotidianos.
«Aún les falta alguien» canturreó ella.
Sentía toda mi sangre en la cabeza. No sabía que decirle a Paula. «Bueno, yo… ―aparté la mirada― admiro tu determinación por defender tus ideales».
«Oh gracias, ―se sonroja―, pero hablaba de Mousketson».
Ridículo, me digo a mí mismo.
El ratón también había chirriado cuando Paula nos pidió decir unas palabras, así que supongo que él esperaba recibir algunas.
«Te he dicho lo especial que eres» le dije al ratón.
Paula volteó de nuevo hacia los topos. «Muy bien, ahora denles un abrazo a sus hermanos».
Los topos se muestran indecisos. Pero accedieron cuando Paula se cruzó de brazos.
Jeff y yo nos separamos antes de que Paula nos obligara a hacer lo mismo.
Por si la escena no podía ser más extraña los topos empiezan a llorar sobre el hombro del otro y a decirse lo mucho que se querían con sus voces de monstruo.
«¿Ya ven? no había razón para pelear». Esa pedrada la recibí yo.
«Gracias señorita ―dijo un topo―, ¿Cómo podemos pagarle?».
Paula nos sonríe con orgullo y luego contesta: «Pues si tienen algo de oro, nos vendría bien un poco».
«¿Qué es el oro?».
«Una piedra amarilla brillante, ¿no tienen de eso aquí?».
«¿Piedras? Tenemos de esas» exclamó un topo antes de ir a buscar una. Al cabo de un tiempo regresó. «Oro».
Nuestros ojos casi se salen de sus cuencas cuando ven un hermoso y brillante diamante entre las garras del animal.
«Aah, chicos, eso no es oro; es un diamante y uno muy grande por cierto» dijo Paula un tanto ida.
«Oh, pero es una piedra, pueden quedarse las que gusten, son una molestia cuando se encajan en las patas».
Los topos nos llevaron a una cámara repleta de piedras preciosas: Había esmeraldas, rubíes y zafiros, topacios y diamantes, también había algunos adornos de plata como los que se exhiben en los museos. Todo un tesoro enterrado. Irónicamente no parecía haber algo hecho de oro.
«¡¿Que no hay oro?!» exclamó Gerardo. «Todo este tiempo desperdiciado».
«Pero puede quedarse con algunas joyas» le respondí mientras le muestro una mano llena de cosas brillantes.
«Gracias chicos, pero buscábamos el oro más que nada por orgullo personal. Aunque… Esta bien. ―extiende la mano―. Para que no diga que el esfuerzo fue en vano. ―Vuelve a extender la mano―. Y para recuperar lo invertido en el terreno».
«Solo no le diga a nadie más en donde encontró estas cosas ―comentó Paula―. No queremos que nuestros amigos topos sean molestados por gente codiciosa».
«Trato hecho».
El sol brillaba con todas sus fuerzas ese día. A las afueras del túnel no solo George. sino también un grupo de gente incluyendo un grupo de reporteros y un fotógrafo con barba y sombrero de copa. Esperen, ¿no era ese el fotógrafo de Onnet?
«Señor Gerardo, ¿encontraron por fin el oro que tanto buscaban?».
«Pues después de una exhaustiva búsqueda y mis conocimientos en el suelo, puedo concluir que aquí no hay oro ni ningún material valioso enterrado». Gerardo nos guiña un ojo.
La gente se aleja decepcionada, como si desde un principio les hubieran ordenado quedarse allí. ¿Quién se habría imaginado que las mochilas de los tres niños de ahí presente estarían cargadas de joyas?
Paula nos mira a Jeff y a mí con una sonrisa de orgullo mesclada con un toque burlón. Sabía lo que estaba pensando.
«Okay, okay, tenías razón, no había necesidad de usar la violencia».
Gerardo nos dio este consejo: «[…] Escondan bien esas joyas, si es posible cámbienlo por dinero en la primera oportunidad que encuentren y no lo anden enseñando por ahí si no hay necesidad, ¿okay?».
George accedió a llevarnos en su retroexcavadora a la parada de autobuses más cercana.
Durante el camino Manzanito me volvió a llamar.
«¿Qué ocurre?» preguntó Paula.
«Nada, que Manzanito creó un dispensador de yogurt y quiere enviárnoslo a Fourside».
«Oh, que delicioso».
«Solo hace yogurt con sabor de trucha, así que no se ilusionen».
Ya pueden imaginarse nuestras caras al pensar en el sabor.
