N/A: Gracias a Katherine.

Sé que, una vez más, he tardado mucho. Os diré el por qué: no se me dan bien las peleas. Llevo como un mes con casi todo excepto la pelea escrito.


Esto es un desastre. Todo es un desastre.

Cada día nos odian más. Más censura de opiniones afines, excepto el blog de Cotilla Chillona, y eso es porque es demasiado famoso para hacerlo. Tendrían que tener una excusa muy buena.

Alix no sabe por qué ocurre esto, sólo tenía un poco de información. Supongo que son los pagos de Lepidóptero, pero los medios tienen que estar muy dispuestos. Como dice Kagami, traicionan sus propios valores morales.

Por otro lado, ¿por qué nos hemos dicho nuestras identidades? No nos ha aportado nada, además de poder hablar un poco más directamente sobre lo que pensamos, la incomodidad, y el hecho de que no volveré a llevarme bien con Bunnyx.

Bueno, en realidad sí hay un punto positivo. Hace tres días casi akumatizan a Kagami por haberse quedado encerrada en el almacén del sótano, que no el del gimnasio. Por suerte, su kwami pudo avisar a Alix y evitar la catástrofe. Estoy segura de que eso ha llamado la atención de Lepidóptero.

Lo que definitivamente llamó la atención fue la manera en que Kagami se presentó a clase al día siguiente del incidente, o más concretamente, a Marioneta. Ella es mucho más directa y contundente que yo, así que dio mucho miedo. Por supuesto, eso ha provocado que toda la clase, excepto dos o tres personas, la odien profundamente.

Una vez más, Marioneta lo ha conseguido. Sólo tuvo que poner cara de perrito triste. No necesitó derramar ni una lágrima.

– Chloe, concéntrate.

La mano de Alix me aprieta la izquierda.

– Sigo pensando que esto es una estupidez. ¿Cómo se supone que va a hacer algo el cogernos de las manos en círculo con una vela en el centro? Parecemos un cliché de película.

– Oye, mira. Se supone que las tres tenemos magia. Si la concentramos en un objeto, podríamos hacer algo con la energía acumulada.

Kagami me da un ligero apretón en la mano derecha. Quiere que me calle.

– Me sigue pareciendo una idea muy tonta.

– Fuiste tú quien dijiste que yo era muy lista. Te aguantas. Ahora cállate y concéntrate.

Nunca debería haber dicho nada. Eso le puso el ego por las nubes. Aunque, teniendo en cuenta la situación, nuestra relación está bastante bien. No me ha dicho a la cara que sea una mierda de persona y me ha invitado a su casa a hacer esto, sea lo que esto sea.

Es por lo que pasó el otro día. Alix quiere que nos protejamos del posible intento de akumatización a alguna de las tres. Pero sigue siendo estúpido.

Además, estoy segura de que no nos ha llamando sólo para esto. Quiere hablar sobre la posible estrategia de akumatización de Lepidóptero. En un principio era "adolescentes de nuestro instituto". Después, con Darkblade quitamos el "adolescentes" y tras el de akuma de la semana pasada, también hemos quitado el "nuestro instituto". La chica era de otra escuela.

– Kagami, lo mismo. Ya pensarás en lo que sea después.

Es verdad, cuanto antes dé mi energía a esa estúpida vela, antes podré soltarles las manos.

Me concentro en el objeto. La imagino en mi cabeza. Es una simple vela blanca, de unos veinte centímetros de alto y uno de ancho. Nunca he usado magia propia, pero Alix dijo que imaginar algo podría ayudar, por lo tanto, trazo una línea imaginaria que sale de mí y va hasta el objeto.

Siento que empiezo a tener sueño.

– ¡Oh! ¡Creo que ya está! Siento un cosquilleo. – dice la enana.

– A mí me está entrando hambre. – contesta Kagami.

Nos soltamos las manos y abro los ojos. Alix saca da un trozo de cuerda negra muy fina para cada una.

– Nos hacemos una pulsera con los trozos y sellamos los nudos con la llama de la vela.

– No está encendida. – señalo. A no ser que la llama también se prenda con magia.

Como respuesta a eso, saca un mechero. Me alejo un poco de ella y me acerco a Kagami, que me proteja de la loca con fuego. Miro a mi amiga, que observa su cuerda.

– Es negra. – dice ella. – No es el color adecuado.

Por supuesto que es adecuado. Combina con todo. Aunque puede que no se refiera a eso.

– Es la que tenía. Y con estas cosas no hay reglas. Podemos hacer lo que queramos.

Suspira y se ata el nudo en la muñeca izquierda. Yo la imito, por si acaso.

– Cuando estéis sellando el nudo, pensad en que queréis que os proteja. La magia funciona con energía y voluntad. Me lo dijo mi hermano.

Su hermano, el apoyo cariñoso y mágico. Parece algo así como Jean, pero con magia, sin secretos y sin dinero de por medio.

Estamos en silencio mientras quemamos los nudos. La pulsera resultante es muy fea, aunque si me protege de Lepidóptero, bienvenida sea.

– ¿Y un poco de magia de prodigio? – pido a los kwamis, que están en el escritorio de Alix.

Por lo menos, que no dependa todo de nosotras.

– Nosotros no podemos. – dice Longg.

– Eso sería cosa de Wa... del kwami de la protección. – continúa Fluff.

¿Por qué no quiere decir su nombre? Sé el de los tres.

La enana sacude la cabeza. Va a cambiar de tema. Se levanta y se sienta en su cama. Yo voy a por el vaso de miel que puso en su escritorio cuando llegué. Yo se lo exigí.

– Ahora que hemos terminando con esto, es hora de hablar del último akuma. – Y ahí vamos. – He descubierto que la chica se cambió desde nuestra escuela.

¿Eh? ¿Cómo lo sabe? Kagami también se levanta y se sienta su lado.

– Eso significa que ha estado todo el verano haciendo un seguimiento de quienes eran alumnos en Françoise Dupont el curso pasado. Por eso ha hecho pocos akumas: debía estar seguro de que eran de nuestro instituto.

O podría ser coincidencia.

– ¿Y sabes por qué tienen que ser de ahí? – pregunta Kagami.

Hasta ahora no hemos llegado muy lejos con la teoría de que son de nuestra escuela. Pero Alix no admitiría que se ha equivocado.

– Creo que es porque tu madre me encontró al salir de clase. No sabe mi aspecto ni ha oído mi voz, pero sí que estudio ahí.

¿Los akumas eran por encontrarla a ella? No, eso no tiene lógica. Ninguno la buscó.

Niego con la cabeza.

– Las chicas eran posibles candidatas a ser yo. – me explica.

Si eso fuera así, habría akumatizado a niñas de primer año, que son las de su altura. Decido no indicarlo en voz alta. No quiero caerle aún peor de lo que ya lo hago.

– Puedo entender lo de las chicas, – concedo. – pero no hubiera tenido sentido akumatizar a Lahiffe ni a ningún otro chico. Y mucho menos al profesor D'Argencourt.

– Sí lo tiene. El motivo de Nino era hacer una fiesta, dónde habría gente de nuestra escuela. Los demás chicos y el profesor estaban cerca del edificio, dónde podríamos haber estado nosotras. Incluso D'Argencourt, ya que había actividades extraescolares todos los días y él estaba junto al instituto.

Pero no todos los akumas estaban justo al instituto cuando había gente.

– ¿Y los akumas nocturnos? Como nuestro fan. – continúo. Sigue sin convencerme.

– Ya estábamos transformadas. Sólo quería atraernos. En ese momento acabábamos de sufrir una humillación. Estábamos mentalmente débiles.

– No sé. Hay algo... – interviene Kagami.

Que falta. Sí, a mí también me lo parece. Se ha enfoscado en una teoría y no va a soltarla aunque tenga fallos.

– Lo sé, lo sé. Pero encaja. Lepidóptero es listo. En vacaciones no sabe quién es de nuestro instituto y quién no. Supuso que la gente querría huir, así que ha investigado.

Mi amiga y yo nos miramos. No tenemos nada mejor por ahora.

Recuerdo que hace un momento, Alix le riñó.

– ¿Por qué estabas distraída antes? – le pregunto.

Cuadra los hombros como si quisiera sentirse muy segura, pero lo que dice no lo es para nada.

– Todos me odian. Es incomprensible. ¿Cómo todos pueden dejarse llevar por el lloriqueo? – confiesa.

Porque son idiotas fácilmente manipulables y Marioneta es una falsa mentirosa victimista.

Alix se encoge de hombros.

– Tampoco es que aportaras muchas pruebas.

Nunca deja.

Ella se lleva la mano al pecho.

– Lo siento aquí. – Sí, no creo que eso le sirva mucho a la mandona.

– Lo sé, pero por mucha intuición mágica que tengas, sigue sin ser una prueba. Aunque, si tengo que elegir entre ella y tú, te elijo a ti. Eres mi amiga.

Pienso que ojalá Adrien hubiera sido así. Y entonces me estremezco. Acabo de desear que Alix, la enana insoportable, fuese mi amiga.

– Seguro que Rose dice algo si la presionamos. Es débil. – sugiero.

– No ha dicho nada.

– Eso porque no la hemos presionado. ¿No me has oído? Ahora está resguardada por su grupo de amiguitas. Sólo tenemos que aislarla y atacar.


Acaba de terminar la clase de geografía, mi nueva clase favorita. No sólo porque sea interesante, en combinación con economía, sino que Nathanael se sienta junto a mí. Alix es su única amiga y ella le dijo que yo le ayudaría. No parece muy contento, pero cambiará. Lo hará, estoy segura.

La mencionada llega de su clase. No sonríe, no cuando vuelve de Educación Física. No sé el motivo, pero tampoco es que seamos amigas, sólo compartimos equipo de superheroínas. Espero a que llegue la chica que sí es mi amiga.

– ¿Estás bien? – pregunta preocupado.

Finjo que no estoy escuchando, aunque no tengo otra cosa que hacer. No puedo evitar pensar en que su voz está cambiando. Me encanta.

– Sí... – Ni yo me lo creo. – Eh, pelirrojo, ¿quieres atracar un banco?

¿Qué? ¿De qué está hablando? ¿Se le ha ido la olla?

– No puedo. Tengo que... asesinar a una familia.

Alix se ríe. ¿Es una especie de broma?

– ¿Y si comemos gusanos mañana?

Es una broma.

– A diez años luz y cuarto.

Y ahora se ríe aún más. ¿Por qué se ríe tanto? ¿Está... coqueteando? No, no puede ser. A ella le gusta el retrasado de Kim, ¿verdad?

– Los años luz son una medida de distancia, no de tiempo.

Estúpida risa. Estúpida risa de campanita. ¿Por qué no puede tener una risa fea? Ronca cuando duerme.

– Oye, he podido seguirte. Eso ya me da puntos, ¿no?

No me gusta la forma en que le habla.

Hay un fuerte golpe cuando Kagami pone su mochila en la mesa repentinamente. La gente se calla y la mira. Tras unos segundos, comienzan a hablar de nuevo.

– Si quieres que dejen de verte como una persona violenta, esa no es la manera. – aconseja la enana.

Ella se sienta y yo pongo una mano en su antebrazo.

– No le eches cuenta. Caer bien está sobrevalorado.

Como respuesta, me da una mirada fría y dice:

– No me toques.

Aparto la mano. No está de humor. Bueno, tampoco es que sea habitual en ella. Parece que se da cuenta de cómo ha reaccionado y añade un "por favor". Casi.

Algo me dice que su clase optativa no ha ido muy bien. Y seguro que su problema tiene un nombre que empieza por M.

Hay otro golpe. En esta ocasión es un portazo. Nuestro profesor de matemáticas no es el más amable, aunque su portazo es efectivo: todos se han callado.

Sus clases son algo agobiantes y esta no es diferente. Hay que tomar muchos apuntes porque explica al detalle cada parte de la ecuación. Después, espera a que todos escribamos la explicación y hace un ejemplo. Durante el ejemplo, tenemos que atender. Al que no atiende, lo echa de clase. Estricto, pero justo.

En este momento, se encuentra explicando. De vez en cuando pasa la vista por la clase para asegurarse de que atendemos.

Una de las veces, deja de explicar. Ha visto a alguien.

– ¡Kurtzberg!

Todos miramos en dirección a Nathanael, que se ha quedado congelado.

– ¡Fuera! Entrarás cuando yo diga. Y llévate tu cuaderno. Intenta entender cómo se hace este tipo de problema con sólo copiar de la pizarra, ya verás como te hago falta.

El chico asiente. ¿En qué estaba pensando?

Para quedar aún más humillado de lo que ya está, va y se tropieza. Una vez más, ¿por qué me fijo tanto en él? Su cuaderno sale volando y acaba en mi mesa. Abierto.

Es un dibujo. Un dibujo suyo en el que es un superhéroe y está junto a nosotras. ¡Qué mono! Es un cómic.

En la siguiente página está... ¿Marioneta? ¿Por qué ella? Él la rescata. Paso la página y... Ella le dice que está enamorada de él. ¿Qué es esto?

¿Le gusta Marioneta? ¿No estaba enamorado de mí, de Queen Bee?

No, no puede ser. No puedo ser tan patética. He sido amable y atenta con él, más que nadie. Y le gusta Marioneta.

Aprieto el cuaderno. Tengo calor, mucho calor. Sé que se me está calentando la cara y seguramente me esté sonrojando. Esto es humillante y ridículo. Absolutamente ridículo. Yo soy ridícula.

– Chloe, ¿me das mi libreta?

Me dan ganas de romper este estúpido cuaderno. No, eso no es justo.

Debería sentir vergüenza, como yo. Nadie se ha dado cuenta de que me siento humillada, pero de él sí lo harán.

Levanto la vista. Todos me observan, así que sonrío. Sí, exacto. Yo tengo el poder aquí. Miro a Marioneta y después a él. Sus ojos se abren en pánico cuando comprende lo que voy a hacer y me quita la libreta. No importa.

– ¡Vaya! Dupain-Cheng, parece que alguien está enamorado de ti.

Bastante gente se ríe. No sé dónde le encuentran la gracia, pero yo no dejo de sonreír. Cualquiera pensaría que me divierto.

Kagami, Adrien y Marioneta me regañan a gritos, intentando que sus voces se oigan sobre las risas.

– ¡Silencio! – exclama el profesor. – ¿A qué se refiere? Trae eso.

La gente se vuelve a callar mientras el señor Berger abre la libreta. Su expresión pasa de su seriedad habitual al enfado.

– Al despacho del director.

Nathanael se va evitando la mirada de todos. En el momento en que sale por la puerta, un murmullo recorre el aula. Se tensan.

Un chico de primera fila levanta la mano.

– Señor Berger, ¿podemos irnos a casa? Va a ver un akuma y no quiero estar cerca de ella cuando llegue.

– O puede echarla a ella también. – dice la tía sentada a su lado, una de las más recientes lameculos de Marioneta.

Alguna gente está de acuerdo con ella. No me sorprende, me odian. Yo también a ellos.

– Tranquilidad. No habrá akuma. Vamos a seguir con la clase.

No puedo concentrarme en lo que dice. A Nathanael le gusta Marioneta. Es un mentiroso, un falso. Tanto que me adoraba, tantos dibujos de mí... No debería importarme. Puede que me parezca mono y que me guste visitarlo. Pero eso no quiere decir que me guste él. Odio que me humillen.

Sólo queda una clase más después de matemáticas, y eso no evita que algunos de mis compañeros se la salten. Bustier se sorprende de lo vacía que está viendo entra, aunque no dice nada cuando la niñata de primera fila le explica por qué.

Atiendo mejor que antes, sin embargo, algo en el fondo de mi mente no me deja en paz. Aprieto el bolígrafo con más fuerza de la necesaria, lo que provoca que mis apuntes tengan una letra horrible.

Nathanael nunca ha sido especialmente malo conmigo, pero si le he caído mal. De todas maneras, lo que me ha hecho como Queen Bee ha sido horrible. Yo se lo he devuelto y mi otra identidad también lo hará. Aunque puede que para él esto sólo haya sido una maldad cualquiera de Chloe.

¿Es posible que haya provocado un akuma? No, si fuera así, ya habría aparecido.

La escuela termina sin ningún incidente y yo estoy un poco más tranquila para entonces. Mis compañeras superheroínas no lo están.

– ¡¿A ti qué te pasa?! – me grita Alix mientras salimos las últimas.

No es ninguna sorpresa. No es tan justa como Kagami, pero sí protectora con sus amigos.

– ¿A qué a venido eso? – pregunta mi amiga en un tono más bajo y los brazos cruzados.

– No lo sé.

Nos paramos un momento y la gente nos mira al irnos, pero no se frena.

– ¿Qué no lo sabes? ¡Pues yo sí lo sé! ¿Crees que eres la única que sufre por amor en un instituto? ¡Despierta, estemos rodeadas de adolescentes! Pero tú eres las única que provoca akumas.

¿Amor? Alix vive en un mundo paralelo. Y es una pesada.

– ¿Akuma? Crees que Nathanael será akumatizado. – interviene Kagami.

– Sí, si es que no lo está ya. Si no fuera porque te dejaría marca y te reconocerían, ya te habría pegado.

– Intentálo y esta vez conseguiré que te expulsen para siempre.

Puede que le tenga un poquito de miedo a Alix, pero puedo defenderme. La enana se abalanza y mi amiga se mete entre las dos, frenándola.

– Eso no será necesario. – Volvemos a dirigirnos a la entrada principal. – Chloe se disculpará con él y le contará por qué lo ha hecho. Deja que el agraviado sea el que decida.

La chica respira profundamente una vez y asiente.

– Más te vale hacer algo para que cuando Nathanael te ataque parezca que no lo sabíamos desde el principio. – susurra. – Haz un directo en Instagram o algo.

La mandona se marcha y Kagami mira entre las dos antes de hablar por última vez.

– Tranquila. Alix no dejará que te pase nada. Aunque deberías seguir su consejo.

No era un consejo. Era una orden.

Mi limusina y Jerzy están cerca de la entrada.

Bajo las escaleras hasta ellos. Ahora tengo miedo. Miro a todos lados antes de entrar y el guardaespaldas lo reporte, alerta. Es una suerte que hayan podido venir hoy. Mi padre tiene mucho dinero y debería comprar una limusina para mí sola.

Dentro del vehículo no presto atención a la mirada de Jerzy y pienso en qué debería hacer. Un directo en Instagram necesita un motivo. Me compré un vestido hace poco, que no he estrenado porque es de verano y hace mucho frío, pero podría servir. No hay tiempo de comprar otra cosa y nunca permitiría que imágenes mías sin maquillaje llegaran a la red.

Le hago separarse de mí en cuanto llego al hotel y subo a mi suite pensando en ir directamente hacia mi armario. No doy ni tres pasos.

Ahí está: un Nathanael con ropa hortera y la piel morada al que, por primera vez, el pelo no le tapa media cara.

La primera opción está descartada, así que voy a ir la segunda, que es gritar. Bien alto, que todos en este hotel puedan oírlo.

No se queda esperando a que la gente entre. Dibuja algo en una especie de tablet que tiene en el brazo y ese algo aparece frente a él.

Me tiro al suelo al tiempo que un enorme cuchillo se clava en la pared detrás mía a la altura de mi cabeza.

Un alto estruendo me indica que alguien ha abierto la puerta de mi suite. Nathanael va a comprobar quién es y yo me arrastro hasta debajo de mi cama.

Abro mi bolso. Polen está asustada. Ahora no podemos transformarnos y estamos indefensas. "¿Qué vas a hacer?" parece que pregunta. Saco mi móvil. Voy a escribir un tweet. Tengo que hacerlo público, aunque eso también atraerá a todos los periodistas de París.

"Akuma en mi suite. TS, venid ya!"

Ahora, debo encontrar un lugar donde esconderme y transformarme. Levanto la vista del móvil y ahí está el akuma, asomándose.

– ¿Ni siquiera ahora eres capaz de soltar tu teléfono? Patético.

Levanta la cama como si fuera una pluma. Le ha dado más fuerza y, seguramente, también mejores reflejos.

Me levanto y corro en dirección a la entrada de la suite.

Algo me envuelve la muñeca y tira de mí con fuerza. Caigo de espaldas y duele mucho. En esta forma no puedo hacer nada.

Nathanael camina hasta quedarse junto a mí.

– No puedes huir. Ya no hay puerta.

– Pero sí ventanas. – dice una voz demasiado dulce como para ser amenazante.

Oigo unos pasos rápidos y veo a Nathanael moverse hacia atrás, justo a tiempo de esquivar la espada de Kagami.

Yo ruedo por el suelo en la dirección contraria. Alix se agacha junto a mí.

– Vamos, levanta. – tira de mí, abriendo un portal y me empuja a su madriguera.

Salvada. Ya estoy a salvo. Respiro hondo. Ahora estoy bien.

– ¿Dónde está Polen? – pregunta Alix.

Me enfoco en ella, mejor que en los horribles círculos negros.

– En mi bolso. – Pone las manos en la caderas. – Está en la suite, en el lugar que debería ser bajo mi cama.

Ella se dirige a uno de los círculos negros y empieza a hacer algo con él, no sé qué.

– ¿Te das cuenta de lo que has liado por tus estúpidos celos?

Otra vez me va a regañar. No me importa. No me importa lo que piense. Sé que no me hará daño, Kagami no la dejará.

– Apuesto a que viste el cómic de Nath. No tienes ni idea de qué pasaba y aún así decidiste que lo sabías.

¿Cómo que no lo sabía? Hizo una historia en la que Marioneta estaba enamorada de él. No hay más que saber.

– Fui yo quién le dijo que la pusiera. – explica. – Le dije que no podía hacer que Queen Bee fuera su novia porque no sabía su aspecto civil y que fuera la chica que más veces había dibujado para que le saliera mejor: su antiguo crush, Marinette.

Un momento. ¿Eso quiere decir que no me ha engañado, que realmente le gusto y he sido una estúpida?

– Y además, es su cumpleaños. – He cometido un gran error. – No te digo esto para que te sientas culpable, sino para que lo arregles, ¿vale? – Su tono está más suavizado, casi como si intentara ser más amable.

Sigue mirando su círculo. ¿Cuando va a traer a Polen?

– ¿Qué estás viendo?

– A Nath derrotar a tus guardias. Es demasiado bueno... Vale, tengo una idea.

¿Ya? Es la gallina de los huevos de oro de las ideas.

– En realidad, tengo dos.

Sigue haciendo cosas con su círculo negro y mete el brazo. A pesar de las veces que he estado aquí y la he visto, es siniestro como su brazo desaparece en ese vacío.

Trae a Polen, que ahora que estamos a salvo, me mira como si fuera a regañarme.

– En realidad, una de ellas ya me venía dada: es cómo vamos a hacer que Lepidóptero no sospeche de ti. Tú estarás dos veces al mismo tiempo en tu suite, sin que tu yo del pasado te vea. Yo ya te he visto, así que sé que eso es lo que haremos. Serás un poco más vieja, pero tranquila, te devolveré a tu tiempo.

¿Qué? ¿Está hablando de... un viaje al pasado?

– Te dejaré en un callejón cercano e irás a tu suite como si no tuvieras nada que ver contigo misma. Te encontrarás con mi yo del pasado, pero no digas nada, ya que podrías oírte.

No podría ni aunque quisiera.

– La otra idea es que Nath está colado por ti. Si hacemos que parte de su verdadero yo haga dudar a su akuma, podremos vencerlo. Me pasó una vez, y la situación era más difícil.

¿A qué akuma se refiere? No recuerdo algo así.

Me mira un momento, esperando mi confirmación. Sí, creo que lo tengo.

Hacemos el plan: me transformo, me deja en un callejón y me dirijo a mi hotel. Cuando ella y Kagami me ven, se sorprenden.

Yo también lo hago al verme a mí misma. Es tan extraño. Estoy ahí, tirada en el suelo, con Nathanael dibujando algo junto a mí. No me había dado cuenta.

Kagami se adelanta mientras Alix va a por mi otra yo. Me dirijo al lado contrario, e intento ayudarla con el akuma. Se las está arreglando demasiado bien.

Alix aparece detrás suya e intenta golpearlo.

Yo giro mi peonza como si fuera un lazo y la envuelvo en su brazo como hizo él conmigo antes. Justo en el momento en que lo toca, un objeto aparece sobre nuestras cabezas: unas tijeras gigantes.

Me agacho mientras las tijeras dan vueltas como locas, finalmente cortando el cable de mi peonza. ¿Cómo? No es posible, se supone que es metal mágico, como la espada de Kagami. Veo como me quedo con sólo un trozo de cable inútil. Miro hacia arriba y encuentro que ella también se ha agachado, aunque su arma está bien.

Por otro lado, están Nathanael y Alix. El akuma tiene mi peonza aún enganchada a su brazo también ha atrapado a mi compañera con una red de metal y ella no puede moverse.

Reaccionamos rápido y atacamos de nuevo. El akuma también lo hace y empieza a dibujar algo más en su tableta.

Dejo que Kagami vaya primero y trato de alcanzar mi peonza. Sin embargo, no llega muy lejos, pues Nathanael crea un enorme armatoste que le impide continuar.

Yo no me detengo, hasta que crea una gran pesa y la ata al tobillo. Además, borra el suelo bajo mis pies, lo que me hace sentir como si estuviera a punto de caer por un acantilado. No sabía que podía borrar cosas.

Me cuelgo de la parte de suelo que aún queda. La pesa tira mucho de mí, lo que hace que me duela el tobillo y no pueda sentir el pie. Oigo un ruido, como de aspiradora, que viene desde arriba. No veo nada, así que tiro un poco de mí misma para poder llegar al suelo otra vez.

Me tiemblan los brazos y siento como si los músculos me quemaran. ¿Por qué? Se supone que como Queen Bee tengo fuerza aumentada y soy gimnasta, ya tengo mucha fuerza habitualmente. ¿Es porque la pesa también es mágica?

– Bee. – dice Alix entrecortadamente.

¿Está perdiendo oxígeno? Tengo que darme prisa. Esta pesa no es más fuerte que yo. O puede que... se esté refiriendo al plan.

– Nathanael. Aún estoy aquí. ¿Me vas a dejar de lado? ¿Tan débil me ves sólo porque somos amigos?

Eso último es mentira, pero seguro que decirlo le hará prestarme atención. No espero a su reacción y continúo impulsándome.

Cuando llego al nivel del suelo veo unos pies y levanto la vista. Está aquí, he conseguido llamar su atención.

Se arrodilla y me mira casi emocionado.

– ¿Crees que somos amigos?

– Claro que sí. Eres especial. ¿Crees que visito a cualquiera?

Abre mucho los ojos y sonríe. Es tan bonito, incluso con la piel morada. Una mariposa aparece en su cara. Antes de que pueda reaccionar, le arrebato su lápiz y me dejo caer al piso de abajo. Espero que ese sea el objeto akuma.

Rompo el lápiz y la mariposa sale de él. He acertado.

Todo vuelve a la normalidad. La pesa desaparece y el suelo y la puerta se reconstruyen, permitiéndome volver a la suite. Tanto Alix como Kagami (a la que había atrapado en una aspiradora cuando estaba en forma de viento) son liberadas y ambas se quedan con la prensa, que ha rodeado el hotel, mientras yo llevo a Nathanael a casa.


Este dibujo de mí es muy detallado. Es hiperrealista y está a color. Cualquiera podría pensar que es una foto si no fuera por la sonrisa. Es un tipo de sonrisa que nunca he hecho, demasiado dulce y amorosa, mucho más amable que las que muestro al público.

No sé cuánto tiempo llevamos en su habitación. Él se ha sentado en silencio en su silla y yo no me siento capaz de dejarlo solo.

– Lo siento.

¿Por algo que es culpa mía?

– No lo sientas, todos somos humanos.

Y yo también cometo errores. Me disculparé con él mañana.

– Matar no es humano, es monstruoso.

No ha matado a nadie. ¿De dónde ha sacado esa idea? A no ser que eso fuera lo que tenía intención de hacerme.

Hoy he estado a punto de morir y ni siquiera lo sabía.

– ¿Recuerdas algo? – pregunto, escondiendo mi momentáneo miedo.

– Humillación, dolor y enfado. Recuerdo querer hacerle daño a Chloe Bourgeois, esa chica de mi clase que tantos akumas hace. Y después tú. Dijiste mi nombre y fue casi como si volviera en mí. ¿No es extraño?

Me está dando la espalda, con la vista fija en su ordenador, pero cuando termina de hablar se gira para mirarme. Es un poco intenso.

No me gusta. No me gusta cuando la gente es intensa y quiere cosas de mí. Ya me ha pasado antes, con Kagami, con Adrien. Pero esta vez es diferente, este chico está colado por mí. Y yo no sé si me gusta.

– ¿No es extraño como casi mato a una persona y sólo he parado porque tú estabas allí? Eso no dice nada bueno de mí. – Se pasa la mano por la cara. Creo que está llorando.

Soy yo la que debería sentirse mal por lo que le hecho.

A lo mejor debería frotarle la espalda o algo así. No lo sé. Cuando yo lloro no quiero que nadie me diga nada. Excepto Polen, claro. Ella me da besos y abrazos. Debería intentar otra cosa.

Está mirando hacia abajo, así que me arrodillo frente a él y le aparto las manos de la cara.

– Sí lo dice. Tú has sido capaz de cobrar conciencia ahí dentro. Eso es más de lo que cualquier otro akuma ha hecho nunca. Eres una buena persona. Mejor que yo.

Niega con la cabeza.

– Eso es imposible. Nadie es mejor persona que tú. Eres una heroína. La que siempre quise que existiera, desde niño.

Esas palabras son tan agradables de oír, aunque si supiera quien soy, no las diría.

– Tú eres mejor persona que yo. Como Ryuko. Fue por eso que quise venir a verte más veces.

Sonríe un poco y es hermoso. Me alegro de haberlo hecho sentir un poco mejor.

– ¿Puedo dibujarte?

– Claro.


Suena el timbre que indica el final de la clase. Esta vez, Nathanael se ha sentado lejos de mí. Tengo que disculparme. Debo hacerlo, así que lo sigo y lo paro en el pasillo.

Su expresión se tensa al verme. Entrecierra los ojos, aprieta la mandíbula y hace una respiración fuerte. Intenta seguir su camino.

– Yo...

– ¡No! – Se detiene y se gira en mi dirección. – ¡No quiero oírlo! No quiero saber nada de lo que puedas decir. Eres...

Me mira con odio. Como si lo que más odiara del mundo fuera verme.

– Creí que cambiaste. Que intentarías llevarte bien con los demás. Fui el primero en tenderte una rama de olivo.

Y así me lo pagas. Quédate con Kagami, es la única que puede aguantarte. Ya me he hartado de ser el bueno. – Se calla un momento y se gira para irse, pero vuelve a encararme. – Has hecho que me akumaticen. Nada podrá arreglar eso. Nadie. Lo único que deseo es que tú pierdas el control de tu cuerpo como hice yo. Que tu mente se nuble y llegues a pensar que matar es una opción deseable.

La gente se para y nos mira. Los oigo susurrar. No sé cómo reaccionar. Normalmente yo me defendería, pero no quiero hacerle más daño.

– Quiero que te pase a ti lo que me has hecho a mí.

Él a mí, sí.

Se aleja con paso decidido. Mucho más decidido que nunca. Lo he cambiado.

El mar de estudiantes me rodea y continúa su camino, ahora que la pelea ha acabado. Yo no me muevo, me quedo quieta, como un islote, destacando.

Arreglarlo no será tan fácil como siendo Queen Bee.


1 No recuerdo dónde lo leí, pero las gimnastas y bailarinas de ballet tienen mucha fuerza.

Si os preguntáis por qué las tijeras han podido cortar el cable, es porque tienen filo de diamante, Nathanael no es tonto.