SUKUNA Y MEGUMI (II)

Fushiguro Megumi no tenía la más remota idea de por qué le había dado el «sí» a Sukuna, pero lo hecho estaba hecho y no podía negar que su novio era el sexy dependiente de un restaurante de pollo rostizado. Se preguntaba si era coincidencia que tanto él como su padre estuviesen vinculados a negocios de comida.

Hablando de su papá, el señor Fushiguro Tōji era dueño de una taquería de mala muerte. Estaba en una pésima zona y no quebraba porque nunca faltaban las señoras que buscaban tener algo con el taquero. El tipo las chantajeaba con que quien pudiera comer más tacos en menos de una hora, se ganaba un revolcón. Sacaba un buen dinero así.

Lejos de que Megumi reprobara ese comportamiento, le preocupaba el hecho de que Sukuna quisiera conocer a la familia. No llevaban ni una semana saliendo.

El plan original era llegar al local, saludar y retirarse; no obstante, el destino tuvo otros planes para ellos. En el camino un malandro intentó asaltarlos, pero Sukuna y sus pulidas habilidades de delincuente le hicieron ganar unas cuantas carteras y una navaja. Como ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, Megumi no dijo nada. No estaba a favor de la violencia, aunque sólo por esa vez haría de la vista gorda.

—Ya llegué —anunció Megumi frente a la barra.

—Es inusual verte aquí —respondió Tōji mientras hacía sus labores de padre soltero sobrio que atiende el negocio familiar.

—Sí, bueno, sólo venía a presentarte a alguien. —Soltó la mano de Sukuna y lo señaló con el pulgar de la misma—. Él es…

—¡Querido suegro! —exclamó Sukuna con una sonrisa de oreja a oreja—. Ryōmen Sukuna —se presentó.

Megumi sabía que no era su nombre verdadero, sino un alias que utilizaba en el bajo mundo. Se apellidaba Itadori y tenía un hermano gemelo.

—¿De qué correccional te sacaron? Estás todo tatuado.

—Ya vas a empezar. —Megumi rodó los ojos.

Antes de que alguno pudiese replicar, Tōji soltó una carcajada estruendosa.

—En todo caso, es tu problema y mientras haga paro es más que bienvenido a la familia.

En todo ese tiempo, Sukuna aprovechó para meter la mano en uno de los bolsillos traseros del pantalón de Megumi. El susodicho no hizo más que cruzarse de brazos con resignación.

—Acomódense donde sea. La casa invita.

—¿Cómo? —Megumi no podía escuchar lo que creía. Su padre nunca le daba nada gratis; bueno, no desde que había comenzado a trabajar como botarga en una farmacia Similares. A lo mucho le hacía el cincuenta por ciento de descuento—. ¿Estamos celebrando algo?

Tōji inclinó el rostro, confundido.

—Nunca me das nada gratis —aclaró Megumi.

—Ah, bueno, verás… —Apuntó con la mirada un letrero a sus espaldas.

Este ponía: «¡Si deja propina, se lleva una manoseada gratis!»

—Fue idea de Naoya —prosiguió—. Desde entonces ha estado llegando dinero de gente que jamás había visto en la vida. —Levantó la mano derecha antes de continuar—. No tienes idea de la cantidad de lugares a los que han entrado estos dedos el día de hoy.

Megumi se cubrió la boca e intentó disimular el asco.

—Creo que ya no tengo hambre.

—Vamos, vamos, Megumi. No seas tan quisquilloso.

—¡Soy higiénico!

—Bueno, ¿qué les preparo? —Cambió de tema como si nada—. Para Meg lo de siempre, maciza y sin cuerito. Y para el yerno… ¿Una metida de chorizo?

—¿Qué? —Sukuna abrió los ojos, impactado.

—Que si para el yerno una orden de chorizo. ¿Acaso estás sordo, hijo?

Sukuna juraba que lo acababan de alburear. Se limitó a aclararse la garganta porque le prometió a Megumi que de ninguna manera terminaría inaugurando un duelo a muerte con cuchillos.

—Dos órdenes de pastor con todo —contestó, mirando de reojo a su novio, quien decidió tomar mesa antes de que el lugar se llenara y tuvieran que comer de pie.

Al acudir a él, se acercó lo más que pudo para no levantar tanto la voz.

—Me albureó, ¿cierto?

—Y lo hará por el resto de tu vida —asintió—, así que acostúmbrate. Entre menos importancia le des, más rápido se le olvida.

A los pocos minutos apareció el mesero, quien dejó caer los platos sin gracia ni delicadeza sobre la mesa.

—Dos de verga para el yerno y una dura y maciza para el sobrino.

—¡¿Quién caraj…?! —Sukuna no terminó la pregunta. Megumi le soltó una patada bajo la mesa y terminó agachándose para sofocar un grito y sobar el área afectada.

—Un placer como siempre, Naoya —dijo Megumi a modo de saludo.

El susodicho chasqueó la lengua y dio media vuelta, cambiando su actitud por completo al reaccionar al llamado de Tōji.

—¿Quién es el imbécil? —cuestionó Sukuna.

—El primo de mi papá.

—¿Ambos administran esto?

—Es más como que él trabaja para papá. Puede que llegues a ver comportamientos medio raros de uno para con el otro. No les prestes mucha atención. —Acto seguido, procedió a ahogar la carne con limón. Esperaba que eso fungiera como bactericida natural.

Sukuna vio el plato. Lucía bastante bien a decir verdad. Tan sólo esperaba que realmente fuera carne de cerdo marinada lo que estaba por llevarse a la boca y no lo que anunció el mesero mal-teñido.


Mini-glosario:

Albur: es un juego de palabras que esconde un doble sentido, sobre todo de carácter sexual.

Alburear: acción y efecto de decir albures. (?)

Tacos al pastor/Carne al pastor: los tacos de pastor son una tortilla de maíz rellena con carne de cerdo condimentada con una salsa de especias y chiles secos. La carne se ensarta en una espada (o pastor) que se gira manualmente mientras se cuece.